Especie dócil
La actitud correcta de un esclavo adquirido
El olor que me envuelve me hace pensar que ando entre jardines de flores en plena primavera. Siento mi cuerpo aceitoso de esa fragancia en especial, sin embargo no es un jardín lo que me rodea, sino los barrotes de mi jaula.
Siento que mis cuidadoras aún están aquí tras las frías barras. Y la voz de Claudia rompe ese silencio…
“Crees que está preparado para salir al mundo?”.
Tarda unos segundos… Y por fin contesta Yanira…
“Cuando lleva aquí? Dos años, no?. Suficiente… No le queda nada de su personalidad, es totalmente instintivo. Y bien que lo hemos roto…”
Oigo el grifo del lavamanos y supongo que ambas se quitan el aceite de sus manos mientras vuelvo a escuchar la voz de Claudia.
“La verdad que fue una sorpresa su repentina compra de tan famosa señora!”
Tuvo cuidado en no decir su nombre a sabiendas de que la puedo oír y a pesar de no ver por el ajustado cuero en mis ojos.
Mi compra tuvo que haber sido ayer cuando una voz de más acompañaban a una de las cuidadoras y a la directora de esta sociedad secreta. Ese día también me privaron de mis ojos y me guiaron a la extraña con tirones de mi cadena al collar.
Fue un día intenso desde que me vendaron los ojos y me dejaron en un espacio limitado. No fue hasta que las tres voces en una charla sobre mi anatomía llegaron a mi celda y me sacaron de la protección de los barrotes del miedo y el desconcierto. Ese día estaba igual de bañado de aromas como hoy. Y un clic a mi collar me llevó de un tirón de cadena hasta los zapatos planos de mi cuidadora Yanira. Los besé guiado de intuición y miedo.
La cadena hizo que gateara hasta llegar a la directora del centro y a esa extraña con voz de apruebo que me piropeaba.
“Quieto!”
Con el mandato firme de Yanira me detuve a gatas levantando mi barbilla. Al mismo tiempo aspiré otro perfume distinto. Quería besar los pies de la directora pero no sabía con exactitud a que distancia de mi estaban. Tan solo sentía las pantorrillas en jeans de mi cuidadora a mi costado.
“Subelo al mostruario” Dijo la directora.
La cadena volvió a tirar de mi y noté con mis manos los peldaños de madera de una escalera. Así que subí con cuidado de pies y mano guiado por Yanira que parecía no subir con migo. Más bien estaba a mi lado tirando de mi collar hasta que enseguida noté que apenas eran pocos peldaños. Pronto me sentía sobre una mesa de metro y medio de alto.
“Quieto!”
Me detuve y aterrizé mis rodillas sobre la tabla. Mi barbilla subió y arqueé mi espalda de la forma más atractiva posible, tal como me adiestraron.
Sentí por el olor los dedos de la directora acariciando mi barbilla. Luego su mano alborotó mi pelo. También dibujó la línea de mi columna hasta mis nalgas. Dos palmadas sobre mi carne y siguió hablando sobre mi conducta.
Notaba dos pares de zapatos de tacón rodeándome y la voz de la extraña hacía preguntas sobre mi. También me di cuenta de su acento de la Europa del este. Nunca pronunciaron su nombre, pero la supuesta compradora olía a caro perfume. No sabían describir ese olor que la diferenciaba de la directora Ilenia.
A la orden de mi directora bajé los codos a la mesa. Mi espalda seguía dibujando el arco y alcé más mis nalgas…
“Nuestra especie número 67 ha respondido en menos tiempo a su instinto, que la mayoría de nuestros ejemplares. En pocos meses acepto su condición salvaje, y hoy por hoy después de perder lo que le quedaba de humanidad, es un ser bastante domesticado al servicio de cualquier mujer.”
“Oh señora Ilenia Ramos!, hacen un gran trabajo con ellos. Nada que ver con los clubes y sociedades ginarquistas donde los esclavos parecen perder la concentración sobre sus funciones. Realmente su sumisión es simplemente sexual, y casi no los diferencio de un pervertido en una simple sesión. No se si me entiendes…”
“Oh si, es por eso que nuestros métodos son las de convencerles de que no son personas. Más lejos que unos simples castigos físicos, nosotras los sometemos al rango de animales. Basamos el método en la extrema humillación y los obligamos a las condiciones de animales hasta convertirlos en hermosas mascotas de compañía para motivación y diversiones de cualquier mujer.”
“Me encanta!”
Sentí unos dedos acariciar mi escroto y no hice ningún movimiento. Mis rodillas bien separadas sobre la mesa a la espera de cualquier caricia, y seguía quieto. Sin ninguna expresión de queja o gozo, tal como había sido entrenado. Mi única meta era la de resultar agradable y demostrar mi domesticada respuesta en silencio. Era muy importante para mi e ilusión la de no defraudar a mi directora.
Mientras seguían hablando de mi capacidad me tocaban varias manos. Posiblemente la directora Ilenia y mi posible compradora, seguramente ambas mientras Yanira sostenía mi correa de paseo.
Entonces Ilenia nombró uno a uno los comandos clave para adoptar. Y así lo hice con devoción para que la extraña los conociera y pudiera mover mi cuerpo a su antojo.
Mi favorita fue y siempre será la de mencidad. Las palabras mágicas son “al suelo”, y los signos con las manos de mi superior es poner la mano palma arriba. Me imaginaba que Ilenia hacía los signos con su mano al mismo tiempo que me lo mandaba de forma verbal para oírla y para que la extraña conociera ambas formas. El caso es que acosté mi espalda a la mesa, y recogí mis rodillas y codos en cada lateral de mi cuerpo para dejarles mejor visibilidad de mi dorso y geniales. Era como una cucaracha al revés y morimunda pero me encantaba estar así ante ellas. Mi pene erecto tocaba mi vientre y sentía mi propia humedad de excitación. Las manos volvieron a recorrer mi cuerpo y alguien tomó mi pene para moverlo de un lado a otro. Ese momento casi hace que tuviera un accidente eyaculatorio, pero pude contenerme.
Sentí como mi compradora me estudiaba a fondo. Su olor era embriagador y desconocido al mismo tiempo. Su voz severo y dulce a veces. El sonido de sus pasos eran como finas agujas de tacón que se diferenciaba de los zapatos de salón que normalmente suele llevar Ilenia.
Sabía que como objeto algún día iba ser comprado. Había perdido una vida triste con los complejos de mis extraños deseos sexuales, pero había ganado conocerme mejor y desatarme de mis preocupaciones de una vida de amargas responsabilidades. Ahora soy libre… Si aunque parezca una contrariedad. Liberado por fin de complejos y de la moralidad. Era como matar mi alma y dar libertad a mi cuerpo. Un cuerpo lleno de necesidades que solo siendo guiado por la superioridad de una mujer es atendido. Prácticamente mi sexo domina todo mi cuerpo. Y por lo tanto no se razonar ni pensar por mi mismo. Era importante para mí ser cuanto antes propiedad de un ser superior para subsistir. Y hoy por hoy vivo gracias a esta sociedad y sus cuidadoras. Y que se llevan ellas a cambio?… Pues mi compañía sexual y emocional. Al igual que un gato, un perro, o un pájaro enjaulado, más que eso… Soy su lengua, un pene, masajes, compañía…, una mascota ideal.
Nunca olvidaré ese día en el mostrario.
Una de las cuidadoras abre la compuerta de mi jaula. Conecta la cadena a mi cuello y me saca. Por el olor se que me lleva Claudia. Sus zapatos…, accidentalmente mi mano toca su puntera, y no dudo en besarlo. Pero ella tira de mi y salgo a gatas tras ella. Los pasos de su compañera van en sentido contrario, y doy cuenta de que solo Claudia se va hacer cargo de mi.
Se que era hora del siguente paso para los preparativos. Ya ambas me habían bañado, forzado a un enema, recortado el pelo, eliminado el crecimiento del bello con las picaduras de una crema, bañado en aceites de aromas…. Ahora toca la eliminación del collar de la sociedad y los atuendos nuevos al gusto de mi compradora. Lo se por que lo habían comentado antes. Y cuales será?. Eso es lo que me intriga en mi arrastre tras mi cuidadora. Ni siquiera se a que parte de la instalación me lleva.
“Te traigo a 67, Sue.”
Sue es la chica oriental quien nos analiza físicamente e incluso nos da un trato psicológico especial. Es tan dulce como su voz que responde con aprobación sabiendo lo que va hacerme.
“Claudia, puedes quitarle el collar y la venda. La señora aún no está aquí.”
“Pensé que estaría para guiarte en esas modificaciones…”
“No, que va… Ayer después de comprobar su nueva propiedad vino aquí con la directora. Hemos visto diferentes modelos de nuestros catálogos y ya se cual va ser su nueva presentación. No me tomará mucho tiempo.”
“Esta bien, aquí lo tienes bastante limpio.”
“Gracias Claudia, ya me ocupo del 67.”
Yanira me desabrocha la cadena y el ajuste del collar liso de cuero que siempre he llevado durante los años de cautiverio en esta sociedad. Desde que cae el collar al suelo lo tomo en mi boca para ofrecérselo con un sentimiento de angustia. Me siento más desnudo e indefenso!. Yanira toma el collar y me alborota el pelo en señal de gratitud. Me quita la venda y se dispone a irse de la habitación. Busco besar sus zapatos de trabajo lo más hábil y rápido posible ya que lo ignora, pero ella se va con mi símbolo de protección en sus manos.
Se va.
Abatido giro en busca de Sue, y voy en a su protección besando sus zapatos estilo street. Beso la tela negra de sus cómodos zapatos por debajo de los blancos cordones. Su olor nunca se me escapa, seguramente con los ojos vendados la hubiera conocido.
Sin collar estoy perdido, las lágrimas en mis ojos contradice la emoción por ser por fin propiedad de alguien. Y es que descubro una nueva sensación con el cuello desnudo. Me siento huérfano y perdido. No debe ser por mucho tiempo pero…, no se. No estoy cómodo después de llevarlo siempre desde que me reclutaron con la manada de especies dóciles de este club. Era un collar fijo que incluso en nuestros diaros baños nunca nos lo quitan. Y ahora… Ahora sufro sin el.
Sue me hace las señas con sus dedos para que la siga. Y me siento torpe sin una correa. Así que me armo de valor y gateo tras ella mirando sus deportivas. Y no tarda en detenerse en una mesa de examen…
“Arriba en posición! ”
Casi que saltó sobre el metal frio de la mesa y adopto la forma deseada.
Todos los acesorios están allí!. Me quedo mirándolos con alivio. Hay un collar diferente entre otros acesorios para mi cuerpo!. Ufff, respiro aliviado y recobro la emoción.
Uno a uno…
Vuelve a mi la seguridad y la protección de mi ser. Y ahora mi mente, que sin perder la atención y el respeto a Sue, empieza a hacerse la pregunta más importante de mi existencia…
¡¿Que es mi propietaria?!
Continuará…