Especial: Lazos de Sangre de la familia Stone.

Martha Stone se reúne con su hija Morgan en su piso universitario con intenciones que las llevarán a ambas por un camino ciertamente depravado. Especial historia número 100.

Los pasos de una persona segura y decidida resonaban en el campus universitario. Con sus treinta y siete años, Martha Stone seguía estando tremenda. Su físico seguía siendo envidiable, su piel morena, sus ojos vivos, su cabello rizado… esa figura envidiable algo entrada en carnes, pero con todo bien colocadito.

Lo cierto es que Martha se gustaba. Muy lejos quedaba su adolescencia en la que había sido insegura y no se valoraba. Se dirigió hacia una casa que estaba en medio del campus. Esa cara la había pagado su Hermana años antes, y estaba ocupada por su hija y sus parejas. Martha había ido allí a ver su primogénita.

Morgan no esperaba a su madre. Era algo evidente para todo aquel que echara un vistazo a su salón. La muchacha estaba tirada sobre su alfombra junto con sus parejas, las otras cuatro chicas, al igual que ella, estaban desnudas.

Morgan se había levantado la primera y se había quedado mirándolas. Cada mañana se sorprendía de la suerte que tenía de ser amada. Su querida Jenny se había levantado con un empalme mañanero y estaba a punto de comerse esa polla para desayunar, bajando los labios para rodearla, de hecho, cuando llamaron al timbre.

Morgan chasqueó la lengua, frustrada, pues nada le gustaba más que un buen chorro de semen directamente en la boca de buena mañana, y se puso en pie viendo cómo Teresa, adormilada, era la que finalmente se llevaba el premio y empezaba a chupar aquella polla. Cuando Morgan cruzó la vista con ella, le guiñó un ojo.

_ Que cabrona eres a veces. _ Le susurró, poniéndose la bata y dirigiéndose a la puerta.

Supuso que alguna de las chicas esperaba un paquete o algo parecido. Solía abrir siempre porque era como la capitana de aquel barco. La “líder” de la relación.

_ ¡Mamá!

Cuando Morgan abrió la puerta se le pusieron los ojos como platos. Su madre estaba allí. Se había presentado sin avisar, y Morgan no estaba para nada preparada. Era extraño, solía pasear por la casa desnuda. A veces incluso salía al jardín sin vestirse. Era consciente de que muchos de sus compañeros de clase la habían visto y de hecho la excitaba sobremanera pensar que medio campus debía pajearse pensando en ella y en sus chicas.

Y sin embargo en aquel momento sintió el impulso de cubrirse porque la avergonzaba que su madre la viese desnuda. Y se sonrojó pensado que a escasos metros estaban practicando una mamada y oía gimotear a Jenny, que probablemente estuviera experimentado un más que agradable despertar.

_ ¿Puedo pasar? _ Preguntó Martha, con una gran sonrisa.

_ Mamá es que no te esperaba y…

_ ¿Y tus novias están en el salón follando mientras hablamos? ¿Es Jenny a la que oigo gemir?

_ ¿Qué? Yo… no… ¿Qué?

Martha sonrió. Conocía bien a su hija. Sabía lo segura que era. Pero en esa circunstancia se había desmoronado y parecía de nuevo una niña pequeña.

_ Morgan, has estado en mi cabeza… sé cómo eres íntimamente… no tienes que ocultarme nada. _ Le recordó Martha.

_ Pero… eres mi madre y…

_ ¿Y no es apropiado que esté metida en tu vida sexual? _ Martha se echó a reír. _ Cuando la madre de una de tus novias os enseñaba a fornicar en clase no te preocupaba.

_ No, supongo que no, pero… _ Martha le pasó la mano por los hombros y la atrajo hacia sí.

Morgan dio un hondo suspiro. Estar entre las tetas de su madre sumado al olor de su colonia la puso cachonda perdida. Eso no era casual, Martha lo había hecho a propósito.

_ Vale… está bien. ¡Pasa y míranos follar! _ Gruñó Morgan, apartándose de la salida. _ ¿Satisfecha?

_ Bastante, sí. _ Dijo Martha, dándole un beso en la frente. _ Te pones muy mona cuando estás frustrada.

Martha se colocó frente al salón, el quicio de la puerta y en silencio. Allí tenía una vista magnífica del salón y de la mamada conjunta que las chicas estaban haciendo con Jenny. La pelirroja se sobaba los pechos mientras las otras tres se movían en sincronización perfecta para chuparle el capullo, el tronco y los huevos por turnos. Su hermana era la que mejor conocía la superficie de aquel miembro, y la que mejor jugaba con él. Pero Jessica estaba más que acostumbrada a tragar sables muy grandes y en aquel instante se había metido los dos huevos en la boca y estaba jugando con ellos.

Teresa se encargaba del tronco y cuando Jenny parecía despistarse, le estaba dando bocaditos que la hacían estremecer. Martha no dijo nada observando cómo aquellas tres chicas hacían su trabajo sobre la cuarta, pero apenas pestañeaba y se quedó mirando fijamente cuando Jenny se corrió y Martha compartió su semilla con diligencia. Aquello la hizo relamerse.

_ Decididamente tienes buenas chicas… _ Susurró Martha.

Se dirigió a la cocina, ignorando ya a las chicas que, entre besos y mimos parecían estar prepararse para otra ronda. Morgan se acercó y sólo les dijo que se vistieran antes de dirigirse a la cocina. Martha se puso a preparar café como si no pasase nada.

_ Mamá… ¿Te parece normal lo que acabas de hacer? _ Le preguntó, cruzándose de brazos.

_ Morgan, somos brujas… hablar de “normalidad” es un poco estúpido, ¿No crees?

_ Creía que ya no éramos brujas. _ Bufó Morgan. _ Al menos yo ya no ejerzo como tal. Mamá… ¿Qué haces aquí?

_ ¿Acaso no puedo venir a ver a mi primogénita? _ Le preguntó, alzando una ceja.

_ Sí, claro. _ Morgan alzó una ceja. _ Pero no es habitual que vengas tú sola y sin avisar. Así que desembucha… ¿Qué ocurre?

_ Supongo que no puedo ocultarte nada. _ Martha sonrió, poniendo la cafetera al fuego. _ Verás, ahora que Vicky se ha ido a estudiar fuera… Victoria y yo estábamos algo… aburridas en casa. Así que hemos decidido darnos un tiempo.

_ Dios mío. ¿Os vais a divorciar? _ Morgan abrió los ojos como platos.

Martha se echó a reír.

_ Oh, Morgan, no digas tonterías. _ Martha bajó el fuego y empezó a buscar pastas en los cajones. Vio que había bastante variedad, a las chicas debía gustarles un tentempié. _ Quiero a tu madre con locura.

_ Y entonces… ¿De qué se trata? _ Morgan emitió un suspiro de alivio.

_ Como sabrás, tu madre y yo no nos conocimos de la forma más ortodoxa y… bueno, nos tomamos libertades que otras parejas no se toman. Queríamos algo de chispa algo de… bueno, vidilla.

_ Os habéis dado un tiempo para hacer turismo sexual. _ Bufó Morgan, poniendo los ojos en blanco. _ ¿Es eso?

_ Bingo, que lista eres. _ Sonrió Martha. _ Victoria se ha ido a Brasil, y supongo que a estas alturas estará rodeada de culitos caribeños.

_ ¡Mamá! _ Le espetó Morgan. _ Que soy tu hija.

_ Cielo, estuviste en mi cabeza, fuiste una parte de mí. Veo absurdo guardarte secretos o moderarme, especialmente cuando eres mayor de edad.

_ Sí pero… es algo raro, ¿No crees?

_ Sólo si queremos que sea raro. _ Martha apagó la cafetera y empezó a servir seis tazas de café.

_ Bueno, supongo. _ Morgan se pasó la mano por la nuca. _ ¿Y por qué estás aquí? No me digas que quieres acostarte con mis chicas.

_ No… no no no… _ Sonrió. _ Después nuestra relación sería rara… más de lo que va a serlo si se me escapa algún alago sobre sus artes amatorias. Es que… quiero controlar la mente de alguien… Tú sabes el morbo que da eso.

_ Sí, mejor que nadie. _ Admitió Morgan.

_ Pero… no quiero sentirme culpable después. Verás, me gustaría encontrar a alguien que quiera que le controlen. Quiero que nos lo pasemos bien y nadie salga herido. Y al ver lo que lograste con estas chicas… bueno, pensé que quizá podrías ayudarme.

Antes de que Morgan contestara, Martha salió al salón con la bandeja de desayuno. Las cuatro novias de Morgan se encontraban correctamente vestidas, aunque con evidentes rastros del encuentro salvaje que acababan de tener. El cabello revuelto, el vivo brillo en los ojos, el sudor perlado sobre la piel. Martha se relamió inconscientemente.

_ Buenos días. Soy la señora Stone, la madre de Morgan. _ Sonrió Martha. _ Es un placer conoceros a todas por fin. Os he hecho café.

Fue una mañana bastante agradable. Martha se había dado cuenta de que las chicas estaban algo tensas, probablemente esforzándose en ocultar los rastros de que habían estado follando intensamente. Martha se había dado cuenta de todo. Desde las bragas tiradas detrás del sofá hasta la erección que Jenny se esforzaba por ocultar.

Pero Martha mantuvo la compostura en todo momento y poco a poco el ambiente se fue relajando. Martha tenía mucha confianza en sí misma y eso hizo que las chicas fuera soltándose. A media tarde ya estaban hablando con total confianza con ella, como si fuera una más.

_ ¿Y te dejó así, tirada en la cama? _ Preguntaba Martha, alzando una ceja.

_ Sí, me desperté sola, con el culo lleno de leche y chupetones en las tetas. _ Contaba Jenny, sonrojada.

_ Ah… decididamente tus correrías para conseguir que te enculen te llevan por el camino de la amargura. _ Susurró Teresa.

_ Para vosotras es fácil, como os enculo yo. _ Bufó Jenny.

Mientras ella se sonrojaba, las otras chicas dejaron escapar la risa. Jenny sentía que había hablado de más, pero Martha le guiñó un ojo y se sintió más cómoda.

Morgan estuvo bastante callada, sin embargo. Debía admitir que le resultaba extraño todo lo sucedido, y no terminaba de estar cómoda, lo estuvo algo más cuando salió a solas con su madre a la carretera.

_ Soy una suegra muy afortunada. _ Comentaba ella, mientras se subía al coche con Morgan. _ ¿Dónde vamos, cielo?

_ A Yagami industries. _ Preguntó, poniendo el vehículo en marcha.

_ Oh… ¿Vas a comprar un coche?

Morgan extendió una peculiar sonrisa traviesa.

_ No exactamente.

Sora Yagami en aquel momento se encontraba sentada en su sofá, en su despacho, y bajo este, arrodillada, estaba su esposa Emily haciéndole una mamada de campeonato. Sora estaba en el cielo. Emily había practicado y practicado. Y mucho había pasado desde que se conocieron y la jovencita no sabía manipular su polla. Emily sabía exactamente cómo manipularla, cómo prolongar el placer para, si quería tenerla horas al borde del orgasmo sin correrse.

Emily la amaba, y eso era mejor que todos sus antiguos trucos de control mental. Era la única que podía satisfacerla más que lo que había hecho Morgan en su día. Cuando sonó el interfono, la muchacha consiguió, en un instante, que se corriera directamente en su boca.

Sora, aún presa de los estertores del orgasmo, cogió el teléfono, algo taciturna.

_ Elizabeth. _ Respondió a su secretaria. _ ¿No te dije que no me molestaras?

_ Lo sé, jefa… pero verá, se trata de Morgan Stone.

_ ¿Morgan? ¿Qué hace Morgan aquí? _ Preguntó, subiéndose los pantalones, algo nerviosa.

_ Vaya… estás colorada. _ Emily le sonrió, pícara. _ ¿Es por mi mamada o por esa chica?

_ Cariño, qué cosas dices… es sólo que me preocupa. Morgan puede ser muy peligrosa si se enfada.

Emily se acercó y le cogió el paquete, jugando ligeramente con él. Sora ronroneó y se estremeció.

_ Pues la tienes dura y eso que te acabo de vaciar los huevos. ¿Qué habíamos aclarado, Sora?

_ Que nada de mentiras. _ Respondió Sora, sonrojada.

_ Entonces.

_ Sí… me pone cachonda Morgan… ¿Es lo que querías oír?

_ Sí, justamente. _ Emily sonrió. _ Si te la follas, quiero que me cuentes todo.

_ Sí, amor. _ Sora respondió con una sonrisa coqueta.

_ Esa es mi chica. Bueno, yo me tomaré el resto de la mañana libre. Tú diviértete, que yo haré lo mismo. Seguro que Vanessa se muere por verme.

_ Pásalo bien, cielo. _ Sora volvió a pulsar el botón del interfono. _ Dile a Morgan que pase.

Las dos Stone entraron en la habitación y a Sora se le puso dura de inmediato. Morgan ya de por sí la excitaba a niveles estratosféricos, pero la mujer que venía con ella despedía la misma energía y… tenía dos cosas que a Sora le encantaban. Unas tetas enormísimas y un culazo de infarto. Era mayor, pero a sus treinta y siete, Martha tenía un cuerpo que mucha gente mucho más joven desearía.

_ Morgan… ¿A qué debo el placer? _ Miró a Martha. _ ¿Y quién es tu amiga?

_ Sora, te presento a mi madre, Martha. _ Sora entendió enseguida por qué le transmitía la misma energía que Morgan y, dentro de sus pantalones, su polla dio un bote que a Martha no le pasó desapercibida.

La mujer sonrió y se pasó instintivamente la lengua por los labios.

_ Verás, mi madre quiere controlar la mente de alguien. _ Martha sonrió ante las palabras de Morgan. _ Y estábamos pensando que probablemente tú podrías conseguirnos a alguien que quisiera hacerlo voluntariamente.

_ Casualmente conozco a una chica que se planteó entrar a trabajar para mi negocio… Pero es muy tímida. Conociendo tu mano, sé que podrías ocuparte de ese problema.

_ No sería difícil, no. _ Respondió Morgan. _ Si me das sus datos podríamos ir ahora mismo.

Martha se acercó a su hija y le susurró algo al oído. La más joven la miró y no pudo evitar morderse el labio.

_ Pero mamá… pensaba que no querías que… _ Martha le guiñó un ojo. _ Está bien, está bien.

Sora sintió un escalofrío en la espalda.

_ Morgan… ¿Todo bien? _ Tenía un mal presentimiento.

_ Sí, perfecto. _ Morgan la miró a los ojos. _ Es sólo que… me preguntaba si podrías mirarme… tan sólo un momento.

Sora lo supo. Tuvo un segundo entero para apartar la mirada porque sabía lo que se venía. Pero no lo hizo. A una parte de ella, muy en el fondo, le gustaba que Morgan la manipulara. Y por eso se dejó llevar.

Y así fue cómo Sora Yagami, la que en su día se había planeado conquistar el mundo, la dueña de aquella gran empresa. Alguien capaz de gestionar un negocio que había nacido lavando el cerebro a cientos de mujeres, ahora estaba de pie frente a su escritorio, con la mirada perdida, la boca entreabierta y babeante y la polla dura como una roca.

Martha la rodeó y le bajó lentamente los pantalones como si estuviera abriendo un regalo de navidad. Se le inflamaron las aletas de la nariz cuando vio cómo se le había abultado el calzón.

_ Madre mía… ¿Cómo esconde esa monstruosidad cuando lleva falda? _ Martha le dio un leve empujón a Sora y ella, obediente, se sentó en el sofá.

_ Dime, guapa… ¿Me encuentras atractiva? Sé totalmente sincera. _ Le preguntó a Sora, acariciando levemente su calzón.

_ Estás como un tren. _ Bufó la zombificada Sora. Martha se mordió el labio.

_ Tócame las tetas.

Sora extendió las manos y empezó a acariciar las grandes mamas de Morgan a través de la ropa mientras la mujer se iba desvistiendo. Morgan miraba la escena fijamente, en apariencia muy concentrada. Martha finalmente se quitó el sostén y Sora empezó a sobarle las tetas directamente. Martha lanzó un hondo gemido mientras se quitaba la falda y se quedaba sólo en bragas. Cogió a Sora y la lanzó sobre la cama, comiéndole los labios ansiosa.

Martha gruñó cuando notó un azote en el culo. Se giró y se percató de que su hija se había desvestido y había sido ella la que le había dado el azote. Martha le dedicó una sonrisa y la invitó a acercarse con el dedo.

Morgan se lanzó sobre su madre y, aún desde su espalda, empezó a besarla con intensidad. Había estado reprimiéndose desde que la había visto aquella mañana.

_ Morgan… si querías esto sólo tenías que pedírmelo… _ Le susurró, gimoteando por los tocamientos de Sora. _ ¿Desde cuando eres tan vergonzosa?

_ No pensé que tú quisieras. _ Susurró Morgan, mirando a su madre. _ Pero cuando te he visto desnuda… Ha sido superior a mí…

_ ¿No es un poco ególatra por tu parte? _ Martha le mordió el labio. _ Fuiste yo…

_ Quizá sí… pero me gustas mucho mamá. _ Aspiró su cuello. _ Finalmente puedo cumplir mi sueño y…

_ ¿Follarte a ti misma?

_ Llámalo con quieras. _ Murmuró Morgan, apartando violentamente las manos de Sora y frotándole ella las tetas.

_ Llevo tanto fantaseando con estas masivas tetas… _ Susurró, apretándolas.

_ Se nota, cariño… pero tenemos a Sora abandonada. _ Martha dejó escapar una risa. _ Sería un desperdicio desaprovechar esa polla.

_ Tienes razón. _ Morgan sonrió. _ Sora, desnúdate.

_ Como desees. _ Susurró ella bajando de la mesa.

Morgan aprovechó para tumbar a Martha sobre la gran mesa y acoplarse sobre ella, chupándole agresivamente las tetas, mordiéndole agresivamente los pezones.

_ Ahora entiendo por qué comías con tanta ansia cuando eras pequeña. _ Gimió Martha. _ Sora, acércate… danos esa polla.

_ Sí.

Sora se acercó jugando con su gran polla y provocando que Martha se relamiera al verla. Miró a su hija y se percató de que ambas estaban pensando en lo mismo.  Tumbaron a Sora sobre la mesa y, ambas mujeres se aproximaron a él. Morgan dejó a su madre actuar primero.

Sora se estremeció cuando Martha aspiró el aroma que despedía su polla inflando todavía más las aletas de la nariz.

_ Hacía una eternidad que no saboreaba una genuina polla. _ Ronroneó. _ Victoria tiene unos consoladores muy buenos, pero no es lo mismo.

Y tras esa revelación… se la empezó a comer con una maestría que parecía desmentir lo que acababa de decir. Sora gemía con ganas, sin las trabas de la moralidad, presa del control mental. Morgan dejó a su madre ser la protagonista mientras comenzaba a chupar los huevos de Sora.

A diferencia de su madre, ella tenía a Jenny para que le diera una buena ración de polla siempre que quería, así que decidió ser egoísta. En cualquier caso, de vez en cuando se paraba a ver a su madre tragar aquel sable y sobarle las tetas y el culo a gusto. Su madre le daba algún azote de vez en cuando para recompensarla.

A Morgan le pareció muy escaso el tiempo antes de que Sora, con un último gemido, se corriese en la boca de Martha, que lo retuvo en su boca, acercando a su hija para besarla apasionadamente y compartir aquella golosa semilla con ella.

Las dos mujeres se quedaron mirándose un par de segundos. Ambas tenían la misma sonrisa. Martha miró a Sora, que respiraba regularmente sobre la mesa.

_ Bien… en pie, Sora. Fóllanos a ambas.

_ Como desees.

La polla de Sora se puso de nuevo dura asombrosamente rápido y Martha se acomodó sobre la mesa, apoyando sus pechos sobre ella y adoptando la posición del perrito para que Sora se pusiera a su espalda y la follara a gusto. Morgan se acomodó a su lado y escuchó a su madre gimotear y gritar como una perra cuando Sora, poseída por su habitual instinto, obedecía la orden y se la follaba con todas sus fuerzas.

La dejó tirada sobre la mesa, tomó a Morgan de la cintura y fue Morgan la que empezó a gemir con saña cuando la penetró a ella. Y una por una, las fue follando por turno. Tanto el coño como el culo, corriéndose en ambas hasta que perdieron la cuenta.

Cuando Sora despertó se encontró sentada en el asiento de su despacho, desnuda y sudada, con la polla ardiendo por el trasiego que acababa de tener. Lo recordaba. Absolutamente todo. Mientras Morgan y Martha se vestían, las miró con una gran sonrisa.

_ ¿Os lo habéis pasado bien? _ Preguntó, mirándolas por turno.

_ Bastante sí. _ Reconoció Martha. _ Por hoy estoy satisfecha. Sobre lo de tu chica… quién sabe, ya hablaremos.

_ Elizabeth te dará mi tarjeta. _ Sonrió Sora.

Aquella noche, Morgan estaba tumbada con su madre en la cama, apoyando la cabeza en sus pechos desnudos. Martha le acariciaba el pelo con dulzura mientras Morgan ronroneaba.

_ Me gusta mucho estar así. _ Reconoció Morgan.

_ Siento que he roto una barrera. _ Suspiró Martha. _ Y ha sido para bien.

_ Pensé que cuando me descubristeis ya no tenía que ocultarte nada. _ susurró Morgan. _ Pero realmente es ahora cuando… bueno, siento que estamos realmente bien.

_ Te entiendo, cariño. _ Le besó la frente. _ Y el sexo también está bien.

Morgan se echó a reír.

_ He estado pensando que estaría bien conseguir otra novia. _ Susurró Morgan. _ Alguien como Jenny… tiene razón… que sea la única polla de la casa no es justo.

_ Ah… Morgan, eres terrible.

_ Así me creaste… _ Susurró, acunándose entre los pechos de su madre.

Hacía tiempo que no dormía tan bien.