Espada II: Luciérnaga Dorada Capítulo 9
Fin ya es el segundo al mando del imperio, ¿la pregunta es...se conformará con eso? Fin como siempre demuestra ser inquieto, hacer cosas por los demás; pero no regala nada, siempre para su propio beneficio. Empieza a crear un ejército para el emperador, sin olvidarse de crear uno propio.
Serie La espada II
Luciérnaga Dorada
Capítulo 9. Demostración de prueba
Las estruendosas carcajadas resuenan en un palacio pseudo vacío, en la más alta torre del único palacio mágico que existe; son carcajadas fuera de lugar y que nadie normal podría hacerlas, exceptuando alguien con una locura especial o una locura poderosa podríamos llamarlo.
Y es que sin comerlo ni beberlo, con una sola acción; Fin oscuro se ha convertido en el segundo al mando, del imperio más grande y poderoso del continente antiguo. Arcadia es más amplio que la orden esmeralda, más urbano y por lo tanto tiene más gente; su balanza en el poder es la magia, sin esta solo son más pero menos poderosos pero Fin está haciendo que la balanza vuelva a su favor.
La orden esmeralda es menos urbana, pero más militarizada; de hecho todo el imperio partió de una orden militar, que aún conserva el poder y que sirve a un emperador inmortal que no muere jamás. Estos creen en los dragones antiguos, sin embargo son los causantes de que no queden dragones con vida hoy día; el dragón esmeralda es su dios dragón, enemigo del dragón dorado del panteón actual.
Los Arcadianos al ser un imperio tan amplio tienen diversidad de creencia, pero la más extendida; son los dioses antiguos aunque todos saben que están muerto, los mataron los dioses actuales. Algunos creen que por eso son más poderosos y creen en ellos, otros los detestan por haber matado a sus dioses; algunos que han pisado las tierras baldías o tierras libres creen en otras religiones como el cristianismo o de ese tipo, muchos solo creen en la magia o creían hasta que esta desapareció.
La gente que se transformó en animales, quedaron asi; los cambios en oficiales que Fin hizo quedaron asi, la unidad del ex capitán y el nuevo general Kan se ha quedado como mi guardia personal.
Ellos me siguen adonde yo vaya y cuando entro en un lugar, quedan fuera para protegerme; mientras que Leo, Ralph y Steve, entran conmigo a todo lugar. Todos recibieron mejoras en su equipo, mejoras en su entrenamiento; mejoras en su sueldo, asi que todos están contentos.
- ¿Por qué te ríes asi? – me pregunta Fámula, asustada.
- ¿no lo ves? De repente lo tenemos todo. – le explico, ella asiente.
- Sí, pero ahora tendrás que trabajar duro. – suspira, sabiendo que me va a ver poco.
- Sí, pero nuestro hijo y Duncan; tu, todos lo tendremos todo. – insisto, dejándola perpleja.
- ¿vas a parar aquí? – me interroga, sospechando que no.
- Puede, quien sabe; por ahora estoy a gusto asi. – contesto, sin explicarle nada.
- ¿por ahora? – interroga.
- Por ahora. – digo, antes de irnos a dormir.
En la mañana, la cadena de sirvientes a mi servicio; quieren entrar, tan solo un anciano mayordomo mayor, dejan entrar.
- Señor Droghner Fin, su baño está servido; para cuando salga tendremos el desayuno listo, luego el emperador le comunica que ya han llegado los primeros niños y reliquias del imperio…él espera que se ponga con eso. – me comunica de un tirón el mayordomo Drugard.
- De acuerdo Drugard, en el desayuno quiero que estén mis tres elites y mi aprendiz; puedes retirarte. – le contesto con un tono afable.
- Gracias señor, asi se hará. – me agradece, haciendo una reverencia se retira; contento.
- ¿y eso, por qué tan amable? – pregunta Fámula, una vez solos.
- Me cae bien ese viejo. – me encojo de hombros, buscando un motivo real en mi mente; sin encontrarlo en realidad.
Fámula queda bastante extrañada, soy un tipo lógico y lo sabe; no hago nada porque si, no sino gano algo al menos. Tras un baño juntos, nos ponemos la ropa de gala; vamos a desayunar, donde ya nos esperan los demás.
- Maestro esto es genial. – me dice lleno de admiración.
- Si y esto no es nada. – comento, pensando en el futuro.
- ¿para qué nos requieres en el desayuno? – pregunta Leo, extrañado.
- No os requiero, vais a ser mi guardia de honor y como tal; siempre vais a estar conmigo, además tengo que advertiros que el entrenamiento seguirá. – les advierto y cuento, con tremenda naturalidad.
- No esperaba menos. – confiesa Ralph
- ¿pero para que necesitas escolta? – ríe divertido Steve.
- Para nada, pero los enemigos no deben saberlo. – suelto, haciendo reír a todos.
- Este salón comedor, es enorme. – ratifica Leo.
- Y que lo digas. – sopesa Duncan. – es como una casa entera.
Todos observamos el salón, una escueta mesa enorme; decorada con tótems antiguos y estatuas, igual que las paredes con estatuas de dioses del panteón griego…una civilización antigua extinta hoy día, criaturas mágicas; seres sobrenaturales, que hoy día ya no existen.
- Es sobrecogedora. – admito.
- Es la gran sala del gran mago imperial. – deja caer el general Kan entrando en el salón sin pedir permiso, pues él no lo necesita y lo sabe.
- General, ¿Cuántos niños y reliquias han llegado? – le pregunto, ya que él tiene que estar al loro de todo eso.
- 250 niños, 1000 reliquias. – responde escuetamente pero directamente a mi pregunta.
- De acuerdo, entréname físicamente y entrenamiento de soldado a los niños; mientras con ayuda de Duncan y Fámula, organizamos las reliquias. – le ordeno y este asiente preocupado.
- Sí, señor; pero el emperador puede molestarse, si ve que no enseñas a los niños directamente. – se excusa, sin negarse a hacerlo.
- El emperador tendrá que entender, que debo examinar que reliquias valen; cuales no valen y cuales voy a absorber yo para alcanzar más poder…luego tendrá que comprender que los Droghners no solo somos magos, somos guerreros; asesinos, somos un arma completa sin muchos errores. – le explico, él ya lo sabe; pero no puede ignorar que el emperador se va a molestar.
- Entendido, señor me pongo a ello; suerte con la clasificación. – me desea, mientras hace una reverencia y se retira.
- Si el emperador te dice algo, que lo hará; dile que sigues ordenes mías y que estoy en la biblioteca, siguiendo sus órdenes. – le termino de ordenar, el asiente; para luego marchar sin abrir la boca más, tampoco quiere contrariarme o enfadarme…ya sabe lo que le pasa a los que lo hacen.
El silencio sepulcral llena la sala, solo se nos escucha beber; tragar y masticar, una vez que terminamos…
- ¿han comido bien los señores? – pregunta Drugard, sinceramente preocupado; como si fuera un abuelo que siempre le parece poco lo que come su nieto.
- Perfecto. – contesto escuetamente, totalmente satisfecho.
- Muy rico todo. – responde Fámula, tímidamente.
- Me ha encantado. – aprecia Duncan.
Los soldados, le dedican una sonrisa; pero no se atreven a hablar, se sienten fuera de lugar por ahora.
- ¿les guio entonces hasta los niños? – me pregunta servicial.
- No, haz que lleven las reliquias a la biblioteca del gran mago; quiero clasificarlas en persona, de los niños ya se está encargando el general Kan. – le comunico, el me mira un poco confuso.
- ¿el general Kan? Pero el emperador… - empieza a rechistar, pero no molesto o algo asi; sino para avisarme de que puedo tener problemas por esto.
- Lo sé, pero para obedecer al emperador; un Droghner no es como un mago, debe tener una buena reliquia y un entrenamiento tan físico como mental…a la vez que trabajar el espíritu. – le explico, el me sigue; pero no parece entender nada.
- Como diga mi señor, hare lo que decís entonces; ¿quiere que le explique al emperador? – me pregunta, con la intención de ahorrarme problemas.
- Nah, no importa; yo mismo lo hare, cuando llegue el momento. – le replico, dejándolo perplejo.
No tiene palabras para contestarme, asi que no lo hace; me hace una fervorosa reverencia, tras eso se marcha.
- Steve y Ralph, podéis descansar; Leo ven con nosotros, Fámula vete a la habitación a reposar. – ordeno, todos asienten; mientras salgo.
- ¿no puedo ir contigo? – se queja Fámula.
- No, no quiero jugar con reliquias; junto a ti embarazada. – le confieso, ella me mira extraña; pero obedece.
- Está bien…
- Vamos maestro, te ayudare. – me ofrece Duncan.
- Contaba con ello. – admito, él sonríe.
- Yo os protegeré. – dice Leo.
- Tambien cuento con eso. – asiento, provocando su sonrisa.
- Brad, ¿Qué será de ti? – pregunto en mi mente, parece mentira; pero ahora que estoy aquí con su espada, me acuerdo mucho de él.
Sacudo la cabeza, tengo mucho que hacer y muy poco tiempo para hacerlo; el emperador no tardará en llegar fuera de sí, me encanta sacar de quicio al poderoso.
Una vez llegamos a la biblioteca, veo los montones de artefactos extraños; mi detector de magia está a punto de explotar, por la cara de Duncan también siente lo mismo y Leo sin embargo está muy tranquilo.
- Leo, quédate afuera al mando de mi guardia personal; que nadie más que el emperador entre, ¿entendido? – le pregunto y el asiente.
- Perfectamente Droghner Fin. – contesta, saliendo para fuera.
- Duncan, vamos a dividirlo en tres montones; al sur vamos a poner los que no sirven para nada, al este los que me sirven a mí y al oeste los que les servirán a los niños. – le comunico, el asiente repetidas veces.
- Todo entendido, maestro.
Sin más dilación los dos nos ponemos a organizar todo, la mayoría de trastos (75 %) van al sur; son joyería barata llena de legenda y medio oxidada, casi todo lo restante va al oeste (20 %) y por ultimo lo poco que queda va al oeste (5 %).
Me asomo a la ventana un segundo, para ver a los niños haciendo lo que mi general les manda; todos parecen molestos y se quejan, pero le obedecen por miedo más que otra cosa y es que mi general no admite protestas. Acabamos chorreando en sudor, agotados; con las manos llenas de cortes, ya que algunas reliquias con el paso de los años están rotas o dañadas. Las puertas se abren de un portazo, haciendo caer algunas reliquias que hemos colocado allí; Duncan se pone tieso de un tirón, por mi lado pese al susto primario me mantengo relajado y descansando tras terminar el arduo trabajo.
El emperador entra, pisando algunas de estas; algunas se rompen, otras ruedan y algunas se desquebrajan…sus dos guardias personales, golems de carne; entran con él, mirando todo lo que no sea el como una simple amenaza.
- ¡¿se puede saber que está pasando aquí?! – pregunta el emperador.
- Estamos organizando las reliquias, señor. – le explico, tan tranquilo.
- ¿y no tendríais que estar entrenando a esos niños, del patio de armas? – me pregunta, arqueando una ceja; fuera de sí, pero controlándose.
- No, un Droghner no puede nacer sin una forma física básica; que esos alfeñiques no tienen, pero tampoco puedo crear ninguno con esa basura. – señalo las reliquias que él está pisando.
- ¿no sirven? – pregunta agarrando un par de esas, confundido; como si el pensara que están bien.
- No, si tuvieron poderes mágicos; fue en una época lejana, de la cual ya nada queda. – niego con la cabeza, para ratificar lo que digo.
- Vaya… ¿y para que necesita un Droghner una reliquia o una forma física buena? – me pregunta, sin entender nada.
- Resumiendo para que lo entienda gran emperador, un Droghner es mágico; pero no es un mago, un Droghner coge a un mago y lo revienta. – le resumo muy resumido, sus ojos hacen chiribitas; al decirle lo último, ya que le estoy diciendo que su imperio va a ser más poderoso que antes.
- De acuerdo, tienes una semana entera para hacer la primera prueba; mi ejercito ya está luchando contra la inquisición, pero necesitan ayuda...pero la magia a la inquisición no les afecta. – me explica, para ver que digo.
- Entonces enseñaremos a estos niños a auto potenciarse o potenciar a otros, eso no lo podrán evitar; dándonos una ventaja en la batalla, contra la que los otros no cuentan. – digo, sacándole al emperador una sonrisa de oreja a oreja.
- Sois sabio, eso me gusta; espero noticias de los Droghners del emperador, pronto. – reclama, antes de abandonar la sala. – haced lo que os plazca, con las reliquias que no valen.
Sale sin observar que no hay solo dos clasificaciones, sonrío maliciosamente; voy a hacerme más poderoso, sin que nadie se percate. Las 50 reliquias más poderosas las absorbí, aprendí pocas cosas nuevas; pero las que aprendí eran bastante buenas, además Luciérnaga Dorada comenzó a brillar con más intensidad.
Repartí 200 reliquias entre los 250 muchachos nuevos, buscando los más afines a estas y los que más magia podían abarcar en su interior; puse a Duncan a enseñarles a estos, mientras por mi lado lo único que hice fue otorgarles la semilla arcana…gracias a Luciérnaga Dorada.
Los 50 que no recibieron reliquia, fueron enseñados por Leo con la espada; hasta que llegaran reliquias para estos, asi comenzó el entrenamiento de los primeros Droghners.
Los 250 entrenaban físicamente cada mañana y todos recibían entrenamiento de soldado, luego mientras los 200 con reliquia aprendían a usar su reliquia y su magia; los otros 50 aprendían a usar una espada con la experiencia de las mil batallas, por la noche todos recibían entrenamiento de asesino por mi parte.
Eso me dejaba la mañana y la tarde para mí, la usaba para jugar con mi magia; experimentar con esta, con las reliquias inservibles que por supuesto me guarde.
A los tres días, llegaron 100 críos más; 300 reliquias más, hicimos el mismo proceso.
De las 300 reliquias, 25 me sirvieron a mí; 200 no servían para nada, pero 75 si servirían para los muchachos. De los 100 muchachos extra, solo 75 tenían buena simiente para la magia; entonces decidí, hacer dos cuerpos especiales en secreto.
Los Droghners aprenderían todo, de estos tenía ya 275; portarían una espada y cuchillos para lanzar, pero como arma principal usarían su reliquia y su magia. Por otro lado, los 75 Oghners no portarían ni magia; ni reliquia normal, pero se especializarían en combate y asesinato…pero nadie conocería su existencia, tan solo yo; serian mi cuerpo especial secreto, para hacer las cosas sucias que quiero hacer y que yo mismo no puedo pedirlas a nadie.
El emperador vio que todos entrenaban; asi que no volvió a molestarme, ya que me veía trabajar por la noche con ellos.
Seguí entrenando a mi guardia personal con el conocimiento de las 1000 batallas, a mi guardia elite con ese conocimiento y el de asesino dorado; a Duncan con toda la magia, runas y Sanscrito.
Por mi parte hice un descubrimiento especial, cree magia; que podía usar gente no mágica, asi que la introduje en las reliquias que no servían para nada y se las entregue a los Oghners.
Una semana después, tuve que presentar a los primeros muchachos que llegaron al palacio frente al emperador; los muchachos siguieron y siguieron llegando, las reliquias igual.
Actualmente tenía unos 10.000 alumnos, de entre ellos solo 7.000 servían para Droghners; el resto en secreto eran Oghners, pero en la primera semana solo 200 Droghners se van a graduar.
- ¿Por qué algunos llevan una armadura negra y otros, blanca? – me pregunta el emperador, con cierta curiosidad; mezcla de desconfianza.
- Porque algunos tienen más aptitudes y otros menos. – le miento al emperador.
- ¿y cuáles son los mejores? – me pregunta, sin temor a herir sus sentimientos.
- Los mejores son los blancos – vuelvo a mentir.
El los observa, tratando de ver la diferencia entre estos.
- Los negros parecen más confiados. – suelta su opinión.
- Los que no valen tanto para la magia, han recibido más entrenamiento físico; para compensar, pero confío en que llegaran con tiempo al nivel de los otros. – me invento, para que no los eche o los quiera probar ahora.
- Bueno, ¿Cuál es la prueba de hoy? – me pregunta.
- He pedido a 200 de vuestros hombres experimentados, ya que hoy solo se gradúan 200; el plan es ver sin usar magia ofensiva que la tienen, cuantos quedan en pie usando solo magia de auto potenciación o defensa. – le explico al emperador, este asiente eufórico; aunque trata de ocultarlo, la magia siempre le llama la atención muchísimo.
- Adelante. – ordena, da la señal; para que sus hombres y los niños empiecen el combate, con espadas de madera.
Le hago una señal a Duncan, que los capitanea; este imparte ordenes, los muchachos hacen sus defensas y sus auto potenciaciones.
El combate empieza poco después, los soldados imperiales cargan contra los muchachos; estos en primer momento temen los golpes a pesar de su entrenamiento es su primer combate real. Pero pronto ven la efectividad de su magia, el coraje de Duncan los anima; ganándole terreno a los hombres del emperador, asi que terminan ganando el combate.
Los 200 hombres del emperador están en el suelo, solo 50 muchachos están en el suelo; 20 más están heridos por sus titubeos, pero los otros 130 están sanos y salvos a pesar de ser una batalla contra hombres tan rudos como experimentados…los muchachos saltan de alegría, se abrazan entre sí; gritan eufóricos, los militares y altos mandos están atónitos.
- ¿Cuándo podrás tener un ejército de estos? – me pregunta el emperador.
- Señor, si los quiere como expertos; requiero al menos de un mes, con eso voy a poder hacer un ejército para usted. – le comunico, haciendo cálculos aproximados.
- Está bien, tienes tu mes. – acepta el emperador, sonriendo como loco; ha visto el poder, ha contemplado el poder y lo quiere para sí.
Lo que no sabe que a su vez, yo estoy haciendo un ejército para mí; experimentando con la magia, con las reliquias y con los muchachos que no portan magia.
En poco tiempo los 10.000, pasaron a 20.000; luego a 30.000 y por ultimo a 50.000, pero de esos 50.000 solo 30.000 eran para el emperador. Mientras que a los Droghners los eduque para servir al emperador, a los Oghners los eduque para no tener ningún tipo de pudor; sentimiento o consciencia, para fingir obediencia al emperador pero para solo debérmela a mí.
De los 20.000 Oghners, cogí a 1.000; luego recogí todo tipo de sustancias experimentales o exóticas desde lo ancho y largo del imperio, incluido el lago mágico bajo el palacio e investigué con ellos.
Ignoraba lo que pasaría con ellos, pero tampoco me importa la verdad; solo busco otras formas de encontrar poder, el que la sigue la consigue o eso dicen al menos.
¡poderes prohibidos adquiridos!
¡poderes arcanos mejorados!
¡poderes secretos aprendidos!
¡poderes limitados adquiridos!
¡poderes naturales adquiridos!
¡conjuros de rango 10 aprendidos!
¡rituales arcanos aprendidos!
¡rituales paganos adquiridos!
¡poderes únicos aprendidos!
Hasta que llego un punto en que Luciérnaga Dorada, tenía alas; nada me lo dijo, pero la sentí completa al fin y lo que descubrí no me gusto…ahora que estaba completa, ya no quería estar conmigo; ya no me necesitaba, ahora quería volver con su legítimo dueño.