Espada II: Luciérnaga Dorada Capítulo 13

El doble de Fin y sus hombres de confianza, hacen una treta; que si sale bien le asegura el puesto al mando prácticamente ya que al mando superior lo tienen en el bolsillo...pero a los otros generales los tiene que quitar de en medio, para que no estorben a sus planes; sino no podrá estar al mando.

Serie La espada II

Luciérnaga Dorada

Capítulo 13. Ejercito central

Duncan cambia su cara, trata de disimular que vamos con ventaja; se pone muy serio y yo hago lo mismo, trato de simular que yo mismo soy yo y hay esta la gracia.

El teniente general Rouson entra como una exhalación en la tienda, en su cara se nota que está furioso; aunque trata de aparentar que no pasa nada, su mano está temblando en su espada y está muy nervioso lo veo a simple vista.

-      ¡¿Qué demonios está pasando aquí, Droghner Fin?! – me pregunta alzando la voz demasiado, se da cuenta; pero no dice nada al respecto.

-      Bienvenido Teniente General Rouson, ¿a qué debo su amable visita? – digo siendo claramente irónico y sonrío maliciosamente, como si no pasara nada; el observa molesto, el trono improvisado.

-      ¿Por qué estas dividiendo el campamento? ¿Por qué refuerzas la guardia? ¿acaso esperas un ataque aliado, una traición o lo planeáis vos? – me pregunta, pero en realidad es una acusación; su tono de voz se ha normalizado, el resto de su cuerpo sigue en tensión.

-      Solo sigo ordenes, como vos. – digo, conjuro sobre la carta simplemente con una mirada; ni hago movimiento alguno, ni digo palabra alguna y se la muestro.

-      ¿puedo ver esas órdenes? – me pregunta, alzando la ceja.

-      Claro, ¿puedo ver yo las tuyas? – le pregunto tras acercarle la carta, pero cuando la iba a tocar; la quito a lo justo, casi lo hago perder el equilibrio y aprieta los dientes.

-      Droghner Fin, mis órdenes son privadas; es una orden directa. – ordena como un pimiento morrón.

-      ¿ah y las mías no? No lo sabía. – rio divertido, le acerco mi carta a Duncan; este hace una reverencia mientras la coge y se la acerca a Rouson haciendo la misma deferencia, que conmigo.

-      Todas las ordenes son secretas, excepto para mí. – rechista disgustado, mientras comienza a leer; arrancando de malas maneras la carta a mi pupilo y segundo al mando, este se molesta lo noto en su mirada, pero es tan listo como para no decir nada.

Querido Droghner Fin:

El general Rouson me ha contado vuestras valientes acciones

en el campo de batalla, tus consejos estratégicos de valor

incalculable; por eso mismo necesito quedes en el

campamento como segundo al mando y estratega mágico, no

te preocupes cuidare de tu familia y tus hombres en tu

ausencia.

No obstante no todos en el campamento, pensamos como Rouson y yo; ten cuidado con el general Rock y con el general Atol, guárdate bien de ellos y a mis tropas mágicas.

No quiero por nada del mundo un accidente porque a ellos no le guste la magia.

Firmado el emperador

Veo divertido como lee la carta modificada por mi magia, pero solo mis ojos muestran ese sentimiento; el resto de mi semblante contempla la preocupación, que va naciendo en el suyo.

-      Pero… ¿esto qué es? – dice arrugando la carta, frunciendo el ceño a mas no poder.

-      Las órdenes del emperador que vos me habéis entregado, a mí me gustan tan poco como a ti; pero debo obedecerlas, al fin y al cabo. – comento, el asiente; veo por su semblante que no entiende nada, relee la carta de nuevo por si hay algo en clave o dejo algo detrás sin leer.

-      Por más que lo leáis, la carta va a poner lo mismo. – me lamento y encojo de hombros, como si me afectara.

-      Ya lo sé, obedecedlas; yo aunque en mi carta no ponga nada, también los vigilare. – me comunica, hace una reverencia y está apunto de marcharse.

-      ¿puedo preguntaros al menos por que nos vamos a quedar aquí? Tenía ganas de ver a mi esposa y amigos. – le pregunto metiendo el dedo en la llaga.

-      Vamos a reunir las fuerzas aquí, hasta que finalmente avanzaremos contra la orden esmeralda; para evitar que conquiste más terreno, no queremos que este a nuestras puertas. – me explica, aunque veo que no está siendo sincero a medias; pero me basta.

-      Gracias por compartir información, creo que podríamos ser amigos. – le ofrezco, el asiente.

-      Eso me gustaría, un amigo en la batalla está mejor que un aliado. – comenta al respecto. – gracias por enseñarme la carta. – me agradece y sale echo un mar de líos.

Con un movimiento de manos, encuentro la fuente de poder en mi cuerpo; agarro la suficiente para usar el conjuro, rodeo mi tienda de una energía con unas palabras de poder y Duncan lo observa perplejo.

-      Es una zona que amortigua el sonido, ni aunque estén en la puerta; nos oirán. – le explico, entonces el tras sorprenderse al respecto; empieza a reírse fuera de sí.

-      ¿asi que amigos? – ríe divertido sin poder parar.

-      ¿Qué querías que le dijera? – alzo una ceja, junto a la voz.

Tras un rato riéndonos a gusto los dos.

-      ¿y ahora cual es el siguiente paso? – pregunta Duncan.

-      Tenemos que hacer que realmente Atol y Rock odien la magia y la teman – comento, atusando mi barbilla.

-      Pero ya la odian – opina el.

-      No, no llegan a odiarla; les incomoda, no les gusta…Pero es importantísimo que lleguen a temerla y a odiarla. – le sigo explicando el plan.

-      ¿Por qué? – pregunta sin entender.

-      Lee la carta – le digo extendiéndola, él la lee y entonces lo entiende todo.

-      Ah, ¿planeas que se maten entre ellos? – me pregunta, pero niego rotundamente con la cabeza.

-      Planeo ascender, que ellos desciendan; quedarme con sus tropas y ganarme a Rouson, para manejarlo a placer. – le explico definiendo bien el plan.

-      Parece difícil ¿y cómo planeas que hagamos eso? – me pregunta, cruzándose de brazos; realmente tenemos un gran problema entre manos.

-      El mayor problema es que los hombres de Rouson, van a vigilar sus movimientos; por lo tanto lo que hagamos, debe ser visto por los generales pero no por los hombres de Rouson y eso es lo difícil. – sentencio, el asiente; vislumbrando lo que digo.

Le cuento lo primero que vamos a hacer, Duncan sonríe encantado; se presta a hacer el plan, por lo que le doy la orden de comenzar.

-      Duncan, selecciona los tres Droghners más fieles al emperador; con más aptitudes y tráemelos hasta aquí, pero antes… - ordeno, toco los palillos; deshaciendo el encantamiento que rodea mi tienda, recuperando parte de la energía utilizada en este porque es absorbida por Luciérnaga Dorada que se mueve inquieta.

-      ¡Sí, señor! Pronto regreso. – dice haciendo una reverencia, antes de salir; mientras trata de imitar mi conjuro sin éxito, aunque imita todo casi a la perfección le faltan dos o tres detalles.

-      Quieta, chica; aun no es el momento. – sujeto a Luciérnaga Dorada.

Vuelvo a coger energía de mi pozo de poder, dibujo con mis gestos tres espadas en el aire; mientras repito las palabras necesarias, cuando las tres están empezando a aparecer agarro un poco más de magia y a dos de ellas les hago unas cariñosas modificaciones. Les hago un retoque, para que las espadas se vean magnificas; todo esto me ha costado bastante magia, pero merece la pena y es la base de mi plan.

Poco después aparece Duncan, con tres Droghners; uno de ellos parece molesto, porque perdió su espada.

-      Señor, como me pidió; aquí tiene sus tres voluntarios para la misión importante, que le encomendó el emperador. – disimula Duncan.

Los tres Droghners hacen una pequeña reverencia y esperan a que hable.

-      Bien, el emperador quiere que cada general lleve a uno de sus Droghners; para ello ha enviado estas tres espadas, pero a cambio necesito que me entreguéis las vuestras. – les requiero, ellos asienten y sonríen al ver las espadas.

-      Yo ya lo hice señor. – replica el que esta desarmado, asiento con una sonrisa.

-      Es que tú fuiste preseleccionado por el emperador mismo – le miento, para engreírle; mientras veo que recoge la espada no modificada, lo contemplo feliz.

-      ¿el me conoce? – pregunta extrañado.

-      Por lo que le cuento, os conoce a todos; ahora tú iras con el general Rock, tú con el general Atol y tú con Rouson. – les señalo, para que no se confundan.

Invoco en la espalda tres cartas, sin movimiento; ni conjuración alguna, esto casi vacía el pozo de mi energía y debo tener cuidado o desapareceré.

Se las entrego y ellos al ver el sello del emperador, no se atreven a abrirlas; los tres me hacen una reverencia, antes de marcharse.

Cuando salen ambos nos miramos sonrientes y no decimos nada, ya que sabemos que las paredes tienen oídos; él sabe que estoy bastante agotado, por lo que me trae agua y comida.

-      Gracias Duncan. – le agradezco y me pongo a comer.

-      De nada maestro, siempre estaré a su lado cuando me necesite. – me confiesa, haciendo una reverencia.

-      Te enseñare a hacer el conjuro. – le digo, mientras nos ponemos a practicar; se nos va el día, pero antes de que el día termine recibo regalos que no esperaba.

Entra Emir en la tienda, el oficial Droghner; seguido del oficial Alshid de los Oghners, que no se fía del primero.

-      Señor, los generales quieren daros un regalo a cambio de los vuestros. – comunica Emir, mirando de reojo mal a Alshid por seguirle hasta dentro.

-      No es necesario, son órdenes del emperador y un servidor está encantado de cumplirlas. – trato de rechazarlas con educación y escudándome en el deber, para que no sospeche.

-      Ya les he dicho que diríais eso, insisten. – demuestra conocerme bien, sonrío complacido.

-      Está bien, que pasen sin escolta; pero con su regalo. – ordeno, Emir asiente.

-      ¿es necesario que pasen sin escolta? Vienen de buena fe. – me pregunta, antes de retirarse.

-      No soy nadie para ir en contra de las órdenes del emperador, ¿tú lo eres? – le pregunto arqueando las cejas, el niega con la cabeza; apesadumbrado.

-      Ya tienes tus ordenes general Emir. – le mete prisa Duncan.

-      Sí, señor; se lo comunicare a nuestros invitados. – hace una reverencia y se marcha.

-      ¿Cuáles son sus órdenes? – pregunta Alshid.

-      Déjalos pasar pero vigílalos bien, órdenes del emperador. – digo riéndome.

-      Entendido. – contesta riéndose.

-      Sois el mejor Droghner Fin. – me halaga Duncan, al salir Alshid.

-      Aun no, pero lo seré. – opino confiado.

Poco después entra el general Rock, seguido del general Atol; por ultimo llega el teniente general Rouson, los dos primeros parecen contentos pero el ultimo tiene el ceño fruncido y no me extraña.

Los tres hacen una pequeña reverencia cortes, hago lo mismo; el primero y el segundo traen cajas en sus manos, el tercero trae a un hombre y lo observo detenidamente. Una vez que entran Alshid y Emir…

-      Alshid, Emir; no permitáis que el general Atol y el general Rock carguen peso en mi tienda, agarradlo por ellos. – ordeno, siendo bastante amable; ellos sonríen complacidos y entregan los regalos, a mis dos generales.

-      Sí, señor. – contestan ambos cuasi al unísono.

-      ¿y vuestro regalo es? – arqueo la ceja sorprendido, al ver que me regala a un hombre.

-      Es mi segundo al mando, mi mejor escolta; os lo cedo a vos, que podéis estar más en peligro que yo y ya que tú me proteges de la magia…yo os protejo a vos de las amenazas físicas. – me explica, es un protector sí; pero también un espía, tendré que encargarme de eso luego.

-      Oh, no esperaba tan espectacular regalo; permitidme haceros otro. – empiezo a decir, para conjurar y el me detiene.

-      No es necesario. – alza su mano para pararme.

-      Como queráis, asi sea entonces. – aprecio y miro a los otros dos. - ¿y vuestros regalos? – pregunto.

-      Abridlo y os lo explicaremos. – responde Rock, el más nervioso.

-      No quiero menospreciar a nadie, el orden me parece importante. – rechisto, fingiendo una preocupación que obviamente no tengo.

-      No importa, abrid cual os plazca. – opina Rock.

-      No nos sentiremos menospreciados. – apoya Atol.

-      Está bien, abridlos a la vez; no puedo esperar. – ordeno a mis generales, fingiendo nervios; suerte que en la cofradía de asesinos nos enseñan a mentir muy bien, mis generales asienten y las ponen en el suelo para comenzar a abrirlas.

No soy el único que está nervioso, mi nuevo guarda espaldas y Rouson están nerviosos también; no los culpo, están cayendo en mi juego a base de bien. Luciérnaga Dorada, se mueve sola; intenta escapar, pero me aferro con fuerza a ella y los tres la miran inquietos.

Ninguno pregunta nada, aunque sé que tienen curiosidad; tampoco digo nada, para no saciar su curiosidad.

Emir comienza a abrirla primero, Alshid se lo toma con más calma; pero la caja de Emir estaba mejor envuelta, por lo que abrirla le cuesta más trabajo a este y Alshid es mucho más mañoso.

La primera caja que es abierta es la del general Rock que al ser tan nervioso apenas se ha molestado en abrirla, adentro hay un cuerno especial para dar las ordenes a mis tropas; para que tenga mi propio sonido, un regalo asi no puede quedar sin recompensa.

-      Duncan, sírveles vino a nuestros invitados. – le pido amablemente.

-      Si, maestro. – asiente, primero reparte las copas; segundo el vino, mientras que Alshid me entrega el cuerno y lo toco para comprobarlo.

-      Gracias por su regalo, General Rock; me encanta. – admito abiertamente, el asiente y alza su copa; alzo la mía y finjo brindar con ellos, los demás también lo hacen excepto Atol que espera aun que se abra su regalo.

Una vez abierto su regalo, sonríe complacido; parece una capa, de un material diferente cuando voy a preguntarle…

-      Es una capa anamágica, evita que poseedores del don te detecten; absorbe parte de los armónicos de magia del ambiente y evita que despilfarres tu poder, al usarlo. – alza su copa satisfecho.

-      Probablemente – sugiere Rock, para cortar la satisfacción de Atol.

-      Probablemente. – asiente a regaña dientes Atol.

-      Magnifico regalo, me la pongo ahora mismo. – digo, Emir me la trae y me la pongo; Atol alza su copa, todos la alzamos.

Tras eso todos nos damos un sutil apretón de manos, cada uno se marcha porque mañana será un día duro; excepto Rouson, que se queda el ultimo.

-      ¿se puede saber de qué trata esto? – me pregunta mostrando una carta pequeña, que cree entera con magia.

-      Es una carta que venía dentro de la carta del emperador, son ordenes de él. – le explico escuetamente.

-      Pero ¿Por qué o para qué? No tienen sentido con las anteriores. – pregunta, disgustado.

-      Quizás no entendáis al emperador, yo sí. – respondo, sin dar mucho detalle.

-      Iluminadme entonces – me pide, cruzándose de brazos enojado.

-      Si uno de los dos Droghners muere en extrañas circunstancias, ya sabemos cuál de los dos es el traidor. – le comento, como si fuera un niño.

-      ¿y si mueren los dos? – me pregunta.

-      Pues los dos… - me encojo de hombros, frunciendo el ceño.

-      Entiendo, mejor dos soldados; que vos o el ejército mágico al completo, ¿me equivoco? – me pregunta para confirmar.

-      Exacto, el emperador; quiere saber en quien puede confiar y en quién no. – argumento, el asiente entendiendo el punto.

-      Entendido, que descanséis. – se despide cortésmente y se marcha.

Tras eso, Duncan y el guardia de Rouson; son los únicos que se quedan conmigo en la tienda, el resto la rodean y protegen.

Mañana será el día de hacer más magia, si hago hoy alguna más; corro el riesgo de desaparecer y eso sería terrible, para mis planes.