Espada II: Luciérnaga Dorada Capítulo 1
Fin demuestra tener poderes mágicos, por lo que es escoltado territorio adentro por los propios soldados del imperio Arcadiano; quedando libre de peligros como los asesinos dorados y Brad o sus hombres, pero entrando en territorio totalmente desconocido.
Serie La espada II
Espada: Luciérnaga Dorada
Capítulo 1. Permiso concedido
Tanto el líder del prostíbulo, como yo; vamos de camino al puesto de guardia, mientras nos estamos poniendo chorreando por las calles de Tirmis.
- Repíteme ahora mismo, pequeño Skip; porque cojones estoy caminando bajo la lluvia y no follando en tu pequeño antro. – le pregunto, malhumorado; aunque es casi una amenaza.
- Usted, señor Fin el guerrero oscuro; ha demostrado tener magia y usted dijo que quería pasar dentro del imperio, ¿cierto? – me pregunta, asustado.
- Cierto – respondo escuetamente.
- En este imperio se valora mucho la magia, por lo que no solo lo dejaran pasar; sino que me recompensaran a mí por llevarle y lo llevaran a hablar con nuestro emperador en persona. – me explica, pareciéndome muy interesante; pero no suficiente, para el mal trago de mojarme asi.
- ¿esto equivale a una tarifa plana vitalicia en tu burdel? – le pregunto y el asiente nerviosamente.
- Por supuesto, sus chicas siempre estarán para usted; no se olvide de mí, cuando le ofrezcan un puesto importante. – deja caer el, intentando sacar tajada también.
- ¿sabes? Me caes bien, en el fondo no somos tan diferentes. – le digo, pero él no entiende a que me refiero.
Llegamos al puesto de guardia, donde en la puerta los soldados imperiales se ponen en nuestro camino.
- ¿Qué quieres ahora, Skip el putas? – le pregunta el soldado del frente, causando la risa de sus compañeros atrás.
- Traigo un mago. – dice este bajito.
- ¿Qué? – exclama el soldado, sin haberle ruido.
- Que traigo un mago. – vuelve a decir, causando que los soldados me miren con desconfianza.
- ¿este un mago? Si él es un mago, yo soy una gallina. – ríe, haciendo reír a sus compañeros de nuevo.
- Lástima que mi magia no sirva para eso, sería divertido convertirte en gallina. – digo, mientras chasqueo los dedos. – fuego. – susurro y me sale una llamita en el dedo gordo.
- ¿ese truco? Eso no es magia. – ríe y los demás se carcajean.
- Tierra, atrapa a este infeliz y trágatelo. – digo, señalando al suelo; ellos empiezan a reír, hasta que el suelo realmente se abre y luego el soldado entero desaparece dentro de ella.
Skip da un paso para detrás, los soldados también; pero desenfundan sus armas.
- S-Sa-Sa-sacalo de ahí. – tartamudea el soldado de al lado.
- Tsk…lo intentare. ¡Tierra ese infeliz es indigesto! Escúpelo. – le pido, causa un gran terremoto en la zona; pero consigo que este infeliz sea escupido, aunque parece destrozado.
- ¡Medico! Tú, escolta al mago adentro. – organiza el soldado que hablo.
- Acompáñame – dice con cierto miedo.
- ¡Eh! No tan rápido… ¿y mi recompensa? – pregunta Skip.
- Aquí tienes 1000 monedas de oro, lárgate de aquí. – echa tras pagar a Skip, pero antes de que se marche le recuerdo.
- Skip, no te olvides de lo que hablamos.
- N-no, no lo hare. – tartamudea acongojado.
El medico se cruzó conmigo, ambos nos miramos y el dio un paso a un lado asustado; eso me hizo sonreír, me alaga que me teman.
El guardia me escolta hasta un despacho.
- Pasa, por favor. – me pide muy educadamente.
- Voy. – digo, quedándome con su cara.
Entro en la sala, veo que es simplemente una sala de reuniones pequeña; con poca decoración y muchas ventanas, en ella solo hay un tipo que parece por sus ropas alguien importante.
- Asi que eres un mago. – me dice, sin preguntarme.
- Algo asi. – contesto.
- ¿alguien te enseño? – me pregunta.
- No, soy autodidacta. – le respondo.
- ¿y a que has venido aquí? – me interroga.
- Quiero entrar en el territorio, llevo 2 meses; esperando el pasaporte. – me quejo.
- Vaya, si hubieras dicho soy un mago; ya estarías dentro, desde hace 2 meses. – me contesta, explicándome la situación.
- No lo sabía, me ha traído Skip; al matar a un hombre con magia, para defenderme. – le explico, sin ningún tapujo.
- Asi que no te importa matar. – observa, con detalle.
- En lo absoluto. – le respondo sin mentir.
- Pues te explico lo que va a pasar, te vamos a llevar a Arcadia la capital; te vamos a mandar con una importante escolta y tienes cita con nuestro emperador. ¿Qué te parece la idea? – me pregunta, aunque por su gesto; solo está intentando averiguar mis intenciones, eso creo.
- Me parece bien, no es exactamente lo que quería; pero la clave de la supervivencia es mimetizarse con la situación y actuar en consecuencia, al menos eso creo. – le respondo, pensativo.
- Una respuesta más que sorprendente, para un mago; ¿Qué querías tú, entonces? – me pregunta, interesado en mis intenciones.
- Quería entrar en el imperio, vivir bien; matar criaturas que nadie más puede, algo asi. – argumento, sin mucho detalle.
- ¿y cómo las matas, con tu magia? – pregunta, observándome.
- Con mi magia, mi espada; mis habilidades. – sopeso, en voz alta.
- ¿me muestras tu espada? – me pregunta y le niego con la cabeza.
- Mi espada solo se desenfunda cuando se va a usar. – respondo imitando a Brad y él sonríe.
- Está bien, me has caído bien; iras a ver al emperador, solo no causes problemas. – me avisa.
- Lo intentare, pero no prometo nada. – digo y él sonríe.
- Si causas problemas, yo acabare colgado; pero tu sin duda, morirás mago o no bajo mi espada. – me amenaza
- Me gustaría verte intentándolo. – le pruebo y el niega con la cabeza.
- Chicos, acompañad a nuestro invitado a Arcadia. – pide este a sus hombres.
Estos entran
- Una última cosa, quiero que este sea mi guardia personal. – digo, señalando al guardia educado.
- ¿yo? – pregunta este asustado
- ¿algún motivo especial? – me pregunta el oficial.
- Me gusta cómo me trata. – le respondo tal cual.
Al oficial le gustaría decir que no, pero si realmente soy un mago como parece y el emperador se entera de que no cumplió sus peticiones; puede tener problemas, no puede hacer nada más haya de amenazarlo.
- Concedido, ve con él y protégelo con tu insulsa vida. – le ordena este a su soldado.
- Sí, señor… - responde este, no muy contento.
Veo unos 20 soldados que protegen un carruaje de estilo árabe, tirado por 4 dragos; dragones del tamaño de un caballo, sin alas ni fuego.
Me monto en el carruaje, que por dentro parece una suite; en un asiento, se sienta el soldado.
- ¿Cómo te llamas? – le pregunto
- Leo – me responde intimidado.
- Encantado Leo, soy Fin. – le contesto y él me sonríe.
- ¿Fin? Curioso nombre. – opina, viendo como nos alejamos de su hogar; sitio en el que posiblemente le espera una familia, a la que ni siquiera ha podido avisar.
- Sí, me lo puso un amigo. – le cuento, llamando su atención.
- ¿y que paso con ese amigo? – pregunta, curioso.
- Le robe la espada y lo deje atrás. – me sincero, dejándolo boquiabierto.
La amena charla se acabó en el punto que yo quería, mientras contemplo satisfecho como avanzamos a toda velocidad; bien protegidos, por el terreno de Arcadia.
Despierto al día siguiente, hemos estado toda la noche cabalgando sin parar; ahora parece que estamos en un valle veo al mirar por las ventanas, veo que el soldado está pegando cabezadas.
- Tú, levanta; ¿Dónde estamos? – le pregunto, con curiosidad.
- ¿eh? Estamos en el valle de Átono, un antiguo gran mago; hemos venido aquí, para que los hombres descansen y repostar. – me explica.
- Voy a estirar las piernas. – le aviso, pero el intenta evitarlo.
- Señor, no debe. – me replica y niego con la cabeza.
- Haz tu trabajo y no abra problemas. – le contesto, saliendo sin su permiso.
Una vez salgo, me percato de que este valle no es algo normal; solo nosotros y nuestras cosas estamos fijadas al suelo, todo lo demás vuela…excepto una torre en ruinas que también se mantiene de pie.
Los hombres entran y salen de la torre, intercambiando palabras con unos soldados que hay allí; el capitán que viene con nosotros, se dirige a mí.
- Señor, no debe salir; nos pone a todos en peligro. – me recrimina.
- Ya se lo dicho yo, es inútil. – le contesta Leo.
Lo ignoro, contemplo las rocas volando; las montañas cambiando a placer, el capitán me hace mirarlo.
- Señor por favor. – me pide, insistiendo.
- Ya te ha dicho mi sirviente, mi respuesta. – tajo el asunto, mirándolo mal y el retrocede.
- Señor, como quiera; Steven, Ralph…no se separen de estos dos. – ordena con molestia.
- Sí, señor. – contestan los dos con parsimonia.
- Capitán, ¿Qué paso aquí? – le pregunto, con interés.
- Hubo experimentos mágicos, en los tiempos en los que todavía existía la magia; aún quedan restos de ellos, por eso nadie vive aquí y es ideal para repostar en nuestro camino. – me explica, lo que sabe.
- Aún queda algo mágico aquí, lo noto. – digo, veo como los hombres cercanos se sacuden con repelús.
- Voy a entrar en la torre. – le respondo y el niega con la cabeza.
Dado que no puede pedir a más hombres que no descansen, decide acompañarme el.
- Eres valiente, me gustas. – le comento y él sonríe con cierto desagrado visible.
En la primera planta veo unos diez hombres, cajas; biblioteca, busco entre ella, siendo observado por todos.
Hasta que encuentro entre toda la morralla que no me interesa, un grimorio mágico; al tocarlo, me asalta la imagen de Brad luchando con el oso y como adquirió sus poderes mágicos.
- Me lo voy a quedar, ¿de acuerdo? – le pregunto, a todos; todos se miran entre si y sé que no pueden responder a eso, pero me tomo su silencio como un sí.
Desenfundo mi espada, ante la mirada desquiciada de los que me acompañan; la sorpresiva de los que ya estaban aquí, y el capitán intentando detenerme.
Clavo a Luciérnaga dorada en el puro centro del libro, todo empieza a volar a nuestro alrededor; libros, papeles y cajas…incluso los soldados, de la espada y el libro nacen rayos purpuras; que se meten en mí y se vuelven al libro, mis ojos brillan con intensidad.
¡Conjuros de nivel 0 adquiridos!
¡Conjuros de nivel 1 adquiridos!
¡Conjuros de nivel 2 adquiridos!
¡Conjuros de nivel 3 adquiridos!
¡Conjuros de nivel 4 adquiridos!
¡Conjuros de nivel 5 adquiridos!
¡Conjuros experimentales adquiridos!
Una explosión, manda a volar todo; las estanterías se caen al suelo unas encimas de otras, la gente contra las paredes y los libros y papeles por todas partes.
- Mhh…no me gusta este desastre, ¡Ordenar! – grito, causando que todo vuelva a la normalidad; excepto el libro grimorio que ahora esta vacío y que, está partido en dos.
Todos me contemplan aterrados, cuando empezamos a escuchar a los hombres de fuera gritar; mientras se escucha como caen meteoritos, o algo asi.
Al asomarnos, vemos que todo ha recuperado su normalidad; montañas, piedras y demás están cayendo a toda velocidad.
- Más problemas. – digo, negando con la cabeza; viendo la que he liado, pero he adquirido muchísimos poderes a cambio. - ¡Escudo del Edén! – grito, causando que todas las rocas; que nos caen encima, resbalen y caigan más allá.
Todos los hombres me vitorean y me aplauden, los he salvado a todos; después de todo, encima he conseguido el poder de Átono y he devuelto a la normalidad el valle esta hazaña me hará parecer poderoso.
A cambio hemos perdido a algún hombre que ha muerto por la causa y un drago, pero bueno; son víctimas aceptables, para que adquiera verdaderos poderes de mago.
Acaricio a Luciérnaga dorada.
- Conmigo llegaras lejos, Brad te tenia para nada. – susurro, satisfecho.
El capitán como oficial más alto lo organiza todo.
- Jefe de la guardia, necesitamos tres soldados de su guardia que nos acompañen hasta la ciudad más cercana; entonces estos volverán y de paso escriba una misiva, para comentar que ya puede venir gente a vivir aquí…ya es un sitio normal. – ordena este.
El jefe de la guardia no parece contento, pero obedece sin rechistar.