Espada II: Luciérnaga Dorada

Libro 2 de la saga de la espada, esta historia trata de Fin oscuro y de Luciérnaga Dorada; Fin decide su propio camino pensando en sí mismo, ¿adónde lo llevara su destino? Buena pregunta.

Serie La espada II

Espada: Luciérnaga Dorada

Introducción

Era una lúgubre noche, estaba lloviendo a mares; el clima del imperio Arcadiano deja mucho que desear, eso hace que su gente sea bastante dura. Pero todo eso queda atrás, ya que estoy dentro del mejor prostíbulo de la frontera de Arcadia; estoy en Tirmis, ciudad fronteriza de las tierras baldías como llaman ellos al territorio no conquistado por su acérrimo enemigo La orden esmeralda.

El territorio donde traicione a Brad, engañe a todos sus amigos; robe su espada, los ayude y me gane su confianza…para lograr mis objetivos personales.

He traicionado a los asesinos dorados, pero dudo que su jurisdicción llegue hasta estas tierras; entrar en este imperio desde las tierras baldías es tremendamente difícil, no les gustamos demasiado y llevo un par de meses esperando que me llegue el pasaporte.

Tampoco tengo noticias de Brad, supongo que perder su espada ha sido su fin; ahora jugara a ser el señor noble, hasta que tenga que enfrentarse con Norman y este lo mate.

En realidad no tengo muchos sentimientos, pero sí que llegue a apreciar a Brad; pero obviamente no le aprecio ni la mitad que a mí mismo, gracias a él…ahora vivo como merezco, no podría vivir asi ni como asesino dorado; ni como amigo de Brad, ni como sirviente de Norman.

-      Guerrero oscuro, ¿qué le trae por el “séptimo cielo” esta noche? – me pregunta el dueño, es algo asi como un nuevo amigo para mí.

-      Vengo a celebrar que mate otro monstruo que nadie más pudo matar, quiero a las 4 chicas de siempre; ¿entendiste? – le pregunto con cierta autoridad.

-      Sí, pero Michelle esta hoy con otro cliente. – se excusa el a modo de disculpa, acariciando sus manos.

Resoplo y me fijo en la hortera decoración del local, que pretende imitar; algo mozárabe una cultura ya extinta hoy día, pero deja mucho que desear y luego miro con mis afilados ojos al bajito y rechoncho dueño del local.

-      Pagare el doble. – ofrezco y su cara codiciosa aparece.

-      Pero señor…si echo a mis clientes cada vez que llegas, se van a molestar y me quedare sin clientes; mis chicas necesitan comer. – suelta fingiendo una preocupación por ellas, que realmente no tiene.

-      El triple y le dices a ese cliente de mi parte, que la próxima vez; pagare su parte. – suelto, molesto.

-      Ahora mismo, Ágata; guía a tu amor hasta su suite. – ordena, casi gritando de la emoción.

-      Por aquí, mon amour. – dice, con un acento sensual y extraño; que no es de por aquí, la negrita que me guía semidesnuda y moviéndose sensualmente.

Admiro esa belleza de otro color, tan poco normal del sitio donde provengo; su pelo largo y rizado; sus ojos negros, sus curvas que ninguna blanca puede tener tan naturales y recibidas de Brabará o de Marla las diosas de lo exótico.

No es que yo sea ningún estudioso de los dioses, pero mientras Brabará es la diosa de la belleza; la fertilidad y la infidelidad, Marla es la diosa de la belleza segadora y la sensualidad infinita…a parte de la madre naturaleza y es encargada de la vida natural, no humanoide; es la que hace directamente que haya vida animal, en nuestro mundo.

Llegamos a la suite y por suite tiene solo el nombre, esto es tan solo un antro; decorado efusivamente como si fuera un palacio árabe, enmarañando la suciedad interior y es que aquí el verdadero tesoro son las chicas.

La leyenda que reza en la entrada de Tirmis es que vienen gente de todas partes del imperio, de la Orden esmeralda y las tierras baldías; tan solo para contemplar las mujeres de tanta belleza, del prostíbulo el séptimo cielo.

Es obvio, que aquí se hace mucho más que contemplar.

Me quito la armadura ligera, dejo la espada junto a la cama; me tiro en esta de un tirón sin cuidado ninguno, ya que la cama si que es una obra de arte.

-      ¿quieres que vayamos empezando ya? – me pregunta ansiosa por acabar.

-      De ninguna manera, esperaremos; a las otras tres. – me niego, no hay nada en el mundo; como el placer de estar con 4 mujeres, que se desviven por ti.

-      ¿y qué hago de mientras? – me pregunta, visiblemente incomoda.

-      Baila, esas danzas árabes para mí. – le pido, agarrando el vino; que aunque no gran cosa, me sirve para no tener la boca seca.

-      Como queráis. – dice, pulsa un botón en una maquina; que tiene grabada la melodía de un bardo muy conocido por aquí y que se hace llamar: Melarías, como nombre artístico y lo reconozco por sus finos acordes.

Ella comienza a hacer en tanga y sujetador, los movimientos típicos de la antigua danza mozárabe; que según me han contado era la más sensual del mundo, por eso hoy día muchas bailarinas exóticas quieren aprenderlas, pero quedan pocos maestros de la danza real.

Poco después juntas y en fila india, Michelle en primer lugar; una pelirroja de ojos azules, con unos pechos sobrenaturales…Luria una rubia de un ojo verde y uno azul con una cara fuera de lo normal y por ultimo: Aleida, una asiática de la orden esmeralda; con un cuerpo tan delgado como el de una niña, pero con un culo bendecido en conjunto por ambas diosas de la belleza.

Las tres me sonríen al verme y entonces Ágata, deja de bailar; las cuatro se meten en la cama conmigo, rodeándome con sus cuerpos sensuales…todas deseosas de mi placer, ansiosas de mi dinero; pero sobre todo necesitan de mi bendición para subsistir.

Beso a Ágata, mientras manoseo las tetas de Michelle con una mano, el culo de Aleida lo masajeo con mi otra mano y mientras Luria comienza a comérmela.

Mientras tanto, Luria mete sus manos bajo mi culo; masajeándomelo con delicadeza, sin perder atención a su mamada. Aleida me acaricia mi pecho y mi espalda derecho, mientras Michelle me acaricia mi pecho y espalda izquierdos; a la vez que Ágata me besa, me acaricia la cabeza y me roza con sus pechos la cabeza.

Estoy que reviento, tener a cuatro mujeres a la vez que saben hacer su trabajo es tan morboso; muchas veces lo he pensado, si se fusionaran serian la mujer perfecta.

Empiezo a gemir, aunque son ahogados por la boca juguetona de Ágata; para anunciar a Luria que me voy a correr en su boca próximamente, Luria pilla la indirecta y acelera la mamada añadiendo una ración doble de lengua. Ágata también quiere ayudar, asi que mete más lengua; a su ración de lengua; hace un calor de mil demonios pero es un calor celestial, mis manos siguen deleitándose con ese manjar.

Empiezo a correrme en la boca de Luria, mientras Aleida y Michelle; me comen los pezones, a la par pero de forma dispar. Luria gime exageradamente, mientras traga mi semen; Ágata me pone el chocho en la boca, provocando que lo empiece a comer. Una vez termina Luria, se empieza a comer la boca con Michelle y con Aleida, para compartir como buenas hermanas; tras besarla Aleida se la mete y empieza a botarme encima, lo más excitante es acariciar su culo y notar como revota sobre mi polla.

Michelle, se enrolla con Luria; mientras juguetean con mi sustancia, pero Luria comparte la teta de Michelle conmigo. El coño de Ágata cada vez está más mojado e hinchado, sus movimientos y gemidos se hacen cada vez más profundos; igual que Aleida, haciéndome el amor.

Comienzo a gemir anunciando mi segunda corrida, Luria lleva mi mano a sus coños refregándose y jugueteo con ambos que ya están encharcados; sin contar el dulce aroma a sudor femenino y jugos de excitación de cuatro a la vez, Aleida acelera el ritmo llevándome al éxtasis y lo que me remata es que Ágata hace todavía más lentos sus movimientos y sensuales.

Me corro dentro de Aleida, mientras esta gime como loca notando cada descarga en su interior; una vez termina ella se sale, mientras Luria se lo come para limpiárselo y Michelle me la come a mi haciéndome una cubana que le devuelve la dureza muy pronto.

Estoy agotado, pero no quiero parar; Ágata comienza a correrse en mi boca, cuando fuera escucho…

-      ¿esta es la sala donde esta Michelle? – pregunta una voz varonil

-      Sí, señor pero no debe entrar; se lo aconsejo. – dice, cuando ya están abriendo la puerta.

Las chicas se quitan de encima y se acurrucan en la esquina más lejana de mí, mientras un tipo bien armado de al menos dos metros; con una armadura pesada, de acero Arcadiano me observa.

-      Asi que tú eres el mierda ricachón, que me ha jodido el polvo. – reprocha, desenfundando su espada.

-      Por favor, señor; no haga eso. – le recomienda el jefe.

-      Tú mismo. – digo, desenfundando a Luciérnaga dorada; pero este lo evita, poniendo su pesado pie en el mango.

-      ¿y ahora que, ricachón? – se ríe, el tipo; ignorando al dueño del local.

-      ¿sabes lo mejor de mi espada? – le pregunto, mientras él pone una extraña mirada; que veo a través de su casco.

-      No, ¿Qué? – me pregunta, preparándose para rematarme con su espada.

-      Que no necesito desenfundarla, para matarme. – digo, el intenta matarme; esquivo su espada, gracias al conocimiento de mil batallas y señalo con mi mano su cabeza.

-      ¡Viento, arracancale la cabeza! – Grito, de la ventana que era de piedra; sale un brutal viento que arranca la piedra, haciendo una ventana de marco perfecto y arrancándole la cabeza de sus hombros al tipo molesto.

Las chicas gritan y salen corriendo de la habitación, pero el jefe del local ahora me contempla de otro modo.

-      Maldita sea, ni follar lo dejan a uno… - protesto en principio y luego recuerdo que soy un asesino. – hay costumbres que no se pierden nunca. – rio divertido.

-      ¿es usted un mago? – me pregunta el jefe del local, descuadrándome bastante.

-      ¿y que si lo soy? – le pregunto, provocando en su tez una tenebrosa sonrisa.