Espada II: Gladius Regis Capítulo 9
La boda real se iba a celebrar si o si, por lo que la boda tras planear los siguientes movimientos se sucede; lo que Brad no esperaba era que su nueva mujer iba a ser asi, aunque sale huyendo no veo que se queje.
Serie La espada II
Gladius Regis
Capítulo 9. Mi nueva mujer
Cuando todos se despiertan y se les ha explicado las cosas, todos quieren matar a los asesinos dorados; pero los detengo, cumpliendo mi parte del trato y hacemos una reunión.
- Esta afrenta no puede quedar impune. – dice William IV, el noble más importante de Rodernack; los demás nobles asienten y repiten lo de acuerdo que están a coro, eso me pone pensativo.
- ¿Lord Pertal III entre tus bandidos no hay algún gremio de asesinos? – le pregunto, este duda si contestarme; pero más tarde lo hace, ya que todos lo miran a él.
- Si, el filo negro. – suelta por lo bajo.
- Pagaremos sus servicios entre todos. – miro al resto para ver si me apoyan y asi es.
- ¿y para que vamos a contar con ellos? – me pregunta el rey.
- Vamos a atacar la base principal de los asesinos dorados, el los llevara hasta allí. – suelto, hablando del asesino dorado.
- Pero señor, me mataran. – contesta el y yo niego con la cabeza.
- Tu no vas a luchar, una vez les enseñes la base secreta; iras a mi feudo, hierro blanco y hablaras con de la rose para ponerte de acuerdo con él. – le ordeno y el asiente.
- ¿y yo mi señor? – pregunta ella.
- Tú, vas a proteger a mi mujer aquí. – le ordeno y ella asiente.
- Filo negro llevara un mensaje que confío algún escriba, escriba por mí. – suelto y todos asienten. – estamos todos en peligro, quiero que pongáis en alerta a todas vuestras tropas; se esta formando una coalición para derrotar al nuevo rey del sur y este quiere asesinarme para evitarlo. – les cuento a los nobles, para que entiendan que es lo que pasa.
Tras eso, mis amigos insisten en hablar conmigo a solas; pido que nos dejen a solas y me disculpo por lo ocurrido ante los presentes, todos están agradecidos de igual forma por conservar la vida gracias a mí.
- Muchacho, ¿otra vez vamos a cometer el error de confiar en dos asesinos dorados? – me pregunta Carl.
- Ya te traicionaron una vez. – añade Greck
- ¿Qué le hicieron? – pregunta Kat
- Le robaron una espada. – añade Apolo.
- No me queda otra. – suspiro. – es la única forma de hacer lo que tengo que hacer, sin estar preocupado de que la cosa acabe igual que la otra vez; supongo he sido estúpido, por no haber entrenado una propia asociación de asesinos. – me encojo de hombros, visiblemente preocupado.
- Tranquilo, me caen bien; seguro que sale bien. – me apoya Kat.
- Y si no, esta vez nos tienes a nosotros; para cortarles el gaznate. – suelta Spike.
- O a mí para distraerlos, mientras tu dragón les mete fuego por detrás. – argumenta Argos.
- Cuando aprenda a lanzar fuego. – suelto, provocando la ira de Rojo.
- ¡Eh! Aun soy muy joven para eso.
Todos nos reímos, ante su rabieta.
- Seguid entrenando, si podéis ir organizando el camino para la siguiente ciudad; os lo agradecería, hoy tengo una boda que terminar. – resoplo.
- Como ordenéis mi Lord – se mofa Carl
- Es un honor servirle mi rey – le ayuda Apolo
- Siempre he querido viajar con un rey – argumenta Spike
- ¿y que se siente? – le pregunta Argos.
- No se…nada especial. – suelta, haciéndonos reír.
- No os metáis con mi padre, aunque sigo enfadado; muy enfadado. – me defiende con retintín.
- Príncipe – corrige Kat.
- Cierto, aunque se comporta como rey. – comenta Greck.
- Sois todos muy graciosos, a ver si os hace tanta gracia cuando os mande a ejecutar; por mofaros del príncipe. – suelto, cortando sus risas; pero luego me rio, haciendo que se rían con cierta cautela.
Una vez me quedo solo con el rey.
- ¿crees que pueden orquestar más ataques contra ti o aquí? – me pregunta visiblemente asustado.
- Sera mejor que esperes represalias si filo negro les ataca. – comento y el asiente.
- ¿y para que les atacamos? – me pregunta.
- Si no lo hacemos, creerán que somos débiles y que he tenido suerte; por lo que lo volverán a intentar, si lo hacemos aunque perdamos…si leen mi carta se asustaran, seguirán intentando matarme; buscaran otros métodos, pero tendrán cuidado al menos. – argumento, el pensativo parece verle sentido.
- Entendido, ahora entra ahí; el sacerdote os unirá, luego os dejará solos y espero un nieto. – me apremia, le sonrío y él me sonríe.
- Nos vemos Pertal III.
- Adiós a Sir Bradley Hearling, hola al príncipe Bradley I de Rodernack. – me anuncia, haciéndome sentir que hago lo correcto.
Entro en la puerta sin dudar, allí la novia esta de rodillas; frente a un sacerdote, con un cuchillo que cuelga del cuello y me da un poco de repelús.
- Bienvenido Sir Bradley Hearling, por favor; sitúate de rodillas, junto a tu prometida. – me pide, señalando un cojín; al lado del de ella, la habitación huele a plantas aromáticas que están siendo quemadas en una lámpara de aceite.
- Ahora que ambos están reunidos en esta sala bendecida por la naturaleza, podemos comenzar la ceremonia; os vamos a casar desde el rito del bandidaje, deseo de él padre y de la hija ¿alguna objeción? – me pregunta, mientras tomo mi lugar.
- No, ninguna. – niego, sin dejar de mirarla; me muero de curiosidad de ver que hay bajo el velo.
Él se aclara la garganta y bebe un trago de agua.
- En el cojín izquierdo tenemos a Hilda, princesa de Rodernack; que desea casarse según este rito, ¿me equivoco? – pregunta este, ella abre la boca por vez primera; denotando una voz nerviosa, bonita y tan femenina como dulce.
- N-No, no se equivoca.
- En el cojín derecho tenemos a Sir Bradley Hearling, de la espada magna; amo y amante de dragones, protector de Rodernack y su gente...este quiere casarse con Hilda, mediante el rito de bandidaje; que esta y su padre han elegido, ¿es correcto? – me pregunta.
- Es correcto. – contesto con templanza, no estoy nervioso; por lo que me muestro tranquilo, ella también me observa a través del velo.
- Entonces, Hilda haz un corte en la mano; a tu futuro marido, toma este cuchillo de unión del rey de los bandidos Pertal I y hazlo con él. – le pide, quitándose el cuchillo del cuello; luego con la hoja para sí mismo se lo tiende a ella, que lo agarra nerviosa.
- Por favor, tiéndele la mano para facilitarle la tarea. – me pide el sacerdote.
Lo hago y ella me hace una herida superficial en esta, me quejo un poco; ya que sus temblores no ayudan mucho al corte precisamente, ella se asusta al quejarme y suelta el cuchillo.
- Este corte muestra que el amor no siempre es bonito y a veces duele, deja caer la sangre en el cuenco; ya que posteriormente ella, tendrá que beberla para ser sangre de tu sangre. – explica el, rigiendo la ceremonia.
- Ahora Sir Bradley Hearling, recoged el cuchillo manchado de vuestra sangre; cortadle a ella la mano y que ella os la tienda, para demostrar que estará para ti aun en el dolor. – continua el sacerdote, ella temblorosa; tiene una mano preciosa, muy blanca y pura que da lástima cortar.
Corto la mano sin miramientos, con un corte limpio; ella retira la mano con dolor y se queja a la misma vez, pues lo ha sentido una vez paso el cuchillo del todo.
- Bien, ahora que ambos cuencos están llenos, romped el traje para vendar su mano; ya que asi demostrareis que daréis de vuestra parte para protegerles, aunque eso os reste de lo vuestro. – suelta el sacerdote, mientras los dos rasgamos parte de nuestra ropa; para vendar al otro, con cierto mimo y se nota ella es más delicada que yo.
Una vez terminamos de vendarnos.
- Ahora Bradley coge el cuenco de Hilda y pronuncia unas palabras que salgan de ti, Hilda haz lo mismo con el de Bradley y di lo que sientas también; una vez hagáis eso, podre terminar el rito. – nos avisa, para que nos mentalicemos.
Primero cojo el cuenco la observo y empiezo a hablar.
- ¿Qué puedo decir de alguien a quien no he visto en mi vida? Pero sin embargo le he salvado su vida el primer día que la conozco, se puede intuir una belleza virgen bajo el traje; cosa poco frecuente hoy día, nada me hace más afortunado que saber que voy a poseerla esta noche y que juntos algún día gobernaremos este reino. – digo siendo sincero, pues no puedo decir más al respecto; quizá no sea suficiente o no sea amor de verdad, pero si quiero ser rey…algo debe costar.
- Bien por vos, Sir Bradley; ahora vos señorita Hilda, podéis hablar. – le suelta el sacerdote, para animarla.
- Sois un hombre apuesto, lleno de espadas y que no suelta una de ellas nunca; si me habéis salvado como a todos, pero vuestra leyenda os precede y no soy la primera que salváis…ni soy la primera que tenéis, ni seré la última; no sé si sois mujeriego o sin vergüenza, posiblemente las dos cosas y sé que un héroe no sois ¿entonces puedo preguntaros que sois? – me pregunta, dejándonos perplejos a ambos.
- Soy un labrador con ínfulas de grandeza, con una espada mágica; que lo convierte en héroe, a pesar de no regalar nada y ser un mujeriego sin vergüenza. – suelto, contestando su pregunta; el sacerdote no se puede contener y suelta una carcajada, ella sonríe o eso creo porque bajo el velo no veo.
- Bebed y sellad vuestro vinculo. – nos pide el sacerdote, ambos lo hacemos; el sabor de la sangre es como si te besaras con una espada, más o menos y ella lo ha hecho también.
- Ahora, como príncipe bandido podéis levantaros y como princesa bandida podéis poneros de pie; que esta noche no peguéis ojo, que compartáis muchas más asi hasta que vuestros caminos os separen por la cárcel o la muerte. – nos declara juntos, pone a hervir más hierbas; hasta llenar la habitación de humo y entonces se marcha, encerrándonos con llave ahí adentro.
Ambos nos ponemos en pie como él dijo, ella retira su velo; mostrándome su cara por vez primera, me quedo observándola con detalle.
Tiene una sonrisa afilada y los labios pintados de rojo oscuro que hacen parecer sus labios perfectos, sus rojos están pintados de negro y son rasgados; sus ojos son azul cristalino y tan hermosos como el mar o el cielo, su nariz es respingona y encaja perfectamente con su cara para hacerla aún más hermosa. Su pelo es negro como la oscuridad y es liso pero por las puntas se le ondula, su cuerpo está lleno de curvas; mostrando una perfección fuera de lugar, ya que todo está en su sitio y parece una belleza divina o mágica.
- ¿vais a besarme ya u os pegareis toda la noche contemplándome? – me pregunta con las gotas de sangre cayendo por su comisura, demostrando que tiene carácter y que me desea.
- Eso depende, ¿esto es un paripé o realmente lo deseáis? – le pregunto, dándole un trago más a su sangre; ya que es lo único que hay para beber.
- ¿acaso me preguntasteis lo que yo quería durante la cena? – me pregunta, haciendo lo mismo con mi sangre; para no quedarse detrás.
- ¿Por qué debería haber hablado con vos? Si tú estabas allí y no me dirigiste la palabra tampoco. – digo, aferrándome a su cintura; acercándola a mí.
- Mi padre me lo prohibió, además estabas demasiado ocupado lamiéndole el culo a los nobles; dejando malamente a mi padre. – me excusa y me acusa a la vez.
- ¿siempre obedecéis lo que os prohíben? – le pregunto, sin excusarme; me niego a excusar mi actitud, dado que es la correcta.
- No siempre, no soy tan obediente; ¿no pensáis excusaros? – me pregunta, pegando sus labios a los míos; pero sin besarme.
- ¿no? Una pena, me gustan dóciles. – digo para provocarla. - ¿excusarme por qué? Por hacer lo correcto deberíais premiarme no castigarme. – negocio con ella.
- Pues si os gustan dóciles no os gustare, deberíais devolverme y huir de aquí; mas solo voy a castigaros, si vais contra mi familia. – me contesta, sorprendiéndome.
- Debéis entender una cosa, reinaremos juntos; pero el que manda en la cama soy yo, ¿lo habéis entendido? – la intento someter.
- Solo escucho bla, bla; bla, pero vuestra espada sigue acobardada en vuestro cinto. – me suelta, dejándome perplejo.
No puedo resistirme más a su cercanía, junto a su chulería; asi que empiezo a besar sus labios, pensé que intentaría resistirse pero al contrario se deja hacer por mí.
- ¿y vuestra resistencia? – le pregunto, haciéndola sonreír.
- No voy a resistirme a algo que yo también deseo. – suelta, haciéndome sonreír.
Esta vez me besa ella, mientras mueve mis manos acariciando su cuerpo; cada caricia que le doy es como tocar el cielo, cada beso que nos damos es como saborearlo. Poco a poco nos vamos desnudando, entre jadeos disimulados; como si alguien estuviera escuchando, ella se aparta el pelo mientras mis manos le abren el vestido y ella me ayuda a desnudarme con ansia.
Entre besos, lametones; mordiscos y caricias, nos encontramos en la cama…un rato esta ella encima moviéndose rico para sentir las delicias de nuestra unión, al poco estoy yo encima moviéndome rico para conquistarla y entrar lo máximo dentro de ella, los minutos se vuelven horas y la noche se vuelve mañana.
Realmente no hemos dormido en toda la noche, las sabanas están llenas de mi semen; sus fluidos, su sangre y es que realmente tan chula que era…resulto ser virgen de verdad, es una fiera en la cama; no hemos parado en toda la noche y aun cuando intento levantarme, lo hago con ella encima moviéndose rico.
- Tengo que irme. – le gimo en los labios.
- Quedaros un poco más, os prometo daros más placer; llenadme de semen entera, quiero un hijo vuestro. – me susurra entre gemidos al oído y comiéndome la oreja.
Ella esta agarrada a mi cuello, con sus piernas en mi culo cruzadas; me está haciendo movimientos de cintura, muy placenteros. Al poco nos vamos de nuevo los dos, cayendo en un estado de semiinconsciencia; hasta que unos nudillos llaman a la puerta, cuando voy a levantarme ella se me vuelve a subir encima y se la mete quejándose de dolor.
- Venga, dejadme marchar ya. – le pido y ella niega con la cabeza.
- Quiero más, estoy es muy rico. – gime, aun con cara de dolor.
- Si estáis escaldada, ya no podéis mas. – le protesto, entre gemidos.
- Una sola vez mas, luego os marchareis y saben los dioses; cuando volveré a sentirte. – me convence.
Sigue follandome rítmicamente, hasta que el sonido de la puerta se vuelve insistente; hasta que me corro dentro suya, por última vez y ella queda totalmente dormida.
- Sois buena esposa. – la aprecio, asi desnuda; la tapo con la manta para que nadie más la vea, la beso en los labios y me visto para marchar.
Una vez que estoy fuera, he tenido que partir la puerta para salir; ya que no me abrían, están esperándome todos mis amigos y el rey.
- ¿Qué tal vuestra noche de boda príncipe Bradley? – me pregunta el rey.
- Estupenda. – digo un poco sonrojado, al ver que realmente tenia público.
- Creíamos que no salías. – ríe divertido Carl
- Bueno, si me he tirado una dragona y he sobrevivido; esto no es nada para mí. – me excuso, haciendo sonreír a los que saben que es cierto.
- ¿fardáis, no es cierto? – pregunta el rey.
- ¿sois un héroe o un mujeriego? – me pregunta Kat
- Yo creo que un poco de ambas. – aprecia Apolo.
- ¿acaso tengo que elegir? – pregunto y Spike se ríe ante ese comentario.
- Bien dicho.
- Vámonos ya, no queremos que el invierno nos pille cruzando estas tierras. – me pide Greck, que conoce estas porque su gente vive aquí.
- Si, tienes razón; vámonos. – comento, apresurado.
- Bradley, el ultimo. – dice Hilda, apareciendo en la puerta; enrollada en la sabana.
- Hilda, vuelve a dentro. – le pide el padre.
- Hermosa mujer tenéis. – argumenta Argos y Kat tose.
- Vámonos, nos veremos en la batalla Rey Pertal III. – apremio, para evitar problemas con Kat.
- Allí estaré, con suerte los nobles nos apoyaran esta vez. – estrecha su mano con la mía.
- Con suerte. – suelto, estrechando la suya.
Tras eso partimos, sabiendo que mi rango ha aumentado; que los asesinos dorados nos persiguen, que solo estamos empezando el camino de la coalición para detener a Norman.