Espada II: Gladius Regis Capítulo 8

Hoy es un día tranquilo o eso debería, pero Brad y su grupo no saben estar tranquilos; por lo que lo consumen entrenando, pero el único que termina sacándole partido es Brad por ahora. Brad va a casarse con una mujer que ni ha visto, para heredar una corona; pero su boda viene con sorpresa incluida.

Serie La espada II

Gladius Regis

Capitulo 8. Boda real

Volvemos a Rodernack, donde nos espera el rey; con su guardia personal, mientras desde sus murallas nos vitorean al ver la cabeza del gran oso ser trasportada por un caballo.

-      Escoltad a estos héroes hasta mi castillo. – ordena este.

Mis amigos lo hacen y me quedo solo con el rey.

-      ¿Qué tal fue la batalla? – me pregunta, quedándose solo conmigo.

-      Sin duda, el mejor de mi grupo contando la historia; seria Spike, pero como deseáis que os la cuente yo…lo hare. – digo, empezando a contarle la historia; omitiendo los detalles que no me interesa contar, por ejemplo mi espada o mis poderes.

-      Vaya, sin duda una experiencia que contar a los nietos; me alegro que de tu grupo no haya muerto nadie, ¿Cómo lo habéis hecho? – insiste con sus preguntas, sé que no me cree.

-      Somos un grupo duro de pelar, no puede con nosotros cualquier bestia; nos hemos enfrentado a cosas peores, la verdad. – le quito importancia, escamándolo aún más.

-      Me dais miedo Sir Bradley, me alegra que seamos familia y no enemigos. – me comunica, apoyando su mano en mi hombro; intentando ganarse mi confianza.

-      Imaginad, si no hubierais abierto la puerta. – rio y el ríe entre dientes.

-      ¿Cuál de las cuatro es la espada magna que rezan vuestros títulos? – me pregunta, observando con atención mis 4 armas.

-      Ninguna, lamentablemente esa espada me la robaron. – confieso y el asiente, un tanto incrédulo.

-      Ya veo, una lástima; ¿pasáis por aquí? Por favor. – me pide, señalándome una tienda de ropa; que se nota ha visto tiempos mejores.

-      ¿Qué venimos a hacer aquí? – le pregunto, arqueando una ceja.

-      ¿no querréis casaros asi? – me pregunta, sorprendiéndome.

-      ¿ya?

-      Claro, vos tenéis prisa; ¿para qué retrasar el compromiso con una guerra a las puertas? – me interroga, lo miro con vista afilada; pero no digo nada.

-      Lord Pertal III ¿Qué os trae a mi humilde tienda? – pregunta el sastre, haciendo una reverencia.

-      Una boda, la boda de mi hija; necesito que le arregles este viejo traje y que se lo ajustes, enseguida. – le pide el sastre.

-      ¿pagara? – pregunta esperanzado.

-      Acabo de conseguir la cabeza del oso blanco gigante, ¿te sirve como pago? – le pregunta al sastre.

-      Está bien, con eso será suficiente… - dice no muy contento. – desnúdese ahí mismo. – me señala un par de paneles de madera.

Los miro con desconfianza, me sitúo entre los paneles; me desnudo, luego me dejo el cinto desnudo y tengo la Gladius cerca de mi…el sastre entra y se queda perplejo.

-      No necesitáis esa espada en mi tienda. – me reprende.

-      No me digas lo que tengo que hacer y no te diré como hacer tu trabajo. – le contesto y el resopla.

-      Si, supongo que tenéis razón. – admite, mientras comienza a medirme. - ¿y quién sois vos, si puede saberse? – pregunta el sastre, para hacer menos incomodo su trabajo.

-      Sir Bradley Hearling, de la espada magna; amo y amante de dragones, por ahora. – le suelto, sorprendiéndolo.

-      El futuro marido de mi hija. – añade, aterrándolo Pertal.

-      Sir o mejor dicho príncipe, disculpe mi atrevimiento; no lo sabía. – se excusa, haciendo reverencias como loco.

-      No importa, simplemente haz tu trabajo. – le digo quitándole importancia.

-      Sois muy amable con la plebe. – observa Pertal.

-      Prefiero que me quieran a que me teman. – contesto, dejándolo pensativo; el tipo me observa con atención, mientras hace su trabajo.

-      Ya está, ¿para cuándo quiere el traje? – le pregunta a Pertal.

-      Para esta noche. – replica este.

-      ¿esta noche? ¡es imposible! – protesta este.

-      Esta noche. – exige Pertal.

-      Cerrad la tienda y trabajad solo en este, mañana volvéis a abrir; asi os dará tiempo. – argumento, pensando una solución.

-      ¿y el dinero que perderé por estar cerrado? – me pregunta el.

-      Aquí lo tenéis. – suelto, tras darle una moneda de oro; que el muerde para comprobar que lo es.

-      Gracias, mi príncipe; asi lo hare. – me hace una reverencia el sastre.

Mientras me vuelvo a vestir y recojo mis espadas.

-      Sois demasiado amable con el populacho. – se queja Pertal.

-      ¿Tenéis miedo de que me amen más que a vos? – replico y a cambio recibo su silencio.

Cuando salimos de la tienda.

-      ¿y ahora qué? – le pregunto.

-      Tenéis el resto del día para vos, ¿Qué queréis hacer? – me pregunta el, dudando de algo en su mente.

-      Quiero entrenar, que lleven allí a mis amigos; por cierto, dadle una espada al hombre salvaje. – le pido y el asiente.

-      Tus amigos acudirán a ti, conforme vayan saliendo de su recompensa; por cierto, ¿Qué le damos a la chica? – me pregunta.

-      Ella ya tiene su botin. – le respondo.

El rey pensativo les ordena a unos bandidos que patrullaban por allí, que me lleven al antiguo patio de armas; el con otra escolta de bandidos, va a su castillo o debería de decir torre ruinosa.

Llego al patio de armas y los bandidos se quedan en la puerta, Kat ya está allí.

-      ¿asi que mi recompensa es la pieza que hemos matado? – me pregunta molesta.

-      Es más que eso, pero lo recibirás mas adelante. – le respondo sacando la Gladius y clavándola en el suelo, ella la observa; luego me mira a mí, que saco las tres y las dejo en el suelo.

-      ¿Qué haces? – me pregunta, sin entender porque lo hago.

-      dispárame. – le pido y ella pone cara extraña.

-      ¡¿estás loco?! – me pregunta, aunque parece bastante segura de ello.

-      Tranquila, tengo mi armadura por si no logro bloquearlas o esquivarlas. – la intento tranquilizar sin mucho éxito.

-      Como quieras… - se encoje de hombros y apunta a partes no vitales.

Empieza a dispararme una flecha súper certera, dos a la vez; tres o cuatro, alternando sin avisarme. La primera la esquivo, las cuatro siguientes bloqueo dos y esquivo otra pero una me impacta; luego me lanza dos, bloqueo una y esquivo la otra. Ella vuelve a dispararme tres, bloqueo una; esquivo otra y agarro la otra, ella me dispara una y me roza la cara.

-      Eres rápido, pero te he dado. – observa, acercándose a mí y sacando la flecha de mi hombro sin contemplaciones.

-      Auch, es solo superficial. – me quejo y ella a quemarropa me dispara una que esquivo moviéndome a súper velocidad de nuevo. - ¿Qué haces? – le pregunto, ya que apunto a la cabeza.

-      No soy tonta, si lo que quieres es sacar esa velocidad de nuevo; te tienes que poner en peligro, no basta con entrenar. – contesta, recogiendo sus flechas para empezar de nuevo.

Tras llevarme una hora asi, Kat está agotada; por mi lado estoy lleno de heridas y rasguños, entonces de la bolsa sale Rojo transformado en niño.

-      Papa, ya aprendí a transformarme; asi puedo estar fuera ¿verdad? – me pregunta, asiento a la respuesta; desvío una flecha que Kat ha tirado a matar.

-      Buenos reflejos. – aprecia ella.

-      Te voy a relevar, mama. – suelta Rojo, dejándola impactada.

-      Yo no soy… - empieza a contestar ella.

-      Si estas con mi papa, eres mi mama. – se encoje de hombros este, con su lógica aplastante.

-      Voy a descansar un poco. – dice Kat, sentándose a la sombra; jadeante y sudorosa, mientras la miro.

-      Papa, estas intentando construir una casa; sin tener los cimientos, déjame enseñarte. – me pide Rojo.

-      ¿y que sabrás tú de construir casas? – le pregunto, él se ríe.

-      Déjame enseñarte, ya me has entendido. – replica, asiento para dejarme enseñar.

Rojo se pone en posición de meditación.

-      Imítame, para usar poderes de dragón; primero tienes que encontrar tu dragón interior. – me explica el.

-      Entendido, eso es fácil; encontrare a mi dragón interior. – comento, mientras me pongo a ello.

Durante una hora intento centrar mi mente pero es inútil, estoy demasiado preocupado por todas las cosas que he causado; no saber nada de Fin, oír demasiado de Norman y ser rey de esta ruina.

Al poco llega el Conde Greck, con su nuevo espadón.

-      ¿Qué están haciendo? – pregunta este.

-      Meditar – dice Kat, que ya está entrenando con el arco.

-      ¿meditar? Que rollo, ¿quieres que entrenemos? – le pregunta Greck.

-      ¿también quieres que te dispare? – pregunta esta, haciendo reír a Greck.

-      Ni loco, con tu puntería; estaría muerto, antes de que llegase a partirte en dos. – suelta este, haciéndonos reír a Kat y a mí.

-      Padre, debes centrarte o no hallaras a tu dragón interior. – me riñe Rojo.

-      Si, ya lo sé; lo intento. – me quejo, sabiendo que esto no es lo mío.

-      ¿ese es Rojo? – pregunta, atónito Greck

-      Eso parece. – advierte ella.

Tras un rato en el que Kat intenta enfrentarse con una espada con Greck y siempre pierde, me levanto contrariado.

-      Rojo, ¿no hay algo más fácil que meditar? – le pregunto.

El piensa un poco.

-      ¿sabes activar y desactivar tus escamas de dragón? – me pregunta y niego con la cabeza, el suspira. – está bien, empecemos por eso.

Mientras Kat es apalizada por Greck y se frustra hasta límites insospechados, Rojo me hace un sinfín de heridas; mientras aprendo a controlar las escamas de dragón, es bastante más difícil de lo que parece.

Al poco llegan Carl y Apolo, al ver que estamos entrenando ellos también entrenan entre ellos; Carl le gana todas las veces a Apolo, luego llega Argos…Greck decide pelear con Argos, Argos es muy bueno en defensa; Greck en ataque, ambos son bastante buenos y están en el mismo nivel. Carl se pelea ahora con Kat y con Apolo, ahora la cosa esta más nivelada; por lo que Carl pasa bastante fatigas para ganarles, pero termina ganándoles todas las veces.

Por último, llega Spike; este acaba entrenando contra unos bandidos que se ofrecen, pero cuando se cansa.

-      Brad, agarra esa espada; intenta vencernos a todos. – propone Spike, señalando la Gladius.

-      No creo que sea buena idea, Spike. – rechazo, viendo la cara de curiosidad de todos.

-      Venga hombre, será divertido. – se queja este, animando al resto.

-      Como queráis, nadie cruzara esta línea. – digo, envalentonándolos a todos.

El rey Pertal llega a observarnos, pero sus hombres llevan demasiado tiempo observándonos.

-      ¿puedo participar yo? – pregunta Rojo.

-      Como quieras hijo, pero no puedes cambiar de forma. – le digo y el asiente.

-      Tú, cuenta. – le digo a un bandido.

El bandido cuenta hasta 3, lo primero que llega hasta mí son los flechazos de Kat; lanza 4 a la vez con una precisión abrumadora, bloqueo dos con mis brazaletes y desvío dos con mi espada. Mientras me ataca Spike el primero en llegar, desvío su espada; mientras bloqueo dos flechas con mis brazaletes, esquivo otra y desvío otra con la espada. Derribo a Spike con una patada, mientras bloqueo la espada de Greck; esquivo la lanza de Argos, le pego a Greck un rodillazo y le choco la cabeza contra Argos…uso a este de barricada frente a Kat, mientras salto para esquivar la espada de Spike; le señalo con la mía al cuello, para que sepa que esta “muerto”.

Carl llega hasta mí, bloqueo su espada con la Gladius y su garfio con mi brazalete; luego me agacho para esquivar las 4 flechas de Kat, ruedo por el suelo para esquivar la lanza de Argos y le señalo el cuello a Greck mientras intenta rematarme. Mientras Spike y Greck salen del terreno, Rojo me lanza aceite para cegarme; retrocedo en el tiempo y lo esquivo, poniendo mi espada en su nuca. Esquivo y bloqueo las 4 flechas de Kat, mientras moviéndome a súper velocidad; finjo rematar a Argos y a Carl, poniéndome detrás de Kat.

Antes de que podamos decir nada, las palmas de Pertal hacen aplaudir a sus hombres.

-      Sois increíble Sir Bradley, pero vuestros hombres de confianza; no se quedan atrás, un aplauso para nuestros salvadores. – pide el rey, causando un aplauso mayor.

-      Sois mejores que yo. – les digo al resto, que me miran con cierto retintín.

Carl es el que rompe el silencio.

-      Con esa espada eres invencible. – suelta, dándome una palmada en el hombro.

-      Cierto, si no fuera por la espada; me hubierais ganado. – confieso y eso anima al grupo.

-      Festejemos pues, que la espada esta de nuestra parte y no en malas manos. – suelta Greck, apoyándome.

-      Gracias Conde. – le agradezco.

-      Brad, ¿me permitirás alguna vez pelear contigo sin espada? – me pide Spike.

-      Siempre que quieras, amigo. – digo y él se alegra.

-      Sir Brad, tenemos que purificarte y curarte esas heridas; vuestros amigos también deben arreglarse, mis hombres os escoltaran a todos a la ceremonia. – comenta el rey.

-      Nos vemos luego, amigos. – les digo estrechando sus manos.

Tras eso nos separamos, Rojo un poco reticente se va con Kat; los demás son escoltados todos por separado, sonrío al ver el grupo y aunque no lo parezca estoy orgulloso de ellos.

Entre todos ellos, son algo mucho más difícil que vencer; que de la rose, cosa que no es moco de pavo y encima trabajan bien en grupo.

No hace falta decir que sufrí bastante para estar decente para la boda, los pequeños cortes y rasguños; fueron curados con potingues que quemaban por el médico, para que dejara de sangrar. Luego me pusieron esa ropa de realeza con la que me sentí aún más raro, me quitaron todas las espadas; pero no consentí en soltar la Gladius de ninguna manera, asi que salí con ella en su funda.

-      ¿Por qué no soltáis nunca esa espada? – me pregunta el rey.

-      Porque esta espada es mi vida y moriré antes de soltarla. – le comento, sorprendiéndole.

-      Entiendo – sopesa con un gesto extraño. – seguidme pues, vamos a la torre.

Por el camino va alabando mi forma de luchar, sé que ha creado diferencias en mi grupo a propósito; pero no diré nada, eso es mi ventaja y ya solucionare esos detalles.

Llegamos a la torre donde hay una gran mesa, con nobles a un lado; mis hombres y entre medio de mis hombres, una mujer con un velo y un vestido dorados.

-      ¿Por qué tu hija no está con los nobles? – le pregunto, extrañado.

-      Porque ellos han sido invitados por cortesía y no nos aceptan. – replica este. - ¡Con todos ustedes aquí está el gran Sir Bradley Hearling, de la espada magna; amo y amante de dragones, ¿empezamos si les parece? – pregunta este, tras presentarme.

Los nobles que están asqueados en su mayoría por la pobreza del lugar, traen una escolta de 2 hombres solamente; cada uno tienen reacciones dispares frente a mí, algunos me admiran…otros sienten curiosidad, otros el asco es para mí; unos sienten miedo, otros respeto.

Una vez en la mesa, mis hombres al ver que me siento junto al rey; me miran con cara de situación, al ver que se les ha endosado la tarea de proteger a la princesa porque si. Su hija no me deja de mirar, Kat la mira mal; pero al ver que la miro, no dice nada. Los guardias del rey, son 4 uno en cada esquina; los bandidos cubren la entrada y escaleras de la torre, mis hombres no llevan armas a simple vista. El noble que con más odio me mira…

-      Señor Bradley, ¿Qué os ha traído aquí a estas tierras? – me pregunta este, queriendo sacar información.

-      Sir Bradley, este mal educado; es Sir Holán de Freís, un feudo importante de estas tierras que pretendió a mi hija. – me cuenta, insultando al noble en su cara.

-      Lo siento, no puedo contar los motivos que me traen aquí; no obstante, ¿si la pretendíais por que no os casasteis con ella? – le pregunto abiertamente, llamando la atención de todos; incluso su hija, excepto mis hombres que están acostumbrados a mí.

-      Mis tierras, no eran bastante importantes para Lord Pertal III. – rechista este, rechinando sus dientes.

-      Oh, cuanto lo lamento. – contesto fingiendo preocupación. – no obstante si me apoyáis, una vez que reparemos Rodernack; juro que destinaremos un 10 % de nuestra nueva economía a hacer tus tierras, un poco más importantes. – negocio, evaporando todo su malestar con solo una frase; pero el rey tose.

-      ¿podemos discutir eso? – me pregunta Pertal III, disgustado.

-      No si queréis que reactive vuestra economía. – contesto, acallando al rey.

-      Tenéis todo mi apoyo, príncipe Bradley. – me hace una reverencia, sir Holán.

-      Príncipe Bradley, ¿y que ganaremos los demás si os apoyamos? – me pregunta otro noble.

-      ¿eso, que ganamos? – se une otro.

-      Estos son Alhorí y Vernal II, nobles de pequeños feudos vecinos. – me explica el rey.

-      Bueno, como sois nobles vecinos y de pequeños feudos; si nos prestáis vuestras fuerzas para las caravanas, podemos pagaros por ello. – replico, al rey no le gusta; pero no dice nada y estos asienten conformes.

-      Tenéis mi apoyo. – replica Alhorí

-      Y el mío. – Apoya Vernal II

Tras esa pequeña negociación, todos los nobles de la mesa estaban de mi parte; algunos no decían nada, pero ya sabían que conmigo se puede negociar. La hija no ha dejado de mirarme, ignoro la cara de esta; como me mira, solo la veo comer lentamente y con una educación idílica. Los nobles se muestran más amables, su guardia se ha relajado; las conversaciones afables se suceden e incluso intentan conocer a mis hombres y mis amigos se han relajado también. El rey observa todo, en puro silencio; no abre la boca más que para comer o cuando le hablan directamente, le felicitan por haberme elegido y lo veo pensativo.

Parece arrepentido de haberme elegido.

Entonces pasa algo extraño, uno de los nobles queda dormido; digo extraño, porque para ser un banquete es una cena bastante pobre e igual en cantidad de bebida. A este le suceden varios nobles, algunos se alarman; sus guardias se ponen en guardia, mientras mis amigos y la princesa caen por igual. El rey que es de los que menos ha bebido igual que yo, es de los últimos en caer; poco después me dejo caer, para ver qué sucede.

Las luces se apagan y escucho una batalla encarnizada, cuando la luz se enciende; veo asesinos dorados, que han matado a los guardias nobles.

-      ¿Quién es Brad? – pregunta uno de ellos con voz experimentada.

-      El único noble que lleva arma. – responde otro con voz de pito.

-      ¿Cuál es nuestra misión, esta vez? – interroga otro con voz dulce.

-      ¿robarle la espada? me gusta esa espada. – pregunta otra voz femenina.

-      No, tenemos que matarle; el somnífero ya ha hecho efecto y fue una buena idea. – suelta el primero que hablo.

-      ¿Quién lo mata? – pregunta, la mujer.

-      ¿atascaste la puerta? – pregunta el de la voz dulce.

-      En efecto. – contesta el de la voz de pito.

-      Tengo una idea mejor ¿y si me decís quien os ha contratado? Asi no os mato yo. – digo, levantándome; comprobando que estoy rodeado.

-      ¿Qué? ¿no ha bebido? – pregunta la mujer.

-      Si, dos o tres cuernos. – comento, sorprendiéndolos.

-      ¿El somnífero de la flor de Koto, no le afecto? – pregunta el de la voz dulce.

-      Es igual, esta solo; matadlo. – ordena el de la voz experimentada.

-      A la orden. – contesta el de la voz de pito.

Los tres sacan los cuchillos para lanzar envenados, me los lanzan con una precisión criminal; era imposible esquivarlos asi que me concentre, mi piel se llenó de escamas de dragón y rebotaron.

-      ¿eso es todo? – les pregunto, fingiendo estar decepcionado.

-      ¿Qué ha pasado? – pregunta atónita la asesina.

-      ¿tiene escamas? – añade voz de pito

-      ¿esto qué es? – interroga voz dulce.

-      ¡Matadlo! – ordena, el de la voz experimentada.

Los tres se miran asustados, la chica saca dos cuchillos; el de la voz dulce una lanza doble, el de la voz de pito dos machetes. Los tres cargan contra mi asustados, esquivo los dos cuchillazos de la chica, le pego una patada en el culo; haciéndola darle un cabezazo al de la lanza doble tras este intenta hincármela, pero la desvíe con un brazalete. Bloqueo un machete y me concentro para evitar el daño del otro en el hombro, mientras rebota su espada; le pego un puñetazo tirándolo de culo y me pongo en posición, el asesino líder me tira cuchillos esquivo dos y bloqueo los otros dos.

-      ¡Seguid atacando! Tiene que tener alguna debilidad. – ordena el líder.

-      Mirad, ni siquiera he sacado la espada; si saco la espada os matare, rendiros ya y no os matare. – les ofrezco, apaciblemente.

Todos se miran bastante más desesperados, vuelven a cargar; a la vez el otro lanza sus cuchillos desde detrás, bloqueo los cuchillos moviendo la espada con una mano aun metida en su funda. Esquivo un cuchillo de la chica, desvío el otro y la hago caer de culo; metiendo la pierna por detrás, el de la lanza me ataca y la esquivo metiéndole una patada en el estómago que le hace retroceder. Me quito justo a tiempo de los machetes, para que ataque al de la lanza; que recibe dos cortes de su aliado, mientras estos pelean entre ellos.

-      Ya me cansé de este juego. – Desenfundo la Gladius, los cuatro la contemplan aterrados.

El experimentado agarra a la novia y le pone un cuchillo en el cuello.

-      Lamentaras eso. – suelto, en un pestañeo; retrocedo antes de que la agarre y le atravieso con la Gladius por el centro del pecho, ante el estupor de sus compañeros.

-      ¿Dónde está? – pregunta al principio voz dulce.

-      ¿Cómo se movió tan rápido? – interroga la voz femenina.

-      Es un demonio. – dice voz de pito.

-      Por lo que ibas a hacer. – le digo al tipo, mientras cae muerto. – tenéis la opción de decirme lo que quiero saber y os dejare marchar. – les digo, los tres se miran; lanzan una bomba de humo, retrocedo en el tiempo y agarro a la asesina por el cuello.

-      ¿me decís lo que quiero saber o la mato? – les pregunto de nuevo, aunque para ellos es la primera vez.

-      Buen intento, no tenemos sentimientos. – contesta el de la voz de pito.

-      Mala suerte entonces. – digo, cortándole la cabeza.

-      Pagaras eso. – dice el otro cargando con una daga envenenada.

Retrocedo en el tiempo antes de matarla y cuando el asesino dice que no tienen sentimientos, pongo la espada en la asesina en su cuello.

-      ¿seguro? – les pregunto.

-      Ya te dije que… - vuelve a decir el mismo, hasta que el otro lo mata.

-      Suéltala, por favor. – dice soltando sus armas.

-      Habla y la soltare. – respondo, sin perderlos de vista.

-      Nos ha contratado Sir Norman Wesley – suelta el tipo, sorprendiéndome.

-      ¿asi que Norman? – les pregunto.

-      …Si… - suelta el tipo.

-      No deberías haberle dicho nada, ahora tendremos una sentencia de muerte. – añade ella.

-      Trabajad para mí. – les propongo y ellos se miran atónitos.

-      ¿y que ganaríamos con eso? – me pregunta ella.

-      Un lugar donde vivir, un sueldo decente. – les contesto.

-      ¿un sueldo decente? – pregunta el.

-      1 moneda de oro por mes, con todos los gastos pagados; casa, equipo. – les propongo, ellos se miran.

-      Está bien… - acepta el no muy convencido.

-      ¿Qué tendremos que hacer? – pregunta ella.

-      Por ahora, id despertándolos; si alguno muere, vosotros también. – les aviso, ellos me miran preocupados.

Mientras observo mi espada, preguntándome si fue ella; la que evito que me durmieran o ser semidragón, quien sabe.