Espada II: Gladius Regis Capítulo 4
El viaje empieza al fin, pero antes de ir hacia su destino; se dirigen a rescatar el equipaje de Katia, por el camino se encuentran a un viejo amigo. Luego cuando caminan entre la niebla, algo extraño sucede; llevando a nuestros amigos, más allá de su límite.
Serie La espada
Espada: Gladius Regis
Capitulo 4. El espadachín misterioso
Katia sale del orfebre con mi anterior armadura que aunque no echa para ella, ahora le va ajustada como un guante; debo admitir, que el orfebre también le ha hecho algún corte fortuito a la ropa e incluso le queda sexy. Por mi lado, salgo siendo más fuerte; más alto, con mi armadura nueva y la capa de lobo…mi piel rojiza, mi pelo rojo intenso; mis ojos amarillos de reptil, mi nuevo cinto de cuchillos de huesos y mi cuarta espada de hueso.
Ella lleva un arco de madera de sauce trenzada por elfos, engarzado con joyas de varios colores enanas y con lianas del árbol madre; tiene varios tipos de flechas, fabricadas por el orfebre.
Mi dragón bebe, está escondido en una bolsa que el orfebre nos ha regalado; para que no esté en mi mochila, asi no me molestara tanto y podre esconderlo con más facilidad.
La gente me observa un poco más que de costumbre, incluso me respetan más que antes; ya que no se atreven a mirarme directamente a la cara o quizá ahora les cuesta demasiado por mi nueva altura.
Llegamos al gremio, donde nos esperan Carl; Spike y Apolo con todas las provisiones, la gente se calla y nos observa en silencio al entrar.
- ¿pero qué cojones? – pregunta Carl, mirándonos.
- ¿habéis atracado al orfebre? – pregunta Apolo.
- ¿tú no eras más bajito? – me pregunta Spike
- Ya dije que íbamos a equiparnos. – me encojo de hombros, sin explicar nada. – Venga, vámonos. – les pido y empezamos a avanzar.
Delante se nos cruza Argos columna de acero.
- ¿Quién coño eres tú? – me pregunta, observando mi cambio.
- Soy Bradley – le respondo y el niega con la cabeza.
- No, Bradley media por lo menos medio metro menos; el pelo lo tenía oscuro, los ojos de otro color y no con esa forma. – replica, demostrando que es bastante observador.
- Es el. – asegura Katia, con una sonrisa divertida.
- Tranquilo Argos, este cafre nos pondrá al corriente luego. – apoya su mano en la armadura de Argos y este asiente convencido.
- Es verdad, los ojos son distintos. – me observa Spike.
- Quita, hombre. – lo empujo para pasar y este se queja.
Todos me siguen, hablando de lo raro que estoy; la gente se aparta ante mi paso, hasta que estamos fuera del pueblo y mientras vamos montados a caballo…Katia se pone delante para guiarnos, a mi lado va Carl y Argos; detrás van Apolo y Spike, suspiro de felicidad al ver tanta gente en el grupo de nuevo.
- Voy delante para guiar. – me avisa Katia, asiento y lo hace.
- Vamos, cuéntame; nos tienes en ascuas. – me pide Carl.
- Está bien. – me quejo. - ¿recuerdas el orbe? – le pregunto y este asiente.
- ¿si, que pasa con él?
- Ahora forma parte de mí. – anuncio, tocando el centro de mi pecho; veo como los ojos de todos se desorbitan en un solo instante.
- ¡¿pero cómo se te ocurre hacer eso?! – me echa la bronca Carl
- Podrías haber muerto. – murmura Argos.
- Haber mutado en un dragón y habernos devorado a todos. – imagina Spike.
- Podrías haber explotado. – sopesa Apolo.
- Sería más probable, que hubiera mutado a bestia dragón. – suelta Rojo desde la bolsa.
- ¿esa voz de nuevo? – pregunta Carl.
- Sal ya Rojo, no te rías más de ellos. – se ríe Katia.
- ¿Rojo? – balbucean todos.
Rojo sale de la bolsa a toda velocidad, salta hasta mi armadura; trepa por ella como un huracán, hasta llegar a mi hombro bajo la atenta mirada de todos.
- ¿una rata roja? – pregunta Argos.
- ¡¿tienes un dragón?! – grita Carl, señalándolo.
- No me vas a comer. – le enseña los dientes a Carl.
- ¿comerte? – pregunta este.
- Te comiste a su hermano. – le explico y él pone cara apesadumbrada.
- ¿yo? – pregunta, alucinando.
- Te dije que te arrepentirías. – le acusa Apolo.
- Bien que lo disfrutaste, conmigo. – se queja Carl.
- Tranquilo Rojo, no te van a comer; guarda esos dientes. – reprendo a Rojo, este observa la escena; guardando los dientes, con desconfianza.
- Ya basta, podríamos haber vendido un huevo o haber tenido dos dragones; pero tenemos uno. – intenta animar Spike.
- ¿tenemos? Es mío. – digo, terminando de deprimirlos a todos.
Tras un poco de silencio.
- Me alegro que os hayáis callado, sois muy ruidosos. – protesta Katia.
- No tenemos miedo. – deja caer Argos, ella lo mira; pero no dice nada.
De repente un jinete nos cierra el paso.
- ¿asi que te pensabas ir sin mí? – se queja el conde Greck
- Justo ahora pensaba ir a por ti. – le miento, la verdad ni me acordaba ya.
- ¿vas a venir con nosotros? – se sorprende e intimida Carl.
- Si, tranquilo hombre garfio; esta vez somos aliados. – le dice intentando parecer afable; la cara de Carl es un poema.
- ¿en serio, un hombre salvaje? – pregunta Katia.
- Mujer. – le presenta sus respetos Greck con un movimiento de cabeza.
- Chicos, este es el conde Greck; un nuevo compañero. – les presento y rectifico a Greck.
- Esa es la palabra que buscaba. – sonríe este.
- Esto se está llenando de grandes personajes. – protesta Spike.
- No teníamos bastante con un noble, que ahora tenemos un líder salvaje. – bromea Apolo.
- ¿algún problema? – se molesta Greck.
- Tranquilo, es una broma. – le explico.
- ¿Qué diablos es una broma? – me pregunta.
Pienso unos segundos como responder, mientras Argos intenta vanamente de explicárselo.
- Una broma es algo gracioso.
- Rojo, Carl dice que te va a comer.
- ¡¿Qué?! – grita este.
- Eso es una broma. – digo y todos se ríen.
- Creo que esa broma, solo te pareció graciosa a ti. – se queja Argos.
- Pues todos se rieron. – murmuro con el orgullo herido.
- Me comí un dragón. – susurra Carl, aun traumatizado.
En un momento dado, la niebla se hizo presente en el camino; conforme avanzábamos, la niebla seguía haciéndose más y más densa.
No nos extrañamos demasiado, porque es un clima típico de montaña; pero si nos extrañó, que apareciera de la nada…nosotros estábamos habituados y normalmente, lo vemos venir.
- Qué raro… - comenta Katia, indecisa.
- ¿no será? – se pregunta a sí mismo el conde Greck.
- Continua, pero más juntos. – ordeno, mirando a Greck y ella asiente.
- Id preparando las armas, nos pueden emboscar; en cualquier momento. – recomienda Carl.
- Si, esta situación es jodida. – acepta Apolo.
- Que lo intenten – reta Spike.
- … - Argos, simplemente observa.
- No hay nadie a la vista. – informa Rojo, pero nadie excepto yo; le toma mucho en cuenta.
Seguimos avanzando un poco, hasta que empezamos a escuchar el sonido de una campana replicando; suena 4 veces y se para, tras un silencio suena 3 veces más…luego de un rato suena 3 veces de nuevo, al poco de un nuevo silencio la campana suena sin parar.
- ¿una campana aquí? – pregunta Katia, extrañada.
- Me parece que sí. – murmura Greck.
- ¿hay algún pueblo o convento de clausura o monasterio? – pregunta Carl.
- No, que yo recuerde… - suelta Argos.
- Cuidado, tengo un mal presentimiento. – digo, aferrándome a la Gladius con fuerza.
- Algo raro está pasando. – suelta Apolo, viendo su caballo inquieto.
- Genial, se viene la acción. – grita Spike.
- Padre, tenga cuidado. – me pide Rojo, visiblemente asustado.
El canto de los pájaros se une al replicar de las campanas, que se vuelve más pausado por momentos; sin llegar realmente a parar, hasta que de repente unas voces cantando desde el cielo en un idioma desconocido con un eco que resuena entre todas las montañas cantan sin melodía. ( Recomiendo buscar para ambientación: Gregoriano Monjes del Monasterio de Silos )
- ¿Qué está pasando? – nos pregunta Katia, como si nosotros tuviéramos la respuesta.
- Me parece que viene el. – susurra Greck, desenfundando su espadón.
- ¿Nos persigue alguien? – pregunta Carl
- No, que yo sepa. – le respondo.
- Desenfundad las armas. – nos pide Argos.
- ¿Por qué, que está pasando? – pregunta Apolo, reacio a obedecerle.
- A la orden – Suelta, Spike; desenfundando su espada, su filo brilla en azul. – Chicos, a mi espada le pasa algo; todos observamos su espada.
- La mata dragones. – suelta Rojo, dándonos una idea de porque su espada brilla.
De las nubles que cubren el sol estas se abren y cae una luz cegadora, cae en el camino; causando una gran explosión que tira a todos de los caballos y Brad da una voltereta hacia detrás, cayendo de rodillas.
Mientras los caballos han desaparecido gritando entre la niebla, las voces se vuelven voces más profundas; el cielo se vuelve a cerrar, pero la luz va menguando en el camino. Mis compañeros con diversas heridas se levantan, algunos más aturdidos que otros; frente a nosotros hay un hombre embutido en una armadura de color rojo brillante con una espada de mango celeste, que nos observa uno por uno…mientras deja de brillar paulatinamente.
- ¿un ángel? – pregunta Katia
- El espadachín celestial. – murmura Greck, acojonado.
- Los ángeles no existen. – rechaza Argos.
- ¿un enemigo? – pregunta Carl
- Probablemente. – suspiro, pensando quien nos lo envía.
- ¿viene del cielo, como Luciérnaga Dorada? – me pregunta Apolo.
- Eso parece. – comenta Spike.
- Ese no viene del cielo. – opina Rojo.
De repente el alza la mano y aprieta el puño, las voces se callan en un segundo; dejando solo el sonido del viento, todos dan un paso atrás ante esa escena.
- ¿Quién de ustedes es Bradley? – pregunta con una voz inhumana.
Carl se pone en pie, desenfundando su espada.
- Muestra más respeto, estás hablando con Sir Bradley Hearling; de la espada magna, follador de dragonas. – grita Carl.
- Cuidado, Brad. – me aconseja Greck, temblando aterrado.
- ¿en serio? – choco la mano contra mi cabeza, odio ese título.
- Yo lo llamaría labrador venido a más, pierde espadas mágicas y oportunista. – se mofa el tipo.
Katia observa en silencio, viendo que me enojo ante su comentario; Carl se cabrea aunque no dice nada más, todos me observan.
- ¿vas a permitir que ese capullo te hable asi? – me pregunta Spike, realmente enfadado.
- No lo hagas. – me recomienda Greck.
- Dale una lección, Brad. – me pide Apolo.
- Mátalo, pero cuidado; algo me huele mal. – me recomienda Argos.
- Acaba con él. – me anima Carl.
Desenfundo filo negro, ante la sorpresa de todos; cargo contra el tipo, lanzándole los cuchillos de hueso.
Ni siquiera veo como se mueve, pero los cuchillos pasan a través de él; cuando llego hasta el, estoy seguro de que le he cortado pero al mirar mi espada no veo sangre y al mirarle contemplo un puño en mi cara antes de verlo moverse.
Estoy de espaldas sobre la nieve, me levanto con velocidad; con la cara dolorida, intento cortarle varias veces y tiro el resto de cuchillos sin éxito alguno.
- ¿vas a ponerte en serio ya o tengo que matar a alguno de tus amigos? – me pregunta, sin mirarme; mirándolos a ellos, ante esto mis amigos están atónitos.
Retrocedo tres pasos, enfundo filo negro; para desenfundar a Gladius Regis, él la contempla.
- Bonita espada, pero no te encariñes; con tu historial, seguro que la perderás. – me insulta.
- Esto se acabó, hijo de puta. – digo, lanzándome hacia él.
A la velocidad del rayo, empiezo a meterle espadazos uno detrás de otro; para mi sorpresa, el bloquea con unos brazaletes y con su funda celeste la mayoría…esquiva los otros, prioriza mis ataques con mi arma; mientras se deja impactar con mis golpes físicos, que no le causan daños graves.
- ¿eso es todo? – pregunta, como decepcionado.
- ¡Te voy a matar! – gruño, jadeante; del tremendo esfuerzo que estoy haciendo, mientras mis compañeros me animan.
- ¡Mátalo Brad! – me pide Carl.
- ¡Acaba con el! – suelta Apolo.
- No veo el combate. – argumenta Argos, atónito.
- No puede ganar. – comenta Greck, mientras todos lo miran raro.
- Yo tampoco puedo verlo. – se sorprende Katia.
- ¿lo ayudamos? – interroga Spike, avanzando.
- No, no seriamos una ayuda; a ese nivel, más bien un estorbo. – lo detiene Carl y Greck asiente.
Mientras lo golpeo, Rojo le escupe aceite de dragón; aprovecho la ocasión para intentar partirlo en dos con la Gladius, el desenfunda su espada celeste y con un tajo ascendente para el mío descendente.
Las nubes se han abierto ante su tajo.
Mi turno – dice.
A partir de ahora, todos mis esfuerzos se vuelven defensivos; esquivo, bloqueo con mis brazales o con mi espada o su funda sus ataques. Cuando me da, la Gladius retrocede el tiempo unos instantes; para que pueda esquivarlo, pero no puedo atacar.
- Me sorprende, que sigas vivo; esto se acabó, doce cortes de la muerte . – dice, antes de que me dé cuenta…
Estoy en el suelo cortado por todas partes desangrándome sobre la nieve, mientras siento el frio calando mis huesos; observo mi armadura destrozada que ha evitado que me desmembré, mientras las lágrimas cubren mis ojos.
Mis amigos cargan contra él, Katia le lanza flechazos sin cesar; con una precisión mágica, el simplemente se mueve tan rápido que ni lo vemos. A Carl le corta la otra mano, mientras este grita desangrándose en el suelo; noquea a Spike de un solo puñetazo, le corta una pierna a Apolo y atraviesa de lado a lado la armadura de Argos…Por ultimo agarra uno de mis cuchillos y se lo lanza al ojo a Katia, haciéndola gritar desgarradoramente; Greck carga contra el para vengar a la muchacha y este de un solo tajo de su espada celeste, parte su espadón cortándolo a él también en el proceso por la mitad.
- Una lástima que fueras demasiado débil, para proteger a la gente que te importa; hazte más fuerte y no pierdas más regalos del cielo, inútil. – gruñe el tipo.
El empieza a alejarse, mientras todos agonizamos sobre la nieve; los cantos vuelven a surgir, luego el repiqueteo de las campanas y me encuentro avanzando entre la niebla que ya se está disipando con mis compañeros, pero con los ojos llenos de lágrimas.
En un eco, que solo yo parezco escuchar; resuenan las palabras más importantes de ese tipo, como si fuera un eco perdido de las montañas.
- Hazte más fuerte y no pierdas más regalos – se repiten en mis oídos una y otra vez.
- ¿estas llorando? – me pregunta Carl, extrañado.
- No, se me debe haber metido algo en el ojo. – me excuso, tragando fuerte.
Todos me miran raro, pero nadie dice nada; la más preocupada es Katia, que aunque no dice nada me mira de forma peculiar por mis lágrimas.
- ¿pasa algo? – le pregunto.
- No, nada; como dijiste. – responde, mirando al frente.
- ¿te da pena dejar el hogar atrás? – me pregunta Greck, mientras niego con la cabeza.
¿Fue una visión o fue real?