Espada II: Gladius Regis Capítulo 3
Brad se encuentra por el camino con parte de su destino, como siempre este actúa y no lo deja escapar; acepta una misión que todos los demás han rechazado, aun sin saber si le pilla de camino. Encuentra una utilidad para el orbe, saca fruto del huevo y consigue una cuarta espada
Serie La espada II
Espada: Gladius Regis
Capítulo 3. Encuentro fortuito
Voy de camino al gremio, cuando una muchacha se cruza conmigo y se cae de culo.
- ¿estáis bien? – le pregunto amablemente, mientras le ofrezco mi mano.
- ¿bien? Me rechazan una misión en el gremio y luego me choco contigo. – protesta la muchacha.
- Muestra más respeto, muchacha. – dice Ark, mi amigo guardia; que insistió en escoltarme hasta el gremio, aunque le dije que no hacía falta.
- Ark, ya basta. – le pido y el asiente.
- ¿respeto a quién? – pregunta mirándome.
- Soy un noble como otro cualquiera. – digo con humildad. - ¿y que misión os han rechazado en el gremio, si puede saberse? – le pregunto.
- Me rechazaron la misión porque no tengo dinero, en el camino unos bandidos en el puente; me robaron todas mis pertenencias, asi que lo perdi todo. – resopla agobiada.
La miro entera, es pelirroja; ojos azules, pecas y piel rosada…la inocencia de una niña en la cara, cuerpo de mujer y bien desarrollado; pelo muy largo femenino trenzado para que no llegue al suelo, olor a caramelo bastante fuera de lo normal en una plebeya.
- ¿Qué estarías dispuesta a hacer por recuperar tus cosas? – le pregunto, sin esconder una mirada pervertida.
- Cualquier cosa. – suelta un poco intimidada, tapándose un corte en la ropa; que le hace bastante escote y bajándose la falda recortada por otro tajo, con la otra mano.
- Ven conmigo al gremio, haremos un apaño. – le digo y comienzo a avanzar.
- ¿Qué clase de tipo es este? – le susurra al guardia.
- El mejor. – murmura Ark.
Sonrío sin decir nada, tengo buen oído y lo he escuchado.
Al llegar al gremio, todos proponen un brindis por mí y beben por mí; Curny me trae una copa y brindo con ellos, entonces muchos me felicitan y me preguntan cómo estoy.
- ¿Qué hace ella aquí? – pregunta Curny
- Le he concedido la misión que pidió, a cambio de que ella sea mi pareja al menos durante un año; arregla el papeleo. – digo y Curny asiente.
- Me alegro de verte, veo que eres insaciable. – sonríe Curny, marchándose.
- Te dejo con tu gente, vuelvo a mi trabajo; si me necesitas, aquí estoy. – me comenta Ark.
- Nos vemos Ark, lo mismo te digo. – estrecho mi mano con él y se marcha.
- ¿Cómo que una relación? – me pregunta la muchacha.
- Ya lo has oído, esa es mi condición; si la aceptas cuenta conmigo, sino búscate a otro. – le contesto avanzando y dejándola detrás.
- Creía que eras un buen tipo, un noble; un héroe tal vez. – me recrimina, con cara triste.
- Soy un héroe, no una hermanita de la caridad. – digo, llegando hasta la mesa de mis compañeros.
- Y aquí llegar Sir Bradley, de la espada magna; noble de tres feudos del norte, follador de dragonas. – grita Carl.
- Cada día hacéis más largo mi título, va a terminar siendo un trabalenguas. – protesto, pero ellos se ríen.
- Perdónalo, está muy borracho. – intenta excusarlo Apolo, pero él también se ríe.
- Ah ¿y tú no? – arqueo mi ceja, provocando las carcajadas de mis compañeros.
- No, yo estoy perfectamente. – dice sin poder vocalizar.
- ¿y Spike? – les pregunto.
- De putas. – me explica Carl.
- Vaya, ¿habéis buscado algún compañero nuevo? – les pregunto, pero ambos lo niegan.
- Necesitamos a alguien nuevo. – pienso, mientras miro a la gente del gremio y nadie me gusta para el puesto.
Todos o tienen su propio equipo, o son gente que no aspiran a nada especial más que ganarse la vida; o son gente huraña que trabajan solos, o son más causantes de desgracias que de cosas buenas.
- Iré, pero hay que añadir en este contrato un par de cláusulas. – dice ella, chocando el contrato contra la mesa.
- ¿otra dragona? – pregunta Carl.
- No, creo que no. – replico a Carl. – habla y siéntate – le digo a ella.
- Muy amable. – finge amabilidad. – primera clausula tienes que comprarme un arco y flechas. – me exige con tono furioso.
- Echo. – digo, dejándola perpleja.
- Y no abra sexo de obligación. – me añade con el tono bajo.
- No me gusta esa condición, pero bueno; no soy mal tipo, la aceptare. – digo, firmando con la pluma que trae Curny.
- Brad, cuando vuelvas; si ella no quiere… - me ofrece.
- Lo tomare en cuenta Curny. – digo, haciéndola sonrojar.
- Nos vemos aquí en la mañana, señorita…
- Katia. – se presenta.
- Bradley. – me presento.
- Nos vemos aquí, mañana. – dice marchándose.
Una vez nos dejan solos, los tipos del gremio se han molestado porque Curny esté interesada por mí; pero evito confrontaciones tontas con comentarios ingeniosos, algunos ya me temen por el título follador de dragones.
Carl por lo bajo…
- ¿Qué cojones has firmado? – me pregunta.
- Ya tengo mi segunda esposa, creo. – rio divertido. – ah y una compañera de grupo. – le suelto, haciéndolo reír.
- No conviertas el grupo en tu harem personal. – me riñe, molesto; haciéndome reír.
- Tráete tú también un chochete, a nuestro grupo; le faltan chochetes. – suelto, haciendo que los dos se carcajeen.
Tras eso me pregunta Carl de nuevo…
- ¿y qué piensas hacer con el huevo?
- Incubarlo. – me encojo de hombros.
- ¿estás loco? Esos huevos están muertos. – me pregunta.
- Ya veremos, que no beba más. – le pido a Apolo y este asiente.
Tras eso me voy a mi suite, enciendo la chimenea y meto el huevo dentro; mientras me voy a bañar, cuando empiezo a escuchar ruidos dentro de la habitación.
Desenfundo la espada del rey, desnudo me voy acercando al salón de la habitación; hasta que veo una rata en la habitación, con alas y cola que me mira con sus ojos saltones.
- ¡Papa! – susurra, saltándome encima.
- ¿Pero, qué? – pregunto, mirando la chimenea; viendo el huevo abierto.
- Gracias por no comerme. – me agradece.
- ¿Cómo lo sabes y como es que estas? – empiezo a preguntar y el me interrumpe.
- ¿vivo? No lo sé, creo que el contacto con tu espada y el calor; fueron lo que me hizo nacer. – me explica.
- ¿tienes hambre? – le pregunto y el asiente.
- Ven en mi hombro, pero no te muevas. – le ordeno y el asiente.
- Como quieras papa. – contesta, quedándose inmóvil en mi hombro.
Cuando bajo ya vestido, cojo una ración; pero me cruzo con algunos del gremio que me miran el hombro, hasta que me choco con Carl.
- Tío, ¿te has comprado un adorno nuevo? – me pregunta.
- Si, ¿te gusta? – le pregunto.
- Parece un dragón en miniatura, me gusta. – opina, observándolo bien; el cachorro le saca los dientes. – tío, ¿se ha movido o yo estoy muy borracho? – dice, señalándolo.
- Tu estas muy borracho, vete a dormir; que mañana tienes trabajo. – le pido y el asiente.
- Sera mejor, que me vaya a dormir. – habla consigo mismo.
Vuelvo a la habitación.
- ¿Por qué te has movido? – le riño.
- Papa, es que ese fue el que se comió a mi hermano; pensaba que me iba a comer a mí. – dice, inocentemente; provocando mis carcajadas, el me mira como si me entendiera.
- Tranquilo, nadie te va a comer. – le digo y el hace una sonrisa.
Le entrego la ración y veo como se la come, devorándola entera; tras eso, lo dejo allí durmiendo y me voy a la academia de combate.
Me dedico el resto de la noche, a aprender a lanzar cuchillos; con el maestro Arcadiano, experto en lanzarlos.
Para cuando todos se levantan, estoy en el salón desayunando con mi pequeño dragón en la mochila saboreando los trozos que le doy; poco después llega la chica de ayer.
- ¿Qué tal la noche, folla dragones? – me pregunta Spike.
- Bien, tranquila; ¿y tú? Terror del burdel – le pregunto a este, haciéndolo reír.
- Mejor que yo, me va a reventar la cabeza. – suelta Carl.
- No caerá esa breva. – dice el pequeño dragón
- ¿Cómo dices? – me pregunta extrañado.
- No dije nada. – digo molesto con el pequeño dragón.
- Yo estoy bien, gracias por preguntar. – sonríe Apolo.
- ¿tenéis a alguien en mente, como compañero o compañera? – les pregunto a todos.
- A mí. – suelta un tipo corpulento, que es más bien un amasijo de hierro.
- ¿y tú eres? – le pregunto.
- Argos, la columna de acero. – se auto presenta.
- Encantado soy… - empiezo a presentarme.
- Sir Bradley Hearling de la espada magna, follador de dragonas. – repite mi título, al ver mi cara de sorpresa. – vuestra reputación os precede, será un honor servir a vuestra causa; si me admitís. – me hace una reverencia.
- Asi que te follaste a mama. – dice el pequeño dragón, todos miran mi bolsa extrañados; pero la cierro.
- Si, podéis hacerlo; pero esto no soluciona nuestro problema. – les reclamo a mis compañeros, que se encojen de hombros.
- No hay nadie con magia divina o curandera, que se nos quiera unir. – responde Carl.
- Es difícil hoy día, si hay 20 grupos de aventureros; solo 4 tendrán a alguien divino o que se dedique a curar. – me comunica Apolo.
- Sí, es muy difícil. – suspira Spike.
- Si es lo que necesitáis, yo soy barbera. – suelta Katia.
- Vale, solucionado; comprad provisiones para el viaje, Katia tu conmigo a por el arco y unos recados que tengo que hacer.
- De las provisiones no te preocupes, las paga el consejo; porque vamos en misión oficial. – responde Carl, sorprendiéndome.
- Venga, vamos; juntos. – dice incomoda Katia.
La miro y le sonrío, me despido de la gente del gremio y de Curny.
- Te echaremos de menos aquí. – suspira ella.
- Tranquila, volveré. – le guiño el ojo y ella se ruboriza.
- No sé si me gusta que tontees con chicas en mi cara o no. – interrumpe Katia.
- Te guste o no te guste, lo voy a seguir haciendo; dado que por ser aventurero y noble, se me permite tener poliamor. – le respondo, dejándola perpleja. – además ya tengo una mujer, pero ella te admitirá. – le explico y ella asiente.
- Entiendo, que ganas de complicarse la vida con varias mujeres. – me responde.
- Soy un tipo difícil de contentar. – replico y ella sonríe.
Pasamos primero por el orfebre.
- Saludos, bienvenido. – dice, mirándome con cara rara.
- Hola, ¿me recuerdas? – le pregunto, él se pone a pensar.
- ¿el mal peletero? – me pregunta.
- Sin duda ese soy yo. – le respondo, haciéndolo reír; Katia, solo observa en silencio.
- Ahora vuelvo, pensé que no volverías a por las cosas. – suelta, mientras busca.
- Estuve de viaje. – me excuso, mirándola a ella; que me mira intrigada.
Poco después, aparece con las cosas.
- Te voy mostrando…esta es la capa invernal que te conseguí hacer con la piel de lobo. – me dice, mostrándomela.
- Impresionante trabajo. – comento, mirándola.
- Parece cortada a bocados. – observa ella.
- Culpa mía. – suelto, haciéndola sonreír.
- Luego esta es la ropa invernal, de piel de oso. – me la muestra.
- Espectacular. – la admiro.
- Esta parece, sacada a tiras. – comenta ella.
- El señorito, lo estropeo todo. – le contesta el.
- Esta es mi obra maestra, con la piel del oso diferente; te hice una armadura. – me la muestra y alucino.
- Con ella puesta, casi parecerás un oso. – observa ella.
- Me costó mucho trabajo arreglarla. – me mira mal él.
- Vale, aprenderé peletería. – digo y él se enoja más.
- ¿aún no lo hiciste? – me regaña.
- Estuve ocupado. – me excuso.
- Y aquí están tus armas… - me pone sobre la mesa.
4 dagas de hueso, 1 espada corta y 1 espada de dos manos, todas engarzadas con cristales.
- Esto sí que es espectacular. – las mira ella.
- Toma, esta es para ti. – le doy la espada corta y me ato al cinto; la espada larga, las dagas me las da en un cinturón cruzado que me pongo sobre la nueva armadura.
Tengo a filo negro en el cinto a la izquierda, a la espada Hearling en el cinto a la derecha; a Gladius Regis en la espalda a la derecha, a Garra de oso cristalizada en la espalda a la izquierda y las garras de lobo en el cinto cruzado del pecho.
- Estas armado hasta los dientes. – sopesa el tipo.
- Tengo un objeto importante que enseñarte, pero aquí no. – digo, mirando a sus trabajadores y la calle.
- Seguidme a mi despacho. – nos propone y asi lo hacemos.
Una vez en su despacho…
- ¿Qué podrías hacer con esto? – le pregunto, enseñándole el orbe.
Este lo admira y empieza a llorar.
- Este es el objeto que cualquier orfebre desearía tener en su tienda 1 vez en la vida. – suelta llorando.
Lo dejo contemplarlo.
- Podría instalárselo a la armadura como núcleo de esta, engarzarlo en alguna espada; en algún escudo o mimetizarlo con algo. – propone el.
- Tambien podrías, mágicamente; mimetizarlo con su alma, para hacer a Brad semidragón. – comenta el mini dragón
- Si, también; espera ¿Quién ha dicho eso? – pregunta el, suspiro y entre protestas saco al mini dragón de mi mochila.
- Os presento a Rojo. – digo, mientras él sonríe.
- Es un placer conocerle, papa; no te has currado mucho mi nombre. – protesta el dragón.
- Cállate, que la otra opción era bocazas o charlatán. – le amenazo y él se calla.
- ¿podrías prestarme entonces, Rojo tu magia; para poder mimetizar el orbe, con tu padre? – le pregunta el orfebre.
- Si, justo eso. – suelta Rojo.
- ¿tienes un dragón? – me pregunta Katia atónita.
- Sí, eso parece. – suelto a disgusto.
- Hagámoslo, vas a ser la obra de mi vida. – aprecia el orfebre.
El orfebre se pone a trastocar el orbe, mientras Rojo le presta su magia; por último, lo más desagradable…me lo introducen dentro, al principio no noto nada; pero luego, un poder inmenso nace del centro de mí y me rodea.
En el espejo que tiene en su despacho, veo como mi pelo se ha vuelto rojo intenso, mi piel tiene un tono rojizo; noto unas escamas protectoras por encima que aparecen y desaparecen a mi voluntad y mis ojos de dragón amarillos.
- Vaya, ahora soy un monstro. – digo sin saber si eso es bueno o malo.
- Alégrate, ahora eres poderoso; más alto, más fuerte y más resistente. – opina Katia.
- Créeme, eres mi obra maestra; ahora, eres invencible… como un dragón. – piensa en voz alta el orfebre.
- Como yo. – grita emocionado Rojo.
- Tu aun no, pequeñajo. – le llevo la contraria y él se pone triste.
- ¿puedes ajustarle mi antigua armadura y darle algún arco, fabricado por ti; ya sabes especial. – le suelto.
- Sí, claro; si lo pagas, todo lo puedo hacer.
Suelto una bolsa con monedas de oro.
- Marchando. – suelta, poniéndose manos a la obra.