Espada II: Gladius Regis Capítulo 2

Quedan pocas criaturas mágicas en el mundo, pero con la suerte que tiene Brad; seguro que se las encuentra todas el, lo que no sé es si todas tendrán las mismas intenciones. Tras este fortuito encuentro, en el que descubre una cosa de su espada; se da cuenta que no es el único que luchara con Norman

Serie La espada II

Espada: Gladius Regis

Capítulo 2. Sexo con una dragona

-      ¿acaso estás loco? – le pregunto, haciendo temblar a mis compañeros.

-      Loco no, pero posiblemente loca sí. – contesta, sorprendiéndome.

-      Lo siento, los dragones sois majestuosos; pero definitivamente no eres mi tipo. – la rechazo, mis amigos dan pasos atrás.

-      ¡¿te atreves a rechazarme?! – ruge furiosa, haciendo temblar el volcán entero.

-      Si. – respondo escuetamente, aferrándome a la espada.

-      ¿Sabes que puedo devorarte a ti y a tus compañeros en un pestañeo? – me pregunta, haciendo temblar el suelo con sus pasos.

-      Si, ¿y tú sabes que puedo destrozarte con mi espada? – le pregunto haciendo que pestañee.

-      ¿acaso conoces esa espada? – pregunta, caminando en círculos a mi alrededor.

-      Si, un poco. – acepto, que no conozco mi espada del todo.

-      Yo podría hablarte de esa espada, si accedieras. – intenta convencerme de nuevo.

-      Ya te dicho que no eres mi tipo. – la vuelvo a rechazar.

Ella ruge mientras su tamaño se va reduciendo, una luz cegadora; evita que pueda seguir mirando, cuando la luz se va tengo frente a mí a una mujer dragón desnuda. Su piel es roja como el fuego, su pelo es fuego; sus ojos son amarillos de reptil, su lengua bífida y sus escamas cubren sus atributos sexuales que por cierto está bien repartida.

-      ¿y ahora, sigo sin ser tu tipo? – me pregunta, acercándose a mí; con una voz mucho más bonita y melódica.

-      Bueno…ahora la cosa cambia. – sopeso, observándola.

-      Humanos, tan superficiales… - protesta, como si estuviera indignada.

-      Oye, que si no te la tiras tu; yo hago el esfuerzo. – dice Spike

-      Lárgate imbécil. – ruge ella, haciéndolo huir junto a los demás.

-      ¿Por qué quieres hacerlo conmigo? – le pregunto y ella pestañea curiosa.

-      ¿no sabes la legenda de esa espada? – me pregunta, atónita.

-      No, el enano que me la entrego estaba moribundo. – le contesto, haciéndola entender.

-      Está bien, te lo contare. El que empuñe la Gladius Regis está destinado a ser rey, asi que tarde o temprano; mientras mantengas la espada, tu destino será ser rey. – me comunica, provocando una sonrisa en mi cara.

-      ¿y eso que tiene que ver, para que quieras hacerlo conmigo? – la interrogo.

-      No quedan más dragones, soy el ultimo; mis huevos no estaban fertilizados, por lo que no abra más dragones…sino me reproduzco con alguien que merezca la pena, mi linaje acabara aquí; según yo, un humano que no me tiene miedo y que está destinado a ser rey…es difícil de superar. – argumenta, pegándose mucho a mí.

-      Está bien, pero pediré dos cosas a cambio. – negocio con ella.

-      ¿Qué cosa? – pregunta, mirándome a los ojos; con sus ojos que dan un poco de miedo.

-      Quiero tu orbe y uno de tus huevos. – le pido.

-      Si me haces disfrutar, te los daré. – me comenta.

-      Subid de vuelta, no me esperéis despiertos. – les guiño el ojo a los otros, que se ríen más tranquilos y se marchan corriendo de aquí; temiendo encontrarse seres de lava o que el dragón se lo piense mejor, tras eso nos miramos a los ojos.

Comenzamos a besarnos y debo admitir que es una delicia una lengua bífida, la toco y sus escamas se abren ante mis manos; notando una piel jugosa y blandita, además de que desprende un calor fuera de lo normal.

-      Mmm…eres bueno. – gime.

-      Tu estas jugosa y calentita. – la alago.

-      Gracias.

Me agradece, me va desnudando; pero se cerciora de dejarme puesto el anillo, la espada me deja que me la quite yo y es que no quiere tocarla.

Mientras me besa a veces exhala algo dentro de mí, que me hace sentir un cosquilleo agradable; ella comienza a tocarme, se nota que no tiene practica con otros humanos.

-      ¿soy tu primer humano? – le pregunto y ella ríe.

-      ¿y yo tu primer dragón? – me pregunta, ganando mi sonrisa.

Una vez que decide que esta lista, ya que mis manos han hecho mucho mejor trabajo que las suyas; pero la simple visión de lo buena que esta, ya hizo su trabajo. Se eleva en el aire con sus alas, se agarra a mí con brazos y piernas; metiéndosela con movimientos de sus caderas, es como si la estuviera metiendo en el infierno pero que jodidamente placentero es…está hirviendo por dentro, pero a la vez es tan diferente la sensación de su chocho; que me está dando un placer inmenso, luego el aleteo le da el morbo que falta.

Me corro dentro de ella de un tirón y ella pone cara de placer, cuando miro extrañado que no me baja; que no pierdo fuerzas, sino que me noto en éxtasis.

-      Los fluidos de los dragones son brutalmente afrodisiacos, asi que te voy a exprimir campeón. – me suelta besándome, mientras noto como su chocho hace efecto ventosa; para intentar sacarme más semen, lo que lo hace todavía más placentero.

-      Joder, quiero follarme a una dragona toda la vida. – le suelto, haciéndola carcajearse.

-      Y tu rechazándome. – suelta, mientras aumenta la marcha; haciéndome convulsionar del gusto, hasta que me vuelvo a correr por segunda vez.

-      Joder…para, me vas a matar. – le suplico.

-      Si, de gusto. – ríe divertida.

Esta dragona nunca tenía suficiente, lo hicimos de muchas formas; muchas que con humanas en la vida se podría, porque no tienen ala ni cola.

Me empiezo a arrastrar hacia afuera, ella está delante de mí.

-      No, no; niño malo, vas a ser mío toda la noche. – dice, me da la vuelta y me monta de un tirón.

Su chocho está mucho más caliente que al principio, me da tanto gusto como dolor y es que siento como me la quema; su liquido ciertamente es brutalmente afrodisiaco y necesito correrme, encima su chocho hace un efecto ventosa que me la absorbe…le toco las tetas y le cómo estas; de sus tetas sale leche de dragón, ella empieza a gemir como loca y a mí me envicia su sabor por lo que chupo con más ansia.

Ella tiene el primer orgasmo de la noche, mientras me corro de nuevo dentro de ella.

-      Mhhh…ya puedes irte si quieres. – dice, acostándose de lado en el suelo; medio dormida.

-      No, no; niña mala, ahora te vas a enterar tú. – le suelto, acostándome a su lado.

-      No, déjame. – me pide.

Se la meto desde atrás, el gusto es atroz; el roce con su piel es tremendamente morboso y placentero, una vez le entra sus gemidos no se hacen tardar y le apretujo las tetas que la hacen gemir más mientras expulsa una leche amarilla.

Me la voy follando más y dándole más fuerte; más rápido, mientras ella suplica.

-      No, no más.

Hasta que se la meto hasta el fondo y me vuelvo a ir dentro de ella, su chocho se cierra con mi polla dentro; mientras siento como me exprime de verdad, es tan doloroso como placentero…

-      Te lo advertí, he llegado al clímax y ahora no te podrás separar en 12 horas. – me avisa.

-      Agh… ¿12 horas asi? – le pregunto aterrado.

Durante esas horas, me pase muchas inconsciente; muchas gritando de placer o de dolor, muchas en las que pensé que perdería la polla.

Puedo asegurar que follarse a una dragona es estar en el cielo y en el infierno a la vez.

Notaba como su chocho me pajeaba a distintas potencias, intentaba quedársela para sí y a la vez; mimetizarse conmigo, sus fluidos me hacían disfrutar mientras sentía como una lamida dentro de sus paredes vaginales.

Cuando al fin suena “plof” y noto su chocho abrirse, la tengo roja como un tomate; sin embargo no me duele, estoy mirando las paredes rocosas.

-      ¿te ha gustado? – me pregunta, ella.

-      Ha sido aterradoramente placentero. – le contesto y ella suelta una carcajada.

-      Puedes irte, llévate tus dos cosas; solo venme a ver alguna vez, estaré encantada de repetir. – me lanza un besito.

-      Nos vemos. – digo sin palabras. - ¿Cuál es tu nombre?

-      ¿mi nombre? – pregunta curiosa. – Kale ¿y el tuyo?

-      Brad.

Me visto, mientras ella sale volando; desaparece de mi vista, pero sé que me está observando. Agarro solo el orbe y un huevo, tras eso recorro el camino de vuelta; escalo la pared solo con equipo de escalada y sin cuerda, al llegar arriba.

-      Vaya, el folla dragonas está vivo. – suelta Carl, con cierto sarcasmo.

-      ¿Qué pasa? – rio ante sus palabras.

-      Desde aquí se escuchaba, tío. – se mofa Apolo

-      Yo también quería, no hay derecho. – se queja Spike.

Me pongo a desayunar, mientras mis compañeros me observan.

-      ¿Cómo es? – me pregunta Carl

-      ¿el qué? – arqueo la ceja, mirándolos

-      Follarte a una dragona. – añade Apolo

-      Joder, una putada; es como cuando comes carne de dragón, jamás puedes volver a comer comida normal. – suelto, provocando sus protestas.

-      Vas a tener que buscar dragonas para todos. – bromea Carl.

-      Pues mal asunto, es la última. – sentencio, consiguiendo sus abucheos.

-      Eres un egoísta, todas las espadas geniales para ti; las dragonas para ti, todo para ti. – se queja Spike.

-      Simplemente, tengo suerte. – rio, viendo que está molesto.

-      Eres un cabron, no le tenías miedo y la rechazaste; como si no fuera la humanoide más bella, que he visto jamás. – comenta Apolo.

-      Es triste que la orden esmeralda, haya asesinado a todos los dragones. – comenta Carl.

-      ¿Por qué lo hizo? – le pregunto.

-      Porque apoyaron a Arcadia. – sopesa él.

El silencio llego a mi campamento, pero fue momentáneo.

-      ¿Qué habéis escogido? – les pregunto.

-      Una caja llena de monedas de platino. – suelta Apolo.

-      Una espada mágica. – muestra Spike, pero no parece mágica; pero si especial, quizá.

-      Mi huevo de dragón. – me dice Carl, acariciando su tripa.

Por mi lado enseño el orbe y el huevo dragón.

-      Parece que acabo contenta. – insinúa Carl.

-      Si, parece que di la talla. – bromeo

-      Pues te escuche suplicar que te dejara. – ríe Apolo.

-      Pero luego duraste muchas horas más, pensé que morirías. – suelta Spike

-      ¿te confieso un secreto? Yo también. – comento con cara de circunstancias, provocando la risa de todos.

-      ¿y cómo definirías la experiencia? – me pregunta Carl.

-      Aterradoramente placentera. – respondo como a la dragona.

Ellos se miran entre ellos y se ríen.

-      ¿y ahora necesitaras dormir 2 días? – me pregunta Carl.

-      Que va, tengo energía para mantenerme despierto por lo menos tres días. – le respondo y el pestañea incrédulo.

Tras eso volvemos a pueblo Besolla, pero para mi sorpresa; nada más llegar allí, el guardia de la entrada…

-      Sir Bradley, el consejo le reclama en la mansión Hallbook – suelta de rodillas.

-      Nos vemos en el gremio. – digo, despidiéndome de los otros; que asienten.

Soy escoltado por el guardia que me conocía de antes.

-      Has llegado muy lejos Sir Brad – aprecia el observándome.

-      Si, supongo que sí; pero no puedo quejarme. – le comento y él sonríe.

Tras un poco en silencio, observando que el pueblo sigue con sus casas de troncos de madera; su gente humana casi por completo, con una afluencia media de la gente.

-      ¿y que quiere el consejo de mí? – le pregunto, con curiosidad.

-      Bueno, eres el noble local más importante; creo que están preocupado, por el reino libre del sur. – comenta por encima, lo que el supone.

-      Es bueno que me llamen ellos, asi me ahorraran tiempo; en el futuro voy a estar terriblemente ocupo, me temo. – digo y él se ríe, asintiendo.

La mansión es el único edificio del pueblo tallado en piedra, por la arquitectura se parece a la casa de Folmer; el enano que me tallo la espada, la dragona al final no me conto gran cosa sobre ella, pero sí que me fije que la temía.

Veo que la mansión tiene una vigilancia brutal, a todos he tenido que enseñarles mi espada o mi anillo; la decoración no es tan bonita como la del enano, pero se nota que esta echa por manos enanas.

Llego hasta una mesa, donde hay 4 ancianos; con cara preocupada, la mayoría calvos…uno de ellos alto, otro lleno de heridas y cicatrices; otro de ellos con pelo a los lados como Sebastián y el ultimo, bastante rechoncho.

-      ¿nos miras de igual a igual? – me pregunta el más alto.

-      ¿Cómo dice? – le pregunto, agarrando por costumbre el mango de mi espada.

-      No hemos visto tu reverencia. – tose, el gordito.

Los 4 se muestran contrariados de que no haya echo reverencia alguna.

-      Ah disculpad mis modales, como sabéis; no nací en cuna de noble. – dejo caer, mientras hago una reverencia; desganada y un poco forzada, pero sin dejar de ser una reverencia.

-      Eres disculpado. – admite el medio calvo.

-      ¿estas enterado de los movimientos de Sir Norman Wesley? – me pregunta, el de las cicatrices; le miran mal sus compañeros, pero se nota quiere ir al grano.

-      Por entero. – admito.

-      ¿y? – pregunta el rechoncho.

-      ¿y qué? – interrogo.

-      ¿y qué piensas hacer? – pregunta el alto.

-      Es obvio, si el une los feudos del sur; nosotros tendremos que unir los del norte. – le contesto, relajadamente; ellos hablan entre ellos.

-      ¿Estas enterado de que busca una alianza con cualquiera de los dos imperios? – me pregunta el de las cicatrices.

-      Sí, pero eso no me preocupa. – le quito importancia, pero veo por sus gestos; que a ellos sí.

-      ¿Por qué no te preocupa? – intenta saber el medio calvo.

-      Es simple, si se mete una gran potencia a su lado; la otra buscara alianza con nosotros. – sopeso, ellos abren los ojos de par en par y parecen estar de acuerdo.

-      Queremos redactar una carta y que tú la lleves, por toda la región del norte; ¿es posible? – me pregunta el rechoncho.

-      Nos ha dicho un pajarito, que pensabas estar moviéndote. – confiesa el medio calvo.

-      Un pajarito llamado Curny. – confiesa el de las cicatrices.

-      Me parece bien. – asiento, aceptando su petición.

-      No puedes abrirlas bajo ningún concepto. – me avisa el alto.

-      Entendido. – admito, tras eso se acabó la reunión; demasiadas emociones por hoy, ya tengo suficiente.