Espada II: Gladius Regis Capítulo 19

Bradley vuelve a casa, tiene una hermosa reunión familiar; cuenta varias aventuras, tiene un pequeño encuentro sexual y presenta a su nuevo hijo dragón. Mañana partirá a la guerra, asi que hace las preparaciones previas para ello; aun asi mañana tendrá que madrugar y continuar preparando para partir

Serie La espada II

Gladius Regis

Capítulo 19. Cena en familia

Tras el baño, me pongo un atuendo echo para mí con seda y gemas digna de la nobleza; ni siquiera lo he estrenado hasta ahora, me siento raro con ella. De todas mis espadas, que dejo a buen recaudo en mi habitación en el estante para espadas; llevo tan solo dos, la Gladius y la espada Hearling puesto que estoy en las tierras Hearling.

Arreglo mi barba, mi pelo; aunque carezco de las habilidades de alguien nacido como noble, he estado practicando y lo llevo mejor que cualquier plebeyo.

Rojo se queda asombrado mirándome.

-      Papa, no pareces ni tú. – deja caer, haciéndome sonreír.

-      Vamos hijo, hoy te presento en sociedad. – lo rodeo con mi brazo hasta llegar a su hombro, lo empujo para que empiece a caminar; ya que está un poco reticente, debido a los nervios.

-      ¿crees que me aceptaran? – me pregunta, mirándome para analizarme.

-      No lo dudes, lo harán. – digo, mientras avanzamos.

Los soldados al verme, hacen una reverencia; el palacio está más lleno que nunca de soldados, una vez que llego al salón veo porque.

Mis padres han venido, están junto a mi prometida; justo enfrente mis amigos, por ultimo Rojo y yo llegamos al salón…todos nos miran, Spike cierra la boca; pero estaba muy entretenido contando nuestra historia.

-      ¡hijo mío! – se levanta mi madre y corre a abrazarme, mi padre quiere hacer lo mismo pero se contiene; guardando las formas.

-      A mis brazos, padre. – le pido y este se une al abrazo.

Mi esposa nos observa complacida, Spike sonríe; Argos simplemente me mira, porque lleva el casco y no se lo quita ni para comer o beber para variar.

Una vez que el momento abrazo pasa.

-      Asi que coleccionas mujeres, espadas y títulos. – tose mi mujer, echándomelo en cara.

Ambos mantenemos una sonrisa cordial.

-      No necesariamente en ese orden. – bromeo, ella me mira mal y yo miro mal a Spike; que se mete comida en la boca para disimular.

Entonces todos reparan en Rojo.

-      Hijo, no mires atrás; pero un niño muy colorado te sigue. – observa mi padre, tengo que reír ante esa observación.

-      Os presento a todos a Rojo, mi hijo dragón. – digo empujando a Rojo para situarlo delante.

Mi mujer mira a Spike, este asiente; mis padres se miran entre ellos, luego sonríen.

-      ¿asi que soy su abuela? – pregunta mi madre, la primera en reaccionar.

-      Si, madre; lo sois. – admito y ella achucha a Rojo, que feliz se deja abrazar y besuquear por su abuela.

-      Menos mal que te deje viajar con esa espada, ¿Qué por cierto, donde esta? – pregunta, al ver que no la llevo; preocupado.

-      Como vos dijisteis padre, lo que un día los dioses dan; otro día te quitan, teníais razón como siempre. – le cuento, él sonríe; pero observa las dos espadas que llevo.

-      ¿Dónde están las demás? – interroga, con curiosidad.

-      A buen recaudo, ¿Qué tal la vida de noble? – le pregunto, sentándome a la mesa; beso a mi amada que me abraza y me devuelve el beso, susurrándome al oído. – Ya me contaras más a fondo todo esto. – te lo contare. – le digo confiado.

-      Genial, me estoy haciendo espadachín como tu; tengo tutor y todo. – comenta ilusionado mi padre.

-      Incluso dice que a la siguiente batalla o aventura él también va. – ríe mi madre, haciéndonos reír a todos.

Lake y Rojo se sientan rodeando a su abuela, esta los atiende a ambos con mimo; aunque a Rojo ya casi no le hace falta que le cuiden, pero mi mujer no se da por satisfecha.

-      ¿asi que contra quien compito? Una dragona, una reina; una princesa, una aventurera. – enumera mi esposa.

-      No sé, perdí la cuenta. – me rio haciendo reír a todos, excepto a Spike que traga fuerte con mi mala mirada. – pero no compites con nadie, todas sois mis mujeres o novias o amantes; lo que quiero decir que os quiero a todas por igual, os contemplo a la misma altura. – me explico, por su gesto extraño; ignoro si la estoy cagando o lo estoy mejorando.

Mi padre tose y cambia el tema.

-      He traído las tropas de villa Bradley de la espada magna, ¿queréis la lista? – me pregunta, me pilla un poco en otro tema; pero asiento.

Ejercito de mi padre:

Guardia noble: 60

Leva: 120

Milicia: 240

Total: 420

-      Está muy bien, veo que la villa ha crecido. – comento, el asiente feliz.

-      Ya sabes otra cosa no, pero de granjas; entiendo un poco, ahora que tengo más terreno… - empieza a contarme.

-      Ahora que tiene más terreno se ha vuelto loco y la villa pronto crecerá más. – advierte mi madre, dándole de comer a Rojo que se deja mimar y está encantado; igual que a Lake.

-      Yo que pensaba que me ayudaríais a convencerlo de que no fuera. – protesta mi Annah, mi mujer.

-      Asi que ese era tu terrible plan. – la acuso, sin malicia.

-      ¡Si! ¿es un crimen preocuparse por su marido por adultero que sea? – pregunta, haciéndonos reír a todos. - ¡no tiene gracia! – se queja, enfadada.

-      No es que yo sea un entendido en la materia ni nada, pero el héroe del norte es él; los soldados, las gentes lo admiran a él y si él no va… - empieza a decir mi padre.

-      Mucha gente se echará atrás, porque irán por él. – se suma mi madre – no te confundas por supuesto que no quiero que mi hijo muera, pero confío en el; sabe apañárselas. – suelta mi madre lo que piensa.

-      Sí que sabe cuidarse. – comenta Spike, hasta que Annah lo mira mal y baja el tono hasta desaparecer.

-      Además la única forma de asegurarme de ganar es estar allí. – dejo caer, ganándome una mala mirada de ella.

-      ¿antes de partir haremos otro heredero? – pregunta ella, mi padre tose atragantado; mi madre se ríe y nos mira indirectamente, Spike pega la oreja con curiosidad y Argos niega con la cabeza.

-      El medico te recomendó un año de descanso antes de tener otro. – me excuso, ella empieza a llorar montando un espectáculo.

-      ¿y si mueres? Te abre perdido para siempre. – me pega entre llanto.

-      Hijo, no se discute con mujeres; dale lo que quiere y ya está. – me aconseja mi padre, se lleva un cate de mi madre. – lo siento, cariño; ¿ves? – arquea la ceja y se lleva otro, todos nos reímos; al respecto.

-      Al menos hazle caso a tu padre, sino no te dejare partir. – me contesta, poniéndome entre la espada y la pared.

Miro a mi padre, este asiente; luego a mi madre esta dice que si con disimulo, luego a Spike que pone cara picara en respuesta y Argos se encoge de hombros.

-      ¿y si te pasa algo malo? ¿y si te hago daño? – le pregunto asustado.

-      ¿y si mueres? – me pregunta, insistiendo.

Suspiro, me rasco la cabeza; sé que no tengo otra opción, quiere un heredero de los dos legítimo y no la culpo…ni siquiera yo sé si saldré con vida de esta, todavía si controlara todos mis poderes de dragón y si tuviera a luciérnaga dorada; no dudaría tanto, entonces me negaría en redondo.

-      Está bien, pero debes prometerme que mis otras mujeres serán amigas tuyas y las trataras como iguales. – le pongo como condición.

-      Si lo que quieras. – acepta, para que haga lo que ella quiere.

-      Quiero tu palabra de noble. – le exijo ella frunce el ceño y se pone muy seria, casi enfadada.

-      Está bien, lo juro; delante de estos presentes. – dice fastidiada.

Tras esto me fue imposible quedarme en la cena, me rapto a la cama conyugal; mis padres quedaron cuidando de Rojo y atendiendo a mis amigos, cenando y escuchando anécdotas de mis viajes.

Mi padre Arlen y mi madre Raina, son impresionantes; plebeyos que han sabido reinventarse y dirigir un feudo noble, no cualquier plebeyo sería capaz de hacer eso y estoy orgulloso de ellos, aunque no se lo haya dicho.

Anna Hearling, está ansiosa de mí; me va pegando contra las paredes para besarme y tocarme, algún soldado se ha tenido que apartar para no quedar en una situación un tanto comprometida.

-      ¿Qué piensas cuando te acuestas con otra? – me pregunta entre besos, con un tono extraño de cierto morbo.

-      Cuando estoy con una mujer me olvido de las demás y solo pienso en ella. – le contesto, ella suelta una risita.

-      Pensaba que pensarías en mi o en ellas, cuando estás conmigo. – declara, asustándome un poco.

Seguimos el camino, hasta llegar a otra esquina y tras volvernos a enrollar.

-      Hay una cosa que no entiendo, ¿Por qué coleccionas tantos títulos y espadas? Porque lo de las mujeres lo entiendo; tener mujeres distintas a todo hombre poderoso le gusta, cuanto más y más dispares mejor. – suelta, confesándome lo que piensa.

-      Las espadas me encantan, los títulos son porque adoro ser importante; antes no era nadie, ahora cuanto más importante sea mejor. – le explico y ella se acerca a mi oído con una sonrisa explicita.

-      Eres ambicioso, eso me gusta y me pone. – gime, algunos soldados miran la escena un poco cortados.

-      Sigamos en la alcoba. – le pido, avergonzado.

Ella se engancha a mí con brazos y piernas.

-      Mmm…no puedo esperar. – gime, causando que aún mas soldados nos miren.

Al fin llegamos a la habitación que abro como una exhalación, la cierro con una patada; la tiro sobre la cama, mientras tiro mis espadas a un lado.

-      ¿Qué me vas a hacer príncipe malo? – me pregunta con voz erótica y gesto aún más erótico.

-      Voy a embarazarte y hacerte mía. – la amenazo, mientras me desnudo; ella abre las piernas, para que se le entrevea la ropa interior.

-      ¿contra mi voluntad? – pregunta, chupándose un dedo.

-      Muy en contra no parece – suelto, haciéndola soltar una carcajada.

-      Vente a la cama, que hoy la vamos a romper. – amenaza ella.

-      Espero que asi sea, me sentiré muy decepcionado sino. – comento, mientras me tumbo a la cama; ella sonríe y se pone sobre mí, mientras nos besamos y nos tocamos.

Mientras todo esto ocurría, varias lechuzas; palomas y algún que otra ave rapaz, se encaramaron a los grandes ventanales.

-      ¿esto qué es? – pregunto sorprendido.

-      Mensajes de guerra, pero olvídalo ahora. – me pide mientras seguimos con el ritual.

Mis dedos arrancan sus primeros gemidos, ella se refrota contra mi aumentando esos mismos gemidos; me acaricia loca de amor, pensando que puede ser la última vez que lo haga y los pájaros están ahí para recordárselo. Nuestras bocas ahogan nuestros gemidos, sin separarse ni para respirar; nos hemos echado de menos y eso se nota, casi no queremos despegarnos el uno del otro. Nuestra ropa va sobrando, cada una vuela a un lado u otro de la habitación; cuanto más desnudos estamos, más nos sentimos y acariciamos.

Pronto la ropa no es una barrera plausible entre nosotros, por lo que acabamos teniendo sexo; mi palo endurecido al máximo acaba entrando en su prieta y caliente rajita húmeda, que ya le chorrea de deseo.

Mientras ella se mueve y yo me muevo al contrario para aumentar el placer, ambos acabamos gritando de placer; puesto que ambos estamos bastante en forma y mantenemos un ritmo brutal, que nos mantiene al máximo todo el tiempo. Me corro varias veces dentro de ella, pues no para de decirme palabras calientes: “préñame” “te voy a hacer papa” “soy toda tuya” e infinidad de cosas similares; me exprime bien exprimido durante toda la noche, prácticamente no me deja pegar ojo y cuando lo pego al rato ya está calentándome de nuevo para hacerlo otra vez.

El despertar del nuevo día, trae la visita de Albert con las tropas de Roca verde y las tropas especiales; también llega Ward con las tropas del Adalid blanco, por ultimo llegan tropas de Rodernack y una carta del rey.

Tengo mucho que hacer por la mañana, muy pocas fuerzas por cumplir como marido; asi que mientras los sirvientes hacen el desayuno, mis amigos se encargan de atender los ejércitos que llegan y mi mujer de leer las cartas.

Por mi lado, me doy un buen baño; voy a tener un ejército de verdad bajo mi mando, no puedo ir oliendo a choto o con un aspecto de plebeyo aunque sea lo que realmente soy.

He aprendido en este mundo, que el aspecto dicta muchas veces lo que eres y no tus acciones; por desgracia.

Mi general en funciones, ya que De la Rose esta indispuesto; se encargará de contabilizar a las tropas, pronto iremos a la batalla y necesito saber cuántas tropas de total confianza llevo conmigo.

La guerra me espera.