Espada II: Gladius Regis Capítulo 17
Bradley finalmente es llamado por la reina de los caballos que quiere recibirle, sus amigos bromean sobre lo que pasaría si la reina y él se encontraban; ninguno sospechaba que realmente podían tener razón y que un encuentro entre estos seria, explosivo y que mejor forma de tratar negociaciones
Serie La espada II
Gladius Regis
Capítulo 17. Reina de los caballos
Bradley y Greck son reverenciados y aplaudidos como ningún otro hombre en Wathead, mientras atendían al resto las mujeres; la general Devora, obligo al resto de competidoras a pasar por nosotros…darnos la mano, hacernos una reverencia; aceptar su derrota y desearnos suerte, todo es un caos en las gradas. Las mujeres parecen confundidas por el discurso de su propia reina solo la generala parece haberlo entendido bien, algunas nos abuchean; otras nos vitorean, los hombres se salen del pellejo silbándonos eufóricos y aplaudiendo con fuerza.
Por ultimo pasa la general por nosotros a cada uno nos dice un mensaje.
- Eres increíble Bradley, estaré encantada de enfrentarme a ti la próxima vez. – me dice a mí.
- El honor será mutuo. – digo, estrechando nuestras manos.
Greck parece ligotear con ella y recibir lo mismo de vuelta, ya que ambos se ríen. Spike suelta una carcajada y fanfarronea como siempre, ella parece impresionada por la defensa de Argos. Carl y ella intercambian palabras sinceras y relajadas, entre expertos se entienden. A Apolo le da un par de consejos que este acepta de buen grado y por ultimo acaricia a Rojo.
- Tenéis un buen grupo Brad, seguid asi. – me recomienda la general retirándose.
En ese momento llega Kat, parece contenta; nos mira con orgullo, le saca la lengua a las que nos mira mal.
- Sois asombrosos todos. – nos felicita.
- Todo fue idea de Bradley. – confiesa Carl.
- Fue una gran idea. – apoya Apolo.
- Lo ideamos entre todos. – le quito importancia.
- Mi papel fue decisivo, ¿verdad? – pregunta Spike, casi convencido.
- Si, tu eres el héroe. – sonríe Greck.
- Espero haber ayudado con mi férrea defensa.
- Todos habéis ayudado, sin vosotros ni Greck; ni yo, hubiéramos ganado…esa general es terrible. – suelto, haciendo reír a todos.
- Hablando de terrible, ten cuidado; pero la reina quiere hablar contigo en palacio, a solas.
- Ya cae otra. – suelta Spike, haciéndonos reír.
- Yo no estaría tan segura. – rebate Kat.
- Nadie se resiste a nuestro Bradley – argumenta Apolo.
- Nadie. – apoya Greck.
- Ni siquiera las dragonas. – cuenta Carl, las carcajadas resuenan por todo el hipódromo.
- Vamos, iré; no la lieis en mi ausencia, si vais a machacar algún culo esperarme. – les pido y Kat sonríe.
- Tranquilo, yo me encargare de estos; piezas. – me guiña el ojo y me deja marchar, más tranquilo.
Por la calle muchas mujeres miran para otro lado porque se sienten humilladas, algunas me felicitan; otras me sonríen simplemente, hasta que llego a las puertas del palacio.
- ¿Qué trae a uno de tu genero a estas puertas? – pregunta la soldada de la derecha.
- ¿ganar la carrera te ha trastornado? – pregunta, haciendo reír a su compañera.
- Apartaos, la reina me espera. – pido con educación, lo que aumenta sus risas.
- No puedes pasar – niega con la cabeza la soldada de la derecha.
- Voy a pasar quieras o no quieras. – la aviso, ellas se ponen serias.
- ¿eres sordo o tonto? – increpa la soldado de la izquierda.
Le pego un puñetazo en la barriga a la soldado de la derecha, esta se encorva y va un rodillazo a su cara; la otra intenta desenfundar y la dejo inconsciente chocando su cabeza contra la puerta, tras eso entro dentro.
Camino hacia delante por la alfombra roja sin desviarme, por todos lados patrullas de soldados femeninas tratan de perseguirme; me encuentro una patrulla por delante y abro los brazos derribando a dos del tirón, esquivo dos estocadas y con dos codazos en el pecho…remato con dos puñetazos en la pelvis y dos en la cara de espaldas a ellas, sigo avanzando hasta llegar a una puerta enorme; custodiada por 1 superiora, 1 oficial y 4 soldados.
- Apartaos. – ordeno con orgullo.
- ¡ahí esta! – gritan por detrás y me veo rodeado de chicas guardias.
- El tiene una cita con su majestad, dejadlo pasar. – dice la superiora con cara de pocos amigos y muy seria.
- Pero ha dejado inconscientes a algunas guardias y herido a otras… - protesta a otra.
- ¿no habéis oído a la superiora? – dice la reina, apareciendo tras abrir las puertas; muy seria.
Todas se ponen de rodillas menos yo, no se atreven a abrir la boca siquiera.
- Habeis echo un buen trabajo llegando hasta aquí, pasad. – me felicita y me deja entrar apartándose.
- Tambien habría podido pasar por aquí, pero hiriéndolas con mis armas. – comento y ella asiente.
- No tengo ninguna duda, pero con la demostración de pericia; ha sido suficiente, el resto lo demostró la carrera de caballos. – argumenta, me lleva hasta su sala del trono; donde ella se sienta en su trono y me mira desde arriba, yo la miro de pie.
Nos quedamos observándonos un poco, sin duda es una mujer muy femenina; con un cuerpo de una diosa, la cara de una diosa y su piel brilla fuera de lugar. Su pelo es moreno, sus ojos son del color del mar; sin embargo no tiene un pelo fuera de lugar, su atuendo solo tapa sus vergüenzas y a lo justo.
- ¿os habéis saciado ya? – me pregunta, retándome.
- Es imposible saciarse de vos y vuestra belleza. – la alago, haciéndola sonreír; sus dientes son tan blancos, que no parece haberlos usado nunca.
- Sois un adulador, casi me place vuestra compañía; casi. – suelta, con su voz dulce y maternal.
- ¿para que me habéis llamado, reina de los caballos; gobernante de Wathead, superior de hombres? – le pregunto, poniendo su título al completo; para seguir adulándola.
- Sois un hombre inteligente, que sabe tratar a una mujer; sabes combatir, pero no te has vuelto rudo por ello. – me juzga en voz alta.
- Tenéis razón, los guerreros de espada; debemos ser más refinados y los nobles o miembros de la realeza, tenemos que ser inteligentes y sabernos comportar en presencia de alguien importante. – le hago una reverencia cuando digo la última parte, ella está encantada con mi presencia.
- Vayamos al grano, estas conversaciones pueden llegar a ser muy aburridas y podemos divertirnos un rato después. – comenta, para que entienda que tras el deber; abra placer.
- ¿Cuántos hombres y mujeres vais a cederme? – le pregunto, yendo al grano.
- La mitad de mi caballería, la mitad de mi infantería; todo mi batallón masculino. – responde escueta.
- Os lo agradezco mi reina. – le vuelvo a hacer una reverencia, agradecido.
- Ahora, contadme; ¿Cómo habéis hecho lo de hoy? – me pregunta, ansiosa por descubrir mi secreto.
- Con buenos amigos, buenas espadas y valor desmedido; a parte de una buena estrategia, nadie puede hacer nada sin eso. – le explico, ella escucha atentamente.
- Nuestros hombres no son como vos, pero debo agradeceros lo que habéis hecho; gracias a eso, podre darles más valor. – me agradece y explica porque quería que participáramos en la carrera.
- Quizá podrán convertirse en esto, si le dais la oportunidad. – opino y ella asiente dubitativa.
- Bueno, ya hemos hablado todos los temas aburridos; ¿os placería tomar un refrigerio en mis aposentos? – me pregunta, directamente.
- Me complacería en demasía, no merezco tal honor de su persona. – la alago de nuevo, ella ríe.
- Acompañadme, confío en vuestro silencio al respecto; la reina debe tener hijos, pero no puede meter a ningún hombre en su alcoba y no todos los días aparece un hombre de vuestro calibre. – me explica, para que entienda a que se refiere; recuerdo las palabras de mis amigos y sonrío, ella cree que sonrío por lo que ella dijo y sonríe conmigo.
Llegamos a su alcoba, parece más cómoda que decorada; hay una cama enorme, en la cual podrían dormir más de 20 personas.
- Me siento tan sola en esta alcoba… - dice, tumbándose en esta y haciendo la croqueta en la cama.
- Puedo haceros compañía ahora, si queréis. – hablo, tumbándome en la cama a su lado.
Rápidamente ella rueda sobre mí y se sienta a horcajadas con una pierna a cada lado, su parte sobre mi parte; la armadura y espadas que tan útiles me son siempre ahora me estorban.
- Deberíais desnudaros. – sugiere ella, va a agarrar la Gladius; pero antes de que lo haga, la agarro yo y la lanzo lejos.
Lo que me faltaba que le cayera un rayo a la reina en su alcoba en mi compañía. Ella mira curiosa mi gesto, cree que no quiero que agarre mis espadas; por lo que empieza a quitarme la armadura, mientras me encargo de lanzar mis espadas al mismo lado. Pronto estoy desnudo y ella vestida.
- Si me permitís, creo que a vos; también os sobra ropa. – comento haciéndola reír.
- Es posible que tengáis razón, ¿podéis ayudarme? Una reina no se desnuda sola. – suelta, para que la ayude a desnudarse.
Sus grandes pechos pronto quedan sueltos y mirando al cielo, ella se quita la prenda de abajo; demostrándome que viene tal y como nació, sin un pelo fuera de lugar.
- Que raja más hermosa tenéis. – digo, ella se ruboriza poniéndose como un tomate.
- Sois un zalamero, aunque vuestro palo; también es bastante hermoso y duro. – dice tocándolo y apretándolo a placer.
Aprovecho para deleitarme con sus pechos tocándolos y besándolos.
- Vuestros pechos saben dulces, ¿qué le hacéis para que estén en su sitio y a la vez sean tan blanditos? – le pregunto, ella vuelve a ruborizarse.
- Soy una chica llena de secretos, pero jamás cuento ninguno. – suspira ante mis caricias, mientras se la roza por la entrada; nos besamos en los labios, cediendo al placer de la carne.
Es bastante buena besando, su lengua es tan ancha que no me cabe en la boca; pero tan sabrosa y esponjosa, que quieres metértela en la boca y te hace la boca agua.
Pronto se deja caer por ese palo, cuando se cueva se vuelve húmeda; está bastante prieta, rodeando mi palo y resbalando hasta el fondo sin necesidad de ayuda. Apaga sus gemidos en mi boca, mientras me acaricia por todas partes; como si le gustara todo de mí, mis manos recorren sin freno cada curva de su ser y es que sus nalgas son tan redonditas tan perfectas.
Ella empieza a moverse rico con mi palo metido hasta el fondo de su raja, su humedad empieza a chorrearme por mis huevos; su saliva inunda mi boca en un beso muy húmedo, nuestras manos nos exploran mutuamente.
Pronto empieza a temblar como loca, gime más fuerte; se aferra a mí para no caerse, ya que sus fuerzas flaquean. Agarro sus nalgas y la muevo para no perder el ritmo, ella grita como loca y le cuesta respirar por lo rápido que va su respiración…Empiezo a gemir, anunciando mi primera corrida; ella al notar el semen caliente entre sus piernas pega un profundo gritito, cae desmadejada sobre mi e intenta recuperar su aliento.
- Sois un polvorilla bueno. – suelta riéndose, aun ahogada.
- Sois bastante placentera. – le confieso, causando su rubor una vez más.
- Casi me matáis de placer, os agradezco vuestro regalo blanco; sin duda de ahí nacerá un hombre como vos, que plantará la semilla de hombres de verdad en mi reino. – acaricia el vello de mi pecho.
- Una muerte asi, sin duda es la que le pido a los dioses. – suelto, haciéndola reír.
- Si queréis puedo cabalgaros hasta mataros, para asegurarme una descendencia vuestra. – propone, haciéndome reír.
- Ya es hora de que actué yo, para que veáis el poderío de un hombre de verdad; como deseáis. – suelto, sorprendiéndola; no dice nada, pero en su gesto lo veo claramente.
La agarro de las nalgas, me acerco a la pared; se la meto sin contemplaciones, mientras ella intenta ahogar un gemido de placer y dolor a la par sin éxito. Empiezo a embestirla abriendo sus piernas todo lo que dan de sí, ella abre la boca conteniendo un placer y dolor profundo; ella acaricia mi espalda y besa mis labios, mientras empieza a jugar con sus dientes.
Conforme voy aumentando el ritmo, sus berridos de dolor y de gusto empiezan a no poder disimularse; su raja está chorreando y con cada impulso se le introduce más aún si cabe, roza que da gusto y ella empieza a arañarme la espalda.
- Uf, para; para que me voy. – me pide, mientras gruño de dolor; por sus uñas.
- Te voy a reventar contra la pared. – la amenazo, ella abre los ojos de par en par; como si esas palabras lejos de la cortesía anterior, le dieran un morbo brutal.
- Agh, cabron; cabronazo. – suelta, pegándome un bocado con fuerza en mis labios y apresuro todavía más mi ritmo; haciéndola reventar en un sinfín de gemidos y tembleques, intenta arquear su espalda pero la pared no se lo permite.
Queda semiinconsciente cuando comienzo a correrme en su interior a borbotones hasta el fondo, ella recupera poco a poco la consciencia; me mira aturdida, bastante atontada.
- Sois un hombre de verdad. – acepta al fin, mientras la dejo caer en la cama.
Toco mi espalda denotando que tengo sangre, y mi labio; que también está sangrando, ella sonríe.
- Lo lamento, me deje llevar. – se disculpa, pero no parece sentirse muy mal; no para de resoplar y suspirar, aun el placer no ha desaparecido de su cuerpo.
- Os disculpo por el placer que me habéis dado. – acepto sus disculpas, ella sonríe.
- ¿ahora adonde iréis? – me pregunta.
- Vuelvo a pueblo Besolla, ahí es donde debo reunirme con las tropas. – le cuento y ella asiente.
- ¿no podéis echarme el ultimo? – me pide.
- No, no puedo; quiero dejaros con ganas de más, para que queráis repetir. – le niego, dejándola perpleja.
- Siempre voy a querer repetir algo como esto, os lo imploro; folladme de nuevo. – me suplica, haciéndome sonreír con mirada de suficiencia.
- Está bien, pero el ultimo; no podéis haceros una idea de la prisa que tengo, de lo tarde que se me ha hecho. – suspiro agobiado, pensando que si llego tarde y Norman ya ha conquistado el centro cuando llegue; nuestro avance será inútil, no podremos detenerlo y proteger todo el norte de ninguna forma.
Me tiro sobre la cama, revotando los dos en ella; nuestros brazos y piernas se unen para enredarnos el uno frente al otro, los dos de lado besándonos y rozándonos sin olvidar meternos mano.
- A nadie le amarga un dulce… - deja caer.
- No…si yo pudiera te daba todo el día, pero no puedo; zanjemos esto. – sentencio, tras contarle.
- Vendrás a verme pronto. – me pide, como si lo necesitara.
- Lo más pronto que pueda. – aseguro, tras eso seguimos con lo que estábamos haciendo.
Haciendo un futuro bebe heredero para el reino de Wathead, con suerte un varón como quiere su reina; si no hay suerte una hembra, que seguirá siendo la reina sin más como su madre.