Espada II: Gladius Regis Capítulo 12

Bradley se reune con sus amigos, los lleva hasta Nera Blanca; allí todos ven como la feria blanca se esta terminando de montar, todos se asean y comparten la cena con el sabio blanco. Luego cada uno se dividen en pequeños grupos, para divertirse en esta; Kat y Brad tendrán una cita al fin...

Serie La espada II

Gladius Regis

Capítulo 12. Cita en la feria blanca

Tras ir dando tumbos de aquí para allá con el gran caballo blanco, llego al fin hasta mis compañeros; desmonto del caballo de un salto, agarrando las riendas y lo freno con mi fuerza.

El caballo me mira mal y relincha a disgusto, mientras mis compañeros salen a recibirme.

-      ¿y ese caballo? – pregunta Carl

-      Cuando has tardado – se queja Greck

-      ¿Cómo esta Spike? – pregunta preocupado Apolo

-      ¡Papa! – grita, rojo; abrazándome.

-      Dejadlo responder, lo agobiáis. – ríe Kat.

-      Está vivo, me lo han prestado; recoged el campamento, nos esperan en Nera blanca. – les pido, contándoles lo importante.

-      ¿y el otro caballo? – pregunta Argos.

-      Eh…murió, lo siento; todos sois mi familia, me puse muy nervioso cuando vi lo que le paso a Spike. – les confieso, apenado; todos los hombres que no saben que decir me dan palmaditas en la espalda, lo que equivale a 6 meses de terapia para ellos.

Argos que carece de delicadeza simplemente me mira y pasa del tema.

-      Eres un buen chico. – dice Kat, me abraza y me besa en los labios frente a todos; todos nos vitorean y comentan cosas por lo bajo, nosotros nos ruborizamos, pero seguimos.

-      No te olvides tu espada – recomienda Carl.

-      No queremos más accidentes. – ríe Greck, haciéndonos reír; aunque mi gesto se torna en preocupación.

Vamos caminando, hasta que llegamos a la entrada de Nera Blanca; mis compañeros miran la puerta y me miran preocupados.

-      La preocupación. – rio divertido, haciéndolos reír preocupados.

El ambiente es mucho más distendido que antes, mucha gente anda montando casetas; kioscos, para la feria de esta noche.

-      Vaya hombre. – se queja Argos.

-      ¿te molesta el ambiente festivo? – le pregunto, el resopla con cara de aburrido; no hace falta que conteste, para pillar la respuesta.

-      A mí me encanta. – admite distraída Kat.

-      Sera bueno divertirse – suelta Carl, mirándolo todo.

-      Es la primera feria que vamos a vivir juntos. – comenta, Apolo divertido.

-      ¿una feria? – pregunta Greck absorto, incapaz de imaginar que es.

-      ¿papa, que es una feria? – pregunta Rojo.

-      Una feria es donde las familias olvidan sus problemas y se divierten hasta bien entrada la noche; hay casetas donde jugar, pruebas de todo tipo y las tabernas abren la barra a la calle. – le explico, tanto al niño como a Greck.

-      ¿y cuando dices que empieza? – me pregunta Greck, ansioso; tanto o más que Rojo.

-      Papa, ¿puedo ir? ¿puedo? ¿por fa? – me suplica Rojo, saltándome en la cabeza; mientras la gente lo mira extrañada.

-      Esta noche empieza, si iremos; todos tenemos que pasarlo bien, necesitamos pasarlo bien. – admito a regaña dientes.

Una mama que pasa con su hijo del brazo…

-      Mira mama, ¿eso qué es? – le señala el niño.

-      Un perro – contesta ella, con cara extraña; ya que no sabe que es realmente.

-      ¿un perro? ¿puedo tener uno? ¿puedo? – pregunta este, insistentemente; mientras la mujer no sabe cómo negárselo.

Por otro lado, la gente balbucea sobre mí.

-      ¿ese no es el que se cargó la puerta? – le pregunta uno a otro

-      Sí, creo que es el. – contesta el otro mirándome.

-      Maldito, tipo. – se queja un tercero.

-      Sino fuera noble… - rechista el primero.

-      ¿noble? Es de la realeza, no lo mires mal o te mandara matar. – comenta el segundo.

Realmente solo los miro y todos se dispersan huyendo despavoridos.

-      Veo que causas sensación. – observa Kat, intentando animarme.

-      La puerta me la cargue por Spike. – suspiro, soltándolo.

-      ¿Perro? No soy un perro. – se queja Rojo.

-      Mejor asi, menos problemas. – argumento y él se encoge de hombros, como si eso no le importara.

Al llegar al palacio, un desfile de 50 guardias blancos nos están esperando; cuando el desfile acaba, el sirviente de antes se nos acerca.

-      Señor Bradley, en el cuarto de su lado esta su amigo que ya recupero la consciencia e insiste en verle; los demás síganme, en la cena tendrán tiempo de conversar. – explica el sirviente.

Algunos de mis compañeros insisten en ver a Spike, pero el sirviente les dice; que primero vayan a su cuarto y se aseen, que luego el los llevara a ver a Spike.

Kat se despide de mi con cierta pena, viendo mi gesto triste; junto con Rojo, me encamino a la alcoba de Spike.

-      Papa, ¿Por qué estas triste? – me pregunta Rojo.

-      Por muchas cosas. – contesto sin querer entrar en detalles.

-      ¿es por Spike? – me pregunta Rojo, suspiro.

-      En parte, hice daño a gente; salvando a tu tío Spike, no controlo mis poderes cuando me altero.

-      ¿ves la importancia de meditar? – me recrimina y asiento, resoplando.

-      Lo mío es la acción, jamás aprenderé a meditar. – replico apenado y él se ríe.

-      Eres un hombre de acción. – suelta, haciéndome reír a mí también.

Una vez entro en la habitación, veo a Spike acostado y mirando la luz de la ventana; llamo a la puerta, el me mira y me mira con vergüenza en el rostro.

-      Hola Spike, viejo amigo; ¿Cómo estás? – le pregunto

-      Tito Spike, ¿sobrevivirás o morirás? – le pregunta Rojo, asustando a Spike, saltando sobre su cabeza.

-      Sobreviviré espero, me siento extraño; lo siento Brad, te he causado problemas y eso no me lo perdono. – se empieza disculpar.

-      No importa, tu sobrevive; eso es lo que importa. – le comento, el asiente.

-      El gran Spike es demasiado para morir por tan poco. – suelta, haciéndose el duro; luego se queja, al haberse movido y tanto Rojo como yo nos reímos.

-      Tu piel ha cambiado, te has tostado. – comenta Rojo, haciéndonos reír a los dos.

-      No volveré a tocar una de tus espadas. – promete Spike.

-      Me alegro que aprendieras la lección, las armas mágicas son poderosas pero también; son peligrosas. – argumento, para que lo entienda.

-      Casi no quiero la mía. – sopesa, haciéndonos reír.

-      Tranquilo, la tuya es tuya; no te hará daño. – le explico, para tranquilizarlo.

-      Supongo… - admite a regaña dientes.

-      Lo que más lamento, es que te vayas a perder la feria. – digo, haciendo que su gesto se abra de par en par.

-      ¡¿feria?! – grita, haciendo el amago de levantarse; su cara se torna a un gesto de dolor, mientras se retuerce y lloriquea. – yo quiero ir a la feria, quiero ir.

-      Dejémoslo solo, necesita tiempo para asimilarlo y recuperarse. – comento a Rojo.

-      ¿puedo quedarme con él? – me pregunta Rojo.

-      Si, quédate con él; claro, nos vemos para la feria y la cena. – comento, extrañado.

Voy a mi habitación y me hecho una siesta, estoy muy cansado; cuando vuelvo a despertar, unos nudillos me llaman para la cena.

Salgo ya con mi ropa, armadura y mi todo; allí está todo el grupo, incluso Spike con Rojo en su cabeza.

-      ¿Cómo estas de pie? – le pregunto alarmado.

Rojo y él se miran sonrientes, pero no responden; tras eso Rojo se sitúa sobre mi cabeza, Kat me da la mano y los demás conversan con Spike para contarle todo lo que paso mientras el dormía o se moría.

Spike parece tremendamente preocupado por lo que hice por él, muy agradecido conmigo; puede que no dude nunca más de nuestra amistad o eso espero, la verdad.

Una vez llegamos a la inmensa mesa del gran sabio blanco, sus aprendices lo rodean, en medio están los terratenientes de la zona; luego están mis amigos y por último, presidiendo el otro lado de la mesa yo.

En la mesa, el gran sabio mueve una fina campanita; todos se callan y guardan silencio, nosotros no somos una excepción.

-      Bienvenidos todos a la mesa del gran sabio blanco un año más, en la festividad que celebramos el día que la luna y el sol completan su amor; causando un rato de oscuridad total en el mundo y habiendo salvado a Fuliger, fundador y creador de esta ciudad. – empieza su discurso. – Fuliger I, se dio cuenta que los ancianos raras veces eran escuchados; pero que estos eran los más sabios, quiso equilibrar el mundo dejando a los ancianos al mando y eso hizo. – continua su discurso. – Para proteger lo que había creado incluso después de su muerte, creo a la guardia de honor de Nera Blanca; los guardias blancos, siempre capitaneados por los de su linaje. – termina su discurso, alzando las copas. – probad este vino príncipe Bradley Hearling, es de nuestra mejor cosecha de viñedos blancos; probad las uvas, con estas hacemos este vino. – me menciona delante de todos los presentes, para darme el honor y prestigio que merezco tan solo por mi posición.

Pruebo ambas cosas delante de todos.

-      Nera Blanca es una gran ciudad, con grandes viñedos y uvas; lamento no traer regalo alguno acorde a este regalo salvo mi presencia y la de mis amados hombres, también lamento haber roto su puerta y herido a su gente…no fue a propósito. – me disculpo y hago una reverencia.

-      Sois muy amable, pero vuestra no afrenta ya fue disculpada; príncipe, alzaos ya que la corte con la mesa no se puede inclinar más. – advierte el anciano, haciendo reír a todos; incluso al propio Brad. – Ahora disfrutad de este picoteo, el resto; todos los presentes, recibirán 100 fichas blancas para disfrutar en la feria.

Llamar cena a esto, es como llamar a un dragón; perro, es solo un abridor de apetitos.

En la mesa solo hay uvas y vino.

Conforme cada uno de los presentes se acaba su racimo de uvas y su vino, se despide de todos los comensales uno por uno; conversa si lo conoce o una simple presentación sino y se marcha a disfrutar, Spike es de los primeros.

Argos se lo toma con calma, Carl y Apolo se van juntos; Greck, sale disparado como Spike.

Por mi lado, estoy pensativo; con Kat a mi lado, pensando igual.

El gran sabio, Kat y yo; nos quedamos de los últimos, este nos observa hasta que ambos nos despedimos de él y nos marchamos.

-      Que tradición tan extraña. – comenta Kat

-      Bueno, cada ciudad es diferente; pero eso es sin duda, lo que las hace especiales. – argumento, dejándola perpleja. - ¿me concedes esta cita? – le pregunto, ofreciendo mi mano.

-      Creía que no me lo pedirías nunca. – protesta, entregando su mano. - ¿Qué pensabas ahí adentro? – me pregunta con el gesto fruncido.

-      Me pregunto muchas cosas, si realmente soy un buen hombre; si estoy perdiendo el tiempo con la que se nos avecina, si estoy haciendo lo que puedo. – añado, preocupado.

-      Tranquilo, todo va bien; ahora deja esos pensamientos a un lado, vamos a disfrutar…esto solo es política. – dice, jalando de mí.

-      ¿política? – pregunto, dejándome jalar.

Una vez llegamos a la feria blanca, vemos que damos totalmente el cante; solo los extranjeros visten normales, todos los oriundos de aquí visten de blanco. Los guardias blancos son admirados hoy, todos los que pasan por su lado; les piden autógrafos, dibujos de ellos y cosas asi. Hay muchos artistas callejeros que pintan retratos rápidos, que cobran a precios desorbitados; la gente baila, beben por las calles y es que la música llena estas.

Las casetas y Kioscos, taponan la calle; ya que aunque es amplia cubren ambos laterales a veces y una fina línea de gente es la que puede pasar, incluso diría que mucha gente vino a esta fiesta de fuera.

Kat está asombrada, mirando las luces de la ciudad; las gentes, la música y los soldados. Nos siguen 4 guardias, reconozco a uno de ellos de esta mañana; está cumpliendo sin duda la orden del viejo anciano, estos guardias no son tan populares.

Pasamos por una caseta donde la gente tira cuchillos, Kat no dice nada pero se queda mirando un peluche de oso gigante; sin mediar palabra me voy para el tipo, el tipo me observa sin hablar en principio.

-      ¿Cuántas fichas? – le pregunto.

-      4, señor; si acierta 1 tiro; le daré un regalo pequeño, si acierta 2 tiros le daré un regalo mediano y si acierta 3 tiros le daré un regalo grande. – me explica, como si fuera la retahíla que dice siempre.

-      ¿pero me das 4 cuchillos, no? – le pregunto, sorprendido.

-      Sí, pero nadie acierta todos. – responde el, muy seguro de sí mismo.

-      ¿y qué pasa si lo hago? – le pregunto.

-      Nada, elegirás el regalo que quieras.

Agarro los 4 cuchillos, lanzo uno en el centro de la diana; lanzo el segundo, esta diana se mueve arriba y abajo pero le impacto en el centro cuando pasa por el centro. La tercera diana se mueve de izquierda a derecha, pero le impacto en el centro cuando pasa por el centro; por último la cuarta diana se mueve de forma impredecible, acierto a la diana en un lateral.

-      Tsk – protesto molesto.

-      Tres aciertos, puede elegir un regalo grande. – se encoge de hombros con una sonrisa.

-      Quiero ese osito. – señalo el oso que mira Kat.

-      Aquí tiene caballero, vuelva pronto. – me entrega el tipo, la gente me aplaude alrededor.

-      Vaya, eres bueno con los cuchillos. – aprecia Kat, sin mencionar el osito ni mirarlo.

-      No bastante bueno. – me quejo dolido y ella solo se ríe.

Pasamos por un kiosco.

-      Tengo arena frita candente, ni siquiera la nieve puede apagar su calor; un manjar salado, que no puedes dejar de probar.

-      Dame tres raciones de eso y la tercera para llevar – le pido.

-      6 fichas blancas caballero, enseguida. – suelta, poniéndose en ello.

-      ¿le vas a dar el peluche a Rojo? – me pregunta Kat, al fin; no pudiendo resistirse.

-      No, en realidad es para ti. – confieso entregándoselo.

-      ¿pa-para mí? – titubea nerviosa y emocionada.

-      Si, quería hacerte este regalo; ya que eres muy buena mujer. – comento y ella se sonroja como un volcán apunto de hacer erupción.

Cuando nos vamos a besar, el tipo nos interrumpe; entregándonos dos platos con pinchos para pinchar la arena y una bolsa, con ella.

-      ¿para qué es la bolsa? – me pregunta Kat, mientras saborea y gime al probar la arena; que humea en su boca, ella tiene que abrir la boca porque se quema.

-      De recuerdo. – soplo y me la meto en la boca, está realmente hirviendo; lo más sabroso de este manjar es que cruje pero se deshace en tu boca y a la vez, quema pero te deja calentito por dentro mientras te hielas de frio por fuera.

-      ¡Au! Me queme la lengua. – se queja ella.

-      Coma nieve, señorita. – le ofrece el tipo, mientras ella pone cara de alivio. - ¡hag, que gusto!

Sonrío por la escena, seguimos nuestro camino; hasta que veo una espada que me llama la atención, en un puesto de arquería.

-      Mierda – digo al contemplarla.

Es una espada de platino, necesitas clavar 10 flechas en el puro centro de dianas cada vez más lejanas y en movimiento; eso sería imposible para mí en mil años, el arco no es mi arma.

-      Amigo, ¿quiere la espada bañada de platino? – me pregunta este.

-      ¿100 puntos? Eso es imposible. – admito a regaña dientes.

-      Es una pena, ya que veo que le gustan las espadas. – suelta observando mis 4 espadas.

-      Me encantaría, pero para mí es imposible. – añado, observando fijamente la espada.

-      Anda, sujétame el osito; ¿Cuántas fichas son? – pregunta Kat muy convencida.

-      10 fichas, una por flecha que vas a lanzar. – suelta él.

-      Dame 20 fichas. – le pide esta.

-      Aquí tiene, señorita; pero necesita 100 puntos de solo 10 lanzamientos. – le comunica el.

-      Si, lo sé. – acepta ella, el primer lanzamiento; va probando el arco, solo acierta la mitad.

-      Vaya, lo lamento; solo puedo darle un premio de consolación, aquí tiene una maqueta pequeña del palacio blanco. – le comunica el con una sonrisa.

Al ver que falla la mitad, me desespero; ya veo esa espada cayendo en manos de otro.

-      Tranquilo, solo estaba probando el arco y las flechas. – me consuela Kat.

-      ¿en serio? – pregunto esperanzado y ella asiente.

-      ¿probando? – pregunta el tipo, preocupado.

Ella dispara esta vez flecha por flecha, corrige los disparos según la flecha y el arco; calculando las trayectorias perfectas, para que den en el centro justo de la diana y cuando ella termina el tipo abre la boca de par en par.

-      Ya está. – sonríe ella.

-      Mi ruina, mi ruina; sois mi ruina, me habéis arruinado la feria. – susurra el tipo, mientras agarra la espada y nos la da con una sonrisa fingida.

-      Gracias, amigo y gracias Kat. – le digo besando a Kat en los labios, pruebo la espada; veo que es buena, ato su funda a mi espalda recta.

-      ¿Dónde te pondrás la siguiente? – me pregunta Kat, al ver que ya no me caben.

-      Tranquila, le buscare hueco. – suelto, haciéndola reír.

Delante nuestro, veo a un grupo que se detiene; su grupo está armado y parecen que las armaduras les quedaban bien tiempos atrás. El líder de ese grupo, se para delante mío y de Kat; está bastante mayor como sus hombres, pero se mantiene más en forma que estos.

Derrama vino blanco a mis pies, en un intento de provocarme.

-      Jico, deja a este hombre en paz; retira a tus recios o abra problemas. – amenaza el guardia, que nos protege.

-      ¿Y si no que? – reta Jico al guardia, que traga fuerte; pero no retrocede.

-      ¿Jico? ¿Qué quieres conmigo? – le pregunto, empujándolo; para alejarlo de mí, casi se cae con la borrachera y los hombres se ponen tensos.

-      Eh oído, que sois el tipo que está reuniendo un ejército para enfrentar al rey del sur; ¿habéis pedido ayuda al palacio blanco? – me pregunta, mirando a otro; hasta que sus hombres le señalan donde estoy.

-      Sí, me ha puesto como condición ser Adalid; para ayudarme, ¿algún problema con eso? – lo interrogo, sabiendo que va a haber una batalla aquí.

-      Somos el mejor ejercito de la zona, buscamos una última batalla; pero no pensamos servir al primer pazguato noble o real que aparezca por estas tierras, tiene que demostrarnos que es el mejor y los Adalides hace tiempo que ya no lo son. – argumenta el, muy convencido.

-      ¡Retírate! – grita el guardia detrás de mí.

-      ¡Oblígame! – reta Jico, el guardia mira a sus compañeros que retroceden; él se mantiene ahí, pero no da paso alguno hacia delante.

-      ¿y venís a retarme borracho con vuestros hombres más viejos? – le pregunto, atónito; él se enoja y no se porque.

-      Son viejos señor, es el anterior ejercito mercenario de Nera Blanca; que dejo de estar en funcionamiento, porque su ejército se gradúo con honores. – me explica por lo bajo el guardia.

-      ¡Te voy a matar! – grita Jico, sus hombres nos rodean y hacen un circulo que bloquea toda la calle como un mecanismo complejo y bien engrasado; a empujones echan a los guardias, que corren a pedir ayuda mientras mi guardia privado intenta abrirse camino luchando con los recios.

Jico desenfunda su espada.

-      ¿Qué hago? – me pregunta Kat.

-      No te metas. – digo con los brazos cruzados.

Jico intenta hacerme un corte lateral, bloqueo su espada con mi brazalete; debo admitir que a pesar de su borrachera es un buen corte que cortaría a cualquiera, pero su equilibrio no es bueno y le pongo la zancadilla haciéndolo caer de bruces.

Él se levanta, sorprendido.

-      ¿no vais a sacar ninguna de tus espadas? – me pregunta.

-      No la necesito, para vencer a un viejo borracho. – argumento, cabreándolo todavía más.

Lanza cortes a diestro y siniestro, esquivo o bloqueo sus cortes; que matarían a cualquiera, incluso alguno que me da lo bloqueo con las escamas del dragón. Le voy dando guantazos, codazos; rodillazos, patadas en el culo o la espalda y puñetazos en la cara.

En una de estas me hace un corte, todos se sorprenden; pero agarro la Gladius, retrocedo en el tiempo lo suficiente para esquivarlo y derribarlo de nuevo.

-      ¿ya tenéis bastante? – le pregunto.

-      ¡Recios de Jico! – grita, este; todos sus hombres, tocan rodilla en el suelo y el guardia pasa sobre ellos cubriendo mi espalda.

Jico se levanta.

-      Está bien, si ganáis como Adalid; mis hombres y yo os serviremos.

-      ¿Quién querría a un viejo decrepito como tú o tus hombres en un ejército de verdad? – le pregunta el guardia, claramente faltándole al respeto.

-      Sera un honor contar con vuestros hombres y contigo. – le ofrezco mi mano y este la estrecha con orgullo.

Aparecen unos guardias que llamaron los otros guardias.

-      Dejadlos, no han hecho nada malo. – los cubro y sus hombres, el; nos agradecen con la mirada.

-      ¿Por qué lo aceptas si ni siquiera te ha tocado? – me pregunta Kat.

-      Sí que lo hizo, solo que hice trampa. – confieso, dejándola confundida y perpleja.

Esta batalla, había interrumpido un poco la feria blanca; pero seguimos con nuestra cita, hasta que comenzara el torneo del Adalid.