Espada II: Gladius Regis Capítulo 1

El grupo se junta de nuevo, para una misión que quedo pendiente; ni en sus mejores sueños Brad, hubiera esperado que su grupo o mejor dicho lo que queda de él...le esperara. Pero lo que encuentran en la misión, tampoco es lo que esperaban.

Serie La espada II

Espada: Gladius Regis

Capítulo 1. Misión repentina

Estamos desayunando, con las tres mesas colocadas en el salón; en una mis fieles siervos, en otra los huérfanos que estoy cuidando y en mi mesa de la rose…mi mujer y por ultimo yo.

-      Has mejorado mucho. – me felicita mi esposa.

-      No le digas eso o se relajará y volverá a ser el mindundi que era. – cuchichea de la rose.

-      Te estoy escuchando perfectamente y no pienso relajarme. – comento, haciéndolos sonreír a los dos.

-      Si quieres manejar dos armas, tengo un amigo; que maneja el estilo de espada y cuchillo, en pueblo nevado…más al norte. – me aconseja de la rose.

-      Pero si he perdido. – argumento, sorprendido.

-      Si…pero te lo has ganado, eso si no dejes que ese gandul; me quite todo el trabajo. – me riñe y solo sonrío.

-      Nunca nadie podrá quitarte el puesto, eres el mejor.

-      Ya estoy viejo y me planteo retirarme. – me dice, sorprendiéndonos a todos.

-      Viejo o no, no has perdido tu toque. – comenta mi esposa y él sonríe.

-      ¿y si te mudaras aquí? Podrías entrenar a mis tropas y sería un trabajo más cómodo para ti, menos horas; también menos sueldo, pero iría todo incluido. – argumento, intentando convencerlo; mi esposa me mira con admiración.

-      De menos sueldo, ni pensarlo; pero por lo demás, acepto. – rechista el, sorprendiéndome a mí.

-      ¿en serio? – le pregunto sin poder creérmelo.

-      En serio, pero el sueldo; será el mismo. – vuelve a insistir en el sueldo, haciéndonos reír a los dos.

-      Abra que hacer un segundo heredero, para que este viejo lo entrene; antes de morirse. – digo, haciendo reír a mi esposa; pero él me mira mal.

-      Muy gracioso. – suelta, sin perderme de vista.

Entonces Carl, Apolo y Spike entran a mi salón; perseguidos por una escolta.

-      Capitán, déjalos entrar. – le ordeno, levantándome para abrazar a mis viejos amigos; mientras las tropas que los escoltaban los dejan aquí y se marchan.

-      Asi que el noble, sigue vivo. – aprecia Carl, abrazándome.

-      Ahora soy la mejor espada. – choca su mano Spike.

-      En sus sueños – saluda Apolo.

-      Sentaos y desayunar – les pido.

Apolo saluda a de la rose y todos se sientan.

-      Espero que la vida de noble no te haya ablandado. – me dice Carl.

-      Nada de eso, he estado entrenando duro. – le contesto y Carl me observa bien.

-      Mentira, es un blandengue como siempre. – suelta de la rose entre risas, haciendo sonreír a mi mujer.

-      ¿recordáis señora, el pergamino que me disteis? – le pregunta Carl.

-      ¿Qué pergamino? – les pregunto

-      Si, ¿os ha servido de utilidad? – pregunta mi mujer.

-      Hemos estado investigando. – suelta Carl, con comida en la boca.

-      Lo que no tiene remedio es tu forma de comer. – le reprocho y él se ríe.

-      Encontramos que el dragón que servía al rey del anterior reino de estas tierras, tenía un nido aquí al lado; en el volcán Raven. – anuncia Apolo.

-      ¿pero de que estáis hablando? – pregunto, intrigado.

-      Esta fue mi recompensa a Carl y a ti, por ayudarme. – comunica Annah.

-      Hemos descubierto que es posible que el tesoro del dragón aun quede en el nido. – observa Spike – pero teníamos un problema, nadie puede bajar ahí abajo. – empieza a contar.

-      Entonces estuvimos buscando esto. – añade Apolo, lanzándome un anillo con una gema roja; que agarro al vuelo.

-      ¿y esto es? – pregunto, poniéndomelo.

-      Un anillo que permite resistir altas temperaturas sin derretirte. – comenta Carl.

-      Vaya, ya pensé que habríais cumplido esa misión sin mí. – aprecio que me hayan esperado.

-      No, te estábamos esperando. – admite Spike, ganándose una mirada de reproche de ambos compañeros.

-      Estoy echando de menos vivir una aventura, para la próxima; cuenta conmigo. – ofrece de la rose.

-      Devuélvenos el anillo. – dice Apolo, haciéndonos reír a todos.

-      Ni lo sueñes, a esta voy yo. – me niego a devolvérselo.

-      ¿llego la hora? – pregunta Annah, triste.

-      Eso parece. – le digo con cara de circunstancias.

-      Protégemelo, señorita Gladius. – le habla mi esposa a la espada.

-      ¿Gladius, que fue de Luciérnaga Dorada? – pregunta Carl, al ver mi nueva espada.

-      Me la robo Fin. – admito, triste.

-      ¿has oído lo que dice la gente de Norman? – pregunta Apolo.

-      Si… - afirmo, pero no añado nada más.

-      Norman, nos traiciono y le robo una espada que se hizo con el núcleo antiguo; del árbol ancestral o amo del bosque. – les explica Annah.

-      Joder, que de cosas nos hemos perdido. – replica Spike, ganándose una mirada de reproche de los demás.

-      Sabia, que no podíamos fiarnos de un asesino dorado. – contesta Carl.

-      Y un noble de pacotilla, no te ofendas. – responde Apolo.

-      No me ofendo. – me encojo de hombros.

-      Y mira quien tenemos aquí. – dice mi mujer, haciendo que todos mis compañeros se queden embelesados con mi hijo; que llega en brazos de Sebastián, el viejo mayordomo.

-      Ya lo he estado cuidando un buen rato y con su permiso, me voy a descansar; estos viejos huesos, ya no son de hierro mi señora. – dice, marchándose; mientras habla solo a lo lejos ya.

-      ¿te sigue odiando? – pregunta Carl

-      Más o menos. – rio divertido.

-      Le da mucha guerra. – cuenta mi esposa.

-      Brad, es mucho Brad. – asiente Spike.

-      ¿nos marchamos? – me pregunta al fin Apolo.

-      Dadme un momento.

Me despido del viejo mayordomo despertándolo a propósito de la serie, de la gente del pueblo que me hace regalos; de los guardias, que me ofrecen venir conmigo y declino su oferta…de los sirvientes, de mi hijo y de mi esposa; que me ofrece hacer otro, antes de irme.

-      Cuando vuelva, abras descansado suficiente; para poder hacer otro.

-      ¿volverás?

-      Tengo a Gladius, soy invencible; ¿recuerdas? – rio divertido.

Tras todas esas despedidas, me despido de “de la rose”.

-      Te nombro maestro y general del feudo, te dejo a cargo la defensa de mi familia. – le suelto y el asiente.

-      Tranquilo, para entrar aquí estando yo; necesitarían 1000 hombres.

-      Por lo menos. – rio divertido, nos damos un abrazo.

Mientras me despedía de todo el mundo, mi esposa; preparo un caballo para cada uno, con suministros suficientes.

Tras eso nos marchamos.

Carl va primero, luego a mi lado va Apolo; a mi otro lado Spike.

-      Nuestro grupo se redujo otra vez. – suspiro, observándonos.

-      Sí, pero mejoro nuestra calidad y nuestro noble mejoro también. – aprecia Carl, haciéndonos reír.

-      Bueno, no hay comparación en eso. – admite Apolo, haciéndome sonreír.

-      Ya estando tú, estamos la mejor espada del grupo; la segunda mejor y la tercera. – opina Spike.

-      Casi me siento mal en dejar el hogar. – aprecio, mirando hacia detrás.

-      Claro, antes no tenías adonde volver; pero ahora es diferente. – sopesa Carl.

-      ¿Qué creéis que abra en la cueva del dragón? – les pregunto

-      Infinidad de peligros. – suelta Spike.

-      Oleadas de tesoros. – añade Apolo.

-      Con suerte algún huevo de dragón. – piensa en voz alta Carl.

Vamos pensando cada uno en su propio nido del dragón en silencio, mientras pienso que debería decirles que Norman; tiene una espada mágica peligrosa que yo le di, que está conquistándolo todo por mi culpa. Tras todo el día avanzando por la montaña, llegamos cerca del volcán; el calor es considerable, menos mal que está lejos de todo…sino no me fiaría de vivir aquí.

-      Acampemos aquí, esto me trae recuerdo chico. – pide Carl, rememorando nuestra primera aventura.

-      Al fin hemos ido a otra juntos. – admito, haciéndolo sonreír.

-      Tortolitos, podéis dejar de hablar y ayudar un poco. – opina Apolo, trabajando.

-      Me he acostumbrado demasiado a que me lo hagan todo. – rio, pero él me mira con desdén.

-      A trabajar gandul. – me pide

-      Eso – ríe divertido Spike.

Todos entre risas montamos el campamento.

-      ¿pasaremos la noche aquí? – le pregunto a Carl.

-      Sí, me parece mejor idea; empezar el descenso por la mañana. – opina el.

-      Tienes razón, ya me diréis como organizamos las guardias. – admito y él sonríe.

-      Ultimo – pide Spike

-      Penúltimo – añade Apolo

-      Venga yo seré el primero. – suelto, haciendo sonreír a Carl.

-      El segundo. – levanta el gancho, como si fuera una mano.

Cenamos todos, a la luz del fuego.

-      ¿Qué haríais si hubiera un gran tesoro? – pregunta Apolo.

-      Vivir bien, pero seguiría salvando a la gente. – argumenta Carl

-      Comprarme el mejor equipo del mundo y no enseñárselo a Brad. – suelta Spike, haciéndonos reír a todos.

-      Yo me retiraría. – admite Apolo.

-      Brindo, por no encontrar nada; entonces. – alzo mi copa, haciéndolo reír y Carl sonríe.

-      Me conformo con el huevo de dragón – rechista Carl, alzando su copa.

-      ¿y para que quieres el huevo? – pregunta Spike.

-      Obvio, para comérmelo. – se acaricia la tripa Carl, haciéndome sonreír.

-      Que desperdicio, ¿sabes lo que vale un huevo de dragón hoy día? – nos pregunta Apolo.

-      O lo que valdría tener un dragón recién nacido. – argumento y Carl niega con la cabeza.

-      Subestimáis el poder del estómago.

Todos brindamos por motivos dispares, pero aun asi; somos un grupo unido, por una misma amistad.

A todos nos cuesta dormir, hace tiempo que soñábamos con estar todos juntos de nuevo; además esta misión es algo realmente importante, mucho mayor que salvar a alguien…si realmente encontráramos un huevo u orbe de dragón, podríamos cambiar el mundo.

Aunque sigo pensando que a nuestro grupo le haría falta más gente, espero que esta vez consigamos gente que no se vaya; solo somos 4, todos guerreros y eso no nos augura un buen futuro la verdad.

Hago la primera guardia, practicando; sin perder de vista el horizonte, desde aquí se aprecia perfectamente una pequeña parte de los dos imperios lejanos y son bastante diferentes entre sí.

-      Me pregunto si alguna vez podremos estar en paz. – pregunto para mi mismo.

Cuando mi guardia termina luego va Carl, en penúltimo lugar va Apolo y en último lugar va Spike.

Nos despertamos al día siguiente y desayunamos.

-      Empiezo a echar de menos la comida noble. – argumento, haciéndolos reír.

-      Pues acostúmbrate linda flor. – suelta Carl.

-      Si, a partir de aquí; el camino se hará duro. – aprecia Apolo

-      Estoy listo. – escupe Spike.

-      Tu siempre estás listo. – le sonrío y el asiente.

La primera complicación es evitar que los caballos se vayan, asi que clavamos las riendas al suelo; la segunda es entrar en el volcán, tras rodearlo entero y buscar un boquete accesible…nos ponemos a trepar con equipo de escalada y cuerdas, el que peor lo pasa en este aspecto es Carl; tener una mano menos es una dificultad a veces o una virtud, según se mire.

Tras eso, empezamos a entrar en el volcán; mientras estemos tocando la cuerda, esta no ardera pero luego se calcinará…nada más entrar el aire está lleno de ceniza, quema respirar; respirar se nos hace complicado y casi perdemos el conocimiento varias veces, bajando por la chimenea.

Una vez nuestros pies evitan tocar lava y tocan sueldo ígneo, miramos a nuestro alrededor; casi duele mirar, toda la cueva se ve de color rojo.

-      No sé si bajar aquí ha sido tu mejor o tu peor idea. – le comento con dificultad.

-      Dímelo, cuando encontremos el tesoro. – responde Carl, jadeando.

Comenzamos a andar por un sinfín de pasillos, algunos más angostos; otros más anchos, no soy ningún experto en arquitectura, pero la mayoría o han sido escavados o ha sido la lava misma la que los ha creado.

Del rio de lava que hay cerca nuestro, empiezan a salir montones solidos de lava con ojos y boca; todos siguen avanzando y creo que no los han visto, entonces los aviso.

-      ¿habéis visto eso, que nos sigue? – susurro y ellos asienten.

-      No me parece muy inteligente, pegarles a cosas de lava; con un arma de metal. – jadea Carl.

-      Dejarme a mí. – digo, dándome la vuelta y desenfundando la Gladius.

-      ¿estás seguro? – me detiene este.

-      ¿Tenemos otra opción? – le pregunto

Los miro a todos y todos están en blanco.

-      Está bien, pero ten en cuenta que no es luciérnaga dorada. – responde Carl.

-      No, es la Gladius Regis. – contesto, yendo a la carga.

Ataco a los seres de lava, parto a uno en dos; haciendo parar en seco a los otros, de la espada sale mucho humo, pero no se derrite.

-      ¿queréis mas o vais a huir? – les pregunto a esas cosas.

Parece que el susto fue momentáneo, intentan acertarme; los esquivo o bloqueo con la espada, son como seres elásticos que usan su piel para dañar y al poco estoy en medio de ellos sin un rasguño.

Observo mi espada, está por fortuna impoluta.

-      ¡Bravo! – dice una voz gigantesca que reverbera en todas partes.

Seguimos la voz, hasta que llegamos a un gran salón; en la que la temperatura es más baja, de echo parece que alguna vez fue un salón de un castillo construido por humanos. En medio de este salón, hay una gran sierpe de dragón rojo; que nos mira con sus ojos amarillos, mientras aplaude con sus patas delanteras.

Carl, Spike y Apolo, están temblando; sin embargo, sin guardar mi espada me planto delante del dragón.

-      No me divertía tanto, en mucho tiempo. – admite el dragón

-      Estas, vivo. – respondo, sorprendido.

-      ¿Qué, no lo esperabais? – comenta el dragón

-      Según escucharon mis amigos, solo había un nido. – le contesto.

-      Hay una cosa que me sorprende de ti. ¿no tiemblas de miedo? – ruge, para asustarme; mis amigos están mirando las salidas, pensando si huir o no.

-      No. – contesto escuetamente.

-      ¿Quién te dio esa espada? – me pregunta, repentinamente.

-      Un enano. – le respondo.

-      ¿y qué piensas hacer con ella, matarme? – me interroga.

-      No vengo aquí con intención de matar a nadie – me sincero.

-      ¿entonces con qué intención vienes? – me pregunta, intrigado.

-      Veníamos a coger el tesoro, no sabíamos que ya tenía dueño. – le comento.

-      Hagamos una cosa, cada uno de vosotros; por el viaje, podrá llevarse una cosa de aquí. – nos propone el dragón

-      ¿a cambio? – le pregunto yo.

-      Le diréis a todo el mundo, que aquí no queda nada ya. – me responde.

-      Me parece bien. – contesto. – elegid una cosa, pero solo una. – les digo a esta gente y ellos asienten.

-      No tan rápido, hay una cosa más. – me dice, mientras ellos siguen a lo suyo.

-      ¿Qué cosa más? – le pregunto.

-      Quiero que tú, me hagas un hijo. – sentencia, dejándonos a cuadros a todos.