Espada II: Espada Magna Capítulo 9
Norman empieza a vislumbrar que la proeza que pretende germinar, no será fácil de lograr; puesto que se le están presentando más dificultades de las esperadas, aun asi el no piensa en rendirse...solo en encontrar la manera de lograrlo, de conseguir su sueño; de terminar su anhelo de crio.
Serie La espada II
Espada Magna
Capítulo 9. De vuelta al campamento
Despierto ajetreado porque hay mucho jaleo en el campamento, reúno a mi consejo; nada más asearme y desayunar, una vez en la sala del consejo veo que todos están preocupados y tensos.
- Aránea, ¿Cómo van los heridos? – comienzo, ella me mira preocupada.
- Conseguí salvar unos 879, alguna perdida más de la que esperábamos; mis poderes se acabaron, eran muchos y…perdimos a algunos. – se disculpa, echándose la culpa bastante frustrada.
- Tranquila, lo entiendo; ningún médico que conozcamos o barbero, lo hubiera hecho mejor. – sentencio, mirando el gesto de los demás; todos están de acuerdo en el fuero interno de sus corazones, pero a algunos les ciega el rencor por la magia y lo desconocido.
Espero unos segundos para dirigirme al siguiente.
- ¿Albín cómo va la leva? – le pregunto, este se atraganta nervioso.
- Solo he podido convencer a 400 de los 700. – contesta, bastante preocupado.
- Cédeles terreno de las familias que no han ido a la guerra a los que sí, siempre que sus terrenos colinden con los otros; sino regalales tres meses sin impuestos a sus familias, a las familias que no van a la guerra súbeles un 10 % los impuestos. – ordeno y el asiente.
- ¿y a quien solo mando 1 miembro de la familia a la guerra, pero dejo sin mandar a un anciano o a un niño? – me pregunta el.
- A esa gente, déjalos tranquilos; ni los recompenses, ni los castigues. – ordeno y el resopla más tranquilo.
Tras unos instantes sopesando…
- ¿Beg, como te fue? – le pregunto.
- La mayoría de gente que queda son mujeres, niños y ancianos; no he traído mas de 123 reclutas, la mayoría a la fuerza. – argumenta triste.
- No importa, vamos bien. – miento, para no desmoralizarles.
Giwi no espera que le pregunte y habla por su cuenta.
- Lamento decirte amigo, que a mí no me fue mucho mejor; he conseguido unos 54 guardias nobles, que la mayoría son reclutas poco entrenados. – se lamenta Giwi.
- Tranquilo, vamos bien. – vuelvo a mentir.
Miro al general.
- Por fortuna yo si tengo alguna buena noticia, el comercio se puso en marcha; tenemos bastantes provisiones gracias a eso, asi que nuestro ejercito no tiene problemas. – argumenta el, planificando a larga instancia.
- Gracias general. – le agradezco.
Miro a mi mayordomo.
- Señor, he conseguido unos 320 voluntarios; espero que eso recompense un poco la falta de hombres en el sur, estos vienen a luchar por vos y a morir por la causa también. – ratifica el mayordomo.
- Gracias, eso está mejor. – asiento, despreocupándome un poco.
Miro entonces a mi padre.
- Lo siento, no nos quedan muchas más tropas como ya sabrás; he traído 78 reclutas de guardias nobles, pero son los últimos. – sentencia mi padre.
- Entendido… - pongo gesto severo, decirlo asi mermara la moral; seguro lo hizo a propósito, desde que le quite el mando de la familia no ha sido el mismo.
Les comento las nuevas a todos, para intentar subir la moral.
- Tendremos refuerzos de los hombres de la montaña en un par de días.
- ¿Cuántos? – pregunta mi padre.
- Los suficientes. – le contesto escuetamente.
Luego miro a Nadir.
- ¿Cuándo llegaran las tropas de la orden esmeralda? – la pregunto.
- Ya están en camino. – contesta ella, con cierta timidez irracional en ella.
- ¿alguna idea de cuantas serán? – le pregunto.
- Muchas, posiblemente más de las que tienes aquí. – replica ella, casi segura de sus palabras.
Luego pido un informe total de las tropas que tenemos aquí, no puedo idear nada; sin saber el nivel de tropas total, la calidad de estas…mientras el mayordomo y el general hacen un recuento, recuerdo que hace poco conquistamos los últimos ducados y condados del sur; los últimos pueblos y aldeas, que no he tenido noticias de ellos.
Mientras me jalo de los pelos preocupado por el cariz que está tomando esto.
- ¿y que paso con las ultimas conquistas, no nos dieron hombres? – pregunto extrañado, el general y el mayordomo; se ponen libidos, para entonces ya sé que no puedo esperar buenas noticias.
- No tuvimos problemas en conquistar ninguna de ellas… - suelta el general satisfecho, pero a su vez preocupado.
- ¿y entonces los hombres nuevos? – les inquiero, ellos se miran; el general anima al mayordomo a que hable el, esta vez.
- Lo lamento mi señor, en los nobles huyeron a refugiarse a Suren y están todos allí; en el caso de los pueblerinos, huyeron a…se marcharon e internaron tanto al bosque al este de Abedules o al bosque al oeste de alcornoques y posiblemente alguno se internó en las ciénagas. – me comunica apenado Bensley el mayordomo.
- ¿sería buena idea conquistar el sur ahora? – me pregunta Aránea.
- De ninguna manera, si queremos refuerzos debemos derrotar a Suren; solo entonces podremos retroceder y buscar a los perros traidores y asquerosos, hombres cobardes que huyeron para no ser reclutados a la fuerza para tan noble causa.
- Hay que asediar la ciudad y pronto. – recomienda Nadir.
- Estoy de acuerdo, no podemos dejar que se fortalezcan más o que pidan ayuda. – suelta el General.
- Padre, ¿vos habéis estado allí? – le pregunto a mi padre.
- Si, el muro más fuerte es el frontal; los laterales podrían ser derribados más fácilmente, el primer muro es prácticamente imbatible e inescalable. – me explica, para que lo tome en cuenta.
- Está bien, ¿con cuantas tropas contamos exactamente? – les interrogo, frustrado; la tensión se me acumula en la cabeza y me da quebraderos de esta.
Soldados antiguos:
Guardias nobles: 109
Soldados: 258
Milicia: 746
Leva: 1033
Voluntarios: 1900
Total: 4046
Soldados recuperados:
Guardias nobles: 34
Soldados: 164
Milicia: 199
Leva: 252
Voluntarios: 230
Total: 879
Soldados nuevos:
Leva granjas libres de Albín: 400
Leva Beg: 123
Guardias nobles Giwi: 54
Voluntarios Bensley: 320
Guardias nobles Padre: 78
Total: 975
Total del total: 5900
- Casi 6000 hombres. – repito para mí, tratando de pensar que es suficiente.
- Fabuloso – me aplaude el mayordomo.
- El mayor ejercito jamás montado en estas tierras. – se suma el general
- Sin duda, todos son hombres que morirán y sangrarán por ti. – trata de animarme Aránea.
- ¿ejercito? – pregunta, irónico mi padre. – son solo un puñado de campesinos, mas mal que bien entrenados; la mayoría sin entrenamiento alguno, que cuando les presionen huirán como cobardes. – reitera mi padre.
- Mantenlos unidos, hasta que lleguen los soldados de verdad. – me pide Nadir, agacho la cabeza; desgraciadamente tienen razón.
Me pongo en pie.
- Ordenad a los hombres que talen árboles, necesitamos armas de asedio; en una semana, quiero que estén listas.
- ¿Cuántas, mi señor? – me pregunta el general.
- 2 o 3 arietes, 6 o 8 torres de asedio; 3 o 4 catapultas, vamos a asediar Suren. – enumero, luego me marcho a mi tienda a cavilar; estoy preocupado, la campaña está en punto muerto y es la primera vez que nos encontramos una dificultad real. – para asediar Suren, necesitaríamos al menos 10.000 hombres; ¡¿pero, dónde los saco?! No hay ningún lugar más, maldita sea. – pienso y tiro las cosas lleno de rabia.
Me pongo a repasar mis acciones hasta ahora, he evitado todas las batallas que se podían; he usado mis cartas lo mejor que he podido, pero la gente no me ha plantado cara han huido a Suren para fortificarse allí y no es que no contara con ello…pero contaba a estas alturas la gente captaría mi esencia, mi objetivo; pero no ha sido asi, no todos al menos.
Llaman a mi tienda.
- ¡Adelante! – ordeno, me siento en la silla; para ver quien me interrumpe, en un momento de rabia.
- ¿Cómo estás? – pregunta Aránea, preocupada.
- Bien…necesitamos 10.000 hombres para atacar Suren, tenemos casi 6.000; todos me prometen tropas, pero esas tropas nunca llegan. – tiro la copa vacía, lleno de fastidio.
- Ya llegaran, tranquilo; todo va bien, todo saldrá bien. – intenta consolarme, me acaricia; relajándome, me hace un masaje.
- ¿Qué puedo hacer?, mientras llegan más voluntarios; construimos las máquinas de asedio, siento que pierdo el tiempo. – le confieso, ella suspira; cavila un poco antes de contestar.
- Ya sabes lo que te dije, tienes que conquistar a Nadir; no solo eso, por lo demás yo no sé…guíate por tu instinto. – me recomienda.
- Estoy en ello. – me quejo en lo que respecta a conquistar a Nadir. – mmm… ¿mi instinto? – me levanto inquieto, doy vueltas de un lado para otro; los nervios me comen, no puedo estarme quieto y salgo al campamento.
Aránea sale tras de mi siguiéndome a distancia, el capitán y sus hombres me siguen de cerca; voy señalando a uno y otro del campamento, todos los que señalo persiguen mi comitiva.
Cuando he señalado a 100, los reúno en el centro del campamento; estos me miran nerviosos, la mayoría no saben que quiero de ellos y yo tampoco en realidad.
- Vosotros 100 sois los mejores del campamento. – empiezo a decir, todos se miran incrédulos; ya que la mayoría carece de entrenamiento, esto los pone más nerviosos aún. – No lo digo por vuestro entrenamiento actual, vuestro equipo o cualquier otra cosa como la sangre de vuestras venas; sois los mejores porque vuestro aspecto es el mejor, simplemente. – continuo la explicación, todos hinchan el pecho bastante lleno de orgullo; algunos se asustan por no saber a qué me refiero o que voy a querer de ellos, unos pocos creen que algo grande les depara y no se equivocan.
Paseo frente a ellos.
- Vosotros vais a ser entrenados por mí, como tal seréis una unidad de elite; vamos a poneros un equipo de elite y vuestra función será de elite…los que sobrevivan a estas batallas venideras, tendrán un puesto en mi ejercito una vez que las tierras libres estén bajo nuestra misma bandera; todos tendréis un buen futuro, asi que tendréis que entrenar duro conmigo. – les digo, sus rostros reflejan como su moral sube; como su esperanza crece, su ilusión aumenta a la par.
- Mi general elegirá otros 100, hará lo mismo que yo he hecho ahora; Nadir, hará lo mismo y entrenara otros 100 y por ultimo Aránea buscara gente con magia en su interior que ella misma entrenara. – comunico a todo el campamento y mis oficiales que están allí mirándome, para ver que hago; los oficiales se miran preocupados, la gente nos mira esperanzados.
Me situo frente a ellos.
- Lo primero, vais a correr los 10 kilómetros de diámetro de las granjas libres; el que no llegue al final, come la mitad y el ultimo no come. – ordeno, haciéndolos correr.
Al principio todos me siguen a buen ritmo, poco a poco algunos se van quedando atrás; hasta que finalmente la mayoría van andando y algunos se paran, al que me encuentro parado le doy con un palo en el culo para que arranque y empiece a correr o a moverse de nuevo.
De los 100, solo 30 llegan al final corriendo; 20 llegan andando, los otros 50 no llegan. Me encargo de que esos 50 coman la mitad y el último de los 50 que llegaron no come, los dejo dormir una siesta; luego los hago llamar, para empezar a enseñarles esgrima.
De los 100, tan solo 10 han manejado una espada antes; de esos 10 solo 4 son buenos, de esos 4…solo 1 es un profesional. Les enseño lo básico a los 90 que no han tocado una espada, el nivel bajo a los 6 que solo saben lo básico; el nivel intermedio a los 3 que no son profesionales y el nivel alto, al que es profesional.
Y antes de dormir, les enseño defensa sin armas; por si los desarman, en eso están bastante perdidos todos. Pero les voy enseñando poco a poco lo básico, hasta que finalmente cae la noche; se dejan caer sobre sus tiendas o granjas, para descansar su cuerpo molido en la noche.
Aránea ha elegido 10 aprendices, son los únicos que ha encontrado con algún talento o capacidad especial; pero 11 novatos, son mejor que uno.
Nadir a disgusto ha escogido a 100 mujeres, se negó en rotundo a elegir hombres; no le dicho nada, pero me parece bien.
El general ha escogido 100 oficiales, su idea es elevar el nivel de estos; tanto en combate, como estratégicamente hablando.
Mi padre para variar ha montado 100 hombres de caballería, ignoro de donde saco los caballos; tampoco me importa, lo importante es que mi padre es bueno luchando a caballo y nos vendría bien que los entrenara bien.
Beg ha elegido 100 voluntarios a los que está entrenando como infantería pesada, les está haciendo luchar con peso extra; no les va a enseñar astucia pero fuerza bruta seguro.
Giwi por su lado ha elegido a los 100 muchachos más jóvenes del campamento, los está entrenando como algo llamado infantería móvil; una infantería que se adapta a las situaciones, para enfrentarse a las diferentes tropas que encuentre en su camino.
De camino a mi caseta…
- Hola – me saluda entre las sombras Nadir.
- Vaya, me has asustado; ¿Qué haces ahí escondida? – le pregunto, fingiendo que me asusto.
- Quería decirte que en un principio me molesto tu idea, pero que ahora me parece excelente. – confiesa, agradándome por vez primera.
- Gracias, supongo; no podía estarme quieto, mientras todos trabajan duro. – argumento y ella asiente, satisfecha.
- ¿Qué planeas hacer? – me pregunta, entonces.
- No tenemos tropas suficientes para vencer en Suren, eso creo; asi que tendremos que vencer con inteligencia, más que con fuerza. – le replico y ella se sorprende.
- Cuenta con mis tropas, no sé cuándo; pero tarde o temprano llegaran. – agarra mi brazo, queriendo trasmitirme seguridad.
- Lo sé, pero como no sé cuándo; no puedo arriesgarme a esperarlas, lo que sí puedo hacer es ir ganando tiempo. – comento, convenciéndola.
- Hazlo, llegaran. – me promete sin prometerlo.
La miro, parece apenada; sigo mi camino hasta mi tienda y suspiro, observando la maqueta de Suren y mis tropas situadas para el futuro asedio.