Espada II: Espada Magna Capítulo 8
Finalmente vamos a ver al Cerril de los Akulies de Montana, a los que nosotros llamamos simplemente los hombres de la montaña; Nadir lo pasa bastante mal y comete algún error de etiqueta, por mi parte solvento esos errores e intento conseguir el mejor trato posible con ellos...tratando de ser justo.
Serie La espada II
Espada Magna
Capítulo 8. El Cerril de los Akulies
Nuestro guía y protector se pone en camino, cada vez va más rápido; nosotros mientras nuestras piernas pierden fuelle a la vez que nuestros pulmones, él va conversando con la gente y saludando a todos tan tranquilo.
La ciudad de la montaña, es una proeza de ingeniería; todo el pueblo ha compensado la curva de la montaña, la parte de abajo se ha vuelto un vertedero ya que todos dejan rodar sin más sus desperdicios. Mas el hedor no llega, ya que estamos tan alto; que las ráfagas de viento se llevan todo rastro de mal olor, el aire no abunda aquí y esta gente se mueve como si nada.
Sin duda son fuertes, nos vendrán bien en la campaña; conforme nos vamos adentrando en su pueblo construido de rocas y madera, sin un estilo fijo…tan solo cada casa el suyo propio, la gente nos increpa; el protector nos protege de la gente y nos abre camino, parecen enfadados de que unos extranjeros pongan un pie en su ciudad.
- ¿Cómo se llamaba esta ciudad? – pregunto entre jadeos.
- Montana – repite el tipo molesto, por tener que repetirse.
- Que nombre tan adecuado. – resoplo, haciendo sonreír al tipo; Nadir solo suspira y no abre la boca, su pecho se hincha repetidas veces cada vez como si el aire no entrara a tiempo.
Conforme más avanzamos la gente se pone más violenta, nos tiran cosas; piedras, trozos de madera y comida…pero esta situación no se alarga más de unos segundos, el tipo desenfunda su arma; la gente se da cuenta y se quitan de en medio, el tipo se disculpa.
- Siento esto, la gente de Montana; lo paso muy mal y siguen sintiéndolo aún.
Quisiera decir muchas cosas, opinar sobre sus palabras; pero si abro la boca caeré rodando como la basura que nos tiraron, asi que tan solo asiento disgustado para que comprenda que lo entiendo.
Una vez el pueblo se acaba, nos espera una caverna; con una muralla natural, que se introduce en el pico.
El tipo nos acerca dos sillas, ambos nos dejamos desfallecer ahí; mientras jadeamos, tenemos sudor frio y calor extremo.
- Sois bastante impresionantes, la mayoría se hubiera dado la vuelta ya; pero sois persistentes lo admito, debéis tener algo que os empuja a hacerlo. – juzga el, mirándonos fijamente; para luego observar la parte de arriba del pueblo, ya que el resto se pierde en el horizonte por la cuesta abajo.
El tipo espera a que nos recuperemos, primero me recupero yo; luego Nadir, pero una vez ya recuperado.
- Tengo un sueño que perseguir, no puedo simplemente darme la vuelta; comprendo lo que es vivir aquí, pero juntos podemos cambiar eso. – le ofrezco la mano, él la observa dudando; pone cara de asco y finalmente no me la acepta, luego me mira a los ojos.
- Habláis bien, quizá podáis convencer al Cerril; si lo convencéis a él, el pueblo que tanto os odia ahora os seguirá. – sentencia el.
- ¿ya, hemos llegado? – pregunta Nadir, levantándose al fin; aun respirando rápido, el tipo suelta una carcajada estruendosa que resuena con el eco del pico hueco.
- ¿veis esas escaleras de mano? – nos señala unas escaleras que van de nivel en nivel, desde aquí cuento al menos diez niveles; la fortaleza esta hueca, además no hay nadie solo nosotros.
- Las veo. – digo, observándolas.
- Hay que subir hasta arriba del todo. – nos anima a ir delante el tipo.
- Nadir, tu primera. – digo, para que no se quede atrás; esta asiente, con cara de martirio y le contesto con una sonrisa que solo la enoja.
Con su enojo empieza a subir lo más rápido que puede, luego voy yo; por ultimo nuestro protector, en cada piso hay provisiones y armas de defensa. Piedras para tirar por ventanas, arcos y flechas para disparar por estas; lanzas para evitar que nadie escale, incluso hay puertas para proteger a la gente.
- ¿esperáis un ataque? – le pregunto perplejo.
- Nunca se sabe, Suren y las granjas libres; nos las tienen juradas. – me explica, escuetamente.
Cada nivel es más estrecho que el anterior, lo que significa que caben menos defensores; pero también menos enemigos, este pico esta echo literalmente para luchar hasta la muerte en caso de ataque enemigo.
Conquistar esto, literalmente llevaría a la muerte a muchos más atacantes que defensores; si luchan la mitad de lo que que preparan el campo de batalla y usan la naturaleza a su favor, estará bien tener a tan feroces guerreros de mi lado.
Una vez llegamos a arriba del todo, hay dos beserkers junto a una silla de pieles vacía; el tipo que nos guiaba coge y se sienta tan pancho en la silla delante nuestra, pensaría que estaba bromeando si los beserkers no hubieran tocado rodilla y agachado la cabeza.
- ¿estáis bromeando? – jadea esta, en respuesta la empujo del hombro; con sus limitadas fuerzas cae de bruces, por mi lado toco rodilla y agacho mi cabeza.
- Disculpadla señor Cerril, la subida ha acabado con ella; rindo homenaje a vuestro poder sobre la montaña, soy el rey del sur Norman Wesley y ella es Nadir emisaria de la poderosa orden esmeralda. – me disculpo por ella, le hago saber que respeto su poder; me presento y la presento, como si no lo hubiera hecho antes.
- Levantaos y hablemos, soy Ozar; quiero escuchar tu oferta, no escatimes en detalles. – me pide, haciendo un gesto con su mano; para que nos levantemos, ambos nos miramos y lo hacemos.
- Mi oferta es la siguiente, las granjas libres son dueñas del valle; mi idea es que vosotros rodeéis el valle, lo que os dará muchísimo espacio para crecer y solo tendréis que proteger un lado. – le señalo un circulo perfecto en el mapa, que tiene en una escueta mesa; con una silla, en su sala del trono.
- ¿y eso no sería difícil de defender, como sabemos que Suren o las granjas libres no nos atacaran; cuando vivamos allí? – me pregunta, haciendo bastante buenas preguntas y yendo al grano.
- Fácil, tanto una como la otra; estarán bajo mi mando, no podéis esperar más que bandidaje y poco más. – le explico, él sonríe.
- ¿y qué ocurrirá si morís? – me interroga, para ver todas las posibilidades.
- Mi hijo no nato o mi padre, tomarán el mando y entonces todos mis acuerdos se respetarán por ley o acero. – sostengo, él sonríe aún más.
- ¿y para que todo eso sea posible, que debe ocurrir? – me pregunta.
- Como mínimo, todo el sur debe caer, solo queda Suren; los demás se rendirán, si esta cae. – le señalo el mapa, los puntos que aún se resisten.
- Ah, Suren; nuestra vieja enemiga, los hombres estarán encantados de ayudarte con eso. – acepta, observando el plano.
- Sí, pero no es bastante; luego tus hombres deberán ayudar a conquistar el resto o al menos a intentarlo. – digo, dubitativo.
- Servimos al rey de Nauraría os serviremos a vos. – me comunica, pero no es bastante detalle para mí.
- ¿Cuántos guerreros vais a prestarme? – le pregunto.
- 300, ¿Cuántos os ha prestado ya la orden esmeralda? – le pregunta este a Nadir.
- 4000 vienen en camino. – suelta Nadir, sorprendiéndome tanto o más que a Ozar.
- 300 ahora con 7 beserkers, cuando venzamos en Suren; enviare 100 más con 10 beserkers y en un par de meses puedo mandar 500 más con otros 20 beserkers. – mejora su oferta mi nuevo aliado.
- ¿y qué tan bueno es un Beserker? – le pregunto, interesado; ya que parecen guerreros enormes con dos hachas y armaduras de piel, bastante preparados a simple vista.
- Un Beserker podría con 20 guerreros normales él solo, a un Beserker no basta con herirlo; para que deje de luchar debes de matarlo. – me responde dándome los detalles suficientes.
- Vaya, impresionante; entonces con los 7 podría perfectamente vencer con 7 hombres a 140 enemigos, ¿no? – le pregunto y el asiente.
- Ten esto presente. – me avisa, levantándose y acercándose un poco. – los beserkers no trabajan en equipo, salvo con beserkers; pero están entrenados para colaborar entre ellos, juntos quizás cada uno podría matar a 27 enemigos…matando asi unos 190 enemigos. – me explica, dejándome asombrado.
- Entiendo, agradezco tus fuerzas; ¿Cuándo acudirán? – le pregunto.
- Pronto. – sentencia sin dar una fecha, mira a Nadir; luego me mira a mí. – Norman, ¿Qué pasara si perdemos? – me hace una última pregunta.
- Seréis bienvenidos en mis tierras, más al sur. – suelto, el asiente; se da por satisfecho, Nadir está sorprendida pero no dice nada.
- De acuerdo, os daré guardias para que os escolten fuera de mis tierras; para que el bochornoso espectáculo de antes, no se repita. – nos dice, despidiéndonos.
- Os lo agradezco. – admito, haciendo una pequeña reverencia.
Empezamos a bajar, que se nos da mucho mejor que subir; Nadir está agotada, también yo pero no voy a decirlo ni a admitirlo.
Abajo nos esperan 8 hombres que nos miran con mala cara, pero que hacen una reverencia al llegar; uno de ellos el más curtido, da un paso al frente.
- Rey del sur, mi trabajo y la de mis hombres; es garantizar su seguridad, hasta llegar a la cueva. – nos comunica.
- Está bien, guíenos; a un paso seguro, estamos cansados por el ascenso. – le cuento a regaña dientes para que lo tenga en cuenta.
La misma escena bochornosa de antes se repite, cuando los hombres sacan las armas; la gente desaparece, quieren hacer daño pero no salir heridos para ello…por fortuna.
Llegamos hasta la cueva, los hombres se quedan en la entrada.
- Buen viaje. – nos desea su líder, aunque su cara no desea lo mismo que su voz y la de sus hombres tampoco.
Una vez nos dejan solos, damos tres pasos y Nadir se desploma; la llevo a una gruta segundaria, construyo una casa de huesos y hierba bajo su atenta mirada…ella mira la casa con asco.
- Asi podremos descansar. – le digo, ella niega con la cabeza.
- Preferiría morir, que depender de magia o un poder; para vivir. – rechista, molesta.
- Pues entonces eres una necia y lo siento no lo permitiré, muerta no me servirás para nada. – debato enfadado.
- ¿asi que es eso? ¿por eso me salváis? – me pregunta, la miro a los ojos pero no digo nada.
- Creed lo que queráis, simplemente no quiero que mueras. – le contesto a mi manera.
Le doy comida y bebida, mientras ella descansa el cuerpo; luego una vez que terminamos, creo un par de guardias herboreos y esqueletos.
- Protegednos – les pido, ellos se ponen a hacer guardia de un tirón.
- Tú y tus criaturas – escupe ella
- Las mismas que te salvan la vida. – las defiendo, provocando su silencio a la par que su ira.
Al cabo de un rato, quedo dormido; contra una esquina, en la que más o menos hay una cama de plantas. Me despierta ella, con un cuchillo en mi cuello.
- Hazlo. – la animo a hacerlo.
- Las gentes contra las que luchas, son mejores que tu; ellos no usan magia o poderes para ganar, sois una broma macabra en mi destino. – me explica el motivo por el que quiere hacerlo.
- ¿lo soy o quizá estáis herrada? – le pregunto causando dudas en ella.
- ¿herrada? – articula confusa.
- Como puedo ser una broma macabra por tener poderes, si os he salvado la vida dos veces; si vuestro superior os mando a apoyarme, si vuestro destino es ser la madre de mis hijos. – digo causando muchas dudas en ella.
- ¿pero de que habláis? ¡definitivamente estáis loco! – me grita, apretando su acero contra mi cuello.
- ¿loco? – me rio divertido.
- Sí que lo estáis, solo un loco soñaría con hacer lo que queréis hacer vos; solo un loco pactaría con estos salvajes, solo un loco usaría cualquier método para conseguir sus objetivos. – me juzga, a viva voz.
- ¿creéis que un loco os salvaría la vida? – le pregunto.
- Sí, siempre que le ayude en sus propósitos y asi es. – sentencia, sorprendiéndome.
- Es cierto – admito. – pero no es solo eso. – añado.
- ¿ah no, y que es entonces; que más es? – me pregunta desquiciada.
- No quiero el reino solo para mí, quiero compartirlo con tu país; librarlo de la magia y del dolor de más guerras, solo asi puede hacerse. – argumento, dejándola perpleja.
- ¡Pero eso no tiene sentido! Vos tenéis magia, tenéis una bruja a vuestro servicio; tenéis poderes, no podéis pedir un reino a salvo de eso si os tiene a vos como rey. – intenta convencerme de que ella tiene razón.
- Sí que puedo, un rey o virrey puede hacer cualquier cosa. – sentencio, haciendo que suelte el cuchillo.
- Debería mataros ahora mismo, ahora que tengo ocasión. – lloriquea, frustrada; por su incapacidad de hacerlo.
- Deberías, pero no lo harás. – comento con mucha seguridad.
- ¿y eso como lo sabéis? – me pregunta.
- Porque vos vais a ser la madre de mis hijos y no puedo morir aun, ya que aún no os he tocado. – argumento, ella llora negando con la cabeza.
- Ni muerta. – escupe al suelo.
- No pienso tocaros, si vos no me lo pedís; ahora durmamos, necesitaremos fuerzas mañana. – le pido, mientras me doy la vuelta en la cama; ella se lleva un rato más llorando, hasta que deja de hacerlo y cae en un gran sopor.
Por la mañana, le entrego lo último que nos queda de comida; ella solo me mira mal, come en silencio y no dice nada. Por mi lado no tengo prisa, ya me hablara cuando me quiera hablar; después comenzamos la marcha hacia debajo, hasta llegar al campamento.
Una vez en el campamento, me aseguro que todo va sobre la marcha; que todo está bien, para luego dormir todo el día y Nadir se pone a mandar cartas como loca…antes de echarse a dormir también.