Espada II: Espada Magna Capítulo 7

Norman y Nadir una peculiar pareja, que se odian y se atraen por igual; emprenden el camino para reclutar a los hombres de la montaña, un antiguo aliado del anterior rey. Pero el camino se llena de dificultades que unen más a nuestros dos protagonistas, ningún camino es fácil; para un alto propósito

Serie La espada II

Espada Magna

Capítulo 7. Los hombres de la montaña

Ni Rolo, ni Bensley; ni ninguno de los amigos que no están, verían de buen grado que Norman se vaya solo con Nadir del campamento y Aránea es la única que les anima abiertamente a hacerlo.

Los dos vamos en silencio, por el estrecho sendero imperceptible que se introduce entre dos montañas; tenemos que ir en fila india, para poder entrar y Nadir me sigue de cerca. Solo los naturales de aquí conocerán esta senda, Aránea la encontró mediante su magia y su conexión a la tierra; no hay otro modo de encontrar esto, que se escapa a la vista de los hombres.

-      ¿en qué pensáis? – me pregunta Nadir.

-      Pienso en cómo hacer que me escuchen, unos hombres que han tenido que convertirse en supervivientes para sobrevivir; porque el rey que les prometió una vida aquí, murió antes de cumplir su palabra del todo. – comento, dejándola patidifusa un segundo.

-      Pensáis demasiado virrey Norman de la familia Wesley, os conozco; las palabras os saldrán solas, tenéis un don innato para eso y no tenéis que preocuparos. – me anima, sorprendiéndome.

-      Vaya, ¿desde cuándo me animáis y no me vais a la contra? – le pregunto gratamente sorprendido.

-      No os acostumbréis, mi trabajo es machacaros; para felicitaros por vuestras virtudes, tenéis a vuestra mujer y a vuestros hombres. – me avisa, causando que suspire y la mire mal.

-      Vaya, pues sois insufrible; asi no voy a poder encariñarme contigo. – le aviso, ella me mira extraño; pero no dice nada al respecto.

-      Siento la tardanza de las tropas, en un imperio tan grande; las ordenes tardan mucho en llegar de un lado a otro, no es como aquí que en cuestión de 1 mes ya has cruzado de norte a sur o de este a oeste. – me explica, para que entienda el retraso.

-      ¿tenéis buenos estrategas? – le pregunto, ella pestañea dos y tres veces como si no entendiera a que viene eso. – me refiero a que, si las ordenes tardan tanto en llegar; vuestros estrategas contaran con eso y actuaran en consecuencia, ¿no? – le aclaro, ella suspira.

-      Debo admitir que no siempre, pero mis informes están siendo enviados; confío en que eso ayude, a que las ordenes sean las correctas. – admite a regañadientes.

-      Vaya, veo que no solo sois critica conmigo. – denoto, haciéndola sonreír.

-      Mi mundo es mucho más grande que el tuyo, Norman Wesley. – deja caer, molestándome y creo que lo hace para eso.

-      ¿Creéis poder con Suren? – me pregunta, al cabo de un rato de silencio.

-      Es posible, pero Suren ha resistido en pie miles de años; es como la capital del sur, una ciudad de paso muy grande y fortificada…se defenderán con uñas y dientes. – comento, preocupado; es una de las pocas ciudades del sur, tan fortificadas y es que la gente sureña se toma la vida más relajada que los norteños.

Hacemos un alto en el camino serpenteante entre montañas, me siento; invoco un ent a su izquierda y un caballero esqueleto a mi derecha, que hacen las veces de guardia.

-      Eso es una gran ventaja, aunque debo admitir que no dejo de pensar que es magia; eso me pone la piel de gallina. – se sincera, mirando ambas cosas con repudio y deferencia.

-      No es magia, es un poder que adquirí. – me confieso sin dar muchos detalles.

-      ¿Cómo? – me pregunta con curiosidad y demasiado interés.

-      Haciendo un pacto con una bruja. – miento, siendo tan serio como antes; solo al idiota de Brad, se le escaparía que depende de una espada.

-      Vaya, ¿Aránea? – me pregunta.

-      La misma. – sonrío, como si fuera cierto.

-      ¿y ese pelo y ojos verdes que tenéis? Es similar al aspecto de ella. – opina, sorprendiéndome de su suspicacia.

-      Simple, al hacer el pacto herede una maldición que ella misma portaba; por no querer estar con un amo de bosque, corrompido. – le explico, lo que se de la historia.

-      ¿y cómo evitaste no transformarte por completo, como ella? – me interroga demasiado, la miro fijamente; hasta que se pone incomoda.

-      Simple, lo mate; antes de que eso ocurriera. – sentencio, ella me observa entero; como dudando de que yo solo, pueda matar a un amo de bosque.

-      … - guarda silencio y no dice nada.

Comemos y bebemos en silencio, ella no deja de vigilar a mis criaturas; mis criaturas miran cada una para su lado sin volverse, por mi lado contemplo a Nadir comiendo y bebiendo…también el paisaje, una corriente de aire remueve el pelo de Nadir y la hierba escasa pero frondosa que nace entre las montañas; mueve algunas hojas de algún escaso árbol doblado y torcido que crece a media altura sobre nuestras cabezas, nos refresca ante el calor asfixiante que hace en esta hendidura cuando no sopla el viento y me trae el perfume de ella que huele como a Jazmín.

-      Buen perfume. – observo, descolocándola y molestándola.

-      ¿a qué viene eso? – me pregunta, sin parpadear.

-      Es la verdad, simplemente. – me pongo en pie, ella hace lo mismo.

-      Si pensáis que seré mas benevolente contigo por eso, estáis equivocado; seré igual de cruda o peor, sinceramente. – me avisa, despiadadamente.

-      Lo sé, no lo querría de otro modo. – escupo, sorprendiéndola de sobremanera. – sois raro – comenta, mirándome mal.

-      Peculiar – la corrijo, ella niega con la cabeza.

-      No, raro y punto. – sentencia como si eso fuera ley, me encojo de hombros; no me importa lo que piense de mí, la verdad. – bueno, pero pronto seré el raro que unifico las tierras libres.

-      Es posible, pero vais a unificar las tierras baldías. – me corrige ella, para seguir molestándome.

Toso molesto, pero continuo; en lugar de deshacer a nuestros dos nuevos amigos, los dejo acompañarnos.

-      ¿en estos momentos, tus bichos atacan Suren? – me pregunta ella.

-      Si, la están asediando. – le contesto.

-      ¿y cómo van? – me vuelve a preguntar.

-      Mal, sin un líder capaz; no serán capaces, pero causan heridos y bajas…agotan a la gente, nos facilitan la misión. – le explico y ella asiente.

-      Sois un genio, pequeño virrey. – me dice, descuadrándome.

-      Vos debéis ser una loca, a cada rato hacéis algo para molestarme y luego me alagáis. – la acuso, porque es lo que me parece; pero ella solo se ríe y se encoge de hombros.

-      No, soy simplemente mujer.

Seguimos un poco en silencio, hasta que llegamos a una cueva escavada en una montaña; sé que es escavada a mano porque se algo de arquitectura, en mi educación de noble. En la puerta hay una enorme roca, que mientras cruje y pedacitos de roca se caen o salen desprendidos; se alza en dos patas, una vez que se estira parece un hombre gigante de tres metros de alto y otros dos de envergadura que me mira con ojos brillantes.

-      ¿Cuál es la contraseña? – dice con su boca rocosa y su voz áspera.

-      ¿contraseña? – nos preguntamos, mirándonos a los ojos; haciéndolo a la vez los dos, frunciendo el ceño.

-      Si no decís la contraseña no podréis pasar. – sentencia la cosa de roca humanoide.

-      ¿esto es magia o poder? – me pregunta ella.

-      Poder creo.

-      ¿y no puedes controlarlo? – insiste, a los pocos segundos.

-      No es MI poder – digo, haciendo hincapié en el mí.

-      Pues haz algo, tenemos que pasar; no hay otro camino. – dice tajante ella, observando para todas partes.

-      Por la autoridad del rey del sur, te ordeno que te apartes. – ordeno a la criatura.

-      Vos no tenéis autoridad alguna sobre mí, apartaos vosotros o decid la contraseña; no os avisare más, a la próxima atacare. – nos avisa, pareciera que está molesto.

-      Está bien, no nos queda otra…otro ejemplar para la colección. – digo, desenfundando la espada magna.

-      ¿piensas enfrentarte a él, estás loco? – me pregunta ella, asustada.

-      Ninguna piedra andante se va a parar delante de mí y va a detener mi sueño. – empiezo a decir, mientras cargo contra la roca. – además no será el primero de este tipo que mato. – termino mis palabras cerca de la criatura.

La criatura al ver que desenfundo el arma se golpea el pecho con sus puños como haría un mono gigante, luego cuando empiezo a cargar contra él; él hace lo mismo apoyándose de sus brazos largos para coger velocidad, cuando estoy a unos metros de él prepara su puño para golpearme.

-      ¡Enredadera! – grito, del suelo rocoso; sale una planta de enredadera, que detiene el puño de la criatura en principio.

Cuando llego hasta ella le hago un corte superficial en la roca, la criatura grita y me va a golpear con su otro brazo.

-      ¡Escudo de huesos! – grito, del suelo salen bastantes huesos; que forjan un escudo en cuestión de milésimas de segundos, que si bien no detiene el golpe lo debilita lo suficiente para que no me mande a volar.

Le hago otro corte y con gran esfuerzo el puño que estaba preso de la enredadera la parte, va a golpearme cuando…

-      ¡Cuidado! – me avisa Nadir.

Pongo la espada curvada hacia abajo para no frenar el golpe, sino desviarlo contra el suelo; el puño al caer contra mi espada me hace polvo los hombros a pesar de venir refrenados y hace trizas las rocas de mi lado, cuando cae al suelo.

Giro sobre mí mismo y le corto una pierna. Él grita de dolor como si le doliera, al ver que no es inmune; Nadir se lanza al ataque con sus dos estoques rápidos, pero sus armas no perforan la piel de la criatura y está preparada sus dos puños unidos para aplastarla.

-      ¡Escudo de huesos y enredaderas! – grito, el escudo se forma rápidamente; con la forma de las enredaderas, la consistencia de los huesos y la decoración de huesos enredados.

Los puños caen sobre ella, que observa la escena pensando que va a morir; cuando el escudo la cubre me mira un segundo, luego los puños se estampan contra el hueso de ambos poderes unidos y salen muchos a volar. Mientras se distrae con ella, hago varios cortes superficiales por la espalda y uno por el costado; ni siquiera con mi espada consigo atravesarlo bien, pero ya se me ocurre como vencerlo.

-      ¡Eh tú!, golem de piedra; déjala a ella, esto es entre tú y yo…ven a por mí. – le pido a la criatura, que me observa; como si no entendiera mis palabras.

-      ¿me hablas a mí? Soy un guardián de piedra, no un golem de piedra. – me corrige, yendo hacia mí.

-      ¿y qué diferencia hay? Sois de piedra igual. – digo, mosqueándolo.

-      Los golems no tienen cerebro ni libertad, yo sí. – ruge furioso, yendo hacia mí a la pata coja; usando sus manos para moverse rápido, ya que le falta una pierna.

Se lanza hacia mí, doy un par de pasos al lado; el cae haciendo que todo tiemble 50 metros a la redonda, no quiero ni pensar lo que haría conmigo si me aplasta y le corto un brazo.

Se levanta gritando con gran dificultad, usando su ultimo brazo como muleta; carga contra mí, vuelvo a irme hacia un lado y le corto la otra mano.

Grita y se pone en pie, sus ojos tintinean furiosos; va dando saltos intentando aplastarme, lo voy esquivando haciendo cortes superficiales aquí y allá que mellarían cualquier otra espada.

Hasta que tengo a tiro su última pierna y cae al suelo, incapaz de moverse; solo de mirarme y hablarme, me acerco para rematarlo.

-      Lamentareis esto, cuando llegue el verdadero rey; os rebanara vuestra cabeza y a mí me traerá de vuelta, para que siga protegiendo a sus fieles. – me escupe, moribundo.

-      Eso no pasara y tu serás mío. – digo, cortando su cabeza; matándolo sin más sufrimiento, abro su pecho para sacar el núcleo de poder del guardián de piedra.

Guardo el núcleo en mi mochila.

-      ¿Qué hacéis? ¡deberíais destruir esa cosa! – me pregunta llena de polvo, trozos de huesos y plantas.

-      No si quiero apoderarme de su poder. – le suelto, sorprendiéndola.

-      ¿Por qué me habéis salvado? – me interroga, con ojos extraños; me mira como un cordero, que va perdiendo sangre cuando lo degollas.

-      Simplemente, porque necesito tus informes; para que me envíen tropas, sin ti no hay refuerzos. – escupo, poniéndome en marcha.

-      Ya…gracias, supongo. – suelta, con un tono bajo. - ¿Cómo es que tu arma podía atravesarle y las mías perdieron el filo? – me pregunta, demostrando lo observadora que es.

-      Las mías tienen un conjuro de mi mujer y las tuyas no.

-      Ah, magia. – escupe al suelo indignada, como si la simple mención de esta; le diera asco.

Entramos en la cueva y encendemos un par de antorchas, en ella encontramos muchos murciélagos; que espantamos con el fuego, entonces me doy la vuelta de repente.

-      Vosotros dos, guardad la puerta; que nadie nos siga. – le ordeno al caballero esqueleto y al Ent.

-      ¿Qué haces? – me pregunta Nadir, sorprendida. - ¿y por qué no los usaste antes? – me reclama.

-      Una vez que invoco un ejército, no puedo invocar muchos más; por lo que usarlos en ese combate hubiera sido un desperdicio, pero si ese golem estaba en la puerta es porque alguien o algo intenta entrar y matar a estos hombres…ahora soy yo el que los protege. – le explico, ella guarda silencio; comprendiéndome.

En la cueva nos perdemos un par de veces yendo a callejones sin salida, hasta que finalmente encontramos la salida; pero caemos en una emboscada, de la entrada salen varios guerreros con pieles hachas y escudos de madera. De boquetes que hay en la cueva salen puntas de flechas, cuento al menos 20; en la puerta hay una muralla de guerreros, al menos son 5 y detrás parece haber más.

-      Vaya, una emboscada. – protesta Nadir, mirándome.

-      Tranquila, no hagas movimientos bruscos. – le recomiendo y ella suspira, pero asiente.

-      ¿Quiénes sois y como habéis llegado hasta aquí? – pregunta una voz que reverbera en el eco de la caverna, que viene de todos lados y de ninguna parte.

-      Soy el rey del sur y próximo rey de las tierras libres, Sir Norman Wesley; esta es mi acompañante y aliada emisaria de la orden esmeralda, Nadir. – nos presentó, todos se miran entre ellos; parecen dudar si atacarnos o dejarnos pasar, no se deciden por ninguna de las dos cosas.

-      Mientes, aun no sois rey; no tenéis la espada ni la corona, ¿Cómo habéis pasado? – pregunta la voz de nuevo, todos se aferran a sus armas; están apunto de atacar, lo sé.

-      Hemos vencido al guardián, vengo a ofrecerle un trato a vuestro líder; con su ayuda seré el nuevo rey y garantizare que se cumpla el trato anterior, que fue roto por las tierras libres una vez el rey murió. – suelto, dejando a todos en shock.

-      ¿y qué autoridad tenéis para ofrecer un trato asi? – añade la voz.

-      Soy el rey del sur, una vez con vuestra ayuda caiga el centro; el norte con la ayuda de la orden esmeralda es coser y cantar, debéis llevarme ante vuestro líder para que podamos parlamentar. – les pido, ellos murmuran entre sí.

-      Dejadlos pasar, si hacen cualquier tontería; están muertos, vigiladlos. – ordena la voz, los hombres de delante se hacen a un lado; apretándose los unos contra los otros sin quitarse, para vigilarnos y dejarnos pasar.

-      ¿Qué hacemos? – me pregunta Nadir.

-      Sígueme y no saques tu arma. – le digo, ella asiente en señal de que lo ha entendido; una vez pasamos, un guerrero enorme de puro musculo con dos hachas como arma nos está esperando.

-      Seguidme y no hagáis tonterías. – nos pide, ambos lo seguimos; tras apagar la antorcha ya que ya no hacen falta, estamos después de todo a plena luz del día y a muchos metros de distancia del suelo.

Imperceptiblemente la cueva ha ido ascendiendo sin que nos diéramos cuenta, salvo el agotamiento que resultaba andar por ella; ambos estamos cansados, pero nos esforzamos por seguir el paso de tan gigante guerrero que anda como si tal cosa.

Nos lleva por un sendero entre montañas, en el que la cuesta arriba marca la diferencia; el viento helado de la montaña se clava en nuestras caras, conforme vamos subiendo menos aire nos llega a los pulmones y más empinada se hace la cuesta.

Nos llevamos media hora en la que somos incapaces de hablar, él va a un ritmo acelerado probando nuestro temple; Nadir hace rato que ya jadea y suda como loca, por mi lado aunque estoy fatigado intento sostener la respiración…mostrarle debilidad a esta gente, es como pedir que te maten a gritos; solo respetan la fuerza, por lo que eso hay que mostrarles.

Él nos mira y se ríe, aumenta más el paso; cuando nos metemos por otra caverna laberíntica, en esta veo trampas colocadas y centinelas bien posicionados; que por la luz ellos te ven y tu solo ves sombras tapadas por la luz, casi lo perdemos y Nadir va perdiendo ritmo.

Una vez llegamos a la cima de la montaña, veo un pueblo construido en cuesta por la montaña; las casas han tenido un gran esfuerzo construirla, tienen una empalizada móvil para evitar aludes y todas sus cosas están construidas por rocas de la montaña y madera de refuerzo.

-      Bienvenidos a Montana, el pueblo que pocos ojos extranjeros han visto; como sabréis vosotros nos llamáis el pueblo de la montaña, nosotros nos denominamos: Los Akulies. – nos explica. – os llevare con nuestro Cerril, podréis parlamentar; si es que cuando lleguéis arriba, podéis hablar. – se mofa al vernos. – no os alejáis o cualquiera puede. – señala rajarnos el gaznate y ambos asentimos.