Espada II: Espada Magna Capítulo 6

Norman venció en la batalla anterior, pero ha sufrido tantas bajas y tantos heridos; que necesita curar a los heridos, reclutar nuevas tropas y encontrar nuevos aliados...pues la batalla contra Suren no será moco de pavo, como hasta ahora; sobre todo por la coalición Sureña y las murallas de esta.

Serie La espada II

Espada Magna

Capítulo 6. Recuento y perdidas

Estoy sentado en la casa del Suzerano de las granjas libres con el sentado a mi lado, en una mesa donde la mujer de Albín nos sirve la comida; a mi otro lado está mi mujer Aránea, medio bruja medio dríada. Al lado de esta mi futura mujer y aliada Nadir de la orden esmeralda, luego junto a Nadir está el general Arles que por órdenes la vigila de cerca, el capitán Rolo está detrás de mí y sus hombres rodean la mesa pero no están sentados.

Tras mi mujer, están Beg y Giwi; acostumbrados a su presencia, terminando la mesa Bensley mi mayordomo y por ultimo mi padre Edan Wesley que preside la mesa desde el otro lado.

-      General, infórmame. – le pido, mientras saboreamos comida fresca.

-      Señor, según el informe que tengo aquí; no hemos tenido tantas perdidas como heridos, realmente. – suelta el general, sorprendiéndome.

Tropas restantes:

Tropas intactas: 4046

Heridos: 1026

Muertos: 678

Nadir se asoma a ver el papel, pone ese gesto de superioridad que tanto me molesta.

-      Si no podían venceros, querían retrasaros o causaros tantas bajas que no pudierais avanzar en un tiempo. – suelta, dejándome perplejo.

-      ¿Qué te hace pensar eso? – le pregunto, molesto.

-      Los datos son claros, mas heridos que muertos; en una batalla eso es extraño, a pesar de que seáis el vencedor. – sopesa ella, volviendo a mirar las cifras.

-      Por desgracia, tu amiga tiene razón. – apoya mi padre, ganándose una mirada de aceptación por parte de ella.

-      ¿Cuántos de esos heridos morirán? – pregunto.

-      Solo el 10 %. – contesta Aránea. – con mis poderes y que solo el 25 % son graves, salvare a todos los que pueda. – me suelta ella, acariciando mi mano por debajo la mesa; para quitarme el enfado, aliviando mi presión.

-      ¿Cuánto tardaran en recuperarse? – pregunta Bensley.

-      Al menos una semana, son muchos. – tuerce el gesto ella.

-      Una semana, les dará tiempo a ellos para preparar una defensa en Suren. – opina el general.

-      Albín, ¿con cuántos hombres cuentan las granjas libres? – le pregunto y él se atraganta.

-      ¿señor, vais a hacer una leva? – me pregunta, asustado.

-      No queda otra, tenemos que recuperar hombres; una vez que pase la guerra, seréis recompensado por esto. – le comento, convenciéndolo.

-      Pues 500 hombres adultos, 100 muchachos; 100 adultos mayores. – enumera él.

-      Los necesito a todos, intentare que vuelvan con vida; Beg necesito que retrocedas y traigas relevos de pueblos y ciudades, Giwi lo mismo de los nobles.

-      Dadme tres días, señor. – me pide Albín y asiento.

-      En una semana tratare de estar aquí. – suelta Beg.

-      Yo tardare unos cinco días. – comenta Giwi.

-      Vale, General necesito que defiendas las dos entradas del valle con las fuerzas que nos quedan; deja entrar tan solo a comerciantes o voluntarios, ¿entendido?

-      Entendido, señor. – suelta el General.

-      Padre, necesito más tropas de los Wesley. – le pido y el asiente.

-      Me encargare de ello.

-      ¿y de mientras que harás para que Suren no se haga más fuerte? – me pregunta Aránea.

-      Yo tengo una idea, respecto a eso. – suelta Nadir.

-      Habla, te escuchamos. – dice Bensley, que es mucho más partidario de Nadir; que de Aránea.

-      ¿y si les mandamos a las tropas que invocaste al final para que sitien Suren? – me pregunta.

-      Pero sin comandante, simplemente mataran a todo el que pillen sin ton ni son. – argumento, preocupado.

-      En la guerra Virrey Norman, no se puede tener miramientos con el enemigo; debéis hacerlo, si no reunirán muchas fuerzas y será imposible para ti tomar Suren. – argumenta Nadir.

-      Entendido, entonces lo haremos. – comento, preocupado.

-      Señorita Nadir, ¿Cuándo tendremos los refuerzos de la orden esmeralda? – pregunta Bensley, el más osado; porque pregunta todo lo que pensamos, pero ninguno nos atrevemos a preguntar.

-      Pronto, muy pronto. - Comenta con una mirada muy seria. - ¿sabemos algo de la coalición del norte? – pregunta ella con malicia.

-      Negativo, los asesinos aún no han dicho nada. – replico, sabiendo que lo ha dicho para molestarme.

Una vez dicho todo esto, levanto la sesión; mi mujer me reclama, por lo que me quedo con ella a solas.

-      ¿si, Aránea? – le pregunto, un poco agobiado.

-      Tranquilo mi amor, todo va bien. – dice para apoyarme.

-      No, todo es demasiado complicado y tengo tan pocos apoyos. – me quejo, mirando el mapa.

-      ¿y si en lugar de atacar Suren como ellos esperan, atacamos los pequeños pueblos y aldeas; los feudos, para debilitar su coalición sureña. – me propone mi amada bruja.

-      Mmm…eso es brillante, dañaría su coalición; muchos volverían a su lugar, para intentar recuperarlo. – opino, mirando la sonrisita de mi mujer.

-      Cuando los hombres se curen, lo haremos. – comento, sin estar demasiado contento aun asi.

-      ¿andas preocupado? – me pregunta y asiento con la cabeza. - ¿Qué te preocupa?

-      Que las tropas de la orden no llegan y que todos están haciendo algo, sin embargo yo; no estoy haciendo nada, quiero hacer algo. – contesto fastidiado.

-      Hace muchos años, aquí había unos hombres que se llamaban asi mismos; los hombres de la montaña, podría usar mis poderes para encontrarlos y tu…podrías usar tu don de gente, para unirlos a tu causa; asi no dependeríamos tanto, de la orden esmeralda. – me propone ella, tras contarme la historia escuetamente.

-      Aránea, ¿te dicho alguna vez que te quiero? – le pregunto y ella se ruboriza.

-      Buscadlos pues, necesito hacer algo. – le pido y ella se va rauda a cumplirlo, luego me pongo a entrenar un poco; tanto mis nuevos poderes, como con mi espada.

Tras un par de días, las defensas ya estaban organizadas; los heridos estaban recuperándose o muriendo, Aránea entro en mi tienda.

-      Amor, los de Suren vienen a parlamentar. – me avisa, apresuradamente.

-      Voy, enseguida. – digo, yendo hacia allí raudo y veloz; una vez que llego allí, me encuentro con un batallón de guardias de Suren.

Son unos 300, al mando de estos va el general Roduro; según dicen un estratega implacable, un guerrero colosal y un negociador de mano de hierro.

Él se adelanta solo, por mi lado hago lo mismo.

-      Rey del sur Norman Wesley. – dice, mostrándome respeto con un movimiento de cabeza.

-      General Roduro, es un placer verle y tan bien acompañado. – le comunico, observando su ejército.

-      Solo hemos venido a ver el resultado de la batalla y dependiendo de este a negociar. – suelta, para que sepa que su objetivo no es batallar, ahora.

-      Como ves, hemos ganado. – digo, el asiente; pero observa lo que se ve por la entrada del valle norte, para replicarme.

-      Veo que tienes muchos hospitales en tu campamento, deduzco que tuviste muchos heridos; que supongo es lo que te detiene aquí de avanzar, podemos hacer un trato. – me comenta, utilizando todo lo que ve para ello.

-      ¿Cuál es tu oferta? – le pregunto escuetamente.

-      Suren se mantendrá siendo una ciudad estado, no participara en ninguna de las coaliciones; te mandara suministros al campo de batalla, si siques avanzando al norte y evitara confrontamiento alguno contra ti por parte de los demás. – me ofrece escrutando mi cara de póker.

-      Sois muy generoso general, pero lamento descartar su oferta; todo el sur será mío, sin excepción alguna. – le digo muy serio y él se ríe.

-      No tenéis tropas para conquistar la coalición de Suren, vuestros hombres van en busca de tropas desesperadamente; vuestros heridos se mueren en el valle libre, no tenéis aliados…hacedme caso, lo mejor que podéis hacer es desviar vuestra ruta; a cambio os mandaremos médicos, en cuanto me vaya. – me ofrece, agradezco la presencia de Aránea; por no necesitarlos, ya que asi puedo cumplir mi sueño infantil de un país unido.

Obviamente no lo llamare como antes, será llamado Wolny; el reino Wolny, que significa “libre” en idioma antiguo aunque muchos ya no lo recuerdan.

-      Agradezco vuestra oferta, pero si Suren no se unen pacíficamente a mí; no me interesa, la verdad. – rechazo su oferta.

-      ¿estáis loco? ¿queréis morir, que muera más gente; que muramos todos? – me pregunta, con ojos desorbitados.

-      Todo el que no se una a mí, es un enemigo general; aunque usted tiene mi respeto, en el campo de batalla no abra ventajas. – le aviso y el asiente.

-      Como queráis, nos veremos en el campo de batalla; entonces. – comenta retirándose.

-      Asi sea. – suelto, haciendo lo mismo.

-      Creía que erais más listo – me dice, intentando instarme a atacarlo.

-      Y yo creía que os uniríais a mi cruzada por unir el reino libre, por las buenas o por las malas. – le devuelvo su jugada, ambos nos sonreímos; luego nos retiramos, veo como se marcha con su ejército.

El general lo mira también preocupado.

-      Cuando vea que un ejército de esqueletos y herboreos están asediando Suren, tened presente que volverá; asi que doblad las defensas. – le ordeno al general Harley.

-      Sí, señor. – se pone firme este y, empieza a dar órdenes a diestro y siniestro.

Tras un par de días más…

Albín entra en mi tienda.

-      Rey Norman Wesley, afuera esta la leva esperándote. – me comunica este, un poco triste.

-      Haces lo correcto, cuando seamos un solo reino; toda ira bien, ya verás. – apoyo la mano en su hombro y este asiente.

Salgo afuera y veo 700 hombres armados con armas de granjas, alguno lleva una espada de verdad; otro un hacha de cortar leña, todos parecen tener una mirada triste o de incomprensión.

-      ¿sabéis por que luchamos? – les pregunto, todos se miran entre si confusos.

-      Luchamos por volver a ser uno con nuestros vecinos, en el pasado todos éramos un solo reino; ese reino se llamaba Nauraría, no pondremos ese nombre pues eso es el pasado y el nuevo reino se llamará Wolny…para quien no lo sepa, significa “libre” en el idioma antiguo; todos por luchar, tendréis el honor y el privilegio de ver a las tierras libres unidas de nuevo. – digo, ellos me vitorean. – ponle el mando de tus hombres al general, el sabrá que hacer. – le comento a Albín y este asiente fascinado.

-      Tenéis don de gente, señor Wesley; será un privilegio serviros, hare todo lo que pueda para vuestra causa. – me hace una reverencia y se marcha al frente de sus hombres, con la misma sonrisa que ellos.

-      Tenéis habilidad para dirigir a la gente. – comenta Nadir, que estaba oculta; desde sabe dios cuanto tiempo.

-      Es la habilidad normal de un noble, la mayoría de los nobles de hoy; son gente de campo o hijos de nobles, no nobles de verdad. – comento, asqueado por los nobles lloricas de hoy o gente que se hace noble como Bradley.

-      ¿y cuando pensáis decirles? Que Wolny, será un virreinato de la orden esmeralda. – comenta, con sus palabras afiladas.

-      Cuando ganemos la guerra. – comento, pensando después - siempre que la orden esmeralda cumpla su palabra.

-      No sé si sois un necio, un soñador o un genio, ¿Cuál de ellos sois? – me pregunta.

-      Quizá un poco de todos o ninguno de ellos. – digo y ella sonríe.

-      Me gustaría conoceros más, sois un enigma para mí. – argumenta ella.

-      Y vos para mí, ¿Por qué no pasáis a mi tienda y charlamos? – le pregunto.

-      Sois aburrido Norman, no quiero seguir encerrada en una tienda; enseñadme el valle que habéis conquistado, ¿no queréis disfrutar de lo conquistado o es que tenéis miedo a que os linchen? – me pregunta, arqueando su ceja.

-      Tenéis razón, vamos a pasear; por el territorio que ahora es mío, disfrutemos de mis nuevos súbditos. – comento, haciéndole una señal al capitán Rolo y a los 8 guardias que tiene bajo su mando de que nos sigan; un líder después de todo siempre debe tener cuidado por sus hombres, si cae la cabeza cae la serpiente.

Paseamos primero por el campamento, noto que la moral de los hombres sube; nos saludan y se ponen contentos al vernos, eso les hace creer que no están solos y que su líder se preocupa por ellos. Luego pasamos a las granjas de las granjas libres, veo allí a las mujeres trabajando; ya que los hombres los tengo yo, estas me saludan sin saber que decir o que hacer o como sentirse.

Yo intento trasmitirles mi deuda con ellas, hacerlas saber que intentare que sus hombres vivan; que si pasara lo peor las recompensaría y que sobre todo, luchamos para que todo mejore.

Ellas tienen sentimientos agridulces al respecto y no las culpo, pero hablar conmigo; les hace creer en mí, aunque sea un poco y eso es maravilloso.

Luego pasamos por el pueblo, solo niños demasiado jóvenes; algunas mujeres o tipos demasiado ancianos, esto es lo que trae la guerra falta de hombres. Hago lo mismo con estas gentes, los más desconfiados son los ancianos; los niños no quieren escuchar, quieren que juegues y las mujeres si se prestan a oírme.

-      ¿ahora qué piensas de todo esto? – pregunta Nadir, que ha venido en silencio conmigo; solo mostrando su presencia, escuchándome y viéndome actuar.

-      Que la gente necesita que seamos uno, siendo uno se acabaran las guerras internas; todos colaboraremos por la misma causa y siendo un virreinato de la orden esmeralda seremos más respetados por Arcadia. – comento, ella sonríe.

-      Vaya, ya sé que sois; sois un soñador empedernido, deseáis algo que nadie puede hacer. – sopesa ella.

-      Soñar lo imposible, lo hace posible. – le rebato, con tal confianza; que la dejo sin argumentos.

-      ¿Por qué vuestro deseo de unir las tierras libres? – me pregunta.

-      No he pasado penurias, pero si la he visto en muchos lugares; la mejor idea que tuvo mi padre es dejarme viajar para curtirme, un reino dividido lucha por los recursos entre si y un reino unido lucha por los recursos para sí…solo cambia una palabra, pero es muy diferente. – le explico, dejándola perpleja.

-      Sois un buen tipo, a la par que inteligente; no sé porque lo desperdiciáis en una campaña, que nadie os agradecerá. – sopesa ella.

-      No necesito el agradecimiento de nadie, me basta con la sonrisa de los que queden con vida. – comento, ella asiente.

-      Supongo que tiene sentido. – suspira y se estira cansada. – Ahora sí que me tomaría algo en vuestra tienda, estoy exhausta.

-      Venga, vamos; yo también estoy cansado. – admito, no duermo mucho últimamente; por las preocupaciones de un rey, quizá ese puesto me venga grande o quizá no y solo deba acostumbrarme.

Vamos hablando cómo será el nuevo reino de Wolny, ella queda fascinada con mis ideas; son tan nuevas, como antiguas a la par.

Cuando llegamos a mi tienda y vamos a entrar, llega Aránea; Nadir se queda a escuchar, en lugar de dejarnos solos.

-      Eh encontrado el asentamiento de los hombres de la montaña, ¿creéis que sería buena idea partir ahora? – me pregunta, sonriendo por ver mi acercamiento con Nadir.

-      ¿hombres de la montaña? – pregunta Nadir, sin perder la mueca de asco por Aránea; mi mujer.

-      No sé, ¿Dónde está? – le pregunto, pensativo; ¿para qué esperar en realidad?, no puedo permitirme perder más tiempo del debido.

-      ¿veis esa montaña? – me señala Aránea, cuando asiento. – están en ese pico, Suren y los hombres del valle; no pudieron echarlos de allí, solo los vigilaron para que no bajaran. – nos cuenta Aránea.

-      ¿me contáis? – nos insta Nadir.

-      Cuando el reino era uno, el rey dio permiso para asentarse aquí a unos granjeros ambulantes y a unos barbaros de la montaña; al principio todo fue bien, hasta que tuvieron un enfrentamiento y justo el rey había muerto por lo que no pudo solucionarlo. Las Granjas pagaron al palacio para comprar el territorio para si, por lo que fue el primer territorio que abandono el reino; pero estos no tenían tropas y sufrían saqueos de los barbaros de montaña, por lo que hablaron con Suren y a cambio de pagarle un tributo de comida…estos accedieron a protegerles y atacar a sus enemigos, por lo que echaron a los montañeses del valle; pero no pudieron echarlos de la montaña, ya que allí estos tienen ventaja. – les cuento, dejándolas perplejas a ambas.

-      ¿desde cuándo lo sabéis? – me pregunta Aránea.

-      Lo estudie de pequeño, pero ya no lo recordaba; hasta que tú lo mencionaste. – le explico y ella sonríe.

-      Me parece un buen plan, ¿Cuándo nos vamos? – me pregunta Nadir, sabiendo que Aránea; no puede moverse de aquí por los heridos.

-      Nos vamos, ya; recoge tus cosas. – le digo, ella asiente y se empieza a marchar; hasta que Aránea, la detiene.

-      Protégelo – le pide Aránea.

-      Ese es mi trabajo. – suspira Nadir.