Espada II: Espada Magna Capítulo 2

Norman sale de Guatemala y se mete en Guatepeor, de una maldición a otra; finalmente se casa con la bruja, pero al casarse descubre muchas verdades sobre ella que no esperaba...le ha dicho la verdad a medias, no le ha mentido; pero no fue sincera del todo y si piensa ayudarlo, una vez que la salve.

Serie La espada II

Espada Magna

Capítulo 2. Boda con una bruja

Tras nuestro beso, ambos nos sonreímos; nos contemplamos, fijamente.

-      Ya nos hemos vinculado y por ello tu destino será grande, en lugar de la muerte; pero necesito que el vínculo sea completo, para poder salvarte la vida. – me explica ella.

-      ¿y qué tengo que hacer? – le pregunto, mientras veo en la cara de mis hombres su preocupación.

-      Tienes en tu espada el corazón de un árbol, pero puedo hacer a tu espada mucho más poderosa; para eso necesitamos, la magia que habita en el bosque oscuro. – continúa explicándome.

-      Entiendo, ¿eso completara el poder de mi espada? – le digo, observándola.

-      Si, algo asi. – asiente ella.

-      Quiero ser más poderoso. – admito y ella sonríe.

-      Lo sé y yo te ayudare. – me toca ella, haciéndome sentir algo extraño.

-      ¿a cambio de qué? – le pregunto, entonces; volviendo en mi un poco.

-      Tan solo un lugar al lado del rey, por supuesto. – me suelta y hace una reverencia.

-      Es justo, supongo. – asiento y ella sonríe de nuevo.

-      Organizad a vuestros hombres, mientras voy a preparar la boda. – me pide ella y asiento.

Me llevo a los heridos conmigo, que ya no lo están; al salir fuera veo que los demás en el campamento me están buscando, al salir se fijan en mí.

-      ¿adónde estabais señor? – pregunta el capitán.

-      En esa casa. – señalo y todos miran allí.

-      ¿Dónde? – preguntan todos.

Me doy la vuelta atónito, la casa no está para ellos pero si para mí; sonrió entonces, para empezar a organizarlos.

-      Olvidadlo y vosotros no digáis nada. – les suelto a los soldados que curamos.

-      Sí, señor. – contestan acongojados.

-      Giwi, ¿encontrasteis agua? – le pregunto.

-      Solo agua de cenagal, debimos venir mejor preparados…. – se reprende este.

-      Beg, ¿encontrasteis comida? – le pregunto y el asiente.

-      Pequeños corzos y conejos negros. – contesta, enseñándome un par.

-      Haz una ración de mas, hierve la sangre; será nuestra bebida, no desperdiciéis ni gota. – les ordeno y este asiente.

-      Capitán, ¿conseguiste leña? – le pregunto

-      No, pero encontré heces de dragón; con eso podremos hacer fuego y mantenerlo un buen tiempo, aunque no le dará buen sabor a la comida. – me enseña heces fosilizadas.

-      De acuerdo, hazlo. – le ordeno y a los dos que me acompañan. – Vosotros, vigilad el campamento; que nadie se vaya, tengo cosas que hacer con la bruja.

-      Entendido. – asienten los dos.

Cuando me doy la vuelta Beg y Giwi, me dan alcance.

-      Señor, ¿adónde vas? – me pregunta Giwi.

-      Tranquilos, estoy bien; volved al campamento y seguid mis órdenes. – les pido, amablemente.

-      ¿pero no deberías de irte solo? – nos pregunta Beg

-      Tranquilos, tengo a Espada Magna; ella me protege, todo irá bien. – le contesto, tranquilizándolos un poco.

-      Ten cuidado señor, solo los dioses saben; que criaturas puede haber por aquí. – me avisa Giwi.

-      Lo sé, pero solo yo y vosotros sabemos; lo poderoso que soy, cuento con la ventaja de que ellas no lo saben. – digo con una sonrisa y Beg me apoya.

-      Je, tiene razón.

-      Eso es lo que me preocupa. – murmura Giwi.

Tras eso desaparezco de su vista, ambos pestañean incrédulos.

-      ¿pero qué? – pregunta Beg.

-      Esta adonde la espada lo llevo y adonde no podemos seguirlo. – le cuenta a Beg, que lloriquea preocupado por su mejor amigo.

Cuando vuelvo a entrar en la casa, la bruja esta vestida de negro; con una venda enrollada por todo su cuerpo, solo se le ven los ojos y la b oca.

-      ¿Qué haces? – le pregunto extrañado, agarrando el mango de mi espada.

-      Tranquilo, las bodas místicas son diferentes de las mortales; ahora si me permites, necesito hacer lo mismo contigo.

-      De acuerdo, pero hazlo junto a mi espada. – negocio con ella.

-      Discutiría contigo, pero sería inútil; asi que póntela en el pecho y cruza los brazos sobre ella, ¿de acuerdo? – me pregunta y asiento a disgusto.

Mientras me va desnudando, repite unas palabras; que hace brillar el centro de mi espada, al ver mi cara de desconfiado me explica lo que está haciendo.

-      Estoy enlazando nuestras almas a la espada. – me explica.

-      ¿y eso para que sirve o qué consecuencias tendrá? – la interrogo.

-      Hará a la espada más poderosa, también evitará que la espada evite nuestra boda mágica; ya que tu espada te protege de ciertas vibraciones mágicas, que no todas tienen porque ser malas. – responde, mientras continua con su conjuro.

Una vez me tiene vendado entero, excepto los ojos y la boca; ella empieza a recitar la boda, es como una especie de ritual.

Sirve una pócima en dos cuencos.

-      Esta poción vinculara nuestras almas no solo en esta vida, sino durante muchas vidas. – me explica.

Al servirla, ella zarandea sus dedos y de la pócima sale un humo negro; que tras eso se va disipando, pero cambia un poco el color de esta.

Ella agarra el cuenco y me lo acerca, mientras ella se sitúa el otro en su boca; antes de beber me explica, para que entienda y me traduce.

-      Ahora mientras sigo con el ritual, tienes que beber; no pares pase lo que pase, sino pueden pasar cosas terribles. – me explica y asiento, asustado; ya no estoy tan confiado de que mi espada me proteja de todo.

-      Que esta poción que baje por nuestras gargantas a la vez y recorra nuestro cuerpo, sea testigo de nuestra unión; además de intercambiar nuestra sangre, para que uno no pueda vivir sin el otro. – me traduce y entre chispas, imágenes; sombras, viento y demás cosas mágicas.

Nos la bebemos toda.

-      Ahora, debemos compartir este pequeño corazón de sauce; para anclarnos a la naturaleza y asi hacer nuestras almas inmortales, mientras nuestro enlace dure. – me explica, mientras me da una madera; cortada en dos pequeña, con forma de corazón.

Lo mastico, mientras ella hace lo mismo con su parte; por último, bebe de una poción verde brillante y me besa…conforme me besa, veo su vida a través de mis ojos; escucho su vida a través de mis oídos, noto su vida a través de mi piel y cuando acaba noto sus sensaciones dentro de mí.

-      Esto es… - murmuro.

-      ¿fantástico? – me pregunta y asiento.

-      Ahora tu y yo somos uno, no podemos alejarnos mucho; lo que le pase a uno, le pasara al otro y sabemos todo del otro. – me explica.

-      Tu espada está vinculada a los dos, por lo que solo nosotros dos; podemos usarla, asi que ya no te atormentará por las noches y te obedecerá por completo. – zanja por ultimo su explicación.

Pero mientras ella me lo explica, mi mente está en otra parte; rememorando la vida de ella, se cosas de ella que no me ha contado.

Es realmente hija de la bruja y de un rey, que le pidió ayuda a la bruja para salvar su reino; por eso las tierras libres existen y no son parte de uno u otro imperio, porque fueron protegidos por el inmenso poder de la bruja de la ciénaga su madre. Pero esta presa de una maldición, es cierto que si absorbo la magia del bosque negro mi espada se hará más poderosa; pero ella quiere que lo haga fundamentalmente para liberarla, puesto que el guardián del bosque negro se enamoró de ella y la maldijo atándola al bosque para que no se fuera y ahora esa maldición también me ata a mí.

Entonces ella lo rechazo y como castigo, este la convirtió en dríada; ella oculta esto con magia, ya que se avergüenza de no ser bastante poderosa para liberarse.

-      Me engañasteis. – la acuso.

-      Eso no es cierto, señor. – se excusa y siente miedo, lo noto dentro de mí.

-      ¿Por qué no me dijisteis que estáis maldita? – la presiono y sus ojos se cristalizan.

-      Porque no os hubierais casado conmigo. – lloriquea y por sus ojos, sale savia.

-      Ahora estoy maldito como vos y mis sueños, mis objetivos… - le recrimino, pero ella tapa mi boca y me detiene.

-      Tenéis el poder de un guardián de bosque en esa espada, de un árbol antiguo; el amo del bosque, créeme…con ella puedes vencer al guardián de un bosque muerto. – me explica, con la esperanza de remover el oído.

-      ¿y qué pasa si os mato? – le pregunto, avanzando; mientras ella retrocede.

-      Si no os mata la pena, vuestra espada lo hará; volverá a consumirte y no habrá nadie que la frene, soy vuestro seguro de vida. – sonríe satisfecha, aunque muerta de miedo.

-      Si volvéis a mentirme de cualquier modo, estáis muerta. – la amenazo.

-      Lo sé, sin duda alguna señor. – asiente y me hace una reverencia.

-      Aránea, ¿Cuál es el plan? – le pregunto.

-      El plan es sencillo, voy a dar varios tónicos a vuestras tropas y a hechizarles; para hacerlos mejores guerreros temporalmente, les voy a dar armas que mataran fácilmente a los esqueletos y esta vez iré con vosotros…como Dríada, se dónde está el corazón del bosque y os puedo llevar hasta allí; iré a la cabeza contigo, una vez revivas el bosque y lo pongas a nuestro servicio será fácil enfrentar y matar al guardián podrido de este bosque. – me cuenta, mientras asiento.

-      ¿Qué le paso a este bosque? – le pregunto.

-      Le intento hacer lo mismo que a mí a mi madre, pero ella tuvo bastante poder para destruirlo; pero el guardián en lugar de morir, se corrompió y acepto pudrirse poco a poco antes que morirse.

-      Entiendo, me acabas de meter en una guerra que no es la mía. – rechisto molesto.

-      Tenéis razón, pero también yo me meteré en vuestra guerra; que tampoco es la mía. – replica y tiene razón.

-      Está bien, os salvare; asi que estaremos en paz. – digo y ella asiente.

-      ¿Cuándo os podre poseer? – le pregunto al fin.

-      Nunca, si queréis mis poderes a vuestro servicio. – responde, dejándome perplejo.

Me quita las vendas y se las quita ella, veo el cuerpo de una mujer asombrosamente bella; aumentando el morbo de que parece una mujer esculpida en plantas, su pelo parecen hojas y toda su piel con su pelo parecen de color verde.

-      Lástima, sois realmente bella; ahora que os miro sin vuestro hechizo. – la observo con todo detalle.

-      Si…pero en la vida no se puede tener todo o sexo o poder, ¿acaso no creéis, que yo también os deseo? – dice, mordiéndose los labios.

No puedo creerla, pero tampoco dudar de ella; quizás fue un error casarme con ella, pero me siento más enlazado a la naturaleza que nunca y a mi espada la siento como parte de mí.

-      ¿ya no es necesario darle mi espada o matar a Brad? – le pregunto.

-      Ya no podrás darle tu espada y en cuanto a matarle, dependerá de ti; en el momento en que tengas que decidirlo, me tendrás a tu lado. – dice, abrazándome y haciéndome sentir un estasis parecido al orgasmo masculino.

-      ¿tú también sientes eso? – le pregunto.

-      El placer de un orgasmo, en un solo abrazo. – me comunica, sonriendo como tonta; igual que yo.

Tras eso nos vestimos…

-      Come con tus tropas y repárteles esto, nos veremos después. – me suelta dándome 1 odre, para cada uno.

-      Nos vemos después. – digo, notando como me debilito un poco más; conforme doy pasos lejos de ella, hasta que desaparezco de su casa y aparezco en el campo con mis hombres.

-      Señor, su pelo; es verde… - observa uno de los soldados.

-      Como me temía, la maldición también me está afectando a mí; tenemos que detener esto, cuanto antes. – murmuro, dejando patidifusos a mis hombres al verme. – reparte esto entre los hombres. – ordeno.

-      ¿Norman, que te ha pasado? – ríe Giwi.

-      Ahora os lo contare a todos, reúne a los hombres. – le ordeno y este asiente.

-      Yo creo, que te favorece. – opina Beg, causando que suspire con pesar.