Espada II: Espada Magna Capítulo 10

El asedio a Suren comienza a pesar de que no tiene bastantes tropas, empieza con una demostración de fuerza; pero las cosas se le siguen torciendo o quizá no, pero eso lo descubriremos más adelante...por ahora lo que parece, es que esta ciudad resistirá fácilmente sus envites; haga lo que haga.

Serie La espada II

Espada Magna

Capítulo 10. Asedio frontal de Suren

Tras 1 semana preparando todo, con algunos días de retraso llegan las tropas prometidas por el cerril; causan un gran revuelo entre las gentes de las granjas libres, por lo que tengo que intervenir.

-      En tiempos atrás fuisteis enemigos, ahora sois aliados; como tiempos anteriores a vuestra enemistad, si alguien tiene algún problema con ellos…se les echará de las tierras conquistadas por mi persona y tendrá que vivir en tierra de nadie. – comento, la gente se calma viéndose entre la espada y la pared; los montañeses se alegran de que respete el acuerdo y de que los defienda, por mi parte solo cumplo lo acordado.

En esta semana, hemos creado las armas de asedio, hemos seguido aceptando voluntarios; que han venido otros 100, hemos seguido entrenando a las tropas especiales y equipándolas.

Tropas de la montaña :

Soldados norteños: 300

Beserkers: 7

-      General Arles, ubique a estos hombres; que no les falte de nada. – ordeno y el general se pone firme.

-      Sí, señor. – contesta, antes de actuar. – síganme, por favor. – les pide, estos miran todo con cierta curiosidad y desconfianza; igual que se les mira a ellos, pero siguen al general sin separarse entre sí…excepto los beserkers que son algo por decirlo asi “independientes” siendo suave.

Poco después Albín me da alcance, para quejarse por parte de su pueblo; en medio del campamento.

-      ¿Por qué no se me ha avisado de este movimiento? – se queja, bastante enfadado.

-      Tu solo debes de saber, lo que se te dice. – le respondo escuetamente, mientras sigo avanzando.

-      Pero mi pueblo no os apoyara, si acordáis con esos salvajes. – opina, metiéndose en mi camino.

-      Tu pueblo me apoyará o será arrasado hasta los cimientos. – lo miro y amenazo furioso, el retrocede un par de pasos.

-      Pero señor… - insiste, hasta que le interrumpo.

-      No olvides con quien hablas, con tu rey. – le digo en primera instancia. – Tu pueblo ni siquiera me ha dado los 700 granjeros que prometió. – me quejo ahora yo.

-      Lo he intentado… - se excusa, asustado.

-      Intentarlo no basta, habéis fallado y os he perdonado; no me deis más motivos, para acabar con vosotros…al menos ellos, me han dado guerreros. – rebato, dejándolo en silencio; mirándome mal, avanzo un par de pasos antes de decir. – ah, si estás pensando en traicionarme o en permitir que tu pueblo lo haga; recuerda, la primera que sufrirá será tu familia. – sentencio, dejándolo atrás; escucho como traga fuerte, entro en mi tienda furioso.

Aránea y Nadir están conversando animadamente, ya que poco a poco estas se han ido acostumbrando la una a la otra; tienen cierta amistad incluso, por no decir que Aránea se la está ganando poco a poco. Le pego una patada a la mesa, tiro el casco derribando algunas botellas; ambas se quedan perplejas mirándome, aprieto los puños y gruño.

-      ¿Qué os pasa mi rey? – pregunta Aránea, acercándose lentamente con cautela.

-      ¿Qué os pasa mi virrey? – pregunta casi al unísono que mi mujer, Nadir; pero esta solo se acerca un par de pasos rápidos, preocupada pero asustada a su vez.

-      Yo preocupado porque no tengo tropas suficientes para conquistar Suren y llega el estúpido de Albín, me amenaza con que su pueblo retirara el triste apoyo que me ha dado; por haber pactado con los hombres de la montaña, he tenido que amenazarlo y zanjar el tema. – cuento, furioso; fuera de mí, pensando cosas poco agradables de ese gordinflón afable.

-      Tranquilo mi amor, son amenazas vacuas; si retira su apoyo, sabe que es lo último que hará. – responde Aránea.

-      Tranquilizaos mi señor, 400 asquerosos granjeros; no se notarán para nada, en el campo de batalla. – contesta Nadir.

Las miro a las dos, tan distintas a su vez; tan similares por otro lado, las dos intentan calmarme a su manera. Aránea llega hasta mí y empieza a masajearme los hombros, Nadir me sirve una copa; me da uvas en la boca, mientras va arreglando el desastre que he causado.

Una vez que me relajo…

-      La primera parte del asedio comienza ahora. – digo, poniéndome en pie.

-      Aquí tenéis la espada, la he sobrecargado; mi amor. – suelta Aránea, asiento y le doy un beso en los labios; al tocar la espada la noto cargada de verdad, espero que sea suficiente.

-      Aquí tengo vuestro casco, lo he limpiado del suelo; espero que este asedio acabe pronto y que las tropas de mi imperio, lleguen pronto. – me desea Nadir, poniéndome el casco; apoya su cabeza con la mía, en un gesto de cariño.

Poco después, salgo; para encontrarme con el general.

-      Ordena a las tropas que se pongan en marcha, que formen en su puesto; vamos hacia el frente de Suren, que lleven las armas de asedio y las piedras que han recogido en este tiempo de las montañas cercanas. – ordeno al general.

-      Sí, señor. – contesta, para irse a toda velocidad; para empezar a movilizar según mis órdenes, al ejercito entero.

Clavo mi espada en el suelo, me pongo a conjurar; para crear un pequeño batallón, de cosas variadas.

Creo 100 esqueletos con un caballero esqueleto, 100 soldados herboreos con un Ent; creo 100 guardianes de piedra con 1 centinela de piedra, por ultimo me paro frente a ellos.

-      Vuestro trabajo es proteger a esta gente, siempre y cuando no hagan nada contra mi o mis deseos; si veis que alguno se atreve a desafiarme o desobedecerme de modo alguno, tenéis ordenes de matarlo. – ordeno frente a Albín, que mira la escena acongojado; igual que algunos de sus hombres, los demás me miran con cierta admiración y temor.

-      Sí, señor; asi se hará. – dicen el caballero esqueleto, el Ent; el centinela de piedra, a la vez con voces muy dispares.

Cuando partimos Albín no dice una palabra, la preocupación por su gente le carcome; no le culpo, él es el que ha causado este problema.

Ejercito del rey del sur (Sir Norman Wesley)

Guardias nobles: 275

Soldados: 422

Milicia: 945

Leva: 1808

Voluntarios: 2550

Norteños soldados: 300

Beserkers: 7

Total: 6.307 Hombres.

Llegamos hasta vislumbrar la muralla de Suren, tocando el cuerno de los Wesley y ahora el del rey del sur; ellos en respuesta tocan el cuerno de Suren, de los condes y marqueses que están dentro de esta.

Me acerco con Nadir, el general Arles; mi padre, hasta las mismas puertas de Suren.

-      Saludos, en nombre del rey del sur; solicito que entreguéis las armas y abráis las puertas, sometiéndoos a mi control pacíficamente. – solicito por las buenas, aunque sé a ciencia cierta que no lo van a aceptar; a pesar de que llevan ya un tiempo de asedio por mis criaturas, cosa que abra dañado su moral y acabado con bastantes suministros.

-      En nombre del consejo de nobles de Suren solicitamos que retiréis ese ejercito de campesinos, que nos devolváis las granjas libres; entonces y solo entonces pactaremos una paz duradera, dejándote el control del resto del sur exceptuando estos dos territorios. – me ofrece el general mayor de la fortaleza.

-      Vamos Medrick, evita el derramamiento de sangre; esta fortaleza nos va a pertenecer en menos de una semana, pero si no te rindes morirás. – intenta convencerlo mi padre.

-      Lo siento Edan, ya he recitado las palabras del consejo mayor de nobles. – reitera Medrick el general mayor de la fortaleza.

-      Como queráis Medrick, se te ha dado la oportunidad de rectificar; como militar no sabio que eres, has errado y por ello te quedan 6 días a lo sumo. – suelto, marchándome; Nadir lo mira negando con su cabeza, mi padre lo mira con lastima ya que lo conoce.

-      De general a general te digo que cometes un error. – Suelta Arles, antes de marcharse; siguiendo a los demás.

-      Puede ser, pero la gloria será mía; yo no moriré en un sillón, esperando mi muerte. – sonríe emocionado Medrick.

Una vez vuelvo al pie de mi ejercito…

-      ¡Empezad a bombardearlos! – grito, los oficiales repiten mis órdenes; mientras preparamos las catapultas, poniéndolas en posición.

Construimos 4 catapultas, estas empiezan a disparar contra los muros frontales que no parecen resentirse en absoluto; algunas piedras pasan por arriba y atacan el pueblo directamente, adentro se escucha escándalo.

Mientras todo esto ocurre, invoco a las tropas que puedo.

500 herboreos

50 ents

1000 esqueletos

100 caballeros esqueletos

1500 guardianes de piedra

150 centinelas de piedra

-      Atacad la muralla frontal, trepad por ella; escalad; derribad la puerta, matad a mis enemigos. – ordeno, todas estas criaturas; empiezan a recibir el castigo de sus arqueros conforme se acercan a la muralla, de las piedras de sus catapultas y una vez que se pegan a la muralla les echan aceite hirviendo y les pegan fuego.

Los Ents y herboreos son los primeros en caer, los segundos son los caballeros y esqueletos; aunque estos les cuestan más trabajo, los que casi consiguen derribar las puertas son los guardianes y centinelas de piedra.

Pronto se hace de noche, los restos de mis guardianes de piedra y centinelas se usan como munición para las catapultas; que ya empiezan a escasear, ponemos guardias mientras nuestros hombres descansan y cambiamos el turno de los que usan las catapultas.

No dejaremos a Suren descansar, hoy nosotros no hemos tenido pérdidas; sin embargo algunos cayeron con el ataque de mis criaturas, aunque lograron detenerlo al final llegaron a subir a sus murallas. Una vez que acabaron con mis criaturas, no dispararon ni una sola vez más; seguramente tendrán poca munición, no querrán mal gastarla y como no pueden salir para reabastecerse no les queda otra que aguantar.

Una vez disparamos toda la noche, al día siguiente la ciudad aparece impoluta; con algunos edificios en ruinas, que antes estaban bien pero la muralla aun resiste.

-      Aránea, ¿Qué tal si les haces unos regalos? – le pregunto y ella asiente.

Ella crea varias bolas de fuego, que lanza tras las piedras; la mayoría penetra en Suren, causando un incendio que los defensores se disponen a apagar.

-      ¡Ahora! Torres de asedio y escalas. – ordeno, invocando de apoyo; a las criaturas que puedo, ya que ayer gaste mucha energía.

50 herboreos

5 ents

100 esqueletos

10 caballeros esqueletos

150 guardianes de piedra

15 centinelas de piedra

Sus catapultas y arqueros comienzan a disparar, una vez mis tropas llegan arriba; empieza una encarnizada batalla, pero por desgracia nos obligan a retroceder de nuevo.

Una vez que nuestras tropas salen de su alcance, tan solo nuestras catapultas siguen disparando; en la batalla del segundo día, hemos perdido 3 escalas y 1 torre de asedio.

Pido informes como loco.

Tropas que llegaron arriba :

Guardias nobles: 91

Soldados: 105

Milicia: 94

Leva: 180

Voluntarios: 255

Norteños soldados: 75

Beserkers: 1

Total: 801

Heridos: 400

Capturados: 100

Muertos: 301

Pregunto a todas las tropas que han vuelto con heridas de diversa consideración, entre todos; delimito que tienen unos 2000 defensores, hombre arriba o hombre abajo.

Por la noche tampoco los dejo descansar, entonces se me ocurre una idea; intentar un ataque nocturno oculto, asi que le pido a los 6 beserkers que quedan con vida que nos abran la puerta desde dentro.

Preparo un pequeño batallón, 100 nobles; 100 soldados, 100 norteños guiados por el general Arles que esperaran que los beserkers abran las puertas para atacar y abrir hueco al ejercito Wesley.

Conseguimos infiltrar a los beserkers, dentro no se escucha ruido; ya que las catapultas es lo único que resuena, una vez los Beserkers abren las puertas son rodeados por la guardia de la ciudad y el batallón que estaba cerca trata de hacerles frente para abrir hueco con valentía…guiados por la pericia de Arles, los hubiera guiado yo mismo, pero no me dejaban ir.

Pero nada es inútil, nos tenemos que retirar; para que no acaben con nosotros el aceite y sus arqueros, que deben de estar bien posicionados; además intentaban encerrarnos, cerrando las puertas con nosotros dentro.

Hemos perdido un par de beserkers mas, 70 nobles, 40 soldados y 23 norteños.

Seguimos disparando a Suren, como si no fuera haber un mañana; pero seguimos sin respuesta, hemos perdido otra escala pero esas son las más fáciles de reemplazar.

Ignoro las pérdidas que ellos han tenido, en lugar de ver cada vez menos gente en la muralla; cada vez veo más, pero puede ser una táctica para mermar nuestra moral.

-      Dos días y sigue en pie, tendré que cambiar de táctica; como dije, 6000 hombres no son suficientes. – aprieto los puños, contemplando a Suren; estoica, ya he decidido que esta será la capital de mi reino...una vez la conquiste, claro.