Espada II: Espada Magna

Libro 2 de la saga de la espada, Norman eligió su sino al traicionar a Bradley; le quito una espada que debía ser para Bradley, pero que realmente fabricaron para él. Pero esta espada le causa un efecto extraño, a la par que le permite cumplir sus sueños y objetivos.

Serie La espada II

Espada: Magna

Introducción

Me levanto en el campo de batalla, la tierra esta blanca; al respirar sale humo blanco de mis pulmones, de mi armadura dorada rota sale sangre y apenas mantengo en mis manos la espada Magna. Al mirar a mi alrededor, veo un campo de batalla lleno de cadáveres; por mi zona apenas quedan soldados en pie luchando contra otros, pero más allá hay soldados mejor equipados luchando entre sí.

-      ¡Ponte en pie! – me grita una voz conocida.

Miro hacia el frente y veo a Brad con una corona en la cabeza, su ridícula armadura de pieles y una espada dorada; la espada de un rey, sus ojos están inyectados en sangre y este parece agotado pero ni siquiera está herido.

Me empiezo a poner de pie, pero no puedo me fallan las piernas; me ataca con su espada, pongo todo tipo de follaje por en medio con mis poderes mágicos otorgados por la espada…pero este los rompe sin dificultad, vuelvo a intentar ponerme en pie; cuando evito casi por milagro un impacto directo de su espada, con la mía.

De la fuerza con la que me ha golpeado, he salido volando hacia detrás; ruedo varios metros, dando todo tipo de volteretas resbalando de la montaña en la que estamos luchando y entonces golpeo mi nuca contra una roca.

Toco con mi mano y veo sangre, el se rie como un demonio; entonces observo mi espada, esta rota y mis ojos se abren de par en par.

-      ¡no puede ser! – grito.

-      Tu espada magna no es nada, como tu; noble asqueroso. – escupe Brad, tocando su corona; mirándome con superioridad, me envuelve la rabia y me lanzo contra el gritando como loco.

Nos impactamos a la vez con nuestras espadas y me levanto de la cama dentro de la tienda, lleno de sudor; gritando, como siempre.

-      Señor Wesley, ¿se encuentra bien? – me pregunta Bensley, el mayordomo de mi familia; desde que era un bebe, un hombre mayor y encorvado con los pelos parecidos a un valle pero en blanco.

-      Si, ha sido una pesadilla; solo una pesadilla. – contesto, jadeando y aun expulso el aliento blanco.

-      Señor, desde que tiene esa arma bendecida por los dioses; tiene pesadillas cada noche, si bien es cierto que hemos unificado el sur…debería tomar medidas al respecto. – me aconseja Bensley.

-      ¿Cómo por ejemplo? – le interrogo, mientras me levanto desnudo; aquí en el sur hace un calor brutal y además él me ha visto desnudo mil veces, bebo un vaso de agua que me hecho de la jarra de mi mesa.

-      Se rumorea, que más allá de la zona civilizada; hay una bruja, que vive en una ciénaga…la última de su estirpe, quizás ella podría adivinar o comprobar; que tiene de malo esa espada, ¿no le parece? – me pregunta.

-      Estaría bien, podría mandar unos hombres; mientras me encargo de empezar con la unificación del centro. – planeo, mirando el mapa.

-      Me temo que no señor, esto es demasiado importante; como para mandar a simples rasos, se trata de su salud. – debate Bensley.

-      Supongo que tenéis razón, organiza una escolta de 8 de los mejores hombres; llama a Beg y a Giwi, ellos vendrán conmigo. – ordeno, planeándolo bien.

-      Como ordenéis, señor. – dice el mayordomo, apunto de salir.

-      ¿Tenemos noticias de Arcadia o de La orden esmeralda? – le pregunto, antes de que se vaya.

-      No, en cuanto a Arcadia nuestro mensajero sigue esperando en Tirmis el pasaporte para poder pasar; nuestro mensajero ha llegado ya al palacio esmeralda, de la orden…pero todavía no le atienden, le han dado cita para dentro de varias semanas por lo visto. – me explica el, con paciencia.

-      Maldita sea, no nos toman en serio. – gruño y el con una sonrisa, abandona la tienda; dejándome solo con mis ataques de rabia, los guardias de fuera ni se atreven a mirar dentro.