Esos ojos
Un chico se encuentra una aburrida tarde con su familia y no cree que vaya a pasar algo interesante. Pero entonces, se topa con los ojos de su tía, la mujer que mas ha deseado nunca, y ya nada volverá a ser igual.
El calor es insoportable y no podrías estar más aburrido. Lo único que deseas es escapar de esta humillante reunión familiar a la que tu madre te ha insistido en que la acompañes. No hay nada interesante que hacer, excepto beber sangría, quitarte de encima a las moscas que revolotean a tu alrededor y escuchar a tus parientes contando viejas batallitas que no podrían interesarte menos.
Miras a un lado y a otro sin mucho ánimo, tratando de buscar algo que te pueda entretener. Eres un tío de veinte tacos y te encuentras en el jardín trasero de la casona de tu abuela, ansiando con todas tus ganas que la muerte venga y te lleve bien lejos. Tus primos pequeños juegan alegres en el césped mientras que tus padres y el resto de la familia beben y hablan tan alegres. Observas todo muy aciago hasta que te cruzas de nuevo con ellos, con esos ojos.
Ya los habías encontrado en alguna que otra ocasión, capturándolos de forma furtiva para tu placer. De hecho, aquello era lo único que te estaba alegrando el día hasta ahora, pues el problema es que acabáis de veros el uno al otro. Esos ojos te han pillado espiando y ahora, te juzgan de forma severa y amenazante. O al menos, eso crees que estará pensando su dueña: tu tía.
Ella permanece sentada, tan tranquila entre tu madre y su hermana mayor. Ambas hablan tan alegres de los cotilleos habituales mientras que tu tía se limita a sonreírles cada vez que se le dirigen. Al igual que tú, también está aburrida, pero ahora has captado su interés y no deja de mirarte, cosa que te avergüenza bastante. Apartas tu mirada un instante, buscando con que entretenerte, pero no puedes evitar volver a ellos. Te tienen hipnotizado de una manera que ni tan siquiera puedes llegar a explicar.
Tienen forma almendrada y sus pupilas son de color avellana. Emiten un brillo intenso que deja entrever la espontaneidad y energía que esa mujer posee. Son preciosos, aunque, bueno, tu tía es que lo es por completo. Su belleza es impresionante y teniendo treinta y cinco años, se halla en la plenitud de su perfección femenina. Exuda una fuerza poderosa, completamente sexual, que hace que cualquier hombre se estremezca nada más verla. Incluso tu padre, tan fiel a tu madre como es, titubea cada vez que habla con ella. Y tú, ahora mismo, estás igual.
No apartáis la mirada el uno del otro. Eres incapaz de hacerlo, puesto que te mueres de vergüenza por observarla. Ella, por el contrario, está encantada. Notas lo relajada que tiene su rostro y como se le ha dibujado una juguetona sonrisa en sus finos labios. Le encanta ponerte nervioso y no es la primera vez. Cada vez que está cerca de ti, sientes como un escalofrío recorre tu cuerpo y ella se percata. En muchas ocasiones, se aproxima a ti para abrazarte por detrás, haciendo que sientas sus tetas aplastándose contra tu espalda y susurrándote suavemente al oído cualquier tontería, pero esa acción, hace que te derritas por completo. Como también cuando te besa en la mejilla con esos finos labios. Sentirlos contra tu piel te vuelve loco de remate. Y lo sabe, por eso, en alguna que otra ocasión, te ha rozado con la puntita de la lengua para dejártela llena de saliva. Últimamente, ha llegado incluso a besarte muy cerca de tu boca.
Juega contigo, lo sabes muy bien. A pesar de que tratas de decirte que no es posible, en lo más profundo de tu ser sabes que es cierto. Sus ojos nunca mienten y no hace falta cruzar palabra alguna para saberlo. Su dedo índice en el labio inferior, esa pose tan relajada como casual, esa ansiedad latente deseando salir… No podría ser más clara. De repente, sin mediar palabra, se levanta y pone rumbo a la casa. Te lanza una última mirada, poniéndote sobre la mesa su propuesta. Es cosa tuya. Ves cómo se aleja y notas como empieza tu cuerpo a calentarse más de lo normal.
Los nervios te comen. Te aferras a los posa brazos de la silla de plástico mientras tu cabeza se ve envuelta en un torbellino de emociones del que no puedes escapar. Te dices que no es lo correcto, que es de tu familia, pero la has deseado más que a nadie en este mundo. La primera paja que te hiciste fue pensando en ella y todas las que vinieron detrás también. Es tu mujer ideal, incluso que compartáis la misma sangre te vuelve todavía más loco. No lo aguantas más. Sin pensártelo dos veces, te levantas y pones rumbo a la casona. Tu madre te pregunta que adónde vas y te excusas con que te diriges al baño. Mientras caminas para allá, sientes como tu polla se pone bien dura.
Entras y la buscas. La ansiedad te reconcome al saber lo que estás a punto de hacer, pero ya no vas a detenerte. Recorres cada estancia de la planta baja, pero no la encuentras y eso te desespera. Subes arriba y registras cada cuarto. Solo hay uno con la puerta cerrada, el de tu tía. Te colocas frente a esta y respiras hondo. Te dispones a hacer algo que cambiará tu vida para siempre, de lo que quizás te arrepentirás, pero te da lo mismo. Nunca tendrás una oportunidad como esta jamás. Agarras el pomo y, con muchas dudas, lo bajas y tiras de él hacia atrás. Luego, entras en la habitación y alucinas.
El vestido de tirantes caqui que llevaba, tan fino y transparente que insinuaba su perfecta figura, se halla tirado en el suelo, echo un lio. Los tacones rojos se encuentran a su lado y la ropa interior negra, sujetador y bragas, finas, también las acompañan allí. Tu tía está tumbada bocarriba sobre la cama, bien estirada y desnuda.
Cierras la puerta con un sonoro golpe y ni te enteras, pues no puedes quitar tu atención ante lo que contemplas. Su hermosa piel morena brilla bajo la tenue luz del atardecer y sus ojos resplandecen como si fueran deslumbrantes piedras preciosas. La larga melena castaña permanece recogida en un moño alto. Su cuerpo esbelto muestra unas curvas perfectas. No está gorda, sino en su peso ideal y cada cosa se encuentra bien en su sitio. Unas tetas de ensueño, turgentes y firmes, junto con un trasero redondo y prieto, todo ello, unido a unas largas y tonificadas piernas. Una la tiene recta y la otra cruzada por encima, ocultando ese tesoro que tanto ansías.
No hay palabras para describir lo que contemplas y tu boca se abre, atónito ante tan increíble espectáculo. Es lo más hermoso que has visto nunca y no tienes ni idea de que hacer. O si lo sabes, pero te sientes tan intimidado que no te atreves. Ella vuelve a mirarte y te dice todo con esos ojos. Quiere que te acerques y hagas todo lo que has estado ocultando. No puedes más. Sin dudarlo, envuelto por una desesperación primitiva, te aproximas a esa cama y, por el camino, te quitas toda la ropa. Total, hace mucho calor y no la vas a necesitar. Para cuando llegas a su lado, ya estás completamente desnudo.
Te acuestas sobre la cama, a su vera, y te pones de lado. Tiemblas tanto de miedo como de emoción cuando se pega más contra ti. Está tan próxima que ya casi puedes rozarla. El pánico te devora. Has estado con varias chicas desde que follaste por primera vez con dieciocho años, pero tu tía es diferente. Ella es una mujer portentosa y única. Nunca has estado con alguien igual y eso te hace sentir temeroso. Y cuando sientes su cuerpo pegado al tuyo, quieres morir allí mismo.
Esos ojos te miran. No puedes apartar tu vista de ellos. Sus manos recorren tu cuerpo, sintiendo como esas nacaradas y largas uñas arañan tu piel con suavidad, haciéndote cosquillas. Sigues pendiente de ella hasta que te besa, erizando tu pelo por completo. Esos labios tan tentadores y finos se pegan a los tuyos, entregándote un húmedo y sensual beso que gozas de maravilla. Tu polla, bien empalmada, vibra ante tan intensa unión. Cuando tu tía se aparta y os miráis, los dos sabéis que acabáis de caer en la red del tabú más prohibido que existe y ya nada os puede a detener.
Tus manos acarician sus desnudos hombros. Sientes la tersura y calidez de esa piel tan increíble. Ella te muerde el labio inferior en un agresivo gesto que te pilla desprevenido y luego te lame la comisura mientras notas un halito de intenso erotismo en sus ojos. Sigues descendiendo por ese bendito cuerpo hasta que muy pronto, notas la redondez y dureza de sus tetas. Las aferras con ganas y aprietas con cuidado para no lastimarlas. Contra las palmas sientes como se clavan los duros pezones. Tu tía está muy excitada, tanto como tú. Continúas tocando sus pechos y ella no tarda en agarrar tu duro miembro, haciendo que gimas desesperado.
Os miráis fijamente. Os encanta lo que estáis haciendo y no queréis parar por nada del mundo. Vuelves a besarla y ella responde metiendo su lengua en tu boca, horadando el interior con ella. No tarda en unirla con la tuya y os dais un húmedo morreo. Tú no dejas de palpar su turgente busto a la vez que tu querida tita te obsequia con una maravillosa paja. Cuando os separáis, puedes verla tan esplendida. Tiene el pelo un poco revuelto cubriendo su rostro, los ojos brillantes, saliva derramándose de la comisura de los labios… Es perfecta y toda tuya. Vuelves a besarla y ella te masturba con cariño.
Tu boca no se queda quieta y no tardas en bajar a su cuello para morderlo. Le das varios bocaditos que la hacen vibrar y aprieta con su mano tu enhiesto pene, haciendo que te estremezcas. Sigues tu descenso hasta acabar entre sus increíbles pechos y los devoras. Pasas tu lengua por el perímetro del derecho, lamiéndolo y dejándolo lleno de brillante saliva. Mismo trato le das al segundo.
Tu tía se recuesta para estar más cómoda y tú aprovechas para engullir uno de sus duros y oscuros pezones. Eso hace que ella suelte un súbito gemido, al cual le siguen otros más suaves. Atrapas ese carnoso botoncito entre tus dientes y lo mordisqueas con cuidado, haciéndola estremecerse. De hecho, notas como su cuerpo entero se tensa. No tardas en ir por el otro y darle el mismo tratamiento. Al mismo tiempo, tus manos descienden por su delineada espalda y acaban atrapando esas respingonas nalgas, apretándolas con ganas.
Tu tía se encuentra a tu entera merced. Hundes tu cabeza en el canalillo de sus pechos y sientes como esas redondas montañas de carne te atrapan. Manoseas con avidez su espléndido trasero, disfrutando de esa maravilla que parece esculpida a mano por un artista. A la vez, su mano no cesa de acariciar tu duro miembro. Como siga así, sabes que al final te terminarás corriendo. Eso no puede ser, no por ahora. Una mujer tan espectacular necesita de un trato más especial del que está recibiendo por tu parte.
La colocas bocarriba, observando la maravilla que has logrado alcanzar. La besas en los labios y desciendes por su cuello, dándole pequeños besos. Llegas a sus pechos y los agarras con ambas manos para devorarlos mejor. Tu tía disfruta encantada de la atención que le otorgas y apenas hace mucho, tan solo de suspirar. Sabe de sobra lo que vas a hacerle, así que solo se limita a gozar. Dejas su magnífico pecho y recorres su vientre plano, pasando tu lengua y uniéndola con ese ombligo tan atrayente. Ella se contrae un poco, signo evidente de lo excitada que se encuentra. Sigues bajando y acaricias sus piernas a la par que te preparas para llegar a su lugar sagrado.
Lo primero que te recibe es una corta mata de pelo marrón oscuro, la cual deja que te raspe la cara al tiempo que la besas. Desde ahí, ya puedes notar el fuerte olor a sexo mojado que emana. Tu tía temblequea agitada, sabedora de a dónde te aproximas. No es mucho el tiempo que tardas en llegar a su coño y, para cuando pasas tu lengua por primera vez por esa húmeda raja, ella ya emite el primer grito que no tarda en acallar tapándose la boca. Más vale que nadie os escuche.
Su sabor amargo inunda tu paladar cuando comienzas a lamerla. Tu lengua se pierde entre esos viscosos pliegues y no tardas en encontrar el clítoris, ese preciado botoncito que es el centro de placer de toda mujer. Lo lames de abajo a arriba, haciendo que tu tía aúlle como una loba en celo. Alzas tú vista un momento, contemplando la hermosa imagen de la madura fémina retorciéndose en el increíble deleite que le estás haciendo vivir. Ladea la cabeza y chupa su dedo índice de la mano derecha, colocado para acallar sus gritos. No cesas de chupar y lamer hasta que, al fin, haces que tenga un fuerte orgasmo. Notas como todo su cuerpo se tensa y contrae al suceder esto.
Una vez logras llevarla al cenit del orgasmo, tu tía se desploma sobre la cama, haciéndola temblar. Escuchas su fuerte respiración y ves como el pecho se yergue con cada bocanada de aire dada. La has hecho gozar como nunca, pero sabes que eso no es suficiente. Sin dudarlo, vuelves a lamer y limpias su sexo de resto de la corrida que acaba de tener. Pero no te quedas ahí y sigues, haciendo que no tarde en volver a disfrutar.
Esta vez eres más impetuoso que antes. Recorres en círculos su clítoris y luego, lo atrapas entre tus labios para succionarlo. Te encuentras más que dispuesto a demostrarle a tu tía de lo que eres capaz, como si quisieras dejarle claro que no encontrará a nadie como tú. Ella no cesa de revolverse y tapona con una mano su boca para que no escapen los gritos de excitación que emite. La estás volviendo loca y solo es cuestión de tiempo que se corra. Introduces tu lengua en el húmedo conducto vaginal y la penetras, notando lo apretada y caliente que está. Con tu pulgar, rozas su clítoris y eso, ya es suficiente para ella. La mujer estalla en un orgasmo más fuerte que el anterior. Tu boca entera se llena de fluidos a la vez que notas las fuertes contracciones del coño.
Escalas hasta llegar a la altura de su boca y la besas. De esa forma, ella tiene la oportunidad de degustar el sabor de su propio sexo, aunque seguro que no es la primera vez que lo prueba. Sin embargo, le gusta mucho y te abraza, que vuestros cuerpos se restrieguen con mayor ímpetu. De hecho, notas como tu polla se pega contra el todavía caliente sexo de la mujer. Os miráis y tu tía nota tu deseo latente. Quieres que eso pase y, por un instante, tu miembro palpita como si estuviera pidiendo permiso para entrar en ella. Tristemente, un vistazo a sus ojos deja bien claro que eso no pasará. Te desanimas, pero, por suerte, tu tita no te va a dejar sin disfrutar.
Sin dudarlo, es ella quien te tumba bocarriba sobre la cama y se coloca encima de ti. A continuación, te da un fuerte morreo y te agarra el endurecido aparato, comenzando un suave movimiento que te sabe a gloria. Acto seguido, desciende por tu cuello, dándote un fuerte chupetón, para luego pasar a tu torso. Te succiona los pezones a la par que aprieta más tu miembro, haciéndote gozar como nunca. Sigue descendiendo. Sabes hacia donde se dirige y eso hace que la euforia se intensifique mucho.
Cuando por fin está delante de tu polla, sientes como por fin tu sueño más preciado se hace realidad. Tu tía observa el falo llena de curiosidad. Pasa un dedo por la punta, impregnándose con el líquido preseminal que se derrama, y luego lo chupa. Su mirada de satisfacción muestra que está encantada. Sin más preámbulos, engulle la punta, haciendo que cierres tus ojos y que profieras un ronco suspiro.
Tu tía comienza a devorar tu sexo con ganas. Lo succiona, se lo saca de la boca y lo lame con deleite. Es como si tuviera un polo al que no cesa de pasar su lengua al ver como se derrite. Eso te pasa a ti en esos momentos. Apretando los dientes, contemplas como la indómita mujer se pasa la polla por su rostro. Con la punta, se golpetea las mejillas y la nariz, restregándosela por todas partes y dejando su piel brillante de líquido preseminal. Emites un ahogado gemido cuando vuelve a lamerte con su cálida lengua. Recorre todo el tronco hasta llegar a los huevos para luego subir y entonces, se traga el falo entero de nuevo. Te encuentras en ese punto en el que ya no puedes resistir más y ella lo sabe muy bien.
Sin dudarlo, comienza a mover su cabeza, haciendo que tu miembro fluya por el interior de la boca hasta casi rozar la garganta. Es como si tú mismo te la estuvieras follando, aunque en este caso, es al revés. Alzas tu cabeza y emites pequeños gritos al tiempo que tu tía te hace gar con sus labios, con su lengua y sus dientes. Te está llevando al éxtasis sin pagar peaje alguno. Llevas tus manos a su revuelto pelo para acariciárselo, haciendo que el moño se le descomponga. Miras su rostro envuelto entre mechones y, entonces, te encuentras con esos ojos. Todo se detiene a tu alrededor, como si dejara de existir. Solo estáis ella y tú, dos almas que por fin se han encontrado y gozan del placer sexual que tanto se ocultaron. Es solo un instante. Al siguiente, te corres como si no hubiera un mañana.
Tu cuerpo entero se contorsiona mientras estallas como un desesperado. Sientes cada potente eyaculación expulsada por tu polla. Cada una es un latigazo de placer que nubla tus sentidos y deja tu mente en blanco. Escuchas cada succión de tu tía. Se está tragando todo el semen sin dudar. Cuando el orgasmo termina, quedas derrengado sobre la cama. Con los ojos cerrados, notas como ella sigue lamiendo tu sexo, seguramente limpiándolo de los restos de semen que hayan quedado. Mientras, vas recuperando el aliento perdido y notas como la tensión te abandona poco a poco. Cuando al fin abres tus ojos, no tardas en encontrarte con los de ella, justo frente a ti y quedas hipnotizado de nuevo.
Os miráis por lo que parece ser una eternidad. Una grata sonrisa se dibuja en los finos labios de tu tía. Parece feliz por lo que acabáis de hacer y sus ojos son un perfecto reflejo de ello. Te besa. Muy pronto, degustas el pastoso sabor de tu propio semen. Sabe salado y algo fuerte, pero no rechazas el húmedo beso que tu amada tita te regala. Lo disfrutas encantado, jugueteando con su lengua. La abrazas y recorres con tus manos esa tibia y tersa piel que tanto te gusta. Permanecéis así otro rato más, en completa paz. Si por ti fuera, nunca desearías que este momento concluyese, pero tristemente, tiene que acabar.
Sin demasiada ceremonia, tu tía se levanta y comienza a vestirse. Se pone el sujetador y las bragas, seguido de su vestido caqui y, por último, los tacones rojos. Tú observas todo en silencio, disfrutando de su cuerpo, aunque este cada vez lleve más ropa encima. Incluso tapada, tu tía sigue siendo igual de sexi. Se vuelve para mirarte y tú te estremeces. Sonríe de una forma entre picarona y traviesa, que no deja entrever que trama. Se acerca a ti, se inclina y, tras miraros por un momento, se despide con un corto beso en tus labios. Acto seguido sale de la habitación. Te quedas allí acostado, buscando procesar lo que ha ocurrido en este último rato. Tu tía, la mujer que más has deseado en toda tu vida, y tu acabáis de tener sexo. Resulta imposible de creer y, por un momento, piensas que todo ha sido un sueño, pero no es así.
Te levantas rápido de la cama. Ha pasado tiempo desde que le dijiste a tu madre que ibas al baño y ahora, lo más seguro, es que todos anden preguntándose donde andarás. Te vistes deprisa y sales de allí en dirección a la calle.
Una vez fuera, te diriges de nuevo al corro de personas sentadas y te acomodas en tu silla. Nada más verte, tu progenitora te pregunta que donde te habías metido. Te limitas a decir que tenías un buen apretón y, tras ver la cara de desagrado que ella pone al escuchar tu respuesta, te ríes divertido por su reacción. Después de eso, recorres con toda tu mirada el lugar y no tardas en encontrarte de nuevo con ellos.
Esos ojos vuelven a mirarte de la misma aprensiva forma y, por un momento, te sientes tenso. Sigues sin entender a que juega tu tía, pero conforme más os observáis, más obvio resulta lo que te quiere decir. Con una juguetona sonrisa y esa mirada tan penetrante, la mujer te lo deja bien claro, lo que habéis tenido antes no ha sido más que el primer asalto. Más vienen en camino y sabes que será increíble.
No dejas de mirar esos ojos y, en tu interior, te sientes la persona más afortunada del mundo, no solo por tener a quien más habías deseado, sino porque ella te corresponde de manera incondicional. Esto es solo el comienzo y lo vas a disfrutar como nunca antes.