Esos días de aeropuerto. (6).

Tamara resultó María Julia y la tarde fue sensacional. Me llaman desde España pero no hay soluciones.

Tamara vivía en el cuarto piso de un edificio muy coqueto sobre una de las calles transversales a una gran avenida, apenas un dos ambientes, sala de estar y dormitorio, amén de la cocina y el baño pero muy arreglado, limpio y decorado, evidentemente por ella.  Cuando toqué el portero eléctrico, abrió sin contestar y al abrir la puerta de su departamento me dijo:

--Antes de que me retes o me digas nada por haber abierto sin preguntar, te aviso que lo hice porque te estaba mirando por la ventana cuando bajaste del auto y calculé justo.

--  Me ganaste de mano, efectivamente te estaba por llamar la atención por esa falta de seguridad.

Nos saludamos con un beso en la mejilla y me separé de ella para observarla.  Iba descalza y vestía una blusa holgada y un pantalón de bambula amplio que no dejaba adivinar nada de sus formas y de su cuerpo, además sin una pizca de maquillaje apenas si pasaba por una chica “del montón” .

--  Está visto que no tenía ganas de arreglarte para salir de tu casa pero debo decirte que te verías hermosa aún con un mameluco de operario de fábrica.

Su risa sonó cristalina y se tomó de mi brazo para llevarme hasta el sofá que había a un costado.  Nos sentamos y ello lo hizo enfrentándome, aunque sentada a un costado, para ello dejó una pierna apoyada en el piso y cruzó una pierna por debajo de la que tenía apoyada.

--Te puedo ofrecer café, té, agua, whisky, vodka y creo que tengo licor de mandarina, ¡ahh! y un vinito “patero” que hace mi papá en los fondos de mi casa.

--  Te voy a aceptar un café, si es cortado mejor y tampoco me voy a privar de probar el vino que hace tu “viejo”, ¿son de Mendoza?

--No para nada, vivimos en un pueblito de la Provincia de Buenos Aires y mis padres tienen un par de hectáreas de terreno donde plantan de todo, entre eso, un viñedo chico que da suficiente uva que utiliza para hacer vino casero, algún día, creo que en poco tiempo, voy a volver convertida en toda una Ingeniera Agrónoma.

Mientras tomábamos el café me contó que cursaba el cuarto año de la Facultad de Agronomía y, como de su casa no podían ayudarla, se costeaba los estudios, la comida, ropa y vivienda con su “trabajito” , fundamentalmente, de Escort, ya que para eso la ayudaban los estudios y el conocimiento de dos idiomas.  Según me aclaró, lo del Aeropuerto fue, más que nada, por insistencia de Heidi.

Me contó que su amiga quería iniciarse pero le iba a ser muy difícil conseguir trabajo en la Agencia en la que ella se desempeñaba porque eran muy exigentes con el desenvolvimiento y la cultura de las chicas.  Yo, casualmente, conocía a una de las Supervisoras de esa Agencia, se presentó ante mí una tarde en que venía acompañando a seis chicas que “atenderían” a los miembros de una convención que arribaba en unos de los vuelos desde Alemania.

Luego de un rato de charla, nos pasamos los números de teléfonos particulares y aunque venía dispuesta a un “arreglo” con el Jefe de Seguridad, se sorprendió cuando sólo le pedí que no hicieran ostentaciones y que realizaran su trabajo con tranquilidad, para mí, serían allegados que venían a recibir a conocidos, de hecho, es lo que hicieron, los recibieron en una Sala VIP y se fueron con ellos.  Le comenté esto a Tamara y le pregunté si todavía seguía esa mujer como Supervisora.  Contestó que era la dueña de la Agencia y aunque era muy exigente, una vez como parte del plantel, daba gusto tratar con ella.

La muy amena conversación con Tamara se estiró por casi dos horas y ni siquiera flotaba en el aire la urgencia o necesidad de sexo.  Luego de alabar el rico vino casero, hice ademán de levantarme para irme.

--¿Ya te vas a ir?, pensé que te quedarías un rato más “íntimamente” conmigo .

--  Para serte sincero, con Tamara no tengo ganas.

--Quedate entonces, mi verdadero nombre es María Julia, me parecés un tipo sensacional y sería un enorme gusto que me hicieras el amor.

Conjuntamente a lo que me decía, me echó los brazos al cuello, buscó mi boca con sus labios y cuando apoyó sus tetas en mi pecho me di cuenta que la blusa disimulaba muy bien la turgencia de éstas y sus medidas.  Nos costó desprendernos de nuestras bocas, el beso, con labios, lenguas y entrechocar de dientes casi nos dejó sin aire, una de mis manos la tenía en su cintura estrecha y la otra apenas si tocaba una de sus nalgas, sin llegar a abarcarla ni apretarla.

Luego del beso “explosivo” me dediqué a recorrer el resto de su cara y su cuello con mis labios y noté en ella una entrega que no tenía nada de “profesional” .  Sin lugar a dudas, los gemidos y sus expresiones de placer eran de una mujer gozando del hombre que quería tener al lado por elección.  Me tomó de la mano y me llevó con ella hasta la habitación, era un “chiche” con un indudable toque femenino, la cama matrimonial, con un enorme oso de peluche apoyado en sus almohadas, nos recibió mullida y confortable.

Quedó debajo de mi cuerpo y me abrazaba fuerte de la cintura mientras parecía desesperarse por besarme, sólo cuando le pareció suficiente, salió de dónde estaba y se paró a un costado para despojarse de sus ropas.  Si vestida de minifalda y botas me había llamado la atención en la oficina del Aeropuerto, ahora había doblado la apuesta, desnuda era de una belleza magistral, cándida, tímida y a la vez, con una pizca de animal salvaje pronto a devorarte.

Conocedora de su belleza esperó unos segundos para que la admirara y subió a la cama gateando, casi como diciéndome con la mirada que no iba a permitir que el aburrimiento se instalara en esa cama.  De hecho, creo que nunca nadie me desnudó más rápido y pronto la tuve acostada sobre mí, piel con piel, cuerpo con cuerpo, sus labios se fundían en los míos y hubiese jurado que tenía cuatro manos porque no dejaba rincón sin acariciar.  Mi miembro erecto se instaló en su entrepierna y allí lo hizo permanecer allí  acariciándolo con sus labios íntimos, masturbándose y masturbándome con un sutil desplazamiento al moverse hacia atrás y adelante.

--Me encanta tu piel Willy, aguantá un poquito, dejame sentirte, te estoy gozando como no lo hago con nadie, ni siquiera me presto para besar, créeme, por favor.

--  Dejá a los “nadie” de lado, no los traigas a este momento, seguí gozando, me encanta verte así.

Siguió un rato más y me encantaba mirarla, su cara no podía disimular el placer que estaba experimentando.  Se notaba que no me daba un rato de sexo “comprado” , se estaba entregando y me lo hacía saber sin decírmelo, era su momento de demostrar y lo estaba haciendo de maravillas.  Los dos sabíamos que era sólo sexo pero el que se elige y con quien se elige, tiene otro “sabor” .

Sus ojos brillaban, bueno, en realidad, estaba seguro que brillaban porque no podía vérselos, los cerraba apretando sus párpados pero la sonrisa de satisfacción y la lengua que se paseaba por sus labios como degustando un sabor más que agradable, me lo hacía saber, lo mismo pasaba por sus manos que apretaban y soltaban deslizándose por mi torso.

Yo me dejaba hacer mientras mis manos acariciaban su espalda y su cintura sintiendo en mis dedos la deliciosa tersura de una piel que, precisamente en esos lugares, incentivaba mi gusto por la mujer, ¡“rayes” que uno tiene! , la piel de la cintura y la espalda de una mujer que no hiciera una conjunción con mis dedos, perdía mucho de mi atención.  Llegó un momento en que no pudo aguantar, con sus caderas acomodó el glande en su abertura sin usar las manos y comenzó a penetrarse lentamente, disfrutando cada centímetro del miembro que ingresaba en ella.

Su cara acusó un pequeño gesto de dolor pero no cejó en su intento y yo me sorprendí por lo estrecho del lugar, la unión de la ingle de cada uno marcó el tope y los movimientos lentos de entradas y salidas fueron acelerando mientras sus músculos interiores me apretaban.  El goce era total y sus gemidos que ya sonaban más fuertes parecían música para mis oídos.

--Sííí, mi cielo, sííí… -dijo- y el grito que dejó salir junto con su orgasmo creo que nos sorprendió a los dos.

Tuve que hacer un esfuerzo enorme para no irme junto con ella, los músculos de su vagina me apretaban y toda ella parecía aspirarme para que me vaciara.  Quedó rendida y estirada sobre mí a la par que se reía con alegría y se movía de forma casi imperceptible no permitiendo que mi dureza aflojara.  Su beso fue una mezcla de dulzura, pasión y agradecimiento, realmente estaba disfrutando como no se imaginaba.

--  No te enojes por lo que te voy a decir pero has logrado lo que ningún hombre ha podido lograr, que me sintiera plena, feliz y satisfecha de poder entregarme sin miedos.  La vida es muy injusta.

--  No te pongas mal María Julia y permitime devolverte parte de lo que me diste hace un momento.

No sé lo que me quería decir aunque lo imaginaba y el momento no daba para filosofar o lamentarse, entonces la giré y en la misma posición pero ahora conmigo arriba me dediqué a besar y acariciar sus pechos y sus pezones endurecidos, retorciéndose aceptaba todas mis caricias y gemía sin poderse contener.

Luego descendí por su estómago por el que pasé rápido debido a que se retorcía por las cosquillas y llegué a su intimidad, allí me esmeré con boca, lengua y dientes sin dejar ni un sólo espacio sin recorrer.  El orgasmo, tan o más ruidoso que el anterior, se lo provoqué aspirando su clítoris erguido y palpitante mientras tres de mis dedos penetraban, dos su vagina y uno su culo cerrado pero receptivo.

Levanté sus piernas y las puse sobre mis hombros, quedaron sus dos huecos a disposición y no me iba a conformar con uno sólo de ellos.  Primero fue en la vagina y también la penetré como parecía gustarle, lenta y despaciosamente hasta que el tope no me dejó seguir y luego entré y salí acelerando mis embestidas.  Sus gemidos se convirtieron en gritos y en pedidos de más y más, cuando cambié de lugar se tensó por un momento pero no hizo ningún amago ni comentario para negarse a nada.  Aquí me costó un poco más pero cuando el glande penetró volví a utilizar la técnica de la penetración lenta y medida.

Sus nalgas eran perfectas y, a pesar de la incomodidad, necesité apretarlas con mis manos, algo que pareció gustarle sobremanera porque se movía como pidiendo más apretones.  El movimiento de entrada y salida ya era bastante acelerado y cuando notaba alguna mueca de dolor cambiaba de lugar penetrando su vagina.  Los cambios la volvieron “loquita” y ya no sólo gritó, también exigió.

--Sííí, partime todo, rompeme el culo, perforame hasta el ombligo, ¡por Dios, qué placer enorme!

Ya no podía aguantarme y ni siquiera pensé en preguntarle dónde quería mi acabada, algo que ella solucionó rápidamente al darse cuenta de la eminencia de mi orgasmo.

--Llename el culo de leche, esperá unos segundos, por favor, quiero acabar con vos.

Casi no terminó de decirlo y se despachó con unos alaridos de placer que no esperé, lógicamente, me llevó con ella y la leche caliente potenció sus contracciones y sus movimientos desaforados.  Quedó como ida y yo permanecí en su interior hasta que me fui aflojando.  Había sido un “polvo” impresionante y el estado en que quedamos los dos lo acreditaba.

A duras penas nos levantamos con las piernas temblando y abrazados y riéndonos nos fuimos a bañar.  Era una delicia enjabonar su cuerpo escultural pero sólo fueron caricias, nuestro estado no daba para otra cosa.  Jugando le toqué y alabé la hermosa cola y me pidió que ni se me ocurriera tocarle el agujerito.

--Sólo dos veces, cuando era adolescente, tuve sexo anal, nunca transigí con volverlo a repetir, la negativa era con todos y al que insistía lo “cortaba” de plano, he pegado “portazos” cuando me jodían con eso.  Hoy no te pude decir nada, me pareció algo completamente natural y lo gocé como no esperaba pero… lo tengo roto, destrozado y feliz aunque hecho “mierda” mi cielo, por eso te pido que no lo toques.

--  Bueno, tengo que agradecerte la “exclusividad” pero es muy difícil de resistir, en realidad, toda vos sos muy difícil de resistir.

--Vos también, mi vida, vos también…

Me la dejó “picando” y nos secamos entre los dos.  La tarde había sido fantástica y ya era de noche, no daba para quedarse más y me despedí de María Julia porque, en realidad, había ido a ver a Tamara y me sorprendí con una María Julia de película.

Al entrar en mi casa me volví a encontrar con ese “pedazo” de soledad que solía asaltarme cuando estaba solo pero lo descarté rápido pensando en el rato pasado en la casa de la futura Agrónoma.  Me hice un emparedado mientras cocinaba un, en apariencia, apetitoso bife de chorizo y me puse a ver la tele.

Miraba sin ver porque no había nada interesante y sonó mi teléfono, el identificador de llamada no acusaba ningún número conocido en particular y atendí “por si las moscas” . ¡Sorpresa! , era María Eugenia desde España, me jodió bastante que me llamara pero no iba a demostrárselo.  Pareció haber hecho un silencio como para decidirse a hablar hasta que se largó.

--Hola mi amor, te llamaba porque creo que te debo una explicación.

--  Hola “gallega”, ¿cómo estás?, ¿el viaje bien?, ¿te encontrás a gusto en el terruño?

--Sí, todo bien pero no es por eso que te llamo…

--  Ya imagino porque llamás pero… ya sos grande como para tomar tus propias decisiones.  Lo nuestro estuvo bien hasta que vos decidiste volver a España, ¿cuál es el problema?

--No seas malo conmigo, no conozes como es mi familia, mi padre principalmente.

--  Está todo bien, no me des excusas, ya te dije que sos “adulta” como para decidir qué es lo que más te interesa y no soy malo, sólo estoy un poco decepcionado porque me engañaste, me ocultaste algo que era muy importante y no creí merecerlo.

--Me duele lo que me dices, yo no pretendía engañarte pero no zabía cómo dezírtelo.

--  Ya no importa, ya me enteré por las mías y me vino bien, de última, no me quedaré esperando “al pedo”, aunque, para que veas que no soy malo, espero de corazón que la vida te trate muy bien, de hecho, sabés que podés contar conmigo.

Me pareció escuchar un sollozo del otro lado de la línea y si bien es cierto que la compañía, la presencia y la intimidad que tuvimos me había “pegado” fuerte en los sentimientos, no pensaba aflojar.  Siempre había sido un convencido que las decisiones que uno toma conllevan consecuencias, buenas o malas y hay que aprender a convivir con ellas.

La “gallega” había decidido irse de mi lado a pesar de demostrarse de otro modo conmigo y lo que hacía ahora era una especie de “descarga de culpas” , era tarde para mí y, de acuerdo a mi ego, tarde para ella también.

--No seas azí Willy, aunque no lo creas, te extraño mucho y me siento muy mal por no haber hablado antes contigo.

--  María Eugenia, cielo, hermosa…  ya está, ya fue, dejémoslo aquí, te fuiste, no vas a volver, me dolió pero ya está pasando y si te hace sentir bien, yo no te guardo ningún rencor, prefiero recordar los momentos lindos.

--Eso que me decís me hace sentir peor, voy a hablar con mi padre…

La situación me estaba jodiendo, ¿quién me aseguraba a mí que algún tipo de situación similar no se volvería a presentar? , decidí ser más tajante.

--  Es lo peor que podrías hacer, es mejor que disfrutes la vida que decidiste encarar, además, para serte sincero, te he perdido la confianza, ya no puedo creerte en un 100% y eso no ayuda a ninguna relación, te reitero, mejor lo dejamos aquí.

El sollozo que se escuchó al otro lado de la línea no me dejó dudas respecto al dolor que le causó lo que le decía pero, no dejaba de ser una verdad.  No me contestó nada más, simplemente cortó la comunicación, pensar que se había cortado sola no era lógico y me auto-convencí que era mejor de este modo.  La cena me cayó para la “mierda” y el nudo en el estómago me impidió dormir hasta casi la madrugada.

Al otro día llegué al Aeropuerto con “cara de perro” , enojado conmigo mismo y casi sin dormir pero tampoco me iba a “desquitar” con nadie, después de hacerme cargo de la guardia, lo dejé a mi segundo al mando y me dirigí a la Confitería para desayunar, esperaba que la presencia de Alejandrina disipara un poco los malos humores.  Algo así aconteció, la sonrisa que me dedicó cuando entré en la Confitería me hizo olvidar hasta del sueño atrasado, me acerqué a saludarla hasta la Caja y me dijo:

--Hola amor, ayer te extrañé horrores y no sabés las ganas que tengo de abrazarte y darte un beso enorme.

--  Yo también vida pero guardemos un poco la compostura, ambos estamos trabajando y si nos besamos nos vamos a olvidar de todo y de todos, jajaja. Tuve ganas de contarle de “mi oficina” para que se llegara cuando tuviera un descanso pero preferí que eso siguiera en el “anonimato” .

--Cielo, ¿querés que te espere hoy?, te digo porque si vamos a ir a algún lado le aviso a mi madre que no me espere. Su mirada cargada de picardía me lo dijo todo.

--  Bueno, más tarde te confirmo.

Dejamos la conversación entrecortada porque apareció Alicia y luego de saludarme  me pidió hablar conmigo.  La invité a tomar un café cortado y nos fuimos a sentar a la parte VIP de la confitería, a la que sólo tenía acceso algún que otro personal del Aeropuerto y los pasajeros atendidos por RR.PP. de las Aerolíneas.  Nos sentamos en uno de los cómodos sillones y, sin vueltas, me preguntó:

--¿Sabés por qué quiero hablar con vos?

--  Espero que no sea para preguntarme cómo se comporta Lalo o que es lo que siente por vos.

--No seas tonto, me acaba de llamar el padre de María Eugenia, parece que tuvieron una “pelotera” enorme y quiere abandonar hasta el trabajo en la empresa para volverse a Buenos Aires.  Lo acusó de haberle arruinado la vida y de varias cosas más que no me contó.

Por lógica, me preguntó qué es lo que podría tener en Buenos Aires y no quise contestarle.  Yo la miraba fijamente tratando de dilucidar los visos de verdad que tenía lo que me contaba.  Estaba convencido de que: mujeres y amigas podrían urdir cualquier ardid para convencer al más “pintado” pero lo descarté de inmediato dándole un voto de confianza a la novia de mi amigo, que siguió hablando…

--Tras cortar con el padre me llamó ella, lloraba sin poderse contener y de forma entrecortada me contó que había hablado con vos y la habías tratado bien pero que le cerraste las puertas a cualquier oportunidad, ¿es verdad?, ¿no tenés ningún sentimiento para con ella?

--  Lo que te dijo es verdad, me llamó, hablamos bien y le dije que tratara de hacer su vida porque ella era una adulta y había tomado decisiones de las que se tenía que hacer cargo y sí, verdaderamente, tengo sentimientos por ella, sentimientos que ella se encargó de acelerar y consolidar la noche anterior a su partida pero hay algo que le juega muy en contra.  Me engañó, me desilusionó, no fue capaz de decirme la verdad y perdí toda la confianza en ella, no podría ni hablar con ella sin pensar cuándo volverá a mentirme o engañarme.  Soy capaz de masticar adoquines por otra cosa pero no puedo perdonar este tipo de proceder, es más fuerte que yo y la relación no funcionaría.

--Si bueno pero…

--  Ese pero no me convence, dejame hacerte una pregunta, ¿qué pasaría contigo si descubrís que Lalo te engaña o te traiciona los sentimientos?

--No sigas, te entiendo, yo no lo perdonaría, me costaría estar con él.  Me duele porque la quiero como a una hermana pero también te entiendo a vos y debo reconocer que se mandó una “cagada” muy grossa por no saber actuar como una persona adulta.  Yo me encargo de hablar con ella para convencerla de no volver.

Me saludó con un beso y se fue bastante compungida…  La miré cuando se iba y me puse a pensar si no me estaba mandando “el moco” de mi vida con mi intransigencia pero, “salga pato o gallareta” yo también me consideraba adulto y ya había decidido.  Me quedé un rato más allí sentado y luego me dirigí a la guardia, quería saber cómo marchaba todo y pensar también que es lo que haría con Alejandrina…

Continuará…

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GUILLEOS1 se los agradece.