Esos días de Aeropuerto. (3)

Un día “familiar” y la soledad que pesa… En el trabajo la “cosa” cambia sustancialmente y descubro algunas “particularidades” de Graciela

Era pasada la medianoche y estando en viaje hacia mi casa, sonó mi teléfono, ni ganas de atenderlo pero vi que el que llamaba era Lalo, un compañero de trabajo, también soltero, un poco mayor que yo y el único amigo, al que podía considerar como tal, los demás, tan sólo compañeros o conocidos.  Siempre fui de la idea que la amistad es un sentimiento “especial” y muy profundo porque requiere una entrega y una reciprocidad sin dobleces, incluso mayor al sentimiento que se da en una pareja enamorada, aunque, en principio, parecerían “similares ” porque es alguien que “se elige” pero, con un amigo, jamás existen los secretos.

No consulta, no investiga, sabe escuchar, comprende cualquier cosa, nunca te “apunta con el dedo” , da consejos sólo cuando se los pedís y jamás “duelen” .  Nos conocíamos desde hacía tiempo y cada quien sabía hasta como “respiraba” el otro.  Como sea, me llamaba para invitarme a que fuera a una reunión en su casa y por la música y las risas femeninas que escuchaba, me imaginaba que tipo de “reunión” realizaba.

--  Ni lo sueñes, esta noche paso, tuve una noche y luego un día muy agitado.

--¡No me podés dejar “pagando”!  ¿Te acordás de las chicas que conocimos en la fiesta del Canal?

Claro que las recordaba, fui con él de invitado porque le gustaba codearse con la gente de la farándula y allí las conocimos.  Dos vedettes de segundo orden que “pintaban” para primerísimos planos.

--  Si, Lalo, las recuerdo y lo lamento pero, hoy, no contés conmigo, estoy “muerto”.

--Listooooo, ésta me la voy a cobrar, que descanses. Corté y me sonreí pensando en la noche que le esperaba.

Al llegar a casa, ni comí, apenas si tomé una gaseosa, leí la nota que había dejado María, la señora que mantenía limpia la casa y mi ropa día por medio y en mi mente escuché el grito desesperado de mi cama que me llamaba.  Apenas si pude llegar a quedar vestido sólo con el bóxer y creo que me dormí antes de apoyar la cabeza en la almohada.

Me desperté como a las nueve de la mañana, tomé un café y salí a correr un rato alrededor de la plaza.  Una hora después regresé y me di un baño reconstituyente de agua bien caliente mientras pensaba en la “gallega” y en la grata sorpresa que me había llevado con Judith.  Tantos habían “patinado” con ella que, para no hacer el mismo “papel” me había acercado como “amigo-compinche” , resultó tan bien que ahora le habíamos agregado el “derecho al roce” .

Con el “amigo” medio “morcillón” por el agua caliente y por los pensamientos, me lancé a divagar sobre las mujeres, ¿algunas?, ¿todas? , a ciencia cierta no lo sabía porque no tenía experiencias de convivencia laboral con mujeres pero recordaba muy clarito lo que me dijo un conocido que era Inspector de Aduana: “Aquí en el aeropuerto no corras detrás de ninguna mujer pero cuando salgas e intimes con alguna, dejala “de cama”, hacele todos los “chiches”, dejala deseando más y jamás “te vayas de boca”…  Ellas solas se van a encargar de contarle a sus “amigas” y luego vendrán otras a buscarte”…¿Verdad?...   ¿Mentira? , no sé qué afirmar pero a mí me resultó y me quedó claro que ese tipo de competitividad existía.

Más tarde me fui a almorzar a la parrilla de un amigo, realicé unos trámites que tenía pendiente y me fui a visitar a mi “vieja” y a mi hermana.  Nunca me venían mal esos ratos de convivencia con la familia más próxima, estaban mis sobrinos adolescentes y charlé un rato con ellos, me tenían como a un tío “veterano” con el que se podía hablar de los temas que quisieran y yo trataba de no defraudarlos aunque marcaba siempre algunas diferencias con el trato, quizás por deformación profesional, de todos modos, ellos y yo sabíamos que podían contar conmigo.

Había dejado el celular en el comedor y me encontraba conversando con mis sobrinos cuando apareció mi madre con el teléfono en la mano.

--Nene, te llama María Eugenia, ¿es tu novia?”, ¿es española? La única María Eugenia que conocía era la “gallega” y por ese apelativo la tenía agendada.

--  No mamá, es una amiga, ¿cómo supiste que se llama María Eugenia?

--Le pregunté y me dijo el nombre, también me dijo que no es tu novia pero me habló tan dulce que no le creo. Hay madres que bueno, bueno, no sabía si reír, llorar o enojarme.  Mis sobrinos y mi hermana se reían sin disimulo.

--  Dame el teléfono que me metés en cada lío.  Hola “Euge”, ¿cómo estás?

--Hola Willy, estoy bien, no te enoje con tu madre, hombre, ya ze prezentó, es una “dulze”.  Llamaba para zaber cómo estabas y si te puedo ver mañana.

--  Listo, te busco para desayunar juntos.

--Vale, nos vemos mañana, bezos a tu madre.

Me di vuelta como para encarar a mi madre por la indiscreción con el teléfono y me miró poniendo cara de circunstancias.  Levanté un dedo mirándola y no le dije nada, mi hermana y mis sobrinos, sabiendo que no me gustaba que preguntaran o se metieran en mis cosas, seguían riendo y me tenté comenzando a reír yo también. “¿A ver si crees que, a esta altura, las vas a cambiar?”-dijo mi hermana- y tenía razón, la “vieja” , aferrada a sus conceptos, quería ver al “nene” casado y “asentado” .

Después de las risas y las bromas, con las consabidas preguntas maternas, ¿Cómo es?...  ¿Dónde trabaja?...  ¿Cuántos años tiene? y similares a las que, más o menos, eludí pero no pude “zafar” de la cena familiar.  Volví a casa a eso de las once de la noche y reconfortado porque, a ciencia cierta, me agradaba la compañía de la familia y no era menos cierto que la tesitura de “lobo solitario” aunque lo negara de la boca para afuera, comenzaba a pesarme.

En la mañana del otro día, cuando ingresaba al estacionamiento, mirando los edificios que componían los Espigones Nacionales e Internacionales y/u otras instalaciones adicionales volví a sentir ese regocijo interior que me hacía sentir bien y que me llevaba a “zambullirme” en ese Mundo tan “particular” absoluto y absolutista de cada aeropuerto en particular.  Me hice cargo sin novedades y me dirigí a dar la estúpida charla, ordenada por la Jefatura, que se le daba a todo el personal que asumía la guardia.

Algunos llevaban casi un año cumpliendo esas funciones y siempre estuve convencido que esa tonta “monserga” cual si uno se dirigiera a un equipo que estaba por salir a la cancha era una soberana “mierda” .  Llegué, los miré, nombre a cuatro o cinco de ellos para que fuera a mi despacho pues tenía que hacerles hincapié en pedidos más precisos y les dije a los restantes…

--  Ya saben lo que tienen que hacer, no queden mal ni me hagan quedar mal.  Vayan a relevar a sus compañeros que los esperan y buena guardia.¿Para qué más?...

Fui al despacho, di las indicaciones a los que había citado, avisé a mi segundo y me fui a desayunar con María Eugenia que, seguramente, me estaría esperando.  Estaba conversando con la cajera de la confitería, una chica jovencita, de no más de veinte años, muy bien puesta que, alguna vez había seguido con la mirada y se movía cual si fuera una modelo desfilando y destilando una sensualidad que no se veía en muchas.

La saludé a ambas con un beso en la mejilla y observé encantado que María Eugenia vestía el uniforme de su compañía con una blusa ajustada y una pollera tableada que no podía disimular sus glúteos y el movimiento de estos al caminar, me “recalentaba” la “gallega” .  Nos sentamos junto a uno de los grandes ventanales.  No era la primera vez que me sentaba a desayunar con ella y los comentarios al respecto no faltaban pero, de allí no pasaban, ambos éramos solteros y ninguno de los dos le daba “calce” a nadie para más.  Le pregunté por qué había llamado…

--Por nada hombre, por nada en particular…  Pasé tan linda noche que te pensé, creo que hasta durmiendo y se me ocurrió llamarte para saber cómo estabas.  No fue por nada en espezial aunque me zorprendí con tu madre.

Noté sinceridad en sus palabras y en su mirada pero, por “si las moscas” quise aclarar un punto respecto al compromiso.  Así lo hice y lo aceptó con una sonrisa dulce, afirmando que ella tampoco estaba preparada para algunas “cosas” aunque tampoco le gustaría renunciar a pasarla bien conmigo, de vez en cuando.  Luego de este acuerdo consensuado, además que yo tampoco quería dejar de verla, volví a la Jefatura.

La mañana estaba “movidita” , estaba próximo a arribar un vuelo desde Europa que trasladaba a un muerto en su ataúd y el Médico Legista de la Dirección de Sanidad necesitaba dos agentes que lo acompañaran a la revisión del cadáver.  Había que organizar un operativo de control porque en la tarde viajaba el Presidente de La Nación, activar al grupo de Control de Explosivos que revisaría al avión presidencial, acordonar y desalojar el área que usarían, ubicar al Periodismo, intercambiar saludos con la comitiva presidencial y controlar el movimiento de toda la “sarta” de alcahuetes que se querían acercar y hacer “acto de presencia” ante el Presidente y/o los Ministros (cuando estos arribaban como “en patota” era señal que el “más importante” estaba llegando) , además estar para el recibimiento del mandatario, reforzar entradas y salidas externas e internas, en fin, cuesta más explicarlo que hacerlo.

Había que atender a dos Abogados que venían a liberar a dos hermanos detenidos y remitidos por Interpol y tampoco hubo problemas con ello porque presentaron los papeles correspondientes y se fueron con sus clientes (hay cosas que nunca entenderé, los acusados y sus Abogados saben de sus limitaciones legales para viajar, entonces, ¿por qué dejan a sus clientes intentar viajar sin la documentación que los habilite para esto, ¿cosas de Abogados porque luego les cobran más para sacarlos?, quizás, es una duda que siempre tuve) .  Como fuere, cerca del mediodía me liberé, fui a comprar el almuerzo y me escabullí a mi “privado” .

Al momento en que abría la puerta, escucho que me chistan, era Graciela que se paseaba controlando a su personal y se la veía más arreglada, con las uñas pintadas y maquillada…

--¿Tenés un segundo?, -preguntó-

--  Depende, ¿ya almorzaste? -contesté-, me dijo que aún no lo había hecho y la invité a hacerlo conmigo.

Comida tenía de sobra, Josefina, la dueña del pequeño restaurant que funcionaba en los límites de la entrada del Aeropuerto, me preparaba almuerzo como para tres, tanto que también me servía de cena.  Graciela aceptó diciendo que tenía un rato libre.  Fantástico, aprovecharía para averiguar más de ella, preparé el escritorio como mesa, serví y mientras almorzábamos comencé a preguntar…

--  ¿Cómo te lleva el trabajo?

--Muy bien, no tengo de que quejarme pero, tenías razón, hay momentos en que te dan ganas de “escaparte” porque te agobian los problemas y las “pavadas” de algunos”.

--  “Jajaja, ¿ya se ocuparon de “echarte los perros”?, me lo imagino, atractiva, rubia, simpática, despierta, nada que ver con las otras empleadas y creo que a más de uno se le habrán notado los “colmillos”.

--Ni te imaginás, de todos modos, ya estoy acostumbrada y los ignoro corriéndolos para el lado que disparan, es más, un Jefe de Seguridad de otro turno me invitó a tomar un café, me negué pero en la charla surgió que había estado conversando con vos y que eras muy agradable, entonces se despidió aduciendo un trabajo pendiente y me dejó casi con la palabra en la boca.(Lalo,-pensé-) , ¿qué pasa te tienen miedo?

--  No, no es miedo, simplemente que nadie debe “meterse en la quinta” de nadie hasta estar seguro.

--Bueno, eso lo entiendo y me queda claro pero vos no me has mostrado “los colmillos” y yo no formo parte de tu “quinta”…  todavía. -Lo dijo bajando la mirada-.

Me causó gracia y ese “todavía” , de la forma y con la mirada de picardía al principio y casi de aceptación después, con que lo dijo me sonó alentador y a mi “amigo” escondido detrás de mi bóxer le sonó mejor, despertándolo.  Pretendí ignorar el término y pregunté por su vida, anticipando que estaba en ella contarme o no.  No tuvo inconvenientes y comenzó a contar…

--Soy soltera, una vez estuve en pareja, tengo treinta años, sin padres, vivo en tal lado con mi hermana menor también soltera y bastante liberal.  Tengo otra hermana apenas mayor que está casada con un hombre que le dobla la edad, tienen un pequeño restaurant, vive en los altos del negocio y mi cuñado se la pasa trabajando y no la deja ni salir, por lo que es bastante infeliz.  Estuve obligada a trabajar siempre en este ramo para subsistir y como soy pariente del marido de la secretaria del dueño, conseguí este trabajo y ahora estoy mucho mejor, (allí me enteré que la secretaria-amante del dueño de la empresa estaba casada) .  ¿Qué más querés que te cuente?

--  Lo que gustes, no tengo predilección por algo en particular, es como para que entiendas que en “mi quinta” no dejo entrar a desconocidas. Esto se lo dije para ver su reacción y, fue de lo mejor.

--Te cuento todo lo que quieras saber pero, me tenés que decir cómo es eso de “la quinta” porque no quisiera ser una “verdurita” más aunque me tienta mucho.

Volvió a bajar la vista y, ante su desenvoltura y picardías, no me convencía mucho esa actitud poco menos que complaciente, a menos que… Se me hacía que lo que ella imaginaba “mi quinta” no le era desagradable, ganas de “pertenecer” parecían no faltarle pero…  dejaba entrever que era una de esas mujeres proclives al “ni” , las cuales no dan nunca un “no” como respuesta definitiva pero tampoco un “si” .  Me quedaban dos opciones, la ignoraba (cosa difícil porque cada vez que la miraba me parecía que estaba mejor) o intentaba “ganármela” , de última, lo más que podría suceder es que me tomara por otro que “le había echado los perros” .  No pude menos que reírme para mis adentros pensando que, en definitiva, el “si” o el “no” siempre dependía de ellas.  Entonces le dije:

--  Lo de “verdurita” corre por exclusiva cuenta tuya, a mi me gusta más la mujer que tengo enfrente y que, para ser sincero, desearía que se levantara, se acercara y me “partiera la boca” con un beso “de aquellos”.

--Trataré de hacerlo lo mejor posible, mi señor,-me dijo- sorprendiéndome al acercarse con movimientos suaves y pausados.

Permanecí sentado, ella llegó a mi lado y se sentó de piernas abiertas sobre mis muslos, puso las manos, una en mi hombro y otra en mi cuello, acercó su boca a mi boca y no quise dejar que lo hiciera todo.  Nos “comimos las bocas” al unísono, labios, lenguas y salivas se mezclaban incentivando la “calentura” compartida.  Recorría luego su cuello con besos y lamidas desde la oreja al hombro y notaba sus contracciones de placer, mis manos levantaron su blusa en la zona de la baja espalda y se dedicaron a acariciar esa piel que me encantaba.  Mi miembro, apretado por la posición y las ropas, clamaba por su liberación y me moví haciendo un gesto que le dio a entender lo que sucedía.

Puse una mano en su cabeza y se deslizó apoyándose finalmente en sus rodillas, sabía perfectamente lo que hacía y ni tiempo a pestañear que ya tenía los pantalones y el bóxer debajo de las rodillas.  Ella acariciaba con las dos manos los testículos y el pene, lamiendo el glande sólo en la parte en que el “ojo” de éste parecía observarla.  Excitante pero absolutamente incompleto y se lo hice saber empujando más su cabeza, allí se detuvo y se levantó, tomó mi mano y me dijo:

--Mi señor merece una posición mejor.

Me llevó hasta el sofá, me desnudó completo y me acostó boca arriba.  Luego, mirándome fijamente a los ojos se desnudó despacio y me mostró un cuerpo mucho mejor que el que dejaba imaginar su ropa de trabajo.  Sus pechos erguidos y duros, su vientre plano, los labios de la vagina cerrados y totalmente depilada, sus muslos firmes y su movimiento al arrodillarse ya no me permitió ver más que su cabeza de cabellos rubios acercándose a mi erección.

Con una mano sobre mi estómago, la otra sobre mis muslos y a “boca limpia” , se dedicó a darme un placer oral que jamás había recibido.  Ya no fueron sólo besos y lamidas, ahora parecía querer lograr que mi miembro llegara a su estómago, el tamaño de su boca no se lo permitía, de lo contrario, hasta mis huevos hubiese aspirado.  Introducía mi miembro, que ya había traspasado su garganta y, dejándolo totalmente dentro de su boca, realizaba una especie de gárgara envolviendo al pene, a la vez, con una lengua movediza e inquieta.  Respiraba por la nariz pegada a uno de mis muslos y señalaba con una mano hacia su cabeza, entendí que quería que empujara y lo hice aunque no sabía qué más podía meterse.  Empujé su cabeza con ambas manos y comprendí…

Su placer residía en ahogarse sin poder respirar, aguantando todo lo que pudiera, entregándose sumisa a lo que yo decidiera.  Mi morbo se disparó al entenderlo y redoblé mis esfuerzos apretando y apretando.  Ella seguía aguantando y moviendo la lengua como enloquecida y ya no pude aguantar más, acabé con un gemido profundo en el fondo de su garganta.  Tragó todo sin que quedaran huella y salió despacio hasta terminar dándole un beso al glande.  Se incorporó, se tendió sobre mi cuerpo, amalgamando las pieles y me besó, apenas un poco de gusto a mi semen, era lógico, pues no había estado en el interior de su boca y comenzó a moverse aplastando sus duros pechos al mío.

De seguido, tomó mis manos y las puso sobre sus nalgas pidiéndome que se las apretara.  Lo hice ya sabiendo que un punto de dolor no la incomodaba, apreté, pellizqué con fuerza y separé su dureza para introducir el dedo medio de una de mis manos en el hueco que mi miembro, que ya reaccionaba con ganas, perforaría a continuación.   El dedo actuó como un detonante, se levantó apresurada, se arrodilló sobre el sofá apoyando su torso contra el respaldo y me urgió…

--Por favor mi señor, rompa este culo que desde hoy es suyo. “Completamente del tomate” -pensé- pero la idea no me disgustaba y notaba que su entrega pasiva  o sumisa incentivaba mi morbo de una forma que, hasta ahora, no había experimentado.

Con esa tentación de por medio, apliqué un golpe con la mano abierta a una de sus nalgas que resonó en toda la habitación y ante su gemido placentero, la otra corrió la misma suerte.  Pedía más pero mis pruritos le jugaron en contra y abriendo ambos “cantos” me lancé a besar, lamer e intentar introducir mi lengua lo más profundo que podía.  Ella no dejaba de moverse y gemir y por la forma en que endurecía y aflojaba su cuerpo, más su vagina que chorreaba, estaba seguro que estallaba en orgasmos con gemidos que se mezclaban placenteramente.  Me incorporé un poco y metí mi miembro de un solo envión en su vagina empapada. “Nooooo”-me dijo- casi gritando, yo le pegué otro golpe en las nalgas y le contesté…

--  Aquí se coge como yo quiero, ¿queda claro?

--Si mi señor , -me contestó y siguió con sus movimientos-.

De todas formas, como su culito durito y bien armado me encantaba, realicé cuatro o cinco movimientos en su vagina cálida y receptiva y lo saqué, apoyé el glande en el agujero palpitante y con un movimiento de pelvis lo introduje hasta chocar mis huevos con su vagina.  No gritó, exteriormente no gritó pero se estremeció toda y sorbió por su nariz como si estuviera derramando lágrimas.  Me quedé quieto unos segundos y comencé a salir casi al borde para volver a entrar con fuerza nuevamente.

Mi ritmo se incrementó y los golpes de mi pelvis contra sus glúteos parecían aplausos.  Yo salido de quicio y ella era una víbora moviéndose y gozando.  En una última estocada y aún sorprendiéndome por la cantidad, inundé sus tripas de leche tibia.  Ella se derrumbó pasando sus brazos por sobre el respaldo y se quedó quieta conmigo aún adentro también esperando recuperarme.  Ya no quería más, salí de ella y fue a lavarse, al regresar se sentó a mi lado y me dijo:

--Esto me encantó y cuando quieras te sigo contando más de mí.  Desde ya te digo que estoy para lo que quieras y gracias por comprender mis “gustos”.

Nos dimos otro beso y le dije que se fuera que tenía que bañarme porque debía seguir trabajando.  Salió con cautela y yo me “arrastré” hasta el baño.  Luego del baño reparador y mientras me cambiaba me puse a pensar en los distintos modos en que las personas gozan del sexo y que uno, debido a la cantidad de “máscaras” que se usan, nunca puede llegar a tener “la verdad” al respecto.  No sabía si lo de Graciela llegaría al grado de sumisión pero era indudable que gustaba de ser “dominada” …  Ya averiguaría más.  Me sentía muy satisfecho y luego de terminar de cambiarme me dirigí a reanudar mis obligaciones laborales…

Continuará…

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Gracias…  GUILLEOS1.