Esos días de Aeropuerto. (2).

El día es ameno y la gente de toda índole que ronda por un Aeropuerto lo hace más llevadero, aún cuando hay que tomarse un tiempo para escuchar a una “amiga”

Me desperté por las mías, acostumbrado a dormir, muchas veces, de pié, esas casi tres horas de sueño habían obrado maravillas.  Me pegué una ducha, cambié mi camisa, peinado y perfumado con el “Carolina Herrera”, “For Men”(ventajas de tener un Free-Shop siempre a mano y aunque no se debía, se podía), me dispuse a reanudar mis tareas.  No bien salí de la oficina, desde la escalera, vi a la rubia saliendo de las oficinas del piso superior, por la que se llegaba a la Torre de Operaciones, me saludó con una sonrisa que contesté y, a pesar de notar que quería decirme algo, proseguí mi camino.

El hall del aeropuerto mostraba a esa hora un movimiento normal y los vuelos se habían reanudado sin inconvenientes.  Fui a la oficina, situada a metros de una de las escaleras de ascenso a los pre-embarques y pregunté por las novedades.  Había dos o cuatro, según se las quiera ver…  Dos “punguistas”, “carteristas”, “descuidistas” o como se les quiera llamar y dos prostitutas jóvenes y de las “caras” porque en el aeropuerto no ingresan las que podemos denominar “comunes” , estaban todos “demorados” .

Quizás aquí valga una aclaración, el público que no es habitué en los aeropuertos y se acerca a buscar pasajeros está preocupado por quienes vienen a buscar, mirando  de  encontrarlos en el gentío luego de que abandonan el sector de Aduana u observando constantemente el tablero de arribos, esto es aprovechado por algunos/as que les dan conversación o los abrazan “confundiéndolos” con algún que otro pariente y luego desaparecen rápido con la cartera, joyas y lo que puedan “manotear” , esto también se suele dar en los abrazos y algarabía con los recién llegados.

Otros potenciales “clientes” son los pasajeros que se acercan a realizar los trámites en los mostradores de las compañías, pues preocupados por conseguir sus ubicaciones y atendiendo a los empleados, dejan maletines y bolsos, cámaras o filmadoras apoyados en el piso o a un costado del mostrador y cumplidos esos trámites, se encuentran con que esos equipajes se han “volatilizado” .  El problema es que, según nuestro Código Penal sólo se los puede procesar por “Hurto” , siempre y cuando se lo encuentre con el bien sustraído en su poder (casi nunca sucede) y además, con testigos.  Es más, algunos Jueces lo han calificado como “habilidad”, por ello, entran y salen.

Volviendo al tema, ya había averiguado que no tenían nada “imputable” en su poder pero, eran “conocidos” , así que el tema era hablar con ellos, prohibirle la entrada al aeropuerto y “amenazarlos” con tomar otras medidas si volvían a reincidir.  Ellos “sabían” cuáles eran esas otras medidas y harían caso pero, seguramente mandarían a algún otro “compinche” .  Los hice acompañar hasta la salida y caminé detrás de ellos, notando que por el otro costado del hall una pareja los seguía mirándolos con cara de preocupación, quizás de alivio porque no iban esposados.

Quedaban las dos “chicas trabajadoras” que deberían estar en una oficina acompañadas por el personal femenino. ¡Personal femenino, las pelotas!... Estaban de plena jarana y risas con dos agentes masculinos, a los que seguramente se les caían las “babas” , imagino, porque no los veía ya que le daban la espalda a la puerta.

Yo me sonreí porque imaginé una “venganza” del agente femenino que debía encargarse, la cual no les avisó de mi presencia, a pesar que hacía un rato que estaba en la dependencia.  Las chicas me vieron y, cruzadas de piernas, dejando apreciar una muy buena porción de muslos y creo que hasta nalgas, siguieron la conversación.

Me crucé de brazos y escuchando el intento de “levante” de estos dos, me puse a mirar a las chicas, haciéndoles señas para que se callaran y siguieran la charla.  No debían tener más de veinticinco años…  Una de ellas de cabello castaño destilaba una sensualidad que la hacía aún más bella y con un rostro oval que la mostraba casi como una adolescente, la otra era rubia y más alta, con un rostro de líneas más marcadas en que se adivinaba cierta dureza y era la que estaba más nerviosa.  Cada una de ellas vestía de minifaldas que, por la posición de sentadas, se veían mínimas, blusa escotada, campera desabrochada de cuero y de marca y calzaban botas de caña alta con tacones finos.

En la descripción parece que, efectivamente, demostraban lo que eran pero, la realidad era que pasaban fácilmente desapercibidas entre las muchas mujeres que venían al aeropuerto a buscar a pasajeros o ellas mismas eran pasajeros, pues todas se “producen” , se visten y se engalanan de lo mejor para estar un rato en el lugar.  Ninguna quiere ser menos, cada cual quiere estar mejor que la otra y, honestamente, está bien que así sea, suelen ser un regalo para la vista.

Después de escuchar las “idioteces” de estos “especímenes” que, daba por descontado que ni hablar siquiera de pagar una cena en los lugares que ellas acostumbraban y antes que “entraran” en la estupidez de tratar de “chantajearlas” con un supuesto procesamiento, los interrumpí con un carraspeo.  Saltaron los dos de sus sillas…

--Disculpe señor, estábamos tratando de pedirle información a las señoritas…

--  No metan más la pata porque hace rato que estoy escuchando.  Retírense y luego me van a explicar porque no hay un “femenino” aquí. -Se fueron poco menos que peleando por ver quién salía primero-.

Cuando el que quedó atrás ya trasponía la puerta, le dije…

--  Alcánceme los formularios para el procesamiento.

Las chicas pegaron un respingo, sabían que no podrían ir presas pero, sabían también que quedarían “manchadas” y con un historial que, aunque incipiente, no era agradable.

--¿Cómo que nos va a procesar?  Nosotras no hicimos nada, -me dijo la chica de cabello castaño-.

--  Es verdad aunque, no hicieron porque no les dieron tiempo, ya que hablar, con un par de posibles clientes, hablaron.

--Mire señor, es la primera vez que venimos al aeropuerto, ¿no hay una posibilidad de “arreglar” esto de otro modo?

--  Estoy casi seguro que tu amiga rubia, es “primeriza” pero, vos me estás queriendo “vender un paquete” que no voy a comprar y, no, no hay manera de “arreglar” esto como seguramente querés.

-En el interín, entró el agente con los papeles solicitados, cuando se retiró, seguí hablando-… De todos modos, vamos a tratar de sincerarnos y buscamos una manera, ¿les parece?

“Se les hizo la luz” , lo que no sabían es que mi posición de “dureza y rectitud” y casi condescendencia era apenas una “máscara” para no dejar caer las “babas” que esos dos portentos de mujeres o, más “argentinizado” , “pedazos de minas” , me provocaban.  Se aflojaron, descruzaron las piernas, se pararon, se acomodaron la ropa y volvieron a sentarse, dispuestas a escuchar.  Tras “aclarar los tantos” y convertirse, eventualmente, en “confidentes” pues “trabajaban” sin “dependencias” , les di mi número de teléfono y las “autoricé” a venir al aeropuerto cuando fuera mi turno.  Quedaron conformes y al salir se despidieron con un beso en las mejillas.

La rubia ya salía y la castaña volvió sobre sus pasos, apoyó las manos en mi pecho, me dio un “piquito” y me dijo:

--Siempre le tuve bronca a la “poli” porque son demasiado prepotentes para tratar de sacar ventajas pero… siento que con vos es distinto.  No lo tomes a mal, te voy a proponer algo, ya tenés mi número y cuando quiera me avisás y nos juntamos para una “fiesta” entre las dos.  ¿Te parecerá posible?

--  Me parece fantástico aunque te aclaro que entre ustedes dos me voy a asustar un poco y voy a entrar “perdiendo”.

--No seas tonto, nos gustás a las dos y la vamos a pasar genial.

Se retiraron conversando y los pensamientos y la imaginación me jugaron una mala pasada que se trasuntaba en la erección que experimentaba debajo de mi pantalón.  No podía salir así, era demasiado evidente, entonces me senté detrás del escritorio para que no se notara y llamé a los dos agentes que habían estado con las chicas.

No, no sancioné a nadie, creo que las sanciones “al pedo” no sirven, te “ganás” enemigos y no solucionás nada.  Se habían hecho casi las cinco de la tarde, se habían juntado los vuelos atrasados con los de los horarios establecidos y el aeropuerto estaba atiborrado de gente en todos lados.  Los salones VIP estaban atestados y los chicos y chicas de RR.PP. corrían de un lado al otro, lo mismo en los Free-Shop, en las salas de pre-embarque y en los pasillos.

Hablé con el personal de cada uno de los puestos internos para que abrieran los ojos y me fui a tomar un café en la confitería (nada barata para visitantes y pasajeros pero con precios acomodados para el personal del aeropuerto) .  Disfrutaba solo del “cortadito” y se sentó a mi lado Judith aduciendo, con cara preocupada, que tenía que hablar conmigo a solas.

Judith era la dueña de unos de los comercios que funcionaba en el hall y, dicho sea de paso, funcionaba muy bien.  Lo atendían junto con la hija de unos diecisiete años y, algunas veces, con su marido, bastante mayor, que parecía no encajar allí.  Tenía cuarenta y cinco años, el cabello corto que no le llegaba al cuello y de un rubio pajizo que uno mucho no miraba porque sus ojos azules, sus labios llenos y su cara oval de “treintañera” acaparaban el entorno.

Además, acompañaba todo con un cuerpo menudo y voluptuoso que con jeans y blusas ajustadas resaltaba, mediría 1,70 con tacos bastante altos y yo no me cansaba de decirle que, con su hablar pausado y suave, parecía una argentina “afrancesada” .  Precisamente, por esa forma de ser que tenía, me extrañó verla un tanto alterada y con la mirada brillante, cargada de bronca…

--  ¿Qué te sucede, mon ami?, ¿te tiene mal el lío de gente?

Fue otra de las cosas que me extrañó, que hubiera tanta gente dando vueltas y ella no estuviera en el negocio.

--A la mierda con el negocio, ya no aguantó más, la dejé a mi hija con mi marido porque necesito hablar con alguien o reviento o mato a alguno.

Lo dijo seria con una lágrima que pugnaba por escaparse.  Yo traté de hacer una de esas bromas que, a la postre, resultan “pelotudas” .

--  ¿Qué te pasó, tuviste que correr a otro pretendiente nuevo .

Sabía muy bien que existía toda una “caterva de buitres” que pretendía ganarse los “favores” de Judith, así como sabía que a todo el mundo le “había cortado el rostro” , de buenas o con malas maneras, de todos modos, si la cosa fuera distinta, también lo sabría porque si algo abundaba en el Aeropuerto, eran los “charlatanes” .

--¡Qué pretendiente, ni que pretendiente!, son todos unos “lenguas largas” pero sólo les sirve para hablar de más.  Es mi marido que se cree “vivo” y perdió un dineral jugando al Póker.  ¿No tenés un ratito de tiempo para hablar conmigo?

Hablar con ella un tema privado implicaba un tiempo de conversación café de por medio en la confitería y esto visto por otros siempre sería mal interpretado y me la jugué…

--  Tengo un lugar pero vas a tener que ir sola hasta la oficina…

--Del primer piso, debajo de la escalera que conduce a la Torre, ¿no?  ¿Me vas a llevar a la “guarida de la fiera”? Lo dijo con una sonrisa y le contesté con una similar.

--  Es eso o nada porque no me voy a quedar hablando con vos para que todo el mundo hable “pavadas” que luego te jodan.  Te espero en cinco minutos. Me levanté y salí pensando que, en una de esas…

Avisé que me ausentaba y que no me molestaran, subí a mi “privado” , me saqué el saco, eché un poco de perfume y, por las dudas, puse la cafetera.  Al poco rato llegó apurada, escuché sus pasos y ni la dejé golpear.  Entró, la ayudé a sacarse la campera, giró el cuerpo y se abrazó a mí, largándose a llorar.

Sabía por experiencia que en estos casos lo peor que se puede hacer es hablar, por eso le acaricié el rostro, le acomodé el cabello, le toqué los hombros como masajeándolos, le acaricié la espalda y sola fue dejando de llorar y haciéndose más chiquita entre mis brazos.  Siempre abrazándola la senté en el sofá, luego le serví un par de dedos de whisky, me serví otro yo y me senté a su lado.

--  Bueno, ahora que te sacaste algunas “mierdas” llorando, seguí sacando y comenzá a contar.

Aspiró hondo y le miré los pechos medianos y duros que parecían querer reventar la tela, a la vez, noté que los pezones estaban en su esplendor, ¿es que…, acaso?…

--Lo que pasa es que… no es sólo la plata perdida, está tan metido en sus cosas que ya ni me habla, no me toca, a la única que le da algo de “pelota” es a mi hija consintiéndola en todo y yo me empiezo a sentir como “muy mujer”, demasiado para él.  ¿Entendés?...

--  Claro que te entiendo, lo que no entiendo es que, con semejante mujer que tiene al lado, no se dé cuenta. Me tomó fuerte del brazo y me dijo:

--¿Sabés lo que el estúpido no entiende?, que yo necesito que ME COJANNNN o que me hagan el amor o que me dejen “molida a polvos”, eso es lo que no entiende y me tiene repodrida.

“A buen entendedor”… Mirándola a los ojos, tomé su cuello con la mano derecha y acerqué su cara a la mía, besándola y sintiendo que esos labios y esa lengua me querían devorar la boca, no me quise quedar atrás y apretándole los labios con los míos hice casi entrechocar los dientes en esa contienda de lenguas ansiosas y necesitadas.

Fue un beso como si fueran miles, tantos que nos obligamos a separarnos para dejar entrar un poco de aire en los pulmones.  Estábamos agitados y mientras nos recuperábamos, todavía manteniendo una mano en su cuello, comencé a desabrochar los pocos botones de su blusa y aflojé el cinturón de su jeans, solté el botón de metal y bajé el cierre del mismo.

Ella me miraba hacer y se quedaba quieta, luego le moví las caderas y deslicé el pantalón a lo largo de sus piernas, solté la presilla de sus sandalias y saqué ambas piernas de los camales.  Su tanga, de suave color amarillo, se notaba empapada y no la toqué, volví a su blusa, desabroché un botón que faltaba, le saqué primero un brazo, luego el otro y quedaron a la admiración de mis ojos, un hermoso par de pechos medianos, duros, turgentes, de areola pequeña y con pezones erguidos y expectantes.

La medida y turgencia de sus pechos daban muestras claras de la ausencia de sujetador, decididamente, no le hacía falta usarlos.  Me lancé a saborear esos pechos y esos pezones, incentivado por el primer gemido que lanzó al tocar uno con la lengua.

--Pará, por favor, pará, esperá un poco , -me pidió casi sollozando-.  La miré extrañado y siguió… Me encanta todo lo que hacés y, seguramente, lo que querés seguir haciendo . Me has besado, acariciado y desnudado como nadie lo había hecho ni lo hizo en mi vida y no puedo seguir con esto si no te desnudo para poder gozar de tu piel.

--  Ufff, menos mal, pensé que no te había gustado, -le dije, suspirando aliviado-

--¿Estás loco?, me siento más mujer que nunca, con la “puta” incluida, es más, esmerate porque el servicio hoy tiene que ser “un completo”.

Sonreí, me paré frente a ella y la dejé que siguiera mis mismos pasos para desnudarme.  Una vez me tuvo completamente desnudo, acomodó mi miembro erguido contra su estómago y se abrazó a mí recorriendo con sus manos, su boca y su cuerpo toda la piel masculina que podía abarcar.  Cuando le pareció que con la piel no le era suficiente, fue arrodillándose lentamente y apretando mis muslos con dedos y uñas tal como si fuera un felino, comenzó a lamer el miembro usando la lengua como si fuera un pincel.  Luego de varias idas y vueltas, se lo introdujo en la boca hasta la mitad e insistía dando arcadas para meterlo más.

Estuve tentado de aferrar su cabeza con mis manos para forzarla pero, sólo la dejé hacer apoyando una sola mano en sus cabellos que descubrí muy sedosos a pesar de su apariencia pajiza.  Se notaba que su experiencia en el “tema” no era tal porque, incluso, me rozó un par de veces con los dientes haciéndome pegar un respingo pero, no le dije nada.  Al rato desistió del “tratamiento” y se levantó para abrazarme, besarme y decirme…

--Gracias, por no decirme nada y por no obligarme.  No lo he hecho nada más que un par de veces porque a mi marido no le gusta.

--  No tiene importancia, espero que haya otras ocasiones para mejorar pero, ahora me toca a mí.

La senté, bajé su tanga, recorrí con un dedo los labios de su vagina mojada y metí mi cara entre sus piernas.  Su clítoris no era tan pequeño y sobresalía pero, en principio, lo ignoré.  Lamí sus labios, lavé todos sus jugos “a lengua” , profundicé lo más que pude en su interior mientras ella se movía desesperada, gemía y ahogaba sus gritos mordiéndose la mano o el brazo.  Cuando me pareció que no podía más, tomé su clítoris entre mis labios y apliqué succiones que la hicieron estallar en un orgasmo de gritos ahogados y casi convulsiones acompañado de una suelta de jugos que me desesperé por lamer y tragar.

Sentada, con los ojos semicerrados se movía como por golpes eléctricos.  La dejé recuperarse, me tomé de un trago el whisky y volví a su lado.  Parecía recuperada pero me miraba como con interrogantes y dudas.  Me senté e hice que se sentara sobre mis muslos, sabía que así podría besar y lamer sus pechos y le dejaba a ella la posibilidad de seguir, incluso eligiendo por dónde seguir.  No bien empecé a besar y lamer sus pezones, se corrió más hacia mí, colocó el miembro entre sus piernas y comenzó a moverse, a gemir y  hablar…

--¡Por Dios!, con las ganas que te tuve siempre y nunca te decidías.  Valió la pena esperar por esto.  Así, así, más, más, besame el cuello y las axilas, por favor. - “Sobre gustos…”-.

Bastó que apoyara mis labios en una de sus axilas para que un escalofrío de placer la recorriera por entero y manteniendo mi cabeza en ese lugar, con una de sus manos, se incorporó un poco, tomó mi miembro y lo fue introduciendo despacio en su lubricada vagina, paró por la mitad, unos tres segundos, como para acostumbrarse al tamaño pues yo también sentía como me aprisionaba y se dejó caer lanzando un grito en que se mezclaba el dolor, el placer y el sabor de una conquista.

Seguidamente comenzó a saltar en un sube y baja enloquecido aferrándose con fuerza con sus dos manos en mis hombros.  Yo sentía un poco de dolor en el glande porque chocaba con su matriz y ella parecía sentirlo más porque se quejaba dolorida y se le caían algunas lágrimas aisladas pero no aflojaba, seguía saltando como una loca y comenzó a tener orgasmos.

Me di cuenta porque los apretones musculares a mi miembro se asemejaban a una mano apretando y soltando, esto junto a los gemidos desacompasados y a los temblores me hicieron percatar que Judith se estaba deshaciendo en “polvos” .  Yo, más que agradecido y noté que no aguantaba más.

--  Judith, ya no aguanto, voy a terminar…

--Pastillas…  pastillas”, seguí cogiéndome, -me contestaba aunque fuera ella la que me cogía a mi- y entendiendo que tomaba pastillas le hice rebalsar la concha de leche.

¿Me sintió? , claro que me sintió y con lo que pareció un último orgasmo, se abandonó y se dejó caer hacia atrás.  No sé ni cómo la sostuve pero evité que se diera la cabeza contra el piso.  Recuperarnos de esto nos llevó más tiempo, la dejé recostada en el sofá, agarrándose la cabeza, tapándose parte de la cara y mirándome sin entender ni entenderse.

Preparé el café, le acerqué una taza que tomó con manos temblorosas y expresé mi duda…

--  Judith, me dijiste que me tenías ganas desde hace rato, entonces, lo de tu marido fue una excusa.

--No, para nada, él o los problemas existen pero mientras rumiaba broncas en la confitería y te vi, sabiendo que no sos de andar hablando de más, me decidí porque sabía que me ibas a prestar atención.  Con decirte que un día te seguí hasta esta oficina pero cuando entraste y cerraste, ya no me animé a golpear, luego fui a preguntar si podía conseguir una oficina para depósito y como me dijeron que no existían oficinas vacías, imaginé que lo usabas como “privado” porque ni siquiera tiene identificación.

--  Así es y me gustaría que siga como tal, de hecho, aunque no lo creas, eres la primera mujer que entra aquí.

--Por mi quedate tranquilo, aunque te aclaro que, alguna que otra vez, te voy a “extorsionar” con el secreto.

Luego de las sonrisas, se quedó un rato en silencio y los ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

--  ¿Qué te pasa ahora mujer?, ¿a qué viene esa tristeza?

--Viene a que acabo de darme cuenta que mi marido es más idiota de lo que yo pensaba y yo peor aún, siento que he perdido gran parte de mi vida a su lado y lo que es más denigrante, la mujer que siempre he demostrado ser resultó una fantochada. Me temía que se avecinaba una especie de “culpa post coito infiel”.

--  Epa, mujer, que no es para tanto, sos una de las “rompecorazones” del lugar.

--¡No me jodas Willy!, cualquiera de esos pelotudos me hubiera “echado un polvo” y ni se habrían dado cuenta que ni sé coger.  ¿O me vas a decir que no te diste cuenta que no sé ni chupar bien una pija?

--  Bueno, si ese es el caso, yo no me puedo quejar, te “embocaste” sola, te he “echado un sólo polvo” y me regalaste un montón, lógicamente, estoy más que satisfecho…  salvo por “algo” que faltó…

--¿Qué fue lo que faltó? porque lo que es yo quedé hecha “mierda”, parezco una cucaracha, “muerta a polvos”.

--  Vos sabrás…  Fuiste vos la que habló de “un completo”…  ¿Acaso entendí mal?...  ¿Cómo es el dicho?...  “Amo de lo que callas y esclavo de tus palabras”, ¿no?

Siempre me había agradado Judith por lo directa que era para decir las cosas y creo que se llevaba bien conmigo por lo mismo.  Lo dejé así, me levanté a buscar la ropa desparramada, pensando que la “sesión” había terminado y cuando le di la espalda, ella se levantó y me abrazó por detrás, pasó una mano a mi pecho y la otra la dirigió a mi miembro flácido,

--¿Cómo hago para que esto se recupere rápido?

--  La mano es un buen comienzo y después podrías seguir “practicando” lo que no te sale bien.

--Listo, dale…

Pasó a acariciarme con las dos manos y el cosquilleo de los dedos en los huevos “amorcilló” el “aparato” .  De seguido me giró, lo tomó como una manopla, me llevó al sofá y se sentó.  Quedó justo a la altura de su cara y comenzó con unas lamidas y mamadas delicadas.  No tardó tanto, aparte yo ya me iba calentando mientras pensaba en que iba a penetrar ese culito que traía a mal traer a varios.

--Ya está duro, metelo y no te preocupes si me duele, rompelo aunque tenga que caminar como un pato toda la semana.

--  ¿Por qué vas a caminar como pato?...  ¿Nunca lo hiciste por allí?

--Sí, mi marido me lo hizo varias veces pero me duele mucho y quedo dolorida por varios días.

--  Eso pasa cuando un marido lo tiene grande.

--Al lado del tuyo es un maní y eso me da más miedo.

--  ¡No me jodas!, hay muchas que no se han quejado.

--Yo no sé cómo será con otras, él me abre los cantos y empieza a hacer fuerza hasta que entra por eso te pido que tengas cuidado, hacelo despacito. Decididamente, hay hombres muy pelotudos y peor aún, mujeres que se lo permiten.

No daba para más charlas, ese culito me “llamaba” y no lo iba a dejar esperando.  Le pedí que se pusiera de rodillas en el sofá y que apoyara el torso en el respaldo, que no dijera nada, que yo haría el resto.  Me obedeció y se colocó sumisa y resignada, yo dejé de pensar en boludeces y me aboqué a besarle y lamerle el interior de los muslos, luego le pasé la lengua un par de veces por la vagina casi seca que comenzó a mojarse y me enfoqué en ese “ojito” marrón fruncido y tembloroso.

Me tomé mi tiempo para lamerlo, llenarlo de saliva y probar de introducir la punta de mi dedo índice.  De estar semi endurecida, esperando un “pijazo” , pasó a relajarse y a mover el culito hacía los costados.  Los gemidos no se hicieron esperar y el agujerito respondió relajándose y permitiendo que la lengua penetrara cada vez un poco más.

--Sos un chancho pero seguí porque me da unas sensaciones rarísimas que me encantan…

Eso me incentivó y pensé, “ahora vas a saber lo que es una chupada de culo” , me afirmé en sus caderas abriendo las nalgas con los pulgares y soldé boca y lengua al hueco buscando la mayor dilatación posible.  Luego de un rato, con ella gimiendo y retorciéndose, cambié la lengua por el dedo mayor y lo introduje sin problemas acariciando su interior sedoso, luego fueron dos los dedos y después de un rato de girarlos, introduje un tercero.

--¡Por Dios, por Dios!...  ¿Qué me hacés?, seguí no pares, seguí así que voy a acabar. Cuando se tensó más, se los saqué.

--¿Qué hiciste?, seguí, no pares, no me dejés a medias.

--  Te pedí que te callaras, haceme caso y te prometo que vas a gozar y acabar con todo el tronco de mi pija metida en ese culito hermoso que tenés.

--Está bien, me callo y seguí pero, sería la primera vez y no me tengo fe.

Volví al principio, saliva, más saliva, lengua, saliva y dedos, ya estaba lista.  Subí al sofá, escupí en el glande y, con toda la tranquilidad y paciencia, comencé a hacer fuerza para entrar.  El glande pasó y ella me apretó, lo saqué, volví a escupir y, aunque lentamente, ya no me detuve hasta no haber metido la mitad.

Ya no hablaba pero su culito pareció tener vida propia y comenzó a moverse como ayudando a la “invasión” , apenas unos segundos quieto para que se acostumbrara y con un golpe de cadera hice que mis huevos chocaran con su vagina. “Ufff” , fue lo único que le escuché decir y volví a quedarme quieto haciendo palpitar a mi verga apretada. Cuando ella comenzó a moverse con más ganas, me di a la tarea del “movimiento ancestral” de sacar y meter.

--Willy, Willy, me rompiste el culo y ni me di cuenta, seguí, seguí, dale más fuerte, terminalo de romper…  Tu pija en el culo me encanta…  Seguí, seguí, ayyyyy.

Dio un grito porque ese centímetro que había quedado afuera pareció romper algo cuando empujé con fuerza y allí me “desaté” .  Sabía que “el segundo” lo podía estirar bastante y su culo fue el “pato de la boda” porque los golpes de mi pelvis contra sus nalgas parecieron aturdir en la habitación. “Uno más, uno más”… pedía a gritos y allí me percaté que ni cuenta me di que había tenido un orgasmo o varios, lo único que sé es que, muy metido dentro de ella, descargué toda la leche contenida y me quedé quieto esperando el lógico “ablande” .

Salió solito y vencido y me senté a un costado recuperándome del “baile” , que sin dudas se sumaba al de la noche anterior dejándome para la “rifa” , menos mal que el día siguiente era de descanso.  Ella continuaba en la misma posición, frunciendo el upite y derramando gotas de semen que manchaban el sofá.  Se dio cuenta y se levantó apresurada para ir al baño, al volver se tocaba el culo y me miraba a mí y a “mi amigo” vencido.

--  Judith, te olvidaste de caminar como un pato, ni para ir ni para volver del baño.

--¡No puede ser, esto no me pasó nunca!, me metiste todo eso en el culo y apenas si siento una molestia, aparte gocé como nunca pensé que podría hacerlo por allí.  Ni sé las veces que terminé.  Definitivamente, el boludo que tengo en casa no me toca más.  Pasé hoy la mejor tarde de mi vida.

--  Bueno, si fue la mejor tarde no lo metas a tu marido en el medio, sos un tanto masoquista, ¿o me equivoco?

--Tenés razón, disculpame, me has demostrado que, muchas veces, la culpa no es sólo del chancho”, son las broncas nada más y no sólo con él, también conmigo.

--  Yo te diría que lo dejes así y vayas arreglando las cosas con tranquilidad, de última, si no supo “enseñarte”, asumí vos el rol de “maestra”, ni siquiera podrá acusarte con dudas por lo que le enseñes, hay tantas cosas en Internet que te pueden servir de excusas para lo que ya sabés hacer.  En una de esas si lo “dejás culo para arriba” se le van las ganas de jugar al Póker.

--Lo voy a pensar pero es una buena idea.  Ahora me pegó una ducha para sacarme “el tufo a polvo” y me voy.  ¡Ahh!, otra cosa, decime que va a haber oportunidad de repetir esto.

--  Prometido, mujer, prometido pero ya sabés que yo con los compromisos…

--Listo, eso me basta…

Se duchó, se vistió, se perfumó y luego de avisarle que no había nadie en las cercanías, me dio un beso y se fue contenta.  Yo también me duché, me perfumé, me vestí y salí nuevamente al ruedo, el celular me indicaba que eran casi las ocho de la noche, lo corroboré con otros relojes del hall y noté que el movimiento apenas si había aminorado.  Quedaban unas cuatro horas más de trabajo y a casita, donde, seguramente, mi cama me esperaba impaciente.

Vi que un par de compañías ya se habían retirado y era lógico, sin vuelos llegando o saliendo y con más de treinta kilómetros al centro de la ciudad, quedarse en el Aeropuerto era como poner un cenicero en una moto.  Los relevos del personal se habían efectuado en tiempo y forma, no había novedades salvo la de un detenido remitido por Interpol, ya que quería viajar y estaba legalmente inhibido.  Nada importante, entonces me dirigí a la central a tomar unos mates con la guardia…

Continuará…

Por favor, si les gustó, valoren y comenten…

Gracias…  GUILLEOS1.