Eso (21)

Y de regalo, un mordisquito en la clavícula. Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXXXI

Los días siguientes fueron un poco comprometidos para Raúl. Cada vez que se veía con ellos, Felipe y Adrián le llamaban "Papaíto", y Andrés, que le había regalado un chupete, le preguntaba si ya le había cogido el truco a eso de cambiar pañales. Raúl se cohibía mucho cuando decían cosas tan comprometedoras en voz alta, llamando la atención de todos los que lo rodeaban, pero, tras reflexionar, llegó a la conclusión de que no debía avergonzarse de algo así, las bromas eran parte de la noticia que les había dado, así que tenía que soportarlas.

En casa de Claudia todo iba bien, la alemana se mostraba evidentemente contenta, como si el hecho de que Raúl se lo hubiera contado a sus amigos la complaciera. Por su parte, la hermana pequeña le recordó un par de veces lo vulgares que podían ser los españoles con su trato a las mujeres, pero el chico ya no se enfadaba por ese tipo de comentarios, le parecían vacíos y carentes de sentido.

Lo que más le incomodaba de Gaby eran las miradas. De cuando en cuando, se percataba de que alguien le observaba. Era una sensación incómoda en la nuca, pero nunca conseguía averiguar si eran todo imaginaciones suyas o de verdad había alguien siguiendo sus pasos. Un par de veces cazó a Rapunzel mirándole fijamente, pero no dijo nada, pensó que estaría pensando algún otro nuevo insulto, de esos tan discretos y enrevesados que le solía lanzar de vez en cuando. Al no verse agredido, e incómodo después de días de espionaje, Raúl decidió cortar por lo sano y encarar a la hermanísima.

-¿Se puede saber por qué me miras? –Rugió, sin alzar mucho la voz, manteniendo la calma aunque visiblemente molesto.-

-¿Yo te miro? –La alemana se hizo la loca.-

-No haces otra cosa. –Arqueó la ceja, como retándola a decir que mentía.-

-Puede ser... –Carraspeó, incómoda.-

-¿Y bien? ¿Tengo monos en la cara o qué?

-No, no, tranquilo. –Le miró de nuevo de esa forma profunda y científica.- Solo intentaba saber una cosa.

-¿El qué?

-Pues... –Entrecerró los ojos.- Qué es lo que mi hermana ve en ti.

-Uh... –Se sorprendió, no esperaba esa respuesta.-

-Y aún no lo sé... –Empezó a dar vueltas alrededor de él, como si fuera un buitre rondando una oveja muerta.- Eres guapo, pero tampoco nada del otro mundo, simpático, pero tampoco de personalidad desbordante, además, te veo demasiado crío como para ella... ¡Es que no me lo explico!

-"Joder..." –Raúl se mordió la cara interna de la mejilla, consternado.- "Si esto sigue así, me va a terminar poniendo a caldo..."

-¿Qué será lo que ve en ti? –Seguía rondándole.-

-Bueno... –El chico exhibió su sonrisa socarrona.- A lo mejor lo que le gusta de mí es algo que no puedes ver mirándome a simple vista...

-¿Cómo qué?

-¡Ja! –Se relamió, con un par de puñales preparados bajo su lengua.- A ver si me entiendes... Puede que lo que Claudia adore de mi no puedas verlo... Al menos mientras que esté... Vestido.

Había sido altanero y casi soez, pero Raúl se sintió pletórico al ver los ojitos de la chica ir directos a su entrepierna, para que, dándose cuenta de hacia adonde miraba, emitiera un gritito sorprendido y se le enrojecieran las mejillas.

-Ya sabes... –Continuó él.- Cosas entre hombres y mujeres...

Rapunzel le fulminó con la mirada.

-¿O es que el problema es que no sabes?

Esa idea le sorprendió hasta a él. Si las mejillas de la alemana ya estaban ligeramente sonrojadas, esta vez fue su cara al completo la que adoptó la tonalidad de un apetecible melocotón.

-No me dirás que eres vir-...

-¡Cállate! ¡Y a ti que te importa! –La chica le interrumpió, profundamente irritada, aún con la tonalidad de un albaricoque en el rostro.- ¡Imbécil!

Gaby se fue, echa una furia, mientras le lanzaba insultos en alemán por lo bajo. Dio un portazo al entrar en su habitación. Raúl no pudo evitar reírse de lo lindo.

Pese a todo, y como él era muy "especial", no pudo evitar sentirse culpable pocos minutos después. A lo mejor la había ofendido de verdad. Si repasaba bien sus palabras, lo había dicho casi como si ser virgen fuera algo malo u ofensivo. A fin de cuentas, ella aún era muy joven, y con lo guapa que era, pretendientes no debían faltarla, eso seguro.

Sus conjeturas mentales quedaron resueltas cuando Claudia regresó y se pusieron a cocinar juntos. Entre fogones, cuchillos y sartenes, él mismo tampoco pudo evitar pensarlo, como ya lo había hecho muchas veces antes:

-"¿Qué será lo que Claudia ve en mí?"

Al día siguiente la alemana les anunció que Eva y ella serían víctimas de un secuestro por parte del dúo diabólico, que insistía en seguir comprando ingentes cantidades de ropa y demás accesorios.

-"Venga, venga, que hay que consumir para que mejore la economía del país..." –Decía Laura, totalmente convencida.- "Además, he visto unos trajecitos tan monos..."

Gaby estuvo a punto de pedirle a su hermana que las dejara acompañarlas, pero pudo más el odio inexplicable que sentía por Cristina y Laura que la alternativa de pasar el día sola, o peor, con Raúl, así que asintió ceñuda y les dio su bendición.

Tan pronto como la mujer y el bebé se fueron, Claudia se despidió de Raúl con un meloso beso en los labios que de nuevo hizo que Gaby frunciera el ceño, el chico quiso quedar con algunos de sus amigos para darse una vuelta, pero la suerte no estaba de su lado. Entre unos castigados y otros ocupados, no encontró a nadie que en ese preciso momento pudiera consolarle en su "soledad". Antes que deambular en solitario por las recalentadas calles, él era muy sensible al calor, prefirió crear su fortaleza de cojines y ver la tele en el salón. Rapunzel estaba en el sofá, como siempre, y se había adueñado del mando, cosa que a Raúl le molestaba inmensamente, dado que le obligaba a ver canales en alemán que no comprendía, aún así, no dijo nada, se sentía culpable por haberla ofendido el día anterior.

Con disimulo, giró de su colchón de cojines para poder mirar hacia la chica. Era extraño, la alemana tenía un rostro de rasgos suaves y atractivos, como si no fuera una cara echa para expresar enfado, y sin embargo, se pasaba el día con el ceño fruncido y quejándose por tal o cual cosa.

-Perdóname por lo de ayer. –Raúl no había tenido la intención real de decirlo, más bien se le escaparon las palabras de entre los labios.-

La chica le miró.

-Sí... Lo de ayer... –Se aclaró la garganta, pensando que tendría que decir algo más si quería que la chica lo olvidara.- No debí reírme de ti... Aunque me provocaras.

Los ojos de la chica estuvieron mirándole, en su rostro pudo ver como sopesaba si mandarle al cuerno o dejarlo pasar, finalmente, respirando profundamente, asintió y habló.

-Está olvidado.

-Me alegro... –Sin saber que más decir, volvió a mirar a la televisión.-

Un rato después se sorprendió al escuchar la voz de la hermanísima.

-No eres tan malo después de todo... –Comentó ella, como si fuera algo revelador.- No tan malo...

Como no entendió a qué se refería la chica, no contestó. La joven de larga melena se incorporó y se marchó hacia su habitación poco después. Él aprovechó el momento para robar el mando a distancia y poner un canal que entendiera, maravillándose del acento canario, y del escote, de la presentadora canaria que conducía un programa de juegos a esas horas del mediodía.

Un rato largo después escuchó los pasos livianos de Gaby al volver. Suspiró al pensar que se había terminado su ratito alegre con la presentadora canaria, que tendría que volver a algún "Franz" anodino y con voz ronca. Pero, para su deleite, la chica no cambió de canal.

-Ejem...

Raúl arqueó una ceja y se giró para ver que era lo que quería ahora la chica, se sorprendió al darse cuenta de que no se había movido de la puerta al volver, pero más se asombró al ver su indumentaria.

-¿Pero qué...?

La pequeña princesa estaba ahí, en la puerta, mirando hacia un punto indeterminado del techo, como si le resultara muy embarazoso mirar hacia Raúl en esos momentos. Este aún mantenía la boca abierta, atónito.

Como único vestuario, la chica de cabello dorado llevaba un fino, finísimo, camisón blanco que le llegaba hasta los glúteos. La prenda era tan obscenamente transparente que pudo divisar sus dos pezones, como botoncitos rosados velados por el tejido vaporoso. También llevaba unas braguitas diminutas, a juego con el camisón, si bien no tan transparentes.

La sequedad empezó a extenderse por su garganta mientras sus ojos, sin acordarse de ser sutiles y discretos, recorrían de arriba abajo el cuerpo de la mujer. Tenía unas piernas asombrosamente esbeltas, en general, todo su cuerpo era armonioso y proporcionado, y sus pezones rosados se le antojaron como un dulce delicioso que quería probar cuanto antes.

-¿T-Te gusta? –Preguntó la joven, con la voz entrecortada.-

-Es-... –Le costaba encontrar palabras que reflejaran esa belleza digna de cualquier obra de arte.- Estás preciosa.

La princesita se decidió por fin a mirarle, Raúl advirtió que respiraba de forma acelerada y tenía una pequeña mancha de rubor en las mejillas, delatando su nerviosismo. Él no sabía qué más decir o hacer, no entendía lo que estaba pasando, ¿Querría que le diera su opinión sobre ese conjunto de ropa interior? ¿Y de donde lo había sacado? ¿Es que todas las chicas viajan con ropa interior fina y delicada cuando se van a visitar a sus hermanas?

La vista del cuello, la clavícula y los pequeños senos de la chica, incluidos sus deslumbrantes pezones, eran lo único que sus ojos podían abarcar. Tenía miedo de que le diera vértigo si bajaba por su vientre liso, sus braguitas o sus piernas, era más de lo que podía abarcar habiendo sido cogido por sorpresa.

-Preciosa... –Repitió él, casi tartamudeando.-

-Gracias... –Cedió ella.-

Cuando la chica dio un paso hacia él le entró el miedo, no entendía la situación, y estaba lejos de controlarla, la inseguridad le atenazaba casi tanto como el hormigueo de su miembro al despertar bajo los pantalones.

Horrorizado, y maravillado también, la vio acercarse lentamente, como si levitara, hacia él. La chica se arrodilló en la mullida alfombra, quedando de rodillas, con la cabeza peligrosamente cerca de la del chico.

-Tú me gustas. –Susurró la chica, y las palabras le parecieron a Raúl un latigazo de seda.-

Aún sin moverse, no sabía qué decir o pensar. Consiguió levantar la vista del torso de la mujer, para darse cuenta de que sus ojos eran más peligrosos aún, las lagunas que Gaby tenía en la mirada brillaban de forma acuosa y radiante, esos ojos no eran normales, Raúl pensó que no podría romper el contacto visual a menos que fuera ella quien lo hiciera.

Por otro lado, en su cabeza bullían las ideas y las conjeturas. ¡Era imposible! Después de tantas peleas, disputas, bromas pesadas e insultos, tanto directos como velados, ahora le decía que le gustaba, no podía ser, era imposible...

-"Pero está delante de ti vistiendo ropa interior fina..." –Canturreó una voz en su cabeza, con una lascivia mal disimulada.-

Pensó que Gaby a lo mejor era como esos niños pequeños que, no sabiendo como demostrar sus sentimientos por la niña que les gustaba, se dedicaban a agredirla o romperle los juguetes, buscando su atención. Era una forma de proceder típicamente masculina, y verla en una chica, si es que eso era lo que de verdad ocurría, le descolocaba totalmente.

También llegó a cavilar que todo se trataba de una broma, una jugarreta para dejarle con la miel en los labios y reírse de su apariencia desencajada.

Rapunzel se inclinó hacia él lentamente, tras un momento incierto en el que pareció dudar, finalmente dejó que sus labios hicieran contacto. Estaban fríos. Mientras se deleitaba con ese beso especial, Raúl pensó que, en su subconsciente, ya había unos labios extrañamente gélidos.

Desobedeciendo su orden mental de "no colaborar", los labios de Raúl se entreabrieron y empezaron a "jugar" con los de la chica. La parte de su subconsciente que no estaba ardiendo por la lujuria o la emoción, se recreaba sintiendo los botoncitos de la chica sobre su propio torso, dado que esta se había inclinado sobre él para poder besarle mejor.

Se dio cuenta de que estaba perdiendo peligrosamente el control. Las manos se le crispaban, deseando abrazar y acariciar el cuerpo de la chica, en su entrepierna notó su miembro, peleándose con la ropa interior que lo encerraba en una mala posición, deseoso de salir.

Había perdido razón del sitio donde estaba, no escuchaba la televisión, no vislumbraba el maravilloso escote de la presentadora canaria, no había nada más que los labios fríos de Gaby y el contacto entre sus cuerpos. Se sorprendió gratamente de darse cuenta de que la chica le quitaba poco a poco la camisa.

-"Mejor... Menos tela entre su cuerpo y el mío..." –Pensó esa voz lasciva de su cerebro.-

Ya con el torso desnudo pudo notar que, tal y como había dicho ese ente sobrenatural en su cabeza, ahora podía percibir perfectamente los pezones de la chica sobre su pecho. Su mano derecha, que también se declaraba en anarquía respecto al control de Raúl, ya acariciaba a la chica por encima del vaporoso tejido, recorriendo su espalda y su costado, jugando con los recovecos de su piel.

-"Si fuera una broma, ya habría parado, ¿Verdad?" –Pensó, feliz.-

Con una oleada de ímpetu, la abrazó con su brazo izquierdo y la condujo hacia su palacio de cojines, desparramándose los dos sobre tan cómodo y casual lecho. La chica respiraba profundamente, y emitió algún suspirito prolongado cuando Raúl empezó a besarla en el cuello y la clavícula, se estremeció al notar una de las manos del chico en su cadera y, más aún, cuando estuvo segura de apreciar su erección clavándose contra su cuerpo.

La tenía donde quería. Poco a poco la había ido dirigiendo, hasta situarla bajo él. Pensó en desnudarla, es decir, en quitarle las escasas prendas que tenía, pero no le pareció necesario. Sonrió inmensamente satisfecho cuando notó los pezones de la chica volverse duros bajo la yema de sus dedos, que los acecharon aún por encima del camisón. Raúl situó una rodilla de forma en que, si él quería, podía frotarla contra la entrepierna de la chica, que se estremecía pese a ser una caricia tan general y poco localizada.

En un momento de calma, en el que pudo sentir su propio corazón rugir desbocado y el calor alzarse hasta su rostro, percibió que la chica temblaba ligeramente. No le dio mayor importancia, pero, tras comprobar que los temblores aumentaban conforme a se acercaba a su sexo, dilucidó que, más que de placer, temblaba de miedo.

Con desagrado, una idea ajena al hecho de tener a una chica preciosa entre sus brazos cruzó su mente, en concreto, una que había tenido el mismo día interior. ¿Era Gaby virgen?

Le subió ligeramente el vaporoso camisón, lo justo para poder besar su vientre y juguetear con su ombligo. La besó en los muslos, la acarició con la barbilla, la mordió ligeramente en la cadera para que se estremeciera, ella gimió en voz baja, avergonzada...

-"¿Y si es virgen pasa algo?" –Seguía barajando un recoveco de su cabeza.- "No pasa nada, no sería la primera vez, acuérdate de Ana..."

Finalmente encaró su sexo, exiguamente protegido por unas braguitas finas que dejaban a traslucir ese relieve mágico que no se podría cansar de ver.

-"Claro que si lo piensas bien..." –Continuaba su disertación moralista.- "¿Sería apropiado hacerlo? ¿Es el momento? ¿Y ella por qué lo hace? ¿Acaso estará enamorada de ti?"

Acarició picaronamente el pubis de la chica, dejó que su barbilla presionara ligeramente sobre sus braguitas, una pequeña mancha apareció dibujada en el centro, muy claramente en tan pulcro tejido.

-"¿No te estás aprovechando de ella? Y además... ¡Es la hermana pequeña de Claudia! Por mucho que dijera que no te reprocharía lo que hicieras, ¿Crees que está bien? ¡Esto puede hacerle daño!" –Agitó la cabeza con furia, queriendo borrar esos molestos pensamientos de su cabeza, la chica emitió un gemido ante tan brioso movimiento.-

Podía percibir el coqueto aroma del sexo de Gaby, y le parecía exquisito. Era tan místico y elegante como toda su apariencia en sí. Sintió un deseo terrible de hacerla tener un orgasmo, ¿Sería el primero de su vida?

Repentinamente aturdido, se apartó del cuerpo de la chica, intentando captar el aire que se había olvidado de acumular en sus pulmones. Notando la desatención, Rapunzel giró y se tendió esta vez sobre él. Raúl sintió un escalofrío agradable al notar que sus genitales y los de la chica coincidían unos sobre otros. Pese a todo, ella seguía temblando, y esas molestas ideas revoloteaban por su cabeza como cuervos.

-Es... ¿Es la primera vez? –Murmuró él, intentando darle a su voz un tono relajado y amistoso, muy diferente al del día interior, cargado de burla y sorpresa mal disimulada.-

La chica comprendió lo que le preguntaba y asintió de forma afirmativa, eludiendo durante unos instantes mirarle a los ojos. Raúl vio confirmadas sus sospechas.

-Desnúdate. –Sus palabras sonaron firmes y seguras.-

En realidad tampoco es que tuviera mucho que quitarse, pero quería verla desnuda, examinar su cuerpo puro y sin mancillar, quería recrearse con su belleza... Gaby asintió, insegura, y se incorporó. El camisón se deslizó sobre su cuerpo como si de agua se tratase, dejando ya a la vista los pequeños senos de rosados pezones que a Raúl le habían encantado nada más verlos. En ese momento el chico se dio cuenta de que Rapunzel llevaba un coletero, también blanco, que sujetaba su densa melena. La princesita se mostró dudosa de su desnudez, como si pese a la situación y a ser la que se había insinuado, le costara dar un paso tan grande y de una forma tan rápida. Raúl se dio cuenta y la atrajo hacia sí.

Sin premura, volvió a sus besos y caricias por el cuerpo de la mujer. Esta vez sin el vaporoso tejido del camisón como barrera, sus labios y su lengua pudieron recorrer con libertad el torso y el vientre de la mujer, dibujando y acariciando aquí y allá, haciéndole cosquillas y arrancándole esos suspiritos tan silenciosos y tímidos que ella emitía. La lengua de Raúl se dirigió hacia los senos de la chica, como si fuera por casualidad, le dio un toquecito en unos de sus pezones, suficiente para que la chica se arqueara ligeramente. Su impaciencia le impidió jugar más con ella, puesto que deseaba con todas sus fuerzas lamer y consumir esos pezones magnéticamente rosados. Cuando los apresó, uno a uno, entre su boca, percibió que, al igual que con los labios, los pezones de la alemana se mostraba gélidos y atractivos, con un sabor impoluto y nuevo que a Raúl le llevó a tener una punzada de dolor en la espalda que le llegó a los testículos, tal era su ansia.

-"Así que virgen..." –Se encontró pensando mientras disfrutaba del manjar.- "Mejor así... Ser el primero... El más importante... El único e inolvidable..."

Ella ya gemía un poco más vivamente, él recordó haber leído en algún sitio que la "primera vez" era un acto imperecedero para las mujeres. Según decía el texto, las féminas solían recordar su "primera vez" con mucha frecuencia y en todo tipo de situaciones: Al encontrar una pareja nueva, al romper con su pareja, al casarse, al tener hijos... Era un pensamiento y una experiencia constante que se repetía una y otra vez en su vida. Mientras tanto, los chicos no le daban ni de lejos la misma importancia, para ellos era solo una barrera que debían superar y que una vez dejada atrás recordaban de refilón con el paso de los años, tan solo un trámite.

Se sorprendió al notar como un pequeño globito empezaba a crecer dentro de su pecho, y abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que eso era su propia vanidad. Llevó una de sus manos al sexo de Gaby y lo acarició por encima de la tela.

-"Claro... Si me acuesto con ella, me convertiré en el hombre más importante de su vida..." –Pensaba él, mientras la escuchaba gemir en voz baja.- "La primera vez... Con lo importante que es, y me ha elegido a mí... Me ha dado ese privilegio."

El globito siguió creciendo.

-"Y pase lo que pase, se acordará de esto durante toda su vida..."

La mayoría de las personas pasan su vida intentando ser importantes para las otras, como si un deseo innato les llevara a desear una vida eterna, si bien no lo conseguían de forma física, sí de forma espiritual. Ser importante para una persona era lo que más podía llenar a otra, lo que más le podía confirmar el estar vivir y no simplemente existir. Y dentro de unos instantes, con solo unas caricias más, un empujoncito y unos besos, se convertiría en un recuerdo inmortal en el subconsciente de esa alemana, antes orgullosa y ahora receptiva, que parecía sacada de un cuento de hadas...

El globo ya tenía unas dimensiones considerables.

-Tendrás... –Gaby le habló cuando se despegó de uno de sus pezones.- Tendrás que irme guiando...

Raúl se encontró repentinamente sorprendido. ¿A qué venían esas palabras tan embarazosas? Estaba claro a qué se refería, pero tampoco hacía falta decirlo, y menos de esa forma. Se incorporó ligeramente para cambiar de posición y observó a la joven. Mejillas enarboladas, pezones duros, tórax que subía y bajaba al ritmo de una respiración agitada, piernas extendidas, levemente cerradas por el nerviosismo...

Solo tendría que quitarle las braguitas, empujar un poco...

No sería un polvo más; se comportaría de forma dulce y delicada, la trataría como a la princesa que parecía ser, la colmaría de besos y de caricias... Haría que su primera vez fuera un recuerdo eterno y maravilloso con él como protagonista... Lo haría...

Atónito, se quitó de encima de la chica y se dejó caer en la alfombra, fuera de los cojines. Notaba su erección clavándose en su ropa interior, percibía el sudor en su espalda, el sabor gélido de los labios y los pezones de la chica, la fragancia de su sexo y la tersura de su piel... Y sin embargo...

-No puedo hacerlo. –Susurró, totalmente estupefacto.- No puedo... Hacerlo...

Capítulo LXXXII

Gaby le miró sin entenderle.

-No puedo hacerlo... –Repitió.-

-Pero... –La alemana se incorporó.- ¿Por qué?

Inconscientemente los ojos de la chica volaron a la entrepierna de Raúl, ella ya había sentido su erección bajo sus pantalones, y no entendía que otro impedimento podía haber.

-Es solo que... No puedo... No quiero...

Contrajo el rostro como si le acabaran de clavar una aguja. Claro que quería, se moría de ganas por hacerlo, y poder también podía, su dolorosa erección así lo atestiguaba.

-No debo... –Corrigió, sin sentirse bien de todos modos.-

-Pero... Pero... –Rapunzel se tapó los pechos, como sintiendo un repentino pudor, destrozada toda la atmósfera pasional que habían creado.- No lo entiendo...

Raúl tampoco lo entendía. Quiso sonreír de forma socarrona y decirle que era una broma, desnudarla y poseerla una y mil veces. Pero una gran barrera se había levantado de quién sabe donde, y sabría que no podría superarla, de ninguno de los modos.

-Tu primera vez... –Las palabras le salían de forma pastosa.- Tu primera vez no puede ser de esta forma... En este lugar... Co-conmigo...

Gaby intentó taparse aún más, en su rostro podía leerse el desconcierto. Raúl se sintió asqueado de repente, había estado apunto de hacer algo horrible. Mientras que la chica le había "invitado" a compartir con ella algo tan especial como su primera vez, él había estado regodeándose en su vanidad, alimentando su orgullo con la idea de que sería el hombre más importante de su vida, un protagonismo imperecedero a cambio de "un polvo". El globo de su vanidad empezaba a desinflarse conforme pensaba todas esas cosas.

Se juzgó como un completo idiota. A fin de cuentas, por mucho que él hubiera podido llegar a pensar en todas esas cosas, la habría tratado bien, se habría esmerado en que lo disfrutara y conservara un gran recuerdo, y pese a todo, pese a saber que lo de "una muesca más en mi revolver" solo lo iba a pensar él mismo, el remordimiento instantáneo que sacudió su cuerpo le había dejado tullido.

Una punzad de dolor en sus testículos le hizo barajar la idea de seguir, ya había reflexionado sobre sus terribles pensamientos, quizás con pedirle perdón a la chica, que no comprendería el porqué de sus disculpas, y seguir, todo estaría solucionado. Él se sentiría mejor y tendría su polvo, ella podría albergar un buen recuerdo de su primera vez.

Y aún con esas, supo que no podría hacerlo.

El rostro de desconcierto de la chica iba cambiándose a uno de humillación y derrota.

Si no hubiera sido su primera vez, si solo fuera sexo por el sexo, un rato divertido entre los dos... Si solo fuera una distracción entre dos personas que así lo querían... No podía desvirgar a una chica por la que no sentía un apabullante amor, no podía ser tan egoísta como para robarle ese momento.

Se llevó las manos a la cabeza y se atusó el pelo, nervioso. El semblante de la chica, que parecía como si estuviera a punto de llorar, siendo el orgullo germano lo único que contenía a las lágrimas en su fuente natural, terminó por destrozarle. Supo que tenía que decir algo, algo apropiado que le quitara a la chica de la cabeza la probable idea de que había sido totalmente rechazada y repudiada cuando se había entregado con sus mejores galas e intenciones.

-Tú... –Comenzó él, intentando reunir toda la seguridad que pudo.- Tú eres preciosa.

No pareció ser un buen comienzo, puesto que la chica, congelada donde estaba, no reaccionó.

-Eres una mujer preciosa y deseable... –Puestos a decir cosas en un momento tan comprometedor como el que vivía, decidió ser lo más sincero y gráfico posible.- Desde que llegaste, he deseado acostarme contigo, te he... Te he imaginado muchas veces desnuda.

Eso pareció despertar un poco el interés de la rubia, pese a que permanecía con el mismo semblante derrotado.

-Por mucho que nos peleáramos como críos, siempre he pensado que eras una chica excepcional. El día que fuimos a la playa devoré con los ojos cada centímetro de piel que dejaba a entrever tu bikini... –Tragó saliva.- Y aunque te deseo, aunque ahora mismo mi cuerpo me pide desesperadamente que te abrace y te haga mía, no puedo hacerlo...

Mientras hablaba se miró a la entrepierna, donde el bulto de su erección era perfectamente visible.

-La primera vez... –Se mordió la lengua al decirlo.- No debe ser con cualquiera... Tienes que encontrar a un chico que te quiera, debes torturarlo durante un tiempo para que se desviva por ti, y después, si crees que es el indicado y te gusta, podrás entregarle ese "tesoro" que tienes.

Le resultaban muy embarazosas esas palabras, a la par que inocentes e infantiles. Pese a todo, en el precioso rostro de Gaby empezó a dibujarse una expresión menos frágil que la que tenía hasta ese momento, poco a poco empezaba a recordarle a la chica que era.

-Y haz el favor de vestirte... –Añadió, con tono socarrón, intentando parecer divertido.- Como no lo hagas, me lanzaré encima de ti y te comeré enterita.

La alemana le miró con el ceño fruncido y un semblante de "atrévete". Definitivamente se recuperaba del palo inicial.

-Sí, sí, mírame como quieras, pero puedo perder fácilmente el control... –La miró descaradamente hacia la entrepierna, aún cubierta solamente por esas finas braguitas blancas.- Créeme que me he quedado con ganas de comértelo enterito. No entiendo como lo he podido dejar...

Se olvidó de que trataba de consolarla a ella y empezó a hablarse más a sí mismo.

-Debe de tener un sabor de otro mundo... –Su mirada se tornó enfermiza.- Y pensar que no he llegado a verte completamente desnuda... Seguro que es tan rosadita como tus pezones... ¿Te mojarás mucho? No lo sé... Quisiera saberlo... Es que no me lo puedo creer... No te he visto ni siquiera gemir de placer... Un orgasmo en tu cara, tus jadeos... Tu cuerpo retorciéndose como el de una culebra...

Gaby bufó, se levantó, se acercó a Raúl, y, con toda la determinación del mundo, le abofeteó.

El chico se quedó adolorido unos instantes mientras la observaba irse, recogiendo su camisón en el camino, con la frente en alto, el ceño fruncido y una mirada de rabioso orgullo en el rostro. La bofetada le dolió, pero no había sido con todas sus fuerzas, lo sabía. Era un "golpe amistoso", para zanjar ese bochornoso acontecimiento.

Raúl permaneció unos instantes sentado, pero luego se decidió por irse al baño. Cuando cerró el pestillo, todo lo que había dicho le pareció absurdo y estúpido. Se sintió enfadado, incluso violento. Le dolían los testículos, seguía teniendo una erección bestial y ganas de sexo. No se reconocía a sí mismo, pero supuso que simplemente era un "calentón", y que debía pasar.

Se desnudó y se dio una ducha fría.

Su humor no mejoró. Taciturno, aterido de frío y con una punzada de dolor en la entrepierna, seguía pensando que era un absoluto imbécil. El único hombre del mundo que dejaba escapar a una chica como Gaby cuando esta misma se le había insinuado de una forma tan clara.

-"Gilipollas..." –Se mortificaba mentalmente.- "Gilipollas, gilipollas, gilipollas..."

Ni siquiera el agua gélida ayudó a bajar su erección. Estuvo tentado de masturbarse, pero le pareció anodino y patético. Era como contentarse con un sándwich de mortadela cuando le habían ofrecido un cochinillo asado.

-"Imbécil..."

Como comenzaba a tiritar, giró el grifo y puso el agua más templada, puso el tapón y se tumbó en la bañera, apesadumbrado. Durante un largo rato, mientras el nivel del agua subía, estuvo regodeándose en las miserias de su propia personalidad, donde el nivel de rancia caballerosidad era inversamente proporcional al de estupidez innata.

Cuando su erección comenzó a remitir y el dolor en los testículos bajó de intensidad, pudo aplaudirse amargamente por lo que había hecho.

-"Es una decisión propia de una persona madura..." –Se dijo, sin evitar pensar también lo contrario.- "O de un imbécil integral..."

Cerró el grifo porque el agua amenazaba con desbordarse. Recuperando el humor no pudo evitar sorprender de su amplio vocabulario sexual en inglés. Recapacitó, divertido, intentando averiguar de donde había sacado las palabras. Al final llegó a la conclusión de que todo se debía a una tarde de ocio en su infancia. ¿Qué es lo primero que hacías cuando te regalaban un diccionario? Fácil: Te ponías a buscar palabras "fuertes" como pene, vagina, semen y derivados. Eso demuestra que por muy tierna que digan que es la infancia, sigue habiendo el plus sexual que empapa la vida durante todas sus etapas.

Notablemente más relajado, emergió de la pequeña balsa que se había formado y quitó el tapón. Mientras escuchaba al desagüe hacer su trabajo, se secó y fue a buscar ropa limpia que ponerse. Estuvo un rato en la habitación, mirando por la ventana, sintiendo el calor del día. Miró el reloj y se dio cuenta de que era hora de comer.

-"Bueno..." –Pensó.- "Si hay que romper el hielo, mejor la alimento antes."

Tal y como había pensado, la princesita se mostró más generosa a la hora de hablarle cuando la sobornó con comida. Finalmente llegaron a un acuerdo sin tener que cruzar ninguna palabra, esa mañana no había existido, no había que nombrarla nunca, bajo ningún concepto. Desde ese punto, pudieron seguir con su "relación normal", aunque con reservas.

Un rato más tarde se encontraba tumbado en la cama de Claudia, sin saber qué hacer para matar el tiempo. Como se aburría, se puso a pensar en lo ocurrido esa mañana y su palabrería sobre primeras veces, de forma incontenible apareció en su cabeza la imagen de una chica.

Se mordió el labio y cogió su teléfono móvil, buscó en la agenda y presionó la tecla verde de las llamadas.

-¿Sí? –Lo vocecilla de Ana respondió al otro lado del aparato.-

-Ana, ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

-¡Raúl! Vaya, bien, hacía mucho que no me llamabas a casa... –La joven parecía realmente contenta.- Por aquí todo bien, ¿Y por allí? ¿Qué tal la familia feliz?

-Todo bien, aunque ahora de la familia feliz solo quedo yo, el resto de miembros están de compras, reactivando la economía, dicen. –Se rió.- Y te llamaría más al móvil si lo tuvieras encendido.

-Hum... Sí, tienes razón, es que nunca me acuerdo de ponerlo a cargar.

-Al menos te he pillado en casa.

-Sí, pues deberías pedirme perdón, porque estaba a punto de echarme una soberana siesta en el sofá ahora que me he quedado con toda la casa para mí.

-Vaya, que oportuno, mira que privarte del sueño... –Se volvió a reír.- No tengo perdón de Dios.

-Eso, directo al infierno, con lo que te gusta a ti el calor...

-Ya ves... –Le reconfortó ver que Ana se acordaba de detalles tan nimios de su personalidad como el de que aborrecía los días calurosos.- Oye...

-Dime.

-Te parecerá una tontería, pero estaba yo pensando... –Carraspeó, tampoco era muy fácil decirlo.- Estaba pensando... En tu primera vez.

-Vaya, ¿Cuál de ellas? –Preguntó con voz divertida.-

-Eh... –Tardó un poco en recordar la explosiva imagen de Ana masturbándose frente al espejo de Laura, sus gemidos, la expresión de su cara... Esos pensamientos pecaminosos le causaron un hormigueo en la entrepierna.- La del vestuario...

-Sí, entiendo. –Ella esperó a que él dijera algo, pero como tardaba, le incitó.- ¿Y como acabas pensando en mi primera vez, ahí en el vestuario? No es algo en lo que uno se ponga a pensar todos los días después de comer.

-Bueno, tienes razón, pero fue un momento muy importante para mí. –Raúl lo recordaba y se le ponía la piel de gallina.- No podría olvidarlo.

-Yo tampoco... –Había un tono velado de felicidad en su voz, como si le halagara que se acordara de ella.-

-Y... Bueno... Ya sé que te sonará un poco pretencioso, pero... –Se mordió el labio.- ¿Guardas un buen recuerdo? ¿T-Te gustó?

-Oh... –La chica pareció meditar sobre el asunto.- De algo tan personal como esto no deberíamos hablar por teléfono, ¿No crees?

-Tienes razón, pero...

-Ahora no es apropiado. –Concluyó la chica, triste.- Tienes a Claudia, y a la pequeña...

-Sí... –Raúl se sintió incómodo por el tono sombrío de Ana.-

-Bueno, pues te diré que guardo un gran recuerdo de mi primera vez. –Su voz sonó enérgica de nuevo.- Claro que nunca hubiera pensado en un vestuario, pero no sabría decirte... No fue un gran dolor, fuiste muy dulce conmigo, e incluso sentí placer...

-Vaya... –Agradeció que la chica no pudiera verle en esos momentos, dado que exhibía una mueca en la cara de alivio y felicidad.- Me alegra oír eso... De verdad...

-Por la parte que te toca... –Rió ella.- No estuvo mal del todo, ¿Verdad?

-Dios, Ana, algún día harás muy feliz a un hombre. –Exclamó él, sin un ápice de duda.-

-O a una mujer... –Se burló ella. En la mente de la chica aparecía un pensamiento claro y conciso, "Sí, podré hacer feliz a un hombre, pero, ¿Y si no es al que yo quiero?".-

Se dio cuenta de la turbación que recorrió a Ana en ese momento por lo que intentó animarla con una broma.

-Bueno, pero si quieres, puedes entrar en mi harén, estoy formando uno... –Añadió con su habitual tono socarrón.-

-Anda, ¿Y eso? –Preguntó ella, sorprendida.-

-Pero no te creas que te dejaré entrar así como así, las reglas son muy estrictas...

-¿Cómo por ejemplo...?

-Fidelidad absoluta, adoración... –Se rió él mismo, pensando en un montón de chicas vestidas con suntuosos y eróticos tejidos.- Todas esas cosas.

-¿Y qué pasará si rompo una regla? –Susurró ella, con voz sugerente.-

-Te castigaré. –Dictaminó Raúl.-

-Vaya... –Su voz era tan atractiva e incitante como un guiño.- ¿Y como piensas castigarme?

A lo mejor era el inusual tono de voz de Ana, probablemente también influía su "calentón" de unas horas antes, pero, poco a poco, Raúl empezaba a excitarse. Por su mente aparecieron un montón de castigos posibles, pero se quedó con uno que le pareció excitante y morboso.

-Pues... Si te portas mal... –Dejó unos instantes para aumentar la tensión.- Creo que me ensañaré con esos pezones tan sensibles que tienes...

-¿Y qué harás? ¿Morderlos? –Se rió, aunque su carcajada sonó más a ronroneo que a otra cosa.- Ten cuidado, a lo mejor me gusta...

-No, no. –Aunque tampoco se negaría a morderlos y sentir como se endurecen entre sus labios.- Tenía en mente algo más apropiado... Dado que te gusta ronronear, qué mejor que ponerte un par de cascabeles...

Solo con imaginárselo se ponía malo.

-Te pondré un piercing en cada pezón, una pequeña cadenita en cada uno, y al final, un cascabel, para que suenen cada vez que te muevas... –Paladeaba las palabras, tanto que incluso empezó a escuchar el "tilín tilín" de los cascabeles.-

-Hum... –La chica tragó saliva ostensiblemente, pensar en sus delicados pezones coronados por el metal, y el sonido que acompañaría cada uno de sus movimientos. Aún así, quería más.- ¿Nada más?

-Eso es solo el principio... –Casi sin darse cuenta se encontró acariciándose por encima del pantalón.- Te obligaría a desnudarte por completo, disfrutando de tu timidez... A lo mejor incluso consigo público para el show.

-¿Y no podemos seguir con el castigo solos? –Repuso ella, juguetona.- Es que prefiero disfrutar de tu atención completa...

-Podría hacer una excepción... –Musitó él.- Podemos llegar a un acuerdo... Tendrás que bailar para mí.

-¿Lenta y sensualmente?

-Sí...

Casi podía verla delante de sus ojos, exhibiendo esas magnificas curvas que tenía. Raúl agudizó el oído y pudo percibir del otro lado del aparato la respiración profunda de Ana, además, también un sonido que le resultaba vagamente familiar. La idea cruzó por su mente como un flash, se le iluminó la sonrisa.

-Ana... ¿No estarás...?

-Sí. –Contestó ella tajantemente.-

-Ya veo, ya veo... –Se humedeció los labios.- Parece que te enseñé bien...

-Eso, y que yo he practicado mucho. –Ambos se rieron.-

-Eso me trae a la mente otro castigo... –Le hubiera encantado poder verla en acción.- Me tumbaré en la cama... Y te obligaré a ponerte de pie encima de mí. Tendré tu coñito justo a la altura de la cara... Podré ver como te masturbas en primera línea...

-Te encanta que me masturbe...

-Me declaro culpable. –"Más me gustaría masturbarte yo mismo, pero en fin...", no pudo evitar pensarlo.- Casi puedo ver tu clítoris inflamado...

-Lo recorro con el dedo... Una y otra vez...

-Yo estaría ansioso, esperando mi regalo...

-¿Tu regalo?

-Sí... –Se le hizo la boca agua.- Te mojas muchísimo cuando te excitas...

-¿Tu crees? Eso no se le dice a una señorita, no es muy elegante...

-Pues a mí me encanta, me vuelve loco... –De su memoria le llegó el recuerdo de unas braguitas empapadas por flujo vaginal, del sabor, de la fragancia penetrante...- Abriría bien la boca para recoger las gotas que cayeran de tu excitado sexo...

-Avaricioso...

-Y también daría buena cuenta de aquellas que recorrieran tus muslos... –Las veía surcar la anatomía de la mujer.- Me deleitaré viéndolas bajar por tus piernas, y luego me ensañaré en ellas...

-Que cosquillas... –La respiración de la chica ya era más agitada de lo normal. De vez en cuando emitía un pequeño gemido apagado.-

-Pero lo mejor será al final... Sentirás como el orgasmo llega a ti, desesperada por correrte... –La escuchaba gemir y se le secaba la boca. Hacía rato que sus caricias por encima del pantalón se habían convertido en una masturbación completa.- Las rodillas te fallan por la excitación, estás a punto de caerte, tu coñito caerá sobre mi boca...

-Sí...

-El sudor recorre tu espalda y tu frente, el calor te abrasa...

-Sí...

-Te humedeces los labios una y otra vez, lo notas tan próximo que te entran ganas de llorar de placer...

-Lo noto...

-Un zumbido en tus oídos... Hay electricidad entre el clítoris y tu dedo, la corriente pasa de uno a otro, recorre tu cuerpo...

-S... Sí... –Sus gemidos ya eran más que evidentes, la podía ver en la distancia, con su dedo volando alrededor de un clítoris ardiente y endurecido.-

-Y entonces...

-En... Entonces... –Parecía estar a punto de caramelo.-

-Entonces... –Le costaba seguir hablando por su propia excitación.- El orgasmo hará que aprietes tanto los ojos que acabarás viendo una penetrante luz blanca... La electricidad recorrerá tus piernas como si un rayo naciera entre ellas... Tu cuerpo se sacudirá tanto que los cascabeles tronaran en tus pezones... Gritarás, llorarás de placer, gemirás, dirás mi nombre en voz alta...

-Raúl... Ra... Raúl...

-Una cascada se abrirá paso a través de tus piernas y bañará mi rostro, abro bien la boca, todo es para mí... –Le llenaba la boca, se recreaba jugando con el líquido en su paladar.-

-Tuyo... Todo...

-Entonces creerás que todo a acabado, te dejarás caer sobre mí... Y mi boca se lanzará voraz a devorar tu sexo, lameré y lameré hasta borrarte, tu clítoris se fundirá con mi paladar, regaré mis mejillas con tu flujo y tu te correrás otra vez, y otra, y...

No necesitó decir "otra", porque la corrida de verdad le sobrevino a Ana en ese preciso momento. Sus gemidos sonaron tal y como los recordaba, en un momento dado debió soltar el teléfono, porque sus sollozos y sus juramentos de placer le llegaron más lejanos, pero igual de morbosos que siempre. Raúl no tuvo más que acariciar una vez más su enfebrecido miembro para sentir las punzadas del orgasmo que atravesaba su entrepierna. Estuvo a punto de dejarse llevar y eyacular encima de la cama, pero consiguió contenerse apretando los dientes, no quería mancharlo todo...

-Ahh~... –Le llegaban los últimos suspiros de placer de Ana.- Ahh...

Raúl esperó a recuperarse del esfuerzo de un "orgasmo sin eyaculación", de nuevo se sintió frustrado de no poder disfrutar de una buena sesión de sexo, pero sus maquinaciones desaparecían al pensar en la deliciosa Ana con la entrepierna bañada de su propio flujo.

-Ha sido... –Masculló ella de repente, con la voz aún tomada.- Es la primera vez... Que hago esto por teléfono...

-Yo también. –Concedió él.- Y no ha estado tan mal, por lo que veo... O escucho.

-Sí, bueno... –Casi pudo ver a Ana con las mejillas encendidas a causa del sonrojo y del ardor del placer.- Aunque...

-¿Qué?

-He manchado el sofá. –Lo dijo rápido y a regañadientes, como sabedora de que aunque a ella le resultaba engorrosa, a él le encantaría oírlo.-

Raúl no pudo reprimir las carcajadas, la chica emitió un suspiro apesadumbrado.

-Es que eres increíble... –Intentó serenarse para seguir hablando con la chica.- Esa forma tuya de terminar...

-Ya, ya... –La chica parecía preocupada.-

-No te preocupes, límpialo con agua y jabón y déjalo secarse, verás como la mancha desaparece.

-Lo haré, a ver que tal... Si alguien se da cuenta es tu culpa.

-Asumo mi responsabilidad. –Se rió él.- No volveré a dejar que te corras en el sofá.

-Eso espero. –Suspiró.- La próxima vez podría hacerlo en el tuyo, ¿No?, o mejor en tu cama...

Raúl reflexionó unos instantes. ¿Era eso un ofrecimiento o seguía siendo parte del juego? Le pareció que, pese a decirlo de forma "indirecta", hablaba de verdad. Tuvo dudas sobre lo que debía responder. A fin de cuentas, Ana ya se había mostrado al principio moralista con lo que a su "familia" se refería, a lo mejor con esa improvisada sesión de sexo telefónico se habían rebajado sus defensas éticas.

-Tranquila. –Murmuró él, tímido pero decidido.- La próxima vez no dejaré que de mi boca salga ni una gota.

Eso era un sí.

-Raúl... –Su voz era tan tierna que provocaba escalofríos.- Somos amigos, ¿Verdad?

-Los mejores, Ana, los mejores... –Y que le partiera un rayo en ese mismo momento si no era verdad.- Te prometo que cuidaré de ti... Siempre que tú me eches un ojo de vez en cuando, que a veces me pierdo...

-Tranquilo, tranquilo... –Ana le sorprendió robándole su habitual tono socarrón.- Te echaré un ojo, y lo que tu quieres, guapo. ¡Te dejo! ¡Tengo que ocuparme de la mancha antes de que se seque! ¡Adiós!

Cuando le colgó, Raúl seguía riéndose de lo lindo. Ana era realmente una persona excepcional... Recolocándose la ropa, se dejó caer por el dulce sueño que le embargó tras el impacto muscular de su seudo-orgasmo.

Soñó con cascabeles y cascadas.

Capítulo LXXXIII

Para acabar de encauzar el día, se levantó de la siesta sintiéndose como nuevo, y no de mal humor como acostumbraba. Cuando Claudia, Eva y la montaña de bolsas regresaron, la alemana le deslumbró con una de sus famosas sonrisas.

-¿Os lo habéis pasado bien? –Les dijo, a modo de saludo.-

-Ya ves... –Exclamó Raúl, burlón.- Tu hermana ha intentado violarme...

-Claro, claro... –Claudia no le dio ni la mínima importancia, o no le creyó, y reclamó su ayuda para colocar lo que habían comprado en el cuarto de la pequeña, que estaba dormidita a causa de un día tan agitado. En el salón, quedó Gaby con las mejillas encendidas de vergüenza e irritación a causa de las palabras de Raúl, le daría un pellizco en cuanto le tuviera a mano.-

Esa noche no necesitó más de un beso para encenderse y lanzarse voraz a devorar el cuerpo de la alemana. Claudia pagó en sus propias carnes la excitación que el chico había acumulado con Gaby y Ana. Y, basándonos en sus gemidos y orgasmos, al parecer lo disfrutó de lo lindo.

La mujer le había dicho que después del embarazo su cuerpo no sería "igual que antes", pero él no encontraba ninguna diferencia reseñable. La rubia recuperaba el tipo a una velocidad sobrenatural, similar a la que tiene David Beckham para cambiar de peinado, y buena culpa de eso tenían los ejercicios a los que se sometía cada mañana. Raúl la acompañó a correr un par de días, pero tuvo que dejarlo porque, para su completa humillación, no podía mantener el ritmo de la mujer.

-"Ha sido una deportista de élite..." –Murmuraba él, buscando excusas.- "Y además yo estoy desentrenado... Sí, eso..."

En la cama, Claudia respiraba entrecortadamente, aún fascinada por la grata sorpresa que Raúl la había reservado para esa noche. Podía sentir sus pezones, aún hinchados y duros, también notaba como la sangre empezaba a abandonar sus labios vaginales, volviendo poco a poco a su cauce normal. Tenía la frente y la espalda empapadas de sudor, mientras que la entrepierna y los muslos aparecían cubiertos del néctar pasional que ambos amantes habían derramado. El ímpetu de las arremetidas de los dos había llegado a ser tan grande que hasta se habían manchado a causa de la fricción de sus pezones entre sus cuerpos.

Se giró para ver a Raúl, totalmente subyugado por el agotamiento, pero despierto. Le recordó a la noche en la que se había gestado la pequeña Eva, el esfuerzo había sido similar, y sin descansos. Dándose cuenta de que le miraba, el chico se giró hacia la mujer y sonrió, como diciendo, "Sí, lo sé, ha estado muy bien...".

Como de costumbre, la mujer le reclamó en su regazo, acomodándole entre sus pechos. Él disfrutó enormemente el contacto con la piel de la mujer, y deseó tener una nueva erección que compartir con ella, pero el agotamiento ya era muy grande como para eso.

-Me encanta este momento... –Murmuró la mujer.- Justo después de hacer el amor... Con las sensaciones a flor de piel... Juntos...

Raúl le mostró que estaba de acuerdo besándola en el trozo de piel que encontró más cerca de sus labios, el nacimiento de unos de sus pechos.

-Podría ser siempre así... –Se le tiznó la voz con un cierto nerviosismo.- No me importaría que fueras lo último que viera antes de dormir y lo primero al despertarme...

El chico se encontraba repentinamente inquieto. ¿Estaba insinuando lo que él creía que insinuaba? Lo había hecho de forma velada otras veces, pero esa vez era muy explícita en sus declaraciones, vale que había sido una noche especialmente pasional, pero...

Los dedos de la chica recorrieron su la cicatriz que Laura le había provocado en el hombro.

-"Márcame." –Solo de recordarlo sentía un escalofrío.-

Acunado entre los senos de Claudia empezó a notar como le llegaba el sueño.

-Este es tu hogar... –Susurró la hermosa rubia, que parecía estar recordando una vieja canción.- Esta es tu cama... Y yo, tu mujer...

Notaba como se le cerraban los párpados, pero se mantuvo despierto por consideración con las emotivas palabras de la mujer, que le llenaban de alegría, orgullo y miedo a la vez.

-Te quiero, Raúl. –Lo estrechó aún más entre sus brazos.-

El beneficiario de tanto afecto quiso decirle algo, un pensamiento en concreto que pasó por su mente en ese momento, pero no pudo hacerlo, porque antes siquiera de abrir la boca, se quedó profundamente dormido.

Tuvieron que esperar casi todo el día siguiente para retomar la conversación. Una vez acostados de nuevo, Raúl recordó el tema. Meditó durante un rato, mientras podía percibir que Claudia hacía lo propio, a unos centímetros de él.

Sin ninguna duda, las palabras de la alemana se traslucían como una proposición a una relación aún más estrecha. Al chico le preocupaba la idea de un noviazgo con la mujer, o incluso algo más serio que un noviazgo. No es que tuviera dudas respecto a ella, la tenía en un altar, las dudas más bien eran con respecto a sí mismo... En multitud de ocasiones, al maravillarse de la mujer con la que podía compartir cama, internamente se sentía pequeño e inmaduro en comparación con ella. Los peores días incluso llegaba a verse como un lastre en la vida de la chica, algo que la impedía seguir "avanzando".

-La primera vez que hablamos en serio... –Murmuró él, rompiendo el silencio.- Te hice llorar, ¿Recuerdas?

-Mmmm... –Las imágenes fueron acudiendo poco a poco a su memoria.- ¿Aquella vez en mi despacho?

-Sí. –La había visto llorar otras veces, pero era cuando recordaba aquella ocasión cuando se sentía un auténtico miserable.- ¿No es extraño? En ese momento, casi después de conocernos, te hice llorar... Y hoy estoy en tu cama, en tu casa, tenemos una hija en común, tengo el inmenso placer de saborear tu cuerpo y, aún más, de escuchar palabras de amor...

-La vida da muchas vueltas... –Fue lo único que acertó a decir la mujer, aunque intuía que él no había acabado.-

-Y al final acabamos mareados... –Apuntilló el joven.-

Hubo un silencio un tanto tenso. Raúl quería decir algo y no sabía qué tenía que decir. Claudia, por su parte, se mordió el labio inferior, incapaz de seguir los tiempos que el chico imponía.

-Yo... –La rubia carraspeó ligeramente.- Creo que yo he dejado lo que quiero y espero de esta relación... Me gustaría ser más clara, pero...

-El problema no eres tú, soy yo. –Le salió con un tono tan victimista y teatral que hasta se sorprendió él mismo.- Es que... No sé...

Raúl deseó durante unos instantes no tener que ser tan sincero. Podría decirle cualquier frivolidad que mantuviera ese beneficioso estatus que tenían en ese momento, él saldría ganando, y ella tampoco parecía descontenta. Era tan estúpido que se permitió ser franco.

-Hay un error que tengo que cometer...

-¿Un error?

-Sí, un error. –No se le ocurrió otra forma más eufemística de decirlo.- Debo, no, necesito cometer ese error.

-Error. –Ella pareció meditar a qué, o a quién, se refería.- Entiendo.

Raúl observó de reojo el semblante de la mujer. No parecía enfadada, pero sí triste.

-Debes cometer esos "errores" si quieres madurar. –Pese a que intentaba aparentar normalidad, la voz de Claudia sonaba extrañamente acelerada.- Lo entiendo.

No hablaron más del tema. En los días siguientes no pareció resentirse su relación, incluso hacían el amor, si bien no con el mismo ardor acostumbrado. Raúl entendió que no nombrando más ese asunto, la mujer le manifestaba que tenía toda la libertad del mundo para "cometer esos errores", pero que tampoco debía esperar una felicitación por su parte.

Una de esas tardes, Claudia salió a pasear con Eva, le había pedido expresamente que no las acompañara dado que quería relajarse un rato, lo que le resultó a Raúl un tanto chocante, pese a no decir nada. El joven mientras tanto desempolvó su portátil, que apenas había tocado en los últimos meses más que para alguna consulta ocasional o un correo electrónico oportuno. Movido por un total aburrimiento, empezó a ver sus antiguos trabajos de la universidad. Le gustaba hacerlos, pero el modelo universitario le parecía totalmente mecánico y sin motivación. Él pensaba que lo mejor que se podía hacer era felicitar a una persona cuando hacía algo bien, no solo reprenderla cuando lo hace mal. Por lo demás, no pudo evitar llegar a las carpetas que contenían los "regalos" que Cristina y Laura le habían hecho para "aliviar su soledad" en su ausencia.

Los videos subiditos de tono le mejoraron el sentido del humor, al tiempo que percibía un grato hormigueo en su entrepierna. En esas estaba, justo en el momento en el que Cristina emitía un gemidito juguetón ante una caricia maliciosa de Laura, cuando repentinamente se abrió la puerta de la habitación en la que se encontraba. Como una exhalación, Raúl cerró el portátil.

Gaby le observaba sonriendo desde la puerta, divertida. Estaba claro que su intención había sido pillarle in fraganti, dado que no había llamado antes de entrar, como era su costumbre. Raúl pensó, irritado, que era posible que hubiera escuchado el último gemidito de Cristina, y además, cerrando frenéticamente el ordenador, no hacía más que aumentar las sospechas de la joven de que estaba viendo algún tipo de material pornográfico.

-Vaya, vaya, vaya... –Rió ella.- Y yo que pensaba que no eras de esos...

-Deberías llamar antes de entrar. –Se quejó él.-

-Sí, lo sé, perdona. –Reprimió una carcajada.- No sé que hubieras estado haciendo de haber tardado unos minutos más en llegar...

Raúl emitió un sonoro suspiro, la chica alargó las manos hacia el portátil y él la detuvo.

-¡Venga! ¡Déjame verlo! ¡Quiero saber qué te pone!

-Estás loca.

-¿Algo de porno clásico? ¿Quizás interracial? ¿O algo sórdido y prohibido como la zoofilia? –Se reía a carcajada limpia, volvió a intentar abrir el portátil, pero él la detuvo de nuevo.- Venga, solo quiero comprobarlo...

No la habría dejado verlo ni aunque se tratara de porno convencional, pero mucho menos le iba a dar permiso cuando lo que veía era un video protagonizado por su propia hermana y su amiga Cristina. Gaby forcejeó un poco con él para llegar al ordenador, pero la chica eran tan liviana que no tuvo problema alguno para reducirla, de modo que Rapunzel quedó tendida sobre sus rodillas, apoyada en su liso vientre, parecía que estuviera a punto de enseñarla a nadar.

-Así que, tranquila. –Sin malas intenciones le dio un azote en el trasero.-

El trasero de la chica tenía una forma bastante sugerente. Vestía un pantalón de algún tejido deportivo fijo, por lo que sus glúteos se marcaban. Se dio cuenta de que de un azote sin pretensiones había pasado a amasar sin contemplaciones una de las nalgas de la princesita, y ella no se quejaba.

Se recordó a sí mismo rechazándola y tuvo que reprimir un gemido lastimero. Sus pantalones eran tan finos que si presionaba ligeramente entre los muslos podría notar la calidez de su entrepierna. ¿Estaría excitada? Quizás era muy pronto, pero si seguía así...

-¿Y bien? –Preguntó Gaby, pasados unos minutos.-

Ese "¿Y bien?" le había sonado a Raúl como un "¿Qué vas ha hacer ahora?" y supo que lo decente, y menos placentero, era castigar a su mano expedicionaria y ayudar a la joven a incorporarse. Esta emitió un suspiro quedo, decepcionada ligeramente. Al menos había logrado quitarle de la mente el portátil, ya era un logro.

-Quiero hacerlo... –Murmuró él, confuso.-

Gaby le miró de reojo, observando la tez clara y de rasgos armoniosos del joven padre de su sobrina. Volvió a suspirar. Era un caso perdido. Fingió una sonrisa alegre y le dio un golpecito en la frente.

-Y ahora será mejor que empieces a preparar algo bueno para la cena. –Le exigió ella.-

-¿Tengo cara de cocinero?

Sin embargo se incorporó, pensando en los ingredientes de los que disponía y, como siempre, quejándose mentalmente por su predisposición a ser utilizado para tareas domésticas.

En la cocina intentó ver qué tenía en la nevera, pero sus ojos se inclinaban casi por magnetismo a las caderas de Gaby, que se inclinaba ligeramente para despejar la mesa. Tal y como había pensado, ese fino tejido mostraba los elásticos de sus braguitas, cuando quiso darse cuenta, comprendió que estaba frotándose la entrepierna con la puerta de la nevera. Descubrir tan extraño placer le pareció tan increíble que empezó a reírse de forma escandalosa. Rapunzel se mostró sorprendida, pero al final las carcajadas fueron contagiosas y acabaron los dos con los ojos llorosos de tanto reír.

-"Estoy enfermo..." –Pensó Raúl, divertido.- "Ahora encuentro atractivas hasta a la puerta de la nevera..."

Capítulo LXXXIV

Raúl atravesó el portal de la casa de su hermana sumido en sus propios pensamientos. Había tenido que dejar a Eva y Gaby solas en casa, pero supuso que Rapunzel era suficientemente responsable como para que no ocurriera nada en su ausencia, aún así no las tenía todas consigo.

Ese domingo Raúl tenía la intención de coger algo de ropa de verano, pues el calor era ya sofocante y no tenía tantas prendas como le gustaba, no es que fuera coqueto o vanidoso, pero le gustaba dar una buena impresión. Gaby se había reído al escucharle decir eso.

Cuando salió del ascensor presionó el timbre, pues era su costumbre de toda la vida, era un acto reflejo que había adquirido debido a las "constantes sorpresas" que se encontraba en casa al entrar, como podría ser su hermana desnuda con un "amigo" en el salón, o algo peor. Pese a que llevaba muchos meses sin una escenita así, su subconsciente le traicionó.

Para su sorpresa, alguien abrió la puerta. Y el shock no hizo sino aumentar cuando se encontró con Cristina, desnuda de cintura para arriba, y con una extraña mancha blancuzca en la comisura de la boca.

-"¿Es lo que creo que es?" –Pensó.-

La chica le miró con ojos perezosos, como si la acaba de sacar de la siesta, sin más, se echó a un lado y volvió sobre sus pasos, dejándole entrar. Raúl no las tuvo todas consigo, pero entró. Con timidez asomó la cabeza por la puerta del salón, y lo que vio le hizo abrir la boca como un bobalicón.

Era la imagen más obscena, pornográfica, picante, inmoral, impúdica, deshonesta, atractiva, sensual y erótica que podía recordar en esos momentos.

Tragó saliva.

Claudia se mostraba en el centro del sofá, completamente desnuda, a su izquierda, con el torso al descubierto, Laura se inclinaba sobre el escote de la chica. Raúl no tardó en dilucidar que estaba devorando con avidez el pezón de la mujer. Cristina reocupó su puesto en el lado de la derecha y dirigió sus labios hacia el pezón que le quedaba libre a la alemana. El chico dejó escapar un "ohh" sorprendido.

El rostro de Claudia mostraba una mueca tal, que Raúl incluso llegó a pensar que estaba drogada, inconsciente, o las dos cosas. No tardó en descubrir a qué se debía su mueca. Al cosquilleo que debía sentir simultáneamente en sus dos pezones, se unían las caricias que, por turnos, Laura y Cristina dedicaban al sexo llameante de la mujer, que, incluso desde la distancia, brillaba, húmedo. Ver como los dedos de su hermana penetraban con insuperable maestría el coñito de Claudia estuvo a punto de hacer que se corriera en seco, si es que eso era posible.

Tan impactado había quedado con la chocante escena que se había olvidado de respirar, cuando volvió a ser capaz de hacerlo, intentó coger todo el aire que pudo y terminó tosiendo. Fue su escándalo respiratorio el que sacó a las chicas de su limbo lésbico-lácteo.

Cristina siguió a lo suyo, pero Laura y Claudia recobraron el sentido y buscaron al intruso. Cuando su hermana se desasió el pecho rezumante de Claudia, un hilillo de saliva emblanquecida quedó entre su labio y el pezón de la rubia. Raúl pensó que, de nuevo, se correría en seco.

-Ah, solo es mi hermano. –Murmuró la chica, somnolienta.- Hola.

-Ho... Hola. –Estaba cortadísimo, se sentía fuera de lugar. Percibió como sus mejillas se tornaban rojas.- Yo... Ropa... Venía...

Cuando coincidió con los ojos verdes de la alemana empezó tuvo que humedecerse los labios. Anhelantes, sugerentes, incitantes y lujuriosos. Era la misma mirada que ponía cuando él se tomaba deliberadamente su tiempo en llevarla al clímax. Estaba disfrutando, y mucho.

-Mi cuarto. –Asintió.- Sí, voy a por mi ropa.

Con paso inestable llegó a su habitación, la temperatura de su cuerpo había subido al menos diez grados, empezó a sudar. Por descontado, su erección se había evidenciado prácticamente desde el primer segundo. Mientras en sus retinas aún deambulaban la imagen de los dedos de Laura entrando en el sexo de Claudia como un cuchillo caliente en mantequilla, se sentó en su cama.

Cayó en la cuenta de que la encontraba ridículamente pequeña, pero luego se dio cuenta de que era porque había terminado acostumbrándose a la enorme cama de la alemana. Asió su almohada con fuerza. Se sentía del mismo modo que, años atrás, cuando Laura traía alguno de sus ligues y fornicaban de forma escandalosa en el cuarto de al lado. Ese sentimiento de vergüenza, excitación, lujuria y hambre que le hacía perder el juicio y masturbarse frenéticamente.

Se encontró tan sediento que tenía la boca pastosa.

-"Iré a por un poco de agua." –Se dijo mentalmente, aunque lo que quería era mirar un poco más.-

La escena seguía siendo la misma, las chicas no habían variado en nada su postura, salvo que esta vez eran los dedos de Cristina los que horadaban los sonrosados labios vaginales de Claudia. Raúl llegó a la cocina, desconcertado, y bebió dos largos tragos de una de las botellas de té helado de su hermana.

Una infinitesimal parte de su psique encontraba la escena escandalosa y deshonesta, a fin de cuentas, esos dos súcubos estaban succionando de forma erótica y perversa la cena de Eva, la legitima dueña de todo cuanto producía el cuerpo de Claudia. Por otro lado, él mismo había catado el delicioso manjar en una, dos o diez ocasiones. Y, para terminar, lo que sentía eran unos celos terribles, era escandaloso que hubieran organizado una "fiesta" así y no le hubieran invitado, no solo escandaloso, insultante.

Volvió a beber y tragó con dificultad al escuchar un gemido pausado de su querida alemana, que debía estar agradeciendo las atenciones de las dos mujeres.

Su miembro palpitaba, anhelante. Raúl continuaba con la botella en la mano y las orejas bien abiertas, intentando percibir hasta el más mínimo sonido de frotamiento, respiración o gemido gutural que soltara cualquiera de las mujeres. A lo mejor había sido cosa de Laura, a fin de cuentas, él mismo le había dicho que debían normalizar su situación de hermanos. Quizás se había negado Cristina, o incluso Claudia, después de su "errática" conversación.

Sea como fuere, el chico seguía impactado y embriago por la escena.

Mientras divagaba, apareció Laura con paso pausado. Le observó con los ojos entreabiertos y le quitó la botella de té helado de las manos para dar un largo trago.

-¿Todavía tienes sed? –Preguntó Raúl, atónito.-

El semblante desencajado de su hermano sorprendió a Laura. Que le miró de arriba abajo, percibiendo su frente y mejillas sonrosadas por el sofoco y su pantalón ligeramente abombado a la altura de la entrepierna. Arqueó una ceja.

-¿Alguien está feliz? –Rió ella en un susurro, apuntando con los ojos hacia su virilidad.-

-¿Por qué...? –Boqueó pero no le salieron las palabras, tuvo que carraspear.- ¿Por qué no me lo habéis dicho? ¿Por qué no me habéis invitado?

-Que yo sepa... –Laura le mostró su lengua al pasársela por el labio superior, limpiando una gota de té.- Ninguna de nosotras es tu "novia" o tiene alguna obligación de hablarte de su vida sexual, ¿No?

Plas, la primera en la frente.

-Y hay veces en las que las chicas prefieren estar solas. –Siguió ella, viendo como Raúl se ensombrecía al captar los dobles mensajes de sus palabras.- Aunque...

El chico estaba tan desconsolado que ni siquiera le servía de animo ver como los pezones de su hermana le apuntaban directamente. Se encontraba infantil, casi retraído, como si hubiera vuelto atrás en el tiempo a su etapa de pequeña larva sin conocimiento sexual. Se sentó en una de las sillas de la cocina, anulado.

En esas estaba cuando Cristina y Claudia aparecieron también por el umbral de la puerta. Más espabilada que antes, Cristina le saludo con un guiño, aunque no se cortó mucho al mirarle la entrepierna y reír pícaramente. Claudia, por su parte, cogió una servilleta del montoncito que había sobre la mesa de la cocina y se limpio con suavidad los pezones. Raúl observó como el papel recorría la aureola y el pezón de la mujer. Repentinamente sentía deseos de estar hecho de celulosa y servir para tan exótica labor.

Como reparando por primera vez en su presencia, dio un paso hacia él y se le sentó encima.

-Raúl, hazme el amor. –Masculló ella.-

Lo dijo de una forma tan convencional que Cristina y Laura, tras mirarse, no pudieron contener unas carcajadas. El tono hubiera sido más adecuado para decir algo como "Raúl, estoy en el salón", o "Raúl, quiero helado de praliné", pero aún así, el chico percibió con sumo placer como la tibieza de la entrepierna y el cuerpo sobrecalentado de Claudia atravesaba su ropa y llegaba a su propio cuerpo.

No necesitó un mapa para llevar sus manos al sexo de la mujer. Percibió un ligero temblor en sus caderas, que se repetía muy seguidamente, dedujo que la mujer estaba apunto de tener un orgasmo y que su tono de voz atípico se debía que, fuera hombre o mujer, a nadie le gustaba que le dejaran a medias.

Empezó a acariciarla ahí mismo, donde estaba, sintiendo su peso en las piernas. Hundió un dedo en su interior y entró con tanta facilidad que supo que tendría que introducir un segundo, e incluso un tercero, para lograr la fricción que la chica necesitaba en ese momento.

-No... –Esta vez si utilizó un tono de desesperación más acorde con su desnudez y su proximidad al orgasmo.- Con los dedos no...

Raúl observó a las otras chicas y se sintió repentinamente cortado. ¿Qué miraban con tanta fijación?

-En la cama estaréis más cómodos. –Terció Laura, notando sus dudas. Cristina asintió.-

A Claudia le costó horrores levantarse, empezaba a mostrarse irascible, cosa rarísima en ella, como no se corriera cuanto antes, mataría a alguien. La comitiva alcanzó el cuarto de Laura, la alemana se tiró en la cama, boca arriba, y abrió sus piernas con obscena ligeraza, tal era su apremiante estado. Sus ojos verdes se mostraban acuosos y necesitados.

Raúl no necesitó un permiso por escrito para desembarazarse de los pantalones y la ropa interior, pese a que seguía poniéndole nervioso notar las miradas del dúo diabólico en su nuca, y en lo que no era su nuca. Trepó por la cama hasta el cuerpo de la mujer y llevó su miembro enrojecido hasta el sexo de la mujer. Con una de sus manos dirigió su pene, acariciando ligeramente los labios vaginales de la mujer, lubricándose con su humedad. Sin embargo, la alemana no estaba para tantas consideraciones. Alzó las piernas y golpeó con sus talones en los glúteos de Raúl, que perdió el equilibrio y cayó de bruces sobre el cuerpo de la rubia.

Esta no necesitó más que una repentina y casi violenta penetración para alcanzar su orgasmo. Jadeaba y temblaba mientras apretaba el rostro de Raúl contra su canalillo, buscando el fundirse con él. El joven notó los espasmos musculares de la alemana en su miembro, pero apretó los dientes con furia, buscando no correrse tan pronto, cosa que estuvo a punto de suceder.

-Hala, hala... –Cristina alzó los brazos al cielo.- ¡Qué injusticia!, nosotras nos la trabajamos y él se la lleva al huerto...

-¿Verdad que sí? El mundo es totalmente injusto... –Laura asistió en el pesar a su inseparable compañera.-

Cuando por fin pudo deshacerse del abrazo, peligrosamente apretado, de la rubia, Raúl la miró a los ojos. Ahí estaba la misma sonrisa agradable y radiante de siempre, dedicada a él, con sus ojillos verdes aún acuosos pero llenos de gratitud. La mujer le urgió a subir por su cuerpo y besarla, después le volvió a abrazar.

-¿Alguien tiene un poco de leche? –Murmuró Cristina.- Es que me voy a atragantar con tanto pastel.

Laura le rió la gracia. Raúl empezó a mover la cadera casi de forma inconsciente, tal era su excitación. Claudia, por su parte, pareció compadecerse de sus amigas, dado que había estado siendo "maravillosamente atendida" por sus complacientes dedos durante un gran periodo, en ese movimiento casi de Judo que Raúl ya había experimentado veces anteriores, acabó siendo él el que estaba abajo y ella la que le retenía bajo su cuerpo.

Con un ligero pesar en su rostro, la alemana desmontó a su adorado corcel español. El joven se sintió repentinamente pudoroso cuando vio su miembro, totalmente vertical, apuntando a las estrellas. No supo dilucidar las intenciones de la alemana al abandonarle hasta que captó como Laura miraba hacia "algún punto del techo", y Cristina, en un fugaz movimiento, deshacía de los pantalones.

Gimió al sentir el apretado sexo de la amiga de su hermana enfundar su miembro. Dirigió la mirada hacia Claudia, que abrazó ligeramente a Laura y la besó en el cuello, consolándola por algo, aunque el consuelo empezó a convertirse en un sugerente duelo de lenguas un instante después. Cuando dejó de alzar su rostro hacia el techo, Raúl creyó entrever una leve tristeza en los ojos de su hermana. Estaba seguro de que era por su culpa.

Como veía a Claudia entretenida en un análisis exhaustivo de la saliva de su hermana, Raúl se tomó la liberta de dedicarle atención a la voluptuosa mujer que, indiferente a sus miradas, le cabalgaba en ese momento. Alzó una de sus manos y asió uno de los generosos pechos de Cristina, se le hizo la boca agua.

-No es... –Ella le habló.- No es muy romántico, pero es una forma de hacer las paces.

Esas palabras en el afable y juguetón tono de voz de Cris, le valieron a Raúl para animarse más que cuando la mujer le había montado. Sonrió y empezó a marcar también el ritmo, con penetraciones más profundas y rítmicas. La chica se inclinó sobre él, dándole acceso a sus generosos pechos, que besó, lamió, mordió y acarició todo lo que quiso.

Le palpitaba una vena en la sien, signo inequívoco de su esfuerzo mental por aguantar el torrente de esperma que evidenciaba su enorme excitación. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba del cuerpo de Cristina, un cuerpo prácticamente diseñado para el sexo, y no quería que el rato pasara tan rápido.

Se revolvieron en la cama, Raúl vislumbró que Laura les miraba de vez en cuando mientras la cabellera rubia de la alemana se perdía entre sus muslos. Una de esas veces, cuando sus miradas coincidieron, le guiñó un ojo.

Percibía el olor a sexo, penetrante y denso. Escuchaba las respiraciones profundas de Laura y Cristina, incluso la suya propia, sobre el sonido de su cuerpo al penetrar a Cris, encontraba también el de la lengua de la alemana al hundirse en el coñito de su hermana.

Volvieron a revolverse, las sábanas se le pegaban en la piel sudorosa, esta vez él quedó encima, Cristina alzó las piernas y las apoyó en sus hombros, los segundos que tuvieron que detener la penetración le parecieron eternos, sobre su miembro, enrojecido y húmedo de los fluidos de la mujer, pudo advertir algo de líquido preseminal. Con total acceso al cuerpo de la mujer, la hundió hasta el fondo, gimiendo él mismo al deleitarse con el sonido de su cuerpo chocando con el de la mujer. Cristina jadeaba de forma sonora y acompasada. A esas alturas ya percibía como lejano cualquier sonido que emitiera su hermana ante las acaricias de la alemana, le parecían en otro plano de existencia.

-Sí... Sí... –Cristina articulaba palabras por encima de sus propios gemidos.- Cada vez lo haces mejor... Sí... Mejor...

Se sintió reconfortado en su ego, a fin de cuentas, hacia tanto tiempo que no intimaba con Cristina que esperaba haber mejorado, aunque fuera un poco, en su pericia sexual. No es que buscara impresionarla, pero un halago siempre es un halago. Incentivado, apremió con más fuerza e intensidad si cabe, lo que produjo más gemidos por parte de la chica, que se estrujaba los pechos hasta el punto de dejar marcas rojizas en ellos.

Raúl sonrió, percibiendo las gotas de sudor que resbalaban de su frente. Así es como le gustaba Cristina. Con el rostro lujurioso que la caracterizaba, con sus jadeos y su cuerpo fogoso. Le gustaba la Cristina reflexiva, e incluso la que se ponía nerviosa tras unos días sin poder fumar, pero la Cristina sexual era un bombón que disfrutar sin arrepentirse lo más mínimo.

-Ahhh...

Empezó a notar como sus fuerzas para aguantar el deseo de eyacular e inundar a esa mujer que tanto placer como quebraderos de cabeza le daba.

-Cris... Voy a... Voy a...

-Todo... Dámelo todo... –Gritó.- ¡Vamos!

Raúl sonrió internamente, ella siempre era tan teatral que parecía una película porno vivida en carne propia. En un último arreón pasional, penetró a la mujer con fuerza y decisión, la quinta vez que lo hizo fue consciente de que ella misma, con su magreo salvaje a sus pechos, acababa de conseguir el último escalón que le servía para llegar a su clímax. Totalmente satisfecho, se entregó al suyo, desconectó del planeta tierra, cerró los ojos y percibió el geiser de sus caderas activarse y producirle una mareante sensación de placer que le hizo oscilar sobre la cama y caer a un lado. Su miembro se tomó la licencia para expulsar un último hilo de semen cuando ya había salido del interior de Cristina, decidido a vaciarse del todo.

Cuando volvió a ser consciente de la realidad, notó unos labios y una lengua abrazar su ahora mustio miembro, probablemente efectuando tareas de limpieza sin recargo alguno en la tarifa general. Abrió los ojos esperando encontrar a Cristina, pero esta seguía tendida en la cama, seudo-inconsciente o simplemente disfrutando de la relajación posterior al orgasmo. La persona que tan amablemente limpiaba su entrerpierna de semen y flujo vaginal era su adorada rubia. Al término del trabajo alzó el rostro hacia él y le sonrió.

Él no pudo pensar en nada que le hiciera más feliz.

La cama parecía pequeña al estar ocupada por cuatro personas, pero aún así podían estar todos con sorprendente comodidad. Laura estaba apoyada en la almohada, con una rodilla aún levantada y un hilillo de saliva que salía de la comisura de sus labios delatando los estertores del orgasmo al que el buen saber oral de Claudia la había llevado.

Raúl, con voz pastosa, acercó su boca a la oreja de la alemana y la habló.

-¿No pasa nada porque me haya acostado con otra chica?

-Un día es un día... –Rió ella, en el mismo tono confidencial y juguetón.-

Acto seguido, el joven sintió en sus papilas gustativas el sabor combinado del sexo de Laura, Cristina y el suyo propio, todas esas esencias fueron arrastradas a su boca por medio de un intenso beso que le dejó sin respiración y le recordó de forma evidente por qué la alemana le volvía loco.

Tras su improvisada y placentera orgía, Claudia le había apremiado a vestirse para volver a casa. Por su mirada, Raúl dedujo que, si tenía suerte, quizás le esperara otro gran polvo al llegar a su morada.

-No, nooo...

Cristina se colgó del cuello de Raúl mientras fingía llorar de forma infantil.

-No te lo lleves aún, déjale un ratito más. –Le asió contra su pecho desnudo y el contacto con sus pezones tentó a Raúl de quedarse ese ratito más que le pedía.-

-No, no puede ser. –Repuso Claudia, con un deje posesivo en la voz.- Gaby está sola con Eva, y puede necesitarnos.

El chico supuso que no era solo su amor maternal lo que impelía a la alemana a alejar a su amantísimo acompañante de los brazos de esa mujer. Incluso después de lo que acababan de hacer, su capacidad para ver a otra disfrutando de su cuerpo tenía un límite, podía hacerse la loca si ocurría en la distancia, pero frente a sus narices... Su flema germánica latía con fuerza cuando desasió el abrazo de Cristina y liberó a Raúl de la hipnótica tortura de sus pechos.

Después de vestirse y despedirse con armoniosidad, salieron, cogidos de la mano. En cuanto hubieron dejado el portal, Raúl recordó cual había su motivo del viaje y se golpeó la frente por haberlo olvidado. Se disculpó con Claudia y le pidió que le esperara unos minutos, el tiempo que tardara en reunir su ropa de verano.

Subió con prisas y penetró en el apartamento, escuchó el ruido de la bañera y supuso que alguna de las mujeres estaría dándose una ducha. Un vistazo al cuarto de su hermana le bastó para saber que era Cristina la que reposaba bajo la ducha. Laura estaba sentada en el borde de la cama, con semblante taciturno, al advertir que la observaba alzó el rostro y Raúl percibió un brillo peligroso en su mirada.

Dado que Claudia estaba esperando, saludó con un asentimiento de cabeza a su hermana y entró en su habitación. Empezó a meter ropa en una bolsa de deporte, la metía por la fuerza, sin tomarse la molestia de doblarla, pues su sentido arácnido le indicaba que corría peligro si se quedaba más tiempo del necesario en esa casa.

Cuando salía de su habitación, se topó de bruces con su hermana en el pasillo. Sin mediar palabra, Laura le besó.

-"Bueno, no pasa nada..." –Pensó él, correspondiendo el beso, esperando que fuera una fugaz despedida.-

Recordó la conversación mantenida la mañana después a su ardiente noche de sexo, mientras devoraban unos churros con chocolate, habían llegado a dos acuerdos respecto a sus contactos físicos. Uno, que podían besarse, puesto que eso no era nada del otro mundo.

-"¿Con lengua?" –Habría preguntado Laura.-

-"Mientras que no sea muy escandaloso..." –Terminó por conceder él.-

El otro acuerdo era más expedicionario, a petición del propio Raúl, habían pactado que si uno de los dos llegaba a casarse algún día, el otro podría acostarse con él en su "despedida de soltero", siempre que fuera de mutuo acuerdo. Laura se mostró encantada.

-"¿Quién te va a cuidar mejor? ¿Una puta con tetas de plástico o tu querida hermana?"

Volviendo al presente, Raúl notaba la lengua de Laura en su boca, pensando que ese beso quizás si era un poco más escandaloso que los que él había pensado. Sin embargo, él respondía. Sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo. No quería evitarlo. Cuando empezó a pensar en que Laura debía estar mojada de su anterior corrida y que seguro que aceptaba de buen grado follar de forma salvaje sobre la mesa de la cocina, recobró el seso y mientras lanzaba un "Adiós" atropellado, salió escopetado por la puerta de la calle.

En el coche se sintió arrepentido al mirar a Claudia. Apretó las piernas con fuerza para evitar que notara la medio erección que le había provocado su hermana con su beso y sus caricias fugaces. Mientras la alemana le obligaba a ponerse el cinturón, cosa que él no solía hace, pensó que quizás debería tener otra conversación seria con Laura.

Continuará.

PD. Bueno, bueno, bueno. Llegamos a un punto de inflexión donde pocas palabras quedan que escribir. Se acerca el final, y, como en las tartas, ¿Qué es lo mejor? ¿La nata de fuera o el bizcocho de dentro? Tantas incognitas en la vida... Esta parte, en especial, dedicadas a todas esas personas con cuellos apetitosos que le dejan a uno las ganas de ser un vampiro. ¡Qué aproveche!