Eso (20)

Y ante todo, ¡Qué bien huelen los libros nuevos! Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXXVI

-¿Qué quieres de cenar? –Preguntó él.-

-¡Sanguiches vegetales! –Vociferó ella, dando golpecitos en la mesa.-

-Anda que pides algo rápido de hacer... –Suspiró, a fin de cuentas ya conocía a su hermana la caprichosa.- Anda, saca las cosas de la nevera...

Hacía un par de años, el simple hecho de desnudarse en el vestuario de los chicos le daba vergüenza, ahora, estar cocinando desnudo, con su hermana al lado y con el riesgo de alguien entrara de improviso en la casa pillándole en el acto, le importaba más bien poco. Si se había atrevido en una playa nudista, ¿Qué más le daba que fuera su casa?

-¿Lo quieres con atún o jamón york?

-¡Con las dos cosas! –Más golpecitos en la mesa.- Y corta los pepinillos y las aceitunas a trocitos pequeños, como me gusta.

Se volvió hacia su hermana y la crucificó con una mirada asesina, a la que ella respondió con unas carcajadas complacientes. Tras terminar de cortar, colocar, trocear y mezclar todo, por fin pudo ponerlo en la mesa, regado con el consabido té helado, claro.

-Sándwich vegetal, a gusto de la señorita. –Exclamó, dejándole su dos infladísimos aperitivos frente a ella.- Ten cuidado y cógelo bien.

Un rato después, como si no se lo hubiera advertido, un rebelde trozo de pepinillo resbalaba del interior del sándwich para ir a parar al cuerpo desnudo de la chica, manchándola el escote de mayonesa.

-Joer, mira que eres. –La regañó.- Límpiate, anda.

-No, límpiame tú, es tu sándwich, es tu culpa. –Alzó las manos, haciéndose la inocente.-

-Qué cruz...

Se incorporó y agarró una servilleta, en el último momento decidió que no, y simplemente se inclinó hacia la chica, limpiando con su lengua todo el rastro que el pepinillo había ido dejando.

-Ya estás limpia y reluciente.

-Pervertido, solo te pido una servilleta y acabas por restregar tu sucia lengua en mi casto cuerpo...

-Yo no tengo la culpa de que tengas un cuerpo apetecible. –Recordó una frase que escuchó en alguna película.- "Si vas vestida de bruja, los diablos intentarán meterse en tus pantalones."

-O sea, ¿Abusas de mí y es mi culpa? ¿Qué será lo próximo? ¿Violar colegialas en los callejones porque llevan falditas de cuadros? ¡No me esperaba eso de ti!

-El mundo es cruel... –Apuró su vaso de té helado y lo llevó todo al fregadero.- Y la verdad, nunca he tenido nada con una chica en uniforme de colegio. Es una pena...

-Creo que mi antiguo uniforme lo quemé el último día de colegio... –Se excusó ella.- Ya sabes, el fuego reparador y todas esas cosas.

-Pirómana...

-Una no tiene la culpa si está que arde.

-¿Eso va con segundas?

-Depende.

-¿De qué depende? –La interrumpió antes de que pudiera responder a sus primeras palabras.- ¡Y como sigas con esa canción rayante me voy!

-Qué borde... –La chica dejó sus platos también en el fregadero.- En fin, espérame en el salón, ahora voy.

Encendió la televisión, para ver que, efectivamente, no había nada interesante en la tele. Un par de concursos en los que chicas operadas de todo competían por ver cual era más fulana, una serie de forenses cuyo argumento se repetía más que las reposiciones de los Simpsons... Lo de siempre, vamos.

-Ya estoy, ya estoy. –Canturreó su hermana, mientras se le echaba literalmente encima.-

Las manos de la mujer estaban llenas de una extraña crema de color verde claro, y que desprendía un fuerte olor a menta. Sin pedir permiso, fue directa hacia su desprotegida entrepierna, untando con fruición esa extraña crema en su miembro.

-¿Qué es eso? –Arqueó una ceja.- Huele a chicle de clorofila...

-Es una crema especial que me recomendó una amiga hace tiempo.

-¿Crema especial? –Se la intentó quitar de encima, pero ella no se dejó.- Laura, ¿Tú sabes la cantidad de potingues van por el mundo llamándose "crema especial"? Y encima...

Era una sensación rara, de repente, su miembro empezaba a crecer, a causa del masaje que las manos de la chica le estaban proporcionando, y, al mismo tiempo, se extendía por todo su tronco una increíble sensación de gelidez y frío.

-Jo... Joder... Está helado, quítamelo, quítamelo... –Aunque se quejaba como un niño pequeño, estaba preocupado de verdad.-

-Espera, espera, que en un par de minutos viene lo mejor...

Laura continuaba con su masaje, buscando despertar su erección rápidamente. Se movía de forma extraña, como si se acabara de meter un chute de azúcar en vena, o algo así. Cuando la chica posó su entrepierna en uno de sus muslos, pudo notar que ella también tenía su zona íntima recubierta de la sospechosa y helada "crema especial".

-No te quejes tanto, que ahora viene lo bueno...

-Que no me quejes dices, a saber qué me has puesto, si me quedo impotente será tu culpa...

-No te preocupes, yo te seguiré queriendo aunque te vuelvas impotente. –Le guiñó el ojo.- Total, con diez dedos y esa boquita de oro que tienes, lo demás está de adorno.

No sabía si tomárselo como un halago o un insulto, pero la dejó seguir con su trabajo, notando también como ella se había untado la crema en sus senos, especialmente la zona de los pezones.

-¿Ya lo notas?

-¿El frío? Sí. Es desagra... –Se calló, empezaba a sentir un cosquilleo muy extraño en su entrepierna, el frío desaparecía como por arte de magia, dejando paso a una sensación de calor extremo, de fuego. Era como un hormiguero de brasas que recorría su miembro por completo.- Jo-der...

Ahora entendía por qué Laura se movía de forma extraña, si llevaba sintiendo ese "fuego" durante todo el rato, lo mínimo eran esos movimientos extraños.

-Esto ya está... –Apretó su miembro, que ya se mostraba firme, recto y ardiente.- Con tu permiso...

De nuevo sin esperar al "permiso", se levantó, colocó el glande en la entrada de su sexo y se dejó caer. El impacto para los dos fue eléctrico, al calor propio que sentían en sus genitales se sumaba el del otro, formando una unión ardiente e irresistible, una "sensación extraña", aderezada por ese extraño hormigueo que les recorría por completo las zonas donde se había aplicado crema.

La posición no era la más cómoda del mundo, él estaba sentado de forma normal, con la espalda apoyada en el respaldo, ella se había echado encima de él, motándole a horcajadas, ayudándose con sus rodillas y sus brazos para seguir el movimiento, incapaz de estarse quieta. Pese a que la penetración no era profunda, ambos estaban tan "dopados" que les daba igual. Raúl llevó una de sus manos al trasero de la chica, para hacer presión en las bajadas y fuerza en las subidas, buscando el mayor ritmo posible.

-Es... Es... –Le salió una risa entrecortada por su respiración y su ritmo galopante.- Es genial, ¿Verdad?

-Que... Quema... –Rumió él, que empezaba a sentir también la sensación ardiente en los pechos que la chica le restregaba en el tórax cada vez que subía y bajaba.-

-Soy... Una chica... Muy ardiente. –Le plantó un pasional beso, lleno de lengua, mordiscos, correquetepillo y demás maniobras sensuales.-

A veces paraba, dejando la penetración en un ritmo lento y suave, la sensación de ardor seguía siendo la misma, pero a ella parecía darle igual. Raúl la acarició el cuello, notando como el sudor cubría su nuca, los escalofríos en su espina dorsal. Aprovechaba los momentos de menor ritmo para llevar una mano a su clítoris, buscando aumentar aún más la sensación ardiente que ahora mismo les recorría sus principales zonas erógenas.

Él quería besar y morder los pechos de la mujer, pero no sabía si la "crema especial" era comestible, así que tuvo que reprimir su intenso deseo y dedicar su boca a las batallas orales que mantenía con la mujer. A ese ritmo, estaba claro que él acabaría antes que ella, intentó concentrarse al máximo para que no fuera así, aunque tenía por seguro que no podría aguantar muchas cabalgadas más.

Los besos, las ágiles penetraciones, las caricias que sus pechos le hacían en su torso desnudo, el ardor de ese extraño ungüento que le había puesto sin permiso... Era demasiado para él.

-Mmmm... –Gimió, notando un leve dolor en los testículos a causa del retraso de lo inevitable.-

-Cuan... Cuando quieras... –Murmuró ella, abandonado el profuso chupetón que le estaba haciendo en el cuello.- Estás... En tu casa...

Tras un par de acometidas especialmente salvajes de la mujer, no pudo más que dejar a la naturaleza seguir su curso. Justo en el momento de su clímax, segundo de la noche, utilizó sus brazos para apretar a la chica fuertemente hacía él, notando como esta agradecía el gesto con movimientos circulares de cadera que no hacían sino acrecentar su eyaculación. Agotado, dejó caer los brazos a sus costados, respirando con dificultad, ella continuó con su mismo movimiento, aprovechando su último rictus de erección para buscar su propio cielo.

Laura se dejó caer a un lado del sofá con una gran sonrisa.

-¿Es genial o no? La "crema especial", ese hormigueo me encanta, es como...

Poco a poco la sensación de calor ardiente desapareció de su piel, supuso que tan pronto como esta terminaba de absorber la crema, el efecto desaparecía. No estaba mal, era extraño, pero ciertamente, el calor y el hormigueo estaban bastante bien.

-¿Sueles usar ese tipo de cosas en tus juegos de cama? –Preguntó él, apoyando la cabeza en el reposabrazos.-

-Claro, en el sexo, como en todo, la sorpresa y lo nuevo es lo mejor... –Silbó, como recordando alguna vivencia pasada.- Puaf, he usado tantas cosas que ya ni me acuerdo, entre juguetes, cremas, afrodisíacos y drogas...

-¿Drogas?

-Bueno... –Carraspeó ligeramente.- Sí, sí, pecados de juventud, pero tu no lo hagas.

-No te preocupes, yo heredé todo el sentido común de la familia, en ti la evolución se saltó una generación. –Como respuesta su insulto recibió un codazo por parte de su hermana.- ¿Qué drogas?

-Bueno, pues lo típico... Cocaína y esas cosas.

-Mmmm, interesante, interesante... –Realmente le interesaba, no porque quisiera probarlo, sino porque quería saber los efectos.- ¿Y qué se siente?

-Depende, si te entra el subidón y la euforia, puede llegar a ser brutal. –Raúl notó las uñas de la chica clavarse en una de sus piernas.- Es como cuando te excitas, que sube el umbral de dolor, pues con ese tipo de drogas es lo mismo, sube, pero a lo bestia. Puedes hacer cosas que en condiciones normales no harías, y sobretodo, durante más tiempo.

-¿Te mereció la pena?

-Pues no, la verdad no. –Gruñó, totalmente convencida.- En el momento está bien, y durante unos minutos lo ves todo genial, pero conforme pasa el efecto, se muestra la realidad. Si has tenido suerte y no se te ha fundido ningún plomo del cerebro, tienes que afrontar el dolor de haber llevado a tu cuerpo al límite.

-Suena trágico. –Reprimió la risa.-

-No, es verdad, ¿Te acuerdas, hace uno años, de una vez que te dije que me había caído y por eso me costaba las caderas y las piernas?

-¿Cuándo te fuiste a Teruel de viaje? –Intentó recordar.-

-¿Teruel? ¿Quién se fue a Teruel? ¡Ah, es verdad! Bueno, te mentí, en realidad nos fuimos Cristina, un par de amigos y yo a la Costa Azul, ahí, si sabes donde ir, puedes hacer de to-do.

-Te sentirás orgullosa de engañarme, así he crecido... –Resopló, consternado.- Así que no controlaste bien lo que hacías y acabaste un mes lisiada.

-Sí, precisamente... –Emitió una especie de maullido desconsolado.- Nunca me han ido las drogas, y no he tomado más de ese tipo desde ese entonces, no sé, le quitan emoción al momento, con lo genial que es notar que se te va la cabeza, el deseo, la pasión...

-¿Yo te produzco eso?

-Bah... –Otro codazo.- Que creído te lo tienes...

Un rato después, Raúl se levantó.

-Me voy a dar una ducha, que estoy pegajoso. –Y realmente lo estaba.-

Observó a su hermana y no pudo reprimir la carcajada.

-Tú también deberías darte una ducha, tienes un poco de "crema especial" recorriéndote el muslo...

-¡Serás guarro! –Se incorporó rápidamente, persiguiéndolo.- Esto también es tuyo, como la mayonesa, límpialo, ¡Límpialo! ¡Raúuuuul!

Pero él ya había huido a la ducha.

Capítulo LXXVII

Se ducharon juntos. Ella le obligó a enjabonarla por completo, de cabeza a pies, parecía dispuesta a no mover un dedo esa noche. Cuando Raúl mostró su intención de buscar su ropa para vestirse, esta le sujetó del brazo.

-Chsst, chsst, chsst... –Negó con la cabeza.- La noche es joven, baby, aún hay mucho tiempo que aprovechar.

-¿Tenías algo pensado? Espero que no sean más "cremas especiales" o cosas por el estilo...

-No, no, tranquilo, es más de relax, pero venga, no me prives de tu presencia tan pronto, tenemos toda la noche para nosotros solos. –Le guiñó el ojo.- Me he asegurado de ello.

A empujoncitos, le arrastró de nuevo hasta la habitación, donde terminó de aprovecharse de él dándole dos opciones, o secarla el pelo, o secarla el pelo. Parecía que la ponía muy feliz poder mandar y que sus deseos fueran cubiertos, y él... No estaba por la labor de quejarse y darle pie a lamentos sobre-actuados, total, mientras no le pidiera ir a la gasolinera a comprarle helado de dulce de leche...

Estuvieron un rato largo hablando, de nada en concreto, pareciera que lo único importante fuera que no llegara el silencio, pero este al final llegó. Ante un sorprendido Raúl, su hermana se metió entre las sábanas y le dio la espalda.

-¿Te vas a dormir?

-Sí. –Bostezó.- Estoy cansada, déjame echar una cabezadita.

-¿Y este era tu plan de relax?

-Al menos no te he mentido. –Se mofó, hundiendo su cara en la almohada.- Ale, ale, a dormir tú también.

No sabía si se proponía algo, si había un plan oculto en esa aparentemente inocente idea de "dormir". Receloso, ocupó su sitio, dejando una distancia prudencial en la cama, esperándose lo peor. Viéndola de esa forma, se podía decir que Laura tenía que un cuello muy bonito, y sugerente, era como un cartel que describiera su erotismo. Pudo comprender por qué en tiempos pasados incluso el mostrar el cuello era considerado como una provocación erótica, a fin de cuentas...

Durante un rato quiso ser un vampiro, y con ese pensamiento, sin querer, se durmió.

Algo le hacía cosquillas en el pecho. En su sueño, se representaba como una especie de gato peludo que iba saltando de un lado a otro, rozándole de vez en cuando. Cuando fue arrastrado de los dominios de Hipnos al mundo real, pensó que esas cosquillas quizás estuvieran causadas por un mosquito, ese insecto bastardo sin ninguna utilidad aparente en el mundo animal más que el de ser comidos por anfibios y pájaros diversos.

Somnoliento, lanzó un aspaviento, pero su mano tocó algo más grande que un mosquito. Contrariado y molesto, abrió los ojos. Como si se tratara de un bebé, Laura había apoyado su cabeza en su regazo, y ahí, aparentemente, dormía, siendo su respiración, lenta y pausada, el germen de esas cosquillas que le habían sacado de su sueño.

-"Gatito, gatito..." –Se rió internamente.- "Si es que sigues siendo una niña... Qué cruz..."

-¿Ya estás despierto?

Se asustó. Esa familiar sensación de su cuerpo entrando en tensión, similar a la que sientes en el cine cuando la música cambia, y sabes que, de un momento a otro, una escena impactante va a salir en la pantalla.

-¿Has dormido? –Carraspeó, buscando aclarar su garganta.-

-Algo. –Por su tono de voz, modulado y calmado, Raúl pudo saber que, si no se había dormido, estaba en un estado de relajación bastante profundo.- Oye Raúl...

-Dime.

-¿Te lo has pasado bien? –Había dudas en la pregunta.-

-¿Cuándo? ¿Esta noche? –Torció el gesto, pensando en el punto al que la chica estaría intentando llegar.- Pues claro.

-Sí, ¿Verdad? No somos tan mala combinación, después de todo.

Percibió algo de derrotismo, le hubiera gustado poder observar su rostro para poder leer en él.

-Siempre hemos hecho buen equipo. –Siguió ella.- Tú te encargabas de la casa y yo de lo de fuera, hemos ido a un montón de sitios, conocido a cantidad de gente...

-Sí... –Aunque estuvo a punto de objetar en eso de "Tú te encargabas de la casa", dado que, a fin de cuentas, no le solía quedar más remedio.-

-Cómo dirían en las obras de teatro, "Hemos reído, hemos llorado, pero, ¿Y lo bien que nos lo hemos pasado?". –Respiró profundamente, provocándole a Raúl un leve temblor.- Pero ahora, ¿Todo tiene que cambiar? ¿Hay que olvidar todos esos momentos?

-Laura...

-Llámame egoísta, llámame enferma, pero... Pero... –Pudo sentir algo húmedo en su regazo, una lágrima, quizás.- No quiero que termine, quiero más, quiero... Dios, pensarás que soy una imbécil, pero aún esperaba convencerte esta noche para que pensaras que soy genial, y para que no me echaras así de tu vida... Supongo que no soy tan buena como pensaba...

Estuvo tentado de incorporarse, pero ahora él que no quería que un contacto visual le restara seguridad.

-Laura, no necesito estar en la cama contigo para saber que eres genial, eso para empezar. Y luego, no me voy a ir a ningún sitio, estaré aquí, contigo, como siempre... Solo que... Eres mi hermana...

-No puedo hacer nada para cambiar eso. –Levantó un poco la voz, molesta.- Yo no lo decidí.

-Para mí no es un problema, ni nada negativo. –Hablaba con total sinceridad.- Más de una vez me he preguntado dónde estaría yo de no ser por ti.

-... –Suspiró, apesadumbrada.- No sé qué me pasa... No es que seas el chico más guapo con el que he estado, ni el más gracioso, ni el mejor amante, ni...

-Eh... –Eran "puñaladas amistosas", la perdonó.-

-...Pero contigo me siento segura. Sé que podré ser yo misma, con mis cosas, mis manías, todo lo que me caracteriza. –Le clavó una de sus uñas.- Sin ti, me siento como si me quitaran la red, me vuelvo una persona totalmente gris...

Estuvo un rato intentando pensar en algunas palabras a la altura. Realmente no sabía que Laura fuera tan dependiente de él, al menos, nunca se lo había demostrado, fuera de los temas que tenían que ver con el cuidado de la casa.

-Pues tendremos que cambiar eso, ¿No crees? –Sonrió.- Tú eres del tipo de persona orgullosa a la que no le gusta depender de nada ni nadie, ¿Me equivoco?

Como respuesta, ella le clavó de nuevo una uña.

-Además, tú tienes una vida prácticamente construida... –Bufó, intentando darle seguridad a sus palabras.- Tienes un trabajo genial, una casa, dinero en el banco, conoces a casi todo el mundo por aquí, y además, tienes una amiga del alma, o quizás algo más, hablo de Cristina, claro. ¿Y dices que te sientes insegura?

Siguió con su alegato.

-Mientras que yo, soy un "niño" que todo lo que tiene le ha sido regalado, y no te creas que es fácil de asumir, que también tengo mi orgullo... –Repentinamente se sintió insatisfecho consigo mismo.- No sé qué voy ha hacer con mi vida, no lo sé, verdad... Y quizás te necesite en algún momento para espabilarme, aunque sea de una bofetada.

-Eso es lo que hacen las hermanas mayores, ¿Verdad?

-Y por eso quiero, porque eres mi hermana, porque eres genial, divertida, me has enseñado muchas cosas... Y te quiero, te quiero, te quiero... –Estuvo a punto de morderse la lengua, se había puesto tan nervioso que hasta hablaba de forma acelerada.- Y vale, lo confieso, a veces he deseado que no fueras mi hermana para poder verte como una "mujer" y nada más, pero...

-El mundo es cruel. –Masculló la chica.-

-Sigue siendo quién eres. –Reprimió una risa interna mientras pensaba en las siguientes frases que iba a decir.- Me seguirás gustando, aunque seas una completa inútil en las tareas del hogar, una neurótica con miedo a ET que se iba de vacaciones por ahí y me mentía... Me gustas, me gustas mucho... Incluso aunque tengas las tetas pequeñas...

Cerró los ojos casi antes de expresar sus últimas palabras. Sabía por qué lo decía y lo que iba a provocar, pero bueno... Era como el principio de los cortafuegos, crear un pequeño incendio controlado para acabar con un gran fuego caótico.

-Jojojo... –La chica se incorporó lentamente, con una amenazadora sonrisa de dientes apretados.- Tetas pequeñas, ¿Eh? Así que eso es lo que piensas... ¡Yo no tengo la culpa de eso! ¡Además no son pequeñas! ¡No lo son! ¡No lo son!

Se enzarzaron en un pequeño rifirrafe amistoso. Ella se le lanzó encima, uñas por delante, dispuesta a defender el honor de su zona pectoral, él, masoquista, opuso poca resistencia. Mientras se tocaban, giraban, movían y frotaban, la tensión se evaporó, convirtiéndose en una nube irreal que sobrevolaba amenazadoramente el techo.

-Serás cabrón... –Seguía bufando ella.- Mira que meterte conmigo, después de todo lo que hago por ti... ¡Ah! ¡Y encima se te pone dura!

Señaló a su paquete, tanto roce y toquecito habían acabado por sacarlo de su letargo.

-Joder, si que estás salido, sí... A lo mejor es que te va el sado y no lo sabías.

-Ay... –Se tocó un pequeño arañazo que su hermana le había grabado en el estómago.- Esto deja marca...

-Que pena... –Alargó una de sus manos y agarró el miembro del chico.- Veamos, veamos...

-Eh, eh, ¿Qué haces? –Se temía que fuera a arañarle también por esas delicadas y imperturbables zonas.-

-Bueno, ya que se ha levantado a saludar, no voy a dejarlo así, ¿No? –Le guiñó el ojo, señaló hacia la ventana con la cabeza.- Además, sigue siendo de noche, me perteneces aún.

-Pero trátalo con cariño... –Rogó, sin la necesidad de fingir.-

La boca y la lengua de Laura dieron buena cuenta de su entrepierna, su cálida saliva era un bálsamo capaz de curar todas las heridas, existieran o no. Su erección se hizo plena en un corto intervalo. Raúl hubiera querido poder adoptar un papel más activo, pero no podía ir un paso por delante de su hermana, ella, como siempre, era la dominante.

Cuando consideró que todo estaba a punto, se acuclilló encima de él, dándole la espalda. Mientras que con una mano mantenía su insegura posición, con la otra dirigía el miembro de su hermano. Este se sorprendió cuando se dio cuenta de cuales eran sus intenciones.

-Esto...

-Calla. –Le riñó.- Si sé que lo estás deseando...

-Pero antes...

No le dio tiempo a objetar antes de sentir la presión que las paredes del esfínter de su hermana empezaban a realizar en su glande. Él no era gran seguidor del sexo anal, aparte de por motivos escrupuloso, no le gustaba el hecho de no poder verle la cara a la persona con la que se estaba acostando, pese a todo, no se quejó.

-Mmmm... –Laura ahogó un quejido en su garganta.-

Estaba claro que con la saliva como única lubricación, y encima en tan solo uno de los sitios, la penetración se iba a hacer bastante dolorosa y complicada. Raúl, mientras apretaba los dientes, pensó que estaba claro que en algunos de los cajones de la cómoda debía tener lubricante, probablemente tendría de mil tipos diferentes. Quiso sugerirlo, pero tenía la impresión de que la chica no los había usado por alguna razón, a fin de cuentas, ¿Quién iba a conocer su habitación, y el equipamiento que había en esta, mejor que la propia dueña?

-Ahh... –Esta vez no pudo reprimir el lamento.- Vaya... Está costando... Más de lo que esperaba...

Raúl, incapaz de verla forzarse más de esa forma, se incorporó lentamente, participando en la maniobra. Cuatro brazos pueden más que dos. Además, casi por voracidad contenida, los dedos de su mano derecha dieron buena cuenta del sexo de su hermana, recordándole al clítoris el porqué de su existencia.

El interior de la chica se encendió poco a poco, encantado de recibir también unas diestras atenciones, a él le encantaba el tacto que tenían las paredes de la vagina de las chicas, un tacto único, que no podía evitar crear esos escalofríos que tanto le gustaban. La besó en el cuello, deseó su boca, pero la vio muy lejos, la mordió en la oreja, le buscó las cosquillas hasta arrancarle una sonrisa...

-Puede... –Se humedeció los labios con la lengua.- Puede que no tenga las tetas grandes... Pero tengo un gran culo...

-El mejor... –Apretó uno de los pechos de su hermana, dándola a entender que no eran tan insignificantes como ella creía.- El mejor...

Cuando por fin llegaron "al límite" de la penetración, Raúl no pudo evitar un diminuto jadeo de alegría. Había sido difícil, doloroso durante unos instantes, pero merecía la pena... El "abrazo" que ahí recibía era firme y comprimido, más que en ninguna otra parte. Sintiéndose culpable al estar siendo el único en recibir placer, redobló sus esfuerzos en el cuerpo de la mujer, llegando al punto de provocar que las piernas de esta flaquearan.

-No... No sigas... –Se quejaba, pero en realidad quería que siguiera.- Si lo haces, me voy a caer, me voy a caer y...

-¿No decías que yo era tu red? –El símil le venía al pelo.-

Laura emitió un jadeo mientras intentaba quitarle presión a las rodillas para moverse hacia delante. Raúl intuyó cual era su intención, y la ayudó a colocarse. Era difícil, dado que su unión, su fuerte unión, les cobraba cualquier movimiento, por insignificante que fuera. Finalmente, él consiguió lo que quería, y ella pudo descansar las piernas. La postura del perrito que habían logrado formar es lo que tenía.

Apoyada en sus codos, jadeaba por el esfuerzo y por las caricias de Raúl. Este, paciente, cuidaba y mimaba cada rincón de la vagina de Laura, al alcance de sus manos. Quería que ella se excitara mucho más, sino, el dolor seguiría presente.

-Mue... Muévete... –Le urgió ella.- Muévete despacio...

Tuvo que liberar al coñito de su hermana de la atención de una de sus manos, que pasó a apoyar en una nalga de esta. Tan solo sacó un par de centímetros, ella se estremeció, pero lo peor parecía pasado, ya no había peligro de hacerse un daño mayor.

-"Esta chica..." –Suspiró mentalmente, aliviado.- "Mira que no usar ningún lubricante..."

Parecía que la funda ya se había hecho a la espada, nunca mejor dicho. Se movió de nuevo, sacando esta vez un poquito más de su cuerpo, para nuevamente penetrar con suavidad el de su hermana. Unos minutos después, ya conseguía una penetración más o menos constante, él resoplaba, por el esfuerzo y el placer, ella jadeaba de vez en cuando, aunque no estaba muy seguro de si era por el placer que sentía en su trasero, o por el buen trabajo que los dedos de Raúl estaban haciendo, esmerándose al máximo, incluso aunque se tuviera que dislocar la muñeca en el proceso.

Las gotas del placer cubrían ya sus dedos, no habiendo mejor lubricante natural que ese. Por primera vez, sacó su miembro hasta dejar solo el glande, para luego penetrarla de nuevo. Al principio todo había sido forzado, pero ahora incluso ella seguía el ritmo con su cuerpo, a veces incluso moviéndose más rápido de lo que Raúl quería.

-Te mentí... –Gruñó él, notando como un par de gotas de sudor le caían de la frente y para impactar en el lomo de su hermana.- Me gustan tus tetas, como también me gusta tu culo...

-Ja... –Hasta ese entonces había dedicado su boca a respirar o morder las sábanas.- ¿Y creías que no... Que no lo sabía?

El ritmo subía y subía, el flujo de su hermana también aumentaba. A veces Raúl la abandonaba durante un segundo tan solo para acercarse la mano a la boca y probarlo, le encantaba, era un vicio que ni podía, ni quería, dejar. Cuando se producían estos abandonos, ella se quejaba con unos curiosos ronroneos felinos.

Más rápido, más fuerte, más profundo. Raúl podía sentir su propio sudor, y ver el de la mujer en su lomo, confiriéndole a su piel un tono más apetecible si cabe, como una manzana recién pasada por el grifo, diciendo "cómeme".

Hubiera deseado tener un par más de manos, con tal de poder estrujar y someter también los polémicos senos de la mujer. Tenía ganas de apretarlos, en especial sus pezones, arrancarle un gemido de esos tan suyos, besarlos, comerlos...

-Ahhh... Ahh...

Raúl llevaba rato sintiendo como se le agarrotaban las venas del cuello, quería terminar, eyacular de una vez, pero no se lo permitía, quería que, al menos esa batalla, acabara en un sonado empate. Cuando ya empezaba a perder la cordura, notó como Laura empezaba a jadear a mayor ritmo. La humedad se condensaba en la mano con la que Raúl la invadía, el temblor, el rictus nervioso...

Cuando ella llegó al orgasmo Raúl se olvidó de todo y se liberó. Sus testículos liberaron un gran chorro de semen contenido, con una intensidad y una fuerza tal que hasta el glande le dolió al terminar. Asió las caderas de la chica, dejó salir un rugido de su traquea, observó como la habitación daba vueltas ante sus ojos... Y se desplomó.

Como un caballo sin resuello, su pecho subía y bajaba, buscando atrapar la mayor cantidad posible de oxígeno. El aire olía a sudor y sexo, una fragancia única y ya conocida. Las rodillas de Laura habían cedido ante el peso de los dos, y ahora él percibía su cara pegada en la espalda de la mujer, saboreando su sudor. Mientras su erección mermaba, su miembro abandonaba poco a poco el agujero en el que estaba enterrado, relajándose, con el saber del deber cumplido.

-Eres... Eres... –Intentó articular palabras, pero no le salía nada entendible.-

Quería librar a la chica del peso de su cuerpo, pero cada vez que intentaba hacer fuerza con sus brazos para levantarse, estos temblaban, aún sintiendo el espasmo muscular del orgasmo. Los arañazos que le había hecho hacía un rato, ahora le picaban más si cabe, gruñó, y una idea disparatada cruzó su mente.

-Laura. –Susurró.- Quiero tener algo tuyo.

-...

Como un barril pesado, osciló hasta girar y caer a un lado de la cama, con un nuevo intento, quedó bocabajo, si bien estuvo a punto de caerse por uno de los lados del lecho. Laura giró la cabeza para observarle.

-Márcame. –Exclamó, decidido.-

-¿Qué? ¿Con qué?

-No sé... Piensa algo.

Parecía sorprendida, sin embargo, alzó una de sus cejas, en un semblante desafiante de "Si juegas con fuego, te quemas". Se deslizó hasta llegar a Raúl, alargó una de sus manos...

El chico pudo sentir claramente como las feroces uñas de Laura se hundían en su piel y trazaban un surco en su hombro, ocasionándole un dolor agudo y un escozor penetrante.

-Joder... –Mordió la sábana y cerró los ojos con fuerza.- Joder, joder, joder...

Su lista de improperios fue más larga y extensa, pero la mayoría resultado poco entendibles debido a la porción de tela que ahogaba su voz. Finalmente giró el rostro para mirar a la chica, que ya le esperaba, sentada en el otro lado de la cama.

-Me voy a duchar. –Murmuró ella, taciturna.- Tu también deberías hacerlo, sino te resfriarás.

Sonrió de forma cínica al comprobar como Laura caminaba con dificultad, a fin de cuentas, todo ese dolor se lo había causado ella misma con su propia cabezonería. Pese a todo, siguió su consejo y, por segunda vez en la noche, acabó por ducharse, esta vez incluso se puso un intento de pijama. Debido a que la cama de su hermana estaba húmeda por el sudor, decidieron que lo mejor era dormir en la de Raúl, fresca y acogedora.

La mujer se acomodó entre sus brazos, y entonces, en el silencio que provocaba su mutuo cansancio, soltó una frase reveladora.

-Si llegas a ser más tonto, naces mesilla de noche.

Raúl soltó dos grandes carcajadas, después besó la cabeza de la mujer, cubierta por una toalla a causa del cabello mojado, y la estrechó aún más entre sus brazos. Una frase tan condescendiente y cómica como esa solo podía representar que, de una forma u otra, Laura había entendido la situación y la aceptaba. No habría ni problemas ni malas caras entre ellos. Todo había salido a pedir de boca.

Antes de volver a caer dormido, y pese a intuir que no quedaba mucho de noche, un pensamiento cruzó fugazmente la psique de Raúl.

-"Si no fuera mi hermana... En otra vida... Quizás..."

Había sido una gran noche, en todos los sentidos.

Capítulo LXXVIII

-Dissh... –Se mordió la lengua.-

Se encontraba en la casa de Claudia, tumbado sobre una montañita de cojines. La larga cabellera de Gaby colgaba de uno de los reposabrazos del sofá, mientras veía la televisión a través de los canales digitales. Raúl buscó otra posición en su improvisado camastro.

La mañana siguiente a la gran "conversación" con Laura le había deparado algo aparte de unos churros con chocolate para desayunar. Tras vérselo en el espejo, a duras penas podía razonar sobre lo que su tontería de "márcame" le había supuesto. Su hermana se lo había tomado muy al pie de la letra, quizás como una pequeña venganza, poniendo toda su saña en el acto. Lo raro es que no se le hubiera roto alguna uña. Mientras se miraba al espejo, pudo ver un arañazo marcarse claramente a la altura de su enrojecido hombro. Cuatro surcos, tres de ellos bastante profundos, que probablemente quedarían ahí marcados durante mucho, mucho tiempo.

-"No, si al final será verdad que soy un masoquista..." –Pensó, abatido.-

Pese a que hasta el roce de la ropa le dolía, en su fuero interno se sentía complacido. Con eso de "márcame" igual le hubiera valido que le regalara un piercing o que le diera un beso, pero en fin...

Volviendo al salón, posó su atención en la televisión. Una presentadora morena daba lo que parecía un programa de sobremesa, de esos que compaginan prensa rosa, amarilla y negra, noticias tan distantes como asesinatos, una granja de cerdos peludos o imágenes de la petarda de turno que se había beneficiado a un conocido futbolista.

Tan cerca de la costa, el verano se adelantaba y el calor comenzaba a ser evidente. Gaby le había pedido varias veces que la llevara a la playa, pero él siempre se desentendía del tema, suficiente era sacarla a pasear como para también llevar por ahí a exhibir su piel de marfil con un bikini.

-¿Crees que Claudia querrá ir? –Le preguntó la chica, con su inconfundible acento.-

-No sé, por ella no creo que haya problema, pero no sé si Eva puede salir a la playa tan pronto, ¿Verdad?

-Pues nosotras nos vamos y tú te quedas cuidándola. –Le espetó la chica.-

-¡Ja! –No es que Raúl no quisiera cuidar de la niña, es que hasta cuando se quedaban solos en el mismo cuarto estaba nervioso de que sucediera alguna situación imprevista y no supiera reaccionar bien.-

La joven alemana emitió una frase en su lengua nativa, y Raúl no necesitó haber estudiado filología germana para saber que una lindeza no había soltado. Claudia apareció en esos momentos y se acomodó en un hueco de su montaña de cojines.

-Duerme como un angelito... –Se frotó el seno izquierdo.- Como siempre después de comer.

Habían decidido que, para conservar la neutralidad, lo mejor era que hablaran en ingles, así ninguno se sentía desplazado por completo. Claudia enroscó una de sus piernas con las del chico, Gaby se aclaró la garganta, como siempre que había un cierto contacto físico entre ellos dos. Raúl no sabía si lo hacía porque estaba molesta, o simplemente era una especie de "risita". Por su parte, él se mostró más bien frío, aún tenía bien presentes las palabras que la mujer le había dedicado ese día, en la cocina. Ella se dio cuenta, pero no dijo nada.

-¡Quiero ir a la playa! –Volvió a quejarse la pequeña Rapunzel.-

-No está lejos, puedes ir tu sola. –Ironizó el chico.-

-Sí, claro, y que cualquier pervertido español me haga algo. –Bufó.-

-Pues aquí hay un español pervertido y aún no te he hecho nada, ¿No? –Se incorporó, le molestaban las chicas quisquillosas.- ¿O es que lo que quieres es que te lo hagan?

-Crece de una vez. –Rapunzel se rió, mirándole despectivamente.- No sé cuantos bebés hay en esta casa, si uno o dos.

-Contandote a ti, tres. –Claudia dio por terminada la mini-discusión con esas palabras.- Podemos ir a la playa mañana, si hace buen día.

-¿De veras? –Gaby se sentó bien en el sofá, entusiasmada.-

-¿Y Eva? –Raúl se temió que propusiera lo mismo que antes había dicho la hermana pequeña.-

-Laura y Cristina cuidarán de ella. –Lo lanzó con palabras rápidas y livianas, como si fuera un tema fangoso.-

-¿Qué? –Lo dijeron los dos jóvenes a la vez.-

-¿Estás segura? –Esta vez habló el chico independientemente.- ¿Crees que ellas...?

Confiaba relativamente en el dúo diabólico, pero de ahí a dejarlas solas con un bebé, por muy "adultas" que fueran, su mentalidad a veces era la de un crío de cinco años.

-No me fío de ellas. –Expresó Gaby, que desde el primer día había mostrado poco afecto por Laura y Cristina.- No quiero dejar a mi sobrina con esas dos.

-Bueno, la otra opción es irme yo sola y que os quedéis aquí los dos a cuidarla. –Les lanzó una mirada que dejaba a entrever que no toleraría su comportamiento infantil por más tiempo.- Gaby, ¿Trajiste bañador?

-Por supuesto... –Miró a Raúl y sonrió de forma cínica, sabiendo que lo que iba a decir le molestaría.- A fin de cuentas, de este país lo único bueno es el Sol y la playa.

Esta vez fue su turno de bufar y taparse la cara con un cojín para no mandarla al infierno. Al principio no se habían llevado mal, el problema había venido de los últimos días, cuando Raúl empezó a ausentarse, o a "dormir" fuera. Al parecer no le pasaba una.

-Basta ya, Gaby, si no te gusta, puedes volver a casa cuando quieras. –Claudia se levantó y miró desafiante a su hermanita.- Y no te olvides que Eva es tan española como Raúl o cualquier otro.

-¡Zas, en toda la boca! –Aunque lo dijo con el cojín en la cara, conteniendo sus carcajadas, le supo a gloria.-

Al día siguiente, después de que el dúo diabólico se llevara a Eva, con la que tenían un planning bien estudiado "pasear, comprar ropa, pasear, comer, pasear, comprar ropa", los tres quedaron libres para cumplir por fin el capricho de Gaby e ir a la playa. Raúl estuvo un rato taciturno, dado que había intercambiado una lúgubre mirada con Cristina, sin decirle un "Tenía razón" o alguna cosa por el estilo.

Pese a que aún no estaban en temporada alta, ya había bastante gente diseminada por la arenosa superficie. Gaby, delicada como era, tuvo el capricho hortera de llevar un parasol durante el camino, como si de una estrella de los setenta se tratara. Entre eso, las enormes gafas de sol, el pareo que llevaba abrochado al cuello y la espalda, y las sandalias, todo a juego, le provocaron a Raúl el deseo interno de que ninguno de sus amigos le vieran con ella. En ese momento cayó en la cuenta de que tampoco era muy "recomendable" que le vieran con Claudia, pero eso le daba absolutamente igual.

-"Total..." –Frunció el ceño.- "A estas alturas, cierta persona ya se lo habrá dicho a todo el mundo..."

Aunque estaba cabreado con ella por los últimos días de pesadez que había soportado, se comportaban como niños pequeños, no podía negar que lo lucía. Su piel, su forma de andar, como su melena se ondulaba con el viento... Tenía clase. Era la princesa Rapunzel, a fin de cuentas.

Se instalaron en una buena zona. Raúl instaló la sombrilla, mientras que Claudia hacía lo propio con las toallas. En ningún momento Gaby hizo ademán de ayudarles, tan solo observaba a su alrededor, curiosa.

-Ven, que te pongo crema, no te vayas a quemar. –Claudia le quitó el parasol a Gaby y la obligó a ir a la toalla.- Con esta piel tan delicada que tienes...

Raúl se hizo el loco durante unos instantes, fingiendo que buscaba algo en la bolsa que había traído. Por el rabillo del ojo observaba las maniobras de las dos germanas. La mayor deshizo los nudos que sujetaban el pareo de la pequeña, y este cayó, liviano, movido por la brisa. Tal y como se había imaginado, salvo por la ausencia de pechos, la caprichosa Rapunzel gastaba un cuerpazo. Delicado y armonioso, parecía el cuerpo de una de esas modelos del este que desfilaban en las mejores pasarelas del mundo. En altura también les andaba a la par, tan solo estaba un par de centímetros por debajo de Claudia.

La crema en spray que usaban era absorbida por su piel, como si esta estuviera sedienta. Claudia la extendía por todos los sitios, con especial dedicación, a fin de cuentas, con lo blanca que estaba, si no se cuidaba, acabaría como un cangrejo. Raúl tragó saliva cuando las manos de la hermana mayor separaron las de la pequeña, extendiendo la crema por los muslos y las piernas.

El bikini que llevaba la "muñequita" iba a juego con el resto de su "set", colores blancos y negros, poca tela, pero tampoco una prenda de las que enseñaban todo. Por su parte, Claudia había tenido dificultad para encontrar un bikini que le fuera bien.

-"He tenido que comprarme dos, cada uno de diferente talla." –Le había contado, mientras él intentaba mostrarse indiferente.- "Los que tenía no me valían porque ahora mi talla de pecho ha cambiado bastante..."

En condiciones normales, palabras tan sugerentes como esas le habrían hecho la boca agua, pero como había cierta tensión entre ellos, la cosa no pasó de ahí.

-Ahora yo a ti.

Esta vez fue Gaby la que despojó a Claudia de su pareo. El cuerpo de la alemana aún no había recuperado su forma de antes del bebé, obviamente, pero aún así, lucia una figura esbelta y cuidada. Su bikini, tal y como le había pronosticado, enseñaba unos senos grandes, más bien enormes. Raúl tragó saliva.

-Ven, Raúl, te pondré a ti. –Claudia le llamó una vez hubieron terminado con ella, Raúl salió del limbo, siendo pillado in fraganti mientras miraba hacia las chicas.-

-¿No es mayorcito para ponérsela solo? –Se quejó la princesa, ceñuda.-

-Vale. –Al principio había estado tentado de rechazar la oferta de Claudia y ponerse crema él mismo, pero al ver que así molestaría a la hermanísima, aceptó.-

Intentó mantenerse todo lo frío que pudo, pero realmente hacía tiempo que anhelaba sentir las manos de la alemana en su cuerpo. Pese a que las palabras resonaban en sus oídos como si se tratara de eco, no podía evitar deshacerse cada vez que la miraba. Quizás fueron imaginaciones suyas, pero la mujer se tomó su tiempo en rociar cara rincón de su anatomía con la crema protectora. Su bañador era uno de los conocidos "marcatodo", un pequeño pantaloncito pegado a la piel, que más parecía un bóxer que una prenda de baño. Hubiera escogido uno menos cantoso, pero le daba pereza ir a buscarlo.

-Vaya por Dios, ¿Y esto? –Exclamó Claudia, de repente.-

-"Mierda." –Pensó amargamente.-

-¿Te has peleado con un lobo o qué? –Le hermana pequeña se quitó las gafas para evidenciar su mirada desconfiada.-

-"Una loba, más bien..."

-No, bueno, no es nada. –Carraspeó.- Venga, vamos a bañarnos, que el agua parece estar buena...

-¿Estás seguro? ¿No te duele?

-No, claro que... ¡Ay!

Gaby le había dado un golpecito en el hombro para comprobarlo.

-Hija de... –Se mordió la lengua.- Tu madre, que es la abuela de Eva, una gran mujer, sí...

Asió a Claudia de la mano y se la llevó hasta el mar, el agua al principio estaba fría, pero tras los primeros minutos, estaban en la gloria. Gaby se tomaba su tiempo para entrar, primero se mojó los pies, luego se agachaba para humedecerse las manos y refrescarse el cuello...

-"Como las viejas..." –Pensó Raúl, ocultando su rostro en el agua para reprimir las carcajadas.-"

Pese a que ya habían cerrado casi por completo, la sal del mar le escocía un poco en los arañazos del hombro, sin embargo, era una sensación relajante. Siempre le habían dicho que el agua salada era buena para las heridas, así que...

-Ten paciencia con ella. –Suspiró Claudia.- Es muy posesiva, y cariñosa...

-Y caprichosa, irritante, infantil... –Puso los ojos en blanco.- No me creo que seáis hermanas, sois como el día y la noche.

-¿De verdad? –La mujer sonrió.- Pues yo creo que vosotros dos os parecéis mucho.

-Por favor... –La encaró, molesto.- ¿Volverás a decir que nos hagamos parejita?

-Pero si yo...

-Si no quieres verme más, lo entenderé, a fin de cuentas nuestro "vínculo" ya está terminado y ya no me necesitas. –Llevaba muchos días queriendo escupir esas palabras.- Así que, por favor, deja de lanzarme indirectas como la de la cocina...

Desde que se conocían, siempre había asociado a Claudia con la mesura y su singular sonrisa, esa que decía "todo está bien". En ese momento, a unos metros de la orilla, mecidos por las olas, se sintió terriblemente expuesto cuando los ojos de la mujer se clavaron en los suyos. Estaba enfadada.

-Ahh... Está fría... –Gaby se acercó hacia ellos, hasta nadando era elegante.-

Raúl la miró, aliviado de tenerla cerca para poder romper el contacto visual con Claudia. Se dio cuenta de que un par de buitres seguían desde la orilla los movimientos de la princesita, al parecer ya tenía público.

-Qué bien nadas. –Observó él, sorprendentemente afable con Rapunzel.- ¿Tú también practicas natación?

-¿Yo? No, que va. A veces en la piscina de casa, pero no mucho, no me gusta como se les queda la espalda a las nadadoras. –Giró hacia su hermana.- Sin ofender.

-Tranquila, no ofendes.

-Yo soy más de atletismo, 1.000 metros, por ejemplo. –Siguió explicando la hermanísima.- He conseguido buenos tiempos.

-Vaya... –Miró a través del agua, intento intuir su cuerpo.- No diría que tienes cuerpo de atleta, más bien al contrario.

-¿Eso era un insulto? –Enmarcó una ceja.- Mi hermana me dijo que tú nadabas, te apuesto lo que quieras a que te gano, voy a cargarme aquí mismo todas tus "spañolatas".

-¿Spañolata? ¿Y eso que es?

-Es una palabra que viene del italiano, y significa "acto pomposo o fanfarrón". –Explicó Claudia, olvidando su enfado.- Se acuñó durante los siglos de ocupación española en Italia.

-Ah... –Se sintió repentinamente decepcionado consigo mismo por haber perdido en conocimientos de historia con una princesita relamida.- Que se podía esperar de unos italianos...

-Venga, venga, "chulo". –Eso último lo dijo en español, el espíritu competitivo de Raúl empezaba a bullir.-

-Je... Anda que no... –Se humedeció el pelo.- Está bien. Claudia, tú serás la juez, el que primero llegue a la boya amarilla, gana.

-Chicos... –La mayor intentó apaciguarles, pero sus espíritus juveniles ardían por completo.-

-Como juego en casa, te doy tres brazadas de ventaja. –Concedió él, chulesco.-

-No quiero ventaja. –Se molestó ella.-

-Insisto.

-Tú mismo, solo ampliarás tu derrota. –Ella llevaba la melena suelta, pero la ató con un par de coleteros que hasta el momento había portado en las muñecas.- Por cierto, ¿Qué apostamos?

-¿Qué quieres?

-Vale... Si yo gano, tendrás que decirnos "quien" te hizo esos arañazos.

Golpe bajo, remarcando el "quién" hizo que Raúl entrecerrara los ojos de furia.

-De acuerdo. –Levantó la vista para ver que los buitres seguían en la arena, observándolos.- Y si gano yo, me darás la parte superior de tu bikini, "bonita".

Gaby se lo pensó, pero finalmente asintió. Claudia se llevó las manos a la cabeza.

-Las mujeres primero...

La chica le dedico un último gesto a su hermana y se lanzó. En las tres brazadas de ventaja que Raúl le había dado, este pudo comprobar que, efectivamente, lo de nadar les venía de sangre en la familia. Para aderezar su desventaja, se dio cuenta cuando ya estaba en carrera de dos datos importantes, primero, el hombro le dolía cuando giraba el brazo, segundo, no había calentado. Gaby se movía con una ligereza sorprendentemente, además, esos "ejercicios de vieja" que la había visto hacer en la orilla, probablemente hubieran puesto sus músculos a tono. La había subestimado.

Pese a todo, también tenía una cosa a favor, la melena obstaculizaba el ritmo de Rapunzel. Dándolo todo, consiguió ponerse a su altura cuando quedaba una cuarta parte del camino. Le tentaba la idea de reírse de ella por haberle insultado, pero también sabía que con el hombro maltrecho y el riesgo de que le diera un calambre en cualquier momento, lo mejor era terminar rápido. El final fue ajustado, pero estuvo seguro de haber sido él quien tocó primero la boya.

-¿Y bien, quién ha ganado? –Preguntó Gaby, agarrándose a la meta para poder recuperar la respiración cómodamente.-

Ambos se habían sorprendido al ver que Claudia les había seguido en la carrera, y, habiendo cubierto la misma distancia y en un tiempo casi idéntico, mientras que ellos estaban fundidos, ella se mostraba tan normal como si se hubiera tele-transportado. A fin de cuentas, había sido una atleta olímpica, una apuesta ridícula como esa no significaba nada para ella.

-Empate. –Murmuró la mujer.-

-No es verdad, yo he tocado antes. –Se quejó la hermana.-

-Claro que has tocado, a mí, que ya había puesto la mano.

-En tus sueños, "bonita".

-En realidad... –Claudia les lanzó agua a los dos para callarlos.- Los dos habéis perdido.

-¡¿Cómo?! –Hablaron al unísono.-

-Para empezar, habéis cambiado de estilo en mitad de la carrera, cosa que no está permitida. Y después, os habéis tocado antes de llegar a la meta, lo que también supone que se os descalifique. –Empezó a nadar hacia la arena.- Venga, vamos a tomar el Sol.

-¿Siempre era así? –Preguntó Raúl en voz baja, con cuidado de que no le escuchara la mujer.-

-Siempre. –La hermana asintió.- Le encantan las reglas... Hasta cuando hacíamos carreras de mentira en la piscina de casa, me solía descalificar de mil modos diferentes.

-Woo... Es todo una maniática de la natación. –Raúl acababa de descubrir algo obvio.-

Capítulo LXXIX

La ducha escupía agua sobre su piel, arrancando tanto arena como sal, liberándole de esa sensación pegajosa e incomodísima que dejaba esa mezcla al secarse. Tras su jornada en la playa, habían comido en un restaurante, comprado algunas cosas, y vuelto a casa.

Raúl estuvo a punto de resbalar y romperse la crisma cuando la puerta del baño se abrió de golpe. Tan acostumbrado estaba al "respeto a la intimidad" que había en la casa, incluso Gaby llamaba siempre antes de entrar en cualquier habitación, aunque estuviera vacía, que se había olvidado de poner el pestillo. Afortunadamente era Claudia, su decoro no le habría tolerado que Gaby le viera desnudo sin ser un acto recíproco.

-Ya acabo. –Se excusó él, pensando que ese era el motivo.-

La mujer puso el pestillito del baño y le observó desde la puerta. Él intentó hacerse el loco, siguiendo con lo suyo, pero, finalmente, se vio obligado a cerrar el grifo y coger la toalla. La mirada de la chica le ponía nervioso.

-¿Y bien? –Musitó la rubia.- ¿No tienes nada que decirme?

-¿Decirte qué? –Preguntó, aunque creía saber por donde iban los tiros.-

-La conversación que dejamos a medias en la playa. –Meneó la cabeza para apartarse el flequillo de la frente.- Vamos a terminarla aquí.

-Entiendo... –Salió de la ducha y se quedó de pie en la alfombrilla, con la toalla a medio enrollar en la cintura.- Bueno, yo creo que ya dije todo lo que tenía que decir.

-Sí, y eso es lo que me sorprende. –Cruzó los brazos.- Creo que en algún momento empezaste a decir cosas sin pensarlas antes, cosas muy hirientes, que hacen daño.

-Puede que no tuviera mucho tacto, pero, ¿Me equivocaba?

-¡Por supuesto! –Gritó de forma chirriante.- Estás completamente equivocado, ¡De principio a fin!

-El otro día, en la cocina...

-¡En la cocina nada! –Intentó calmarse ella misma, viendo como subía demasiado el tono de voz. Afortunadamente, por mucho que gritaran y les escuchara Gaby, no les entendería, dado que hablaban en español.- ¡Lo has malinterpretado todo!

-No, no, no lo malinterpreté, dijiste claramente que "no te importaría" que me liara con tu hermana. Y un par de tonterías sobre que así podría ser feliz o algo por el estilo.

-Sí, dije algo parecido, pero no como tú lo estás interpretando, no como me has dicho en la playa. –Torció el gesto.- No fue ninguna indirecta para decirte que te alejaras de mi vida. ¡Y por supuesto tampoco quise decir que ya no te necesitaba para nada! ¡Cómo pudiste pensar algo así! ¡¿Qué clase de persona te crees que soy?!

Escuchado de esa forma, y sobretodo, con ese semblante tan sincero, todo lo que Raúl había pensado resultaba ser absurdo. Claudia no era de ese tipo de personas, quizás se había precipitado un poco.

-Yo pensé... –Apartó la mirada, acongojado.- Pensé que querías librarte de mí.

-¡Cómo crees que yo haría algo así! –Dio un paso hacía adelante.- ¿Es que alguna vez he dicho o hecho algo que así lo indicara? ¡Todo lo contrario!

-Pero... –Se negaba a aceptar que hubiera podido insultarla de esa forma sin tener una base sólida, él solía recapacitar bastante las cosas y, hasta hacía dos minutos, todo le había parecido claro y cristalino.- Si hasta insinuaste que tuviera algo con tu hermana.

-No te dije que tuvieras algo con ella, tan solo comenté que si pasaba, no me iba a meter de por medio. –Los ojos verdes de la mujer se tornaron acuosos.- Nunca te he dicho nada sobre ninguna chica con la que estuvieras, nunca, ¿Quién soy yo para hacerlo? Solo te dejé claro que si algo surgía con ella... A fin de cuentas tenéis edades similares, y aunque lo niegues, sois parecidos... Pero entre eso y decirme que te voy a echar de mi vida una vez he obtenido de ti lo que quería... ¡Eso es cruel! ¡Es lo más cruel que me podías decir!

Eran gritos de dolor los que resonaban en las baldosas del baño. Raúl no encontraba ni las fuerzas para parpadear, su piel transpiraba culpabilidad, no entendía que fusible se le había podido fundir para malinterpretar tanto las cosas y agredir a la alemana. Era un perro, peor que un perro.

Claudia se secó las lágrimas e intentó sosegarse.

-Supongo que... Pedir perdón no basta, ¿Verdad? –La voz de Raúl, altanera y agresiva momentos atrás, ahora era solo un hilo quebradizo.-

-No es cuestión de pedir perdón o no... Aquí lo importante es la confianza, y no la veo por ningún sitio...

El joven se desenrolló la toalla de la cintura y se giró, simulando que se secaba el pelo mientras ocultaba su rostro, avergonzando y humillado. Mantuvo un rato su silencio, respirando con dificultad.

-Desde el día del nacimiento de Eva... –Susurró, encontrando por fin las palabras.- Cuando no estuve a tu lado por miedo y cobardía... No he podido mirarte a la cara sin sentirme mal. Yo tenía que haber estado ahí, ¿Verdad?, a tu lado, eso era lo que querías.

-Pero...

-Después, cuando estuvieron tus padres, me tocó representar el papel de un bufón de cartón piedra, y eso me llevó a pensar si realmente era "útil" o "necesario" en este sitio. Eva se ríe cuando juego con ella, pero poco más sé aportar... Hasta me da miedo cogerla... –Le temblaba la voz.- Últimamente me han hecho ver que no soy tan buena persona como creía ser... Intento corregir algunos aspectos de mi vida... Pero supongo que no puedo hacerlo contigo, eres demasiado para mí, no estoy a la altura, supongo que no somos compati-...

Sus tristes palabras quedaron silenciadas por el repentino abrazo de Claudia. Las extremidades de la mujer le apretaban con fuerza, mientras el rostro de esta se clavaba en su espalda, grabando ahí un beso.

-No vayas por ahí pensando que los demás creen que no estás a su altura. –Apuntilló ella.- El día que lo crea, te lo diré. Pero eso no va a pasar, nunca, no va a pasar nunca. Tú eres especial.

Raúl se zafó de su abrazo y volvió a meterse en la bañera, abrió al máximo el grifo del agua fría con la ducha sobre su cabeza.

-Ya me he quitado la sal... –Tartamudeó.- Ahora intento quitarme la estupidez...

Se giró y le dedicó un guiño de disculpa a la mujer, esta, sin atender a que estaba completamente vestida, se introdujo en la ducha con él y le besó, le besó una y otra vez.

-Te estás... Empapando... –La intentó avisaren los instantes en los que sus labios quedaban libres.-

-El agua es mi elemento. –Explicó ella, con su misma sonrisa alegre de siempre.- Y el tuyo también.

Estuvieron un rato ahí, en la bañera, con el agua actuando como elemento purificador. Él se comportaba como un idiota inmaduro en muchas ocasiones, ella le dejaba actuar de esa forma, así que era un pecado compartido fácilmente omisible. Raúl llevó una mano hacia el grifo y lo movió hasta el lado caliente, dejándolo en un punto medio. El agua templada le dio fuerzas para desnudar a la mujer, poco a poco, su ropa, empapada, acababa cubriendo el suelo del baño.

Una vez la tuvo desnuda, la miró a los ojos y la besó muy lentamente. No era una unión sexual la que deseaba en ese momento, era algo más profundo, quería sentirla próxima, quería verla "tal y como era" para poder sentirse lo más cerca posible de su interior. Ella pensaba exactamente lo mismo.

Se acariciaron lentamente, percibiendo piel, carne y músculos. Las gotas de agua recorrían el cuello de la mujer, bajando por su clavícula, coronando sus generosos pechos y desbordándose por sus pezones, como leche cristalina caída del cielo.

Hubieran estado así, "unidos", durante horas, durante todo el tiempo del mundo. Al menos lo hubieran intentado, de no ser por el inoportuno "toc toc" en la puerta, y la voz de Gaby llamando a su hermana. No es que les importara que entrara o les viera o algo, era que la interrupción les había sacado de ese estado físico y sensorial que habían compartido bajo la ducha.

-Hoy, quiero que duermas conmigo. –Le comunicó la mujer, mirándole a los ojos.-

-Mientras que sea solo dormir... –Acentuó su sonrisa y alargó la mano para coger un albornoz y cubrirla con él.-

Ignorando las miraditas sorprendidas que Gaby les lanzaba de vez en cuando, estuvieron igual de acarameladitos todo el día. Incluso cuando Cristina y Laura trajeron a Eva de vuelta, de cuyo carro colgaban siete bolsas llenas de ropa, juguetes y demás complementos infantiles, tuvo una sonrisa complaciente que dedicarles. Hasta la niña estaba de buen humor, se lanzó como una posesa hacía el pecho de su madre, pero parecía habérselo pasado bien. Cenaron todos en comunidad, produciéndose un ligero contraste entre la calidez que había en el lado de Raúl y Claudia, en comparación con el de Gaby, Cristina y Laura, donde la tensión se cortaba con cuchillo.

Tras despedirse del dueto diabólico en la puerta, se dispusieron a ver un rato la televisión. Eva había caído redonda hacía un rato, probablemente pasar un día entero con "esas dos" era agotador hasta para un bebé.

A la hora de dormir le dedicó una mirada sarcástica a Gaby cuando esta le vio meterse en el cuarto de su hermana, no es que esta pareciera escandalizada o algo por el estilo, pero a él le apetecía picarla un poco. Se dejó caer en el colchón de la rubia, aspirando de él una ligera traza de su perfume que se había depositado en la fibra, su sonrisa se acentuó.

Debido a que el calor apretaba, él llevaba un simple pantalón como vestimenta, tejido fijo y liviano que dejaba pasar el poco fresco de la noche. El cuarto tenía aire acondicionado, pero usarlo de noche era como ponerte un cartel pidiendo a gritos un constipado. En la mesilla de noche estaba en receptor que transmitía los sonidos de la habitación en la que Eva reposaba. Un par de noches atrás Raúl había puesto el receptor bajo la cama de Gaby, para después emitir "sonidos raros" desde la habitación de Eva, sobresaltando a la joven rubia, que salió disparada de su cuarto como una niña de cinco años habiendo visto un monstruo en el armario. Cuando se enteró de su "bromita", le llamó "cabrón inmaduro" y se fue a dormir.

-"Al menos no me ha pegado." –Se jactaba él, mientras contenía las carcajadas para no montar un escándalo.-

Mientras seguía recordando batallitas, entró Claudia, que le había echado un último vistazo a Eva antes de dormir. La mujer tampoco llevaba excesiva ropa, un camisón transparente y que se quitó nada más llegar a la cama, así como unas braguitas de apariencia cómoda y un sujetador que le servía para soportar la carga de sus "ligeramente pesados" senos, a la par que para evitar molestas manchas en la cama.

Raúl se encontraba un poco inquieto, había compartido cama con la mujer docenas de veces, pero ese día era diferente. La mujer se tumbó de lado, cerrando los ojos durante unos instantes, apreciando la comodidad de una cama acogedora después de un día ajetreado. Tímidamente, él se fue acercando hasta la posición de la chica, hasta que al final solo los separaban algunos centímetros. Ella abrió los ojos y le sonrió. Alargó una de sus manos y le estuvo acariciando el rostro durante un rato, contenta de tenerle cerca.

-Hoy... –Carraspeó, inquieto.- Hoy te he visto nadar muy bien.

-¿Tu crees?

-Sí, nos has cogido sin hacer ningún esfuerzo, eso demuestra que eres una gran nadadora.

-Pues tú deberías volver a entrenar. –Le dio un ligero pescozón como castigo.- Mira que no calentar antes de una carrera... Y competir con ese hombro...

Los dedos de la mujer pasaron hacia el hombro magullado de Raúl, recorriendo mansamente los arañazos. Pese a que no se lo había pedido, el chico se vio movido a contarle "toda la historia" detrás de esa marca, omitió algunos detalles "demasiado escabrosos", pero, de una forma u otra, comentó todo lo sucedido con Laura, sus decisiones, su determinación, la reacción de esta...

-Es una buena chica. –Sonrió, sin una pizca de reproche en su rostro.- Se nota que es tu hermana.

Las manos de Claudia le obligaron a tenderse bocabajo mientras ella seguía haciéndole un traje de caricias, temblores y escalofríos. En un momento dado, notó como la mujer se deslizaba para dejar reposar su rostro sobre su espalda.

-Tienes una espalda tan cómoda... –Susurró, las palabras desprendidas de su boca sonaban de una manera dulce y perfumada.- Es como una cama... Me gustaría dormir aquí siempre...

Sintió un nuevo escalofrío, aunque esta vez no supo si fue provocado por las caricias o por las palabras de la mujer.

-¿Sueles comparar a los chicos con camas? –Exclamó, socarrón, intentando hacerla reir.- Porque yo lo encuentro sumamente deprimente...

Obtuvo su tesoro y las carcajadas de la mujer inundaron el cuarto.

-Al menos seré un colchón de esos de látex, ¿No? Yo con categoría o nada...

La atmósfera que desprendía esa mujer era increíble, la forma tan fácil que tenía de convertir en azul algo que hasta pocos segundos antes había sido gris oscuro. La rubia se deleitó en la espalda de Raúl durante largo rato, tanto que hasta este creyó que hubiera caído dormida, pero, finalmente, volvió a su lado mientras se acariciaba por encima del sujetador.

-¿Te duele? –Lo preguntó sin ninguna mala intención.-

-No... Bueno... –Dejó escapar una gran cantidad de aire, resignada.- Es lo que toca.

-No me digas que es como en los relatos eróticos... –Puso voz mujer.- "Ahh... Me siento tan hinchada..."

La mujer volvió a reír, amonestándose esta vez porque con el escándalo podría despertar a alguien. Volvió a suspirar resignada y asintió.

-Pues es una sensación parecida, sí. –Ahora eran sus dos manos las que acariciaban sus protuberancias mamarias.- Aunque pienso que es algo natural...

-¿Natural?

-Claro, sintiéndote así, hinchada e incómoda, estás casi deseando que llegue la hora de amamantar para poder descansar durante unos instantes. –Acentuó su sonrisa.- Es un mecanismo de la naturaleza para que las mujeres no se olviden de su deber.

-Y... Bueno... –Tragó saliva, era algo que quería preguntar desde hacía mucho tiempo.- ¿Qué se siente...? Quiero decir... ¿Qué se siente al... Amamantar?

-Pues... –Se lo pensó durante un rato.- Son muchas cosas a la vez, creo. Toda esa sensación de agobio desaparece, y te encuentras en un estado de relajación y tranquilidad total... No sé, es una experiencia única.

-Hum... –Desvió la mirada de los pechos de la alemana por miedo de parecer descarado.- Única...

-¿Quieres probar? –La chica le lanzó una mirada pícara.-

Le obligó de nuevo a girar, quedando esta vez boca arriba. Con gesto divertido, y sin atender a su perplejidad, se lanzó vorazmente contra los pectorales de Raúl, rodeando uno de sus pezones con sus labios y su lengua.

Como otras partes del cuerpo, por ejemplo el apéndice, los pezones masculinos habían perdido su razón de existencia en algún punto de la evolución, si es que realmente habían tenido una misión en un principio. Para él era una experiencia inquietante, no era la primera vez que le tocaban ahí, pero sí de esa forma centrada y única.

-Ahh... –Cerró los ojos, pensativo.- Pues a mí lo único que me hace son cosquillas... Y si esas son las que tenemos...

Lanzó sus manos hacia el cuerpo de la mujer, buscando devolverle también las cosquillas y quizás alguna caricia accidental. Mientras formaban un infantil barullo, y por motivos desconocidos, un poltergeist quizás, el cierre del sujetador de Claudia se abrió, liberando aquello que contenía. Por lo inesperado de la escena, los dos se quedaron mirando los pechos de la alemana durante unos instantes, sorprendidos, para luego echarse nuevamente a reír. Cabe destacar que la mujer, en vez de volver a abrochárselo, se zafó de él por completo, dejándolo en la mesilla.

-Bueno, es tu turno. –Le comunicó ella, acomodándose con la ayuda de una almohada.-

-¿Mi turno? –Recapituló en su cabeza y ató cabos, rápidamente alzó sus manos en pronunciados aspavientos.- Wo, wo, wo... No, no… No querrás... Quiero decir... No, no...

Capítulo LXXX

-Venga... –Le rogó.- Si no es nada del otro mundo...

-Si yo sé.. –Tragó saliva por puro nerviosismo.- Sé que es lo más natural que hay, pero no, no, no es mío, eh... Sí... No sería correcto.

-¿Por qué? –La alemana se tapó la cara, por un momento Raúl creyó que estuviera llorando, pero se reconfortó cuando vio que tan solo estaba reprimiendo sus carcajadas.- ¿No es tuyo? ¿Quién te crees que lo ha puesto así? Es tu responsabilidad...

-No... –Empezaba a tener un tic nervioso en la ceja izquierda.- Puede verse así desde un punto de vista muy malicioso... Pero no.

-Vamos... –Cogió una de las manos de Raúl y la llevó lentamente hasta posarla sobre sus senos.- Quiero que lo hagas.

-Pero es que...

-Si hasta Gaby la ha probado...

-¿Qué Gaby qué? –Se sorprendió.-

-No directamente, claro. –Corrigió ella, divertida.-

-Pues tampoco te creas que me hubiera sorprendido si me dijeras que así fuera, conociéndola... –Se mordió el labio.- Es capaz de pedírtelo...

-Quiero compartir esto contigo... –La mujer seguía conduciendo la extremidad del incauto joven por lo más sinuoso de su anatomía.- Aunque sea solo un segundo...

-Un segundo... –Estaban calientes, y eran tan suaves...- Si es solo un segundo...

-Eso es, tan solo un segundo. –Le invitó con una sonrisa.-

-Si solo es un momento y ya está... –Era débil, muy débil. En su defensa, decir que pocas personas, hombres sobretodo, habían podido resistir a Claudia en su modo meloso y insinuante, era una mujer fatal cuando se lo proponía.-

Se dejó guiar por las manos de la mujer. En un recoveco de su mente se sentía mal consigo mismo, acusando su debilidad y su falta de principios. ¿Dónde estaban todas esas cosas que había pensado tiempo atrás? ¿Todas esas ideas sobre lo que "no está bien"? Eva, Pandora y ahora Claudia... Si es que siempre acababan guiados a la perdición...

-"Maldito encanto femenino..." –La parte serena de su mente, pequeñita y colocada muy al fondo, se quejó.-

Como tantas otras veces, Claudia le obligó a acomodar su rostro sobre su escote. La mujer sentía alguna especie de fascinación con esa posición, y para Raúl... Para Raúl era embriagadora. Acarició uno de los inmensos senos de la mujer ayudándose de su mejilla, ese tacto no podía ser de este mundo...

-Suuu... Suuu... –Le acarició la nuca y la coronilla mientras le susurraba como si fuera un bebé inquieto.-

Le hubiera gustado preguntar que tenía que hacer, pero pensó que eso realmente estaba claro, en algún sitio de su cabeza, a fin de cuentas, mamar era una cualidad innata con la que nacían todas las personas. Rodeó una las aureolas con su boca, dando gala de una delicadeza extrema. En algún momento de la maniobra de aproximación había cerrado los ojos, movido por las ganas de sentir el mix sensitivo que tanto le gustaba: La calidez del cuerpo de la mujer, la suavidad de sus senos y el "tum tum" de su corazón, que percibía con total claridad.

Cauteloso, se aventuró primero a tocarlo con la lengua, notando la tersura característica del pezón femenino, en concreto, hubiera podido diferenciarlos como los de la alemana entre un gran número de "muestras", tenía esa textura grabada en la lengua. Como vio que nada se "rompía", fue un poco más allá y, con la misma delicadeza con la que se habría aventurado a acariciar el clítoris de una mujer, rodeó el pezón con sus labios.

A Raúl, desde siempre, nunca le había gustado en exceso la leche. Hasta hacía unos años, Laura siempre le había amenazado con que si no bebía leche, "No crecerás... En ningún sentido", él, a desgana, acababa tomándosela, pero siempre si cumplía unas cualidades determinadas, que eran estar muy pasteurizada y ser notablemente cremosa. Hasta que encontró una marca que se adaptara a su paladar, "Clesa", había pasado mucho tiempo, y ahora...

Había sido más impetuoso de lo en un principio había supuesto. Con tan solo oprimir ligeramente el pezón, unas gotas de un líquido caliente habían llegado a su boca. Frunció el ceño sin darse cuenta mientras deslizaba esas gotitas por su paladar. Irremediablemente, su mente se fue a una excursión del colegio, a una granja-escuela, ese día, había visto como ordenaban vacas y cabras. El monitor, muy simpático, les había dado a probar la leche recién obtenida en ese preciso momento, alentándoles a buscar "la diferencia entre este producto fresco y natural, y la leche que procesan en las grandes empresas", Raúl se intentó escaquear de la cata, pero la profesora finalmente le obligó a probarla, en concreto, creyó recordar haber probado la leche de cabra.

Oprimió de nuevo el pezón, necesitaba más material de análisis. Sin duda, tenía un sabor cremoso muy similar, si bien la del animal parecía ser más fuerte, la mujer, por su parte, destilaba un elixir suave y filtrado, como las gotas de un helado que se derriten poco a poco...

-"¿Habrá pasado ya un segundo?" –Se preguntó mentalmente, sin mucha convicción.-

Podía percibir los dedos de la mujer masajeando su cabeza, su respiración, más profunda de lo normal, le hicieron pensar que muy mal no podía estar pasándolo.

-"Un poquito más..." –Murmuró.- "Solo un poquito más y lo dejo..."

Esta vez oprimió el pezón de la mujer durante un rato más largo, sonriéndose internamente ante el cálido líquido que respondía a su llamado.

-"Solo un ratito..." –Seguía intentando convencerse.- "Esto está mal... Solo un segundo y..."

Segundo tras segundo, perdió la cuenta del tiempo en que estuvo asido del pecho de la mujer. Su relajación era tal que incluso hubiera podido estallar la tercera guerra mundial a sus espaldas y él no la habría notado.

-"La calidez de una madre..." –Se encontró pensando.- "Su calor, su suavidad, el sonido de su corazón, la leche... Los bebés son muy afortunados... La primera cosa que sienten con profundidad nada más venir al mundo es algo así, todas las delicias del cosmos juntas... Las madres son algo único... Las madres son.."

Su cabeza voló y rememoró cosas que creía largo tiempo olvidadas, escenas familiares, recuerdos infantiles... En un momento dado hasta su imaginación se apagó, como si todo su sistema nervioso hubiera entrado en "stand by" respetando el momento.

-"No... No... Si sigo así..." –La voz de su cabeza sonaba lejana, casi inaudible.- "Si sigo así, voy a dormirme... No, esto no está bien... Solo... Solo un rato más... Solo..."

Cuando volvió en sí, lo primero que percibió es que tenía la boca pastosa y un hilillo se saliva recorriéndole una de las comisuras, que se limpió al momento. Sorprendido, se dio cuenta de que estaba apoyado en la cama, Claudia había desaparecido. Pesadamente se incorporó, intentando averiguar cuanto tiempo hacía desde que había caído en coma profundo.

Con toda la ligereza y discreción que le permitían sus pies descalzos, salió al pasillo. La luz de la habitación de Eva estaba encendida, cauteloso, se asomó por la puerta. Claudia estaba de espaldas, sosteniendo con extrema dulzura a la pequeña, que en ese momento debía estar tomándose su "aperitivo de las tres de la madrugada". Raúl se sintió un poquito mejor al cerciorarse de que la pequeña estaba tomando del pecho que él no había tocado.

-"Buen provecho."

Intentando no hacer ruido fue a la cocina y bebió un gran trago de agua. Tenía labios ligeramente manchados de blanco, así que decidió espabilarse y limpiarse la cara en el fregadero. Sintiéndose como nuevo, retomó el camino y volvió sobre sus pasos. Claudia ya estaba acomodando a la pequeña en su cuna, le dedicó un "Que duermas bien, mi vida", en alemán, y la dejó seguir descansando. Se sorprendió un poco al ver a Raúl observar desde el pasillo.

-¿Te he despertado?

-No, para nada. –Fue él quien acentuó su sonrisa en esa ocasión.-

-Venga, a dormir... –Le dio un ligero empujoncito mientras cerraba la puerta de la niña.-

A mitad del pasillo Raúl la rodeó con los brazos y la atrajo hacia su cuerpo. Esta, sorprendida por tanto cariño espontáneo, se dejó hacer.

-Solo quería decirte que eres una buena madre... –Las palabras le salían de lo más hondo.- Y una buena mujer... Una buena persona... Y... Y...

Interrumpiendo sus últimas palabras, el pequeño chirrío de la puerta de la habitación de Gaby les sorprendió. La joven alemana bostezó sorprendida al encontrarse con tanta luz, aunque se sorprendió aún más al verlos semidesnudos y abrazados en mitad del pasillo. Murmuró unas palabras en alemán mientras les dedicaba una mirada cínica, bostezó de nuevo, y volvió a cerrar la puerta de su cuarto.

-¿Qué ha dicho? –Preguntó Raúl, ligeramente frustrado por no haber acabado de decir lo que trataba de decir.-

-"Iros a dormir y dejaos las escenas empalagosas para la cama." –Tradujo la hermana mayor, reteniendo una sonrisa avergonzada.- Será mejor que la hagamos caso, ya es tarde y...

-Sí, será mejor...

Al tumbarse pensó que le costaría dormirse después de haberse espabilado tanto, sin embargo, un par de minutos después estaba roque. La alemana, mientras le observaba respirar profunda y calmadamente, no pudo evitar sonreír y susurrar las palabras que le dedicaba a lo que más quería en el mundo:

-"Que duermas bien, mi vida."

El par de días siguientes fueron igual de intensos y placenteros. Raúl se dio cuenta de que Gaby le lanzaba miraditas de vez en cuando, él, que empezaba a ponerse nervioso, le preguntó el motivo.

-"Intento darme cuenta de qué es lo que ve mi hermana en ti." –Había respondido ella con total naturalidad, como si estuviera examinando a un mapache radioactivo.-

Una tarde, mientras paseaban los cuatro, estuvieron a punto de cruzarse con parte del grupo de amigos de Raúl, que charlaban amistosamente en mitad de la calle. Por lo tenso de la situación, el chico incluso tuvo ganas de esconderse, Claudia, atenta, decidió repentinamente que había una tienda que le encantaba en la calle que acababan de dejar atrás. Como no quería que la situación se repitiese, y aunque la cosa le ponía sumamente nervioso, se decidió a pedirle a la alemana que le dejara dar un paso más.

-No sé si ha sido tan buena idea... –Murmuró, frenético, mientras se mordía la cara interior de una de sus mejillas.-

-Son tus amigos... –Claudia siempre le apaciguaba el espíritu.- Solo te quedaba o decírselo, o esconderte.

-Será que se avergüenza de su "familia". –Ironizó Gaby, que estaba a la que saltaba.-

-Me avergüenzo de ti, que es otra cosa. –La señaló con el dedo.- ¿Y qué hace esta aquí? ¿Por qué ha venido?

Se encontraban en la terraza de una de las cafeterías del centro comercial, esperando para "afrontar los problemas" mientras tomaban un granizado.

-¿Crees que me iba a perder la cara que pongan cuando les digas "Es mi hija, y claro, me he acostado con la profesora de natación"? –Gaby llenó la terraza con sus carcajadas estilizadas. Como siempre que salía, más de uno la miraba disimuladamente.- Esto no se vive todos los días...

-Si quieres quedarte, vete a otra mesa. –Quiso ahuyentarla como si fuera un perro, pero la reacción de la joven solo fue reírse aún más de él.-

Incluso Claudia se mostraba un poco nerviosa, a fin de cuentas, era una situación un tanto peliaguda. Reunirlos a todos no había sido tarea fácil, pero tuvo suerte, ya que todos se encontraban en la ciudad y tenían libre esa tarde para que "los invitara a tomar algo, para recordar viejos tiempos".

Los primeros en llegar fueron Felipe y Adrián, dicharacheros como siempre. Estrecharon las manos y empezaron a hablar escandalosamente de su vida y el verano que les aguardaba. Claudia, Gaby y Eva quedaron en un segundo plano, como si el hecho de que estuvieran sentados en el mismo sitio fuera solo una coincidencia y no algo reseñable. Nadia y su pelirroja melena se dejaron ver poco después de que Marta y Ana hicieran acto de presencia, estas dos, sobretodo Ana, se dieron cuenta de inmediato de la presencia de su ex-profesora y fueron corriendo a saludarla. Andrés fue el último en venir, con pinta de haberse despertado de la siesta hace bien poco.

-Bueno... Sí... Esto... –Le sudaban las manos. Decidió beber de su granizado, con la mala suerte de que se le acabó congelando el cerebro, con la desagradable sensación que eso produce.- Que Claudia... La profesora de natación, que ella esté aquí, no es una coincidencia. Tengo que deciros algo... Respecto a ella...

Se levantó y caminó hasta colocarse detrás del carrito de Eva, le supo mal usarla de escudo, pero en ese momento lo necesitaba. En algún momento del camino se había puesto rojo de vergüenza, cosa que Gaby notó con la precisión de un pájaro de mal agüero, teniendo que fingir una repentina tos para disimular sus carcajadas veladas. Raúl frunció el ceño y recuperó su entereza, a fin de cuentas, no quería que Claudia pensara que se avergonzaba de ellas.

-Esta pequeña es Eva. –Todos dirigieron la mirada hacia el carrito, donde Eva les deleito con su presencia adorable.- Es hija de Claudia y...

-Hala, felicidades... –Marta se apresuro a levantarse para darle la enhorabuena a su antigua profesora, dejando a Raúl con las palabras en la boca. Alguno de los chicos también lanzó silenciosos "felicidades", como si aún le buscaran el significado a esa extraña presentación. Nadia y Ana se mantenían en silencio.-

Claudia respondía con sonrisas sinceras, pero aguardó a que el chico terminara.

-Es hija de Claudia... –Tragó saliva.- Y mía.

Hubo un repentino silencio, hasta la megafonía del centro comercial pareció enmudecer de repente.

-Jajaja... –Felipe le señaló y se echó a reír.- Qué cosas tienes, tío...

-Anda, anda. –Adrián negó con la cabeza, divertido.- Eso es lo que tu quisieras.

-Oye... –Raúl frunció el ceño.- Que si que es mi hija, lo es.

-Claro, claro... –Felipe se apoyó en la mesa para seguir riendo.- Y yo soy el abuelo de Elsa Pataky...

-¡Qué es verdad! –Frustrado, encaró a Claudia.- ¡Díselo tu!

La alemana se aclaró la garganta, una pequeña mancha de rubor apareció en sus mejillas mientras hablaba.

-Sí... Él es el padre de Eva. –Asintió con la cabeza.- Raúl y yo hemos tenido una hija juntos.

El silencio no fue completo esta vez. Los de megafonía anunciaban ofertas en el kilo de tomates. La cabeza de Raúl pensó en que no estaría mal hacer un poco de gazpacho para cenar, pero volvió a la terraza, dado que había cosas más importantes a las que atender en esos momentos.

Gaby tenía los ojos abiertos de par en par, expectante a cualquier mínima expresión de asombro o sorpresa. La primera en reaccionar fue Nadia, que, con toda la naturalidad que la caracterizaba, se dejó caer pesadamente en su silla, para sentenciar con un:

-Qué palo...

-¿De verdad? –Marta parecía totalmente fuera de sí.- ¿Has tenido un hijo con la profesora de natación? Raúl, ¿De verdad?

-S-Sí... –Respiró, se había quitado un peso enorme de encima, ahora podría volver a comportarse con normalidad cuando estuviera con ellos.- Sí, un hijo buscado y deseado.

Empezó la oleada de preguntas, todos al unísono, sin dejar de interrumpirse. "¿Cuándo fue?, ¿Desde cuando estáis juntos?, ¿Cuándo se quedó embarazada?, ¿Por qué no nos habías dicho nada?", las preguntas se atropellaban, Raúl intentó responderlas a todas, afortunadamente, pasado el shock inicial, algunos empezaban a ver el lado cómico de una historia tan increíble y seria como esa. Los chicos pronto dejaron de lado el tema del embarazo y lo abarcaron desde un punto de vista más... Varonil.

-Raúl... –Le habían llevado a un aparte, lejos de los oídos de las mujeres.- Eres mi Dios... Te has tirado a la profesora de natación, a la pro-fe-so-ra más buenorra de todo el instituto, eres... Eres mi Mesías, déjame adorarte, déjame adorarte...

Mientras se quitaba a Adrián y sus adoraciones de encima, Felipe le miró con ojitos brillantes.

-¿Y la tía buena de al lado? ¿Quién es? ¿Tiene novio? –Se le veían los dientes al lobo.-

-Es la hermana de Claudia, os la hubiera presentado si me dejarais. –Refunfuñó.- De todas maneras, no habla español, aunque os entenderá con el ingles.

-No hay problema, mi inglés es genial... –Los ojitos estrellados de Felipe enfocaron a la joven rubia, que, como si un sexto sentido se activara, se puso en tensión.- Ahh... Ven, preciosa, déjame jugar con ese pelo...

Al margen de los babeos de Felipe, Andrés, ya totalmente despierto, le puso la mano en el hombro.

-Espero que seáis todos felices. –Le dijo, solemne.- Cuídalas bien, parecen buena gente, tienes una hija preciosa.

Le devolvió el gesto, contento de encontrar al menos una persona que se lo tomara con la debida seriedad. Probablemente los demás también pensaran cosas "racionales y lógicas", pero no encontraban la forma de decirlas cuando el bebé estaba ahí, presente, y la situación era tan chocante.

De las chicas, la que peor se lo tomó con diferencia fue Marta, que incluso le dedicó un par de malas miradas, a él exclusivamente, porque con Claudia empezó a hablar de ropa, bebés, y demás temas relacionados con la maternidad.

-"Como si el niño lo hubiera tenido yo..." –Se quejó amargamente en su fuero interno.-

-Espero que sepas en lo que te has metido. –Le indicó Nadia, mientras negaba con la cabeza.- Tendrás que estar a la altura de las circunstancias...

-Yo... –Ana le habló en voz baja mientras Claudia presentaba a Gaby.- Ya lo sabía.

-¿Qué? –Tartamudeó.- ¿Q-quién te lo dijo? ¿Cómo lo supiste?

-Me lo dijo tu hermana... –Ella sonrió, melancólica.- Pero no te enfadas, es que se le escapó... Más o menos...

Se tendría que haber enterado después de la Navidad, porque sino, toda la función que había montado para evitar que se diera cuenta no habría servido de nada. Gruñó, irritado, "Laura, ¿Quién sino?"

-Me alegro mucho por ti. –Le dio dos besos en las mejillas.- Seguro que eres un gran padre, y Claudia, Claudia es genial, una gran mujer.

Estuvieron un buen rato hablando e intercambiando comentarios, la velada pudo adoptar también el tinte dramático cuando Felipe, con su inglés cavernícola, intentó echarle un piropo a Gaby, que malentendió lo que quiso decirla y estuvo a punto de tirarle un vaso a la cabeza. Pese a todo, hubo gran acogida a la noticia, y Raúl, visiblemente sosegado, sacó su teléfono móvil y le envió un mensaje a la única persona "de confianza", o al menos lo había sido en el pasado, que no estaba esa tarde en la terraza de la cafetería. No supo si a Estela la alegraría recibir la confirmación, pero al menos era un paso.

Continuará.

PD. Esta parte va especialmente dedicada a todas las "madres" que siguen esta historia, que yo sé que hay más de una. (Gaby, coff coff) El pasado domingo se celebró en España el "Día de la Madre", y bueno, dejar esto como pequeño homenaje tampoco está de paso. Además, ¡Qué le voy ha hacer! Creo, sin muchas dudas, que debo tener algún tipo de fetichismo con las mujeres, en general, y con las embarazadas, en particular. Esos ojos brillantes, las curvas, los cambios, las experiencias, los sabores, la tersura de su piel, su forma inquieta y nerviosa de sonreir... Uy, uy, uy, mejor me freno, demasiado por hoy. Espero vuestros comentarios y, sin más, ¡Qué aproveche!