Eso (19)

Lo bueno se hace esperar... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXXII

Esa mañana no era la mejor para Raúl. Un domingo que había amanecido gris en el cielo, y también en su cabeza. Todo había sido culpa de un par de cubatas mal bebidos la noche anterior, él, poco acostumbrado a los licores destilados, había cedido a las presiones de su grupo de amigos y conocidos, que aludían a que eso de beber solo cerveza estaba pasado de moda.

-"Nunca más..." –Pensó, irritado, mientras se acariciaba la sien con la mano libre que le dejaba el volante, puesto que conducía de camino a casa de Claudia.- "La resaca de la cerveza no es tan dura... Y mira que es difícil emborracharse con cerveza..."

Se miró en el espejo, sus ojos verdes le devolvieron el saludo, unas profundas ojeras se marcaban bajo ellos, y su cara, pálida, aunque eso no sabía si era por su estado anímico o por la escasa luz del día.

Bostezó mientras paraba en un semáforo.

Su teléfono móvil empezó a sonar. La estridente melodía de "El Padrino" agujereó sus oídos, aceptó la llamada rápidamente, queriendo acallar ese sonido que agudizaba su dolor de cabeza.

-¿Sí? –Preguntó, con voz pastosa.-

-Raúl... –La voz de Laura le llegó distorsionada por el aparato, parecía estar en un lugar con poca cobertura.-

-¿Qué quieres? ¿Hay que comprar pan o algo? –El coche de atrás pitó, él avanzó unos metros antes de pararse en el arcén.-

-No, bueno, verás... No es nada preocupante, pero claro, como estamos casi en la recta final... –Su hermana se rió discretamente, Raúl frunció el entrecejo, obviamente se refería al embarazo de Claudia.- Al parecer ella sintió algunos dolores, o contracciones, o algo por el estilo...

-Pero... ¿Pero ella está bien? –Sintió como la resaca le desaparecía a marchas forzadas.-

-Sí, no te preocupes, no te preocupes. Cris nos trajo al hospital, solo te llamaba porque creo que tú llevas la bolsa donde están los papeles de la clínica y todo eso, ¿La tienes tú?

-La bolsa...

La famosa bolsa había sido un motivo de preocupación constante para Raúl en los últimos días, dentro se encontraban, perfectamente colocados, toda la ropa y accesorios que la madre y el niño necesitarían durante sus primeros días de vida, así como papeles y demás pertrechos para la contienda. Claudia, al percibir que Raúl prácticamente empalidecía cada vez que veía la bolsa, le había dicho que, para evitar la tensa situación, la guardara en el armario, o en el maletero del coche, hasta el "Día D", sitio donde en esos momentos estaba.

-Sí, sí la tengo, pero...

Un bostezo le interrumpió las palabras.

-Pues tráela al hospital.

Fisiológicamente, los especialistas dicen que, una vez empieza un bostezo, es imposible de parar hasta que termina. Pues en ese momento, Raúl rompió una de las leyes de la fisiología, dado que su rictus se quedó helado al escuchar la palabra "hospital".

-¿Estáis en el hospital? ¿Pero no decías que no era nada? –Gritó, frenético.-

-Bueno, no es nada... Nada grave. Clau, que se sintió indispuesta de repente, y aquí estamos. –La mujer suspiró.- Bueno, lo dicho, que traigas la bolsa, Cris estará en la entrada.

Y colgó.

La resaca, que hacía unos instantes le atenazaba la mente. había desaparecido por completo, sus ojos, casi cerrados, ahora se abrían de par en par, como los de un búho. No tardó demasiado en llegar al hospital, apurando para pasar los semáforos en ámbar, inquieto por lo que podía suceder, o estar sucediendo, sin que él estuviera cerca para verlo.

El "indispuesta" que su hermana Laura le había comentado resultó ser nada más y nada menos que los primeros empujones que una nueva vida daba para salir al exterior. Cuando Raúl se topó con Cristina en la puerta y esta le dijo que se habían llevado a la alemana al paritorio, no se lo podía creer.

Cuando habían charlado con el ginecólogo y el encargado del hospital, este les había explicado el más que probable proceso que precedería al parto, entre el que estaba, generalmente, largas horas de espera entre las primeras contracciones y la entrada al paritorio, tiempo que se vería aún más prolongado dado que Claudia había optado por un parto lo más natural posible; ni acelerantes, ni intervenciones quirúrgicas innecesarias, con especial mención a la cesárea, que la alemana no quería a menos que hubiera riesgo vital de por medio, y sin olvidar la que más escalofríos le causaba a Raúl, sin epidural.

-"Para una vez que tengo un hijo, quiero sentir como lo traigo al mundo." –Había replicado la alemana cuando él insinuó que la epidural podía estar bien.-

-"Pero sufrirás más..." –Se quejó el chico.-

-"Merece la pena, recordaré ese dolor en el futuro y querré más a la criatura." –Lo dijo de una forma tan solemne, incluidos ojitos brillantes, que Raúl no pudo más que suspirar y asentir. Ella era demasiado terca, demasiado alemana.-

Cristina le condujo a la Sala de Espera donde aguardaba Laura, que ya se mordía las uñas, inquieta. Casi por arte de magia, apareció una enfermera con una carpetita, de la que extrajo un par de papeles y empezó a leerlos.

-Claudia Schoeder, ¿Verdad? –Lo recitaba más para sí misma que para ellos.- En el contrato firmado con su especialista constaba la petición de que una persona estaría en el paritorio con ella y grabaría el advenimiento.

La enfermera dejó de mirar los papeles y les clavó la mirada directamente a ellos, la Sala de Espera estaba sorprendentemente vacía a esas horas, supuso que hasta a los niños nonatos les daba pereza madrugar tanto. A Raúl le llamó la atención el horripilante broche que la enfermera llevaba en su uniforme, un Sol con enormes gafas y boca sonriente, aparte de la sutil forma de hablar de un nacimiento, eso de "advenimiento" le sonaba más a traer al mundo un demonio.

-Ah, sí, la cámara, tengo la cámara... –Raúl abrió uno de los bolsillos de la pesada bolsa y extrajo la cámara, preparada la ocasión.- Aquí.

-Y bien... ¿Quién entrará al paritorio? –Enmarcó una ceja, como si tuviera que resaltar lo evidente.- Solo puede hacerlo uno.

Cristina y Laura le miraron, la enfermera también. Lo habían comentado alguna vez, la idea de que la persona en concreto fuera Raúl, por el motivo obvio de que aparte de ser el "macho inseminador" también era el "padre" de la criatura. El chico intentó hacer fuerza con las rodillas para levantarse, pero no pudo moverse ni un centímetro.

A la hora de la verdad, cuando Claudia más le necesitaba, y se quedaba congelado. Tenía miedo, un miedo apabullante que hasta le dificultaba el respirar. Las dos mujeres intercambiaron miradas, Laura se apartó el pelo de la cara, exasperada.

-Hombres... –Le quitó la cámara de las manos.- A la hora de la verdad, todos unos cobardes...

-Acompáñeme, por favor.

Un segundo después, Laura y la enfermera del broche hortera habían desaparecido por un recodo del pasillo. Raúl se dejó caer apesadumbrado en uno de los sillones, Cristina se sentó a su lado, dándole un par de palmaditas en el hombro.

-No te preocupes, es normal. –Chistó.- A mí también me daría infringe respeto algo así... Laura lo hará bien, total, ¿Sabes de algo que la sorprenda? Y para Claudia también es mejor, ¿O crees que el haber entrado tú, pese a estar más nervioso que ella, le hará bien?

Raúl apreció el gesto de Cristina, intentando consolarle, aunque no pudo evitar pensar que el tenso silencio que se produjo después fue culpa de su cobardía. El chico intentó distraerse, mirando a su alrededor, la Sala de Espera estaba bien cuidada, había algunas revistas, los sillones eran cómodos, un fícus le daba el toque natural al lugar, y un ventanal tintado dejaba entrar el Sol justo para no ser molesto a los ojos. Se notaba que era un Hospital privado.

-Ya sé, iré a por unos cafés de la máquina... –Le volvió a golpear en el hombro.- Así nos despejamos todos un poco.

Raúl no tuvo tiempo de decirle que el café no era santo de su devoción, aunque realmente no habría podido articular ninguna palabra entendible, dado que tenía la garganta completamente seca.

Un par de minutos después, tenía un humeante vasito entre las manos, el olor ocre del café de máquina le gustaba, pero el sabor era otra cosa, en definitiva, un líquido intragable. Cristina intentó distraerse con una revista, Raúl simplemente apoyó la cabeza en el respaldo del sofá, sujetando el cálido recipiente entre sus manos...

Y el tiempo pasó.

Cuando volvió en sí, no habría sabido decir a ciencia cierta si habían pasado diez segundos, diez minutos o diez horas.

-Eh... –Carraspeó, con voz extraña.- Oh... Me he quedado traspuesto...

-¿Traspuesto? –Cristina le miró, sorprendida.- ¿Te has quedado dormido con los ojos abiertos?

-¿Qué? Vaya... –Dio un ligero respingo al darse cuenta de que ya no estaban solos en la Sala de Espera, sino que había dos hombres más y una mujer mayor.- Que patético, dormirme en un momento así...

Mentalmente no pudo evitar felicitarse; aparte de dormirse con los ojos abiertos, había mantenido el vasito entre sus manos, sin derramar ni una sola gota de café, ahora convertido en una extraña mezcla fría y grumosa. Por la ventana, pudo ver como el Sol ya despuntaba bien alto, lo que indicaba que sin duda habían pasado varias horas.

-"¿Cómo estará Claudia?" –Se mordió la cara interior de la boca, una costumbre muy suya.- "¿Estará saliendo todo bien?, ¿Tardará mucho más? Dios, ojalá que esté bien, todo bien, todo bien..."

Cristina le dio una revista, e incluso intentó darle conversación, todo con el objetivo de distraerle, pero aún así, el tiempo, que había pasado a una velocidad increíble hacía unos instantes, parecía ahora jugar en su contra.

-No te preocupes... –La repetía Cristina, una y otra vez.- Seguro que las dos están bien.

-¿Las dos? –Preguntó, sorprendido, cuando cayó en la cuenta del plural.- ¿Qué dos? ¿Le pasa algo a Laura?

-Será posible... –La mujer abrió los ojos, sorprendida.- ¿Será posible de que seas el único que aún no sepa que el bebé es una niña?

Raúl emitió un ligero jadeo que llamó la atención de sus compañeros de sala.

-Si hasta Claudia quiso saberlo hace unos días... –La amiga de su hermana intentó disimular la sonrisa.- Por favor, siempre eres el último en enterarte de todo, a ver si espabilas...

-"Una niña, una niña, una niña..." –Repitió una voz en su cabeza.-

-Otra chica más... –Cristina le golpeó cariñosamente con el codo.- Parece que tu destino es estar rodeado de mujeres para siempre, ¿Verdad?

-"Una niña, una niña, una niña..."

Un rato después, por el mismo pasillo del que la habían visto partir, llegó Laura, con un semblante en el que se podía leer claramente "todo ha ido bien", sonrisa cantarina incluida.

-¿Qué tal? –Preguntó Cris, inquieta.- ¿Cómo ha ido todo?

-Puaff... –Su hermana hizo varios aspavientos, mientras zarandeaba la cámara de video, sujeta en una de sus manos.- ¡Ha sido súper gore!

-"¿Gore?" –En lo recóndito de la imagen de Raúl se formó la imagen de una sala de operaciones encharcada de sangre, pudo notar las nauseas llegándole al estómago. Se obligó a pensar en otra cosa.-

-O sea, no, gore no, intenso, sí, a eso me refiero. –Continuó con los aspavientos.- Teníais que haber estado ahí, resulta que al principio Clau no dilataba lo suficiente, y el médico ha sugerido que quizás una cesárea estaría bien...

-Laura... –Cristina intentó apaciguar a la animosa chica, que parecía entusiasmada con su historia.-

-Y Claudia ha dicho "Eso ni en broma", y ha amenazado con levantarse e irse si intentaban rajarla. –Emitió una sonora carcajada.- Teníais que haber visto a la matrona, intentando convencerla de que se calmara. Y a la enfermera le entraba la risa, y...

-Laura... –La apremió de nuevo, más impaciente.-

-Pero no os preocupéis, lo tengo todo grabado, menos mal que la cámara esta es de disco duro y no me ha faltado memoria, pero necesitaré otra batería, ¿Traéis otra en la bolsa?

-¡Laura, joder! –Cristina la zarandeó, enfurecida.- ¡Qué nos digas como coño están las dos!

-Eh... Claro, sí, perfectamente, al final todo fue perfecto, dilató, y todo genial. –Su hermana le miró directamente a los ojos.- Eres el padre de una sanísima niña, y la madre, en cuanto descanse un par de días, estará tan fresca como siempre, o incluso más.

En ese momento Raúl debió quitarse de encima aproximadamente diecisiete mil toneladas, un peso que le había agobiado desde el día en el que le habían realizado la irreal propuesta de ser un "inseminador", que se había visto incrementado cada día del embarazo, para concluir en esos momentos.

-¿Podemos ir a verla? –Solicitó Cristina.-

-Sí, me han dicho que en un rato vendrá una enfermera a buscarnos. –Laura aprovechó para sentarse, dado que también estaba agotada, aunque la sonrisa no se la borraba nadie de la cara.-

Ese "en un rato" se convirtió en una gran espera, tiempo que resaltó algo que con la tensión habían olvidado, estaban muertos de hambre.

-Psé... –Se quejó su hermana.- Pues como tarden más en venir a buscarnos, tendrán que mandarme un mensaje a la cafetería... Y mira que el hospital es privado...

Interminables minutos después, finalmente llegó la enfermera en su busca, conduciéndoles por un las largas galerías del hospital, mientras les comunicaba que "La paciente ya había sido transferida a planta".

El número de la habitación que le habían asignado era la 122, curiosamente, en la mente de Raúl se dibujó la matricula de su coche, en la que también estaba incluida ese número, ¿Casualidad? Se reprendió duramente por pensar en una estupidez así en un momento como ese.

Fue el último en entrar, inquieto, no sabía con qué cara podría mirar a la alemana después de su acto tan cobarde. Al ser empujado adentro, intentó mirar a cualquier otro lado menos a la mujer. La habitación estaba bastante bien, era espaciosa, individual, con un bonito baño, unas ventanas que daban a un patio con flores, una televisión y una gran butaca donde probablemente podría descansar el familiar de turno.

-¿Cómo estás? –Preguntó Cristina, con una sonrisa melosa.-

-Bien... Cansada... –El tono de voz de la alemana era frágil, como si efectivamente estuviera agotada.-

Raúl no pudo hacerse el distraído más tiempo y miró a la mujer, que en ese momento también le estaba mirando a él. Efectivamente, mostraba un aspecto cansado, con una tez pálida que le preocupó. Sin embargo, todas sus intrigas mentales desaparecieron cuando comprobó que la mujer le dedicaba una pequeña sonrisa y una mirada alegre.

-¿Te encuentras bien? –Le preguntó la mujer.-

-Eso... –Suspiró.- ¿Eso no debería preguntarlo yo?

La mujer dio un golpecito en su cama, y él se aproximó. Ella atrapó su mano cuando estuvo cerca de la suya, en un cálido abrazo de dedos, un "Todo va bien".

-Oye, ¿Y la peque? –Cristina les sacó de su particular burbuja de miradas.-

Casi como atendiendo a su llamada, una enfermera apareció empujando suavemente una cuna, la acomodó en uno de los lados de la cama de la alemana, la felicitó, y se marchó diciéndoles que antes de coger al bebé se lavaran las manos.

-Uaaa... –Cris se asomó a la cuna, destapando ligeramente a la criatura.- Es preciosa.

-Como los padres. –Añadió Laura, que cogió a la niña y la acomodó junto a su madre.- Con esos genes, ¿Cómo no iba a ser tan bonita?

Raúl estaba en un estado catatónico, ver esa cosita tan delicada al lado de Claudia, tan pequeñita, tan bonita...

-Es... –Fueron las únicas palabras entendibles que pudo farfullar mientras luchaba porque sus vidriosos ojos no se llenaran de lágrimas.- Es un bebé... Un bebé...

Capítulo LXXIII

Los primeros días en el hospital estuvieron llenos de pequeñas experiencias y detalles que tanto Raúl como el dúo diabólico no quiso perderse. Pese a ser un hospital privado y gozar de ciertas libertades, tanto de visita como de permanencia, a la jefa de las enfermeras los gritos histéricos de Laura y Cristina, cuando la pequeña hacía alguna gracia, la traían por el camino de la amargura. Les había llamado la atención tantas veces que raro era el día que no viniera, ya fuera para pedirles que guardaran silencio o para vigilarlas de cerca.

Para Raúl hubo tres momentos especialmente emotivos e intensos. El primero, cuando Claudia le aclaró que el nombre elegido había sido el de "Eva", que era uno de los que él había propuesto, cuando tuvieron esa charla, tiempo atrás. Eso hizo que se le encendieran las mejillas, cohibido, a fin de cuentas, no todos los días se le pone nombre a una persona. El segundo fue cuando las chicas insistieron en que cogiera a la pequeña en brazos, cosa que él no quería hacer ni en pintura, puesto que le parecía tan pequeña y delicada que temía que si la tocaba se rompiera. Finalmente, tras ponérsela Cris en el regazo, no tuvo más remedio que hacerlo. Era el primer bebé que cogía, y todo resultaba extraño y sorprendente para él, pesaba como un gatito, tenía el cuerpo caliente, hacía ruiditos propios de bebé. En definitiva, era un bebé.

El tercer momento especial fue la primera vez que vio a Claudia amamantar a la criatura. Claudia y Laura estaban en la cafetería, por lo que en la habitación tan solo estaban los tres, generalmente, él huía cuando escuchaba algo así como "Hora de darle de comer", receloso de tener que compartir esos instantes, le daba "cosa". Pero ese día le habían hecho una encerrona, y no podría huir sin ser demasiado evidente, así que intentó concentrarse mirando la televisión.

Sin embargo, no pudo evitarlo. Al principio giró ligeramente los ojos, mirando de soslayo. Después, un poquito más el cuello. Finalmente... Se amonestó mentalmente. Esa era una escena tierna y natural, realmente no se le ocurría una escena más natural posible, pero aún así, no podía evitar encontrarle el sentido erótico, mientras que para Eva solo eran fuentes de un alimento que devoraba de forma voraz, para él eran dos pechos preciosos, hinchados, y profundamente apetecibles.

Con los escotes femeninos le pasaba como con los eclipses, sabía que no debía mirarlos fijamente, pero...

-"El que esté libre de pecado que tire la primera piedra." –Se decía, abochornado por su actitud.-

Solía sentarse a un lado de la cama de la alemana, durante largos periodos de tiempo, sin decirle nada interesante, simplemente la cogía de la mano, la acariciaba, de vez en cuando intercambiaban miradas... Era todo lo que necesitaban el uno del otro. El día antes de irse del hospital le surgió la intensa necesidad de besar a Claudia.

-¿Puedo besarte? –Preguntó, cohibido de nuevo.-

-¿Y tienes que pedir permiso? –La rubia sonrió, había recuperado poco a poco el color en el rostro, ya era la mujer espléndida de siempre.-

-Es que...

-Es que, ¿Qué? –Le retó ella.-

Se fundieron en un beso largo, que derivó en un semi-abrazo que mantuvieron durante un buen rato, tanto que una de las enfermeras les pilló in fraganti, ocasionando que el pobre Raúl aludiera, totalmente rojo, que no estaban haciendo nada, que era todo un error. La enfermera acabó por reírse de él y sus gestos, lo que al menos le relajó.

Pero más momentos de azoramiento tendría Raúl de por medio, dado que unos días después de instalarse en la casa de la mujer, Eva incluida, le informaron de que los padres de la alemana llegarían esa misma tarde.

Empezó a dar vueltas por la casa, buscando sus cosas, metiéndolo todo aprisa en una maleta, pese a que la mujer le decía que no pasaba nada, que ya les daría una buena excusa que justificara su estancia en el apartamento. Cuando finalmente sonó el timbre de la puerta, Raúl no pudo pensar más que "Tierra, trágame."

La familia de Claudia era, aparentemente, una familia normal. Sus padres y su hermana llegaron, llenándolo todo de alemán, de maletas, y de abrazos, tanto para la madre, como para Eva. Durante los primeros quince minutos de la llegada de sus progenitores, Raúl dudó siquiera en que hubieran reparado en su presencia. Casi estuvo tentado a irse mientras no le vieran...

-Este es Raúl, mamá. –Dijo Claudia, volviendo al español.- Es el hermano de una amiga, me ha estado ayudando todos estos días, llevándome con el coche y atendiendo mis recados.

-Encantado. –Raúl extendió la mano para estrechar la de la mujer, y se sorprendió cuando esta se inclinó hacia él para darle dos besos.-

-Gracias por cuidar de mi hija. –La madre le regaló una de esas sonrisas que tantas veces había visto en la hija.- Eres un buen chico.

Tanto el padre como la madre hablaban español perfectamente, acento de por medio, al parecer, el veranear tantas veces en la costa española, especialmente en la colonia alemana de Mallorca, les había reportado un uso del lenguaje bastante avanzado. La madre era una mujer madura, que, pese a todo, conservaba un atisbo de lo que en el pasado debía haber sido una belleza imponente. A Raúl le gustaban mucho ese tipo de mujeres, las encontraba atractivas, y, para su consternación, se encontró imaginándose como estaría la madre de Claudia desnuda, pensamiento que apartó de su mente mientras apretaba la mano del padre. Este tenía dos rasgos particulares, primero, que le sacaba una cabeza a Raúl, segundo, que le quedaba poco pelo. Era uno de esos hombres con una cara de bonachón que no puede con ella, le dio una palmadita en el hombro con sus enormes manos y también le agradeció todo lo que había hecho por su querida hija.

-Espera, que te presento a mi hermana. –Claudia fue al salón a recoger a su consanguínea, que mecía en esos momentos a la pequeña Eva.-

Al entrar todos, Raúl la había visto de refilón, recordándola como la chica de la foto, Gaby, pero su reacción fue tan simple como parpadear y frotarse los ojos, sorprendido.

-Gaby, este es Raúl, Raúl, Gaby. –Murmuró la mujer, mientras traía a su hermana. La rubia se acercó hacia el chico y habló solo para él.- Ten paciencia con ella, no habla ni una pizca de español...

Gaby era... Era. Con una piel del color de las perlas, una larga cabellera de oro que le llegaba casi a la altura del trasero, un rostro armonioso, unos ojos verdes calcados a los de su hermana, y especialmente una boquita de labios finos y apetecibles.

-Eh... Encantado... –Musitó, tremendamente cortado, mientras inclinaba ligeramente la cabeza.-

Si tenía una imagen estereotipada de lo que podían ser las valkirias, entonces Gaby entraba en la ese estereotipo. Bueno, quizás salvo por su escote, pequeño, pero a ella se le perdonaba, su belleza, totalmente natural, era propia de una chica que hubiera realizado un pacto con el diablo. Claudia era preciosa, pero era más una "alemana andaluza" que otra cosa, mientras que Gaby era "alemana alemana alemana", de pura raza y condición.

El saludo de la hermanita de Claudia, de 17 años, fue una inclinación de cabeza y un "hola" en alemán, que, pese a ser una lengua ruda y ronca, en su boca sonó preciosa. Afortunadamente para Raúl, los demás no notaron su ensimismamiento porque Eva empezó a quejarse en su cunita, reclamando atenciones.

-"Dios... La madre parece haber sido preciosa, las hijas lo son..." –Se frotó la frente, incrédulo.- "Si Eva sale como ellas, va a volver locos a todos los chicos del mundo... Que miedo..."

Los siguientes días no fueron buenos para él, debido a la visita familiar no podía estar con Claudia y Eva tanto como le gustaría, apenas si podía pasarse por ahí con alguna mala excusa, saludar, y volver a irse. Afortunadamente, los padres de la alemana se tuvieron que marchar una semana después, aludiendo a que tenían algunos compromisos laborales irrompibles. Pese a todo, ambos prometieron pasar el verano con su hija.

Gaby pudo quedarse, aunque aún tenía clases, ya había realizado los exámenes finales, así que se ausentó de las clases con la autorización de sus padres. En cierto sentido, Raúl no se alegró de la permanencia de la chica, aparte de que no podía comunicarse con ella, tenía la sensación de que le miraba raro, como recelosa o desconfiada, y eso a él le ponía de los nervios.

-Oye... –Aprovechó un rato que Claudia y él se habían quedado a solas, dado que Gaby estaba jugando con Eva.- ¿Soy yo, o tu hermana me odia?

-¿Odiarte? No, que va... –Se le escapó una pequeña risotada.- Es solo que no sabe como clasificarte.

-¿Clasificarme?

-Sí, bueno, no sé si habrías estado de acuerdo... –Se mordió el labio ligeramente, a modo de excusa.- Pero ella sabe lo nuestro, todo, es decir, sabe que eres el padre de Eva...

-Qué...

-¡Perdona! Es que yo no tengo secretos para mi hermana, además, lo iba a saber tarde o temprano, y...

Raúl desconectó ligeramente, incapaz de escuchar las palabras de la preciosa rubia. Las miradas ahora tenían una razón de ser. ¿Cómo mirarías a alguien poco mayor que vosotros y que ha dejado embarazada a vuestra querida hermana?

-Raúl, ¿Estás enfadado?

Volvió al mundo real cuando la mujer recostó su cuerpo sobre su costado, escote por delante, para pedir su atención.

-Lo siento, debí haberte pedido permiso, es algo que tendríamos que haber decidido entre los dos...

-No, no... No pasa nada... –Suspiró.- Dile que ya sé que lo sabe, así al menos no me tendré que comportar como el chico de los recados.

-Oye, pues eso de que hicieras tu solo la compra fue muy práctico.

-Soy un hombre objeto... –Se quejó él, lastimero, mientras dejaba que una de sus manos le buscaran las cosquillas a la mujer.- Pobre de mí, explotado y sin ninguna compensación...

Ella atendió a sus caricias con las suyas, hacía tiempo que no se tocaban al menos de "esa" forma. Era agradable sentir de nuevo el tacto de su piel, ver como sonreía o se estremecía, dependiendo de donde se atreviera a tocar.

-Ahh... Cuantas cosquillas tienes... –Susurró él, mientras soplaba en su oreja, provocándola un escalofrío.- ¿Y que pasará si toco aquí?

Una de sus manos había penetrado ya la camisa de la mujer, acariciando su vientre, que poco a poco recuperaba la forma original, a un ritmo tan sorprendentemente como el que había tenido para crecer, su ombligo, subiendo hasta el nacimiento de sus pechos, percibiendo el sutil tacto que estos tenían...

Y cuando estaba a punto de lanzarse más arriba, un "ejem ejem" en la puerta le hizo detenerse en el acto. Como supuso, ahí estaba Gaby, observándoles con una oreja arqueada. Para su desgracia, tuvo dificultades para sacar la mano de entre la ropa de la mujer, dado que había quedado atrapado entre la tela y el cuerpo de esa. Mientras él se perturbaba profundamente, Claudia mantenía su sonrisa impertérrita, le soltó un par de frases en alemán a la chica, esta respondió y ahí quedó la cosa. Raúl, una vez libre, aprovechó para ir a tomar el aire un rato, que buena falta le hacía.

Tenía un deseo creciente de estrechar a Claudia entre sus brazos, de besarla, de tocarla donde y de la forma en que tanto le gustaba, quería estar con ella, a poder ser a solas, pero siempre que intentaba hacerlo, ahí aparecía Gaby, con un sorprendente ataque de labia, y su hermana no se contenía, hablaban y hablaban durante largas jornadas, íntegramente en alemán, por lo que Raúl, cansado de no entender nada y estar aislado, terminó pasando el tiempo con Eva, contándole batallitas como si la pobre pudiera entenderle.

Otra cosa que también le sorprendía era que no había visto el pelo ni de Laura ni de Cristina desde hacía varios días, cosa extraña, cuando se podía decir que ambas tenían ahí su segunda residencia.

Una noche, mientras volvía de tirar la basura, se topó con Gaby en el pasillo, esta le miró con su habitual condescendencia, provocando en Raúl el "hola" desanimado de siempre, pero, como novedad, la chica extendió su mano y cogió la suya, obligándole a seguirla, entrando en el cuarto que Claudia la había dado el primer día.

Raúl receló cuando la chica cerró la puerta tras ella. ¿Los dos a solas en una habitación? Peligro, peligro.

-Eh... –Carraspeó.- Esto no está bien.

La muchacha respondió algo en alemán, pero como a Raúl tanto el alemán como el chino le sonaban a jerga indescifrable, acabó por alzar los hombros en el inequívoco gesto de "No te entiendo". La chica pareció replantearse su estrategia, pasando al lenguaje por mímica, cual concurso de "Adivina qué película estoy haciendo". Al principio fue todo ridículo, pero Raúl terminó por abrirse, participando en la cosa.

Gaby señaló hacia fuera, en dirección al cuarto de Claudia.

-Tu hermana... –Murmuró el joven.-

Hizo el gesto inequívoco del vientre de una mujer embarazada, y después le señaló a él.

-Embarazada... Yo... Eh... –Tosió, ligeramente azorado.- Sí, yo...

Volvió a señalar hacia el cuarto de su hermana y hacia él, para luego juntar sus dedos.

-Claudia y yo, ¿Juntos? –Asintió.- Sí, juntos.

Hizo como si meciera a un bebé, y volvió a señalarlo a él, para después alzar las cejas, sarcástica, o quizás escéptica.

-Eva y yo, ¿Qué pasará con nosotros? –Esta vez fue él el que intentó expresar sus dudas sobre el futuro, y no tuvo que esforzarse mucho para que la chica lo captara, como si llevara el miedo escrito en el rostro.-

Finalmente, Gaby se señaló a si misma, después a él, y después...

-¿Teta? –Su desconcierto fue mayúsculo. La chica había, inequívocamente, puesto su mano sobre su seno izquierdo.- Tu y yo... ¿Teta?

La chica repitió el gesto.

-Ah, espera, espera, corazón, ¿Es corazón? –Dibujó un corazón en el aire, para asegurarse, la chica asintió.-

Ella repitió los gestos, y añadió un "danke" al final, que él si pudo llegar a entender. Intentó buscarle significado a la frase, "¿Te doy las gracias de todo corazón?". Él asintió, ligeramente azorado, Gaby suspiró y se aproximó hacía él, abrazándolo. Desde que había llegado, era la primera vez que le tocaba fuera de un apretón de manos. Le gustaba. Como había supuesto, la chica tenía una fragancia débil y tan delicada como su belleza. Raúl no pudo evitar corresponder a su abrazo y pegarla aún más a su pecho.

Y en esas estaban, cuando el "toc toc" de la puerta, y su posterior apertura, hicieron que Claudia les viera en su "momento abrazo fraternal". Esta pareció sorprendida al principio, parpadeó, sonrió... Y cerró la puerta.

Raúl se separó de Gaby, para un segundo que habían tenido contacto, les había tenido que ver su hermana. ¿Se habría formado una idea equivocada? ¿Creería que había más donde no había nada? Se despidió de Gaby y fue tras la mujer, que estaba en la cocina.

-Eh... Claudia... –Tragó saliva.- No es lo que crees... No estábamos haciendo nada malo... No...

-¿No es lo que creo? –Al principio intentó disimular, adoptando una postura seria, que en ella quedaba sobre-actuada, finalmente, no pudo evitar volver a sonreír y guiñarle el ojo.- Me alegro de que al final os llevéis bien, ya era hora.

-Sí, sí, nos llevamos mejor, pero solo eso, solo eso. –Hizo énfasis en esa parte de su alegación.- Ni la he tocado, ni un beso, ni nada... ¡Pero si ni siquiera puedo hablar con ella!

-Calma, calma... –La chica le puso las manos sobre los hombros.- Ya sé que no ha pasado nada... Y lo de que no puedes hablar con ella, ¿Tú no hablabas ingles?

-Me defiendo...

-Gaby lo habla perfectamente. –Se le escapó una risita.- Y creo que si no te lo ha dicho hasta ahora, es porque quería tomarte el pelo.

-¿Llevo la palabra "tonto" escrita en la cara? –Se quejó, irritado, recordando el ridículo del lenguaje por gestos que había protagonizado hace un rato.-

Estuvieron trasteando con los platos un rato, finalmente, Claudia retomó la conversación.

-Por cierto, si quisieras hacer algo con ella... –Lanzó, de repente, con toda la naturalidad que pudo.- Yo no me molestaría en absoluto, creo que hacéis buena pareja...

Raúl la miró, bastante sorprendido.

-Además... Así los dos podríais ser felices... –Suspiró.- Estáis en la edad de serlo.

Capítulo LXXIV

Entre los rasgos característicos de Raúl estaba el de dar muchas vueltas a las cosas, llevarlas al punto que pocas personas lo harían, en definitiva, era de los que "se comía mucho la cabeza", y la mayor parte del tiempo, por tonterías.

Las palabras que Claudia le había dicho en la cocina, hacía unos días, seguían retumbando en su cabeza, como un eco distante de algo grande y pesado que debía de afrontar tarde o temprano.

Esos días se interesó por Laura y Cristina, que estaban en etapa vegetativa, deambulando por la casa de su hermana, viendo los días pasar, como en los boleros. Se aferraba a cualquier excusa para estar el menor tiempo posible con las hermanas Schroeder, no se sentía con fuerzas para encararlas, en especial a Claudia.

Un día, al entrar a casa de su hermana, sorprendió a Cristina, asomada en la ventana, haciendo una cosa que irritaba profundamente a Laura, una de los pocos hábitos que esta no toleraba bajo ninguna circunstancia, dado que le desagradaba a más no poder. Estaba fumando.

Como una quinceañera sorprendida, apagó la colilla y la lanzó al vacío.

-No se lo digas a tu hermana. –Solicitó, suspirando.- Se enfadará.

-No sabía que seguías fumando. –Raúl se lanzó al sofá, sin darle ninguna importancia a lo sucedido.-

-Bueno, es una de esas manías... –También se sentó, dejando un espacio entre los dos.- Tan solo lo hago cuando estoy nerviosa por algo, no sé, me relaja.

-¿Y qué es lo que te pone nerviosa? –Lo preguntó como quien habla del clima, sin intencionalidad.-

-Pues... –Cristina chistó.- Tú.

-Eh... –Parpadeó un par de veces, incrédulo.- ¿Yo?

-Tranquilo, no me hagas caso, serán tonterías mías.

-Por algo te pondré nerviosa, ¿No? –Estaba muy interesado en saber qué era tan importante en él como para perturbar a Cristina, tan independiente como ella era.-

Estuvieron un rato en silencio.

-¿Te sabes la del Perro del Hortelano? –Preguntó la mujer finalmente.-

-¿Qué ni come ni deja comer?

-Ese, sí. –Arqueó una ceja.- Pues tú eres básicamente lo mismo.

-No te entiendo. –Realmente no le encontraba el punto a la conversación.- ¿Por donde van los tiros?

-Con tus relaciones, Raúl, con tus relaciones sentimentales. –Bufó.- Deberías aclararte un poco, por ti, y por los demás.

-¿Mis relaciones? –O era tonto, o se le seguía escapando algo.-

-Te hablo de Claudia... De tus amiguitas... –Se le escapó un gruñido.- Y de Laura.

-Bueno, bueno, tanto como llamarlo "relaciones sentimentales"... –Intentó esbozar una sonrisa para descargar el ambiente, que empezaba a ponerse tenso.- Yo no diría tanto...

-Ese es el problema, que no valoras lo que tienes. Supongo que lo ves como algo normal en tu vida, como si todo el universo girara en torno a tu persona y los demás vivieran por y para ti. No es justo, Raúl, no es justo.

-¿No es justo? –Frunció el ceño, empezando a molestarse.- Lo que no es justo es que me hables como si yo fuera de vanidoso y prepotente por la vida, creo que no lo soy.

-Lo eres, quieras o no, lo eres. –Asintió, intentando darle más fuerza a sus palabras.- Es por tu vanidad y tu prepotencia por lo que sigues jugando con todo.

-Yo no juego con nada. –Exclamó.-

-¿No juegas con Claudia? ¿Y con tus amiguitas? ¿Y con tu hermana por partida doble? –Se apartó el pelo del flequillo que le había caído sobre los ojos.- Si hasta juegas contigo mismo al no saber qué harás con tu vida. Eso, para mí, es de una prepotencia absoluta.

-No sé de qué hablas. –No muchas personas le habían hablado así en su vida, porque, aunque mantenían las formas, había golpes muy duros en cada palabra.-

-Oh, bien, hagamos un resumen de acontecimientos para el chico olvidadizo... –Se incorporó, con teatralidad.- A Raulito le gusta que le den las cosas hechas. Yo no soy nadie para criticar tus escarceos amorosos, por mí, como si te tiras a un convento entero, no me meto en eso, es más, lo aplaudiré si se produce, pero me jode, y de qué manera, que estés con unas y con otras al tiempo, aceptándolo como si fuera lo más natural y normal del mundo, sin pensar en lo que esas personas puedan sentir.

-Pero...

-No, déjame hablar. Pongamos el caso de Claudia, por ejemplo, esa chica es un trozo de pan, y vive por ti, por favor, si solo hay que mirarla a los ojos para saber que está totalmente enamorada. –Negó con la cabeza.- No sé si será por las hormonas que aún saturan su cerebro o porque realmente has sabido llegar a su fibra sensible, pero ahora mismo, haría lo que fuera por ti, incluso se casaría contigo si se lo pidieras, por favor...

-Anda ya, Claudia tan solo... –Recordó las palabras de la alemana en su conversación en la cocina, y no pudo evitar molestarse.- Ella tan solo está agradecida, por lo de Eva, y nada más... Solo que ella es... Amable.

-Joder, no sé si eres un imbécil que no sabe nada sobre sentimientos o simplemente te estás riendo de mí.

-Y con todo, ella es...

-Mira, Raúl, por mucho que crea que le gustan o no los chicos... –Arqueó la ceja, cínica.- Si le gustas, pensará lo mismo si eres un tío, una tía o un gato montés. Afronta la realidad, porque sino le harás daño.

-Yo no... –Tuvo muchos sentimientos contradictorios al tiempo.- Yo...

-Y bueno, a pesar de todo, de estar con ella, incluso vivir prácticamente en su casa, no has tenido ningún problema en pavonearte con tus "amiguitas" de aquí para allá, descaradamente.

-Oye, oye, oye, eso no es verdad, yo no me pavoneo, además, Claudia nunca se ha quejado de...

-¡Normal! ¿Crees que se iba a quejar? A veces hay más dolor en las sonrisas que en las lágrimas, date cuenta de ello. No te va a reprochar nada, porque no se siente con derecho a hacerlo.

-Pero, pero todo eso...

-Y lo peor, lo que haces con tu hermana, aunque aquí la culpa la tenéis los dos, igual de imbécil, sin duda. –Bufó como una pantera irritada.- Al principio lo vuestro me pareció entretenido y tal, incluso morboso, y hasta nos hemos divertido los tres... Nos lo hemos pasado bien. Pero... Quizás deberías hablar con tu hermana y aclararla qué quieres.

A esas alturas de la conversación Raúl se sentía como una babosa de mar al Sol.

-No me gusta decirlo, pero... Creo que tengo celos de ti. –Apartó el rostro, como si las palabras le dolieran mucho.- Tengo la impresión, y cada vez más fuerte, de que si le pidieras a tu hermana cualquier cosa, incluso que me borrara de su vida, lo haría. Ella está todo el día hablando de ti, y si no habla de ti, piensa en ti. Mientras estabas en la universidad era prácticamente una seta, aquí, en el sofá, todo el día, me costaba horrores llevarla a cualquier lado, y todo por tu culpa.

Suspiró.

-Y estos días, igual, al parecer le ha dado de nuevo un bajón al ver tus atenciones con Claudia, y Eva, y todo el mundo, menos con ella. –Negó frenéticamente con la cabeza.- Joder, es que pareciera que estáis casados... Y a mi toda esta situación... La odio, la detesto. Sé que se puede arreglar, pero yo no puedo hacerlo, está en tu mano, tienes a todo el mundo en vilo en torno a ti, y eso no es justo, por muy importante que seas en su vida.

Cristina se incorporó.

-No me metería en tu vida personal si esta no afectara de forma directa a la mía. La verdad, me caes genial, me lo paso genial contigo, incluso en la cama, pero... Aclara tus putas dudas, porque sino los que sufran serán los demás. –Suspiró, esta vez liberando tensión, como si se hubiera relajado de repente.- Me voy a mi casa a fumarme otro, me lo merezco...

Caminó con parsimonia hasta la puerta, Raúl pudo entrever por el reflejo del cristal de uno de los armarios del salón, que se giró y le miró durante unos instantes, como queriendo decirle algo más. Finalmente, sin encontrar las palabras adecuadas, abrió la puerta y se marchó.

Él estuvo largo rato sin moverse, acomodado en el sofá, buscando retazos de mentira en las palabras de Cristina, pero sin hallarlos. A fin de cuentas, si se miraba desde cierto punto, lo que había dicho no era mentira. ¿De verdad estaba jugando con las chicas? ¿Era de ese tipo de personas? Definitivamente no, no lo era, y si eso había sucedido, era a causa de su total idiotez, había que cerrar capítulos del libro de su vida, empezaban a ser demasiados para seguirlos todos al mismo tiempo.

Sacó el teléfono móvil de su bolsillo y buscó en la agenda el número de su hermana.

Había quedado con Laura en una cafetería que esta solía frecuentar, concretamente, por unos pasteles de crema tostada que la encantaban.

-"Primero endulzar un poco el ambiente para luego hablar de lo serio." –Pensó Raúl.-

La mujer se mostraba entusiasmada con la llamada de su hermano, hacía tiempo que no salían los dos solos por ahí a tomar algo, cosa que, apenas un año atrás, solían hacer con cierta frecuencia.

-¿Cuánto quieres? –Preguntó ella, de repente, tras engullir un generoso trozo de pastel.-

-¿Cuánto de qué?

-Dinero, si me mandas un mensajito diciéndome de quedar aquí es porque necesitas pasta. –Negó con la cabeza, como si tuviera que vivir esa situación todos los días.-

-No, no, no necesito dinero. –Frunció ligeramente el entrecejo, molesto porque tuviera esa imagen tan poco filantrópica de su parte.- ¿Hay algo de malo en que uno invite a su hermana de vez en cuanto a tomar un pastel?

-No, si por mi encantada. –Partió otro trozo.- Ya pensaba que no saldrías más de la casa de Clau, con lo bien rodeadito de chicas que estás por ahí...

Raúl cortó un trocito de su pastel de nueces.

-Claudia me presentó a su hermana el otro día. –Comentó esta, frunciendo el entrecejo de repente.- Y no sé, no me gustó nada esa chica. ¿De qué va? ¿Crees que es lógico levantarse dos horas antes todas las mañanas solo para arreglarse el pelo? Nada, seguro que se lo tiene muy creído...

-¿Dos horas? No me había dado cuenta de que tardara tanto... –Repuso él, sorprendido realmente.-

-Sí, tu hazte el loco... –Le clavó los ojos, repentinamente molesta.- Pero a mi no me engañas, esa chica es tu tipo, seguro que te pone cachondo a más no poder.

Estuvo a punto de atragantarse con una nuez, que quedó atravesada en su garganta y tuvo que ser ayudada a pasar por un generoso sorbo de agua.

-¿Ves? –Dejó escapar un gran suspiro, exasperada.- Sabía que era tu tipo, desde pequeño siempre te han gustado las princesitas de cuento de hadas, estilo elfa de los bosques, y ella encaja en el perfil.

Bebió más agua.

-Aunque... –Esta vez el rostro de Laura se llenó con una gran sonrisa.- No tiene tetas, y sé que a ti, en concreto, te vuelven loco.

La chica desvió la mirada hacia su propio pecho, más grande que el de Gaby, y amplió aún más su sonrisa, como si fuera una pequeña victoria personal. Raúl se levantó y pidió otra botellita de agua con gas en la barra, azorado. El peor enemigo es el que más te conoce, y en ese sentido, Laura tenía las de ganar.

-Y bien, ¿Ya te la has tirado? –Lo preguntó mientras le miraba directamente a los ojos, esgrimiendo el tenedor como si de una espada se tratase.- ¿Lo has hecho con ella?

-No, no, claro que no... –Intentó resultar lo más convincente posible, dado que su hermana no parecía muy dispuesta a creerle.- Joder, no solo porque hayamos dormido un par de noches en la misma casa quiere decir que me vaya a acostar con ella, ¿Crees que me voy tirando a todas las chicas que se cruzan en mi vida?

Laura arqueó la ceja, recordándole mucho a un famoso presentador de un concurso de preguntas de la tele. Quizás, si se ponía a pensarlo, la verdad es que entre su "círculo de amigas", al menos en las que confiaba de verdad, solo se le ocurría una chica con la que no hubiera compartido lecho, y más bien era porque ella no había querido, o las circunstancias no les habían sido favorables.

-Bueno, lo que quería decirte... –Intentó endulzar su garganta con otro trozo de tarta, pero le supo a cenizas, a fin de cuentas, Cristina tenía razón, el no saber diferenciar entre "amiga" y "amante" le había causado problemas, se los estaba causando, y se los iba a causar. El ciclo de nunca acabar.- He estado pensando últimamente.

-¿Pensando? ¿Tú?

-Ya, graciosa. Escúchame. –Laura le puso pucheritos, dándole a entender que se portaría bien.- Estuve pensando en muchas cosas, por ejemplo, no sé, por decir algo... Hace mucho tiempo que no te veo con un hombre.

-¿Eh? ¿De verdad? –Puso cara de estar pensando en ello.- Pues sí, es verdad, hace tiempo que no voy por ahí a ligar... Casualidad, supongo.

-Bueno, yo creo que puede ser que estés madurando, al menos un poquito. –La chica negó con la cabeza, como si no hubiera nada trascendental sobre ese asunto, y nada más que fuera una simple racha en calma.- Y oye, por mí, encantado, tampoco es que me gustara verte con un chico diferente todas las semanas, o todos los días...

-Vaya, ¿Te alegras de verme solita y sin pareja? –Volvió a sonreír de forma infantil.- ¿Acaso te ponían celosos todos los chicos que llevaba a casa? Vamos, con lo que te divertías tu también al otro lado de la pared... Pero eran celos, ya veo, ya...

-No, no... –Estaba enfocando la conversación desde el punto de vista totalmente equivocado, era exasperante.- Me refiero a...

-¿Entonces estabas celoso o no?

-No, bueno, sí, sí, pero no celoso en ese sentido, solo que... –Frunció el ceño, ahora la cosa se estaba convirtiendo en un interrogatorio a él.- Solo que no gustaba ver a mi hermana en los brazos de cualquiera, no todos los tipos con los te acostabas te merecían, y eso me molestaba, sí, llámalo celos o como quieras.

El semblante de su hermana se iluminó, como si le hubieran dado un pastel nuevo totalmente gratis. Raúl se quejó internamente, aparte de no hablar de lo que él quería, había acabado fomentando precisamente lo contrario. Aún así, no podía sentirse mal, no estaba mintiendo en absoluto, a lo mejor ese era su problema auténtico, que era demasiado ambiguo en cuanto a sentimientos se refiere, que tanto le daba si estaba chispeando o había un huracán. Viendo que no valían las insinuaciones, quiso ser directo.

-Laura, ¿Qué soy yo para ti? –Intentó parecer lo más decidido posible al decirlo.-

-Mi hermano, obviamente.

-¿Nada más?

-Hum... ¿A qué te refieres?

-Bueno, está claro... –Miró a su alrededor y bajó la voz.- Nosotros... Eh... Nosotros hemos hecho cosas que no todos los hermanos hacen, ¿Verdad?

-¿Hablas de sexo? –Decirlo con su tono de voz normal, es decir, escandalosa, y con una total naturalidad, solo le provocó una pequeña taquicardia a Raúl.-

-Sí, sí, de eso.

-Aprecio el detalle del pastel y tal, pero si querías acostarte conmigo, no tenías que haber montado todo este tinglado, con decírmelo bastaba...

-No, Laura... A ver, es que creo que no me estás entiendo... –Dejándose de medias tintas, miró directamente a su hermana.- No es normal que dos hermanos se acuesten entre sí, ¿Entiendes?

-Ya, bueno sí, está claro, pero, ¿Y eso a que viene ahora?

-Porque bueno, he estado pensando, a lo mejor solo por mi deseo, por querer divertirme, hemos estado haciendo que no debiera haber pasado.

-No recuerdo que me hayas obligado a acostarme contigo, es más, creo que fue al contrario... Simplemente, cuando te vi preparado, lo hice... Era más por curiosidad que por otra cosa, bueno, y también para que espabilaras, que te veía muy tímido en ese aspecto, ¿Te ayudo?

-Sí, no, ¡Qué no es eso! Laura, joder, no me confundas, que no es normal, y punto, por muy de ayuda que fuera, los hermanos no deben acostarse juntos. No es... Natural. Y además, no es eso lo que me importa, si solo fuera sexo, no me importaría, pero...

Esta vez fue Laura la que bebió de su refresco.

-Tú sabes que te quiero mucho, y que por ti lo haría todo, no solo porque eres mi hermana, sino porque siempre has cuidado de mí. Por eso, creo que, llegados a este punto...

-Espera, espera, ¿Y esto a que viene? ¿Es que Claudia te ha dicho algo? ¿O es que se lo ha contado a su hermana Rapunzel y esta te ha comido la cabeza?

-No, Laura, no, esto es algo que llevo pensando desde hace un tiempo, nadie me ha dicho nada. –Una mentira piadosa.- Pero creo que no es justo, no quiero que al final pase algo que nos haga daño, o nos distancie, o...

-Entonces... –Se enderezó en su silla.- Me has pedido que viniera a la cafetería contigo solo para decirme... ¿Qué no me vuelva a acostar contigo?

-Baja la voz. –Miró alrededor de nuevo, el resto de clientes parecían metidos en sus propias conversaciones.- Últimamente he estado en una etapa muy loca de mi vida, y ya es hora de encauzar las cosas, quiero tener una vida lo más "normal" posible.

-Quieres tener una vida "normal"... –Asintió.- Entiendo... Y dentro de esa vida "normal" no hay sitio para mí, claro.

-Sí hay sitio para ti, pero no para...

-Ya, ya, entiendo...

Hubo un silencio incómodo que se prolongo durante cuatro o cinco minutos. Laura miraba en derredor, su semblante era serio, y sus ojos, siempre chispeantes, ahora parecían mustios y sin vida. Cuando Raúl la vio así, estuvo a punto de arrepentirse de haber sacado la conversación, total, lo que Cristina le importara le importaba más bien poco, y si para ella dejara de pensar en él como un prepotente vanidoso tenía que hacerle daño a su hermana, sería un prepotente vanidoso durante toda su vida.

-De acuerdo, ¿Y cuando es la despedida? –Dijo ella de pronto, con su semblante infantil acostumbrado.-

-¿Despedida?

-Sí, ya sabes, cuando rompes una relación de este tipo, hay una "despedida", una gran cita para atesorar los grandes recuerdos, y quedarte con las cosas positivas...

-Una despedida... –Pensándolo bien, y con todo lo que habían hecho hasta ahora, una noche más juntos no venía a ser nada del otro mundo.- Bien, bueno, tu dirás.

-Encontraré un día y te mandaré un mensaje, si eso. –Se levantó.- Y ahora me tengo que ir, porque he quedado con una clienta dentro de diez minutos, y no me gusta llegar tarde. ¡Adiós!

Aunque intentó dibujar una sonrisa en su cara al marcharse, Raúl lo tenía claro, en la confusa conversación que habían tenido, la había hecho mucho daño. Además, sus ojos parecían más al borde del llanto que otra cosa, y un último indicador evidente de que estaba tocada era que, rompiendo una regla no escrita que había cumplido durante toda su vida, se había dejado la mitad del pastel sin terminar.

Capítulo LXXV

Los días que pasaron entre su conversación con Laura y la llamada que recibió de esta, fueron un mal trago enorme para él. Por una parte, no se sentía cómodo en casa de Claudia después de las inquietantes palabras que le había dedicado tiempo atrás, y por otro, tampoco quería ir a casa de Laura hasta que esta hubiera dado un primer paso, aceptando la situación. En definitiva, como mal menor, tuvo hacer de guía para Gaby, acompañándola por la ciudad. Fue una tarea bastante pesada de hacer, dado que ella no era una chica que pasara discretamente entre la gente precisamente, y a él le daba mucha vergüenza cuando algunos conocidos o amigos suyos les veían juntos y de paseo. Casi prefería que le vieran con Claudia y Eva, carrito incluido, que con "Rapunzel".

Lo peor de todo es que Gaby era una chica bastante avispada, tenía buena conversación y, una vez superaron la barrera de la comunicación, uno podía pasar ratos entretenidos con solo escucharla. Al menos, para su consuelo, Raúl pudo alardear de su propio autocontrol, dado que no intentó espiarla mientras se cambiaba o se bañaba, esto último muy difícil, dado que tanto Claudia como ella solían bañarse con Eva de vez en cuando, por todo eso de "afianzar los vínculos físicos con el bebé", sin molestar precisamente en cerrar la puerta del baño o cosas por el estilo.

Una mota de felicidad en todos esos reveses que sufría, era que Eva parecía un reloj suizo, no era el típico bebé que llora y llora sin mesura ni tiempo, no, Eva tenía unas horas para comer, y si Claudia no se las saltaba, solía ser respetuosa con las noches y las siestas. Hasta para eso, Raúl no podía evitar que era un disciplinado bebé alemán. Además, había cogido confianza con eso de cogerla, y no era infrecuente verle con la pequeña en brazos, contándole alguna batallita. Como dato curioso, Claudia le había dicho que, si no tenía ningún inconveniente, creía que educarla de forma bilingüe, en alemán y español, sería lo mejor.

-"¿Y podrá aprender los dos idiomas?" –Había preguntado Raúl, intrigado.-

-"Claro, una vez leí que los niños tienen la capacidad innata de aprender cualquier idioma, por muy difícil que sea, mientras que este les sea inculcado desde la cuna. Aún estoy pensando seriamente si hablarle también en ingles para que sea trilingüe..."

-"Pobrecita, estudiando incluso en la cuna..."

-"Al revés, así en el futuro aprobará el inglés sin tener que estudiar, además, que el mundo es comunicación, y cuantas más lenguas hables, más puertas tendrás abiertas."

Inmerso en sus cavilaciones "familiares", Laura le llamó para decirle que esa noche la tenía libre. Él acepto, llevaba tiempo esperando a volver a escucharla, casi se podría decir que acabó sorprendido por lo bien que parecía estar, sin un deje de preocupación en la voz.

Llegada la hora, cuando entraba en la casa de su hermana, se esperó encontrar a Cristina por ahí, pero no al parecer no estaba. Sin embargo, la que si que estaba era Laura... Estaba, pero desnuda.

-Ven. –Le dijo, sin saludo de por medio.-

Él estaba sorprendido, pero no tardó en reaccionar, sabía a lo que iba, eso habían pactado. Se tomó su tiempo en dejar sus cosas, buscando los segundos que no tenía para comprobar, en ese preciso instante, el espléndido cuerpo de su hermana.

Esbelto, fibroso, bien distribuido, con un trasero que provocaba la envidia de propios y extraños, con esos pechos, no muy grandes, pero con la forma de gota más perfecta que podía imaginar, su vientre, marcado, su ombligo respingón, su pubis, cuidado, pero no rasurado por completo. Hasta sus piernas le parecían más estilizadas de lo que recordaba. En definitiva, era una mujer, de los pies a la cabeza.

Cuando estuvieron cerca, Raúl se dio cuenta también de que se había maquillado, poco, muy poco, pero era sorprendente porque Laura rara vez se ponía algo de maquillaje, a menos que no fuera para ir a alguna cena importante, incluso al "salir de fiesta" solía retocarse lo mínimo, tal era su belleza natural. Aún más complementos para su hermosura.

Le apremió a que se quedara en ropa interior y le condujo a su habitación. La cama de la mujer estaba preparada para la ocasión, con unas sábanas suaves de un tejido liviano que no logró identificar, además, la iluminación estaba cuidada, velas incluidas, hasta el más mínimo detalle. En una cubitera descansaba una pequeña botella de cava.

-Lo has preparado todo muy bien. –Se atrevió a decir.- Y tú estás preciosa.

-Gracias, aunque tampoco es nada del otro mundo... –Miró alrededor, intentando expresar su modestia.-

-Y... Bueno... –Se mordió la pared interior de una de sus mejillas, nervioso.- ¿Cómo estás?

-Anda, ven. –Rió ella, dado que su pregunta era un poco simple, considerando la ambientación y el vestuario.- Déjame tocarte.

Raúl se aproximó hacia ella, más cortado de lo habitual. En los últimos meses se había familiarizado con las mujeres, en casi todos los campos, y sin embargo, toda esa situación le imponía un cierto respeto, no sabía cómo tomarse las cosas.

Separó sus labios para recibir el beso de su hermana, pero esta no le besó. Posó su cabeza en su hombro, lentamente. Posó los labios en su cuello, con parsimonia, acariciándole con la mejilla, frotando sus rostros como si fuera la primera vez que se veían, reconociendo sus facciones al milímetro, intentando recordar cada parte de su piel...

Se habían ido pegando tanto que Raúl podía sentir los senos de la chica apoyándose en su tórax, casi podía sentir el sabor de esas gotas divinas cada vez que estos le acariciaban. Sus manos, hasta ahora inactivas, fueron a la espalda de la chica, pero esta no pareció prestarle atención, tan ensimismada como estaba en deleitarse con su epidermis.

Laura finalmente llegó a su boca y le besó, sin lengua, tan solo labios contra labios, le miró a los ojos, buscando algo que Raúl no podía aventurarse a adivinar. Apoyó su oreja contra el pecho del chico, buscando percibir el "tum tum", cada vez más acelerado, de su corazón. Él empezó a sentirse expuesto e inseguro, no comprendía el por qué de esa impresión. Con un ligero empujoncito, Laura le obligó a tumbarse en la cama, el tacto de las sábanas era frío, pero le gustaba. Para ese entonces, Laura ya bajaba por sus abdominales, le causaba un escalofrío en las proximidades del ombligo, para detenerse en la entrepierna, aún cubierta, del chico. Apenas con sentir el aliento de la chica a través de la tela, tuvo el acto reflejo de alzar ligeramente las caderas.

Ella se incorporó y le miró de nuevo a los ojos, Raúl estaba agotado, como en vez de dejarse acariciar durante unos minutos, hubiera estado haciendo un sprint durante ese tiempo.

-¿Tienes sed? –Preguntó ella.-

-S... Sí. –Ciertamente, tenía la boca seca.

Laura se estiró para alcanzar la pequeña botella de cava, descorchándola con bastante habilidad.

-Vaya, no hay copas, iré a por ellas. –Hizo ademán de levantarse, pero ella no le dejó.-

-No, no. –Negó con la cabeza, sugerente.- Tu copa, soy yo.

Se arrodillo en la cama, con las piernas juntas, muy juntas. Acto seguido, y para sorpresa de Raúl, volcó poco a poco el contenido de le botella sobre sus senos y su vientre, pasando este a acumularse entre las piernas juntas, como si fuera una resplandeciente copa de carne.

-Bebe.

Observó como los pezones de su hermana se ponían erectos, poco a poco, a causa del contacto del gélido líquido sobre su piel. Era una visión tan erótica que a duras penas pudo mantener el sentido común para cumplir las ordenes que le daban. Se inclinó hacia su hermana, bebiendo, poco a poco, el dorado líquido que retenía entre sus prietas piernas. Conforme bebía, ella se inclinaba levemente hacia atrás, provocando que el líquido fuera acumulándose entre la parte interior de sus muslos, y, con un irresistible jadeo, dejó a entrever que el líquido había penetrado en lo profundo de su secreto.

Era indescriptible, sentía el cosquilleo de las burbujas recorrer su lengua y su boca, y tan solo quería beber más y más, para poder llegar a lo mejor, lo que ya hubiera penetrado en el cuerpo de la chica. Seguro que las burbujas le estaban deleitando tanto a ella el tacto como a él el gusto.

-Todo, bébetelo todo...

No hubiera necesito la indicación, aprovechando que Laura iba alzando ligeramente las caderas poco a poco, para facilitar su acceso, siguió vorazmente el curso que el líquido había seguido, cercándolo finalmente en la Cueva Sin Fin, donde, sin pedir permiso pero con la mayor delicadeza del mundo, dejó a su lengua penetrar, barriendo al mismo tiempo las burbujas y las miles de terminaciones nerviosas de la mujer. El sabor estaba a punto de llevarle al éxtasis, era una mezcla de la que no podría cansar nunca, por muchos litros que vertieran.

-Mmmm... –La complaciente lengua de Raúl causaba estragos en las zonas erógenas de la mujer, y su voracidad, la aproximaba cada vez más rápido al delirio.-

Bebió y bebió, buscando retener en su paladar hasta la más mínima gota de líquido que hubiera penetrado en ese sitio. No fue consciente de que la respiración de su hermana se aceleraba, ni siquiera del movimiento inconfundible de sus caderas, o del sonido de sus jadeos, ahogados por una timidez repentina y desconocida. No, él en esos momentos continuaba buscando un poco más de ese hidromiel que le volvía loco, hurgaba por más y más sitios, cada vez más hondo. Hubiera deseado tener una lengua más larga para poder llegar hasta el final, pero no desistió, no, era un naufrago que llevaba años sin comer y al que habían ofrecido un banquete de gala.

Finalmente, Laura estalló en un gran orgasmo para ella desconocido hasta ahora. Intentó reprimir los gemidos en su garganta, las lágrimas en sus ojos e, incluso, intentó controlar esa sensación de efervescencia que nacía en su sexo y colmaba todo su cuerpo de una electricidad, bendita electricidad, propia de una corriente de calidez divina. Por unos instantes no fue dueña de su cuerpo, tan solo sintió las ondas sísmicas del placer recorrerla, una y otra vez, de forma salvaje e incontenible, con un epicentro perfectamente señalizado en su Secreto.

Cuando Raúl creyó haber acabado con toda gota de líquido que su lengua pudo percibir, volvió en sí. Le dolía un poco la mandíbula, respiraba agitadamente a causa de que, en su ensimismamiento, casi se había olvidado de parar lo suficiente para respirar de vez en cuando. Su boca estaba colmada del sabor del cava, así como del sabor del placer femenino, dos gustos fuertes que nunca hubiera creído tan armoniosos como ahora.

Vio lágrimas recorriendo el rostro de su hermana, aún con los ojos cerrados, y al principio se preocupó de haberla podido hacer daño, pero lo desestimó a los pocos instantes. Entre llorar de placer y llorar de dolor, tan solo había una pequeña barrera, pero él no la había superado. Probablemente, y sin saber como, más ido que consciente, le había dado el mejor cunnilingus que ella había disfrutado hasta el momento, tanto de hombre como de mujer.

El cuerpo de Laura aún temblaba de vez en cuando, esta se mantuvo en el mundo del placer un rato más. Raúl se acostó a su lado, de costado, observándola sin perderse ningún detalle. Tenía deseos de besarla, jugar con sus pechos y dar rienda suelta a sus lascivos instintos con ella, pero...

Al rato, su hermana regresó al mundo de los conscientes, a la habitación, a la cama. Se enjuagó el rostro, sorprendida de sí misma, y giró el rostro para alinearlo con el del chico, que permanecía en silencio. Ella no supo que decir, estaba avergonzada, la había podido ver tan fuera de control... Raúl estiró una mano y acarició con sus dedos la mejilla de la chica, aún enrojecida por el volcán que la dominara minutos atrás.

Ni dijeron ni hicieron nada durante muchos minutos, simplemente se observaron mutuamente.

En un momento dado, Laura tosió, haciendo que Raúl reaccionara. A fin de cuentas, no solo estaba desnuda, sino que se había echado una botella de cava helado por encima, después, había ardido de pasión, era normal que, con tal variación de temperaturas, tosiera. Estiró de la sábana superior hasta poder cubrirla por completo, sin embargo, ella rodó, juguetona, escapando de la protección textil.

-Este frío no se quita por mucha ropa que me pongas. –Canturreó, melosa.-

-No, si yo no quería darte calor, solo tapar ese cuerpo que tan poco me gusta. –Ironizó él, socarrón.-

-Hala, lo que has dicho... –Se dejó caer sobre el colchón, abatida.- ¿Sabes que tales afirmaciones pueden causar graves desórdenes sicológicos?

-Lo tendré en cuenta, Doctora.

-Bueno, ahora que sabemos que nuestro odio es mutuo, déjame usarte un rato para mi placer y disfrute.

-Yo también quiero de eso.

-Está bien, te daré un poco, pero solo si te comportas. –Chasqueó los dedos.- Venga, boca arriba.

Laura se puso de pie en la cama, para acabar sentándose en el pecho de su hermano, dándole la espalda. Fue directamente a su paquete, aún guarecido bajo un slip, pese a que ya se marcaba claramente en la liviana tela. Llevó sus dientes hacia la parte más sensible de su miembro, atrapando una parte, suavemente, causándole un ligero "ishh" de dolor.

Después de darle una buena sesión por encima de la delicada prenda, se la quitó, dejando sus atributos masculinos al descubierto. Dado que la chica ya se había inclinado para poder tener acceso completo a la zona, ahora su entrepierna quedaba bien al alcance de las manos de Raúl, que se lanzaron vorazmente hacia ella, con la intención de devolverle las caricias.

-Chist, chist, chist. –Le regañó ella.- Tú quietecito, ahora me toca a mí.

-Jo...

En realidad lo entendía, después de las burbujas, sus atenciones y su propio fuego interior, era normal que quisiera descansar durante un rato antes de volver a la acción. Frustrado, Raúl se dedicó simplemente a acariciar sus muslos, así como sus moldeadas nalgas.

El miembro de Raúl fue rodeado por los dedos de la mujer, tamborileó sus dedos ligeramente por los testículos, le arañó con cariño en el perineo, buscando de nuevo su "ishh" de dolor, pero siempre sin hacerle verdadero daño.

Cual virginal y pura doncella que se estrena en esas labores, acercó sus labios al glande y le dio un besito, a modo de saludo. Acto seguido dejó escapar a su lengua, con la que acarició, lentamente, el borde del glande, buscando desesperarle con la espera. Complacida con su tortura, se decidió a dar buena cuenta del producto que tenía entre manos, utilizó su saliva para humedecer por completo el duro miembro, tomándose la libertad de soplar con todas sus fuerzas después, haciendo un escalofrío recorriera a su víctima a causa del frío repentino. Utilizaba sus manos para apoyarse, acariciar y torturar a su antojo. Cuando rodeó el glande con su boca, dándole una grata bienvenida con su lengua, Raúl pudo por fin resoplar y contener el primer "hummm" de placer.

Laura imprimió un gran ritmo a su labor, intentando cuidar hasta el más mínimo detalle, con tal de prolongar al máximo el deleite de su hermano. De vez en cuando, Raúl gruñía a causa de un pequeño pellizco o un apretón fuerte de más, lanzados con buena intención por la chica, que deseaba así alargar todo el juego.

Raúl, respondía a las "atenciones" de su hermana con un buen cuidado de sus posaderas, a veces, pero solo a veces, dejaba que uno de sus dedos acariciara el orificio de la zona donde la espalda perdía su casto nombre, buscando así recriminarle también las "cariñosas torturas" a las que le sometía.

Cuando el chico notaba que no iba a durar mucho más, se dio también cuenta de que Laura se estaba esforzando sobremanera por abarcar el máximo trozo del miembro de Raúl dentro de su boca, a veces, incluso hasta llegar al límite de sentir una leve nausea.

-No... No te... No te fuerces... –Le rogó él, que, sin necesidad de maniobras dignas de una película porno, ya estaba disfrutando sobremanera en esos momentos.-

Sin embargo, ella siguió, intentando cada vez cubrir más y más terreno. El chico tuvo ganas de decirle otra vez que lo dejara, que no era necesario, pero la carne es débil, en especial en ciertos sectores, y es indudablemente una realidad que, en una felación, cuanto más adentro, más placer. En esas estaba cuando sintió lo inminente de su final, cosa que hizo notar, si es que necesitaba un aviso, a la chica, como dictaban las normas del buen caballero. Y de nuevo, ella ni caso, a lo suyo, como si estuviera sola en la habitación.

Cuando la munición finalmente abandonó el cañón, él se dejó llevar por los instantes del clímax, disfrutando del momento cuanto podía. Laura ni se alteró, continuó y continuó con el mismo ritmo, no haciendo ascos a nada. Tan solo cuando su erección se hubo reducido sustancialmente, se tomó la molestia de despegarse, dejándole libre para descansar.

-Nada mal... –Murmuró él, con una sonrisa boba en la cara.-

-He tenido mejores materiales de trabajo... –Se quejó ella, dándose importancia.-

-Ya, ya...

Su debate fue interrumpido por un sonido gutural, que esta vez no provenía de la garganta de Laura, sino del estómago de Raúl. Pasado el clímax, el hambre aparecía de nuevo con todas sus fuerzas. Mientras la chica aún estaba sorprendida, fue su propio estómago el que rugió.

-¿Hacemos un paréntesis para cenar? –Preguntó ella, frotándose el vientre.- Por supuesto, cocinas tú.

-Si no fuera porque también me muero de hambre... –Se incorporó cuando la chica se le quitó de encima, aún estaba lento de movimientos a causa del espasmo muscular de su eyaculación.- Venga, Doctora, a la cocina a nutrirse.

-¡Sí, Señor!

Continuará.

PD. Bueno, bueno, bueno, bueno... Esta vez me hice de rogar, sin duda. Supongo que debo pedir disculpas, pero en fin, cuando las musas se ponen caprichosas y ni lo más reluciente les parece oro, ¿Qué puede hacer uno para contentarlas? Sin más rebuscadas palabras, simplemente espero que os haya gustado, y... ¡Qué aproveche!