Eso (18)

Juguemos un rato. Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Qué pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXIX

Como muchas otras veces, sentir el agua de la ducha en su rostro le hacía agrandar la sonrisa, tanto que el agua tibia acababa por colarse en su boca hasta rebasar. Alargó la mano hasta coger un cabello que se había quedado enredado en el grifo. El inusual color rojizo del pelo de Nadia brillaba incluso estando lejos de su cabellera.

-"Esta chica..." –Rió mentalmente.- "Es realmente agotadora."

En realidad, se había sorprendido mucho cuando recibió la llamada de la pelirroja, que, entusiasmada, prácticamente le dejó sordo al gritarle al auricular.

-¡Ya estoy! ¡Ya estoy! –Había vociferado ella, entusiasta.-

-¿Ya estás? –Preguntó, perplejo.- ¿Dónde?

-¿Cómo que donde? –Bufó.-

-Si dices que ya estás...

-Corto... –Suspiró, aludiendo a las pocas luces del joven.- Cortito...

Raúl frunció el ceño y tuvo que acceder a la papelera de reciclaje de recuerdos para saber a qué se refería.

-¿Eh? ¿Te refieres a "Eso"? –Lo dijo en voz baja, casi en un susurro, mientras mirando alrededor.-

-¿Eso? ¿Así se llama ahora? –Ironizó Nadia.-

-Bueno, ya me entiendes...

-Pues sí, te entiendo, o al menos eso espero. –Se rió al otro lado del aparato.- ¿Y bien? ¿Qué me dices?

-Pues... Esto...

Del salón de la casa de Claudia le llegaron las voces de Laura y Cristina, enzarzadas en una acalorada discusión, motivada por una doble acusación de trampas que ambas se habían echado en cara. Ni invertir en bolsa, ni la ruleta rusa... El juego donde más subía la tensión era el Monopoly.

-Supongo que puedo... –Tragó saliva, en realidad en su momento lo había dicho para alardear, pero ya que se le daba la ocasión.- Sí, puedo.

-Bien... Yo me pongo a mí misma, y tú pones el sitio.

-Pues mi casa está despejada ahora mismo, ¿Te recojo o vas para allá?

-¿No estás en tu casa? –Se pudo percibir un cierto tonito de perspicacia en la voz de la pelirroja, que probablemente estaría escuchando a las mujeres alborotando a lo lejos.-

-No.

-¿Y donde...?

-Bueno, entonces, ¿Te recojo?

-No, no te preocupes, me pilla cerca.

-Pues ahí nos vemos.

-Venga.

Suspiró con vehemencia y se dirigió al salón.

-Lo siento, chicas, tengo que hacer algo fuera, nos vemos luego.

-¿Eh? ¿Y la partida? –Laura le miró con ojos desconsolados.- ¿Nos vas a dejar a medias? ¿Otra vez?

-Lo siento. –Raúl se hizo el loco, pese a que había captado la ironía en su hermana.- Repartios el dinero entre Cris y tú, mis calles para Claudia.

-¿Y por qué las calles para ella? –Se quejó Cristina, observando como el emporio inmobiliario de Raúl pasaba a Claudia, que ya de por sí les estaba dando una paliza.-

-Porque la ley dice que los bienes inmuebles del hombre pasen a la mujer tras la separación, sobretodo si hay niños de por medio. –Dicho esto, se inclinó para frotar su mejilla contra el vientre de la alemana, cosa que esta agradeció atusándole ligeramente el pelo.-

Cuando cerró la puerta, Cristina y Laura volvían a discutir, esta vez acusándose de haber repartido mal el dinero que acababan de recibir.

-"Mujeres..." –Pensó.-

Cuando llegó a la puerta de su casa y aparcó, se encontró ahí a Nadia, con un bolsito bajo el brazo, extrañamente sonriente. Tras el riguroso saludo, la invitó a subir, en realidad, era curioso que fuera tan ceremonial cuando, diciéndolo con toda la fineza del mundo, "Habían quedado para follar".

-No, no quiero nada de beber. –Sentenció Nadia.- Vamos a lo que vamos, ¿No?

-Bueno...

-Anda, no te hagas el remolón. –Ella se inclinó para besarle.- ¿Tengo que suplicarte para que me desnudes?

Pese a tener sus reservas, tampoco iba a permitir tener a la chica desasistida si tantas ganas tenía. Correspondiendo a su beso, procedió a conducirla al cuarto de su hermana, escogido por la mayor comodidad y tamaño del lecho. Cuando franquearon la entrada, Nadia ya había perdido la camiseta y tenía los pantalones desabrochados.

-Espera, espera. –Le guiñó el ojo, provocativamente.- Si vas a usar la cámara, deberías traerla desde el principio.

-Mmmm...

Pese a que tardó un instante en cogerla de la mesa de su cuarto, al volver la pelirroja ya se había quitado los pantalones y el sujetador, aguardándole arrodillada en la cama.

-Bien, bien, me he preparado para la ocasión. –Musitó la joven.- Y no te sorprendas, que a fin de cuentas es lo más natural del mundo...

-No creo que me sorprenda... –Repuso él, envalentonado, mientras aprovechaba para sacarle una foto tal cual estaba y abandonar la cámara en el colchón, desnudándose él mismo.-

-Veremos si eres tan valiente al final. –Acentuó aún más su sonrisa, si es que eso era posible.- La mayoría de los tíos se van corriendo...

Ahora podía entender por qué estaba disfrutándolo tanto, probablemente la pelirroja esperaba que Raúl tuviera que comerse sus palabras y admitir que no estaba "preparado" para ese tipo de relación, lo que, por otra parte, le daría la razón a la chica, que le tildó de ser "poco morboso".

-Ven, acaríciame. –Le invitó ella, ofreciéndose.-

Él se acercó a la chica y comenzó a acariciar sus piernas, pese a que ella le urgía a que fuera "al centro de la cuestión", él siguió tomándose su tiempo. Finalmente, cuando llegó a la entrepierna de la mujer, cubierta por unas braguitas blancas de algodón, procedió a acariciar por encima, con cautela. Percibía una fragancia extraña en el cóctel de esencias propias del sexo, aún así no le dio importancia.

No tuvo que acariciar demasiado antes de que la fina tela blanca quedara ligeramente teñida de una mancha escarlata.

-Haz una foto. –Le apremió esta, interesadísima.-

Tras cumplir el deseo de esta, la miró, ceñudo.

-Déjame hacerlo a mi manera. –Solicitó, viendo como la chica tenía la intención de ir dándole ordenes durante toda la sesión.- Me gusta seguir mis tiempos y todo eso...

-Bueeeno... –Concedió la pelirroja.- Si lo prefieres poco a poco...

Subió hasta los labios de la mujer y la besó, esta los acogió de buen grado, castigándole un rato hasta dejar que su lengua entrara en su boca, mordiéndole en el cuello cuando él le hizo cosquillas en el lóbulo de la oreja. Ella intentaba arrebatarle el bóxer, única prenda que lo cubría, pero él la esquivaba, obligándola a permanecer lejos de su entrepierna mientras intentaba dar buena cuenta de sus pechos.

En esa constante lucha, inconscientemente iban revolviéndose y dando vueltas sin parar, en lo que más parecía una pelea en el barro que una divertida sesión de calentamiento. Cuando por fin pudo aferrar sus labios a uno de los senos de la pelirroja, esta se detuvo ligeramente, degustando también las sensaciones que le provocaba.

-Ahh... –Exhaló Nadia, complacida.-

Le encantaban los pechos de la pelirroja, no eran muy grandes, pero si tenían el tamaño justo para sus manos y, sobretodo, unos pezones muy vistosos, con una pigmentación rojiza que le encantaba, y, además, pese a que la chica intentaba siempre llevar la iniciativa y dominar, constituían su parte más sensible con mucha diferencia, por lo que generalmente solía bajar la guardia una vez era atacada en ese punto.

-Que ricos, que ricos... –Murmuró Raúl.- Me encantan...

-Todo tuyos... –Rió ella, acariciándole el cuello y levantando ligeramente las caderas de vez en cuando.-

Cuando consideró que ya habían sido cuidados el suficiente tiempo, y pese a que le hubiera encantado seguir un buen rato más con ellos, decidió aventurarse por el vientre plano de la mujer, buscándole las cosquillas.

-Eso no... –Se quejaba ella, entre carcajadas.- Eso no... No vale... No...

-Son mis manos que no me obedecen... –Canturreaba él.-

Tras buscarle también las cosquillas en los muslos, tuvo a la vista de nuevo su objetivo, no pudiendo evitar arquear ligeramente la ceja cuando vio que la pequeña mancha escarlata que había al comenzar era ahora una evidente traza roja en la blanca superficie de algodón.

-Venga, venga. –Le apremió la chica, melosa.- No te pares ahora...

Con recato, acarició de nuevo por encima de la prenda, causándole cosquillitas a Nadia, que no pudo evitar sonreír por lo bajo. Sus dedos quedaron impregnados de esa sustancia carmesí, jugueteó con él entre las yemas de sus dedos, observándolo, percibiendo su inconfundible aroma.

-Raúl...

Se mordió el labio antes de proceder a quitarle las braguitas a la chica, que lo celebró como un "¡Bien!" lanzado de forma entusiasta. Ante sus ojos, la visión ya conocida del sexo de la mujer, teñido parcialmente de un color ajeno a sus recuerdos. Examinó con detenimiento, deduciendo que él mismo había contribuido a extender las manchas con sus caricias.

Le llegó a la mente el vivo recuerdo que tenía de Ana, el vestuario, el gemidito que exhaló al romperse su virgo...

Acercó uno de sus dedos a los labios mayores y los acarició durante unos instantes, observando como el sexo de la chica respondía con un par de contracciones. Cuanto más tocaba y más se internaban sus dedos, mayor se hacía la mancha que, al contrario que con los flujos vaginales o el semen, aunque intentara borrarla frotando su mano con el muslo de la chica, esta no hacía más que extenderse.

-"A fin de cuentas..." –Pensó, interesado al ver como ya tenía tres dedos bien impregnados.- "Es lo que es..."

-¿Vas a seguir experimentando? –Murmuró la chica, sintiéndose olvidada.- Venga, decídete de una vez si sigues o no...

-Impaciente... –Murmuró él.-

Intentando ser natural, comenzó a realizarle a la chica una ligera caricia en la zona periférica del clítoris, cosa que le gustó bastante. Como tenía acostumbrado, llevó otro de sus dedos a la vagina, acariciando con suavidad sus paredes, un tacto genial de tensión, relieve, exquisitez y calor. De nuevo, era consciente de que, cuanto más tocaba, más se manchaba, casi estuvo tentado de cerrar los ojos dado que la cosa le empezaba a resultar poco menos que espeluznante, eso sí, su erección era ya bien notable en sus aún colocados bóxer, al final le estaba excitando todo eso...

-Sí, así, así... –Retozaba ella, que, en algún momento del revoltijo que habían armado en la cama, se había hecho con la cámara, haciéndole un par de fotos.- Tus labios pueden terminar lo que tus dedos han empezado...

-Esa frase me suena. –Alzó la vista hasta mirarla, cosa que ella aprovechó para hacerle otra foto.- ¿No es de una película?

-Tú calla y hazlo... –Apretó los dientes cuando él aceleró ligeramente el ritmo.-

La entrepierna de las mujeres, como la de los hombres, era su centro de control partícula. Una vez te hacías con ella, era muy fácil hacerlas reír, llorar, estremecerse, gritar... Tan solo había que saber cómo y cuando tocar en cada sitio. Los ojos marrones de la chica solicitaron que cumpliera sus demandas, él, lentamente, procedió a colocar su rostro aún más cerca del sexo de la mujer, todo sin cesar de acariciarla, cosa que ella agradeció.

Fue cuando estuvo frente a frente con su entrepierna cuando empezaron a asaltarle las dudas, una cosa era tocar, otra bien diferente llevar la boca a todo ese asunto. ¿Sería eso recomendable?

Y en esas deliberaciones mentales estaba, decidiendo si debía dejar que su lengua traspasara "La delgada línea roja" cuando, de sorpresa e improviso, Nadia se incorporó y le atrajo hacia así de forma hasta que, literalmente, le estampó la cara en su entrepierna.

Mientras salía del shock, agradeciendo no haberse hecho daño y no habérselo hecho a la mujer, percibió como ese extraño sabor metálico penetraba tras sus labios y teñía sus papilas gustativas, causándole un estremecimiento. Con los ojos entrecerrados, no pudo evitar pensarlo, todo aquello era realmente espeluznante.

-Puedes dejarlo si quieres... –Sugirió la pelirroja, con voz triunfante.- Lo comprenderé.

Raúl frunció el ceño y se recolocó, subió los muslos de la mujer y sumergió su lengua en el interior de la chica, causándole a esta un ligero escalofrío. No es que no le resultara ligeramente desagradable, es que, simplemente, no quería darle a Nadia el beneficio de verlo acobardado, además, conforme su lengua atravesaba la carne de la chica, una y otra vez, recogiendo en su camino el inconfundible sabor de su excitación, mezclado con el de su feminidad, más se habituaba a tolerarlo, llegando incluso a desarrollar su lado más macabro al pensar cosas como.

-"Es como cuando te chupabas un corte de pequeño..." –Cosa que le causo una carcajada mental.-

Y mientras él iba a lo suyo, atesorando la experiencia, Nadia, de improviso y sin avisar, llegó al clímax, más rápido de lo que habría imaginado. Su cuerpo se tensó y ella abrió la boca, sin dejar escapar ningún sonido, apretó con fuerza sus manos, una de las cuales la tenía sobre el pecho de turno, que fue apretujado sin compasión. Y entonces, dejó salir una gran bocanada de aire y sonrió.

-Aaah... Sí... –Se apartó el pelo de la cara, dándose cuenta de que tenía la frente cubierta de sudor.- Es más... Mmmm...

Mientras ella divagaba, él se levantó, desentumeciéndose las piernas y quitándose finalmente la ropa interior, dejando al aire su miembro hambriento. Nadia tanteaba el colchón con los ojos entrecerrados, buscando la cámara, Raúl se la acercó y esta, con un pulso bastante irregular, sacó dos fotos, acompañadas de sendas carcajadas. Cuando hubo terminado, el joven le arrebató la cámara y le hizo él varias fotos, bastante centralizadas en los arañazos que habían quedado en su pecho izquierdo y en como lo escarlata iba ganando la partida en su zona íntima.

-Y ahora, con tu permiso... –Comentó, socarrón, mientras se colocaba su miembro en las cercanías del "secreto" de la pelirroja.-

Capítulo LXX

Sin un deje de reserva, procedió a entrar en el cuerpo de la mujer, que le abrió sus puertas con sorprendente facilidad, dada la lubricación extra, si es que se le podía llamar así. Cuando ella se acomodó al invasor, dando un pequeño respingo a medio camino, él procedió a buscar la mirada o el gesto de "afirmativo, puedes seguir", cosa que encontró materializado en un guiño de la joven.

Esta vez el que resopló fue él, a fin de cuentas, llevaba largo rato deseando hacerlo, si por su instinto fuera, la habría penetrado desde que se la encontrara tendida en la cama, pero podía su lado lógico y cumplidor... Ahora tenía que cobrárselas todas juntas.

Aceleró el ritmo. Se tendió un poco sobre el cuerpo de la chica, que ya respiraba arrítmicamente de nuevo.

-¡Para! ¡Para! ¡Sácala! ¡Sácala!

El grito de la pelirroja le hizo ponerse en tensión al instante, asustado de haberla hecho daño, o algo por el estilo. Dedujo rápidamente que se refería a que sacara su pene del interior de su cuerpo, y lo hizo, no sin un ligero malestar general en su interior.

-"Justo cuando mejor iba..." –Pensó su lado egoísta.-

-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? –Se preocupó, observándola detenidamente.-

-¿Yo? Claro, solo quería hacerte una foto.

Bajó los hombros y tuvo la intención seria de coger la cámara y estamparla contra la pared, quizás, también darle un par de azotes a la chica, por asustarle de esa manera. Aunque, conociéndola, probablemente esos azotes no harían más que excitarla, Nadia era así, o al menos lo parecía.

-Caprichosa... –Murmuró por lo bajo, cuando la chica hubo sacado la foto.-

Volvió a su labor, penetrándola de golpe y sin mucho miramiento, era su forma de castigarla por actuar de esa manera tan poco solidaria. Aún así, y mientras de vez en cuando jugueteaba con el cuerpo de la mujer, lamiendo y mordiendo cuanto podía, le encantaba sentir a la pelirroja ronronear, le hinchaba de orgullo, como si sus gemidos y sus caricias fueran el reconocimiento de un "buen trabajo".

-Na... Nadia...

-¿Ya estás? –Preguntó, sin un atisbo de reproche en la voz.-

-A punto...

-Mejor fuera que dentro. –Recomendó la chica, que cambió de posición al instante.-

Raúl, muy a su pesar, obligó a su cuerpo a abandonar el suculento calor que la vagina de Nadia le proporcionaba, pese a todo, no tuvo que sufrir mucho, dado que la pelirroja dispuso que unos labios terminaran lo que otros habían dejado a punto. No tuvo que esmerarse en que su lengua jugueteara con el glande del chico, ni en que sus manos friccionaran el tronco, dado que, con tan solo notar la calidez de la boca de la chica, la barrera mental que detenía la eyaculación se desactivo, vaciándose todo de golpe.

Cerró los ojos, degustando su particular momento de éxtasis, se lo había ganado. Pudo sentir, a lo lejos, como las manos y los labios de la chica intentaban prolongar su placer, manteniendo una caricia continua durante unos segundos más. Se dejó caer en el lecho cuando terminó, escuchando, también a lo lejos, el sonido gutural característico de un espeso líquido blanquinoso atravesando la garganta de una chica.

-Mmmm... –Esta vez fue él quien ronroneó.-

-Nada mal, ¿Eh? –Rió ella, con voz pastosa.-

-Sí... Ha estado muy bien... Como siempre en ti...

-¡Ja! Pues deberías mirarte un poco en el espejo, pareces un M&M desteñido.

Sin saber a qué se refería, se giró pesadamente para mirarse en el espejo situado en la puerta del armario. Parpadeó un par de veces antes de asimilarlo. Tal y como había aventurado Nadia, que ahora se reía de su pinta, estaba bastante "manchado" por diversas partes. Se sorprendió mirándose la entrepierna, donde su miembro, ahora en reposo, se mostraba cubierto de un pigmento rojo, igual que si se hubiera masturbado 30 veces en una sola noche. Pero no era todo, su pubis, sus muslos, una de sus rodillas...

Más macabro fue cuando se dio cuenta de que tenía todas las mejillas tiznadas de rojo, como si en vez de comerse el coñito de Nadia, se hubiera zampado una gacela. Sus manos, sus antebrazos... En definitiva, era como un collage de rojo y carne. Por tercera vez en la jornada, no pudo evitar pensar que, visto así, resultaba realmente espeluznante.

-¿Qué? ¿Te sientes orgulloso de haber cumplido con una de tus fantasías morbosas?

Observó a la chica, primero su reflejo en el espejo, luego se giró para verla en persona. Permanecía recostada en la cama, pese a que había cerrado ligeramente las piernas, se podía intuir la mancha escarlata en la cara interior de sus muslos, también por diversas partes de su cuerpo, extendida, obviamente, por la boca y las manos del joven.

-La verdad, una vez empiezas... –Comentó, sinceramente.- No te das ni cuenta de la diferencia.

-Aja... El miedo, Raúl, es el miedo lo que nos detiene.

Recreó la vista en el cuerpo de la chica, no le habría importado repetir, de no ser porque su sexto sentido le dijo que Nadia, pese a que tampoco lo rechazaría, estaría llevándolo todo al límite. Pudo imaginarse como los ovarios de la chica debían estar bailando samba en esos instantes.

-Venga, venga... –Le tendió la mano.- Ve a la ducha, que, por lo que veo, como se seque vamos a tener que ir con pintura de guerra una buena temporada...

-Uh... –Ella sonrió, agradeciendo su gesto.- Pues entonces tendré que volverme belicista, porque...

-¡A la ducha! –Rió él, asombrándose de la eterna picardía que la pelirroja parecía tener, invitándola a darse prisa en ir al baño con una palmadita en el trasero.-

Mientras escuchó el grifo oírse, vislumbró sus ropas entre el revoltijo en el que se habían convertido las sábanas, agradeció a los Dioses textiles que fueran de las que se pueden lavar con lejía y agua caliente. Mientras hacía un montón con la ropa de Nadia, encontró la cámara, manchada, como los dedos que la habían manejado, con el eterno tinte escarlata.

-"Vaya..." –Intentó limpiarla.- "Pues como no salga, voy a tener una cámara personalizada a más no poder..."

Fue al baño a llevarle la ropa, pero esta señaló que la metiera en su bolsa, que había traído recambio. Mientras metía unas prendas y sacaba otras, Raúl pudo ver como las braguitas blancas de algodón que había usado en la cama iban a ser sustituidas por otras de encaje, más habituales en la pelirroja, dedujo que había variado su indumentaria con el único fin de resaltar más el contraste de tonalidades.

-"Siempre provocando..."

Se apoyó contra los fríos azulejos de la pared mientras observaba como Nadia se enjabonaba detenidamente el pelo, para seguir por su cuerpo, con especial cuidado en su zona íntima. Tras ver como el jabón desaparecía bajo el chorro de agua, la chica le solicitó una toalla, cosa que él no dudo en prestarle, secándola él mismo ya que estaba.

-Espera, esto necesita especial atención... –Musitó cuando observó que la zona del pezón izquierdo seguía lastimada.-

Miró en el mueble donde su hermana guardaba las docenas de diferentes cremas y productos que solía usar, encontró el que buscaba y, con delicadeza, lo extendió sobre la zona irritada de la mujer.

-Oh... –Murmuró ella.- Que atento...

-Y eso que te lo has hecho tú misma...

-Se me habrá ido la cabeza... –Se rió, seguía secándose la cabeza mientras hablaba.- ¿Sabes...?

-¿Qué?

-Nada, que estaba pensando... –Casualmente o aposta, había dejado la toalla sobre su cabeza, de forma que le tapaba el rostro.- Que cuando te eches una novia estable me va a sentar como una patada.

-¿Y eso?

-Nada... –Alzó los hombros.- Tonterías que piensa una...

Estuvieron callados un rato, un silencio que decía muchas cosas.

-Venga, dúchate tú. –Ordenó la pelirroja, mientras comenzaba a vestirse, empezando por colocar una compresa con alas en sus nuevas braguitas.- Que yo me voy a tener que ir marchando, se me hace tarde.

-¿No te quedas un rato más?

-No, no, mi agenda está demasiado llena, lo lamento, soy una chica ocupada. –Ironizó.-

Se dio bastante prisa en vestirse y, tras darle un casto beso a Raúl, se despidió, coincidiendo el sonido de la puerta del piso al cerrarse con el del grifo al abrirse nuevamente. Parecía que, realmente, tenía prisa. O quizás era que no quería quedarse ni un minuto más a solas con Raúl, no fuera que...

-"Está chica..." –Pensó él, mientras observaba como el agua llegaba al desagüe teñida de rojo.- "Es realmente agotadora..."

Tras la ducha, estuvo un rato tirado en el sofá, descansando. Le encantaban esos momentos de relajación extrema, incluso se permitió dar una cabezadita de unos minutos, para despertarse nuevo y recuperado.

De camino a casa de Claudia paró en una pastelería. Siempre le venía el antojo de dulce después de... Eso. Estuvo observando los pasteles, auténticas obras de arte, expuestos, uno tras otro.

-"Para Cristina, trufas de chocolate..." –Murmuró mentalmente, intentando recordar cual era el preferido de cada una de las chicas.- "Para Laura, los de San Marcos..."

-¿Algo más? –Preguntaba la dependienta, una chica de aspecto sano y voz cantarina.-

-Sí, este de ahí. –Lo señaló, nunca se acordaba del nombre.- El de la cosa que parece nata, o crema, o lo que sea...

Raúl se cohibió un poco cuando la dependienta dejó salir un par de carcajadas en voz baja. Sin más, pagó y se llevó sus adquisiciones. Cuando regresó al coche y ya arrancaba, se dio cuenta de que había comprado para las chicas, sí, pero había olvidado el motivo principal de la parada, comprarse algo él. Por pereza y por no tener que volver a escuchar la voz cantarina de la dependienta, lo dejó pasar. Su estómago rugió consternado.

Al llegar, pudo escuchar como las chicas, acomodadas en el sofá y la alfombra, debatían sobre algo, que aparentemente debía ser muy interesante, dado que ni Cristina ni Laura se dignaron a saludarle, tan solo Claudia, que le dedicó una de esas sonrisas que le hacían sentirse la persona más afortunada del planeta.

-Yo siempre he pensado que lo importante es la suavidad. –Decía Claudia.-

Raúl guardó los pasteles, preguntándose si sería mejor comérselos él todos y hacerse el loco con las chicas, al final pudo su sentido de la generosidad. Su estómago volvió a rugir a modo de protesta.

-Es de todos sabido que lo más importante es el tamaño. –Objetaba Cristina.-

Se tumbó en la alfombra mientras encendía la televisión con el mando a distancia.

-No, no, lo que importa es la colocación. –Se quejó Laura, haciendo aspavientos.-

-No tienes razón y lo sabes. –Se rió Cristina, satisfecha por algo.-

-Claro que la tengo. –Gruñó su hermana.- Lo que pasa es que no queréis admitirlo.

-Vamos, chicas, no os peleéis, hay de muchos tipos, pero...

-¡No interés ser conciliadora! –Exclamó Laura, sacándole la lengua a la alemana cuando esta suspiró, exasperada.- Tengo razón, y punto.

Él, que miraba sin prestar atención un anuncio político que le recordaba que estaban a nada de las elecciones, empezó a prestar atención a la conversación mantenida por las mujeres, rumiando el tema del que trataba, sin poder descubrirlo.

-Raúl... –Murmuró Cristina, arrastrando las palabras.- ¿Nos ayudarías a resolver un problema?

-Eh... –Se giró para mirarlas, las tres le inspeccionaban con detenimiento.- Sí, claro... ¿Qué pasa?

-Es que... –Claudia arqueó una ceja.- En realidad es pedirte tu opinión sobre un asunto delicado...

Parpadeó un par de veces, sintiéndose repentinamente incómodo. Laura exhaló una gran bocanada de aire y le clavó los ojos, que parecieron dos puñales incandescentes.

-¿Cuál de las tres tiene mejores tetas?

Capítulo LXXI

Raúl tragó saliva nuevamente.

La atmósfera se había vuelto repentinamente tensa, el sonido de la televisión, que ya de por sí estaba bajito, desapareció, como tragado por el aura de oscurantismo y peligro que acababa de comerse el salón y a todos sus ocupantes.

-Sí, es que no nos ponemos de acuerdo. –Cristina asintió.-

-Y tú eres la persona más imparcial que puede opinar al respecto. –Siguió Claudia.-

El joven las observó con los ojos muy abiertos, profundamente consternado. En algún momento, en los últimos segundos, todos habían dado un salto en el tiempo y la realidad, para acabar siendo los protagonistas de un remake de "La Manzana de la Discordia", con Cristina en el papel de Hera, Laura en el de Atenea y Claudia en el de Afrodita, dejándole a él como protagonista, un Paris venido y a menos y con el agua al cuello.

El asunto no era una simple elección sin consecuencias, no, esa simple pregunta que las chicas le habían lanzado le podía traer muchos, muchísimos, problemas.

-¿Qué cual tiene mejor pecho? –Repitió él, intentando ganar tiempo.-

-Sí. –Corearon las tres.-

-Bueno, yo... –Le costaba articular palabras, tenía la boca extremadamente seca.- ¿Las tres?

-No, no, déjate de tonterías neutralistas y mójate. –Le apremió Cristina.-

-Es que... No sé... Si me lo preguntáis así de sopetón, me coge en frío, no sé qué decir. –Se incorporó, buscando una posición más segura.- Tendría que pensarlo.

-¿Qué hay que pensar? No estamos en una cata de vinos, es simplemente darnos tu opinión sobre cual tiene mejores tetas. –Le espetó Laura, que no iba a admitir sus evasivas.-

-Ya, pero... No es tan fácil... –Esta vez fue él quien hizo aspavientos.- Ahora mismo no me acuerdo, por eso necesitaría pensarlo, hay que tener en cuenta muchas cosas, ¡No es tan fácil!

Lo último lo dijo casi gritando, tan nervioso como se había puesto de repente. Cualquier pensaría que le daba mucha importancia, pero él, conociendo sobradamente la naturaleza rencorosa de las mujeres, que distaba mucho de ser un estereotipo y se convertía muchísimas veces en una realidad, sabía que, eligiera los senos de la que eligiera, las otras dos le guardarían un velado odio por no haber escogido su busto.

-Pero eso tiene fácil solución. –Ante sus atónitos ojos, Laura se descamisó en un abrir y cerrar de ojos, quitándose después el sujetador.- Mira, así no tienes que recordar. Vosotras dos, desnudaos.

Como las palabras de su hermana eran más una orden que una sugerencia, las otras la siguieron, realizando idéntico gesto.

-Dios, parecemos crías... –Susurró Claudia, que, sin embargo, dejó su magnifico escote al aire.-

Por unos instantes Raúl se olvidó de la comprometida situación en la que estaba, para observar como esas tres preciosas mujeres le mostraban sus encantos. La verdad es que el trío estaba francamente bien equipado.

-Bueno, ¿A qué esperas? –Le apremió Cristina.-

-Es que... –Rebrotaron las dudas.- No sé, ¿Cómo lo valoro? ¿Por la vista? ¿El tacto? ¿Color? ¿Sabor? Yo... No sé, decidme en qué tengo que basarme...

Las chicas cuchichearon algo en voz baja, asintiendo entre ellas.

-Tendrá que ser una valoración completa, es lo más lógico, ¿No?

-Claro... –Suspiró, exasperado.-

-Puedes hacer todas las pruebas que necesites. –Musitó Claudia.-

-¿Pruebas?

-¿No decías que tenías que tocar, probar y no sé qué cosas más? –Cristina arqueó una ceja, como si pensara que Raúl se estaba haciendo el loco.-

-Ah, claro... –Se mordió la lengua en el interior de la boca. En su mente apareció la idea de que, pese a lo comprometido de la situación, quizás podía pasar un buen rato y todo.- Bueno, pues haré un reconocimiento del terreno... ¿Quién quiere ser la primera?

-¡Yo! –Su hermana alzó la mano, pero sin embargo fue Cristina la que dio un paso al frente.- Bah... Pues nada.

Mientras las otras dos se sentaban en el sofá, observando, Cristina se plantó frente a él con mucha seriedad. La amiga de su hermana gastaba una buena talla de sujetador, sin duda, en condiciones normales, era la que más tenía del trío, en ese momento Claudia la superaba por su estado de buena esperanza, pero eso remitiría, supuestamente, en los próximos meses.

-Con permiso... –Murmuró, buscándole el sentido cómico, mientras alzaba sus manos hacia el pecho de la chica.-

Tenían un buen tacto, eran esponjosos, casi como una nube. Raúl estuvo un rato tocando, olvidando la situación que se daba en la sala, hasta que un "hum hum" de Laura le recordó que aún estaban ellas dos esperando, además, recordó repentinamente que Claudia le estaba mirando, lo que le avergonzó notablemente.

-Ya, ya voy...

Hizo que Cristina girara varias veces, dándose cuenta de que no importaba por donde lo mirase, tanto de costado como de frente, tenía un busto magnifico, el deseado por la inmensa mayoría de las chicas del mundo. Podía considerarse muy afortunada, la naturaleza la había tratado bien.

En su interior luchaba por no buscarle el lado excitante a la situación, quería mantener el control, pero era difícil, casi imposible.

Centró su atención en los oscuros pezones de la mujer, de un tamaño medio, lo acarició ligeramente, humedeciéndose primero el dedo metiéndoselo en la boca. A causa del magreo que llevaba durante un rato, este hizo ademán de responder, endureciéndose un poquito. Goloso, se inclinó hacia él y lo probó, por partes, primero la pálida piel del pecho, luego la aureola, suave, y luego el pezón, respingón. Cristina respiró más profundamente de lo normal durante un rato, hasta que a Raúl no se le ocurrieron más cosas, al menos que no fueran muy pornográficas, que hacer.

-Bien... –Comentó, carraspeando, tomándose la libertad de agarrar con sus manos los pechos de Cristina por última vez, viendo como estos rebosaban ampliamente.- Siguiente.

Laura hizo ademán de levantarse, pero luego prefirió quedarse sentada e invitó a Claudia a ser la segunda. Cristina la ayudó a incorporarse antes de ocupar su sitió en el sofá. En ningún momento hizo ademán de taparse o recoger su ropa.

Con Claudia tuvo más familiaridad, ella le sonrió, invitándole, y él... No se hizo de rogar. Acarició con dedicación cada centímetro de piel, notando la extrema calidad y el tacto, ligeramente más duro que el de Cristina pero igual de terso y firme. Dibujó círculos concéntricos en sus grandes y oscurecidas aureolas. La alemana dejó escapar un suspirito pese a que apenas había empezado a recibir estímulos, su sensibilidad extrema le provocó un escalofrío.

Cuando los hundió en su boca, notó como el prominente pezón de la mujer se adecuaba a sus labios, inconscientemente, Claudia alzó la mano y la llevó a su coronilla, pero, como dándose cuenta de la situación en la que estaban, la retiró, volviendo a una más neutral. Los pezones de la rubia estuvieron duros en unos instantes, pudo percibir de ellos un sabor más allá del normal de la piel, un éxtasis en su boca que casi le hace perder el control.

Tras mucha tensión, su entrepierna volvía a recobrar, recibiendo puntuales descargas eléctricas.

-Bien, bien... –Murmuró, tras respirar profundamente.- Ya tengo la imagen... Laura, ven.

Su hermana no se hizo esperar, y se incorporó, dejándole su sitio a Claudia, cuyas mejillas estaban ligeramente encendidas. Las manos de Raúl fueron a los pechos de Laura, acariciándolos lentamente. En cuestión de tamaño estaba lejos de las otras, pero había dos puntos que eran muy notables en la anatomía mamaria de su hermana. La forma y el tacto. Raúl no era un experto en morfología pectoral, pero siempre, al menos en todas y cada una de las numerosas situaciones en las cuales había visto a su hermana desnuda, había alabado la forma en gota de sus pechos, era preciosa y muy atractiva. Además, al tacto, su suavidad era increíble, como si estuvieran recubiertos de seda, o algún otro material que parecía agua en vez de algo sólido.

Ella tenía el pezón más rosáceo de las tres, si bien Claudia en condiciones normales era la que ganaría en ese aspecto. Tampoco tuvo que hacer mucho para que sus pezones se mostraran firmes y orgullosos, al recorrerlos con su lengua, pudo notar un escalofrío que no solo le recorría a él, sino también a su propia hermana.

Estuvo un buen rato paladeando y acariciando el torso de su hermana, no se dio cuenta de si fue más o menos que con las otras dos chicas, pero, al dejarla, pudo notar la mirada de enfado de Cristina que, desde el sofá, les observaba.

-¿Y bien? –Preguntó esta, intentando disimular.- ¿Cuáles son mejores?

Se tomó un par de minutos para pensarlo. En realidad, sabía que no podía elegir libremente cuales le habían gustado más, sino que tenía que ser inteligente con sus intereses. Se imaginó a si mismo en una especie de certamen de Eurovisión, donde la gente vota más por motivos políticos que por la validez de las canciones. Y así, pudo hacerse a la idea de que Cristina quedaba descartada, dado que era con la que menos lazos tenía, y, en la dura pugna entre Claudia y su hermana, tardó mucho en decidir quién merecía el dudoso honor de recibir una mejor crítica, si su hermana, que lo cuidaba y mantenía, o la rubia, que estaba esperando un hijo suyo.

Al final, pudo más su corazón.

-Supongo que, por las especiales circunstancias que rodean al sujeto, podríamos decir que... –Asintió, su respuesta estaba siendo lo más neutral posible, eso haría que las otras se molestaran menos.- A día de hoy, este concurso lo ganaría Claudia.

-Bah... –Exclamaron las perdedoras al unísono.-

-Venga, venga, no seamos crías, esto era solo un juego... –La rubia intentaba quitarle leña al asunto, sin embargo, su sonrisa había crecido un par de centímetros al escuchar la decisión de Raúl.-

-Tongo... –Murmuraban Laura y Cristina, inclinadas la una sobre la otra, taciturnas.- El árbitro estaba comprado... Esto no vale, no vale...

Raúl se fue a la cocina, observando que, desde la distancia, Laura le lanzaba una mirada particularmente ofendida, como si le hubiera hecho daño de verdad.

-"Menos mal que les he comprado pasteles..." –Pensó, socarrón.- "A ver si con el dulce se les olvida este estúpido concurso..."

Esa misma noche, mientras yacía junto a Claudia, aún recuperando la respiración después de correrse, estuvo dándole vueltas al tema. Estaba tumbado con la cabeza ligeramente apoyada en la cintura de la mujer, en concreto, sobre su extenso pubis, que, por cierto, la alemana, ya fuera por cosa del embarazo o por la sugerencia que Raúl había lanzado tiempo atrás, dejaba crecer al natural, sin rasurar ni depilar, cosa que este agradecía, acariciando sus mejillas sobre el suave vello púbico de la mujer, como si fuera un gato jugando con un ovillo de lana.

Como si pudiera leerle la mente, la voz de la alemana rompió el silencio.

-Si no hubieras estado presionado, ¿A cual hubieras elegido?

-Te refieres... ¿A lo de esta tarde? –Dudó, sintiéndose ligeramente incómodo.-

-Sí.

-Pues... Teniendo en cuenta de que estamos hablando solo superficialmente, y de pechos, no de las personas, solo de sus pechos... –Se mordió el labio, era frustrante saber que Claudia podía leer tan fácilmente a través de él.- Supongo que me habría quedado con los de Cristina.

-Entiendo.

-¿Estás... Enfadada?

-No, no, que va. –La chica le llamó a su lado palmeando un par de veces en el colchón.- Fue muy delicado por tu parte escogerme a mí, eres un cielo...

-Exagerada... –Ronroneó al recibir las caricias de la mujer.-

-Además, aquí en la intimidad... –Claudia se rió discretamente.- Yo también preferiría tener los de Cris.

-Vaya, vaya... –Raúl se incorporó y fingió estar molesto con un ademán teatral.- Hasta que salió tu verdadera cara... Ya entiendo, solo estás conmigo para utilizarme de juguete sexual, soy un muñeco, tu preferirías dormir entre un buen par de pechos, como los de Cris... Y yo, pobre de mí, con lo que te aprecio...

Claudia volvió a reírse.

-Tú también tienes tus encantos.

-¿Ah sí? ¿Cuáles?

-Me haces reír, por ejemplo.

Se dejó caer en la cama, abrumado.

-Prefiero lo de chico objeto a lo de payaso... –Bromeó, lanzándose vorazmente hacia los labios de Claudia, que le recibieron de muy buen grado.-

En un recodo de su mente, el Paris que Raúl llevaba dentro no se reprochaba en absoluto haber elegido a su Claudia-Afrodita. A fin de cuentas, en esos momentos no hubiera cambiado el lecho que compartían por nada en el mundo.

Ni por todos los escotes generosos del mundo.

Continuará.

PD. Grandes, pequeños, tersos, suaves, rosáceos, oscuros... ¿Hay algo más perfecto y excitante que el pecho femenino?