Eso (17)

Él no se rinde, ¿Y tú? Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Qué pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXV

En algún momento de su sueño, apareció ante él una gran figura resplandeciente que le abrazaba y le hacía sentir reconfortado y seguro, una figura de la que le hubiera gustado no separarse jamás, era tan vivificante...

Mientras volvía poco a poco al mundo de los despiertos, Raúl fue consciente de que esa sensación que había dibujado en su sueño no era tan onírica como le parecía. Aún en duermevela, al abrir los ojos, pudo dibujar el sinuoso contorno que el torso de una mujer desplegaba. Ella le rodeaba con los brazos, aún podía percibir la fragancia del aceite, mezclado con el de la propia mujer, una buena combinación.

Observó como la puerta de su habitación estaba abierta, y en el suelo de la misma, la colcha que le había puesto por encima a Laura y que probablemente había arrastrado mientras cambiaba de cama, más dormida que despierta. Aún así, ¡Qué bella era! Dormía profundamente, con respiraciones largas y cálidas, podía notar el calor de su cuerpo, era una sensación que no le incomodaba en absoluto.

-"¿Qué haces aquí?" –Le preguntaba a la mujer telepáticamente.- "¿Has venido porque así lo quisiste o es que ahora eres sonámbula?"

Aún así, le daba tanta pena despertarla que prefirió quedarse tal y como estaba, sin moverse ni un ápice, cerrando él mismo los ojos, buscando poder conciliar un nuevo y bonito descanso.

Podía acariciar la espalda de la mujer con la yema de los dedos, la suavidad que por naturaleza tenía la piel de su hermana se veía acrecentada tras el masaje, y, como si fueran una autopista de sensaciones, sus dedos seguían corriendo en busca de más. Podía percibir el busto de la chica, atrapado entre sus cuerpos, más apretado aún cada vez que los pulmones de la mujer se hinchaban con el aire...

¿Cuánto tiempo estuvieron así? A Raúl le pareció un minuto, pero fueron más de un par de horas. Ella finalmente despertó, poco a poco, igual que una niña que primero abre los ojos, luego se despereza y después, solo después, reinicia su cerebro y empieza a ser consciente de lo que le rodea.

-Hum...

-Buenos días... –Murmuró Raúl con voz lejana.- O tardes, debería decir.

-Vaya... Menuda siesta... –Se estiró.- Y... ¿Qué haces aquí?

-Es mi cama.

-Oh... ¿Y que hago yo aquí? –Parpadeó un par de veces.-

-Tú misma lo has dicho. –Tampoco iba a montar una pelea porque su preciosa hermana hubiera abordado su lecho mientras dormía.- Echar la siesta...

-Ah... –Era en esos momentos cuando más le gustaba, se mostraba tan tierna y susceptible, tan delicada e inocente... Después, conforme volvía a la normalidad, perdía parte de espontaneidad.-

-¿Has tenido bonitos sueños? –Preguntó, meloso.-

-Pues... Sí. –Asintió, mientras frotaba sus antebrazos, notando el cambio de temperatura al haber abandonado las sábanas y, sobretodo, el protector abrazo que ambos habían compartido.-

-Me alegro.

-Estando tan bien acompañada es fácil... –Esta vez fue ella la que adoptó un tono de voz dulce y sosegado.-

-Ojalá todos los despertares fueran así.

Y de nuevo, algo ya repetitivo en sus vidas, se produjo un gran silencio, en el que simplemente se observaron mutuamente.

-Oye... –Fue ella la que lo rompió.- Hay una cosa que quizás debería decirte...

Pero sus palabras fueron interrumpidas por un gutural sonido proveniente de su estómago. ¡Sus tripas rugían de hambre! Y Raúl tampoco estaba precisamente saciado, se encontraba igual de famélico que su hermana.

-Vaya, parece que antes de hablar tendré que hacerte algo de comer. –No pudo evitar contener un par de carcajadas.- Espero que tengas algo decente en la nevera...

-Pues no creo, llevo dos semanas comiendo en restaurantes...

-¿Qué? Por favor, eres un desastre...

-Lo admito. –Asintió pesadamente, dejando pasar el otro asunto del cual deseaba hablar.- Venga, ¡Pidamos una pizza!

-Que horror...

-¡Ey! No te atrevas a insultar a la industria pizzera de este país, nos traen comida a nuestra casa sin tener que movernos lo más mínimo, cuantas noches de pereza han surtido con sus nutritivos alimentos...

-La última vez me trajeron una pizza de esas con piña, y yo había pedido una barbacoa, desde entonces, ¡Ni una más!

-Venga ya, por un fallito de nada...

-¿De nada? Yo y Felipe estuvimos a punto de morir intoxicados... Ese sabor... –Tan solo recordarlo le hizo sentir arcadas.- Aún lo tengo pegado al paladar...

-Déjame, que te lo quito.

Como si tal cosa, Laura llevó sus manos a las mejillas de su hermano, para después plantarle un soberano beso y, sin permiso, penetrar con su lengua en lo más recóndito de su boca.

-¿Ya?

-Eh... –Estuvo unos instantes desconcertado.- Pues...

-Si quieres sigo...

Raúl sonrió, por muy tierna e inocente que pareciera al despertar, seguía siendo igual de pervertida y lujuriosa que siempre, pudiendo encontrar de forma reiterada la forma de sacarlo completamente de sus casillas. ¡Menuda hermana le había tocado!

Una vez comidos, ambos fueron a casa de Claudia, estudiando durante el trayecto el plan a seguir, dado que consideraron que no era nada conveniente decirle a la embarazadísima mujer que había dejado temporalmente la universidad por ella. Al final se decantaron por la excusa más fácil y menos convincente, "una excedencia temporal". Claudia, que de ingenua no tenía ni un pelo de su dorada melena, captó al instante todo lo que sucedía, pero su sentido común fue menos fuerte que el gran deseo instintivo que sentía por tener a Raúl a su lado, se sentía más segura, más tranquila, más maternal.

-Bueno, yo me voy a pasar por la oficina a ver que tal van las cosas... –Laura puso su tono profesional estándar.- Ya sabéis, una se va un rato y se vuelven todos locos...

-Que te vaya bien. –Claudia, tan amable como siempre.-

-Nos vemos luego. –Raúl jugueteaba con el mando a distancia y el teletexto, aburrido.-

-Oye, Claudia... –Laura les habló desde la puerta.- ¿Y ahora que el hombrecito de la casa está aquí, no harás eso?

-¿Eso? –Raúl salió de su limbo digital.- ¿De qué habláis?

-Eh... –La rubia pareció ligeramente nerviosa.- No, nada...

-Oh, venga, si estabas diciéndolo como una cacatúa...

-No, pero, de verdad, ya no hace falta.

-¿Cómo se llamaba? ¿Entrenamiento al parto? ¿Preparación al nacimiento? –Su hermana volvió a reírse, ya había abierto la puerta.- Creo que deberíais hacerlo, suena divertido, además, así os entretenéis. ¡Hasta luego!

El sonido de la puerta al cerrarse fue el inicio de un pequeño periodo en silencio. La mente del joven reaccionó rápidamente, viniendo a sus retinas las imágenes que asociaba a "Clases de preparación al parto", todas sacadas de la televisión, mostrando ejercicios absurdos y hombres aburridos... Reprimió un gritito asustado.

-Bueno... No era nada del otro mundo... –La alemana se apresuró a desmentir el entusiasmo que Laura le había atribuido.- Solo lo dije un día, y no es como para...

-¿Quieres ir? –Enrojeció ligeramente, aunque lo que más le costó fue hablar con claridad cuando una vorágine de imágenes seguían surcando sus retinas.- Digo... ¿Es importante para ti?

-Pero si no hace falta... –Intentó camuflar su respuesta con una sonrisa, pero Raúl ya había compartido cama con ella suficiente tiempo como para saber cuando estaba sobre actuando.-

-Decidido, iremos. –Exclamó con toda la determinación que pudo acumular, pese a que ya intuía lo arriesgado de esa declaración.-

-¿No te molesta?

-No, que va... –Puso los ojos en blanco aprovechando que la mujer estaba de espaldas a él.- Seguro que es constructivo...

-¡Gracias! –Se volvió para abrazarle intensamente, demostrando que en realidad le hacía más ilusión de la que había querido revelar.- ¡Gracias, gracias!

-De... De nada...

La mujer le estuvo abrazando durante un rato más, diciendo cosas como "Si es aburrido lo dejamos" o "Tampoco tienes que acompañarme todos los días". Cuando se separaron, Raúl miró fijamente el escote de la mujer, tan descaradamente que esta, divertida, le llamó la atención.

-¿Qué es lo que miras que tanto te gusta? –Rió ella.-

-Pues... Tu... Tus... –Señaló hacia los pechos de la mujer.-

Ella se miró, percatándose inmediatamente de qué era lo que había sorprendido al chico. Un par de manchas de humedad se extendían en la camiseta en los dos puntos que estaban cubriendo sus aureolas.

-Oh, vaya, ha vuelto a pasar. –Murmuró, ligeramente molesta.- Iré a cambiarme...

-Espera, espera... –Raúl la detuvo.- ¿Eso es...?

-Sí, a veces pasa porque sí, otras al mínimo roce... Supongo que habrá sido por abrazarte con tanto entusiasmo. –Lanzó una gran bocanada de aire, como si el asunto ya la aburriera.- Es molesto tener que ir pendiente de no manchar... Siempre tengo que llevar ropa de recambio cuando salgo...

-Pero... Ya... –Su léxico se había visto drásticamente recortado a causa de la impresión, pero incluso eso a la rubia le pareció tierno. Él era un tipo afortunado.- Ya te ha...

-No, aún no me ha bajado la leche, si es eso lo que quieres saber. –Le acarició la cabeza ligeramente.- Esto solo pasa de vez en cuando...

-Entiendo...

-Cierra un poco la boca. –No pudo aguantar la risa y finalmente se marchó a cambiarse, mientras, desde el pasillo, le lanzaba una última frase.- ¿Tanto te excita pensar en eso como para que se te caiga la baba?

Recuperado del sobresalto, Raúl se amonestó duramente por haberse impresionado tanto por algo "normal" en la vida de una embarazada. Si había vuelto era para apoyarla, no para dar pie a situaciones así... Tenía que concienciarse seriamente...

-"Se veían tan..." –No podía evitar pensarlo.- "Apetecibles..."

Casi a hurtadillas, se acercó al cuarto de la alemana, donde esta se cambiaba con la puerta abierta, con la misma naturalidad de siempre. En ese momento reemplazaba la parte de arriba, dejando al descubierto sus sobredimensionados senos, con esas aureolas y esos pezones ligeramente más oscuros de lo normal... Era un magnetismo tal el que sentía por esa parte especifica de la anatomía de la mujer que llegó a pensar que simplemente era un fetichista descontrolado, más tarde simplemente cayó en la cuenta de que cualquier persona se volvería loca con semejante delicia delante y, sobretodo, a su alcance.

En unos pocos días, merced a los contactos de Cristina y a su boyante situación económica, consiguieron plaza en uno de los cursillos de preparación al parto que se impartirían en un centro deportivo de la ciudad.

Desde el primer momento, Raúl supo que lo iba a pasar mal. Él era vergonzoso por naturaleza, salvo los puntazos de coraje que le daban en momentos muy concretos, y ese sitio era un simposio donde se podrían dar docenas de situaciones alarmantemente vergonzantes para él.

El sitio estaba muy bien, una gran sala con espejos, todo limpio y con bonitas colchonetas apiladas en las esquinas. Raúl supuso que ese lugar lo usarían para hacer yoga a otras horas del día, se respiraba tranquilidad. Pese a todo, les llevaron a otra sala, con cuatro hileras de sillas frente a la pantalla de un proyector, y una pequeña tarima donde una mujer les esperaba.

-Bueno, me presento, me llamo Rocío, y seré vuestra monitora.

Casi tuvo que entrecerrar los ojos para que la sonrisa luminosa de la mujer no le dejara ciego, ¿Tendría algún acuerdo comercial con una marca de blanqueante dental? Raúl reprimió el chiste en su fuero interno, intentando mantenerse sereno y cuerdo. La monitora era una mujer de treinta y pocos, morena, con una buena figura, en especial unas caderas de vértigo y un escote bien abultado y en su sitio. En otra situación le hubiera parecido una mujer atractiva, pero desde el primer momento, antes incluso de que su sonrisa le cegara, tuvo un mal presentimiento con ella.

-"Intuición masculina..." –Se dijo.-

-Me alegra ver que seremos un grupo pequeño. –Rocío recorrió con la mirada a las siete parejas que habían tomado asiento a su orden.- Así podremos trabajar con más calma y os podré dar una atención más personalizada.

Estuvo un rato, sorprendentemente largo, presentándose. Tras esos largos minutos, cualquiera de los presentes habría podido hacer una biografía sobre ella. Poniendo especial énfasis en decir que estaba casada y que tenía cuatro hijos.

-"Las tres primeras fueron niñas, pero yo quería un niño, así que..." –Les había comentado, soltando una risita extraña después.-

También les pasó sus títulos y hojas de trabajo, demostrando que estaba perfectamente cualificada para la labor, no solo desde su perspectiva de madre experimentada, sino desde el punto de vista profesional.

-Y ahora que nos conocemos... –Exclamó, como si hubiera hablado alguien más que ella.- A ver, chicas, ¡Qué levanten la mano las primerizas!

Cinco de las chicas, entre ellas Claudia, la levantaron. Las dos mujeres restantes iban a por su segundo y su tercero, respectivamente.

-Bien, bien. –Esta expresión la usaría mil veces durante el cursillo, todas de una forma estridente y súper feliz, tanto que a Raúl le dio pie a pensar que había tomado alguna sustancia "especial" antes de salir de su casa.-

Y más charla. Les indicó que el curso constaría de varias clases teóricas, donde tocarían temas como "Paternidad responsable", "Anatomía", "Parto" y "Puericultura". Así como lecciones de relajación, respiración y gimnasia adaptada al embarazo. También les detalló que les daría tablas de ejercicios para hacer después del parto.

Ella hablaba y hablaba, con el mismo tono silvestre y dulzón que a Raúl le irritaba, finalmente, incapaz de mantener la atención, dejó correr su mirada por las otras parejas. Él era, con diferencia, el más joven. El que más parecía acercársele le sacaba tres o cuatro años, y el hombre más mayor, aparentaba rondar los cincuenta. Entre las mujeres, las edades iban desde los ventipocos hasta los treintaymuchos. Una de las chicas estaba acompañada por otra mujer, ¿Lesbiana o una amiga?, finalmente Raúl descubrió que se trataba de una amiga, dado que su pareja no podía (O quería) acompañarla. Mientras que las chicas prestaban muchísima atención, salvo, quizás, las que no eran primerizas, que asentían de vez en cuando, corrigiendo o alabando la labor de la monitora, sabedoras del tema. Los hombres, por su lado, hacían duros intentos por no caer en el sopor, varias veces se topó con la mirada de alguno de ellos, que hacían exactamente lo mismo que él, buscar una distracción urgente.

Finalmente, Rocío dejó de hablar, les repasó a todos con la mirada y, Raúl lo habría jurado, posó su mirada un segundo de más en Claudia y él.

Capítulo LXVI

-Ha estado bien, ¿Verdad? –Comentaba Claudia, una vez terminada la maratoniana sesión.-

-Apasionante... –Murmuró Raúl, disimulando la ironía como pudo, que era poco después de escuchar una hora y pico de retahíla sobre los cambios en la pareja que producía el embarazo, sobre la educación del niño, y sobre las metas que los padres se proponían ante su nueva paternidad.-

-No te preocupes, la próxima clase es práctica, seguro que es mejor. –Le animó ella, risueña.-

-No, si no me preocupo. –Se excusó él, intentando parecer agradable.- Es que la monitora, ¿Cómo se llamaba?, es muy... Especial.

-¡Qué dices! ¡A mí Rocío me ha parecido un encanto de mujer! –Le rebatió la alemana, concienzuda.- Además, ¿Te has fijado en lo bien que estaba?

-Eh... –El joven temió que fuera una pregunta trampa.- No, no la he mirado bien...

-Pues sí que lo estaba, y a tenido ¡Cuatro hijos! –Una de las manos de la mujer se posó sobre su abultado vientre.- Y yo que ya tengo miedo de cómo quedaré después...

-Tonterías... –Le regaló una de sus sonrisas.- Estabas bien antes, estás perfecta ahora, y después... No quiero ni imaginármelo, que me conozco y no creo que pueda aguantar hasta casa.

-Cómo eres... –Fue el reproche de la alemana, que, sin embargo, acentuó su sonrisa.-

Ese mismo día, cuando estuvieron en la casa de la alemana, esta se lanzó apasionadamente sobre él, desnudándolo antes de que pudiera decir "Espera, espera, que me quito los pantalones yo solo". Se mostró más lujuriosa y encendida que de costumbre, llevando en todo momento el mando de la situación.

-¿No puedes seguir mi ritmo? –Le retaba.- ¿Quién está embarazado? ¿Tú o yo?

-Si me dejaras... Res... Respirar... –Se quejó él, haciéndose el muerto.-

Notaba el sexo de la mujer, húmedo y caliente, sobre su muslo. Ella le aprisionaba con los brazos, lanzándole una mirada socarrona y flamígera, invitándole a liberarse. Los colosales senos de la alemana quedaban a pocos centímetros de su boca, pero, cuando se intentaba incorporar para alcanzarlos entre sus labios, ella le torturaba apartándose, acrecentando su mueca de satisfacción.

-El problema es... –Se deshizo del abrazo de la mujer, con la colaboración de esta.- Que a mí me gusta estar encima.

-¿De mí o de todo? –Preguntó ella, con fingida inocencia.-

-De todo... –Soltó una carcajada.- Pero de ti en especial.

Recuperando su puesto, se lanzó hacia los labios de la mujer, besándola, primero vertiginosamente, después con dulzura, ella, juguetona, llegó a morderle, amonestándole por sus cambios aleatorios.

Raúl jugueteó con los senos de la mujer, acariciándolos con su rostro, evitando que sus labios coincidieran con los pezones, cosa que ella parecía estar deseando. Exhaló una gran bocanada de su aliento sobre estos, la alemana se estremeció.

-"Me encanta que estén tan sensibles..." –Pensó él, mientras una de sus manos los acariciaba.-

Era genial atraparlos entre sus dedos, acariciarlos con la yema, y ver como ella se deshacía de placer. Sentía en su fuero interno la tentación de morderlos, de portarse "mal", pero sabía que en ese momento, pese que la excitación subiera el umbral del dolor, no era lo indicado, ahora solo debía acariciarlos, lamerlos... En definitiva, adorarlos. Se imaginó a sí mismo como uno de esos hombres primitivos que esculpían trozos de madera con las sinuosas formas femeninas, "Diosas de la Fertilidad". Pues si alguien quería una Diosa de la Fertilidad en ese momento, Claudia cumpliría todas las expectativas.

-Mmmm... –Gimió ella, bajito, cuando los voraces labios de Raúl se posaron en uno de sus pezones. Las manos de la mujer hacían un revoltijo de su pelo.-

No tardaron mucho en mostrarse firmes y duros. Raúl habría jurado que, cuando le dedicó un último lametón, un sabor único y dulzón había llegado a su lengua.

-Me toca, me toca, me toca. –Advirtió ella, incorporándose de nuevo y obligando al joven a tenderse en la cama.-

Gateó hasta colocar su rostro sobre el miembro del joven, bastante vertical a esas alturas. Lo cogió con una mano y lo sacudió ligeramente.

-Despierta, despierta... –Ronroneó ella.- Debes estar a la altura...

Raúl soltó una sonora carcajada. La rubia, guiñándole el ojo, se inclinó y engulló el mástil de carne del chico, que suspiró, notando el tan agradable tacto de los labios y la lengua de la mujer. Como en otras ocasiones, ella no mostraba gran experiencia en esa labor, por motivos obvios, aún así, a él le daba absolutamente igual. Siendo una primeriza o una prostituta de un bar de marineros, la sensación era prácticamente la misma, y él, aunque no solía ni predícelo ni forzarla a hacerlo, tampoco iba a rechazar un "trabajito" de la alemana, en el que, además, se estaba esmerando bastante.

Ver como la delicada boca de Claudia engullía su miembro enhiesto, le hizo sonreír y sentirse tremendamente afortunado. Le ponía ganas, pese a que todo quedaba resuelto cuando, al incorporarse ligeramente Raúl, podía ver como los senos de la mujer colgaban, siguiendo el ritmo de sus labios. Era una visión sublime.

-¿Tan obsesionado está el señorito que ni cuando le hago esto puede dejar de mirarme el pecho? –Murmuró ella, en uno de los descansos que hizo para respirar, aderezándolo con una mirada divertida.-

-Si, lo siento, es que... –Se le escapó un ligero jadeo cuando ella volvió a su labor.- Soy un enfermo... Pero... Tengo poderosas razones... Dos poderosas razones...

-Me siento una mujer objeto... –Rió ella, liberando su miembro durante un par de segundos.-

Su capacidad de aguante empezaba a no ser suficiente, y notaba los evidentes signos de que su corrida era inminente.

-Cla... Claudia... –Jadeó, cuando notó que no podría más.-

-Mmmm... –Fue el único sonido que emitió ella.-

-Creo que... Si no paras... Yo...

Advertida, la rubia siguió. No mucho después, el cuerpo de Raúl fue sacudido por un espasmo de placer, al tiempo que su miembro expulsaba un buen par de chorros de esperma. Para su sorpresa, Claudia no se apartó ni siquiera al final, pudo notar como en su boca se acumulaba el semen, mezclado con su saliva, y como su lengua seguía acariciándole el glande. Eso último estuvo a punto de hacerle terminar otra vez. En medio de un excitante sonido gutural de la mujer.

Finalmente, la rubia tuvo que abandonar el miembro del ahora complacido joven, para escupir discretamente, en uno de los pliegues de las sábanas, los fluidos que aún mantenía en la boca.

-Sí... –Suspiró Raúl, en el limbo del placer.-

Ella se incorporó en la cama, hasta quedar tendida a su lado, observándole con esa sonrisita simple y radiante que suele cubrir los segundos posteriores a un orgasmo.

-No tenías... –Murmuró él, volviendo poco a poco.- Que hacerlo... Sé que... No te gusta...

-Bueno... –Sonrió.- De vez en cuando no está tan mal.

Raúl, entreabriendo uno de sus ojos y observándola, pensó en si era que de verdad ella había querido hacerlo o era algo así como el pago de la mujer por su compañía en las clases de preparación al parto. Disipando todos esos pensamientos de su cabeza, intentó incorporarse para hacer "su trabajo", pero la mujer no le dejó, como de costumbre, acomodó al chico entre sus senos y le abrazó amorosamente.

-Tranquilo... –Murmuró ella, con voz deliciosa.- Para lo demás ya habrá tiempo, ahora relájate...

Ni aunque un harem de preciosas señoritas le hubiera solicitado su presencia habría abandonado ese cálido y placentero abrazo. Como de costumbre, su "relajación" llegó al punto de acabar medio dormido, siempre con una sonrisilla satisfecha en el rostro.

Las siguientes clases fueron confirmando los recelos que Raúl tenía sobre Rocío, la monitora. Por poner algún ejemplo, uno de los días que tenían clase en la sala de los espejos, la mujer les recibió con una mirada especial, la misma que ponía siempre que los veía a ellos en particular.

El joven intentó ignorarla observando a las otras parejas, la verdad es que las mujeres embarazadas vestidas con ropa deportiva, la mayoría con mallas flexibles pero ceñidas, que dejaban poco a la imaginación y convertían sus cuantiosas curvas en un deleite para la vista, podrían llegar a ser una tentación demasiado grande como para que su virilidad lo soportara. Por eso, lejos de fijarse en cual tenía más desarrolladas las caderas o los senos, decidió fijarse en detalles más triviales. Por ejemplo, se dio cuenta de que el hombre más mayor, que rondaría los cincuenta, estaba con una de las chicas más jóvenes, que no llegaba a los treinta ni de lejos.

El tipo tenía un porte elegante y señorial, ella era guapa y tenía unos bonitos ojos. Raúl no pudo evitar pensar en que la mujer en cuestión había buscado un "braguetazo" en toda regla, lo que se acentuó al comprobar que el hombre conducía un Mercedes y que el reloj que lucía en su muñeca podría costar fácilmente igual que un buen viaje al Caribe. Aún así, como Raúl era bueno, prefirió pensar que estaban juntos por "amor" y que el resto eran estereotipos baratos, además, ¿Quién era él para cuestionar las circunstancias de otra pareja?

Lo único realmente bueno que encontraba a esas clases por ahora era las "compresas especiales", que habían causado furor entre hombres y mujeres. Eran compresas con la misma función que las "tradicionales", salvo que estas estaban echas especialmente para colocarse dentro del sujetador, con el fin de evitar las manchas lácteas. La alemana se aseguró de situar un punto de venta donde poder surtirse bien de ellas.

Agradeció que Claudia llamara su atención, pensar le fatigaba. En concreto, ese día harían unos simples ejercicios y estiramientos, especiales para la singular condición de las mujeres.

-Bueno, primero los haré yo, como ejemplo. –La mirada de la mujer recorrió a su público, buscando un conejillo de indias. Raúl ya sabía de antemano a quién iba a coger.- Raúl, ¿Me prestas a tu hermana?

El joven apretó los dientes, irritado. Ella sabía perfectamente que no eran hermanos, no solo porque en sus fichas resaltaba claramente que sus apellidos y procedencias no concordaban, sino porque, salvo los ojos, físicamente no tenían mucho que ver.

-"Lo hace para joder." –Murmuró él, dado que no era la primera vez que lo hacía, aunque la corrigiera y le dijera que no tenían ningún parentesco sanguíneo.- "Será hija de..."

-Claro, sin problema. –La alemana se movió hasta llegar a sus brazos.-

Los ejercicios de por sí no eran nada del otro mundo, posturas "suaves", que debían mantener un determinado tiempo, en series, bla bla bla... Aún así, fuera de los ejercicios, quizás solo se diera cuenta Raúl, pero... Rocío siempre tocaba más de la cuenta.

-"Es una profesional..." –Pensaba, disipando sus pensamientos macabros.- "Eres tú, que tienes la mirada sucia..."

Aún así, siempre había una caricia, un roce, una oportunidad para halagar a la rubia. Esta situación se repetiría mecánicamente en todas y cada una de las clases que tendrían en el futuro, para consiguiente desesperación de Raúl, que empezó a ver a la mujer no como "Una profesional", sino como "Una rival". Lo que más le martirizaba es que Rocío siempre le dedicaba una mirada de "Mira lo que hago", como si fuera un niño chinchando a otro porque tiene mejores juguetes.

Para su consternación, se dio cuenta de que los ejercicios no eran lo "fáciles" que un chico cuidado y deportista como él había pensado, se hacían pesados, muy pesados, sobretodo para la parte masculina de la clase. Terminada la primera sesión, las piernas apenas le respondían.

-Ha sido relajante, ¿Verdad? –La rubia le dedicaba una radiante sonrisa.-

-Sí... Claro... –Murmuró él, poco convencido.-

En las clases teóricas siempre llevaban un orden parecido, primero Rocío les echaba un discurso, después les ponía un documental en el proyector, y volvía a darles otro discursito. Para el público masculino eso era soporífero, sobretodo, porque la voz que narraba los documentales, todos sobre diversas facetas del embarazo, era similar a la que suele narrar los documentales de animales que echan al mediodía, a la hora de la siesta.

-"No solo está cambiando tu cuerpo, también tu vida..." –Decía el anodino narrador.-

Llegó un momento en el que Raúl pensó que, de un momento a otro, un león saldría en pantalla comiéndose una gacela, mientras el tipo seguía explicando cosas de hormonas, vitaminas y recién nacidos.

Aún así, nada de lo que había visto o padecido fue comparable con lo de las últimas clases, donde todo llegó a un límite insospechado. La última clase teórica fue catalogada de "especial" por la monitora.

-Bien, bien. –Les alumbró con su sonrisa artificial.- Como os había anunciado, el día de hoy veremos un video especial. Sé que al principio os resultará impactante, pero debéis comprender que no es más que el proceso mediante el cual culmina el "milagro de la vida".

Se tomó su tiempo para continuar.

-Además, también viene a ejemplificar lo que ya os he dicho muchas veces, el sistema sanitario actual tiende a tratar a las mujeres embarazadas como auténticas vacas, poniéndolas en una "cadena de partos" en las que ni el trato ni el confort de las mujeres les importa. –Las dos alumnas que ya habían pasado por la experiencia asintieron vigorosamente.- También os he señalado en anteriores reuniones que hoy en día los hospitales realizan intervenciones como la cesárea de forma indiscriminada, con las nefastas consecuencias que...

Raúl dejó de escuchar para centrarse en su memoria. Ese día si había prestado atención, puesto que le interesó la cosa. Cuando Rocío habló de que los hospitales solían tratar de forma demasiado ruda a las mujeres, sin preocuparse de que estaban en un "momento especial" en sus vidas. Su mente había absorbido datos como que "El 30% de las mujeres que sufren cesáreas acaban infértiles", o "La OMS considera saludable que la tasa de cesáreas ronde el 15%, cuando en los países occidentales ronda el 35%", así como "El 40% de las mujeres de los Países Bajos pare en casa, con matronas personales asignadas por el Estado". Esto último, lo de que el parto fuera "lo más natural posible", fuera de la cadena mecánica de los hospitales, lo recomendaba con ahínco, siempre que el bolsillo lo permitiera.

-Entiendo que los hombres... –Dedicó una mirada al sector masculino del aula, como siempre, se detuvo más de lo preciso en Raúl.- Consideren delicadas estas imágenes, así que pueden abandonar la clase en cualquier momento, sin problema.

Nada más terminó de decirlo, dos de los hombres se fueron, curiosamente, eran las parejas de las mujeres que no eran primerizas. Si hubieran ido más deprisa habrían volado, eso le dio que pensar a Raúl sobre si lo que les iban a mostrar era tan sórdido como parecía.

Dos minutos después de que comenzara la proyección lamentó no haberse marchado con ellos.

Capítulo LXVII

Lo que veían era, con todo lujo de detalles y de forma explicita en imágenes reales, un parto. Uno no, varios. No faltaba la voz del narrador de los documentales, pero esta vez no hacía falta que apareciera el león y la gacela para la sangre, de eso sobraba.

Otro par de hombres se fue discretamente, con gesto azorado.

Las chicas observaban con ojos muy abiertos, absorbiendo como esponjas todos los datos que ahí podían encontrar, obviando la parte sórdida y macabra.

-"No es macabro." –Se reprendió Raúl mentalmente.- "Es natural... Tan natural como la vida misma."

Pese a que intentaba animarse, la desazón se apoderó de él. No era asco lo que sentía, ni mucho menos, era un respeto, respeto reverencial. La sensación era similar a la que podía sentir una persona cuando le llamaban por primera vez al despacho del director, estando en el colegio. Se tachó de idiota, pero, por primera vez en todos esos meses, Raúl fue consciente de que Claudia estaba embarazada, que dentro de poco tendría que pasar por esa experiencia.

Tragó saliva.

En la sala tan solo quedaban el cincuentón del reloj caro y él, el resto de la delegación masculina había desertado. Curiosamente, el hombre le miraba de vez en cuando, como preguntándose a qué esperaba un muchacho como él para salir.

-"Quiere ser el último hombre en irse." –Pensó Raúl.- "Pues lo lleva claro..."

Minutos después, ni siquiera el cincuentón tuvo coraje para seguir viendo y, con la misma discreción del resto, se marchó.

No supo cuanto llevaban viendo la historia, si diez minutos, una hora o tres meses, pero cuando llegaron a la parte verdaderamente macabra de la emisión, él no pudo más.

-"El corte en el perineo es una práctica común en los hospitales para..." –Decía el narrador, mientras las sórdidas imágenes aparecían en pantalla.-

-Raúl. –Susurró Claudia, apretándole ligeramente la mano.- Puedes irte si quieres, no te preocupes...

-Pero...

-Venga, no creo que dure mucho más, ve a tomar el aire. –Por la mirada de la chica supo que no estaba reprochándole nada en absoluto, que, sin embargo, era comprensiva con la situación que se estaba dando.-

-"Sin embargo, el Colegio de Ginecología y Obstetricia no recomienda esta intervención por los riesgos para la salud de la mujer que representan..." –Fue lo último del narrador que escuchó.-

Sin embargo, cuando ya estaba abriendo la puerta para irse, la voz de Rocío le sorprendió.

-¡Adiós, Raúl! –Exclamó ella, lo suficientemente alto para que todas se dieran cuenta y se giraran para mirarle.-

-"Adiós, perra asquerosa..." –Refunfuñó mentalmente mientras seguía cavilando sobre si odiarse sin motivos era posible.-

El resto de hombres esperaba en los bancos que había cerca de la máquina de café, al final del pasillo. Los dos que habían salido primero, los experimentados, se reían de uno de los del segundo grupo, que estaba realmente pálido.

-Pues cuando lo veas en vivo y en directo es peor... –Apuntaba uno.- A mí casi me da un telele y no lo cuento...

-Ya... –Decía el tipo, con la piel del rostro similar a la de un pergamino.-

El cincuentón y otro de los hombres estaban frente a la máquina, con sendos vasos de plástico en las manos. Raúl observó la oferta, y, dado que ni le gustaba el café, ni tenía ganas de un té insípido, sacó un chocolate caliente, aunque bien hubiera preferido una botella de agua fría, o una buena cerveza.

Y en ese momento se dio una situación paradójica que Raúl recordaría durante el resto de su vida como uno de los "momentos clave" en su paso de niño a hombre. Colocados en orden, estaba el cincuentón, uno que debía pasar los treinta, y él. El cincuentón del reloj caro bebía café solo. El treintañero bebía café con leche. Raúl seguía con su chocolate.

-Tu hermana parecía muy interesada... –Murmuró el cincuentón, con un tono de voz sosegado y respetuoso, sin mirarle, los tres tenían los ojos fijos en la nada.-

-No es mi hermana... –Susurró Raúl, con el mismo tono ido.- Es mi... Soy el padre de su hijo.

Durante una milésima, apareció en su mente una pregunta, "¿Qué eres tú para Claudia? ¿Amigo? ¿Amante? ¿Novio? ¿Fecundador en potencia?".

-Vaya... –Repuso el treintañero, suspirando.- La juventud de hoy en día...

-Sí... –Añadió el cincuentón.-

-Y que lo digas... –Corroboró el propio Raúl.-

Dicho esto, los tres bebieron al mismo tiempo, cada uno su bebida, cada uno en una generación, con unas ideas, con diferentes valores, pero, sin duda, unidos por un camino que no entendía del tiempo. Así era el milagro de la vida.

Un rato después, las chicas salieron, comentando airosas todo lo visto y aprendido, como si haberlo presenciado les hubiera quitado un gran peso de encima.

Y, como no puede haber un final sin sobresaltos, Rocío les guardó lo "mejor" para la última clase práctica.

-Bien, bien, hoy haremos algo especial. –Les dedicó una sonrisa.- Aparte de cómo ejercicio relajante, también tendrá la función de recordarnos que las relaciones sexuales también existen durante el embarazo.

Raúl captó como una de las mujeres le lanzaba una mirada letal a su marido, como si dijera "¿Ves? Sí existen, toma nota o ya verás".

-En concreto, hoy vamos a proceder a un masaje en la zona mamaria, que, como salta a la vista, es una de las que más cambios sufre durante el embarazo, y una de las que más tensión suele acumular en esta etapa de la vida de toda mujer.

Hubo algunos comentarios en voz baja, pero ninguno rehusó.

-Como no vamos a convertir la clase en un balneario, los masajes se realizarán por encima de la ropa. –Amplió su sonrisa.- Pese a todo, es más recomendable que este ejercicio lo hagáis en la intimidad del hogar y con la menor ropa posible. Además, si queréis que sea tonificante de verdad, podéis usar alguna de las cremas con vitaminas que usáis a diario para que toda la zona siga tersa. Y luego, si la situación se pone bien...

Varios de los alumnos se rieron, sabiendo a qué se refería.

-Como digo siempre, "Un niño feliz nacerá en un hogar feliz", así que...

Ya sin sorprender, Raúl vio como la mujer repetía su acostumbrado ademán de recorrerlos a todos con la mirada, para acabar en Claudia y él, sonreír más de la cuenta, y pedirle a la alemana que fuera su conejillo de indias. Aún así, el chico tuvo la sensación de que el día de hoy iba a ser el acabose en lo que a irritación se refería.

-Poneos cómodas... –Narraba la monitora.- En cuanto estéis colocadas, cerrad los ojos y respirad profundamente. Los hombres, recordad que son mujeres, no vacas, debéis ser suaves y sutiles, no toscos y rudos.

Las persianas, casi totalmente bajadas, y las luces apagadas, ayudaban a crear esa atmósfera tranquila que buscaban. No estaban a oscuras, pero tampoco debían aguantar luz fuerte en los ojos.

-Bien... Con suavidad... –Indicaba ella.- Recordad que debéis cerrar los ojos...

Al principio todos se mostraron más "toscos y rudos" que "suaves y sutiles", pero conforme fueron adaptándose al lugar y la situación, empezaron a desarrollar bien el ejercicio, si es que a masajear de diversas femeninas el pecho femenino puede llamarse ejercicio.

Raúl permanecía de brazos cruzados, observando fijamente a la instructora. En ese momento cayó en la cuenta de que para esa "clase" no necesitaba ninguna alumna para ejemplificar, sino que simple y llanamente se había llevado a la alemana para molestarle. O para acariciarla un rato.

Notó que la monitora le miraba a él, de nuevo, con esos ojos retadores de "Mira lo que estoy haciendo". La situación era sugerente. El fino tejido que separaba los abultados pechos de Claudia de las hábiles manos de la mujer no era suficiente como para aislar a la alemana de las sensaciones que esta le trasmitía.

Ver unas manos que no eran las suyas, o las de alguna persona del círculo cercano, dígase Laura o Cristina, amasando con delicadeza los senos de la rubia, le hizo sentir profundamente irritado. Empezó a notar como la sangre goteaba en sus sienes.

Había maestría en las manos de Rocío, habituada a esas labores. Era una maravilla ver como los acariciaba con las palmas de sus manos, para luego hacerlo con el dorso, en el sentido de las agujas del reloj, al contrario, en vertical, horizontal...

Conocía mucho a Claudia como para no darse cuenta de que en su rostro se exhibía una mueca de disfrute. Tenía los ojos cerrados, como la monitora había indicado, y los labios ligeramente separados, como si de un momento a otro fuera a exhalar un suspiro de placer.

Raúl no era el único que observaba la escena, prácticamente todos los hombres observaban como la monitora le estaba dando un "repaso" a la "rubia tremenda" de la clase. Algunos estaban sorprendidos, otros tenían que disimular la sonrisa de excitación que les causaba presenciar esa escena. Anecdótico era que la amiga que solía acompañar a una de las embarazadas también estaba realizando los ejercicios, pero sin levantar tanto revuelo como la pareja principal.

Pronto el joven pudo distinguir, o intuir, como dos bultos en la ropa de la mujer indicaban que sus pezones estaban despiertos y listos para la acción. Rocío seguía como en el primer instante, retando a Raúl con la mirada y "ultrajando" a Claudia con las manos. Él aguantaba como podía, inmóvil, sin querer mostrar ningún signo de debilidad o enfado.

En realidad tampoco tenía derechos reales para molestarse. A fin de cuentas, él solo había sido el "donante", nada más, no había ningún otro tipo de relación, y mucho menos una que le diera derechos sobre la mujer. Era normal que estuviera disfrutando tanto, a fin de cuentas, le gustaban las mujeres.

-"Me gustan las mujeres, y me gustas tú." –Le había dicho ella en una ocasión, llenándolo de alegría.-

Mientras observaba como la monitora masajeaba con "casual" reiteración los pezones de la mujer, siguió pensando en lo estúpido que había sido al pensar que lo suyo con Claudia era especial. Ella simplemente era amable con él, nada más.

Entre ese y otros sombríos pensamientos, transcurrió la excitante para unos, y triste para otros, clase práctica. Al final, el ambiente era mucho más "cálido" que de costumbre, incluidas miraditas lujuriosas, comentarios jocosos o, suspiros exasperados. Más de uno iba a apurar su llegada a casa para "terminar los ejercicios".

-Bien, bien... –Exclamó Rocío, dejando ir por fin a Claudia, que volvió a su sitio al lado de Raúl con cara de haber estado en el cielo de visita.- Pues ya hemos terminado, espero que todo lo que os he mostrado en estos días os ayude en el momento de la verdad, seguid mis consejos, obedeced a vuestro médico de cabecera, y, para cualquier cosa, os he dado mi teléfono, atenderé cualquier duda que tengáis, no os preocupéis. Ha sido un placer compartir estos momentos con vosotros.

Mientras se despedían los unos de los otros y los otros de las unos, Raúl se incorporó, notando que se le había dormido una pierna, maldiciendo al pensar que nada podía empeorar más. Tras estrechar un par de manos, empezaron a salir.

-Espera, Iván... –Rocío le llamó la atención.- ¿Podría hablarte un momento?

Bufó, ahora encima le cambiaba el nombre, cuando sabía perfectamente que se llamaba Raúl. Claudia le dirigió una mirada significativa.

-Te espero fuera. –Murmuró, abandonándole al peligro.-

El joven, solo y desvalido, volvió sobre sus pasos para posicionarse frente a la mujer, tan guapa y tan mala pécora, al menos a sus ojos.

-Bueno, tan solo quería comentarte lo especial de tu relación...

Algo hizo "clic" en la cabeza del joven. Llevaba aguantándola demasiado tiempo, captando indirectas cada dos por tres, recibiendo desprecios y otras muestras del poco cariño que la mujer parecía mostrar por él, pese a que, como ya se había dicho en muchas ocasiones, no había ningún motivo en concreto.

-"Tal vez le recuerdo a un exnovio del pasado, qué sé yo..." –Reflexionó en una ocasión.-

Pero en cuestión, tras ese "clic" no pudo reprimir una sonrisa sarcástica que le salió del alma.

-¿Sobre mis relaciones sexuales? –Espetó él de pronto.-

-¿Eh? –Ella parpadeó un par de veces, descolocada.- No, no...

-Mis relaciones sexuales van perfectamente. Mira, te cuento...

Durante varios minutos Raúl procedió a narrar con todo lujo de detalles, de forma explícita y jocosa, sus relaciones sexuales con la alemana. Su relato no hubiera tenido nada que envidiar al que un improvisado narrador podría haber hecho de esas "divertidas películas" que ponían los sábados de madrugada en las televisiones regionales.

-Aunque en realidad siempre me ha encantado como se arquea al correrse, y también me encanta cuando me pide por favor que le deje probar su propio flujo... –Amplió su sonrisa, llevaba ya un buen rato hablando ante una atónita Rocío, a la que no dejaba espacio para detenerlo o interrumpir la conversación.- A veces la torturo, negándoselo, pero el morbo que da al pasarle con la boca todo ese sabor, entrelazar las lenguas, devorándonos mutuamente... Eso me encanta. Sí, ese sabor tan especial, la textura, el calor que da...

Asintió, dándole aún más teatralidad a sus palabras.

-Sin duda, tiene el mejor coño que he probado jamás. –Fueron sus palabras para concluir, dándose cuenta de que varías veces había estado a punto de quedarse sin aire, con los consiguientes síntomas de mareo.-

La monitora aún le observaba, sin saber qué decir, totalmente fuera de su sitio, descolocada al haber perdido el control de la situación.

-Aunque usted tampoco está nada mal. –Le miró descaradamente el escote.- Tiene un buen par de tetas. ¿Y dice que ha tenido cuatro hijos? ¡Joder! Pues se han debido de poner morados...

Se rió, curiosamente, unas carcajadas sinceras, no tuvo que fingir.

-Tiene mi número en la ficha, si un día de estos le da por llamarme, quizás podamos echar un buen polvo. –Le guiñó el ojo.- ¡Nos vemos!

Y sin darle tiempo a decir nada, la dejó ahí, en la clase, sola. La última vez que la miró estaba totalmente enrojecida, al borde de la catarsis, había sido zarandeada y descentrada por un crío.

Raúl se topó con Claudia en la entrada del recinto.

-¿De qué habéis hablado? Llevas un buen rato...

-Nada del otro mundo. –Explicó él.- Solo acercábamos puntos de vista sobre temas comunes...

-Vaya... –Pese a que hubiera preguntado más, ver al chico con una sonrisa tan amplía y ese ademán tan masculino al caminar, la hizo desistir, al menos estaba de buen humor.-

Él se sentía bien. Le habían torturado durante muchos días sin que él supiera por qué, y ahora, en un golpe que nada tenía de violento pero sí de impactante, se las había cobrado todas juntas. Para él, aún muy joven, habría resultado fatigoso despedirse de esa endemoniada monitora sin recuperar la virilidad que con su irritante conducta le había quitado. Él volvía a tener el control. Sabía que todo lo que había hecho o dicho era estúpido, pero... Era un pecado de juventud, podía permitírselo.

-"Aunque una cosa no es cierta..." –Pensó, risueño.- "Espero que no me llame, es la única mujer con la que no me acostaría ni aunque me lo pidiera de rodillas... Pese a tener unas buenas tetas..."

Capítulo LXVIII

-Te digo que es lesbiana. –Repetía, por vigésima vez.-

-Pero si está casada y tiene cuatro hijos... –Reprochaba Claudia.-

-O es lesbiana, o lo hacía solo para molestarme.

Estaban en el salón de la casa de la mujer, charlando en uno de sus "poco frecuentes" ratos de ocio. Acababa de salir a colación el tema de Rocío, la monitora, a la que habían abandonado, con un gran final, hacía un par de días.

-Te equivocas.

-Venga ya, tú misma debiste darte cuenta como te tocaba, de profesional en eso no hay nada... –Se quejó, haciendo aspavientos.-

-Que guapo te pones cuando estás celoso. –Claudia le sonrió e intentó besarle, pero él se lo impidió, ceñudo.-

-No, ahora arrumacos no, es tu culpa por sacar el tema otra vez...

Y en cierto modo era verdad, por mucho que la alemana disfrutara al verle con el entrecejo fruncido, enfadado. A él le molestaba llegar a esa situación, por el simple motivo de que lo que siempre salía a colación en su cabeza era el "¿Qué eres tú de Claudia?", pregunta que solía atormentarle, incapaz de vencer sus inseguridades.

Afortunadamente, una llamada a su teléfono móvil sacó el tema de su mente.

-Tienes que ayudarme. –Dijo Nadia, con un tono de voz serio, más aún tratándose de ella.-

-Claro, ¿Pasa algo? ¿Estás bien?

-Sí, pero... –Suspiró.- ¿Puedes venir a mi casa?

-¿Ahora?

-Sí.

-Bueno... Supongo que sí. Nos vemos ahora.

-Te espero.

Colgó el teléfono, intrigado por las palabras de la pelirroja, ¿Qué le podía pasar para que mostrara tanta urgencia? Se despidió de Claudia, asegurándose de que estaría bien.

-Si necesitas cualquier cosa, o si pasa algo... –No pudo evitar mirar a su vientre, al que empezaba a faltar poco para cuajar.- Me llamas.

Cogió el coche para ir a casa de Nadia, pese a que la casa de esta no estaba técnicamente muy lejos, pero así era su vida ahora, lo usaba hasta para ir a la vuelta de la esquina, era la novedad.

Cuando llegó a su casa, la chica estaba tan sana y guapa como siempre.

-¿Va todo bien?

Cuando escuchó el relato de la pelirroja, que empezó a contárselo nada más saludarlo, como si estuviera muy apurada, no pudo evitar suspirar y mirarla con incredulidad.

-¿Y para esa chorrada me haces venir?

Al parecer, el "gran problema" de Nadia era que una de sus hermanas, de quince años, la había pillado "de marrón", mientras besaba a una chica en la calle.

-¡No te rías! –Se quejó ella, cuando Raúl no pudo aguantarse más.- Es serio.

-¿Y qué hacías tú besando a una chica? –Arqueó una ceja.- ¿Ya eres oficialmente lesbiana?

-¡Ja! Yo de lesbiana no tengo un pelo. –Cruzó los brazos, a la defensiva.-

-Pues más de una vez te he visto en situaciones "más que cariñosas" con alguna que otra fémina... –Él siguió pinchándola.- ¿Eso que es?

-Eso es... Ser práctica.

-¿Práctica?

-Sí, yo no soy lesbiana, para nada, me gustan los hombres, y masculinos, si puede ser.

-¿Entonces?

-Que también tengo que reconocer que las mujeres son suaves, delicadas y huelen bien. –Apuntó, asintiendo ante cada adjetivo.- En ese sentido, no es porque sean mujeres, sino porque tienen esas características, si fuera suave, delicado y oliera bien, no me importaría hacérmelo hasta con un chimpancé.

-Hala... Que palabras más poco apropiadas para una señorita... –Raúl se hizo el escandalizado.-

-Perdona, vuestra merced, pero es la pura verdad. –Exhaló una gran cantidad de aire.- No, oye, es serio de verdad, como se le ocurra ir diciéndolo y llega a mis padres...

-¿Habrá problemas?

-Bueno... Digamos que la situación no está como para echar cohetes, ya les he dado demasiados disgustos a mis padres últimamente.

-Entiendo.

-La cosa es que yo le dije a mi hermana que eso no era lo que parecía. –Volvió a reprochar a Raúl que se riera ante el típico "no es lo que parece".- Le comenté que simplemente estábamos con lo típico del conejo de la suerte, o la botella...

-A tu edad...

-Sí, pero lo importante es que ella se lo crea, que es más espabilada de lo que muchos piensan, sabe más que el diablo... –Volvió a suspirar, desesperada.- Pero bueno, aunque le comenté eso, no sé si me creyó.

-Y mi papel en todo esto... –Lo preguntó, aunque se lo imaginaba, estando con Nadia hasta lo más surrealista podía ser posible.-

-Bueno, había pensado que si ella me ve en plan... En plan "alegre" con un tío, pues que me creería cuando le dije que no había más que un juego con la chica esa. –La pelirroja le regaló una gran mirada de expectación.- Y eres el único chico con el que tengo la confianza suficiente como para proponérselo así, de buenas a primeras. Podría haberte pedido que nos enrolláramos y hacerte la encerrona, pero para que veas, voy de cara y te digo que necesito ayuda...

-Muy honorable por tu parte. –Admitió él.- Pero es que... No sé si va a salir... ¿No es peor que te vea enrollándote con un tío que dándole un pico a una chica?

-Nada que ver, mi madre ya sabe que de virgen no tengo un pelo, y mi padre se lo imaginará. –Se tomó unos segundos para pensarlo.- Y, a lo sumo, si se lo dijera, tan solo me reprocharían lo de traer un chico a casa y todo ese rollo estilo "La Casa de la Pradera".

Raúl se sentó en la cama de la pelirroja, recordando los buenos momentos que habían vivido juntos, aún sin estar seguro, y pareciéndole todo como una broma, asintió. A fin de cuentas, le había pedido ayuda.

-Dios, gracias, menos mal, te debo una.

-Espera, espera... –Sonrió con socarronería.- ¿Y qué gano yo?

-Bueno... –Ella ladeó ligeramente la cabeza, lanzándole una mirada pícara.- Después podemos "enrollarnos" de verdad.

-Eso lo hubiera conseguido sin tener que ayudarte. –Comentó, irónico, ganándose que la chica le sacara la lengua, con fingido odio.- Tendrá que ser otra cosa...

-A ver, ¿Qué me pides?

Examinó a la joven, tan preciosa como siempre. En realidad no tenía nada que pedirle de manera especial, así que se decantó por algo conocido y divertido.

-¿Tienes cámara?

-¿El chico fetichista me está pidiendo permiso para otra sesión de fotos morbosa? –Rió ella.- Pues si que te gusta, sí.

-Tengo mis debilidades... –Confesó él.- Pues venga, ¿Qué has pensado hacer?

El plan de Nadia era básico, pero parecía ser lo más efectivo en esa peliaguda situación. Su hermana sería la primera de la familia en llegar, dentro de diez o quince minutos, el resto tenía clases extraescolares hasta bien entrada la tarde, sus padres estaban trabajando. Cuando esta entrara a la casa, ellos comenzarían su particular "show", dejando la puerta del cuarto de Nadia entreabierta, para que cuando su hermana pasara por el pasillo, indispensable para llegar a su propia habitación o la cocina, les pudiera entrever en faena. Ellos simularían no haberla visto al poner música y estar "demasiado concentrados el uno en el otro".

Después de un pequeño debate, concedieron que lo mejor era despojarse solamente de las camisetas.

-Quiero que sea realista, pero tampoco que mi hermana me vea follando... –Era lo que había dicho la pelirroja.-

Y así, él mostrando su torso y ella sus pechos, con esos pezones pigmentados que tanto le gustaban a Raúl.

-Y oye, ¿Cuándo nos vea que hacemos? ¿Excusas en plan "Se me había manchado la camiseta y ella me iba a dar otra"? –Preguntó Raúl.-

-No, conozco a mi hermanita lo suficiente como para saber que en cuanto nos vea se volverá a marchar, no encararía la situación "en directo" y contigo delante.

-Eso espero...

Cada uno ocupó su puesto, Nadia ya había puesto la música, lo suficientemente alta como para disimular y lo suficientemente baja como para escuchar el ruido de la puerta al abrirse. Raúl comenzó a reírse ligeramente.

-¿Qué te hace tanta gracia? –Preguntó Nadia, intrigada.-

-Es que... Me acabo de dar cuenta... –Más carcajadas.- De que esto parece un puñetero videoclip de Justin Timberlake...

Esta vez fue la pelirroja la que prorrumpió en sonoras carcajadas. Inesperadamente, Raúl captó el sonido de las llaves posicionándose cerca de la cerradura, teniendo que pellizcar a la joven para que se serenara. Tal y como habían ideado, comenzaron con su actuación. Aunque más bien de actuación había poco, los beso, los lametones y las caricias eran tan reales como la calidez de la lengua de la pelirroja peleando con la suya. Mientras amasaba uno de los pechos de la chica, pudo sentir una mirada clavada en la nuca. Casi estuvo tentado de darse la vuelta, se moría de ganas por ver la expresión de la hermanita de Nadia, pero resistió, todo tenía que parecer "casual".

Finalmente, tras un par de minutos, escucharon el sonido de la puerta de calle de nuevo, más amortiguado, como si alguien quisiera irse sin hacer ruido.

Como un resorte, Nadia se levantó y comprobó que, siguiendo su pronóstico, la joven se había ido después de ver la escena.

-¡Victoria! –Exclamó al entrar en el cuarto.- Esta no vuelve al menos hasta dentro de una hora... Pobre... Quizás tendría que haberte desnudado, eso seguro que la hace quedarse a mirar más...

-Eh, eh, nada de usarme con fines perversos... –Murmuró, también feliz ante su "victoria" en esa "gran aventura".-

-Uff... Durante un instante he estado a punto de mirar, incluso me ha dado morbo saber que mi hermana me estaba mirando, ¿Te lo puedes creer?

-Eh...

En ese instante pensó muchas cosas: "¿Qué si me da morbo pensar que mi hermana me mire mientras estoy con una chica? No, no, a mí lo que me da morbo es acostarme con ella, esa forma tan suya que tiene de tener orgasmos, de ser una niña y una mujer al mismo tiempo, de besarte como si fuera la primera vez..."

-Sí, morboso, muy morboso. –Dijo al fin.-

-Bueno, espero que haya colado. –Se sentó en la cama.- Qué, ¿Terminamos lo que hemos empezado?

-No, hoy no... –Se llevó la mano al rostro.- Me duele la cabeza...

-Venga ya... Será que te ha bajado la regla. –Rió ella.-

-Puede ser... Estoy a punto de pedirte un tampón...

-Claro, claro... Bueno, y aparte de rechazarme descaradamente, cosa que ha herido mis sentimientos. –Musitó ella, aparentando estar ofendida.- ¿Entonces qué?

-Me debes una sesión especial... –Recordó él.-

-Bueno, bueno, como sea, para que veas que yo no dejo nada a deber.

Se levantó y cogió su cámara digital, que puso en las manos de un ya incorporado Raúl, para después volverse a la cama.

-¿Y qué quiere el Señor Fotógrafo que haga?

-Sé tu misma... –Susurró él, cerrando la puerta de la habitación, por si acaso.- Naturalidad ante todo.

-Bien... –Le miró con ojitos tiernos.- ¿Así de natural?

-Tanto como tú quieras... –Nadia era bastante fotogénica, eso tenía que admitirlo.- Ahora, más picante...

-¿Cuánto de picante?

-Caliente. –Indicó él.-

Ella, que no se había cubierto la parte de arriba, posaba con el torso desnudo, a su manera. Los ojos pardos de la chica le encantaban, hacían mucho contraste con su piel clara y su pelo cobrizo.

-Ahora más caliente aún.

Ella desabotonó sus pantalones, bajándolos ligeramente, dejando a la vista sus muslos, situándose de rodillas en la cama, lo que ponía en primer plano un gran trasero, todo coronado por la mirada de pícara que la caracterizaba.

-Más caliente, más. –Seguía solicitando él.-

Bajó más los pantalones, mostrando las braguitas, se incorporó ligeramente y ladeó la cabeza. Una de sus manos acabó en uno de sus pezones, agarrándolo con fuerza y ofreciéndoselo al objetivo.

-Fuego.

Divertida, terminó de quitarse los pantalones, enrolló uno de sus dedos en el elástico de las braguitas. La cámara devoraba cada una de las instantáneas.

-Quémame.

Con sutileza apartó la pequeña prenda de tela, exhibiendo un apetecible coñito, a todo esto, su famoso tatuaje ya había quedado a la vista hace tiempo.

-Ahora... ¡Tímida!

Pese a que su petición fue repentina, ella no se lo pensó mucho, juntó las rodillas, ocultando su sexo, y se tapó los pechos con uno de sus brazos, al tiempo que apartaba el rostro.

-Eres buena, ¿Lo sabías?

-Todas las mujeres deben saber fingir por naturaleza... –Murmuró ella, divertida.-

Siguieron un rato más con la sesión, finalmente, Raúl empezó a notar que su miembro despertaba de las profundidades de su entrepierna.

-¿Sigue en píe la propuesta de acabar lo de antes? –Preguntó, retándola.-

-No, lo siento. Has perdido tu oportunidad, eso te pasa por rechazarme. –Le sacó la lengua.-

-Pues que pena... –Y esta vez hablaba en serio, no le habría importado nada desfogarse un poco con la pelirroja.-

Nadia estuvo viendo las fotos en la cámara, riéndose de vez en cuando, maravillándose de lo bien que salía en algunas.

-Tendrías que dedicarte a esto de manera profesional. –Le apremió ella.- Todas están genial, ni un solo fallo.

-Eso es porque la modelo era buena.

-¡Que hablo en serio! Deberías pensarlo.

-Claro, ¿Y acabar haciendo reportajes de bodas? –Bufó.-

-Por algo hay que empezar, ¿No?

-Eso dicen. –Raúl se tomó toda la libertad del mundo para palpar el pubis de la chica, notando la suavidad bajo sus dedos.-

-¿No sabes que los niños buenos deben pedir permiso antes de tocar?

-Es que, estaba pensando... –Frunció el ceño, reflexivo.- Creo que te rasuras demasiado.

-¿Cómo? –Preguntó, sorprendida.-

-Bueno, desde un punto de vista imparcial, y no de que estoy ligeramente caliente, te diré que uno de tus puntos más excitantes es el contraste de tu piel con tu pelo. –Siguió acariciando la zona íntima de la mujer, topándose únicamente con el diminuto mechón de vello púbico que sobrevivía.- También aquí abajo, deberías dejártelo crecer más.

-Pero así es más cómodo.

-No, lo que pasa es que lo veis en la televisión, y venga, a copiarlo. –Suspiró teatralmente.- Cuanto daño ha hecho la industria del porno a las jovencitas virtuosas como tú...

Ambos estuvieron riéndose un buen rato, finalmente, cuando la chica se hubo vestido, se volvió hacia él, dándole la tarjeta de memoria de la cámara.

-¿No serán para publicarlas luego en Internet a un módico precio?

-¡Ja! ¿Con lo egoísta que soy? Esto es para uso y disfrute personal...

-Guárdalas bien, probablemente te pediré copias, me han gustado mucho.

-Dalo por hecho.

Ella se le quedó mirando unos instantes.

-¿Sabes lo que te falta a ti?

-¿A mí?

-Lo que te falta es... Ser un poco más morboso...

-¿No soy morboso?

-Pero no lo suficiente, eres de los que se tirarían a un charco de barro para que yo pasara por encima sin mancharme los zapatos, pero no de los que se tirarían al charco conmigo para hacerlo.

-¿Cómo que no? –Se mordió el labio.- Cuando quieras, ¿Dónde hay un charco?

-Claro, claro...

-Además, yo también tengo una lista de cosas morbosas por hacer. –Se defendió ante la mirada retadora que le lanzaba la mujer.-

-Por ejemplo...

-Pues... –Estuvo pensando en dichas cosas, y, sobretodo, en las confesables.- Pues nunca me he acostado con una chica que esté en "sus días", por ejemplo, es una cosa que no me molestaría hacer.

-¿Y eso es morboso? –Se rió.- Si no te molestan las manchas, puede resultar bastante excitante, aunque generalmente los tíos no queréis hacerlo en ese momento.

-Pues yo quiero probarlo.

-¿Qué día es hoy?

-Martes.

-De número.

-15.

-Pues... –Esta vez fue ella la que reflexionó, llevando un cálculo mental.- Vuelve en cuatro o cinco días y verás tu "objetivo morboso" cumplido.

-No lo ofrezcas así como así, que yo soy capaz de venir. –La avisó, mientras la mordía el cuello, causándole cosquillas.-

-Aquí te espero, Señor Fotógrafo. –Le estuvo besando mientras lo acompañaba a la puerta de la calle.- Y te garantizo que será una experiencia digna de retratar con la mejor cámara.

Ante sus últimas palabras, le guiñó pícaramente el ojo, cerrando la puerta tras de sí. En la calle, mirando el portal durante unos instantes, Raúl no pudo evitar pensar que el fuego no era solamente el color de su pelo, también lo que la rodeaba, ella era pura picardía y lujuria.

-"Aquí me tendrás." –Rió mentalmente, palpando la tarjeta de memoria en su bolsillo.-

Continuará.

PD: Bueno, bueno, bueno. Pues después del parón navideño, volvemos, con el estilo que nos caracteriza (Para lo bueno y para lo malo). Así que, a ver si todos continuamos al píe del cañón, aprecio sentidamente vuestros ánimos, supongo que todos sabéis conscientes de que muchas veces, cuando estas atascado o no tienes mucho entusiasmo por seguir, es el apoyo lo que te empuja a hacerlo, todos ganamos. Por ahí alguien preguntaba cuál sería la duración de la serie, pues veremos, el argumento lo tengo definido desde hace mucho tiempo, pero siempre se te ocurre algo que "añadir", la temática ayuda bastante, debo decir. Aún así, la parte principal de la historia ya ha sido publicada. Y bueno, como curiosidad, aclarar que los datos que nombro en el tema sobre "aborto y cesárea", son religiosamente ciertos, con las fuentes citadas. Sin más que añadir... ¡Buen provecho!