Eso (16)

Ahora que hace frío, tomemos chocolate bajo una manta. Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Qué pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LXII

Recordar aquel fatídico día le causaba un atroz dolor de cabeza, así como un pinchazo en la pierna derecha. Lo primero causado por la fatiga mental del momento, y lo segundo, porque, una vez en su cuarto, había descargado su propia frustración golpeándose con el puño en el muslo varias veces, un castigo merecido y que había dejado huella.

Afortunadamente, Estela no presentó ninguna denuncia una vez apareció la policía, o al menos eso supuso él, y menos mal, porque, tal y como estaban las leyes, mal llamadas de "discriminación positiva", por ese acontecimiento tan desagradable podría haberle caído algo más grave que una bronca.

Aunque en realidad, no es que le importara mucho. Ya fuera el dinero a causa de una multa o su libertad por ser llevado al calabozo, lo que más le dolía haber perdido en ese nefasto lugar era a la propia Estela.

Fin, se acabó, no había más monedas para jugar a ese juego. Game Over.

La primera en notar que algo raro le había sucedido fue Claudia, sagaz e hipersensible como estaba en esos momentos. Él evitó cualquier pregunta, tampoco quería implicarla en un asunto tan duro como ese, ni a ella, ni a nadie. Durante esos días incluso llegó a rechazar cualquier tipo de acercamiento físico, la alemana, comprensiva, decidió no incomodarle demasiado, manteniéndose en segundo plano, dispuesta a hablar con él en el momento que lo creyera necesario.

Y muy obvio debía ser su malestar para que su propia hermana se diera cuenta.

-¿Y a ti que te pasa? –Le preguntó una tarde, cuando coincidieron en la casa de Claudia.-

-Nada.

-Pues con esa cara cualquiera lo diría... –Laura frunció el ceño.- ¿Qué has hecho? ¿Te has metido en algún problema?

-No.

-Siempre que pones esa cara es por algo así... Igual que cuando te peleabas con tus amigos, te quedabas con esa expresión hasta que hacíais las paces. –Le dio un ligero toquecito en el hombro.- Venga, no seas infantil y dime qué te pasa.

-Nada. –Fingió una sonrisa.- Iré a ordenar la nevera.

-Oye... –Laura le cogió de la camiseta, como una niña tratando de llamar la atención de un adulto.- Sé que no soy muy del tipo de persona con la que hablarías de temas serios y tal... Pero... Si te pasa algo, no sé... Cuenta conmigo...

-... –Abrió la boca para decir algo, pero la cerró al instante y simplemente sonrió, esta vez con sinceridad.- Si es que te he dicho que no es nada, y la nevera no se va a ordenar sola...

-Pues nada... –Dirigió su mirada al televisor, sin volumen dado que, en otra habitación, Claudia echaba una cabezadita.- Espero que tengas muchas neveras que ordenar en la isla que te has creado para ti solo.

-"Perdóname, Laura, pero así son las cosas." –Pensó.-

El resto de la tarde transcurrió sin mayores sobresaltos. Por la noche llegó Cristina, más animada que el resto.

-¿Qué tarde vienes, no? –Preguntó su hermana, con cierto reproche en la voz.-

-Sí, es que antes de venir me pasé por casa y me duché, estaba tan cansada que apenas tenía ganas de volver a coger el coche... –Se justificó la otra.-

-"Cada vez parecen más un matrimonio rancio." –Musitó el joven en su cabeza.-

-¿Ah, sí?

-Sí.

-¿Seguro que no te has ido por ahí con cualquier guaperas?

-¿Por quién me tomas?

Raúl, recostado en la alfombra, vio como el dúo diabólico quedaba junto en el sofá, demasiado junto. Las carantoñas no tardaron en llegar.

-Y... –Mientras hablaba sus manos habían empezado a jugar.- ¿Dónde está Claudia?

-Cantando en su cuarto. –Intercambiaron miradas significativas.- No nos deja estar, dice que le da vergüenza...

-Le da vergüenza que estés tú, no yo. –Protestó Raúl.- Pero claro, por no hacerte el feo, nos ha dejado fuera.

-Ya veo...

Aunque ver no vio nada, dado que, tras darle un suave beso a Laura, internó su cara en el cuello de esta, comenzando a darle pequeños mordisquitos, a los que la otra no tardó en responder con sus manos, acariciando la cintura de la mujer.

Ver a Cristina y Laura en acción no era nada nuevo para él, pero seguía causándole una sensación extraña, aparte de la excitación. Le daba vergüenza verlas, lo consideraba como una "intromisión" a su intimidad, como si fuera un voyeur espiando, generalmente se habría marchado del salón con alguna excusa, pero ese día decidió no hacerlo, le daba pereza levantarse...

Estuvieron jugando a morderse y besarse durante un rato, soltando risitas y miradas tan cargadas de erotismo que hubieran bastado para causarle una erección a cualquiera. Hacía rato que sus manos acariciaban partes de su anatomía tales como sus pechos o, de refilón, su entrepierna, pero siempre obstaculizadas por la ropa, que empezaba a sobrar.

Raúl miraba a la televisión, que seguía sin volumen, esta vez sin motivo alguno. Pero le era imposible no desviar miraditas traicioneras hacia el espectáculo del sofá.

Laura desabrochó los pantalones de Cristina, al tiempo que esta alzaba los brazos para que su camiseta saliera con facilidad. El sujetador de Cris era de un tono anaranjado, tan poco habitual como lo era su dueña. Lo que más admiró Raúl de esa prenda fue su capacidad para contener los senos, nada pequeños, de su portadora. Le encantaban las mujeres en ropa interior, tenían un puntito de provocación que, a veces, perdían desnudas. Claro que desnudas lo que menos importaba era la provocación y lo que más donde morder y cuando penetrar, pero eso era otro tema.

Su hermana llevaba una camisa de hombre, le encantaba ese tipo de ropa, y unos pantaloncitos. El clima, cálido, permitía ir con esas ropas tan exiguas en esa época del año. Botón tras botón, la camisa fue abriéndose, mostrando que Laura había perdido el sujetador en algún sitio. Raúl alzó inconscientemente la cabeza para vislumbrar sus pezoncitos, igual de deliciosos que siempre. Tragó saliva. Cuando se dio cuenta de que estaba mirando tan fijamente, se reprendió y volvió al televisor.

-Vaya... –Claudia apareció en la puerta.- ¿Me he perdido algo?

-Mmmm... –Fue el saludo de Cristina, respondiendo a una de las manos de Laura que ya se había internado bajo su pantalón.-

Por el camino fue recogiendo los grandes cojines que poblaban el salón, formando una pila lo suficientemente grande y estable en la que acomodarse.

-No deberías sentarte ahí. –Recomendó Raúl.- Si quieres les digo a ese par de súcubos que dejen libre el sofá.

-No, no. –La mujer le sonrió.- Se las ve tan entretenidas...

-Ahh... –Ese gemido indicaba que la traviesa mano de Laura había llegado a su objetivo bajo los pantalones de la otra mujer.-

-Claudia... –Mientras su mano proseguía evaluando el nivel de calor y humedad de la entrepierna de Cristina, ella se dirigió hacía el público.- Si te apetece...

-No, no... –Se disculpó esta, entre risas.- Creo que solas estaréis mucho mejor.

-Bueno... –Su rostro se contrajo cuando Cristina, en venganza por la osadía que estaba teniendo en sus bajos, capturó uno de sus pezones entre sus labios.- Sooo, tranquila, tigresa, que me lo arrancas...

-Entonces sería todo mío... –Rió Cristina, soltándolo durante un breve instante.-

Raúl miraba hacía el televisor, sin mucha convicción, con el rostro crispado. Claudia observaba sin tapujos los festivos juegos que se realizaban en su sofá, felicitándose a sí misma por la idea de ponerle una funda, al tiempo que llevaba una de sus manos a la cabeza del chico, donde empezó a jugar con su pelo.

Cristina se levantó para que sus pantalones pudieran desaparecer de la ecuación, Laura intentó abalanzarse como una fiera hacia el triangulito húmedo de tela que cubría el sexo de la mujer, pero esta la detuvo, indicándola con la mirada que también ella debía quitarse los suyos. "O en igualdad de condiciones, o nada."

Muy a su pesar, tuvo que ceder y dejar que sus pantaloncitos fueran bajados, aprovechando también para liberarse de sus zapatos, sin perder ocasión en el proceso para seguir acariciando los pechos de la otra. Finalmente, libres de prendas exteriores, pudieron enzarzarse en una dura batalla por ver quién llevaba la iniciativa.

Laura salió victoriosa.

Como si fuera un depredador que captura el olor de su presa, fue recorriendo con su rostro casi todos los recovecos del cuerpo de Cristina, al tiempo que su lengua, sus labios y sus dientes dejaban marcas por cada lugar que creía conveniente, marcando su territorio.

-Ey... –Dijo de pronto, incorporándose.- ¿Has usado mi gel?

-No es tu gel, está en mi casa... –Se defendió la otra.-

-Pero sigue siendo mi gel, debes pedirme permiso para utilizarlo.

-Está bien, la próxima vez mandaré a mis abogados para pedir la custodia compartida de tu querido gel... –Cristina se rió.- Por cierto, huele bien, ¿Qué fragancia tiene?

-Frutas tropicales... –Se relamió.- Y ese olorcillo solo hace que quiera comerte más...

-Come todo lo que quieras... –Al tiempo que realizaba su invitación obligaba a la otra mujer a volver a su tarea.- ¡Eh! ¡Pero sin morder!

-Lo siento... –Reía Laura, para nada arrepentida.-

Raúl seguía a lo suyo, mirando fijamente la televisión... Que no habría sido nada raro de no ser porque llevaba cerca de dos minutos sin parpadear ni realizar el más mínimo movimiento, luchando contra su cuello, que buscaba continuamente la oportunidad para girar y permitirle vislumbrar el espectáculo sáfico que ocurría a pocos metros.

Laura liberó uno de los pechos de Cristina del sujetador, sin desabrocharlo. Lo acarició con su mano, cubriéndolo, acariciándolo, lamiendo las partes que rebosaban, en especial el pezón, que quedaba justo entres dos de sus dedos. El rostro de la otra mujer era de entero disfrute.

En esos momentos una estaba tumbada boca arriba en el sofá, mientras que la otra, Laura en este caso, estaba de rodillas sobre ella. Al tiempo que sus manos y su boca hacían las delicias del escote de la mujer, una de sus rodillas, diestra en todo tipo de posturas, acariciaba toscamente la entrepierna de la mujer, y al parecer con buenos resultados, dado que las caderas de Cristina habían comenzado a moverse, casi como si lo que se estuviera produciendo fuera una penetración.

-Esto fuera... –Murmuró su hermana mientras tiraba el sujetador de la chica, que, por casualidad o no, fue a parar justo hacia donde estaban Raúl y Claudia.- Sí... Me gustan así... Con libertad... No deberías llevar sujetador nunca...

-Eso lo dices... –Cristina suspiró, buscando controlar su respiración.- Porque a ti no se te marcan los pezones al mínimo roce...

-Mejor... –Laura acarició sus mejillas entre los grandes pechos que tanto le gustaban.- Así les animas el día a los demás...

-¿Y quién me lo anima a mí? –Puso una voz aniñada, sabiendo qué respuesta recibiría.-

-Yo, por supuesto.

Laura besó a Cristina, suavemente primero, con locura después. Raúl, que había girado un poco la cabeza a causa de los calambres que empezaba a sufrir, tanto en el cuello como en la entrepierna, puso observar como se besaban, se lamían y ¡Se mordían de forma salvaje! Su hermana atrapó el labio inferior de Cristina, extendiéndolo hasta conseguir un jadeo de dolor-placer de su amiga, lamiendo después, con melosa suavidad, como un animal que así elimina el dolor...

Besó y lamió su cuello, sus orejas y sus pechos una vez más, después, con un magnífico equilibrio, dio la vuelta, quedando ahora su rostro a la altura del sexo de la mujer. Una postura ideal para el mítico 69, pero Laura no tenía esa idea, simplemente quería observar de cerca su trabajo.

A través de la pequeña prenda de tela, acarició, impregnándola aún más de humedad, esa bendita humedad que debía estar haciéndola nadar en el océano del placer. Cristina, mientras tanto, se mantenía pasiva, pese a tener el sexo de la otra mujer a su alcance, se contenía, dedicándose a recibir placer, siguiendo el rol que esa vez le había tocado, cumpliendo los deseos de la que esa noche llevaba el papel dominante, como mucho, se limitaba a acariciar uno de los muslos de Laura, llegando hasta su nalga, amasándola, pellizcándola incluso, para luego volver sobre el recorrido...

Su hermana estuvo acariciando por encima de la tela durante varios tortuosos minutos, fatales para Cristina, dado que notaba las caricias, las muecas de placer que ponía así lo evidenciaban, pero aún así, no era lo necesario para llevarla al clímax que tanto ansiaba en esos momentos. Laura, simplemente, se hacía de rogar.

-Venga... –Suplicó finalmente.- Hazlo... Ha... Hazlo como tú sabes...

-Je...

Retiró levemente la prenda, pegada completamente al llameante sexo de la mujer, frotó la tela un par de veces, causando sendos espasmos de placer de la mujer. Y en ese momento, ante la ansiosa mirada de Raúl, y la siempre relajada de Claudia, estiró ligeramente un dedo, curiosamente, el anular.

-Por... Por favor... –Siguió rogando la mujer, que no podía soportar más ese estado.-

Entonces la sonrisa de Laura se acentuó, con el dedo anular acarició, durante unos segundos, el coñito en llamas de Cristina, para, después, clavar el dedo como si de una inyección se tratase.

El resultado fue inmediato.

Cristina se convulsionó. Elevó ligeramente el tronco, como si fuera a vomitar, siendo un estertor de placer lo único que salió de su boca, abierta de par en par, acto seguido, como si la corriente eléctrica bajara de nuevo, fueron sus caderas las que se levantaron, hasta los dedos de sus pies se cerraron.

-"Jo-der" –Fue lo único que pudo pensar Raúl.- "Eso sí es un orgasmo y lo demás es tontería..."

-Ahhh... Ahhh... –Gemía Cristina, escandalosa como pocas veces la había visto.- Mmmm...

Raúl desvió la mirada del cuerpo comatoso de Cristina y se fijó en el rostro de Laura. Una sonrisa dulce, tremendamente dulce, recorría sus labios. Era una sonrisa parecida a la que ponía Claudia cuando estaba cantándole a su bebé.

-"Tú también has encontrado a tu bebé, ¿Verdad?" –Lanzó la pregunta mentalmente, pero al parecer, su hermana debió captarla, porque en ese instante reparó en la presencia de esas dos figuras que no jugaban con ellas.-

-Uff... –Se acomodó en uno de los apoyabrazos del sofá, aprovechando que la otra mujer había contraído las piernas en sus aún inacabables ronroneos post-orgásmicos.- Este sofá es cómodo, debería comprarme uno igual...

-Mmmmm... –Cristina a lo suyo, aún con los ojos cerrados.-

-¿Qué? ¿Os ha gustado?

-Magnífico. –Aplaudió Claudia, con una chispa de excitación en los ojos.-

-Yo no he mirado... –Gruñó Raúl.-

-¡Ja! ¡Pero qué mentiroso! –Laura le señaló.- ¡Si te he visto!

-Bah... –Siguió refunfuñando.- Exhibicionistas...

-No me hagas ir hasta ahí y comprobar si has mirado o no. –Amenazó su hermana.-

-¿Y como vas a hacerlo? ¿Tienes una cámara espía o qué? –Ironizó él, ingenuo.-

-Oh, es fácil. –Rió, maliciosa.- Claudia, dime, ¿La tiene dura o no?

-Pues... –Comenzó la rubia.-

-No, pero no es por eso. –Se defendió.- Es que me estaba haciendo cositas en la cabeza y claro, me he relajado y... Además sois escandalosas y...

Las dos mujeres conscientes de la sala prorrumpieron en carcajadas, ante un suspiro indefenso de Raúl, que, como casi siempre, perdía locuacidad en los momentos menos oportunos.

Capítulo LXIII

-Mmmm... –Cristina suspiró, con una gran sonrisa en su rostro, aún ida.-

-Sí, hija, sí, tú a lo tuyo. –Laura la zarandeó un poco, intentando traerla del mundo de Yupi.-

-Pobrecita, se la ve cansada, ha debido de tener un día duro, ¿Por qué no la dejas dormir? –Intercedió Claudia.-

-Sí, claro, ¿Y a mí quién me quita este calentón?

Los dos pares de ojos se centraron en Raúl.

-¿Eh? No, no. Yo no tengo ganas de nada, no quiero... –Se quejó él.-

-¿Me vas a rechazar? –Laura puso una cara dolida.- ¿A mí? Yo, con lo mucho que te quiero...

-Ya... –Carraspeó, tuvo la tentativa de incorporarse y marcharse del salón, pero entonces su erección sería muy visible.- Pero no, no estoy en mi mejor momento...

-¡Ja! Pues que yo sepa solo hay dos personas que pueden tener la menstruación en esta sala, y digo dos porque una es un seudo-hombre y la otra está embarazada. –Puso los brazos en jarra, altiva.- ¿Entonces quieres decir que no te gusto? ¿Es por eso que me rechazas?

-Ñe...

-¿Ñe? –Laura se levantó y se acercó hasta él.- ¿Ahora hablas como los niños?

-Ñe... –Mejor decir algo ininteligible que una cosa que le pudiera suponer un problema.-

-Ni ñe ni nada. –Se inclinó hasta quedar a su altura.- A ver, ¿Qué pasa?

Entre los diversos motivos por los que Raúl no quería iniciar ningún tipo de contacto sexual en ese momento, se podían contar que le daba algo de vergüenza tener el más mínimo contacto con otra mujer delante de Claudia, por la que sentía una ligera "fidelidad", otro, que persistía su enfado consigo mismo por el desagradable episodio que había vivido hacía unos días, y, más actualmente, que había quedado tan impresionado con la maestría que exhibió Laura al masturbar a Cristina que tenía miedo de no estar a la altura.

-Bueno... –Claudia recibió la onda telepática.- Creo que empezaré a preparar la cena, ya es hora... Además, cuando se despierte, estará muerta de hambre.

Señaló con la mirada hacia Cristina, que permanecía con los ojos cerrados, probablemente dormida. Laura la ayudó a levantarse, y pronto se la escuchó trastear en la cocina. En ningún momento los hermanos dejaron de mirarse.

-¿Qué? –Ella parecía realmente determinada.-

-No quiero...

-Venga ya... ¿Tú sabes lo malo que es para el cuerpo quedarse a medias?

-¡Ja! ¡Que no me chupo el dedo! Eso es tan falso como lo de que el orgasmo causaba tuberculosis, o trombosis, ¡Lo que sea! ¡Un cuento de viejas! –Se incorporó, quedando bien sentado.- Si te has quedado a medias, lo siento, pero no es mi problema.

-¿Entonces me estás rechazando?

-No, pero...

-¿Con lo que eso supone para tu estabilidad económica?

-¿¡Me estás chantajeando!? –Se escandalizó.-

-Pues me demandas después. –Entrecerró los ojos, retándole.- Tú decides...

Estuvo renegando durante un rato, pero, finalmente, no pudo seguir soportando la mirada penetrante que Laura le lanzaba.

-Pero solo tu orgasmo, que yo no quiero nada.

-¿No vamos a...?

-No.

-Que soso...

-O eso o nada. –Puso el gesto todo lo serio que pudo.- Que no tengo ganas de ducharme otra vez.

-¡Será vago! –Ella negó con la cabeza.- Vale, si quieres te baño yo, como cuando eras pequeño...

-¡Eso es todavía peor!

-Oye, no lo digas como si te hiciera nada malo... Por ese entonces te respetaba.

-¿Y no me lo hacías? –Alzó las cejas.- Te recuerdo que te encantaba torturarme cambiando el agua fría a caliente, ¿Sabes el miedo que le cogí al agua fría desde ese entonces?

-Ah, sí, es verdad... Jajaja... –La mujer se rió.- No entiendo como te puedes acordar de esas cosas, si eras un enano...

-Psé...

Raúl tragó saliva, los pechos de su hermana le quedaban cerca, muy cerca. Sus pezones habían perdido parte de la dureza, pero seguían apuntando al cielo. Alzó una mano y atrajo a la chica hacia él, la obligó a sentarse a su lado, aprovechando la gran montaña de cojines que antes había usado Claudia.

-Yuju... –Celebró ella.-

La verdad es que se mostraba un poco torpe y cortado, no habían sido demasiados sus escarceos con Laura en los últimos tiempos, pese a que la tensión sexual era constante, como si de los protagonistas de una serie de la televisión se tratasen.

-No hables. –Solicitó.- Rompes la atmósfera...

-Perdón.

-Chsss...

Recostó a la mujer en los cojines. La miró a los ojos, se sonrojó. Siguiendo su instinto, acarició los pechos de la mujer, esos que tanto le gustaban, pese a no ser demasiado grandes, eran suaves, una delicia tanto al tacto como al paladar.

Con el deseo de volver a probarlos se inclinó hacia ellos, le encantó el sabor que encontró ahí, el natural del propio cuerpo mezclado con el de la voraz boca de la ahora dormida Cristina. Jugó con sus senos, acariciándolos con sus labios, su lengua, su mejilla... A ella le gustaba que lamiera sus aureolas, para después terminar con un ligero toquecito en el pezón...

Mientras su boca jugaba en el pecho de la mujer, una de sus manos acariciaba el muslo de la misma, alternando con el elástico de las braguitas, bajándolo poquito a poquito, acariciando a su paso...

En un momento dado pudo notar las manos de la mujer acariciar su espalda por debajo de la ropa, de forma muy relajada, sin grandes arañazos, ni otros signos de pasión. Raúl abandonó, muy a su pesar, como siempre, los pechos de la mujer, acariciando sus clavículas, su cuello, sus orejas, tan sensibles... Rechazó los besos de la mujer, así como el intercambio de miradas.

-Hum... –Fue el sonido que emitió ella como protesta por su rechazo.-

Retornó usando el mismo camino, bajando más esta vez, por su ombligo, al que dedicó buenos cuidados, por su vientre liso, en el que buscó cosquillas, alborotando a su hermana en el proceso. Cuando llegó a la entrepierna de la mujer, sus braguitas a medio quitar obstaculizaban su paso, se las quitó sin muchos miramientos.

Para su sorpresa, Laura se resistía ligeramente a abrir las piernas. O se estaba haciendo la difícil, o repentinamente la había asaltado una misteriosa vergüenza. Tuvo que trastear durante un rato hasta que la mujer se relajó y se decidió a abrir las piernas, mostrándole de nuevo ese sexo que aún llevaba grabado en su retina.

Hermoso, de piel rosa y perlada. Bello.

-Hola... –Saludó con voz coqueta.-

Sin recibir respuesta, sopló, el aire, frío y repentino, hizo que su hermana tuviera un pequeño respingo, que exteriorizó con un suspiro largo y profundo. Acercó el rostro hasta su entrepierna, estiró la lengua hasta que su punta podía acariciar levemente las diferentes partes de la delicada anatomía femenina. Recorrió varias veces hasta el más mínimo rincón del lugar, llevándose consigo el sabor de lo más secreto que ahí residía, causando en el proceso el consiguiente nerviosismo en su hermana, que empezó a respirar con dificultad, especialmente cuando las caricias se acercaban al clítoris.

Hubiera deseado acercarse un poco más y devorar ese hermoso sexo que se le brindaba en bandeja de plata, luchar, lengua contra clítoris, en una batalla en la que él, seguramente, saldría victorioso, para al final, llevarse como premio un gemido, un temblor, y el sabor del triunfo. Pero decidió, muy a regañadientes, decantarse por otros planes. Ante la sorpresa de Laura, se incorporó, y extendió su mano hacia la boca de la mujer, que no tardó en comprender lo que quería.

Su boca atrapó todos y cada uno de los dedos, causándole al pobre Raúl un terrible cosquilleo en todo el cuerpo, así como las ganas de dejarse de tonterías y penetrarla en ese preciso instante, pero resistió. Con los dedos bien lubricados, fue hasta la entrepierna de la mujer. Sin muchos titubeos, clavó el índice lo más que pudo en su vagina, mientras que utilizaba el pulgar para someter el clítoris y sus alrededores. No era la mejor técnica, ni la más sorprendente, ni tan habilidosa como la que ella había desplegado hacía un rato con el anular, granjeando la secreta envidia de Raúl, pero, por otro lado, era igual de efectiva.

La mujer pronto respondió el estímulo, acompasando sus caderas, momento que él aprovechó para penetrarla también con el dedo corazón, cosa que pareció gustarla bastante al arrancar un sonoro jadeo de sus labios. Incansable, su mano derecha penetraba la vagina de la mujer, a veces, para descansar, detenía la penetración, dejando sus dedos bien dentro, y aprovechaba para acariciar sus paredes vaginales por dentro, cosa que la volvía, literalmente, loca.

-Ahhh... Eso no... No vale... Me haces... –Se mordió el labio.- Cosquillas...

-Reirse es sano... –Ironizó él, incapaz de aguantar su silencio.- Mírame.

-¿Qué?

-Mírame a los ojos.

Siguiendo sus ordenes, Laura clavó sus ojos en los de su hermano. Mientras sus dedos exploraban lo profundo de su secreto, ellos no despegaron la mirada en ningún momento, ni siquiera cuando el rostro de la mujer fue tornándose escarlata, quizás del calor interno que reinaba en su cuerpo, quizás por otro súbito ataque de vergüenza, ni siquiera cuando él, aventurero, osó unir un tercer dedo a aquellos que estaban en misión de exploración, en búsqueda de un orgasmo que, atraído sobretodo por las caricias que dedicaba a sus paredes vaginales, cada vez más acertadas, parecía cercano.

-Ahhh... Más adentro... –Levantó ligeramente el trasero, deseando que así los dedos del chico pudieran ahondarla con mayor profundidad.- Más...

Hizo un poco de fuerza, introduciendo sus dedos tan profundamente como la anatomía lo permitía, aprovechando las falanges de los mismos para acariciar, para jugar con los músculos vaginales que no acertaban a envolver esos traviesos y demasiado finos dedos.

-Ahh... –Gimió, conteniendo en su garganta la mayor parte del grito.- Más...

Acrecentó el ritmo, cosa que ella agradeció levantando aún más las caderas, esperando lo inevitable. Hacerlo tan rápido le estaba produciendo un ligero dolor en el bíceps, pero no cejó en su empeño, si paraba en ese momento, tendría que volver a empezar...

-Mírame. –Volvió a ordenar, puesto que la mujer, en el placer, había cerrado los ojos, sumergiéndose en su propio mundo.-

-Mmmmm...

De nuevo le sostuvo la mirada, aunque esta vez con más dificultad, instintivamente deseaba cerrar los ojos, dejarse llevar al paraíso durante unos segundos...

-Ahhh... Ya... Ya viene...

-Salúdalo de mi parte cuando lo veas... –Murmuró Raúl, socarrón.-

-Idi... Idiota... –Rió ella, si es que a esa mezcla de jadeos y gemidos se le podía llamar reír.-

Y llegó. La chica cerró las piernas, atrapando al brazo de Raúl, realizando algo parecido a una llave de Judo que estuvo a punto de desencajarle la extremidad al chico. Apretó mucho los labios, antes de lanzar un sonoro suspiro, como si hubiera estado bajo el agua y de pronto hubiera comenzado a respirar. Relajada, volvió poco a poco en sí. Mientras sus dedos permanecían en el interior de su vagina, fue consciente de que, aún en esa parte, era capaz de sentir el lejano latido de su corazón. La pareció una sensación un tanto extraña, el cuerpo humano era algo misterioso y complejo...

-Perfecto... –Musitó la mujer.- Justo lo que necesitaba.

-Bien. –Raúl se frotó el bíceps, aún le ardía por el esfuerzo.-

No pudo evitar observar sus dedos, mojados por el flujo íntimo de la mujer, llenos de su sabor y su aroma... Si no se los llevo a la boca fue simplemente porque, sorprendiéndole, su hermana tiró de él hasta obligarle a tumbarse encima suya. De la misma forma que hacía Claudia siempre que compartían lecho, le "obligó" a colocar la cabeza entre sus pechos, notablemente más pequeños que los de la alemana, y, así, mientras le acariciaba el rostro, estuvieron juntos durante un buen rato.

¿Por qué hacían las mujeres eso? ¿Es que acaso Raúl tenía un sonar especial que las hacía activar un oculto instinto maternal? ¿Quizás eso ocurría siempre con las personas que te querían mucho?

-"Bueno..." –Pensó, mientras se volvía a centrar en sentir la respiración y el ritmo cardiaco de la mujer, notando el calor de su cuerpo.- "Mejor ser maternal que violento..."

Un rato después el abrazo de su hermana se aflojó, no estaba dormida, pero si en un estado de relajación total, decidió dejarla ahí, tranquila como estaba. Se dirigió al baño, donde se lavó las manos y la cara, refrescándose de paso, haciendo que la ya dolorosa erección que acusaba se redujese poco a poco. Había algo en los ojos de Laura que no le gustaba, o mejor dicho, le gustaba pero le aterraba al extremo, eran unos ojos demasiado amorosos como para ser los de una hermana, ese tipo de miradas no eran... Sanas.

Quitándose esos pájaros de la cabeza, se dirigió a la cocina, no sin antes echar un vistazo al salón desde el marco de la puerta, viendo como Laura seguía prácticamente en la misma posición, pero Cristina, de vuelta al mundo real, estaba sentada en el sofá, con la vista perdida.

-¿Todo bien? –Fue el saludo de Claudia cuando entró en sus dominios.-

-Objetivo cumplido... –Suspiró.- Es duro ser el hombre de la casa...

Ambos no pudieron evitar reírse antes de continuar preparando la cena.

Capítulo LXIV

Antes de lo que a Raúl le hubiera gustado sus días de vacaciones empezaron a menguar. De prisa y corriendo, terminó los trabajos que, teóricamente, debía entregar tras las vacaciones y que, gracias a su nada rutinaria existencia, había olvidado por completo. Aún así, tuvo tiempo para quedar un par de veces con su grupo, sin mayores incidentes o altercados. Lo único reseñable fue que las "Cosas" que Marta debía contarle eran que, finalmente, había "estrechado lazos" con el chico que le llamaba la atención.

-Eso está muy bien. –Levantó su botellín de cerveza.- Felicidades.

-No, no... –Ella se apresuró a retomar la palabra antes de que todos brindaran.- Es que cuando lo conocí un poco mejor...

-No era tu tipo. –Ana asintió, como si a ella le ocurriera diariamente.-

-Sí, pero... –La sonrisa de Marta se amplió.- Conocí a uno de sus amigos y...

-Jo... –Nadia reprimió la sonrisa.- Y luego la promiscua soy yo...

Se rieron escandalosamente, justo a tiempo de evitar que Marta utilizara el láser ocular, que toda mujer lleva implantado en sus ojos, para desintegrar a la pelirroja.

Volver a la estación fue, si cabe, más fatigoso y ácido que nunca. No solo se despedía, otra vez, de todo lo que le hacía minimamente feliz, sino que, y su auto-infundido espíritu de caballero le torturaba por ello, la idea de dejar a Claudia le horrorizaba. Aún así, fue la propia alemana la que más efusivamente se despidió, buscando no preocuparle en lo más mínimo, deseándole que siguiera con los buenos resultados de hasta entonces.

No aguantó ni un mes.

Su constante preocupación no hacía más que convertirlo en un baúl flotando sobre un lago de aceite, apenas si conciliaba el sueño, las clases eran un infierno... Gracias a una conversación mantenida con una de las personas con la que mayor afinidad llegó a tener en la universidad, y su contundente máxima de "Si crees que en tu ciudad hay algo más importante que lo que estás haciendo aquí y ahora, ¡No sé qué haces en este lugar!", fueron cruciales para que su determinación alcanzara el punto de hacer sus maletas y coger el primer tren de vuelta.

-¿Pero qué haces tú aquí?

La cara de sorpresa de Laura fue lo primero que vio, no le había dado tiempo a girar la llave, esta apareció, avisada por el metálico sonido de la cerradura. Pidiendo pasó, dejó las maletas y demás bolsas en la entrada, dirigiéndose, cabizbajo, al salón.

-¡Te he hecho una pregunta!

-Sí... Bueno... –Se sentó en el sofá, observando a su hermana, aún en pijama, si es que a esas exiguas prendas se le podían llamar pijama.- Es que, verás...

Nervioso, no pudo evitar que sus piernas se movieran, descontroladas.

-He decidido volver. No... No podía quedarme ahí, sin hacer nada. –Suspiró lastimeramente.- Me estaba volviendo loco...

Laura se tomó su tiempo para responder.

-¿Y la universidad?

-Puede esperar... Haré trabajos o recuperaré, o...

-Bien, ¡Esto es perfecto! –Enfadada, se levantó, haciendo aspavientos.- ¿Ahora me estás diciendo que vas a echar todo el año a perder? ¡Te has vuelto loco!

-Claudia... Ella está...

-Sí, ya lo sabía yo, ¡Estaba segura de que esto pasaría! –Golpeó con furia el respaldo del sofá.- Mi hermanito el imbécil y sus aventuras...

-Pero está en la recta final, ¡No puedo dejarla sola!

-¿Quién está sola? –Cuando uno levantaba la voz, el otro respondía alzándola aún más.- Cristina y yo estamos permanentemente a su lado.

-Pero...

-Pero nada. –Gruñó y volvió a golpear el sofá.- Odio cuando te sale el complejo de caballero con brillante armadura que debe ir repartiendo amor y bondad por el mundo, es... Es...

-Perdóname por no ser un cabrón insensible. –Repuso él, ácidamente.-

-A veces hay que serlo para no ir contra tus propios intereses. –Laura le dedicó una mirada cargada de ira y preocupación.-

Su hermana estuvo un rato deambulando por el salón, pensativa. A veces murmuraba algo en voz baja, ordenando pensamientos o simplemente mentando la estupidez que Raúl podía llegar a demostrar en algunas ocasiones. Aún así, finalmente pareció que su enfado se desinfló, porque se lanzó pesadamente al sofá y lanzó un gran suspiro.

-Estoy muy decepcionada contigo. –Murmuró seriamente, clavándole ese par de ojos que nunca o casi nunca así le miraban.- Se supone que tú eres el responsable de esta casa...

-Pero...

-Está bien. –Rebajó su expresión formal hasta alcanzar una más normal en ella.- Entiendo que son circunstancias especiales... Y a lo mejor estoy siendo demasiado blanda por ello... Se supone que yo debo darte ejemplo y tal...

-Se supone... –Ironizó él, más relajado al ver como su hermana volvía a ser ella misma tras los minutos de malas caras y gruñidos.-

-Aún así, no vas a estar aquí sin hacer nada.

-Por supuesto que no.

-Si antes de Septiembre no has decidido que hacer, ya sabes. –Ella amplió su sonrisa, peligrosamente agradable.-

-¿Qué quieres decir? –Se temió la respuesta.-

-A la calle.

-¿Qué? ¿Me echarías? Venga ya, tu nunca harías algo así...

Laura arqueó las cejas, en un claro "¿Qué apostamos?".

-Estoy siendo salomónica... –Le tiró uno de los cojines del sofá, dado que el chico estaba completamente pasmado.-

Lo que a Raúl le preocupaba no era el hecho en sí de que le echara, sabía que, por ejemplo, si le pidiera asilo político a Claudia, o incluso a Cristina, podría lograr fácilmente reasentarse. Pero lo que le angustiaba profundamente era la posibilidad de que hermana, que de una manera u otra había cuidado de él desde siempre, se alejara de él.

-"Bueno, no importa, para Septiembre ya estará todo en orden." –Su cerebro segregó endorfinas, como si el cojín que le acababan de tirar a la cara estuviera lleno de chocolate, y pudo mostrar una tímida sonrisa.-

-Ah... –Respiró profundamente.- Qué difícil es ser una hermana responsable...

-Oye, ¿Y tú qué haces aquí? –Se dio cuenta en ese momento.- ¿No se supone que deberías estar trabajando?

-Es que estaba estresada... –Puso voz de niña.- Y me tomé la mañana libre...

-Ya... ¿A qué hora te acostaste ayer?

-Pues... Sobre la cuatro... –Le sacó ligeramente la lengua.- Es que no tenía sueño, y como Cris se quedó en casa de Claudia...

-¿Y por qué no fuiste tú?

-Una mujer necesita intimidad de vez en cuando. –Farfulló ella, empezando a irritarse por tanta pregunta.- Ya sabes, disfrutar de tu espacio vital, el silencio... Esas cosas.

-Claro, claro. –Negó con la cabeza.-

-Ufff... –Laura se frotó los hombros.- Tengo la espalda destrozada...

Estuvieron en silencio durante un rato, su hermana le miraba, con ojitos inocentes, expectante.

-¿A qué esperas? –Vociferó cuando asumió que él no iba a hacer nada.-

-¿Eh?

-Dame un masaje. –Señaló su espalda.- Y de los buenos.

-No me apetece darte un masaje ahora, estoy cansado por el viaje en tren y...

-Oh, quizás donde dije Septiembre debería decir Agosto... –Canturreó ella.-

-Vale, vale... –Suspiró.- Siempre con chantajes... Pero nada raro, ¿Vale?

-Sí, sí. Pero ten cuidado, de verdad que estoy fatal...

Raúl observó el sofá, no parecía el sitio más cómodo para un masaje, por muy corto que fuera. Se lo pensó unos instantes antes de, temeroso, dijo que lo mejor era que fueran a su cuarto, donde tendrían más libertad. Cuando llegaron, Raúl se dio cuenta de una cosa significativa, la cama de su hermana no estaba desecha, eso, para una mujer como Laura, que no había hecho su cama en toda su vida, significaba una cosa, no la había utilizado.

-¿Dónde has dormido?

-¿Eh? –Comprendió a lo que se refería cuando este señaló la cama.- Ah... Bueno... En el sofá.

-¿Y eso?

-No sé, supongo que me quedé traspuesta.

-Bueno, túmbate... –Laura hizo ademán de quitarse la parte de arriba del "pijama" que llevaba.- ¡No hace falta que te desnudes!

-Venga ya, como si fueras a ver algo nuevo... –Rió ella.- ¿No me digas que te has vuelto pudoroso?

Estuvo un rato trasteando en el baño de Laura, hasta encontrar el bote de aceite, curiosamente era una loción recomendada para bebés, preferido de su hermana. Mientras se lavaba las manos observó su reflejo en el espejo, las ojeras se le marcaban claramente, necesitaba unas horas más de sueño para dejar de ser un cadáver humano...

-¡Ay! ¡Tienes las manos heladas! –Refunfuñó su hermana.-

-Como tu corazón... –Soltó él por lo bajo, sarcástico.-

-¿Decías algo?

-No, nada...

Despojada de la camiseta que la vestía, su hermana quedó tumbada boca abajo, mostrando su bonita y moldeada espalda, sus hombros, su cuello... Como única prenda que la cubriera en ese momento llevaba un pantaloncito corto en el cual se marcaban por completo sus inigualables nalgas, un trasero de campeonato, sin duda. Raúl meneó la cabeza para apartarse esos pensamientos y procedió a cumplir el deseo de la mujer. No era el mayor especialista del mundo en masajes, pero Cristina, que sí sabía algo del tema, le había enseñado lo básico para conseguir relajar a la persona que tuviera entre sus manos.

Notó que, efectivamente, Laura tenía algo de tensión acumulada en el cuello. La sensación que percibía al notar la piel de la mujer deslizarse bajo sus lubricados dedos le producía una singular relajación a él también. ¿Sentiría ella lo mismo?

-Mmmmm... –Era el sonido dulce y pausado que emitía la mujer de vez en cuando, reconfortada por las caricias que recibía.-

Raúl se centró en su trabajo, le gustaba "dibujar" en la espalda de Laura, escribir palabras, en definitiva, sentirla viva bajo sus manos... Pasaron largos minutos, en los cuales estuvo tan metido en su labor que no se dio cuenta de que, en algún momento de la sesión, su hermana se había quedado completamente dormida.

Sonrió.

Ver a alguien mientras duerme es singular, como su cuerpo oscila con su respiración, el movimiento de sus ojos bajo los párpados, las muecas que se dibujan en su rostro... Raúl estuvo observándola un rato, mientras pensamientos anárquicos como "Es una lástima que sea mi hermana", cruzaban por su cabeza. Realmente Laura dejaba mucho que desear en grandes aspectos, era infantil, irresponsable, no sabía cocinar, no había limpiado en su vida y era gruñona. Pero, por otro lado, también era justa, una gran profesional, una buena amante, divertida, cariñosa y, cuando no tenía que fingir para nadie, incluso era tierna e inocente.

El joven cogió la colcha y la echó por encima de su hermana, deseando que no cogiera frío estando medio desnuda. Por el pasillo se dio cuenta de cuan agotado estaba él mismo, los párpados se le bajaban por sí solos.

-"Una cabezadita..." –Murmuró para sí mismo.- "Cinco minutos y me levanto..."

Mientras penetraba en su habitación, vislumbró como sus sábanas estaban desechas, al tumbarse, pudo comprobar como aún guardaban cierta calidez, como si alguien hubiera utilizado ese lecho hacía tan solo unos minutos. Mientras se desvestía pesadamente se dio cuenta de que incluso el perfume grabado en esos trozos de tela tenía la delicadeza y la fineza del aroma a mujer. Aún así, con todo eso en su cabeza, Raúl no fue capaz de razonar, estaba tan cansado...

-"Cinco..." –Bostezó.- "Minutos..."

Continuará.

PD. Bueno, pues ahora que estamos en Navidad, no sé si entre empachos familiares (Uno debe cumplir sus obligaciones) podré escribir mucho más, aunque intentaré sorprenderos. Esta entrega está dedicada a Verónica, que ya era hora. Y bueno, ya que estamos, aprovecho para felicitaros las fiestas (¡Feliz Navidad!) y, a las chicas, recordarles que el liguero nunca falla... (Iván en modo fetichista). ¡Un placer!