Eso (14)

¿Sabes que día es hoy? Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo LVI

Mientras se secaban, puesto que al final Raúl también había quedado considerablemente mojado, reinó el silencio.

-Claudia... –Ella había sacado un par de botecitos, cremas.- Yo... Realmente...

-No te preocupes. –Sonrió, pero él conocía sus verdaderas sonrisas, y esa estaba muy lejos de las mejores.- No pasa nada, es normal, de la noche a la mañana tanto cambio, además, un chico guapo como tú, pero no tienes...

-¡Pero te quieres callar! –Vociferó, sintiéndose fatal por el tono que usaba la mujer, siempre tan altiva y afable.-

-...

-No es que no me parezcas atractiva. –Estaba realmente enfadado por la situación que se había dado.- ¡Pero si llevo prácticamente con una erección desde que te he visto!

Para enfatizar sus palabras llevó su mano hacia su entrepierna, para señalar como, efectivamente, un bulto delataba una semi-erección.

-Lo que pasa es... Ya te lo he dicho antes... –La señaló un par de veces.- Me da miedo... Y me siento como un pervertido al mirarte y... Es que... ¿Y si te hago daño? Por no saber, no sé ni siquiera si debo abrazarte...

-Eres... –Su gesto sombrío había desaparecido, sustituido por una sonrisa preciosa.- Eres tan idiota...

-Oh, gracias. –Suspiró, aliviado al verla de nuevo feliz, no sabía hasta que punto era el embarazo el responsable de esos cambios de humor tan repentinos, pero se apuntó como nota mental que alabar su belleza debía ser algo frecuente en su vida, y con ella era fácil, porque belleza era precisamente lo que transmitía cada poro de su piel.-

-No me vas a hacer daño, no debes tenerme miedo. –Le acarició maternalmente en la mejilla, un gesto muy propio en ella.- Sigo siendo una mujer, si quieres tocar, toca. Si quieres fantasear, fantasea. Si quieres hacer, haz.

-No seas tan generosa. –Masculló él, irónicamente.- Que se me ocurren muchas cosas que hacer y creo que alguna puede ser incluso delito...

-Ya, ya... –Le tendió uno de los botes de crema.- ¿Me ayudas?

-Esta escena me resulta familiar... –Ambos se rieron.- Pues claro que sí, anda, ¿Qué debo hacer?

-Esta evita que salgan estrías en la piel. –Le explicó ella.- Especialmente para la zona de la barriga, la que te da miedo.

-No me da miedo. –Protestó, cogiendo la crema y poniendo un poco en una de sus manos.- ¿Hago círculos o algo de eso?

-Sorpréndeme. –Le retó.-

Raúl cogió aire antes de llevar una de sus manos al vientre de la mujer. Estaba caliente, y la piel era más tersa que de costumbre. Tenía un tacto extraño y a la vez atractivo.

-No me voy a romper... –Canturreó ella, invitándole a tocar más y con confianza.-

Empezó a realizar un suave masaje, ella sonrió, reconfortada. Tenerle miedo a eso había sido algo infundado, a fin de cuentas, era genial, un tacto extraño pero agradable, también estaba más duro.

-Me han dicho que dentro de un mes podrás notar claramente las patadas o cuando se mueve. –Exclamó ella, emocionadísima.- Yo a veces lo noto, pero poco por ahora, es muy tranquilo.

-¿Duele? Quiero decir... –Tragó saliva.- Llevarlo dentro...

-Jajaja. –El baño se llenó de su jovial risa durante un rato.- ¿Cómo va a doler? No, a veces se siente extraño, pero es muy especial... ¡Estoy creando una vida!

-Ah... –Frunció el entrecejo.- Eso es injusto, los hombres no podemos crear nada.

-Que yo recuerde, la mitad de esto te pertenece. –Y se volvió a reír.- ¿Estás orgulloso de ello?

-Pues... –Pese a que lo había dicho riéndose, él había captado una leve duda en la pregunta de la mujer.- ¿Orgulloso? ¿Yo? ¿De tener un hijo con una mujer preciosa que será la mejor madre del mundo?

-Exagerado. –Ella se dejó hacer por el chico, que pronto terminó su tarea con la primera crema.- Ahora esta, mira, es especial para los senos...

-¿Especial?

-Sí, creo que lleva vitamina A o algo así.

-¿La Vitamina A no era la de la vista?

-La medicina no es lo tuyo, me parece. –Él mojó sus dedos en la crema y los acercó a los pechos de la mujer.- ¿Qué? ¿No sigues?

Los observó, eran preciosos, sí, mucho más grandes de lo que los recordaba. ¿Habría cambiado también el tacto? ¿Se pondrían sus pezones duros igual que antes?

Atraído por el extraño magnetismo que tienen los senos en las personas, un instinto innato, quizás, comenzó el particular masaje, especialmente en los pezones, como ella le había indicado.

-Mmmm... –Emitió ella al instante, delatando que no solo había aumentado el tamaño, sino también la sensibilidad.- Que bien, así... No te hacen nada...

Raúl continuó. El tacto del pezón era diferente, más grande, más oscuro. Por un instante, cruzó por su mente la imagen de un bebé comiendo de ellos, no, de él mismo devorándolos, sorbiendo todo lo que tuvieran para ofrecerle. Se ruborizó y apartó la mirada de ellos, pensando que eso sí que era totalmente pervertido.

-A veces los noto tan pesados... –La respiración de la chica se había hecho más profunda.- Y eso no es nada, cuando me baje la leche del todo...

-La... Leche... –Tragó saliva.-

-El doctor me dijo que lo normal es que baje 48 horas después de dar a luz, aunque antes irá apareciendo, pequeñas gotitas primero, y...

-Sí, sí, muy bien, muy bien. –Abandonó la espectacular sesión de caricias que estaba realizando, completamente azorado.- Será mejor que te vistas, no sea que te resfríes y...

-Vale, vale... –Rió ella, que, pese a todo, hubiera deseado que continuara con aquel excelente masaje, sus pezones daban cuenta de ello mostrándose firmes.-

Raúl se fue al salón, cogió su maleta y sacó una camiseta seca que ponerse. Se sentía excitado, muy excitado, pero a la vez... Era como si viera a Claudia como algo divino y prohibido, ella era la manzana del Jardín del Edén y él no debía aprovecharse de ella... No debía beber de sus generosos senos... No debía colmar su deseo en su vagina deseosa...

-¡Hey! ¡Os pillé!

-Vaya, no están haciendo nada, que aburridos...

Cristina y Laura, que al parecer tenían llaves de la casa de Claudia, habían aparecido. Por la mirada traviesa de sus caras se delataba que su total intención había sido encontrarlos en faena.

-Me debes 10€, te dije que él no se atrevería. –Le recordó Cristina a su hermana.-

-Con esos diez me cobro la deuda que tenías del sábado. –Se defendió ella.-

-¿Cuál? –Laura la miró, desconfiada.-

-Dijiste que aguantabas más que yo con la bala vibradora puesta al máximo y...

-Oh, por Dios... –Bramó Raúl de repente.- ¿Es que no sabéis hacer nada más en vuestra vida que hablar de sexo?

Las chicas se miraron.

-¿Y de qué más se puede hablar?

-Pues... No sé... Del mundo, ¡Del tiempo!

-Sí... El tiempo... Interesantísimo...

Hubo un momento de silencio en el que las dos mujeres le observaron como si fuera un perro que de repente se había puesto a hablar.

-¿Entonces no te la has tirado? –Preguntó Cristina, incapaz de aguantar más.- ¡Lo que te pierdes!

-Está mal que yo lo diga porque está embarazada de mi sobrino, pero... –Laura asintió un par de veces.- Es increíble las maravillas que puede hacer una mujer embarazada...

-¿Os habéis... Acostado con ella? –La pregunta le pareció un poco absurda, pero repentinamente había sentido algo extraño, ¿Celos?.-

-Pues claro, está embarazada, no muerta. –Cristina le dio un par de palmadas en la espalda.- Además, a mí me pone muchísimo, nunca me había acostado con una mujer embarazada, que yo sepa...

-Yo lo hice solo para prevenir que no se acostara con cualquier otra. –Su hermana alzó la barbilla, orgullosa.- Me sacrifiqué para proteger a nuestro niño.

-¿Sacrificarte? –Claudia, ya vestida con un bonito y cómodo conjunto azul, había llegado.- ¿Entonces por eso eres la que siempre termina primero?

-Eso, eso. –Corroboró Cristina.-

-¡No te lo creas, son unas mentirosas! –Laura zarandeó a su hermano.- Lo que pasa es que se alían contra mí, es una conspiración...

-Te creo, te creo... –El joven se soltó, intentando no imaginarse mucho las noches que debían compartir, puesto que ya de por sí estaba excitado.-

Cristina y Laura se sentaron en los cojines del salón, Claudia y Raúl se acomodaron en el sofá.

-Mírala, tan relajadita que está ahora... –Cristina señaló con la mirada a la alemana.- Se le está poniendo cara de mamá y todo... Que cambio, cuando estamos en el lío, es la peor de las tres.

-El embarazo ha elevado su apetito sexual. –Laura suspiró, como si fuera un problema.-

-No habléis de mí como si no estuviera aquí. –Advirtió Claudia, risueña.-

-¡Pero es que es verdad! Hace un par de noches incluso se nos desmayó...

-¿Te desmayaste? –Raúl miró a la rubia, alarmado.- ¿Todo fue bien? ¿Tuviste algún problema?

Las tres chicas se rieron, él frunció el ceño, buscándole la gracia.

-Se desmayó de placer, de cansancio y placer, supongo. –Explicó Cristina.-

-¿Eso es... Posible? –Su comentario inocente provocó más risas en las chicas.-

-Pues claro que lo es, aunque no te lo creas, después de un buen orgasmo no es nada infrecuente que una mujer se quede momentáneamente traspuesta y, si es especialmente fuerte, puede perder la conciencia.

-¡Eso ya lo sabía! –Se defendió.- Pero, ¡Tendríais que haber tenido cuidado! ¡Os podéis pasar y...!

Cristina, ignorándole por completo, se sentó en sus rodillas y se giró hacia Claudia, posando inmediatamente sus manos en el generoso escote de la mujer.

-¡Estás son mías! –Canturreó.- Acuérdate de que me has prometido que sería la primera en probar.

-¡Oye! –Laura se acopló también al sofá.- ¿Quién decidió los turnos? ¡Yo quiero ser la primera en probar!

-¿Probar? –Raúl puso una mueca desconcertada.- ¿Os referís a...?

-Oh venga, no me digas que tu no lo has pensado. –Laura le dio un ligero empujón que casi tira a Cristina, que seguía sobre él.- Poder degustar el néctar de estos preciosos pechos que la naturaleza nos ha puesto delante...

-Me siento una mujer objeto. –Se reía Claudia.- Deberíais dejar de traficar con mi leche materna, a fin de cuentas su dueño legítimo la reclamará tarde o temprano, luego, si sobra... Pues no podré negarme a unos labios sedientos.

-Pero... ¡Pero os habéis escuchado! –Raúl hizo a un lado a Cristina y se levantó.- Hablando de... Beberos la leche de... De...

-Pobre Raúl. –Cristina, ya con hueco propio en el sofá, negó con la cabeza.- No se imagina las ventajas de la lactancia erótica...

-Y luego el pervertido soy yo. –Gruñó, mientras salía del salón, con las risas del dueto diabólico y la mirada comprensiva de Claudia en su espalda.-

Fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua fría de la nevera.

-"¿Cómo pueden pensar esas cosas?" –Se quejó internamente.- "Y sobretodo... ¿Cómo pueden decirlo con tanta naturalidad?"

Se lo bebió de un trago, repentinamente se le había secado la boca.

-"Beberse la leche materna de una mujer embarazada..." –Bufó.- "Eso si que es retorcido y perverso... Aunque..."

Capítulo LVII

En cierto sentido, la vida de Raúl se había tornado estrambótica e impredecible. No solo estaba esperando un hijo, de una lesbiana, antigua profesora suya, amante de su hermana y su mejor amiga, con las que él también se había acostado, sino porque, en el orden existencial de las cosas, se sentía terriblemente solo.

En esos momentos tan especiales, le hubiera encantado tener alguien, un amigo, a quien poder confiarle absolutamente todo lo que estaba pasando. Tenía amigos, pero, por unas cosas u otras, no podía asaltarlos y decirles "¡Ey! ¿Qué tal? ¡Voy a tener un hijo!", tan solo de imaginarse las caras de Felipe, Adrián, Andrés y las chicas, se le caía el alma al suelo.

Nunca había sido seguidor de abrirse demasiado, quizás la única persona con la que le había entrado ganas de explorar esa parte de sí mismo era con...

-"Estela..." –Gruñó, recordando a la chica castaña.- "¿Qué estará haciendo?"

-¡Ey! ¡Macho fecundador! –Laura había vuelto del salón.- ¡Tengo una sorpresa para ti!

-No me llames así... –Rogó, bebiendo más agua.- ¿Sorpresa? ¿Cuál?

-Hala... Que borde... ¿A que no te la digo?

-Venga, a ver... –Apretó los puños.- ¿Cuál es tu sorpresa, hermana preciosa?

-¿Solo preciosa? –Bufó.-

-Eh... Preciosa... Simpática... Inteligente... Carismática...

-Sigue sigue...

-No, ahora me la dices. –Avisó él.- Cuatro adjetivos son más que suficiente para sonsacarte algo, no te vuelvas exigente.

-Cuando eras más pequeño te sacaba el doble. –Protestó.- Pero en fin... ¡Toma esto!

Laura lanzó algo hacia Raúl, que lo agarró con sus grandes reflejos, alegrándose de haber dejado el vaso en la encimera antes de que los acontecimientos se sucedieran. La fulminó con la mirada por lanzarlo a traición antes de ser consciente de lo que sostenía en su mano.

El mando y las llaves de un coche.

Parpadeó.

-Me has... –Parpadeó otra vez, con voz de corderito manso.- Un...

-¡Está abajo! –Coreó Cristina desde la puerta de la cocina, donde había estado observándolos.- ¡Ve a verlo!

Como una bala bajó las escaleras del edificio, en condiciones normales se podría haber resbalado y roto el cuello por diecisiete sitios diferentes, pero como estaba en una nube, sus pies respondieron no queriendo que terminara ese momento. Cuando llegó a la calle se detuvo de repente, por el logotipo del mando reconoció que se debía tratar de un Volkswagen, pero, ¿Cuál?

Presionó el botón del mando y las luces intermitentes de uno de ellos parpadearon. Un precioso Golf GTI le saludó, con un color negro luminoso en su pintura.

-¿Te gusta? –La voz de Laura sonó tras de él, había bajado en ascensor, calmadamente.- Yo elegí el modelo.

-Es... Genial...

-¡Pues monta!

Dicho y hecho. Sentir el suave tacto de la tapicería hizo que se le erizara el cabello. ¡Que increíble sensación! Tocó el claxon varias veces, encendió el motor, quería oírlo susurrar.

-Dios, Laura... Te has pasado... –Ella, que se había sentado en el asiento del copiloto, recibió un par de pasionales abrazos.- ¡Un coche!

-Sí, bueno... –Carraspeó.- Ehh...

-Y yo que me saqué el carné solo por aburrimiento. –Seguía narrando él.-

-Raúl...

-Ya verás cuando se enteren los otros, ¡Felipe se va a morir de envidia!

-Raúl. –Le tuvo que zarandear ligeramente para que volviera en sí.-

-Sí, sí, dime, es que el subidón me llevó a otro planeta, dime, dime.

-Es que, bueno, verás... –De nuevo carraspeó.- El coche... No lo he comprado yo.

-¿Entonces quién?

Ploop

Explotó la burbuja de felicidad. No tuvo necesidad de que le respondieran la pregunta, de pronto retiró las manos del volante, como si estuviera sucio y fuera contagioso.

-Ya veo. –Fue lo único que se le ocurrió decir.-

-Cuando se enteraron de que tenías el carné consideraron que era necesario que tuvieras coche y bueno...

Ante el rostro repentinamente sombrío de su hermano, Laura intentó animarle.

-Además, ¿Has visto que cómodos parecen los asientos de atrás? ¡Vamos a estrenarlos! –Se lanzó a besar su cuello, mordiéndole de paso, buscándole las cosquillas.-

Raúl intentó resistirse al principio, pero finalmente tuvo que ceder, ante la insistencia de su lujuriosa hermana.

-Vale, vale... –Suspiró.- Un coche es un coche, a fin de cuentas... No importa de donde salga.

-Así me gusta. –Su hermana le dio un último mordisco y volvió a su asiento.- ¡Vamos a dar una vuelta!

-Pero, ¿Y las demás? –Aludió, en referencia a Cristina y Claudia.-

-Déjalas, seguro que están viendo algún episodio repetido de telenovelas, se han vuelto muy marujonas últimamente... –Se quejó ella, ácidamente.- Además, venga, venga, vamos a la gasolinera, y de paso compramos unos helados de dulce de leche.

-¡Cinturones! –Volvió a colocar sus manos en el volante.- ¡En marcha!

El coche era una delicia, y se comportó muy bien el trayecto a la gasolinera, donde un mozo atento desvirgó su deposito. Su hermana salió de la tienda de la misma cargada con dos grandes recipientes de helado, casi podía ver como se le hacía la boca agua. Era una golosa.

Al volver a casa de Claudia encontraron, efectivamente, a las dos viendo la reposición de una Telenovela a través de la televisión digital.

-Míralas... Desperdiciando su juventud... –Bufó Laura.-

-¿Qué es eso que traes? –Preguntó Cristina.-

-Oh, ¿Esto? Nada... –Meneó la bolsa.- Solo un poco de helado...

-¿De dulce de leche?

-Efectivamente.

-¡Dame! ¡Dame!

La mujer, cual niña sobre una piruleta, se lanzó hacia la bolsa, pero Laura la esquivó con agilidad.

-No, es mío y no te doy.

-Venga anda, no te lo puedes tomar tú todo, ¿No querrás que te salgan cartucheras?

-Es un riesgo que estoy dispuesta a asumir. –Le sacó la lengua.- Aunque me lo pensaré si me lo pides de rodillas...

-¿Qué? No me voy a arrodillar por un mísero helado... –Se ofendió la otra.-

-¿Segura? –Coreó su hermana.- Un cremoso y dulce helado...

-Eh... Bah... Renunciemos hoy a la dignidad a cambio de un buen postre...

Cristina se arrodilló ante Laura, que, victoriosa, quedó henchida de orgullo.

-Como me gusta verte de rodillas... –Recitó.- No sé por qué.

-Porque es la postura perfecta para... –Cristina se inclinó ligeramente hasta clavar la barbilla en la entrepierna de la mujer.- Jugar.

-Mmm... –Sonrió.- Sí, puede que sí. Toma tu helado, te lo has ganado.

-Ñam, sabe mejor cuando ha sido obtenido por medios legales... –Corrió a la cocina a por una cuchara grande.-

-Clau, ¿Quieres? –Le ofreció Laura.-

-No, gracias, no me apetece.

-Jo, que embarazada más aburrida, no tiene antojos... ¡Pero no ves que estás en el tiempo de pedir sin que te puedan negar nada! ¡Aprovéchate!

-Oye, yo quiero un poco. –Murmuró Raúl.-

-Para ti no hay. –Le regañó su hermana.- Haberte comprado uno en la gasolinera.

Raúl, que se había sentado al lado de la alemana nada más llegar, estuvo observando la escena del dúo infernal pensando seriamente en si ellas dos eran niñas de seis años disfrazadas de mujeres, ¿Cómo podían ser tan infantiles?

-Bueno, bueno, nosotras nos vamos. –Exclamó Laura un rato después.-

-¿Por qué?

-Es obvio. –Añadió Cristina.- Ya sabes...

-¿Yo? –Raúl frunció el ceño, pensando en lo peor.-

-Claro, primera noche... Tendréis mucho de lo que hablar... Y hacer... –Laura cerró su bote de helado y lo metió de nuevo en la bolsa.- Cosas...

-Cosas calientes... –Canturreó Cristina.- Húmedas... Agotadoras... Hum... ¿Puedo mirar?

-No, Cris, vámonos, no seas voyeur. –Su hermana fue dándole empujoncitos a la chica, llevándola hacia la puerta de salida.-

-¡Pero es que quiero saber qué hacen! –Se quejó ella, de nuevo con su tono infantil.-

-No te preocupes, Claudia nos lo contará todo después. –Se giró para mirar a la alemana.- ¿Verdad Clau?

-Eh... –La rubia alzó los hombros.- Quien sabe...

-Ya... Ya... –Abrió la puerta después de coger sus cosas.- Y tú, pórtate como un hombre, que luego me toca a mí arreglar tus pifias.

Se marcharon.

-¿Pero de qué va? –Se quejó Raúl.- ¿Arreglar mis pifias? ¡Ja!

-No le hagas caso, lo hace para molestarte. –La rubia le acarició el cuello, relajándole.- En realidad se preocupa mucho por ti.

-Claro... –Gruñó.-

-¿Has visto ya el coche? –Siguió ella, consoladora.-

-Sí, es genial. –Carraspeó.- Y es alemán, como tú.

-Pues sí. –Ella fingió enfadarse.- ¿Me estás comparando con tu coche?

-Mujer... Es que es nuevo... No me hagas elegir, llevas las de perder. –Él le siguió el juego.-

-¿De verdad? –Las manos de la mujer habían abandonado el cuello del chico y ya recorrían el resto de su cuerpo.- ¿Acaso tu coche puede acariciarte así?

-Te... –Sintió un escalofrío.- Te sorprenderías lo lejos que puede llegar la relación de un hombre y su coche...

-¿Sí? –La mujer le quitó parte de la ropa, dejándole el torso desnudo.- Pues creo que voy a tener que impresionarte para que no vuelvas a pensar así...

Se rió, pensó en que, ciertamente, lo que había dicho el dúo infernal era cierto, la noche prometía.

-¿Qué te parece si vamos a mi cuarto? –Propuso Claudia, clavándole sus ojos.- Estaremos más cómodos en la cama...

-Estoy en tus manos. –Susurró él, excitado y decidido.- ¡Trátame bien!

-Con todos los cuidados del mundo... –Rió ella, apagando finalmente la televisión y conduciéndole de nuevo a la Cueva de las Maravillas.-

Capítulo LVIII

Se decidió a tomar la iniciativa.

Sabía que si se dejaba llevar pronto aparecerían sus sentimientos encontrados, es decir, la gran excitación que le producía la mujer y, a su vez, la sensación de que no debía tocarla, como si fuera lo más precioso e impoluto del mundo y él pudiera mancharla.

En el pasillo, camino del cuarto, ya había conseguido librar a la preciosa mujer de la parte de arriba de su conjunto, dejando a entrever sus senos, libres de sujetador en ese momento.

-Son tan grandes... –Murmuró él, notando como cada vez más estaba fuera de sí, en tiempo record.- Me está entrando hambre, y no sé por qué.

-Será el instinto. –Rió ella.- Pero en cierto sentido son tuyas... Así que aliméntate todo lo que quieras...

Raúl sintió la superficie de la cama tras de sí, ayudó a la mujer a tumbarse, sin quitarle los ojos de encima a esos grandes pechos que, literalmente, le estaban volviendo loco.

-Ven, ven aquí. –Rogó ella.-

No se hizo esperar. Se arrancó los pantalones y todo lo demás, quedando únicamente con su ropa interior, un slip apretado y que cada vez se apretaba más ante su incipiente erección.

-Claudia... –Paró un instante, mirándola a los ojos.- Realmente estás preciosa.

-Si me lo dices así conseguirás que me ruborice. –Le dedicó una sonrisa.-

-Gracias por... –Dudó un segundo.- Por dejarme "estar" contigo.

-¿Gracias? –Ella alargó una de sus manos hasta que él la estrechó.- Soy yo la que tiene más que agradecer, Raúl.

-¿Empate técnico? –Propuso, entre risas.-

-Eso depende de que hoy estés a la altura. –Le retó ella.-

-Oh, ¿Crees que voy a caer en esa provocación tan poco sutil?

-Sí.

-Pues tienes la razón.

Se acercó a su rostro, con el fin de besarla, besarla suavemente. Sus labios estuvieron rozándose durante unos instantes, reconociéndose, haciéndose cosquillas mutuamente...

Raúl fue hacia el lóbulo de la oreja de la chica, tratándolo con mucha delicadeza, buscando la forma de sacarle un estremecimiento a la mujer. Bajó por su cuello, utilizando cariñosos besos, caricias de su lengua y el siempre agradable soplido suave, que a la alemana tanto parecía gustarle.

Cuando llegó a la clavícula de esta, se detuvo. Observó el cuerpo de la mujer, sus senos, la gran curva que formaba ahora su vientre...

-¿Qué nombre le pondrás? –Preguntó de pronto.-

-Pues no lo sé...

-¿Seguro? ¿No has pensado ya algunos nombres en caso de que sea niña o niño?

-Bueno... Sí... Pero nada serio...

Obvió por momentos los pechos de la mujer, torturándose a sí mismo, y fue al vientre de esta, besándolo, notando el peculiar tacto de la piel tersa, el calor que emanaba, la extraña textura...

-Dímelos... –Susurró, mientras bordeaba el ombligo de la mujer, acariciándolo con su rostro.-

-No... No son... –Tuvo un escalofrío.-

Dejó que una de sus manos también acariciaran el vientre, dibujando círculos invisibles aquí y allá, recordando un anuncio de televisión antiguo. Poco a poco fue bajando, hasta llegar al elástico de los cómodos pantalones que la mujer se había puesto. Emulando esta vez a Cristina, acarició con su barbilla toda la zona genital de la mujer, buscando el calor, la sensación, la respiración agitada...

-Venga, tengo curiosidad... –Siguió él.- Dime alguno...

Empezó a bajar el elástico, descubriendo poco a poco los muslos de la mujer, su pubis, su sexo ardiente...

-Si... Si fuera niño... –Comenzó esta, que ya respiraba de forma profunda.-

Pronto los pantalones de la mujer fueron lanzados lejos. Raúl acariciaba sus mejillas con las lisas piernas de la mujer, tan perfectas como siempre, ligeramente más hinchadas, por motivos obvios.

-Si fuera un niño... –La apremió él, que hacía breves pausas solo para hablar.-

Subió de nuevo, dirigiéndose poco a poco, con un lento e infernal ritmo, hacia el sexo de la mujer. Esta, voluntariamente o por instinto, hacía ademán de abrir las piernas cada vez más, pero las manos del chico se lo impedían, manteniéndolas cerradas y rectas.

-Había pensado...

De nuevo acarició su barbilla en el pubis de la mujer, siendo recibido por el maravilloso vello rubio, suave como la seda. Una de las manos de Claudia se cerraba en las sábanas, con fuerza, la otra la usaba para taparse la cara, en un ademán de que todo lo que le hacía le estaba gustando.

-¿Sí?

Introdujo la lengua por entre los muslos cerrados de la mujer, haciendo que esta temblara ligeramente, volviendo a intentar abrirlas de par en par, cosa que él seguía impidiendo.

-Alex... Alexander... Lex...

De nuevo mortificándola, volvió a besar su vientre, subiendo decidido, esta vez sí, hasta sus pechos. Jugueteó con su lengua en uno de los pezones de la mujer, provocando un suspiro de esta que le hizo recordar lo extremadamente sensibles que se le habían puesto.

-Me gusta...

Dijo él antes de engullir con su boca uno de los pezones, notando al instante lo extremadamente suculento que era. Casi por instinto succionó, no pasó nada, aún era muy pronto para eso. Con la mano que no usaba para apoyarse, jugueteaba en el otro pecho, notando lo cambiado que estaba, lo pesado que era, el tacto agradable, lo mucho que se agitaba ella cuando acariciaba el pezón con la yema de uno de sus dedos.

-Me gusta mucho... –Repitió, aunque ella no supo si se refería al nombre o a su pecho.-

Fue extremadamente delicado, dedicando caricias con su lengua a las aureolas, ligeramente más grandes que en condiciones, no sometiendo sus pezones a la gula que sentían sus labios, deseos de morderlos, de explorarlos hasta conseguir hallar el tesoro lácteo que escondían o esconderían en algún lugar.

Subió hasta el rostro de la mujer, la miró ligeramente a los ojos, sonrió, y la besó. Esta vez sus labios si se abrieron y se dedicaron mutuos saludos. Ella, juguetona, acarició el paladar de Raúl.

-Soy un chico afortunado. –Murmuró él, separando sus labios momentáneamente.-

-Un hombre afortunado, dirás. –Rió ella, que había conseguido llevar una de sus manos al paquete del joven, que ya se mostraba duro bajo la fina capa de tela.-

-¿No habrá ningún problema con...? –Señaló con los ojos hacia abajo.-

-No te preocupes. –Ella le mordió ligeramente.- No pasará nada.

Con la venía de la rubia, bajó hasta su entrepierna, dispuesto a ver cuanto había cambiado todo en realidad. La verdad es que él estaba controlándose muy bien, puesto que si instinto, una vez más, le dictaba que debía penetrarla ya, de cualquier forma, y terminar con la agonía a la que estaba sometiéndose.

-"No." –Se repetía mentalmente.- "Tienes que hacerlo bien, es una situación especial..."

Las piernas de la mujer, libres de las manos que anteriormente las mantenían cerradas, se habían abierto casi por completo, mostrando la fabulosa visión de los genitales femeninos.

-¿No tienes algún nombre más en caso de que fuera chico? –Preguntó, mientras se relamía.-

-Bueno...

Le encantaba, el pubis, como ya había comprobado, se había extendido. Su vagina parecía haber crecido, acarició levemente sus labios mayores, buscándole las cosquillas a la rubia.

-¿Sí?

Estaba caliente. Más caliente de lo que recordaba. Supuso que sería cosa del embarazo. Le encantaba ver la humedad perlando el delicioso coñito de la mujer, era una visión divina... Y pensar que todo el embarazo se había iniciado por allí y, si todo iba bien, de la misma forma terminaría.

-Quizás... Carlos...

Se dejó de preámbulos y empezó a acariciar la zona con su lengua, recogiendo por el camino todas las texturas y sabores que le volvían loco. Le dedicó un buen lametón al clítoris de la mujer, ella lo agradeció con un suave "ahh...", saludó también a los labios menores, aunque ya tenía en mente su objetivo, quería saber como estaba su vagina, quería probarla, ya, en ese momento.

-¿Cómo el Emperador? –Dijo él, antes de dedicar su boca a lo verdaderamente importante.-

Le encantaba, hundir su cara entre los muslos de una mujer, era un mar de sensaciones, texturas, fragancias, sabores... ¡Era el paraíso! Empezó a lamer todo, de arriba abajo, centrándose en su vagina, pero sin penetrarla.

-Sí... –Jadeó ella.- Sí...

Raúl no pudo evitar reírse en su fuero interno. Estaba hurgando con su lengua en el sexo de una mujer preciosa y él había pensado, aunque fuera durante un segundo, en Carlos I de España y V de Alemania. ¡Eso era sacrilegio! Por muy buen rey que fuera, había prioridades, primero las chicas guapas, luego las clases de historia.

Introdujo la punta de su lengua en su vagina, notando de nuevo el calor, increíble.

-También... Me gusta... –Se mordió el labio inferior, una de sus manos acariciaba ligeramente uno de sus pechos, la otra seguía aferrando la sábana, frenética.- I... Iván...

La penetró de pronto todo lo que pudo, clavándole su habilidosa lengua ahí hasta donde llegó, provocando un respingo de esta.

-No me gusta. –Masculló, levantando su rostro ligeramente, aprovechando para respirar bien.- Demasiado ruso...

-Eso... Eso mismo pensé yo. –Gimió ella.- Que... ¿Qué tal Raúl?

-¿Cómo el futbolista?

-No, idiota... –Ella se rió, aunque entre carcajadas se le escapaban ligeros jadeos.- Como el padre.

-¿Sí? –Sonrió.- No está mal...

-Puedes... –Se volvió a reír.- ¿Dejar de hablar y terminar lo que has empezado?

-Me siento explotado... –Se quejó él, jugando.-

-Rauuul... –Rogó ella, exasperada.-

-Vale, vale...

Entró con un ritmo fuerte, desplegando toda la habilidad que su lengua había desarrollado a lo largo de su vida, comiendo helados y también jugando con el sexo de otras mujeres. Empezó a prestarle más atención al clítoris de la mujer, jugando con el, dándole pequeños lametones... Se había dado cuenta desde el principio de que Claudia lubricaba más de lo que era normal en ella, o al menos de lo que podía recordar. Y eso le encantaba, puesto que cada caricia era una búsqueda del agradable sabor que desprendía.

Solo de imaginarse como sería penetrarla hacía que su miembro, ya de por sí impaciente, tuviera calambres de alegría.

La mujer jadeaba, gemía, se mordía los labios, los recorría con su lengua... Era una delicia levantar ligeramente la cabeza y ver como si torso subía y bajaba. Cuando supo que el orgasmo estaba cerca bajó ligeramente el nivel, habitándose a sí mismo el cansancio que tan rápidos movimientos le provocaban.

-Mmmmm... –Se quejó ella, deseosa de recibir más.-

-¿Y si fuera una niña? –Esta vez no abandonó el sexo de la mujer, dado que había sustituido su lengua con uno de sus dedos, que acariciaba las paredes vaginales de la mujer, a la vez que la penetraba.-

-Pues... Creo que... –Ella dio un respingo, todo su cuerpo tembló.-

Se acomodó de forma en que de nuevo pudo hacer las delicias de la mujer con su lengua, fue directamente hacia su clítoris, con el fin de terminar de una vez por todas. No tuvo que atacarla demasiado para lograrlo.

-E... –Cerró los ojos.- Eva... Se llamaría... Eva...

Y explotó.

Raúl se sorprendió por dos motivos, primero por los gemidos, Claudia no solía ser tan escandalosa, y segundo, porque, como Ana en sus mejores días, la alemana estaba "corriéndose", regalándole a su boca un suculento néctar que no desperdició.

-Aahhh... –Rugía ella, sintiendo las ondas de placer recorrer su cuerpo.- Sí...

Una vez consideró que todo lo que él podía hacer estaba echo, se incorporó para observar a la mujer. No sufría tantos espasmos como en condiciones normales, supuso que por el mayor volumen de su cuerpo, pero por su rostro, aún con los ojo cerrados y una mueca de dolor que él sabía que era placer, permanecía ahí.

-Mmmm...

Tenía uno de sus dedos en la boca, abrió ligeramente los labios...

-Ahora, si me disculpas... –Raúl se aclaró la garganta.- Creo que me toca probar a mí...

Sin esperar a que la mujer volviera en sí, se quitó el mismo su ropa interior, mostrando su más que evidente erección, encaminándose al secreto de Claudia, del que casi podía notar los latidos, la excitación, el deseo...

-Eres simplemente preciosa... –Repitió una vez más, más para él que para la mujer.- Sí...

Continuará.

PD. "He leído toda la historia en 2 días." Bonito comentario, me gustaba cuando era yo el que lo decía, que difícil es centrarse tanto tiempo en una misma historia... Mas a mí, que soy un "escritor" muy pasional. Además ahora no estamos en verano, la rutina diaria tira de ti... Por lo demás, estoy escribiendo otras historias (Algunas de la temática de esta página, otras no tanto). ¡Casi tengo ganas de hacer que Raúl se atragante con una galleta! (Estilo Bush), ya sabéis lo de "Muerto el perro se acabó la rabia", pero no, buen chico que soy y no lo hago... Seguiremos, seguiremos... ¡Un placer!