Eso (10)

Feliz Navidad... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo XXXXII

Esta tarde las tres chicas, Laura, Cristina y Claudia, habían salido de compras, al día siguiente sería Nochebuena y, según comentaron, querían hacer algunas adquisiciones de última hora. Nochebuena suponía que él cocinaba, la pasarían los cuatro juntos, una novedad ese año que a todos parecía encantar, y habían decidido que lo mejor era hacerlo en casa de Laura, dado que ahí dispondrían de más espacio y libertad al ser Cristina la vecina.

-"Puedo hacer cordero..." –Se encontró pensando, mientras limpiaba las gotitas de humedad del cuello de su cerveza.- "Aunque dicen que en Navidad es más típico el pescado..."

-¡Raúl, despierta! –Una fuerte palmada en su hombro le sacó de ensoñaciones.- ¿No ibas a pedir tu?

Estaban en un bar, habían quedado todos los del grupo salvo Andrés, que se había ido a su pueblo con su familia para celebrar la Navidad. Las chicas universitarias, recién llegadas, intentaban llamar su atención, puesto que, pensando en el menú navideño, se había quedado embobado en la barra.

-Ah, sí... Una tónica y una Coca Cola Ligth. –Pidió al camarero.-

Con las bebidas en la mano, volvió al rincón del bar donde habían improvisado un punto de reunión. Dos mesas juntas servían de refugio para Nadia, Felipe, Ana, Adrián y Marta. Media docena de cervezas y un par de bolsas de patatas se esparcían por el lugar.

-No termino de acostumbrarme. –Felipe meneó la cabeza.- No entiendo por qué has tenido que cortarte el pelo...

-¡Es mi cabello! –Se defendía Marta, acariciándoselo.- Y soy yo quien decide cuando y como cortárselo...

Raúl observó con atención a Marta, lo de su corte de pelo ya lo había notado. Su habitual melena larga había desaparecido, convertida ahora en un pálido recuerdo de lo que fue. Antes solía llevar el pelo formando tirabuzones, ahora, liso. En definitiva, un cambio de loock en toda regla.

-¿Sabes lo que dicen de las chicas y su pelo? –Comentó de pronto Nadia.- Que son como los anillos de los árboles, te hablan de su vida.

-Espejito, espejito mágico. –Ana se vio reflejada en su tónica.- Dime, ¿Quién es la mujer más guapa del reino?

-Yo, por supuesto. –Adrián les guiñó el ojo y realizó un ademán femenino.- ¿Acaso lo dudabais?

-Pues chica... –Ana acarició la incipiente barba del joven, "me hace más maduro", decía él para defender su tesoro capilar.- Una buena sesión de depilación no te vendría mal...

-Anticuadas. –Se hizo el ofendido, siguiendo con su imitación de mujer.-

-Pues yo... –Raúl intentó meterse en la conversación.- Escuché que las mujeres se cortan el pelo cuando quieren dejar una etapa atrás, cuando están ilusionadas con un nuevo proyecto.

Marta sonrió, nerviosa.

-Así que... –Le clavó los ojos de forma intensa.- Dinos, ¿Cómo se llama el chico?

El grupo estalló en carcajadas cuando Marta se puso roja como un tomate, mitad avergonzada, mitad irritada de que pudieran leer en ella con tanta claridad.

-Pues... –Dio un trago de su refresco.- Bueno... Aún no hay nada entre nosotros, pero...

-¿Ya hiciste planes para después de las vacaciones? –Felipe le guiñó el ojo.- ¿Saldrás de caza?

-Echaré el cebo. –Ella le sacó la lengua.- Y que él decida si pica o no.

Más risas, más anécdotas de sus respectivas vidas, más amigos... Que cómodo se sentía Raúl entre ellos, porque sabía que era donde debía estar. Por unos momentos él estuvo cavilando cual sería su reacción si de repente soltaba algo como "Oye, ¿Sabéis una cosa? Voy a tener un hijo. Sí, y encima es con la profesora de natación del instituto."

Dando un trago de su cerveza, dejó escapar una medio sonrisa irónica.

-"No pueden saberlo." –Afirmó en su cabeza.- "Al menos no aún..."

-¿Y que planes tenéis para mañana? –Preguntó Ana.-

-Cena familiar. –Corearon todos, casi al unísono.-

Y empezaron a comentar algo sobre lo aburrido que es tener que aguantar a la familia todos los años, todos salvo Ana, y Raúl. Este se quedó observando a la chica, que contemplaba la nada con ojos vacíos. Él llamó su atención y le dedicó un guiño de ojos, arrancándole una sonrisa.

Recordó que una de las primeras cosas que le había comentado nada más reencontrarse fue que su madre tenía un nuevo novio. ¿Tendría la poca vergüenza de irse por ahí a cenar en Nochebuena, dejando sola a su propia hija? Bueno, ya no era una niña, pero había circunstancias especiales de por medio, a fin de cuentas...

-Oye, Ana, mañana vendrás, ¿No? –Soltó de pronto, casi sin ser consciente de lo que decía.-

-¿Yo? –Parpadeó un par de veces, sorprendida.- ¿Habíamos quedado?

-Dios... –Se dio un ligero golpe en la cabeza, intentando demostrar su estupidez al resto del público, que tampoco necesitaban muchas demostraciones a esas alturas.- ¿No te lo había dicho? Puff... Si se me llega a olvidar Laura me mata... Insistió en que te convenciera de venir a cenar a mi casa.

-Pero...

-Me dijo que sino venías, no me dejaría entrar. –Impregnó sus palabras con un tono suplicante.- Por favor, tu sabes que es capaz de hacerlo...

-Oh, venga... –Marta salió en su ayuda.- No le hagas el feo ahora de no ir, encima que te ha invitado.

-Pero si yo no he... –Ana se mordió el labio inferior, nerviosa.-

-Bah, con lo romántico que es... Todos ahí, cenando, comiendo polvorones, villancicos por aquí, cava por allá... –Felipe se unió al frente "Ana ven a mi casa a cenar".- Dios, encima con lo buena que está tu hermana... ¡Invítame a mí! Ah, no, espera, que sino voy a casa mi madre me mata... Otra vez será...

Raúl alzó las cejas y le dedicó a Ana una mirada simpática, esta cabeceó ligeramente, como apartando un pensamiento de su mente.

-Bueno, vale... –Una leve mancha de rubor apareció en sus pálidas mejillas.- Está bien.

-¡Genial! –Alzó su cerveza y brindó con la de sus amigos.- ¡Por unas felices fiestas!

-¡Porque Papa Noel nos deje muchos juguetes!

Y así, continuaron con su animada velada, felices todos. Al llegar la hora de cenar, cada cual tuvo que irse a su nidito, eran días de familia y tradición, no estaba la cosa como para pasarse la noche de juerga.

En la puerta del bar, Marta aprovechó que el resto estaba entretenido fijándose en la decoración navideña de un balcón cercano, de donde colgaba un Papa Noel, de esos que parecen que estén escalando, para hablar brevemente con Raúl.

-Oye, ha sido un detalle lo de invitarla. –Murmuró, para que los demás no escucharan.- Yo lo hice, pero no quiso aceptar, es demasiado orgullosa...

-Pero si Ana es como de la familia. –Raúl sonrió.- No es ninguna molestia.

-Eres un cielo. –Ella le dedicó una de sus grandes sonrisas.- Feliz navidad.

-Eso suelen decirme. –Exhibió una sonrisa irónica.- Feliz navidad, chica de pelo corto.

-Estúpido. –Bufó ella, que no quería más chistes sobre su cabello.- ¿Acaso no me queda bien? ¿No me hace atractiva?

-Claro que sí.

-Pues ya está. –Puso los brazos en jarra.-

-Hey, chicos... –Los cuatro restantes perdieron interés en el Papa Noel colgante.- ¿Qué hacéis ahí tan solitos y murmurando? Pillines...

Cada cual iba por su lado de regreso a casa, Ana, antes de doblar la esquina, llamó su atención.

-Oye... –Musitó, nerviosa.- ¿Tengo que llevar algo?

-Sí, tu presencia. –Rió él.- No te preocupes, yo cuidaré de ti.

-¿Es que hay algo peligroso en tu casa? –Preguntó sarcásticamente.-

-Mucha loba, ya verás. –Carraspeó él.- Nos vemos mañana.

-Pues eso... –Sus manos se rozaron durante unos instantes.- Adiós.

En casa de su hermana, Raúl empezó a organizar su mente para el menú de mañana, que, pese a su comportamiento maniático, ya tenía perfectamente ideado. Los ingredientes principales ya estaban en su nevera. Como el trío diabólico no llegaba, llegó a pensar incluso que se habían ido de fiesta sin avisarle y, aún peor, con Claudia en su estado. Él mató el tiempo en Internet, buscando un par de trucos para lo del día siguiente.

-"Todo debe ser perfecto." –Se dictaminaba, con voluntad férrea.- "Es la primera vez que cocinas para tanta gente..."

Un rato después, mientras recuperaba su orgullo viril y cenaba un bocadillo, se dejó de tanta tontería y simplemente quedó en un "Que salga como tenga que salir", total, ¿Acaso él tenía cara de sirviente?

Antes de lo que le hubiera gustado se quedó dormido en el sofá, momentos antes veía, sin prestar atención, una película cualquiera. Al despertarse tenía una manta cubriéndole y habían apagado la televisión. Miró la hora y se reconfortó al ver que no era excesivamente tarde, apenas pasaban de las diez de la mañana.

Con paso sigiloso se acercó al cuarto de su hermana, ahí estaban las tres, con un rayo de Sol clavándose en sus siluetas a través de la persiana mal bajada. Le hubiera molestado ligeramente que salieran sin avisarle, para encima terminar montándoselo después, de no ser porque comprobó que en el rostro de ellas había un gran semblante de paz. El rayo de luz caía directamente sobre el rostro de Cristina, que sonreía en sueños, una de sus manos abrazaba a Laura, que a su vez tenía la cabeza tan cerca de los senos de Claudia que, por el efecto de sus suspiros, mantenía sus pezones aún duros.

Tal impresión le causó la imagen que, tan silencioso como había llegado, se marchó, buscando entre las cajas de su armario su apreciadísima cámara. El flash perturbó tan solo a Cristina, que emitió un leve suspiro.

-"Lo dicho..." –Pensó, mientras se deslizaba por el cuarto para bajar bien la persiana y darles un buen descanso.- "Una manada de lobas..."

Cerró su puerta, para aislarlas aún más en su pequeña paz onírica. Mientras contemplaba la instantánea recién tomada, no pudo evitar sonreír como un bobalicón. ¿Podía haber algo más bello que eso?

El resto del día lo echó en preparar comida y ver televisión. Afortunadamente para él, el cordero se lo prepararía Doña Gloria, una gallega cincuentona que regentaba un restaurante a dos manzanas de distancia. Era la mejor cocinera que jamás hubiera conocido y más de una vez, inquietándose después por sus pensamientos, se había encontrado fantaseando con que, sino le sacara cerca de 30 años, sería su mujer ideal.

-Venga, chico. –Le comentó ella cuando fue a recoger la gran bandeja preparada.- Que en el tuyo he puesto especial cuidado, ya sabes que eres mi debilidad.

-Pues como esté tan bueno como el que hiciste el año pasado, que no le extrañe que mi regalo de reyes sea usted. –Alzó la voz para que el marido, otro simpático gallego, encargado de la barra, le escuchara.- ¡Me oye, Don Tomás, si su señora sigue cocinando así, cualquier día se la robo!

-Sí, hijo, sí, no caerá esa breva... –Asintió él, dedicándole una sonrisa.- Que vivarachos sois los jóvenes...

Ya en la quietud de su hogar, Claudia fue la primera en abandonar los brazos del sueño, cuando ya rozaba el mediodía. Frente a la ducha rápida que se había dado Raúl al despertar, ella se tomó su tiempo.

-Una tiene que cuidarse... –Contestó ella, una vez se dieron los buenos días.-

-Y más en tu caso. –Apuntilló él.-

-Sí, supongo.

La rubia se mostraba especialmente contenta ese día, al parecer había tenido una "buena noche", y las hormonas no le jugaban una mala pasada.

-Te ayudaría en la cocina, pero... –Puso cara de fastidio.-

-Tranquila. –Sonrió, sabiendo lo difícil que sería para la mujer el llegar a la cocina, debido a la fragilidad de su estómago en su estado de buena esperanza.- Estos son mis dominios.

-Oh, mi galán cocinero. –Rió ella, encaminándose al salón para recoger un poco.-

Laura y Cristina se despertaron a la hora de comer, encaminándose a la cocina, sin siquiera vestirse, hambrientas como estaban.

-Vaya, que limpio está todo. –Murmuró su hermana.- ¿Has visto Cris? Que apañados son los dos...

-Tal para cual. –Ella puso los ojos en blanco.-

-Vale, lo que sea. –Raúl tuvo que sacarlas de la cocina, donde empezaron a picotear algunos de los platos reservados para esa noche, prometiéndolas que les llevaría algo de comer al salón.- Y hacer el favor de vestiros y daros una ducha... No por ese orden.

-Oh... –Cristina puso cara de niña buena.- Laura, a tu hermano no le gusta vernos desnudas.

-Que estrecho se ha vuelto últimamente. –Alzó un poco la voz.- Será por las compañías que frecuenta...

-Me pitan los oídos. –Canturreó Claudia desde el salón, risueña.-

-Venga, no me digas que rechazarías este buen par de tetas. –Laura estrujó uno de los senos de Cristina.- Ah, Dios, con lo blanditos que están...

-Y aún pegajosos por lo de ayer... –La chica le miró con denotada lujuria.- Mira, toca.

-Que no, dejadme en paz. –Suplicó, turbado frente a la visión de semejantes mujeres desnudas, aunque las tuviera muy vistas.- Si es que queréis comer, claro.

-¿Has visto? Ahora nos chantajea con la comida...

-Ha cambiado. –Laura bajó la mirada, fingiendo tristeza.-

-Yo sé de alguien que no ha cambiado... –Tarareó Cristina.-

En un visto y no visto, la mano de la mujer atenazó el paquete del chico, que se vio sorprendido por la agilidad de la mujer.

-Lo sabía, se le está poniendo dura. –Exclamó la mujer.-

-¡Aún no nos ha olvidado! –Siguió su hermana.- Será que quiere más atenciones...

-¡Largo las dos! –Las tuvo que amenazar con la cuchara sopera que tenía en la mano en ese momento.-

Las chicas se fueron correteando por el pasillo, como si de niñas pequeñas se tratase, riendo a carcajadas.

-Vaya par de... –Refunfuñó bajo el marco de la puerta de la cocina. Repentinamente recordó una cosa.- Y esta noche portaos bien.

-¿Por qué?

-Porque he invitado a una persona a la cena. –Susurró tímidamente.-

-¿Ah sí? –Laura volvió sobre sus pasos y se acercó a él.- ¿Sin mi permiso?

-Es Ana. –Gruñó él.- No creo que tengas ningún problema.

-Oh, que gesto tan bonito. –Sus pechos botaron cuando ella dio un pequeño saltito, fingiendo emoción.- Cuanta bondad hay en el ambiente.

-Laura, por favor. –Advirtió Raúl.- Nada de tonterías delante de ella.

-Tranquilo, tranquilo. –Ella sonrió con malicia.- Nos portaremos bien. Pero...

-¿Pero?

-A cambio quiero un beso.

-Laura, que estoy cocinando... –Se sulfuró.-

-Atente a las consecuencias. –Le amenazó.-

-Vale, vale. Pero uno cortito, que aún tengo que hacer la comida.

Cuando sus rostros se acercaron, pudo sentir el calor del rostro de su hermana, y sus labios, deliciosos, deslizándose suavemente contra los suyos propios.

-¿Ya está? –Gruñó Laura cuando se separaron.- ¿Pero que mierda de beso es ese?

-Oye, que no ha estado mal...

-Chico, o me das un beso en condiciones o esta noche monto una orgía. –Bufó.-

-Uff...

Volvieron a unir sus labios, esta vez con más voluntad, pronto la lengua de Laura presionó los labios de Raúl, pidiendo paso, este se lo concedió, haciéndola pagar antes el peaje que cobraba su propia lengua. Una de las manos de la mujer bajó a su paquete, empezando a estrecharlo con dulzura, el cuerpo de la chica buscaba la máxima fricción contra el suyo, él empezó a sentir extraña la ropa, odiándola por privarle de sentir ese sensual cuerpo rozarse contra el suyo.

Se separaron, pero su hermana siguió en su cuello, besándole lentamente. Su mano ya tocaba un miembro decentemente duro. Raúl se reclinaba en la encimera, sintiendo la pasión desbordante de Laura, que le hacía sentir escalofríos por su doble trabajo, en el cuello y en la entrepierna.

Le dio un curioso lametón en la oreja.

-Si no fueras mi hermano, te follaría hasta reventar. –Susurró ella en un tono enfermizamente sexual.-

-¿Ahora te encuentras con la moralidad familiar? –Ironizó él, en voz baja.-

-Bueno... –Ella le mordió en el cuello.- Te estás convirtiendo en un hombre y pronto no podré tenerte más entre mis brazos...

Y no pudo decir nada más, porque Laura acalló sus palabras con un pico, para luego irse corriendo hacia la ducha, donde Cristina la esperaba. Raúl permaneció un rato confuso, sintiendo como su erección bajaba, pasado el terremoto, y paladeando aún el sabor de su hermana. ¿A que se refería esta? ¿De verdad estaba cambiando?

-"Pues yo no creo que haya cambiado tanto." –Murmuró, volviendo a su rutina culinaria.-

Capítulo XXXXIII

-"Perfecto." –Fue lo único que pensó al ver su obra de arte terminada.-

La mesa estaba radiante, con el colosal mantel de las grandes ocasiones colocado, y, sobretodo, la abundante cantidad de comida que reposaba sobre ella. Infinidad de tipos de marisco y canapés, así como ibéricos y cosas más típicas de esa época del año. Su trabajo de todo el día. Copas y cubiertos perfectamente colocados, la mesa, abierta, tres sillas en un lado y dos en otra, habían decidido que era mejor que nadie la presidiera, para darle un tono más distendido a la velada.

Raúl terminó de colocarse la camisa, una noche especial requería vestuario especial, y su hermana, en un arrebato consumista, le había traído esas bonitas prendas unos días antes. Observó el salón, habían apartado los sofás para tener más espacio, también tenían un pequeño árbol de navidad de plástico, de un metro y medio, más o menos, y que había traído Claudia, alegando que ella no podía celebrar la Navidad sin un árbol.

Lucía bonito, decorado con docenas de bolas y guirnaldas, y una estrella que, tuvo que acercarse bien para comprobarlo, de angelito tenía poco, pues parecía más un juguete sacado de un sex shop, probablemente colocado ahí con malicia por el dúo diabólico.

Ana había llamado en torno al mediodía, preguntándole de nuevo si tenía que llevar algo o sobre que hora debía ir. Ella había insistido en no llegar a mesa puesta, pero Raúl se había mostrado inflexible.

-"Sí, quiero que quedes impresionada." –Dictaminó, fingiendo un tono de seriedad que en él quedaba muy artificial.- "Además, ¿Dónde se ha visto que los invitados tengan que trabajar? Esta es una casa decente."

Cuando colgó el teléfono se rió él solo con eso de "casa decente". Las mujeres estaban "poniéndose guapas" en casa de Cristina, al lado, cosa que Claudia y él, que se habían pegado una paliza preparándolo todo, agradecieron enormemente, puesto que el huracán que despertaban Laura y Cristina al arreglarse no tenía nada que envidiar a los Categoría 5.

Alguien llamó a la puerta. Dado que su hermana tenía llaves y la única razón de que la puerta estuviera cerrada era porque así no entraba el frío del rellano, dedujo que se trataría de Ana. Y era ella, como para no verla.

-Je-sús... –Farfulló él, con la boca abierta.-

-Hola a ti también. –Rió ella tímidamente.-

Ana llevaba un precioso vestido negro, sin excesivo escote, pero que se amoldaba perfectamente a su curvilínea anatomía. Un bonito recogido y algunas joyas, hermosas pero discretas, armonizaban aún más su imagen. En definitiva, iba elegante, como una princesita.

-Estás... –Carraspeó, buscando tranquilizarse.- Estás magnifica.

-Anda, que no será para tanto. –Una leve mancha de rubor apareció en sus pálidas mejillas, cosa muy frecuente en ella, pero que en este caso estaba justificada.- ¿Puedo pasar?

-Ah, sí, claro, adelante, estás en tu casa. –Se apartó para que la mujer pasara.- El resto no tardará en llegar.

-Vaya... –Ovacionó la magnifica presentación de la mesa.- ¿Y esto lo hiciste tú?

-Tampoco es nada del otro mundo... –Esta vez fue él quién habló tímidamente, orgulloso de su obra.- Una cosita por aquí, otra por allá...

-Estás echo todo un artista. –Ella le estrechó el hombro.- Por cierto, al final traje un par de cositas.

La chica sacó de la bolsa que sostenía una botella.

-Es un cava bastante bueno, teníamos un par de botellas en casa, y en fin... La ocasión lo merece.

-Lo meteré en el frigorífico para que esté en su punto. –Señaló Raúl, que esperaba que sacara más cosas de la bolsa, pero la chica no lo hacía.- ¿Algo más?

-No, esto es para que los veáis mañana, son regalitos. –Dejó la bolsa bajo el pequeño árbol.-

-¿Para mañana? –Él puso los ojos en blanco.- Mi hermana será incapaz de aguantar la espera.

Y como si pudiera escuchar a través de las paredes, sonó en ese momento la cerradura al pasarse, y la algarabía de las tres mujeres penetrando en la casa.

-Vaya. –Observó Laura, soltando un silbido admirado.- Ana, menudo modelito, me están entrando ganas de llevarte luego a bailar por ahí, ¡Ese cuerpazo hay que exhibirlo!

Laura, al igual que Cristina, llevaba un vestido de noche, elegante y recatado por delante, pero con una gran obertura por detrás que dejaba a entrever toda la espalda, casi llegando al trasero. El de su hermana era verde botella, mientras que el de Cristina era de un tono vinotinto.

-Exagerada... –Ana recibió los dos besos de Laura con timidez, a causa de su cumplido.- ¿Profesora?

-Oh... Sí. –Claudia, con un conjunto de dos piezas, de color azul. Se acercó a Ana, su antigua alumna, para saludarla igualmente con dos besos.- Hacía tiempo que no te veía, ¿Cómo has estado?

Raúl, aún con la botella en la mano, tuvo que comentar brevemente las "casualidades que tenía el mundo", dado que su hermana había conocido a Claudia una noche, mientras cenaban en un restaurante del centro, y desde entonces eran tan amigas.

-Yo soy Cristina, encantada. –Canturreó ella, avasallando a Ana.- Vaya, Raúl, no sabía que tenías amigas tan guapas...

Una vez terminadas las presentaciones, y las preguntas protocolarias, el grupo fue organizando mejor sus lugares para la cena. El cordero recibía el último punto de calor en el horno y Laura hacía lo único que solía cocinar en navidad, su particular capricho, las angulas.

-No las hagas muy picantes. –Suplicó su hermano, conociendo el gusto desmesurado que esta tenía por añadirle condimento.-

-Al estilo del chef. –Fue la única respuesta de Laura.- Y no me distraigas que al final acabo manchándome.

Tras muchos viajes de última hora, movimiento por aquí y por allá, finalmente acabaron todos sentados, con la gran y humeante fuente de angulas en el centro, tan solo el vapor que emanaba de estas ya bastaba para que le lloraran los ojos, por lo que dedujo que no le habían hecho caso con su recomendación del picante.

Raúl tenía en la izquierda a Claudia y en la derecha a Ana, frente a ellos, Cristina y Laura. Todos, con las copas llenas y unas ganas de comer increíbles, se observaban mutuamente.

-¡A que esperáis! –Cortó Raúl.- ¡Qué esto no se va a comer solo!

Y dio comienzo el festín. Entre bocado y bocado, hablaban de temas tan dispares como los trabajos de cada uno, los estudios, anécdotas de navidades pasadas o cosas por el estilo.

Él estaba contento porque todo estaba saliendo bien, parecía una cena entre cinco buenos amigos, nada más. En la televisión, sin volumen, el presentador de turno daba paso a un cantante, que comenzaba su show, articulando palabras que no iban a escuchar.

-Uff... –Cristina se reclinó en su silla.- No sé si voy a poder con la carne... Te has pasado con la comida...

-Mejor que sobre a que falte. –Se defendió el cocinero.-

Claudia se ausentaba de vez en cuando, Raúl siempre comprensivo con ella, sabía que, por su estado, le era recomendable asomarse de vez en cuando a la ventana y aspirar el aire fresco de Diciembre, así evitaban males mayores como mareos o peor, que su estómago dijera "basta" y le impidiera disfrutar de esa gran cena, pese a que ella era la que menos había comido.

-Voy a por el cordero. –Avisó él, mientras se levantaba.-

-Te ayudo. –Aventuró Ana, intentando levantarse pero encontrándose con la negativa en el rostro del chico.-

-De eso nada. –Aprovechó el viaje para llevarse algunos platos que estaban vacíos u ocupados por los restos del suculento marisco que acaban de engullir.- Tu tómate otra copa.

Servir el cordero no le llevó más que unos minutos, y pronto sus platos estuvieron llenos con la pieza fundamental de la noche. Tal y como había pronosticado Cristina, no fueron capaces de comer más que lo justo para probarlo, certificando que estaba delicioso, dado que estaban totalmente llenos. La única que fue capaz de acabar con su plato, y que incluso repitió, fue Claudia, a la que el cordero simplemente la encantó, añadiéndose a su futura lista de antojos.

-Jesús... –Suspiró Laura, tras dar un sorbo de su copa.- Estoy súper hinchada.

-No seas blasfema. –La amonestó Raúl, olvidando que él mismo había usado esa expresión al inicio de la noche.- Que la Virgen María debe estar ahora mismo con las contracciones...

Hubo una risa general ante su pésimo chiste, por inercia mental, las miradas de Cristina y Laura, al escuchar una referencia al embarazo, giraron hacia Claudia, Ana las siguió, y a Raúl le pareció un cantazo, sacando rápidamente otro tema para disimular.

-Espero que vuestros vecinos sean comprensivos conque estamos en fiestas. –Observó Ana.- Porque menudo escándalo llevamos esta noche.

-Ah, no te preocupes, la vecina de al lado es vieja y está medio sorda. –Expresó Cristina, agitando su copa.- No nos causará problemas.

Laura y Claudia se rieron, Raúl tuvo que explicarle que el piso de al lado era suyo, y también rió.

-Bueno, ¿Saco ya el postre?

-Buff, más comida... –Laura dejó caer la cabeza a un lado.- He pensado que mejor podíamos ir a dar un paseo, para bajar lo que llevamos ya dentro, y luego seguimos.

La idea fue aceptada, y el grupo, tras llevar la mayoría de los platos a la cocina y apagar un par de luces, salió, sintiendo el frescor de la noche en sus cuerpos. Se encaminaron hacia el paseo marítimo.

-Sí, es genial... –Habló Claudia, muy callada toda la noche.- Me encanta cuando el cielo está así, tan despejado y oscuro.

-¿No nos saldrás conque eres E.T. y buscas un teléfono para llamar a tu casa? –Ironizó Cristina.-

-Uhgg... –Laura sintió un escalofrío.-

-No habléis del bicho ese, que a mi hermana le da miedo. –Señaló Raúl, riéndose y provocando que las otras chicas, salvo su hermana, se contagiaran de sus carcajadas.-

-¿De verdad? –Cristina hizo que pararan para encarar a Laura.- Eso no lo sabía yo...

-Es que... –Laura parecía molesta, como una niña a la que le acaban de quitar un caramelo.- Era feo, bajito y deforme. ¡Y yo vi la película de noche! No me gusta, es tan... Bleh...

El grupo volvió a reírse, repitiendo el chiste de "Mi casa, mi casa" unas veinte veces durante todo el trayecto. Una parejita de adultos, no debían tener más de cuarenta años, y que tenían la pinta de dirigirse a la misa del gallo, se les quedó mirando con extrañeza cuando se cruzaron con ellos.

-¿Y a esos que les pasa? –Preguntó Raúl, confuso, cuando los vio alejarse, lanzándoles miradas furtivas aún.-

-¿No te das cuenta? –Suspiró Laura.-

-¿Yo? –Se miró por todas partes, esperando encontrarse una mancha o la bragueta abierta, pero todo estaba en su sitio.- ¿De qué?

-Eres un chico, rodeado de cuatro mujeres preciosas. –Canturreó Cristina.- Esa parejita debía estar flipando, por lo menos...

-Ni que fuera delito estar rodeado de chicas guapas. –En su fuero interno se sintió profundamente halagado, tuvo el oscuro deseo de que se cruzaran con cuanta más gente posible mejor, para alardear de acompañantes preciosas.-

-O quizás piensen que eres el típico gay que solo sale con mujeres. –Masculló Laura, sacándole de su nube.-

Media hora y un buen paseo después, volvían a casa, con el capricho de un buen dulce.

-Bueno, esto empieza a ser criminal. –A su hermana se le hizo la boca agua.- Tocino de cielo, sabes que es mi preferido...

Cristina además trajo una gran caja de bombones, que puso en el centro de la mesa. Unas copas llenas del cava de Ana regaron los dulces.

-Esto es lo mejor... –Cristina cogió uno de los bombones y lo arrojó dentro de su copa, para luego comérselo dentro de un gran trago de cava.- Le da un toquecillo eléctrico... Podría comérmelos todos...

-Golosa. –Laura le sacó la lengua.-

-Tú lo sabes bien... –Se defendió ella, quizás con más lujuria en la mirada de la que Raúl podría soportar.-

Cuando cogió uno de los bombones, un aire cálido azotó su mano, y no pudo evitar ser elevado hacia una escena del pasado. "¿Quieres un beso de chocolate?", le había dicho en su momento a Estela, la bella Estela. ¿Qué sería de ella? ¿Estaría celebrando la Nochebuena con su novio? ¿Sería feliz? ¿Qué llevaría puesto? Todas estas dudas, que él intentaba reprimir pero que no podía, cosa que le irritaba, parecieron mostrarse en su rostro, puesto que Claudia, en un leve susurro, reclamó su atención.

-¿Va todo bien? –Los ojos verdes de la alemana, tan luminosos, se clavaron en él.-

-Sí, sí... –Mintió.- Todo bien.

Y de ahí no hubiera pasado la cosa, salvo que, al sentir un súbito contacto en su cuerpo, el bombón se resbaló de las manos, yendo a parar encima de su tocino de cielo.

Algo había comenzado a frotar sinuosamente su entrepierna, provocándole un torrente de sensaciones, especialmente dos, placer y miedo, esta última cimentada en que Ana, la "inocente" Ana, estaba justamente a su lado.

Capítulo XXXXIV

El ser invasor se deslizaba por su entrepierna con inusitada habilidad. Raúl, cauteloso, alzó ligeramente la mirada, pensando que quizás no había sido tan buena idea ponerse frente al dueto diabólico, conociéndolas como las conocía.

Laura y Cristina hablaban con total naturalidad con Ana y Claudia, las cuatro enzarzadas en una conversación de la que él había perdido el hilo hacía rato. El mantel, afortunadamente bastante grande, tapaba ese pie invasor de cualquier mirada inoportuna.

-"Al menos Ana no se dará cuenta". –Pensó, sintiéndose nervioso y alborotado.-

La verdad era que, poquito a poquito, las caricias estaban consiguiendo su propósito. Su miembro, por cosas de colocación, quedó extendido en la pernera del pantalón, donde, despacio, muy despacio, continuaron masajeándolo.

Una de las fantasías eróticas de Raúl era bastante parecida a lo que sucedía, él soñaba con una gran cena, y de repente, alguien que le toca por debajo de la mesa, le masturba con sensuales caricias, hasta el final. En sus múltiples variantes, su sueño incluía a veces algo de sexo oral, pero lo fundamental es que era furtivo, solo entre dos, y el resto, pese a estar a pocos centímetros de él, no debía enterarse de nada.

Tanteó con la mirada a Cristina y Laura, pero no había manera, se mostraban tan naturales, tan "buenas"... Y pensar que la pierna de una de ellas estaba haciéndole pasar tan buen momento, tenso, sí, pero placentero. Vigiló con el rabillo del ojo a Ana, pero estaba atenta a las palabras que Cristina emitía en ese momento. Abrió un poco más las piernas, facilitando el acceso.

La situación que vivía no era para nada normal. El primero de los motivos es que estaba cenando con cuatro mujeres, y con las cuatro se había acostado. Aún más para añadir, una de ellas era su hermana, a otra la había desvirgado y a otra dejado embarazada. La única con la que tenía una relación normal, si es que eso se le podía llamar normal, era con Cristina. ¿Sería ella la que le estaba proporcionando tanto placer?

Tenía la boca seca, bebió de su copa de cava, que pronto estuvo vacía. Se sirvió más.

-Porque yo tenía razón, ¿A que si, Raúl? –Dijo de pronto Laura.-

-Eh... –Salió de su ensimismamiento, al intentar hablar sus palabras sonaron extrañamente graves. Se aclaró la garganta.- Sí, claro.

-Vaya par de mentirosos. –Cristina negó con la cabeza, Raúl esperó que no fuera algo importante, dado que había dicho "sí" sin saber el tema.- Hermanos tenían que ser...

Y en todo momento, mientras hablaba, mientras le respondían, mientras le miraban, esa caricia infernal seguía ahí. ¿Qué hacer? ¿Apartarla? En el forcejeo era posible que alguien se diera cuenta, y esto preocupaba a Raúl... Aparte de la creciente percepción del placer que sentía.

Vació lo que quedaba de botella en su copa, se la bebió de un trago.

-Vaya, iré a por más. –Se ofreció Claudia.- ¿Había otra botella en el congelador, no?

-Sí. –Volvió a contestar cuando sintió las miradas en él.- Sí, en el congelador...

Era difícil mantener la mente en su sitio. Inconscientemente, la mano con la que sostenía la copa había empezado a acariciar el vidrio, poco a poco, de arriba abajo, con el pulgar. Y él, de vez en cuando, se quedaba mirándola, como si en vez de una copa fuera la figura de una mujer, su clítoris, sus labios...

"Ras Ras", si alguien hubiera dejado de hablar y prestado atención, hubiera notado el ruido de la tela al ser friccionada. Afortunadamente hablaban en voz alta, un autentico escándalo.

Sus reservas desaparecían conforme su respiración, pese a sus intentos de controlarla, se agitaba. ¿Tener un orgasmo? ¿Era posible? No quería imaginarse lo "evidente" que sería terminar en esa situación, manchar su ropa interior, estremecerse de placer, gemir, ¿Podría evitarlo?

-Y entonces yo le dije... –Las chicas seguían con su conversación, él asentía de vez en cuando, absolutamente indiferente a cuanto hablaban.-

A veces levantaba la mirada hacia las que tenía delante, Laura y Cristina, ¿Cómo era posible que mantuvieran esa locuacidad cuando alguna de las dos debía estar controlando minuciosamente sus movimiento bajo la mesa? Raúl llegó a pensar, incluso, que era posible que eso de que "las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez" fuera cierto.

Su mano derecha seguía acariciando sugerentemente la copa, a la que casi se comía con los ojos. Su mano izquierda... Palpaba algo esponjoso, algún tipo de tela, y algo blandito debajo.

Giró su cara, en movimientos lentos, con la mitad del cerebro dormido a causa del placer, y como sino fuera de él, vio su mano, ahí, apoyada en el muslo de Ana. Su primera reacción de miedo.

-"Joder." –Pensó, sorprendido.- "¿Qué estoy haciendo?"

Pero al comprobar que Ana lo pasaba totalmente por encima, sin prestarle la menor atención, y sobretodo que no tenía cara de que le sentara mal, pues la dejó ahí. Le hubiera gustado interiorizar aún más sus caricias, pero era algo imposible, demasiados ojos y demasiadas capas de tela por medio. Se conformó con sentir la tibieza de su cuerpo.

-"Y que cuerpo..."

¿Cuántos minutos pasaron? No demasiados, pero para él fueron una eternidad. Tal y como estaba de predispuesto, los signos evidentes del orgasmo hicieron su aparición. Perdiendo completamente conciencia de donde y en qué situación se encontraba, se sonrió a sí mismo, viendo una de sus fantasías completas.

El ritmo de la caricia se había acelerado, como si ese pie, bendito pie, pudiera prever que él estaba al borde del abismo. Ya se había masturbado antes en sitios "peligrosos", en una época pasada de su vida, que pese a no ser tan lejana, ahora le parecía un vago recuerdo. Una vez, mientras lo hacía en el autobús, habían estado a punto de pillarle "con las manos en la masa", o mejor dicho, en los genitales. Grandes reflejos y una arrancada de improvisación sobre lo incómodos que son los asientos de esos transportes le libraron de más preguntas.

Pero ahora era diferente, ¿Qué excusa había? Ninguna.

-"Ya... Ya..." –Pensó, notándolo perfectamente en su miembro.-

Hizo todo lo que pudo para retener su eyaculación, y así lo logró en gran parte, a costa de gran esfuerzo y autocontrol, aún así, el placer le llevó, su mano izquierda apretó el muslo de Ana, provocando que esta padeciera un respingo al sentir su poderoso tacto. La copa se habría roto de no haberla soltado en ese momento, sustituyéndola por el mantel.

Apretó fuertemente las mandíbulas, intentando no contraer el rostro en una mueca de placer que llevaba un largo rato queriendo dibujar. Fue un orgasmo sumamente placentero, por la situación, por la elaboración, por el tiempo...

Raúl soltó el muslo de Ana de su "salvaje" abrazo, pidiéndole perdón con la mirada a la chica, arrepentido. Una gota de sudor bajó por su sien, pudo sentirla en el recorrido por su nuca, le provocó un escalofrío.

Y, tan fugazmente como había aparecido, la fuente del placer desapareció, ese pie, que estaba al final de una pierna y que pertenecía a alguno de los miembros del dueto diabólico, Laura y Cristina, que continuaban con su pose de total naturalidad.

Raúl tardó un rato en reponerse por completo, cerrar las piernas le supuso un considerable esfuerzo, puesto que no quería delatar su posición y, sobretodo, notaba un dolor considerable en las ingles.

-Bueno, yo quiero algo más fuerte que esto. –Cristina señaló la segunda botella de cava, aún con la mitad de su líquido dentro.- Tengo alcohol de verdad en mi casa.

-Aquí también tenemos. –Bufó Laura.- Como si no lo supieras...

-Pero yo quiero aportar algo. –Siguió Cristina.- Que no me habéis dejado hacer nada...

-Bueno, vale, caprichosa. –Su hermana puso los ojos en blanco.- Venga, te acompaño.

Las dos chicas se levantaron. Raúl buscó con avidez algún gesto cómplice que delatara cual de las dos había sido la causante de ese orgasmo tan peligroso y excitante a la vez, pero ninguna de las dos hizo el menor gesto fuera de lo normal.

-Claudia, ¿Nos acompañas? –Laura la invitó a ir con ellas.- Así dejamos solos a este par para que nos pongan verdes...

-Claro que sí. –La alemana les sonrió y se levantó.-

Cuando las tres mujeres enfilaban el pasillo, Raúl pudo notar algo fuera de lo común, Cristina, cojeaba ligeramente.

-"¡Pues claro!" –Gritó de pronto en su cabeza, con una sonrisa triunfal.- "¡Tanto tiempo en esa situación! ¡Debe tener la pierna dormida, o un calambre!"

Se levantó, dispuesto a recriminarle lo acontecido hacia un rato.

-"¡Será zorra!"

-Oye... –Ana le tiró ligeramente de la manga.- ¿Qué haces?

-Eh... –Su determinación acabó ahí, mejor dejar las cosas como estaban.- No, nada.

-Ah... –La chica se mordió el labio.- Que maja es la amiga de tu hermana, bueno, y la profesora Claudia, me ha encantado conocerlas. Laura sigue igual que siempre, ojalá yo tuviera una hermana así.

-No sabes lo que dices... –Masculló él, acariciándose la barbilla.- No es oro todo lo que reluce...

-Pero si es encantadora, no me negarás eso...

-Vamos, para hacerla Santa... –Ironizó él.- Por cierto, ahora vuelvo...

Dejó a la chica ahí, sola, mientras él iba al baño a comprobar los "desperfectos". Pudo constatar que la mayor cantidad de semen había sido retenida contra su voluntad, haciendo caso a la determinación de Raúl. Pese a todo, aquí y allá, pequeños restos de su orgasmo manchaban su ropa interior.

-Pufff...

Se quitó los zapatos y los pantalones, para despojarse después de la ropa interior. Solo cuando estuvo desnudo de cintura para abajo y había "limpiado" lo mejor posible todo, se dio cuenta de que no había traído ningún recambio para ponerse.

-"Que más da..." –Musitó, mientras se volvía a poner los pantalones.- "A fin de cuentas estoy en casa."

Ocultó su ropa interior en la cesta de las toallas sucias, donde milagrosamente había una, y era milagroso porque él era muy maniático de que en su baño hubiera cualquier cosa sucia, y, después de lavarse las manos y comprobar que todo estaba bien, salió, buscando a Ana.

Ella estaba viendo, ahora con detenimiento, el "angelito" que coronaba el pequeño árbol. Raúl se acercó por detrás, sigiloso, dispuesto a darle un susto.

-¿Crees que no te he oído? –Rió ella, aún sin mirarle.-

-Jo, haberte dejado... –Suspiró él.- Luego te habría pedido perdón.

-¿Tantas ganas tienes? –Se giró, aún manteniendo la sonrisa.-

-Pues no sé... –Entrecerró los ojos.- Será que hoy tengo ganas de cazar.

-Huy, sí, como si yo fuera una gacela.

-Calla, que te muerdo.

La abrazó, levantándola ligeramente, mientras fingía morderla en el cuello.

-Quita, quita, que nos van a ver... –Le urgió Ana, pensando que en cualquier momento podrían aparecer el resto de las chicas.-

-Bueno... –Él la soltó, pero sin despegarse apenas ni un centímetro.- Pero que sepas que esas no vuelven.

-Pero... –Contestó ella, sorprendida.- Han dicho que...

-¿No ves que es una encerrona? –Rió él, ante la estupefacción de la chica.- Es que yo las conozco más.

-Pero...

-Pero nada. –La soltó, plantándole un beso en la mejilla antes.- Ayúdame a recoger la mesa, anda, luego te doy un premio.

-Oh, ¿Un premio? –Se hizo la interesada.- ¿Qué tipo de premio?

-Eso lo sabrás si me ayudas.

Los pocos trastos que quedaban en la mesa, que eran los platos del postre más que nada, fueron devueltos a la cocina en cosa de un par de viajes. Colocaron la mesa en su sitio, pensando en la comida de mañana.

-Oye... –Ana reclamó su atención.- Que sepas que no me he olvidado de lo de tu regalito...

-Pues te voy a ser sincero. –Levantó los hombros.- No tengo nada para darte.

-¡Lo sabía!

-No, espera, déjame terminar. –La cogió de la mano y la sentó en el sofá.- Quiero hablar seriamente contigo.

-Vaya... ¿De que?

-De todo. Ahora que te tengo para mi solo, quiero que te desnudes... –Carraspeó.- Espiritualmente, claro.

-Hum...

La chica quedó pensativa unos instantes.

-¿Quieres que hablamos? ¿En Nochebuena? ¿De madrugada? ¿Y encima presupones que me abriré a ti así sin mas? –Negó con la cabeza.- Muy confiado te veo.

-Bueno... –Vaciló un poco.- Quizás he sido muy directo, perdona, no quería menospreciarte o algo así.

-No, no. –Ella le acarició el dorso de la mano.- Tranquilo. Pero es que tampoco sé que puedo decirte que te sea de interés...

-Hace mucho que no hablamos. –Él la observó con su penetrante mirada esmeralda.- Somos amigos, ¿No?

-Chantajista emocional... –Suspiró Ana.- Bueno...

-¿Confías en mi? –Alargó la mano que tenía libre, extendiéndola hacia la chica.-

-Sí... –Ella la cogió.- Por cierto... ¿Esta escena no salía en Aladín?

Estuvieron largos minutos riéndose a carcajada suelta, hasta el punto de llegar a las lágrimas, uno y otra, rememorando mentalmente sus grandes momentos juntos.

-No le digas a nadie que ligo usando tácticas de Aladín. –Rogó él, fingiendo preocupación.- Destrozaría mi reputación...

-Tranquilo, tu secreto morirá en mí, con un beso. –Y ella se inclinó para besarle, uniendo sus labios en un tenue piquito.-

-Vaya, hacia tiempo que no me besabas, ¿Sabes? –Se quejó él.-

-Venga ya, como si me hubieras echado de menos... –Ella meneó la cabeza.- Si hace nada te vi en el Paseo Marítimo cogido del brazo de una chica, muy acarameladitos los dos, ¿Era inglesa, no?

-Eh... Sí, bueno... –La imagen resplandeciente de Liz apareció durante unos instantes en su retina.- Pero oye, lo nuestro es diferente, nos conocemos de toda la vida... Y bueno...

Los ojos oscuros de la chica le parecieron sumamente atractivos. Era una de las virtudes de Ana, su eterna expresión de ternura. En realidad no fue muy consciente de cómo, pero sus labios volvieron a unirse, recreándose esta vez en un largo beso.

La chica apoyó su cabeza en el hombro de Raúl.

-¿Por los viejos tiempos? –Murmuró ella, en una clara proposición.-

-O por los nuevos... –Respondió él, mientras sus manos buscaban la forma de desembarazarse del vestido.-

Capítulo XXXXV

Entre besos y caricias condujo a Ana hasta su habitación. El vestido tenía un mecanismo demasiado complejo para sus sobreexcitadas manos, por lo que tuvo que rogarle ayuda a la chica, que, con una sonrisilla cómplice, se deshizo de la delicada prenda.

El cuerpo de Ana se descubrió ante él, su carne pálida y suculenta, sus pechos grandes y anhelantes de atenciones. Raúl agradeció que no llevara sujetador, puesto que se lanzó sobre ellos con una suave voracidad, procurándoles un buen trato, tanto con sus manos como son su boca.

-Tranquilo, tranquilo... –Reía la chica.- No se van a ir a ningún lado...

Él se serenó ligeramente, poniéndole un poco de pausa a su pasión. Siguió pues con sus caricias, reconfortándose al encontrar un buen par de pezones duros cuando su boca pasó por ellos por segunda vez.

-Mmmm... –Ana se había recostado ligeramente.-

Podría haber estado dedicado a los pechos de la mujer durante horas, se encontraba muy a gusto entre sendas pálidas montañas, pero decidió abandonar la cordillera y bajar al valle, a ver como iban las cosas por allí. Avasallando el cuerpo de la mujer con caricias y lametones, recreándose, como tanto le gustaba, en su ombligo.

-Vaya... –Exclamó al ver de qué color era la ropa interior de la mujer, puesto que la atracción por sus senos le había nublado la vista durante un buen rato.- Pensé que el color rojo era para fin de año...

-Y para cualquier fiesta. –Masculló ella, apartándose el cabello de la cara.- Además, ¿Acaso no me queda bien?

-Oh, sí. –Se relamió, le encantaban las mujeres en ropa interior.- Veamos como se puede compensar este espectáculo.

Acarició sobre la tela, las braguitas rojas se mostraron suaves al tacto, y más aún suave era aquello que cubrían. En vez de quitárselas, Raúl las hizo a un lado, al tiempo que mordía el muslo de la mujer, arrancándole un gritito de placer / dolor. Pudo ver el sexo de Ana, tan suculento como las otras veces, perlado a causa de la humedad.

Lo acarició por encima durante un rato, recreándose en las zonas más delicadas, buscando casi con desesperación la forma de arrancarle un suspiro de placer. Finalmente Ana se tumbó completamente en la cama, incapaz de aguantar de otra forma. Raúl colocó su cara entre los muslos de la mujer, y comenzó a devorar su sexo. Una mano la tenía ocupada retirando las braguitas de la chica a un lado, la otra la usaba para apoyarse o acariciarla las piernas.

-Dios... –Gimió ella.- Así...

Se afanó en la tarea de comer su sexo, ignorando un reproche mental que traspasó su cabeza en ese instante.

-"¿No te has dado cuenta de que siempre empiezas igual? ¡Innova un poco!"

Continuó en su afán de llevar a la chica a un orgasmo rápido, su clítoris expandía el placer, su vagina ya se contraía, totalmente húmeda. Le encantaba ver como su vientre se movía, arriba y abajo, fruto de las respiraciones irregulares. La energía de todo el cuerpo se concentraba en su coñito, prolegómeno de un buen orgasmo.

Y en esas estaba cuando empezó a escuchar un sonido extraño, que no eran ni los gemidos de Ana ni el ruido propio de su "trabajito". Levantó un poco la cara y descubrió que, en efecto, no eran imaginaciones suyas. Un móvil estaba sonando.

-De... Debo cogerlo. –La chica, con las mejillas rojísimas de excitación, intentó incorporarse.- Es la melodía... Que le tengo puesta a mi madre.

-Joder, ignórala. –Maldijo él, que veía como sus esfuerzos se despreciaban.-

-Se preocupará... Ya la conoces...

Dejó que las braguitas volvieran a su sitio, observando como la chica, con paso inestable, iba hacia el salón, donde estaba su bolso y la estridente melodía sonando una y otra vez. Raúl se despojó de la camisa y demás accesorios, quedando solo con los pantalones. Se dirigió tras ella.

-Sí, sí... –Decía Ana, semidesnuda, con el teléfono en la oreja.-

El rostro del joven se contrajo en una gran sonrisa llena de malicia. Ana se sorprendió cuando este se arrodilló ante ella y apartó de nuevo las braguitas a un lado, retomando su labor interrumpida.

-"Sigue hablando." –Raúl hizo el gesto inequívoco de que continuara con la conversación.-

Ana abrió mucho los ojos, haciéndole señas para que parara. Él la miró a la cara, poniendo ojitos de cordero degollado.

-¿Y que tal tu cita? –Preguntó Ana a la interlocutora, accediendo a los deseos del joven chantajista.-

Era una posición incómoda, pero le encantaba el morbazo de que estuviera hablando por teléfono con su madre. Puso todo su afán en complicarle las cosas. No tardó demasiado en devolverla al estado de excitación total. Las piernas de la chica flaqueaban, dificultándola mantenerse en pie, se tuvo que apoyar en el respaldo de una de las sillas.

-Bu... Bueno... Y que... ¿Qué habéis cenado? –Continuamente tenía que tapar el teléfono para que su respiración agitada no atravesara la línea.-

-"Sigue." –Raúl repitió el gesto.-

Estaba a mil, la excitación se marcaba en su pantalón, mediante un evidente relieve. Atacó sin piedad el clítoris de la chica.

-Claaaro... –Se mordió la muñeca para reprimir el jadeo.- Y entonces... Entonces... ¿Qué haremos ma... ñana?

-"¿Va todo bien? Se te escucha mal." –Decía su madre desde el otro lado.-

-Si, es que... Ha pasado un... Un... Un coche. –Dejó escapar un gemido.- La señal se corta... Te... Tengo que... Dejar...

Al principio la chica se había resistido un poco, intentando dificultar su acceso a la zona, pero ahora abría las piernas todo lo que podía, teniendo en cuenta la posición. Raúl pellizcó el clítoris de la chica con sus labios, y esta no pudo aguantar más.

El móvil cayó de sus manos, Raúl lo atrapó al vuelo con gran agilidad, apagándolo en el acto. Ana gemía, jadeaba, intentaba mantener el equilibrio, pero las rodillas le flaquearon y ni siquiera le sirvió el estar agarrada al respaldo de la silla. La cogió rápidamente, evitando que así se hiciera daño.

Sentirla contra su cuerpo, padeciendo los espasmos propios del placer, era algo genial. Lo había probado en horizontal, pero en vertical era incluso mejor. Como pudo, cargándola, la sentó en otra de las sillas, donde quedó, oscilante, muerta. Los ojos de Raúl la ignoraron por un momento para centrarse en el sexo de la mujer, en concreto en sus braguitas, que habían regresado, una vez más, a su posición natural. ¡Estaban completamente empapadas! Toda la zona que hacía contacto directo con el coñito de la mujer lucía ahora de un rojo oscuro, signo evidente de la humedad.

El miembro de Raúl dio un brinco de excitación bajo sus pantalones.

Por su propia experiencia personal, sabía que no todas las chicas solían emitir tales cantidades de jugos sexuales, pero Ana era de las que sí lo hacía, y eso le excitaba, le volvía loco. Su rostro se cruzó incluso de tristeza, pensando en todo lo que podría haber degustado en su paladar y que ahora yacía depositándose en la saturada prenda íntima.

Como si fuera un perro, buscó ese aroma conocido y embriagante, olor a mujer. Suspiró.

-Estás... –Farfulló Ana, volviendo en sí.- Loco... Si se llega... A dar cuenta...

-Todo controlado. –Fue lo único que dijo, observando aún la mancha de humedad en las braguitas de la mujer.-

-Pero...

-No me digas que no te ha gustado. –Hizo una mueca burlona.- Además, bien que abrías las piernas... ¡Confiésalo! ¡Te ha encantado!

-Pervertido... –Masculló la chica, aún con gesto agotado.- Pero no ha estado mal... De pie es... Diferente... Más intenso que en la cama, todo se mueve y...

-Sí, que todo eso está muy bien. –Apremió él, notando su anhelo sexual mediante calambres en su entrepierna.- Pero, ¿Volvemos a mi cuarto? Estaremos más cómodos.

Ella le pidió la mano para levantarse, siendo sus primeros pasos cortos y lentos. Una vez llegaron al cuarto fue Ana la que, serenándose, se dispuso a retomar la labor, esperando a que Raúl terminara de cerrar la puerta. Dirigió sus manos hacia la entrepierna del chico, acariciando el deseoso bulto. Cuando quitó el botón y bajó la cremallera, no pudo más que sorprenderse.

-Anda, pero si no llevas nada debajo. –Exclamó, con la boca abierta, y no solo debido a la sorpresa, sino también por el acto inconsciente de ver ese miembro de carne latiendo de pasión.-

-Pues ya ves, que me he vuelto moderno... –Fue lo único convincente que se le ocurrió, dicho en un tono de fingida seguridad, repasando mentalmente su gran estupidez por haber olvidado el episodio durante la cena que le había obligado a desnudarse.-

Ana estuvo riéndose un rato, él finalmente le acompañó en sus carcajadas.

-Oye, oye, que tal si dejamos eso para luego... –Añadió, señalando a su bamboleante miembro, que luchaba contra la gravedad.- Estoy que no puedo más...

-Oh, pobrecito, ¿Desesperado?

-Sí. –Fingió una mueca de tristeza.-

-¿Muy desesperado?

-Sí, sí.

Raúl dejó caer los pantalones, quedando desnudo completamente, ella hizo ademán de quitarse las braguitas, pero él la detuvo.

-Ya que están mojadas, sigamos con ellas...

Y las hizo nuevamente a un lado hasta meter el glande en el interior, lubricadísimo, de Ana. Él decidió tomar los galones, quedando arriba, ella, mientras le besaba con pasión, emitía pequeños ruidos, sintiendo el miembro del joven al penetrarla. Comenzó el baile, los besos, las caricias, las sonrisas, las miradas cómplices...

-Que bien... –Gimió ella, recibiendo el doble placer de la penetración y de la lengua del chico en sus pechos.- Que bien...

-Me encanta tu cuerpo... –Llevaba un rato controlando el ritmo, torturándola un poco, aceleró de repente.- Me encanta...

-Aaaaaaah... –Jadeó la chica, disfrutando de su segundo orgasmo.-

Raúl, durante el acto, se dio cuenta de una cosa. Su "nivel sexual" había crecido notablemente desde la primera vez que estuvo con Ana. Ella parecía igual, como si los meses no hubieran pasado y todo siguiera de idéntica forma, él, por su parte, jugaba en otra división.

-"No importa la edad, importa la experiencia." –Pensó mientras besaba a la mujer.-

Ahora sabía donde tocar, como, en qué momento preciso... Ana era un terrón de azúcar en sus manos. Pero se obligó a volver a la escena, su orgasmo también estaba cerca. Los ojos azabache de la chica se clavaban en los suyos, él le dedicó una sonrisa.

Salió de ella antes de eyacular, así le apeteció hacerlo, quedando sus "restos" desperdigados por sitios tan distantes como el suelo o la pared. No fue el mejor orgasmo de su vida, pero supo que eso se debió a que, en los últimos momentos, su cabeza se había ido a otros sitios, no estando donde debía.

-Ah... Genial... –Ella le dio su aprobado con un beso.- Has estado genial...

-Eso será porque me inspiras. –Murmuró él, correspondiendo al beso.-

Iniciaron una nueva ronda de carantoñas, pausadas y suaves, un beso por aquí, un mordisquito por allá. Finalmente, quedaron ambos tendidos en la cama. La chica miraba al techo, con una media-sonrisa asomando desde sus labios, satisfecha por la Nochebuena que había tenido, cena y polvo incluidos.

Por el ardor del sexo no se habían dado cuenta, pero hacía frío. Raúl buscó con la vista las mantas, habían quedado a los pies de la cama cuando la habían abierto en un arranque pasional. Las echó por encima de la joven, que se lo agradeció con un guiño.

-¿Está usted satisfecha por el servicio recibido? –Coreó el chico, emulando el tono modulado de cualquier recepcionista de película.-

-Oh, sí. –Contestó ella.- La cena fue exquisita.

-¿Y que más? –Insistió él.-

-El paseo fue oportuno. –Siguió ella, sabiendo lo que Raúl quería escuchar, negándole el placer de decirlo.-

-Y...

-¡Pero que egocéntrico te has vuelto! –Clamó ella de repente, entre risas.- Ya te he dicho que "Eso" ha estado genial, ¿Qué más quieres? ¿Qué me ponga de rodillas y te venere?

-Bueno, bueno. –Bufó él, siempre dentro del mismo clima afable.- Me tendré que conformar...

-A ver... Algo más científico... –Ella frunció el ceño, pensando.- Teniendo en cuenta todas mis experiencias anteriores, del 50% de las cuales tú eres el protagonista...

-¿El 50%? –Interrumpió él, sorprendido.-

-Sí, la mitad. –Explicó.- Solo he intimado con dos chicos, tu incluido.

-¿Solo dos?

-...

Raúl lamentó haber dicho esas palabras, y aún más la entonación que le dio: Despreciativa, sorprendida, sarcástica... "Solo dos", para él, rodeado casi siempre de mujeres "liberales", pensar que una de sus amigas íntimas, siendo tan guapa como lo era Ana, solo hubiera estado con dos chicos en la cama, era poco más que una sorpresa, pero supo lo erróneo de su razonamiento una milésima después de emitir las hirientes palabras. Que, por como se contrajo el gesto de Ana, le dieron muy fuerte.

-Me refiero... –Intentó arreglarlo.- Que como una persona tan seductora como tu no ha podido tener solo dos amantes, ¿Qué hiciste con los demás? ¡Pero si los tienes a todos babeando por ti!

La chica, que no era tonta, suspiró. Se tomó su tiempo en volver a hablar, reflexionando quizás sobre el trasfondo que de verdad tenía el inocente comentario de su amigo.

-Para mí no es tan fácil... –Murmuró en voz baja.- Supongo que necesito confiar mucho en la otra persona para entregarme a ella, no suena muy "moderno", lo sé, puedes reírte todo lo que quieras. Me da igual.

-Pero si yo no...

-¡No soy de las que salen cada noche con el único fin de coleccionar polvos con gente que ni conocen! –Vociferó, sin enfado en su voz, interrumpiendo al azorado Raúl.- Yo soy... Yo.

Pasaron unos instantes en silencio.

-No he pretendido insultarte ni nada por el estilo. –Rumió él, con voz resignada, como la de un niño que ha sido malo.- Me encanta como eres.

-Perdona. –Ella le regaló otro de sus besos.- Quizás hice una montaña de un grano de arena.

-No, no... –Se le escapó una carcajada repentina.- ¿Sabes que? Mi ego creció bastante cuando se enteró de que soy la mitad de tu vida sexual.

-¡Pues lo que nos faltaba! –Hizo un gran aspaviento con las manos, sonriendo.- No hay sitio suficiente en la habitación para los tres, tendré que irme...

-No, que hace frío, dame un poco de calor... –De nuevo el tono infantil.-

-Está bien... –Rió ella.- Pero solo por ser tu... Y ahora duérmete o Papa Noel no te dejará juguetes bonitos...

-Todo lo que necesito... –Una de sus manos traviesas estrujó con benevolencia uno de los generosos senos de la chica.- Está aquí...

-¡Pero serás pervertido!

Rieron un rato, después, el cansancio acumulado del día hizo su aparición, no pudiendo evitar dormirse tal como estaban.

Continuará.

PD. Bueno, espero que esta parte cumpliera vuestras expectativas. Por lo demás, tan solo una breve alusión a los comentarios del tipo "No hagas caso a los que ponen malas puntuaciones por fastidiar o para beneficiar sus relatos", a mí realmente las puntuaciones me traen sin cuidado, yo no escribo para conseguir números altos, escribo para las personas que me leen, así que sigamos con "nuestra fiesta" y olvidemos todas esas cosas externas que no deberían impórtanos. Por cierto, un placer teneros como público. Esta entrega se la dedico especialmente a la señorita Rocío, para ver si consigue arrancarle una sonrisa frente al monitor.