Eso (09)
Las noticias vuelan... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?
Eso
Capítulo XXXIX
Dolor, esa era la palabra que buscaba.
Sentía las caderas totalmente agarrotadas, las piernas le dolían, las rodillas e incluso los tobillos transmitían su malestar.
Cuando despertó, las velas estaban apagadas, tan solo entraba una rendija de luz por lo que debía ser la puerta, entreabierta. Se incorporó, notando una fuerte punzada de dolor en toda la zona inferior de su cuerpo.
-"Joder..." Pensó, notando como tenía la boca seca y, en general, estaba sediento.- "¿Será lesbiana de verdad? Que vicio tiene... Ufff..."
Andar era una tortura. Tenía que adoptar una posición próxima a la de un cowboy, arqueando las piernas, evitando rozar muslos, que le rabiaban de escozor. Llegó al baño, escuchando en la cocina el sonido inconfundible de alguien preparando algo de comer, su estómago rugió.
-"Pero antes una ducha." Se aconsejó, no pareciéndole bien oler a tigre.-
Cerró la puerta del baño y se miró en el espejo, la verdad es que tenía un rostro lamentable, como pocos se había visto jamás, el rostro cruzado de cansancio, con ojeras marcándose, hinchadas, bajo sus ojos. Bajó la vista y no pudo evitar soltar un gritito. Tenía toda la entrepierna y la cara interior de los muslos recubierta de una sustancia blanca, su primer pensamiento fue que era semen, pero era imposible, eso solo pasaba en las películas porno y en los malos relatos eróticos, además, era demasiado blanco, no tenía el color perlado del semen.
Lo tocó, dándose cuenta de que no era su líquido vital, sino algún tipo de pomada puesta para aliviar el dolor.
-"Que gentil..." Comentó mentalmente, con profundo sarcasmo.- "Me ha puesto cremita, como si fuera un bebe con el culo escocido."
Se dio con la mano en la frente, cayendo en la cuenta de lo que pasaba.
-No es que fuera una viciosa, es que quería tu semilla. Maldijo por lo bajo, hablándose a sí mismo.- Será... Pues poco iba a lograr las últimas veces, ¿Qué se cree que son mis testículos? ¿Una factoría de Coca Cola? Bufff...
El agua de la ducha le calmó ligeramente, pese a que el escozor persistió, aún así, se sintió reconfortado. Como no había traído ropa de recambio, las únicas que son previsoras en ese aspecto son las chicas, se puso el albornoz de la mujer, que permanecía colgado en un pequeño gancho de la pared. La verdad es que le quedaba bastante bien, pese a que los tonos pastel de la prenda le daban un interesante aspecto afeminado.
-"Estás divino." Pensó, riéndose de su ocurrencia.- "Ahora sí, a comer."
Y su estomago rugió de placer.
En la cocina estaba ella, con el pelo aún ligeramente húmedo, recogido en un moño hecho con uno de esos objetos que parecen palillos chinos, unos mecanismos de estética que un hombre jamás aprendería a utilizar, cosas de los genes.
-Buenos días. Murmuró tímidamente.-
-Tardes, dirás. Corrigió ella.- Son las cuatro.
-Oh... Vaya...
-Esto estará enseguida. Musitó alegremente, girándose para mirarle, con una gran sonrisa pese a exhibir también gestos inconfundibles de cansancio.- ¿Ni siquiera me das un beso de buenos días?
-Ah sí. Se levantó, puesto que su debilidad le había llevado a sentarse en una de las sillas de la cocina, la besó dos veces en la boca.- Por ser ya tan tarde, te he dado dos, para compensar el tiempo perdido.
-Que atento... Rió ella, guiñándole el ojo y volviendo a los fogones, donde se cocinaba algo que olía muy bien.-
Comieron ahí mismo, y él lo agradeció, puesto que la idea de tener que sentarse en la alfombra ahora mismo, como que no le agradaba demasiado. Esta vez la comida fue más normal, y él, voluntarioso, vació tres platos de un estofado, que ella le dijo típico alemán, compuesto básicamente por carne, patata y zanahoria, además de otros ingredientes que no se molestó en comprobar antes de engullir.
-Dios... Sí... Respiró él, notando el sabor dulzón de las fresas con nata en la boca.- Una comida como esta es lo que yo necesitaba...
-Es lo menos que puedo hacer por lo de ayer. Observó ella, inclinando la cabeza, agradecida.- Quizás me pasé un poco...
-Bueno... Estuvo a punto de recriminarle su salvajada, pero pensó que era mejor dejar las cosas como estaban, además, ¿Un chico recriminándole a una mujer por hacerle el amor demasiadas veces? ¿Es que el mundo estaba del revés?.- La próxima vez avísame y calentaré antes de empezar...
Rieron la broma, terminando sus respectivos postres. Cuando se levantaron, camino del salón, escucharon un "Beep, Beep, Beep" en el pasillo que a Raúl le hizo inconscientemente estremecerse y llevarse las manos a la entrepierna, protegiéndose por encima del albornoz.
-Oh, lo dejé encendido. Murmuró ella, antes de entrar al cuarto y coger un objeto, aprovechando también para abrir las ventanas y las cortinas.-
-Sabía que era eso... Gruñó él, observando el irritante cronómetro que usaban en la piscina.-
-Lo tenía puesto para que sonara cada 40 minutos y olvidé apagarlo. Tocó el botón rojo que detenía la infinita cuenta.-
-"¿Sonó una vez cada 40 minutos?" Pensó él, de pronto, con un aire cínico en la cabeza, intentando no hacer los cálculos mentales para sacar la cantidad de polvos que habrían echado.- "Tal vez hemos batido un record..."
Mientras caminaban hacia el salón Claudia notó sus "dificultades" para moverse, no comentó nada, aunque una sonrisilla traviesa se dibujó en sus labios nacarados, como si le costara mucho retener una sonora carcajada.
El día anterior habría jurado que en el salón no había televisión, pero era porque esta se encontraba oculta dentro de un armario cuyas puertas se abrían y cerraban dependiendo de si querías utilizar o no el electrodoméstico. Pusieron una de tantas películas que había a esas horas, en concreto, estaba terminando.
-Raúl... Susurró ella de pronto, pasándole otro más de los cojines de plumas para que se acomodara mejor.- Gracias, de verdad...
-No tienes que darme las gracias. Comentó él, intentando que sus mejillas no se tiñeran de rubor.- Pero eso sí, si me quedo lisiado, tu pagarás los gastos médicos...
Rieron de nuevo, dándose un casto beso como añadidura. Raúl sintió el calorcillo del sueño adueñarse de él, intentó resistir, pero estaba tan cómodo en la tupida alfombra, rodeado de cojines...
Despertó con una pequeña mantita encima, Claudia le había acompañado en su sueño, estaba echada cerca de él, con un gesto de paz tan encantador en su rostro que Raúl, incapaz de moverse por temor a despertarla, terminó durmiéndose otra vez.
Cuando se despertaron, o mejor, ella le despertó a él, el Sol empezaba a caer a través de las ventanas. Prepararon algo más de comer, esta vez fue él quien la deleitó con sus tortitas, que degustaron con especial gula, bien embadurnadas de caramelo, en el caso del chico, y chocolate, en el de la chica.
Pese a que el día siguiente después de comer tendría que coger el tren que llevaría a su universidad, dado que prefería estar ahí un par de días antes del comienzo de las clases, para conocer el sitio y demás cosillas, decidió pasar lo que quedaba de día con la siempre radiante Claudia.
Hablaron de bastantes cosas, de sus vidas, de su pasado, de lo que harían en el futuro... Se sorprendió al saber que Claudia tenía una hermana pequeña, Gaby, de 17 años, y ella a su vez se consternó cuando escuchó de sus propios labios toda su tensa situación familiar, llegando incluso a abrazarlo intensamente.
-Y bueno, es lo que hay... Terminó él.- Tampoco me ha dado tiempo a más.
-Para ser tan joven has vivido mucho. Observó ella.- Y lo que no me habrás contado...
-Bueno, tu también tienes muchas historias que contar, viajes, competiciones de élite...
-Es lo que hay. Canturreó ella, robándole las palabras.-
Y así echaron la noche, viendo acto seguido un DVD, "Pactar con el Diablo", una película que le gustó mucho, Keanu Reeves, Charlize Theron y Al Pacino eran un trío que se comía la pantalla, bordando unas grandes actuaciones. Ella le prestó algo de ropa, dado que la suya no estaba muy presentable. Se sintió extraño, dado que la camiseta era normal y corriente, pero los pantalones deportivos que le dio le venían ceñidos, bastante ceñidos, sobretodo en la entrepierna, reviviendo el dolor de horas antes y que se había apaciguado con el relax.
-Nos vemos mañana, iré a despedirte. Se despidió Claudia.-
-No hace falta... Gruñó, avergonzado.-
-Que sí, hasta mañana. Le besó y le dejó ir.-
El taxi que había llamado le esperaba, llegó a casa en un rato que le pareció cómodo, sintiendo la brisa en la cara, observando las calles de su ciudad, que tanto tiempo tardaría en ver de nuevo.
Al subir a casa le esperaban los silbidos acusadores de Cristina y Laura, estiradas en el sofá, descansando perezosamente.
-¿Qué pasa, machito? Bromeó Cristina.- ¿Ya has cumplido tu función biológica?
-Si es niño ponle Joaquín. Continuó Laura también, aunque menos risueña que su amiga.- Siempre me gustó ese nombre para un hombre, no como Raúl, que es tan...
-Soso. Apuntilló Cristina, y ambas rieron escandalosamente.-
-Bleh... Fue el único comentario del joven.-
Se puso ropa suave y holgada, notando como la circulación volvía a sus piernas. Ese día vivido con Claudia había sido muy especial, con tantos matices como él consideraba posibles, pero, en definitiva, grandioso, fueran cuales fueran las consecuencias.
Estuvo un rato jugueteando con el ordenador, chateando y revisando que todo estaba preparado para el día siguiente, sí, lo estaba. Revisó el portátil, en su bolsa, con todos sus cables. Su par de maletas, más lo que ya había mandado, más lo que probablemente olvidaría y tendrían que mandarle... En definitiva, su pasaporte hacia un mundo nuevo.
Esa noche fue más tranquila de lo que esperaba. Incluso estuvo inquieto bastante tiempo, dado que había deducido que Cristina y Laura intentarían "despedirse" a su manera, pero nada, ni siquiera se acercaron a su puerta para darle las buenas noches...
No supo si reconfortarse, dado que su dolor en la entrepierna le hubiera impedido practicar cualquier tipo de relación sexual, o incomodarse, ¿A qué venía todo ese cambio repentino? ¿Habría algún otro plan oculto en la sombra?
Esa noche, desde luego, no fue. Se durmió bien entrada la madrugada, dado que prácticamente había estado todo el día entre siesta y siesta, aún así, se despertó fresco, quitando el persistente dolor de entrepierna, pero ya más atenuado.
Por la mañana había quedado con su grupito, una despedida informal, un simple "Nos vemos en tres meses", o algo así, pero fue más taciturno de lo que esperaba, más doloroso incluso de lo que había imaginado. Realmente quería mucho a esas personas.
Adrián, Felipe y Andrés le dieron sendos abrazos con palmadas en la espalda, lanzándole comentarios como "Folla mucho", "Usa condones" y "No bebas alcohol de garrafón". También habían acudido Ana y Nadia, sus abrazos fueron más extensos y cálidos, y sus consejos "Si necesitas algo, lo que sea, llámame" así como "Cada vez que te eche de menos te imaginaré desnudo en la torre del socorrista", le llegaron muy hondo porque, de una forma u otra, eran su particular forma de estimarle. Las dos ausencias más sonadas eran las de Marta, que ya se había ido hacía una semana a su nuevo destino, donde viviría con unos tíos y de la cual se había despedido en su momento con sendos besos en las mejillas y un nudo en el estómago, y Estela, ella simplemente le había mandado un mensaje diciendo que no podría ir y deseándole suerte, sin más explicaciones.
Volver a casa, notando aún la calidez de los besos y los apretones de manos de sus amigos, fue como el paseo que los condenados a muerte recorren antes de llegar a la cámara de gas, al menos así de mal se sintió. Pero ya no había margen para echarse atrás.
En casa estaban las tres mujeres aguardándole, ellas habían cocinado esta vez, aunque por "ellas" se podía resumir a que Claudia lo hizo todo mientras Laura y Cristina asentían con la cabeza, fingiendo aprender.
-"¿Quién va a cuidarlas mientras yo no esté?" Pensó, observándolas en la mesa del salón, presentando los manjares que le habían preparado.- "Por muy mayores que sean, me necesitan..."
Y se negó a reconocer que el sentimiento de ser "necesario" para alguien era el principal motor de su existencia, una parte grandísima de toda su felicidad. Como las iba a echar de menos...
-Brindemos. Su hermana levantó la copa de vino.- Por el futuro y los hermanos que se van.
-Por el futuro y los hermanos que se van. Corearon a su vez Cristina y Claudia.-
-Por... El nudo de la garganta amenazaba con convertirse en una bola de billar.- Por eso, sí...
Todo estaba riquísimo, pero lo asumió como una "última cena", incluso el postre, un pastel de chocolate, le supo a ceniza. Era incorregiblemente sentimental.
Después se duchó y se puso ropa para el viaje. Tardó tanto en vestirse que su hermana tocó a su puerta, gesto novedoso en ella por otra parte, para comprobar que seguía con vida.
-Sí, ya voy... Ya voy...
Vestido y arrastrando sus bártulos, había acomodado la bolsa del ordenador sobre una de las maletas, que tenía ruedas, se dirigieron todos a la estación en el coche de Cristina, envueltos en una nube de silencio. La estación de trenes era un sitio amplio y con el suelo brillante, las pocas veces que había estado, para excursiones del colegio o pequeños viajes con su hermana, le había encantado, esta vez le pareció el sitio más triste del mundo.
Sus maletas pronto estuvieron en el vagón adecuado, por precaución decidió llevar la bolsa con el portátil encima, así como la diminuta mochila que llevaba cruzada, uno de esos bolsos para chicos en los que guardaba cosas como la cartera, el móvil... Y que a él le daba aspecto de metrosexual, o al menos eso observó Cristina con una sonrisa divertida.
-Bueno...
Tenía la puerta a la espalda, faltaban solo un par de minutos para tener que subir. Las tres chicas le observaban, como esperando que él diera el primer paso.
-Os voy a echar de menos... Susurró, sintiendo como una emoción muy fuerte le subía desde el estómago.-
-Oh... Claudia fue la primera que le abrazó y le dio un largo beso.- Raúl, estudia mucho, intenta seguir nadando si puedes y... y...
Un nuevo abrazo de la alemana, y luego Cristina, que fue directamente al beso, teniendo que insistirle él en que le diera un abrazo. Se estrecharon, ella estaba visiblemente afectada también, pero mantenía la compostura.
-Cuídalas, por favor. Susurró en su oído mientras estaban abrazados. Al separarse, ella asintió, entendiéndole.-
Su hermana le miró un instante, abrió la boca, queriendo decir algo, y la cerró prontamente. Después llevó una mano a su bolso y sacó un sobre.
-Toma, es algo de dinero en efectivo, y también te abrí una cuenta, aquí dentro también va una tarjeta de crédito, te haré ingresos cuando lo necesites... Le tendió el sobre, que él guardó cuidadosamente en su mochila.-
-Gracias, Laura. Apretó los puños con fuerza, intentando mantener la compostura.-
Ella le abrazó con una fuerza inusitada, le dio un suave beso en los labios, volvió a abrazarlo.
-Si quieres quedarte... Susurró en su oído, en voz muy baja, para que las otras no pudieran escucharla.- Si quieres quedarte conmigo... Con nosotras... Dilo, dilo ahora... No pasará nada... Solo dilo...
-"Sí, quiero quedarme." Rugió su alma.- "¡Quiero quedarme, por favor, Laura, no me dejes irme! ¡Por favor!"
La megafonía de la estación anunció que su tren estaba a punto de salir. Alguna que otra persona se había detenido entre el barullo a observar su escena, sorprendiéndose de que tres chicas, de buena presencia, estuvieran despidiéndose de él con tan amorosos gestos. Él quiso decir lo que pensaba, pero no pudo, no fue lo suficientemente valiente para admitir que su máximo deseo en ese momento era permanecer con su vida tal y como estaba. Se desasió de su hermana, que luchaba y luchaba por mantener la compostura, con la cara tensa de tanto contener las emociones.
-Te llamaré al llegar. Subió los escalones de metal.- Laura...
-¡Ve! ¡Ve! Pió ella, con voz desconocida.- ¡Pásatelo bien! ¡Y ya sabes lo que opino de las drogas!
-¿Qué solo las tome si me las regalan? Lanzó el chiste, provocando tímidas risitas en las tres.-
El revisor le dio un toquecito en el hombro para que le acompañara hasta su asiento. Él examinó a las chicas una a una y se dio la vuelta, rumbo al oscuro tren destino a ningún sitio feliz. Pero se dio la vuelta en el último momento, asomó la cabeza por la puerta.
-¿Cuál es la contraseña de la tarjeta? Preguntó de pronto.-
-¡Lo mucho que te quiero multiplicado por dos! Fue la respuesta de su hermana, con los ojos ya claramente vidriosos.-
El revisor le llevó a su asiento, instantes después, el tren empezó a moverse. Forzando el cuello, consiguió ver a las chicas, en el andén, las manos de Cristina y Claudia reconfortando la espalda de Laura, que se tapaba la cara con las manos, gesto inequívoco de que estaba llorando.
Notando el ya incontenible impulso de las lágrimas en los ojos, sacó de su mochila las gafas de sol y se las puso, aunque el Sol hacía tiempo que había dejado de lucir fuerte. Los cristales tintados consiguieron ocultar de cara al público, aunque realmente el tren iba medio vacío, sus humillantes y ácidas lágrimas.
La última vez que se giró hacia los andenes, antes de que el tren se alejara demasiado como para poder ver algo nítido, creyó ver una larga cabellera castaña que se perdía tras una de las incontables columnas, un cabello que, curiosamente, le resultó familiar.
Fuera de ensoñaciones rebuscó en su mochila hasta abrir el sobre y sacar la tarjeta.
-"¡Lo mucho que te quiero multiplicado por dos!" Había gritado su hermana ante su pregunta.-
-"0000" Pensó, conmovido.- "Si le echas imaginación, es el número infinito dos veces. Laura... Eres tan..."
El traqueteo del tren pronto empezó a provocarle sueño, finalmente se apoyó en el cristal de la ventana y, sin ni tan siquiera quitarse las gafas de sol, se quedó dormido.
Capítulo XXXX
Desde el principio supo que se había equivocado. Hay veces que tomas decisiones precipitadas o motivadas por asuntos poco recomendables, y si el inicio es malo, el final es peor.
Cayó en una fuerte depresión desde los primeros días. Se sentía solo, muy solo, apenas se relacionaba con nadie, y el hecho de tener una habitación solo para él, no por nada la universidad era privada y costaba un dineral, incluso le impedía trabar amistad con la figura del "compañero de cuarto". En clase era de los más aplicados, empezó a estudiar ingles, en grado de perfeccionamiento, y en sus ratos libres, se sacó el carné de conducir. El teórico le llevó casi dos meses, pero el práctico se lo sacó a la primera, no por nada llevaba desde los quince conduciendo intermitentemente de forma ilegal.
En sus clases había gente bastante interesante, chicas guapas, chicos simpáticos... Pero el profundo sentimiento de congoja que anidaba en su interior le impedía acercarse a ellos de una forma íntima, no era ni de lejos la relación que tenía con sus amigos, en su ciudad, en su "hogar".
Cumplió los 19 a principios de Diciembre, para su desgracia, uno de sus compañeros se enteró de cuando era su aniversario una de las veces que utilizaba la tarjeta de crédito para que le hicieran descuento en el cine, al que asistía bastante debido lo monótono de su vida, y eso motivó que le hicieran una pequeña fiesta, que, pese a estar bastante bien y mostrarle que incluso siendo poco cálido y mucho menos afable, había conseguido trabar bastantes amistades. En esa fiesta terminó enrollándose con una chica, una tal Violeta, amiga de una amiga de un conocido, con la que se vio un par de veces más en su primer trimestre universitario, siendo ella la que, de forma esporádica y sin compromisos, llenó su cama en su primera etapa universitaria.
Una tarde tras otra enchufaba el ordenador portátil y se conectaba a la deficiente línea de la facultad para hablar con sus amigos, enviar correos electrónicos se convirtió en una verdadera obsesión, tanto que incluso Felipe, divertido por como su bandeja de entrada se llenaba siempre con los mails de su amigo, llegó a apodarle, en la distancia, "El Cartero", con las consiguientes mofas en las pocas reuniones a través de la cámara web que lograban mantener.
Laura y Cristina eran las que más le respondían, a veces le mandaban grabaciones, grandes pistas de audio en las que le incitaban a relajarse y disfrutar, discursos que él escuchaba una y otra vez, sintiéndose rodeado de sus acarameladas voces, como si ellas siguieran en el cuarto de al lado, y no a tantos kilómetros.
Marta y Ana también solían tratarle bastante bien, sus correos eran largos, larguísimos, a él siempre le fascino la diferencia expresiva de chicos y chicas. Mientras que Adrián le contaba sus novedades en cuatro frases siendo bastante conciso, las chicas empleaban párrafos y párrafos, detallando hasta el más ínfimo acontecimiento... Y él lo agradecía, cada minuto que permanecía enganchado, leyéndolos, era un minuto que no se sentía solo, atrapado en una realidad que le parecía cómica y retorcida. Nadia solía llamarle más por teléfono, acusando al ordenador de "electrodoméstico roba-vidas", hablaban, sobretodo por las noches, de todo y de nada.
Un par de veces su corazón palpitó con fuerza al recibir noticias de Estela, al parecer había preferido ponerse a trabajar en una oficina, dado que aún no se sentía con la determinación suficiente para entrar en la universidad.
-"Joder..." Pensaba él cada vez que releía sus cortos mensajes.- "Ella sí supo reconocer que no estaba preparada para irse..."
Y su existencia flaqueó durante todo ese tiempo, llegó incluso a adelgazar seis kilos y, de no ser porque a un par de calles de la facultad estaba el polideportivo de la ciudad, que tenía piscina climatizada, también habría perdido la forma y las aptitudes de nadador.
En conclusiones, estaba horrible, solo y triste. Muy lejos de ese Raúl que se comía el mundo, pagaba la cuenta y, con descaro, dejaba propina.
Estaban en el final de la época de exámenes, no le estaban saliendo del todo mal, se había tomado como algo personal estudiar dado que, como él pensaba "Si además de sentirte un fracaso te demuestras que lo eres, ¿Qué te queda? ¿Tirarte por la ventana?"
Esa tarde, estaba en sus ensoñaciones, ojeando los apuntes del último examen importante que le faltaba, aparte de los dos trabajos que tenía pendientes de entrega, cuando el teléfono móvil sonó. La melodía de "El Padrino" llenó la habitación, el aparato estaba en uno de los extremos de la cama, por lo que se tuvo que levantar para cogerlo, en la pantallita parpadeante vio que era Cristina.
-Es raro que me llames. Comentó él tras los saludos de rigor.- Yo que pensaba que no te acordabas de mí.
-Sí, bueno, es que mi presupuesto para facturas telefónicas está centrado en llamadas a la línea erótica. Observó ella con ironía, incluso a través del móvil su voz sonaba poderosa y sensual.- ¿Cómo te va? ¿Ya te has cepillado a muchas universitarias ninfómanas?
-Eh... Rememorando su triste etapa, suspiró, tapando el teléfono para que no lo escuchara.- Sí, claro, hay que dejar buena imagen...
-Así me gusta, que sepan lo que es bueno. Rió ella.-
-Y bueno, ¿Qué tal todo por ahí? ¿Todos bien?
-Eh... Sí, es por eso por lo que te llamo. De repente su voz se hizo más seria.-
-¿Ha pasado algo? Preguntó, preocupado, imaginando catástrofes y calamidades.-
-No, no es nada... Nada malo. Apuntilló, dubitativa.- En realidad te llamo a espaldas de Laura, ella no quería que te dijera nada, para no desconcentrarte o algo así, pero creo que debes saberlo...
-A ver, dímelo. La curiosidad le picaba.- ¿Qué debo saber?
-En realidad lo sabemos desde hace un mes, o algo así. Explicó ella.- Pero, bueno, como es peliagudo...
-Joder, no te enrolles y ve al grano. Apremió él, cuya delicadeza había decaído en esos días.-
-¡Encima que te llamo! Se hizo la ofendida.- Me tomo las molestias de ocultarme de mi amadísima Laura, aquí, como si estuviera pasándole información secreta al enemigo, y tu me tratas así... ¡Ahora no te lo digo!
Y colgó.
Su cara era un poema. Estuvo ahí, de pie, sintiendo la cama en los talones, sin saber si llamarla. Sus dedos empezaron a marcar cuando el aparato empezó a sonar de nuevo, de nuevo era Cristina.
-Sí, bueno, es que me pongo muy melodramática, lo sé, lo sé.
-...
-¿Para qué llamaba yo? Se preguntó a sí misma, haciéndose la despistada.-
-Cristina, por favor... Suplicó él.- Por favor...
-Vaaale... Rió a través del auricular.- Como te decía, lo sabemos desde hace un mes, más o menos, pero Laura no quería que lo supieras.
-Para no desconcentrarme. Dijo con un fingido tono suave, indicándola que eso ya lo había explicado.- ¿Y que más?
-Tiene que ver con uno de los asuntos que dejaste pendientes antes de irte.
-¿Asuntos pendientes? Estuvo pensando en alguna factura o cosa por el estilo, pero no tenía nada de eso.- No sé a lo que te refieres.
-Te doy más pistas... Ella estaba disfrutándolo, sin ninguna duda.- Aparte de Laura y yo, lo sabe otra persona, la más interesada... Vamos, la protagonista.
-...
-¡Joder que cortito eres! Como se nota que eres un tío... Bufó.-
-¿Tres chicas? Empezó a reconstruir las indicaciones, puesto que estaba seguro que si volvía a apremiar a la mujer le volvería a colgar.- Lo sabéis desde hace un mes... Y Laura pensaba que si me enterara me desconcentraría.
-Sí, vas bien, por ahí... Le incitó ella.-
-No caigo...
-Bueno, última pista... Se lo pensó durante un rato.- Llegará con un pan bajo el brazo.
-...
Decir que se sorprendió era atenuar mucho las cosas. Sus rodillas perdieron toda la fuerza, calló sobre la cama, muerto, sin aliento, desaparecida toda la vitalidad de su cuerpo. El móvil quedó tendido a un lado, de donde se escuchaba la vocecilla de Cristina diciendo cosas como "¿Raúl? ¿Raúl? ¿Sigues vivo?" cada vez con tono más preocupado.
Tenía los ojos totalmente inexpresivos. Como si su mente fuera un ordenador reiniciándose, empezó a recobrar la conciencia poco a poco.
La melodía de "El Padrino" le hizo acelerar el proceso, Cristina que llamaba otra vez. Con brazos endebles cogió el aparatito, que ahora le parecía pesar una tonelada, y presionó el botón.
-¡Raúl! Vociferó Cris.- ¿Estás bien?
-Sí. Su voz sonó débil.-
-Joder... Bueno, ya estuve pensando que decirlo por teléfono era algo complicado, pero... Entiéndeme, si te hubieras enterado dentro de un par de semanas al llegar, me habrías odiado...
-Está bien. Farfulló, intentando recobrar la normalidad.- ¿Ella está bien?
-Nunca la había visto tan feliz. La chica pareció recobrar la calma también.- Desde el preciso momento que lo supo, ha querido decírtelo tantas veces... Pero Laura no le ha dejado, siempre con lo mismo "¿Cómo va a concentrarse en sus exámenes si sabe que hay un bebé en camino?", y Claudia quería decírtelo en persona, y... y...
-Gracias, Cristina. Y su gratitud atravesó los chips y el satélite, llegando a su destinataria, que se sonrojó al otro lado del auricular.- Sabía que podía confiar en ti.
-Bueno... ¿Y qué?
-Mañana tengo el último examen. Murmuró.- Lo haré y cogeré el primer tren hacia allí.
-¡Pero Laura sabrá que...!
-No, tranquila. Le diré que simplemente he ido porque os echaba de menos. Además, tan solo me faltan un par de trabajos por entregar, pero puedo mandarlos por correo electrónico cuando los termine.
-Raúl... Ella quería trasmitirle una idea, pero no encontraba las palabras, frente a frente, una sonrisa, un abrazo o una media sonrisa habrían bastado, pero por teléfono era más difícil.-
-Bueno, Cristina, te dejo. Carraspeó.- Gracias por llamarme, besos y cuídate.
-Esos besos ya me los darás cuando nos veamos. Rió.- ¡Adiós!
Decidió quedarse un rato más tumbado, captando bien el mensaje. Hay noticias en la vida que al recibirlas te llevan a una dimensión paralela, una dimensión extraña, y son tres: Saber que un familiar ha fallecido, saber que te ha tocado la lotería, y saber que vas a tener un hijo.
No pensó en nada en concreto, incluso se dio cuenta de que estaba buscando formas en la pintura del techo. Pero poco a poco su mente volvió a su lugar.
-"Voy a ser padre."
Se tapó la cara con las manos, avergonzado.
-"Voy a ser padre... Yo, Raúl, voy a ser padre."
Un par de lágrimas emocionadas recorrieron sus ojos.
-"Voy a ser padre..."
Y bajo sus manos, exhibió una gran sonrisa. Cuando no hay factores que inquieten como pueden ser el dinero o la falta de un hogar que darle al niño, las noticias suelen recibirse mejor, él tenía esos dos grandes obstáculos superados, y ahora, solo una acuciante necesidad de sonreír, como si dos grapas mágicas se hubieran adherido a su piel, estirando sus labios.
-"¡Voy a ser padre!" Tronó la voz potente de su mente.-
Empezó a crear batallitas en su mente.
-"¿Cómo se llamará? ¿Será niño o niña? ¿Qué es lo que más me gustaría que fuese? ¿Se parecerá a mí? ¿Cómo estará Claudia?"
Tantas preguntas que responder y él tan lejos. Se incorporó y abrió su ordenador, se introdujo en la página de la compañía de trenes y compró un billete para el tren que salía a las cuatro del día siguiente, tendría tiempo más que suficiente para hacer el examen y recoger las cosas de primera necesidad que llevarse.
Recordando el examen, volvió a sus apuntes, pero donde antes veía discursos, ahora tan solo retazos de su vida. Se encontró uniendo piezas del puzzle de acontecimientos que habían sucedido.
-"Por eso Claudia me hablaba tan poco y apenas respondía mis correos..." Dedujo.- "Y Laura... Ella siempre parecía ocultar algo... ¡Cómo no me he dado cuenta!"
La verdad es que en todo su oscuro periplo universitario no había pensado lo de Claudia ni una sola vez, la razón de su visita, de su excitante relación... Y ahora, todo de golpe se apelotonaba en su mente, como si alguien hubiera roto la presa de melancolía que lo mantenía todo lejos y olvidado.
El examen le salió bastante bien, sobretodo teniendo en cuenta que le faltó un tercio del temario por repasar. Ese día fue el único en el que vieron a Raúl radiante, con su sonrisa magnética. Saludó a más personas esa mañana que en todo el tiempo que había permanecido en la facultad, incluso los profesores, a los que visitó para avisar de que los trabajos pendientes los entregaría por correo electrónico, notaron ese cambio, preguntando a qué se debía.
-Es que el café de hoy estaba realmente bueno. Respondía, ingenioso.-
Metió algo de ropa en una maleta, así como el ordenador portátil en su bolsa, y así, con su chaqueta por encima, puesto que esos días hacía algo de frío, se embarcó en el tren que le devolvería a su "hogar".
Esta vez no se durmió, estaba muy nervioso, ansioso por la situación, sin saber que haría, que diría, que mueca cubriría su cara... Al llegar, cogió sus maletas y se fue a la parada de taxis, pero, antes de subir en uno, decidió que lo mejor era ir con pausa. Entró en una de las cafeterías y pidió un refresco. Llamó a Laura.
-¡Que estás llegando! Se sorprendió ella.- ¡Pero si no sabía ni que venías!
Le explicó lo de los exámenes y los trabajos, así como un convincente "Es que os echaba de menos y no podía esperar más".
-Vale, vale... Suspiró, nerviosa.- ¿Cuándo llegas?
-El tren tardará aún diez o quince minutos. Mintió.-
-Iré a recogerte.
-Pero si tu no conduces. Observó él, divertido, puesto que su hermana, pese a tener el carné, realmente odiaba conducir.-
-Bueno, mandaré a Cristina, quiero decir.
-¡Oye! , ¿Con quién hablas de mí? Se escuchó la voz de Cristina a lo lejos, al otro lado del auricular.-
-Con mi hermano, está viniendo y...
Raúl aumentó su sonrisa cuando escuchó los convincentes comentarios de sorpresa de Cristina, sí, era buena actriz.
Tomándose con calma su refresco, esperó a que llegaran las chicas. Como había deducido, solo era Cristina.
-Laura me ha dicho que te diga que ella está preparando un aperitivo. Explicó la chica, lanzándole una mirada significativa.-
-Y traducido significa...
-Que ha llamado a Claudia y las dos deben estar mordiéndose las uñas en casa viendo qué te van decir. Rió ella.-
El camino se le hizo corto, más que nada porque ver cada edificio, cada calle de su ciudad, le hacía sentirse bien.
-"Estoy en casa." Pensaba, muy sonriente.- "He vuelto."
Cristina aparcó, le miró intensamente, y le lanzó una pregunta inquietante.
-¿Estás preparado?
-No. Respondió él, siempre con su sonrisa de chico feliz.- Pero así es la vida...
-Vamos, vamos... Que son buenas noticias.
-No se me ocurre otra mejor. Apostilló él mientras cogía su maleta y su bolsa.-
En el portal, la mujer le cogió desprevenido antes de plantarle un sonoro beso en los labios.
-Yo te he traído, es justo que el primer beso de bienvenida sea para mí. Repuso, orgullosa.- Que luego las lobas no me van a dejar nada...
Con las últimas carcajadas en la boca, abrieron la puerta de la casa. Las dos estaban en el salón, en la mesa unas patatas y unas aceitunas, colocadas apresuradamente para simular su "aperitivo". Que deliciosa sensación... En ese momento si que pudo gritarlo, interiormente, claro.
-"¡Estoy en casa!"
Las examinó de arriba abajo. Laura seguía como siempre, sensual, provocadora, con ojos profundamente satisfechos de verlo frente a ellos. Nada parecía haber cambiado. Con Claudia, todo era diferente. La primera mirada que posó directamente sobre la alemana tuvo que apartarla, el destello era tal que le cegó. Comprobando que sus ojos brillaban de una forma casi mágica, única en el mundo, especial. Lo pudo decir sin dudarlo.
-"Aunque Cristina no me hubiera dicho nada, lo sabría." Sentenció, feliz.- "Está embarazada."
Capítulo XXXXI
Los besos de Laura y Claudia le supieron a gloria bendita. Los abrazos, los agasajos, el interés, las caricias... Todo fue muy especial. Terminado el proceso de seudo-locura de su llegada, todos se sentaron, hubo alguna que otra mirada inquietante entre su hermana y Claudia, y él, esperó.
-Raúl... Comenzó Claudia, finalmente.- Hay una cosa que debo decirte.
Supuso que debía ser algo bastante complicado de saber, salvo Cristina, que se hacía la loca mostrando un interés apasionado por una aceituna, las otras dos estaban fuera de sí, consternadas. Incluso él empezó a mostrarse inquieto, pero había pensado que lo mejor era ayudarla un poquito.
-Te noto algo diferente. Dijo él, como quien no quiere la cosa.-
-¿Di... Diferente? Tartamudeó ella.-
-Sí, no sé... Te brillan los ojos. Bebió de su vaso de té helado, puesto que sentía que por mostrar esa seguridad y lanzar esos cumplidos el que se iba a sonrojar era él, y no la mujer.- Estás radiante.
Ella suspiró, se mordió el labio inferior, volvió a suspirar, y en ojos verde claros, luminosos, apareció la determinación.
-Raúl, ha pasado algo... Algo mágico y especial... Se llevó instintivamente las manos al vientre, en el cual no se notaba ni de lejos el más mínimo cambio.- Algo que llenará de felicidad mi vida, y espero que la tuya...
De repente toda la seguridad de conocer la noticia se esfumó, y como si lo desconociera totalmente, se convirtió en un flan lleno de miedos.
-Raúl... Estoy embarazada.
El silencio era súbito. Su hermana emitió un pequeño gemidito emocionado. Cristina abandonó su romance con la aceituna para observarles. Él mantuvo la mirada mágica de la alemana. Curiosamente, por su mente, entre las miles y miles de cosas que aparecieron de repente, se sucedieron muchas escenas de película. "¿Y quién es el padre? ¡Es el día más feliz de mi vida! ¡Te quiero! ¡Vamos a... Vamos a ser padres... Es un milagro!" Fueron algunos de los retazos que pudo ver con claridad. ¿Qué tenía que decir? ¿Dónde estaba toda la seguridad que había intentado acumular desde la estación?
-Cla... Empezó a hablar, con voz profundamente emocionada, sin tener que actuar, puesto que así le salía natural.- Claudia... Estoy... Estoy tan...
Se incorporó, sintiendo débiles sus extremidades, dio los pasos que le separaban de la alemana, y la abrazó.
-Es el día más feliz de mi vida. Dijo al fin, no pudiendo ser original en ese momento.-
Pero no necesitó más palabras, puesto que Claudia correspondió a su abrazo, y buscó sus labios, y le abrazó aún más. Laura emitió esta vez un gritito emocionado, Cristina exhibió una gran sonrisa.
-Voy a por el champagne. Exclamó Cris, volviendo poco después con las copas y la helada botella, que abrió con el "Ploop" característico, antes de bañar las copas.- ¡Por el milagro de la vida!
El brindis fue genial, el "cling" de las copas entrechocando, el sabor espumoso de la bebida... Ese momento quedaría grabado en su memoria como uno de los más felices de su vida. La mano de Claudia no le soltó en toda la noche, una noche en la que los cuatro estuvieron hablando, no solo del niño, tema principal, sino de todo lo que tenían que contarse después de tanto tiempo. Dos botellas de champagne se vaciaron antes de que el hambre les recordara que debían cenar, y festejaron, y vaciaron varias botellas de vino, que nunca les supo mejor...
Hasta el día siguiente Raúl no encontró un hueco a solas en el que poder atestiguar lo emocionado que se encontraba por la noticia, demostrárselo con besos y palabras de cariño, para luego, temeroso, posar sus manos en su vientre, creyendo notarlo "ahí dentro".
Dormir en su cuarto, pese a que sus paredes y estanterías permanecían casi vacías, nunca le había parecido tan placentero. Llamó a sus amigos, al menos los que seguían ahí, pronto pudo tomar un par de cervezas con Adrián, saludar efusivamente a Nadia e incluso comentar el nuevo piercing de Andrés. Que deliciosa era esa sensación...
Obviamente la noticia del embarazo de Claudia no podía salir de su boca, pero su felicidad sí, y todos la notaron, especialmente después de tanto tiempo sin verle. En un par de tardes consiguió terminar los trabajos, quitándose ya definitivamente el asunto "universidad" de la cabeza, para él, ya no existía.
-Oye, Raúl. Comentó un día Laura, así como quién no quiere la cosa.- ¿No crees que no es prudente que Claudia viva sola?
-Eh...
-Claro, en su estado... Siguió Cristina.- Cualquier mareo... Cualquier...
-Dios... La verdad es que ni lo había pensado, y por eso se sintió sucio y despreciable, él degustando su vuelta a casa y la mujer sola, "en su estado".- Es verdad, no debería estar sola...
El plan de las mujeres dio resultado y esa noche la pasó en casa de Claudia, que recibió a su inquilino con los brazos abiertos. La verdad es que su convivencia era perfecta, no tenían ni el más mínimo roce, incluso llegaron a competir por ver quién era el que cocinaba mejor. Por cierto, que la chica había notado su delgadez, por lo que le estuvo alimentando a conciencia durante su estancia con ella.
Tan solo tenía dudas en un sentido, una noche, mientras estaban apoyados en la infinidad de cojines, Claudia se dio cuenta de que el joven la estaba mirando con una fijación especial, una mezcla de adoración... Y deseo. ¿Hasta que punto llegaba la "vida de pareja" de la lesbiana y el joven?
-Me encanta que me mires así. Observó ella, sonriente, sacándole de sus ensoñaciones.-
-Oh, eh... Perdón, perdón... Se excusó, recuperando el control.- Es que... Bueno... Estás muy guapa.
Con su ánimo y su felicidad también había vuelto otro invitado, el deseo. Por primera vez empezó a sentir la lujuria adueñarse de su cuerpo, haciéndole cobrar caros los casi tres meses de sequía relativa. En ningún momento se veía preguntando a la chica "Oye, ¿Quieres echar un polvo?", pero la verdad es que estaba ansioso, pensó en recurrir a otras chicas, pero una sensación extraña, la de la fidelidad, le impedía hacer insinuaciones de ese tipo a cualquier otra. Aún así, Claudia siempre parecía leer su mente.
Sus manos empezaron a acariciarle, cariñosamente primero, lujuriosamente después. Él, en su estado, no tardó mucho en mostrar un evidente bulto en el pantalón. Apurado, esperó ver enfado en la cara de la mujer, pero ella solo sonreía.
-¿Recuerdas lo que te dije hace unos meses? Susurró, radiante.- Ese día tan especial...
-Eh...
-Mi mente me dice que ame a las mujeres... Pero mi cuerpo está creado para dar y recibir placer de hombres... Tus caricias, tus besos... Hoy, para ti, soy una mujer...
Era sorprendente que la mujer pudiera recordar las palabras exactas, pero claro, esa noche había sido muy especial para ella, rememorándola mil veces en los últimos meses. Él, por su parte, la olvidó hasta recibir la llamada de Cristina, unos días atrás.
-Hazme tuya. Murmuró, clavándole sus luminosos ojos.- Disfruta de mi cuerpo, déjame disfrutar del tuyo...
-Pero... Sentía reparos, no podía evitar pensar en que ella solo se mostraba predispuesta por motivos de gratitud, no porque le deseara.-
Ella, como única respuesta, cogió la mano del chico y la introdujo bajo su pantalón. Tras un par de caricias, pudo notar como efectivamente la vagina de la mujer se mostraba deseosa de muchas atenciones.
-A partir de hoy, ya no me gustan las mujeres. Comentó, sugerente y decida.- Me gustan las mujeres y Raúl.
¿Y necesitaba más invitaciones?
Se lanzó sobre ella como un depredador, la desnudó, devoró su cuerpo, desde sus pies hasta sus orejas, saboreando el néctar de sus labios, también el de su sexo, pasando antes por sus turgentes pechos y ese ombliguito que tanto le gustaba. Tan solo frenó su pasión instantes antes de penetrarla, recordando el pequeño detalle de que estaba embarazada.
¿Y si le hacía daño? ¿Podrían hacer el amor?
-Raúl... Ella adoptó ese tono maternal que siempre utilizaba para sacarle de su mundo de ensoñaciones.- Que esté embarazada no me impide mantener relaciones sexuales... Puedo hacerlo todo... Bueno, casi todo, nada de sadomasoquismo...
La chica adoptó una mueca de pesar, como si de verdad lamentara no poder practicar esa sádica modalidad de sexo. El joven de nuevo no dudó mucho más, acarició con sus manos un poco el sexo de la mujer, buscando el puntito de excitación perdido en la pausa, y, poco a poco, como si estuviera penetrando a una mujer virgen, entró en ella.
-Oooh... Gimió la mujer, encantada de sentirle dentro.- ¿Ves como no pasa nada?
Asintió, pero durante un rato sus penetraciones fueron extremadamente delicadas, como si pensara que en el momento menos esperado pudiera arrancarle un grito de dolor o algo peor. Pero fue ganando seguridad a la vez que la voluntariosa mujer se excitaba más, y la normalidad se adueñó de su mente. Fue genial, él no quiso terminar, prefería martirizarse, a la mujer la torturó ligeramente, acabando con su lengua lo que había iniciado con sus manos y su miembro, le encantó sentir el orgasmo de la mujer, la humedad, ese sabor que tanto le gustaba... Limpió hasta el más mínimo recodo del sexo de Claudia, buscando retener en su paladar hasta la más oculta de sus gotas de placer.
-Espera, antes de que me borres hay alguien que merece mis atenciones...
Cambio de posiciones, ahora fue él quien recibía los húmedos labios de la mujer, todavía faltos de habilidad en el sexo oral, como era comprensible, pero voluntariosos. Él no tardó el correrse, avisándola antes con sus gemidos intermitentes, ella capturó con sus manos su semen, evitando así que se derramara sobre la alfombra.
La alfombra les dio unos quebraderos de cabeza impresionantes, ella se mostraba inflexible, era sagrada, no podía tener ni la más mínima mancha. Pero como esa vez, cuando tenían un "calentón", más él que ella, habían traído una toalla, que extendían sobre la alfombra antes de empezar. Y se convirtió en todo un ritual, cuando uno de los dos miraba fijamente a la toalla, siempre dobladita a un lado, el otro sabía lo que seguía.
Pese a todo, detalles como el de la alfombra ya los tenía desde siempre, pero el embarazo le trajo unos nuevos, o al menos desconocidos para Raúl. Su habitual sentido de la limpieza se acrecentó, notablemente, él se sorprendía cuando se despertaba por la mañana y la veía atareadísima sacando la más mínima mota de polvo, cosa que ya había hecho ayer, y cuando le preguntaba desde que hora llevaba levantada, ella alzaba los hombros y seguía.
También tenía los achaques hormonales correspondientes, y había una cosa que no podía ni ver ni oler, algo tan extraño como el aceite de girasol. Era un resorte, lo olía, y tenía que correr al baño con el estómago en la garganta, lo probaba en alguna comida, misma reacción.
Aún así esos comportamientos no eran muy frecuentes, la mayoría del tiempo era la misma mujer reposada, de verbo fácil y buen ver. Él notó perfectamente como la mujer intentaba quitarle de en medio todas las cosas referidas al embarazo, las conversaciones sobre "el futuro" eran más bien escasas y siempre superficiales. Pero fue comprensivo, supuso que ella no le hablaba no por el hecho de querer dejarle de lado, sino porque pensaba que podría preocuparse en exceso por una carga que, nunca mejor dicho, llevaba ella sola.
Una tarde la encontró en uno de los cuartos de invitados, sentada en una butaca. Mirando por la ventana entreabierta. La luz era débil, iluminando tenuemente la escena. Tenía los ojos acuosos, un par de lágrimas recorriendo sus mejillas, en definitiva, un rostro cruzado de parte a parte por la melancolía.
-Claudia... La nombró con voz suave.- ¿Va todo bien?
-Oh... Ella se giró, intentando ocultar su rostro en la zona menos iluminada.- Sí, claro que sí.
-Pero... Estás llorando. Se acercó un poco más, abandonado el marco de la puerta.-
-Bueno... He leído que es normal... Algo de las hormonas... Explicó, limpiándose con gracia las lágrimas.- Pero no pasa nada, de verdad.
Abrió la boca para intentar decir algo que sirviera para consolarla, pero no encontró las palabras. Ahí estaba, una de las mujeres más hermosas que había visto en su vida, además embarazada, lo que multiplicaba por dos tal belleza, con el rostro teñido de emoción, de lágrimas perladas.
Se acercó a ella y la besó en la mejilla, recogiendo con sus labios el sabor salado de algunas de sus lágrimas. La abrazó parcialmente durante un rato, ella le acarició el cabello con cariño.
-Gracias, Raúl. Susurró con voz entrecortada mientras él le devolvía las caricias.-
Continuará.
PD. Bueno, como notamos, este apartado es más emotivo que los demás, pero que no cundan las alarmas, puedo aventurar y prometer más pasión y variedad en la siguiente entrega, pero yo soy así, si hay que hacer capítulos que preparen los siguientes, se hacen. Por lo demás, sí, lo sé, lo sé, eliminar de la historia principal el periplo universitario es una salvajada, sobretodo porque podría dar mucho juego. Pero me lo estuve pensando, incluso con un par de capítulos del tema escritos, sería "olvidar" la historia principal, y no sé, prefiero concluirla sin romper la línea. Al término de "Eso", puedo hacer una entrega especial que detalle más a fondo sus correrías universitarias, como el especial final de cualquier saga, no sé, ya veremos. Bueno, esta novena parte va dedicada en especial a Héctor, al ser tan emotivo él como el texto. ¡Nos vemos!