Eso (08)

Nadando en aguas desconocidas... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Capítulo XXXVI

-Raúl. –Ella suspiró.- Tenemos que hablar.

La dejó entrar, pese a que en su interior cruzó la fugaz idea de cerrarle la puerta en las narices y refugiarse en su cuarto.

-Laura no está. –Murmuró, inseguro.- Aún no ha vuelto de trabajar, si te pasas a las...

-No te preocupes, no he venido por ella. –De nuevo esa mirada verde penetrante, ese color auténtico que hacía parecer sus propios ojos como burdas imitaciones de las esmeraldas que tenía delante.- Ya te lo he dicho, quiero hablar contigo.

-Eh... Bueno, bueno... –La hizo pasar al salón, tembloroso.- ¿Quieres tomar algo?

-No hace falta...

-¡No! ¡Insisto! –Fue a la cocina, deseoso de poner metros entre la mujer y él, como si en lo profundo pensara que cuanto más lejos estuviera su esperma de ella, mejor.-

Cogió un par de vasos y una de las innumerables botellas de té helado.

-Con el calor que hace, hay que estar bien hidratado. –Soltó de repente, sintiéndose ridículo por lo estúpido del comentario.-

-Gracias. –Dio un sorbo del gélido líquido.-

Estuvo pensando seriamente si encender la televisión, una tercera fuente de sonido donde posar sus ojos y dejarse llevar, aislarse de esa rubia, que antaño le había parecido delicada, simpática y afable, y que ahora veía como una auténtica amenaza, peligrosa, muy peligrosa.

-Como te decía... –Empezó ella, aclarándose la garganta.- Creo que...

-¡Espera! –Interrumpió él, sintiendo la ansiedad atenazar su cuerpo. Instintivamente, se había sentado en la parte del sofá más lejana a la mujer.- Cristina y mi hermana me han comentado algo, creo que... Creo que...

-Oh... –Suspiró.- Ya veo...

-Pe... Pero... –El latido de su corazón se desbocó.- Yo no sé si... Digo, me refiero a que...

-Prefiero que lo escuches de mi boca... Es más apropiado... –Claudia le lanzó una mirada afable, tranquilizadora.- Al menos me escucharas, ¿Verdad?

-Sí... Sí, claro... –Se pellizcó con fuerza en el muslo, intentando recobrar el sentido.-

Ella adoptó una pose reflexiva, le volvió a taladrar con esos ojos de mujer decidida.

-Quiero tener un hijo. –Explicó, con un tono de voz suave y modulado.- No es una decisión repentina, es algo que he meditado con la seriedad que requiere... Dada mi... Condición... Bueno, ya me entiendes...

Raúl asintió, obviamente se refería a que era lesbiana.

-Mis opciones son limitadas... –Sacó del bolsito que llevaba un par de folletos.- Clínicas de inseminación artificial.

-Oh... Que bonitas... –Fue lo único que pudo decir, aún nervioso. Mirando los folletos de lejos.-

-El problema es que no me dejan escoger donante, y... –Tosió levemente para aclararse la garganta.- Tampoco tengo ganas de que el semen de cualquiera acabe dentro de mi...

-Es comprensible. –Asintió, dándole toda la razón. Ni borracho se habría comportado de esa forma tan extravagante.-

-Aparte del hecho de que no me sentiría cómoda sabiendo que el momento... El momento de... –De nuevo tosió.- De la fecundación, sí, sabiendo que sería tan frío, entre tubos de cristal e inyecciones...

Por unos instantes se puso en la piel de la mujer, la verdad es que era bastante trágico que un momento tan fundamental para su vida fuera tan artificial a la vez.

-"Que coño..." –Dijo una vocecilla en su cabeza, con sarcasmo.- "Que no hubiera decidido ser lesbiana..."

-¿Me entiendes?

-Perfectamente...

-Si desechamos esa opción, tan solo me quedaría adoptar, pero realmente solo sería una medida extrema, yo prefiero... Tener a mi bebé, en mi interior, sentirlo crecer... –Se le iluminaron los ojos.- Saber que estoy creando una vida...

La mujer instintivamente llevó las manos al vientre, acariciándolo como si ya estuviera embarazada y su bebé recibiera tales caricias. Raúl no pudo evitar conmoverse, parecía que de verdad era un deseo profundo en la mujer.

-Bueno, bueno... También podría pedirle un "favor" a alguien de confianza... –La mirada que le lanzó era criminal, Raúl instantáneamente pensó que debería ser delito que una mujer te observara así, haciendo que te derritieras, poco a poco, sintiéndote lo más deseado y querido del mundo.- Alguien sano... Guapo... De características físicas similares...

Por unos instantes sintió como la mujer codiciaba sus ojos verdes y su rostro de rasgos suaves, él era un objeto, un simple objeto...

-Necesito... Lo necesito... –Murmuró ella, a la que se le quebró la voz por momentos.- Sé que no tengo derecho a pedírtelo... Ni siquiera a decirlo... Pero...

Si estaba actuando, era la mejor actriz que jamás hubiera visto.

-Raúl... Lo he pensado, mil veces, quizás más... Eres el único chico así que conozco, el único que... –Sollozó levemente, una lágrima brillante recorrió su mejilla.- Raúl... ¿Quieres ser el padre de mi hijo?

Silencio mortal.

Raúl, que ni siquiera parpadeaba, notó como su garganta se convertía en una dura superficie desértica. Cogió su vaso, que tembló en su mano, y vació el contenido en su interior, como era de esperar se atragantó.

-"¿Cómo puede hacerme ese tipo de pregunta a mí?" –Pensó con pánico.- "Y además espera una respuesta... ¿Qué hago? ¡Qué hago!"

-Lo que más necesitarás en este momento... –Se limpió los ojos, acuosos, con un pañuelo que sacó del mismo bolso.- Es pensar. Yo solo... Te puedo garantizar todo tipo de... No sé... No tendrías ninguna obligación, es más, si quieras me inscribiría como madre soltera... Económicamente no hay preocupaciones, aún tengo la mayor parte del dinero que conseguí de los patrocinadores en mi etapa profesional...

Él se había olvidado por completo de que, efectivamente, la dulce alemana que ahora le pedía con ojos llorosos que fuera el padre de su hijo, había sido nadadora de elite años atrás, incluso estuvo en unos juegos olímpicos. Eso incluso le añadía un morbo increíble a la idea de acostarse con ella. Acostarse sí, fecundarla no.

-Y obviamente podrías verlo siempre que quisieras... –Siguió explicando ella.- Incluso, en unos años, si quieres, podríamos decirle quién es su padre... Solo si tu quieres. Sino, puedes ser un tío, o un amigo cercano o...

-Claudia. –Habló por fin, incapaz de contener sus palabras por más tiempo.- Todo suena muy bonito, pero no estás pensado con naturalidad...

-Pero...

-¡No! –Cortó tajantemente.- Mira, eres... Eres una mujer genial, y sé que serás una madre excelente... Pero yo no... ¡Acabo de guardar mis muñecos en cajas! Por Dios, como le puedes pedir a alguien así que sea... Que sea... "Eso".

-Raúl...

-Y además, no creo ser precisamente el mejor ejemplo familiar posible, ¡Mis padres me odian! –Siguió, haciendo aspavientos, tenso. Se señaló a sí mismo antes de decir.- Lo que ves es lo que soy, simplemente.

-Me gusta lo que veo. –Susurró ella, con ese tono de voz dulzón e irresistible. Los ojos de la chica, aún acuosos, le observaban con ternura.- Creo que, por ahora, lo único que puedo pedirte, suplicarte, es que te lo pienses...

La chica se acercó a él y le dio un cálido abrazo, seguido de un beso en la comisura de los labios.

-Lo haré. –Concedió él finalmente.- Pensaré en ello. Pero...

-No, no necesito saber más. –Cogió su bolso y se encaminó hacia la puerta.- Decidas lo que decidas lo entenderé, y no me enfadaré en absoluto, tenlo presente.

-Adiós, Claudia. –Ella le correspondió con una sonrisa, llegó a la puerta, la abrió, y se fue.-

-"Decidas lo que decidas no me molestaré." –Gruñó él, recordando sus palabras.- "Eso lo dice para que me sienta aún más culpable... Joder, y ahora que hago..."

Tímidamente, en su mente se filtraron las imágenes de Claudia desnuda, hablándole con naturalidad, en el pasillo. Ella era preciosa, sin ninguna duda, cualquier hombre la desearía, y tenía tanto morbo añadido... Ser lesbiana, completamente, no como su hermana y Cristina, que aún jugaban a quererse sin decidir en que lado de su sexualidad vivir, aunque por lo que parecía, eternamente deambularían por los dos. Pero no quería pensar en el dueto diabólico, en esos instantes solo tenía ojos para la radiante alemana. Lesbiana, una atleta de elite, profesora... ¿Qué más se le podía pedir? ¿Cuántos chicos rechazarían una proposición similar? Litros y litros de esperma malgastado a lo largo de su vida, y total, ella solo le pedía un poco, un poquito de nada, y a cambio, podría estar con ella, besarla, conocer el sabor de su placer, arrancarle gemidos de placer...

Sin proponérselo, tales pensamientos habían desencadenado una considerable erección, perfectamente marcada en su pantalón de estar por casa. Se miró la entrepierna, entre deseoso de bajarla y molesto porque su "gran amigo" pareciera tan contento ante toda esa situación.

-"Instinto." –Se recordó minutos después, cuando terminó de masturbarse. Cansado, aún con las imágenes de Claudia ante sus ojos.- "Simplemente eso."

Pasó bastante tiempo hasta que el tema volvió a salir a la luz, ni Cristina, ni su hermana, y mucho menos Claudia, parecieron dispuestas a retomar la conversación, todas dejaban el peso de la decisión a él, que, indeciso e inseguro como era, se tomaba su tiempo. Cada día le parecía eterno, entre el calor y la rutina de su vida normal, siempre había un hueco para recordar a la mujer.

Para aumentar su desazón, una de las noches que iba al encuentro de sus amigos para divertirse y tomarse un par de cervezas, vio, a unos pocos metros por delante de él, a Estela y el famoso Gonzalo. Odio, eso es lo que sintió, o quizás frustración. El tal Gonzalo parecía, al menos externamente, un buen tipo, incluso tenía cara de buena persona, algo que no ayudaba a mantener la imagen de rudo amante del sexo que tenía a Estela esclavizada en la cama todo el día, follando sin parar. O al menos esa era la imagen que él le había dado.

Se escondió para que no le vieran, puesto que no sabría como afrontaría el típico "Gonzalo, este es Raúl, Raúl, este es Gonzalo." ¿Podría decir "encantado"? No, lo más seguro es que le insultara, o quizás peor.

Y como dos no discuten si uno no quiere, o mejor dicho, si uno ignora al otro hasta desaparecer, pues todo bien. Faltaban cinco días para que tuviera coger el tren que le llevaría a una nueva ciudad, un nuevo mundo y una nueva fase de su vida. Su maleta ya estaba hecha, también las cajas que mandaría al dormitorio de su fraternidad mediante una empresa de mensajería.

-No es plan de ir cargado con cajas en el tren. –Le dijo su hermana cuando él se negó.- Además, yo lo pago, así que tú te callas.

Una gran sorpresa para él fue cuando un día entró en su cuarto y vio una caja que no reconocía como suya, no pudo reprimir un suspiro de alegría cuando adivinó que lo que contenía era un ordenador portátil.

-Es tu regalo por cumplir 18 años. –Apuntó Laura, que junto a Cristina había estado esperando pacientemente que el incauto descubriera su regalo.-

-Sé que viene un poco tarde, pero como ahora lo necesitas realmente... –Añadió Cristina.- Le hemos metido un par de cosas interesantes, como regalito de despedida.

No tardó en encenderlo, surcando el suave e impoluto teclado. El "regalito de despedida" eran un montón de obscenidades, ya fuera en imágenes o videos, incluso varias dedicatorias aquí y allá. Tardaría bastante en ordenar el caos de archivos que habían introducido. Pero no pudo evitar emocionarse cuando vio el video que las dos mujeres, tiernas cuando querían serlo, le habían grabado para cuando se sintiera solo.

Era un larguísimo video, en el que hablaban y hablaban, por primera vez con toda la ropa puesta, palabras reconfortantes, de ánimo, incluso chistes y demás cosas sin sentido, pero que a él le parecieron geniales.

Ante tan magnifico regalo, no pudo evitar más que besarlas con ternura. Tampoco les negó un gran abrazo, tras el cual se sorprendieron todos en silencio, como si fuera un ensayo más de la gran despedida que sucedería unos días después.

Pasó toda la tarde instalando programas y grabando archivos. De madrugada, con los ojos cansados y la espalda rabiando de dolor, lo apagó, despidiéndose de su nuevo fondo de pantalla, una foto de él y el dueto infernal, una buena imagen de los tres sonrientes.

-"Empiezo a sentir nostalgia..." –Pensó, mientras intentaba dormir.- "Y todavía no me he ido..."

En ese estado de duermevela, siguió pensando, llegando, una vez más, al terreno Claudia, arenas movedizas...

-"Pobrecita..." –Se le cerraban los ojos, poco a poco.- "Ella solo quiere tener un hijo... Que egoísta por mi parte... Al menos intentarlo... Las mujeres no siempre se quedan embarazadas... Si lo intentamos y no sucede, así podré dormir en paz... Y ella... Ella... Es tan gua... pa..."

Y se durmió.

La mañana siguiente fue soleada, como todas, se despertó como unas castañuelas, con un runrún en la cabeza, una apuesta, un juego arriesgado más bien. Buscó el teléfono de Claudia en la agenda de su hermana y marcó. Ella habló en alemán, nunca la había escuchado hablar así, relajada, en su lengua nativa. La verdad es que incluso un idioma tan rudo como el germano quedaba suavizado a través de sus labios.

-Raúl, ¿Eres tu? –Preguntó ella, reconociendo su voz.-

-Sí, Claudia, ¿Cómo estás?

Hablaron durante un rato de banalidades como el calor, la playa, piscinas y cosas así, llegado el momento, hubo un breve silencio.

-He estado pensando... –Dijo él al fin.- Que quizás... Podríamos intentarlo, una noche...

-...

-Sí, sé que no es mucho, pero... –Había preparado la frase siguiente a conciencia, sabiendo que desarmaría cualquier otro argumento de la mujer- Si tiene que pasar, pasará.

-Tienes razón. –Dijo ella al final, transcurrido casi un minuto de completo silencio.- ¿Estás seguro?

-No. –Comentó sinceramente.- Pero... Si me ayudas, podré hacerlo.

-Raúl...

Antes de que pudiera pensárselo, le pidió que le dijera donde y cuando, teniendo en cuenta que se debía marchar. Ella le citó en su casa, un par de días antes de que su adiós definitivo. Se despidieron, y, antes de colgar, hubo un mutuo silencio, ¿Qué esperaba? ¿Qué se echara para atrás? Si le llega a dar un par de segundos más...

Esperar la fecha señalada fue más bien difícil. El día D a la hora H, se aseó, se puso de punta en blanco, y se encaminó, como una vaca al matadero, sabiendo que lo que tuviera que pasar, pasaría. No había vuelta de hoja, su sentido común le decía que estaba loco, absolutamente loco, pero su virilidad y, sobretodo, el "machito" que llevaba dentro, sabía que oportunidades como esa no se darían mucho, además, era una buena obra.

-"Una buena obra, una buena obra." –Se repetía él, una vez tras otra, soñando que todo era una telenovela a cuyo protagonista había suplido, esperando el "corten" del director para irse a almorzar.-

El taxi le dejó en la puerta del gran edificio cuyas señas le había dado Laura, llamó al videoportero, Claudia le saludó cortésmente y le invitó a entrar. En el ascensor pasó lo peor, tuvo intención de irse, huir, incluso llegando a posar las manos en las puertas metálicas, decidido a abrirlas y lanzarse a una carrera precipitada por las escaleras, antes de que la dulce alemana y sus dones le embrujaran y le llevaran a cometer un error.

Cobarde al final, se encontró frente a frente con ella, la puerta de su hogar entreabierta, y un suave olor a magnolias emergiendo del interior, llenando todo el descansillo del ascensor.

-Gracias por venir. –Saludó ella, regalándole su sonrisa.-

-Eh... Sí... Venir...

Tuvo que forzar la mandíbula para cerrarla, puesto que el atuendo con el que la mujer le había recibido era todo menos discreto. Un camisón de finos tejidos, sugerente, remarcando cada parte de su anatomía, con la ropa interior a juego, incluso las suaves zapatillas que llevaba eran del mismo color, un color hueso pálido, o quizás carne, o quizás uno de esos colores extravagantes que un chico no podría diferenciar de otro que se le pareciera.

Y entre la nube de aroma a magnolias y la belleza personificada al otro lado de la puerta, supo que iría hasta el final esa noche, lo supo... Y le gustó.

Capítulo XXXVII

Desde que se cerró la puerta a su espalda supo que él era Ali Baba y que había entrado en la Cueva de las Maravillas. La casa de la chica, un coqueto apartamento de cuatro habitaciones en el que vivía sola, estaba decorado de forma clásica pero no sobrecargada. El aroma a magnolias provenía de un gran ramo de estas flores que ella tenía en el salón, y, flor a flor, en casi cada punto de la casa, una fortuna en flores aromáticas, sin duda. Del salón sorprendía que en vez de los habituados sofás, tan solo había una gran y tupida alfombra, así como una mesa baja con varios cojines a su alrededor. Estilo árabe en el salón, delicadeza impoluta en los baños, una cocina donde el acero inoxidable brilló por doquier...

-Sé que parece demasiado grande para una sola persona. –Se excusó ella, pareciendo modesta, mientras iban hacia su habitación.- Pero en verano suelen venir mis padres... Les encanta el clima de esta zona.

-Entiendo... –Prestaba poca atención a la decoración, realmente llevaba buscando un buen cumplido que hacerle a la mujer desde que se habían cruzado sus miradas.- Claudia, hoy estás preciosa...

-Eres un cielo. –Le estrechó la mano con ternura, sonriendo, ella también estaba nerviosa.- He pensado que antes de... Bueno... He preparado algo de cenar, ahora si quieres...

En realidad parecía haber improvisado, puesto que estaban frente a la última puerta, la que por eliminación debía ser su habitación.

-Claro... –Agachó levemente la cabeza.- Si lo hubiera sabido habría traído algo de vino...

-¿Ya les llevas vino a las chicas? –Rió ella, más relajada, conduciéndole de nuevo al salón.-

-En realidad sería la primera vez que lo hago. –Confesó él, correspondiendo su sonrisa.- Pero en las películas funciona...

-Oh... –Le abrazó levemente.- Aún eres tan joven... Tienes tanto que aprender... Los hombres que hacen grandes regalos suelen tener grandes carencias en otros campos...

-¿Entonces el vino que viene a tapar? –Preguntó él, notando el suave tacto de la ropa interior femenina en el brazo.-

-Digamos que... –Le guiñó el ojo.- Cuanto más cara sea la botella, menor será su...

-Entiendo, entiendo. –Murmuró él, captando la indirecta. Siguiendo el juego, adoptó una pose insegura.- Entonces tendría que haber traidor dos, porque...

Entre carcajadas, llegaron al salón. La mujer le invitó a descalzarse y sentarse en uno de los cojines. Desde la puerta no se había dado cuenta, pero lo que él había tomado como la forma de la mesa, era en realidad una bandeja enorme, recubierta por una tapa ovalada de metal labrado, como en los hoteles de las películas.

-Señores y señoritas... –Exclamó con voz recia, mientras se sentaba, como hablando a un público inexistente.- Bienvenidos al Restaurante Alhm Nasser, especialidad de la casa, platos típicos del Norte de África...

Con un grácil gesto, levantó la tapa de metal, menos pesada de lo que debía parecer. Una nube de vapor emergió, así como un profundo olor a especias y carne.

-Vaya... –Aplaudió.- Sin haberlo probado, ya le pongo un diez a la presentación...

-Gracias, gracias... –Mientras que Raúl se había sentado de forma forzada, no estando acostumbrado a la posición, ella lo hizo como una auténtica experta.- Aceptamos propinas...

-Me vas a tener que ir guiando... –Carraspeó, esa frase le sonaba conocida.- No he probado nunca ninguno de estos platos...

-¡Un novato! –Celebró, contentísima.- Tranquilícese usted, señor cliente, le prometo un universo de deleites en su paladar... Ahora, dígame, que bebida prefiere, ¿La número 1 o la número 2?

-La 2. –Ella le sirvió de una tetera de cobre en un pequeño vasito.- Estoy en tus manos.

-Tranquilo, quedará satisfecho. –Mientras decía esto había levantado la mirada ligeramente, buscando sus ojos verdes. Había doble sentido, al menos eso juzgó él.- Y ahora... ¡Eh! ¡Un momento! ¿Se ha lavado las manos el señorito?

-Bueno... –Se aclaró la garganta.- Si me disculpa la camarera, no tardaré ni un segundo.

-"¡Que fallo!" –Pensó, mientras volvía al cuarto de baño y se lavaba las manos, observando de paso que, al contrario que su baño, donde su hermana tenía todas sus cremas y potingues colocados a lo loco, en ese baño el orden era absoluto, incluso los peines estaban alineados.- "Y esa ropa... Dios... Si se hubiera puesto ligueros y medias, no habría aguantado más... ¡Como puede ser lesbiana una mujer así!"

Con las manos limpias, volvió al pequeño restaurante norteafricano que tenían montado en el salón, había estado tentado de entreabrir la puerta del cuarto de Claudia para otearlo, pero su decencia le pudo, total... No tendría que esperar mucho para verlo.

Ella ya había servido un líquido negro en los vasitos, así como colocado diversos platos alrededor de la bandeja.

-Limpias. –Le mostró las manos, guiñándole el ojo.- La próxima vez que venga de jugar te prometo lavármelas bien, mamá.

¡Pero que idiota era! Casi se tropieza en la alfombra cuando soltó la palabra "mamá", se sintió profundamente cohibido de repente.

-"¿Mamá? ¿Mamá? ¡Gilipollas!" –Se amonestó en la intimidad de su mente.- "Mamá es precisamente lo que le gustaría ser, y tu, y tu..."

Ella, notando como el nerviosismo brotaba en su rostro, le tendió el vasito, con la misma sonrisa acogedora de siempre. Dio un pequeño trago, con miedo a lo que pudiera degustar, sorprendiéndose al sentir un cálido té, o algo parecido, embriagando su paladar.

-Está bueno. –Afirmó, dándole el visto bueno.- ¿Dónde conociste todos estos platos?

-Bueno... –Empezó a servir pequeñas cantidades de alimentos desconocidos en platitos de metal.- Mi padre era el encargado en el Norte de África de varias empresas alemanas, como un embajador, pero comercial. Mi madre y yo vivimos en sitios tan exóticos como Jordania, Túnez, Egipto, Líbano o Marruecos.

-Vaya... –Silbó él, sorprendido.- Debió ser duro.

-¿Duro? –Negó con la cabeza.- Es lo más emocionante que hice en mi vida, cada poco tiempo nos mudábamos, conocía países nuevos, culturas... A veces, por las noches, escuchábamos cuentos de la zona alrededor de una hoguera enorme a la que lanzaban hierbas aromáticas. ¡Nunca me sentí tan viva!

-Se te iluminan los ojos, y solo lo estás pensando. –Raúl asintió.- Debió ser tan bueno como me lo pintas...

-Pero luego volvimos a casa... –Continuó, ligeramente apenada.- Mi madre quería que recibiera una buena educación allí, pensaba que tanto viaje y tanta cultura extranjera me confundiría...

-Y así has acabado. –Levantó las palmas hacia el cielo, con gesto de desesperación, logrando su objetivo de arrancarle una sonrisa a Claudia.- Ella tenía razón, sin duda, no conozco a tu madre y ya me está cayendo bien...

Ella bufó, al tiempo que le extendía uno de los platitos.

-Toma, pruébalo, con las manos, tranquilo, aunque procura no mancharme la alfombra... –Había un tono peligroso en sus palabras, incluso le salió el ligerísimo acento alemán que raramente demostraba.- Por tu bien...

Él cogió el único ingrediente del plato que reconocía, un dátil, antes de llevárselo a la boca recordó que la única utilidad que le había dado él a los dátiles era usarlos de arma arrojadiza en el patio del colegio, junto con las piñas de los pinos. Entre aprobación, plato nuevo, sorbo de té, anécdota y risa, la tarde-noche fue tomando un aire distendido, incluso alegre. Raúl procuró no comer mucho, no tenía apetito y, además, tampoco era muy proclive a probar comidas tan exóticas, incluso el kebap le provocaba desconfianzas...

Después de probar una especie de chocolate, con un relleno dulzón que Claudia se negó a confesar de qué estaba compuesto, dieron por terminado el aperitivo. Mientras volvía a cubrir la mesa con la bandeja, argumentando que luego lo recogería todo, hubo un breve silencio.

-"Ha llegado el momento..." –Pensó él.-

-Raúl. –Ella le miró con infinita benevolencia.- Si quieres irte, lo entenderé.

-Sí, me voy... –Se puso en pie, con gesto pesado, notando adormecidas las piernas a causa de la posición.- A lavarme las manos, claro.

Resopló por el pasillo, desesperado de nuevo por su propio comportamiento. El peligro acechaba y él se negaba a salir corriendo. ¿Y todo por quedar bien?

Lavó sus dedos con jabón, arrancando el olor de las especias y el chocolate, también se enjuagó la boca ligeramente, dispuesto a demostrarle a Claudia cual era el verdadero sabor de sus besos. A ella la encontró en la cocina. Realmente le había sorprendido que desde el principio llevara puesto ese conjunto de ropa interior, podría haber estado más cómoda vestida con normalidad.

Claudia también parecía limpiar sus manos, él, desde atrás, la rodeó con sus brazos, introduciendo sus manos bajo el chorro de agua del grifo, estrechándolas con las de la mujer, acariciándolas, entrelazando sus dedos. Ella giró levemente el rostro y él se dio cuenta de que sus ojos estaban húmedos, como cristal de botella al Sol.

-¿Por qué lloras? –Preguntó de inmediato.- Hice algo mal, te he importunado...

-No, no. –Ella se mordió el labio inferior, gesto típicamente femenino.- Es que... No puedo hacerte esto... Tu eres tan... Serás un hombre genial algún día, y harás muy feliz a una mujer, yo no puedo... No puedo pedirte que...

Silenció sus labios con un beso. En realidad era curioso, la había tenido desnuda completamente delante varias veces, en bañador durante un par de años, había recorrido su cuerpo con mirada lasciva en cientos de ocasiones... Y sin embargo, nunca la había besado de verdad.

-No podemos... –Intercambiaron más besos.- Hacer... Esto...

-Claudia... Mírame... Estoy aterrado... Pero... Sé que es lo que debo hacer. Si mi corazón late con fuerza... Yo digo... Adelante...

-Adelante... –Mantenían las manos alejadas el uno del otro, pues las tenían mojadas y no se habían parado para secárselas.- Oh, Raúl...

Las manos mojadas de la chica volaron sobre su ropa, desnudándole prontamente de cintura para arriba. Él aprovechó y se secó con la camiseta, antes de tirarla a los pies de la nevera. Claudia le condujo de nuevo al salón y le recostó sobre la mullida alfombra. El cuerpo de la mujer era tan suave, tan sinuoso... Ella bajó de sus labios y empezó a besar su cuerpo, su tórax, repasó con su lengua el vientre del chico, donde se marcaban tenuemente esos abdominales que le había visto conseguir, brazada a brazada, en la piscina.

Él se dejó hacer, lanzando una caricia de vez en cuando, y con un pensamiento recurrente en la cabeza que no quería dejar escapar. ¿Estaría ella disfrutando esas caricias? Es decir, si era lesbiana... ¿Podría experimentar placer con un hombre?

Esas inquietudes le pararon un poco, y ella, sagaz, lo notó.

-¿Ocurre algo? –Susurró, apoyando la barbilla en su ombligo.-

-Yo... Es que... –Miró hacia otro lado.- Me preguntaba... Yo sé que tu... Que a ti te gustan las mujeres... Y... Es que...

-Raúl. –Masculló, con una sonrisa amable, cada vez más enternecida con él.- Mi mente me dice que ame a las mujeres... Pero mi cuerpo está creado para dar y recibir placer de hombres... Tus caricias, tus besos... Hoy, para ti, soy una mujer...

La verdad es que él se sentía tan enternecido como los ojos de la mujer le veían, sus labios se fundieron, una vez más. Sus manos acariciaron los sinuosos tejidos de la mujer, adentrándose por las zonas de carne que dejaban al descubierto, acariciando su piel, esa piel tan fina, que le permitía notar el calor de su interior...

Pronto cedieron los tirantes del camisón, que se escurrió por su piel, mostrando aún más claramente su ropa interior. Decir que Claudia era solo una "mujer guapa" era poco menos que blasfemar, en ella se concentraban muchas virtudes que, quizás, se habían mantenido tan luminosas al no estar ofrecidas para los hombres, sino para los labios de otras mujeres, sus caricias certeras, su "otra" forma de entender el amor... Y él ahora tenía oportunidad de disfrutarlas todas.

Acarició sus piernas, sus muslos, su trasero, le besó la espalda, recostándola sobre la mullida alfombra, siguiendo su columna con una suave caricia, llegando al cierre de su sujetador y liberando sus senos. Parecían estar en la playa, y él disponerse a ponerle crema. Sopló con extrema sensualidad en el cuello de la mujer, que se estremeció, permanecía con los ojos cerrados, tumbada boca abajo. Acarició su pelo, sus brazos, sus dedos, besó las palmas de sus manos como si las de una Santa llegada de los cielos se tratase...

Ella se dio la vuelta, mostrándole sus preciosos senos, abandonándose a las manos del joven. Pasó su mano frente a su rostro y realizó un gesto extraño, como si le quitara una máscara vaporosa que tenía delante, impidiéndola ver con claridad. Sus ojos se posaron en los suyos, y parpadeó como si, en efecto, fuera la primera vez que lo veía. Se inclinó para besarla, dos veces, acarició los lóbulos de sus orejas, su cuello, rozándolo...

Las yemas de sus dedos acariciaron sus brazos, en especial esa zona extremadamente sensible y muy desconocida para la mayoría, la zona interior de los codos. Ahí siguió el camino imaginario de sus venas, quizás una ruta del placer bajo su piel, hasta llegar a sus senos, pero antes acarició y besó sus suaves axilas, arrancándola un estremecimiento, una sonrisa...

Sus pezones, de tonos claros, como todo en ella, se erguían, amplificando el placer y el bienestar que sus caricias le habían proporcionado. Ni los pellizcó, ni los manoseó, extendió sus caricias por ellos, más suaves y lentas que en ningún otro sitio. Dibujó círculos con la yema de sus dedos en sus aureolas, paseó sus dedos sobre sus pezones, haciendo que ella emitiera un suspiro anhelante.

Sendos besos fueron su carta de despedida, pues siguió bajando, acompañando sus caricias de un soplido suave, muy suave, como había hecho antes en el cuello, provocando que hasta el más delicado pelito de su cuerpo se erizara, y de nuevo otro suspiro anhelante. Besó sus caderas, acarició sus muslos por dentro, varias veces, hasta hacerla estremecerse una vez más.

El silencio total, el ambiente increíblemente romántico... Él estaba también muy excitado, relajado, pero excitado, contagiado del aura de sensualidad que tenía toda la escena. Con dedos delicados sujetó el elástico de sus braguitas, su culito se levantó suavemente, permitiéndole quitárselas, aprovechando el viaje para acariciarla, dejar la huella de sus dedos, atentos, siempre atentos...

Con total silencio, se quitó los pantalones, los dobló y, levantando de nuevo las caderas de la mujer, lo situó debajo, con cuidado de que la cremallera quedara hacia el suelo. Tener su sexo delante de sus ojos le hizo suspirar, y esa leve corriente de aire sirvió para que la mujer, en estado de relajación total, con los ojos cerrados totalmente, volviera a sentir una onda de placer recorrer su cuerpo, como si fuera un lago al que lanzan una piedra.

Se acercó, cara a cara con su bellísimo objetivo. Sopló, de nuevo, suavemente. Más estremecimientos...

Claudia tenía el vello público tan suave y fino que apenas si se veía. Algunos de sus dedos juguetearon con esos suaves pelitos, otros comenzaron a dibujar el contorno del sexo de la mujer, como si él fuera ciego y tuviera que formarse la imagen dibujándola con sus yemas, una imagen que sería preciosa, pintada toda del rosa perlado que reinaba en su interior, pequeños retazos de humedad en sus labios, en su vagina...

Rodeó varias veces su clítoris, con extrema suavidad, observando como su vientre oscilaba, arriba y abajo, arriba y abajo... Nunca había acariciado el sexo de una mujer de esa forma, donde el sonido y la premura parecían pecado. Con toda la suavidad que pudo, se inclinó entre sus piernas y unió su lengua al cadencioso ritmo de sus dedos en sus muslos. No estaba devorando el sexo de una mujer, estaba lamiendo un caramelo especialmente apetitoso. Siempre con todo el tiempo del mundo por delante... Lentamente, muy lentamente...

Pese a que los sonidos quedaban mitigados por sus profundas respiraciones, el cuerpo de la mujer si reaccionó al nuevo tacto que tenía entre sus piernas, cada vez hacía falta más aire para llenar sus pulmones, sus caderas ahogaban el ansia de más placer levantándose, más y más cada vez, y sus manos, se cerraban con fuerza en la alfombra.

Tras sus labios, fueron las paredes de su vagina, y el caramelo seguía ahí, con el mismo sabor inigualable que instantes antes, lamía poco a poco, por miedo a gastarlo, por miedo, quizás, a desencadenar el orgasmo que diera por terminado uno de los momentos más sensuales y románticos que en su vida contemplaría...

Pero cuando su lengua dio un suave saludo al inflamado clítoris de la mujer, el cenit de esta se desató, demasiado tiempo oculto tras la acumulación de caricias, estremecimientos y caderas anhelantes. La chica no gritó, tan solo dejó escapar ahogadísimo jadeos, como si aún en el éxtasis, se obligara a no romper ese silencio mágico que les rodeaba. Su cuerpo se erizó, sus caderas se levantaron, tirando de su cuerpo hasta poco más y hacer el pino puente. Fuertemente se apretaban sus muslos, buscando el mínimo contacto, la más leve fricción que prolongara un segundo, una milésima, el inmenso placer que sentía.

Raúl se emocionó al ver esa escena, se le humedecieron los ojos, él lo acusó a que se le habría metido una pestaña en el lacrimal, pero sabía que no, que en el fondo, también sentía como suyo ese placer, y sobretodo, esa magia con la que se había conseguido. El niño se hacía hombre.

No tuvo ningún tipo de dificultad, observándola, con la cabeza ligeramente ladeada, en esperar cinco o seis largos minutos, hasta que la mujer se relajó por completo, padeciendo de vez en cuando otra de esas ondas de placer con epicentro en su sexo, con una sonrisa infinita en su rostro, complacida mucho más lejos de lo que su imaginación le hubiera llegado a atisbar.

Abrió los ojitos poco a poco, como saliendo de un sueño muy profundo. Le dedicó su sonrisa más radiante.

-Siempre lo supe... –Susurró, con un hilo de voz, como si hablara de muy lejos.- Tú no eres como los otros...

Intentó incorporarse, pero sus músculos aún no se habían recuperado, o quizás simplemente no querían recuperarse, del gran impacto causado por ese hermoso orgasmo.

-Nadie me había tocado así en... –Sollozó.- Ni siquiera recuerdo si alguien me ha tocado así alguna vez... Ha sido...

Finalmente se obligó a levantarse, despacio, temiendo que le fallara la coordinación.

-Incluso tuviste el detalle de colocar tus pantalones bajo mi sexo para no manchar la alfombra... –Los sacó y le tendió el cuadrado arrugado de ropa en el que se habían convertido al doblarlos. Una pequeña mancha de humedad se dibujaba en un lado.-

La mujer lo estrechó entre sus brazos, él correspondió su abrazo con infinita ternura, sintiendo mutuamente sus cuerpos durante un extenso lapso de tiempo.

-En un minuto... –Susurró ella.- Ven a mi cuarto.

Se marchó, caminando de espaldas, sin querer perder contacto visual en ningún momento, queriendo prolongar lo máximo posible esa escena mágica. Un par de minutos después, Raúl tocó a la puerta cerrada del cuarto de la mujer, que respondió con un "adelante" incitador. Si la casa de Claudia era la Cueva de las Maravillas, su cuarto sería, sin duda, la Cámara del Tesoro.

Entró, sin vacilar su voluntad ni un segundo, ya no había vuelta atrás.

Capítulo XXXVIII

Sus ojos tardaron unos instantes en acostumbrarse de la luz del pasillo a la tenue iluminación de la habitación. Había velas, docenas de velas, colocadas hasta en el más pequeño recodo. Todas encendidas, tintineando con su luz anaranjada. Vislumbró una ventana tapada por pesadas cortinas, algún que otro mueble de aspecto antiguo y caro, pero olvidó por completo todo eso cuando advirtió una gran cama con dosel, una cama de cuento de hadas, preciosa hasta el más mínimo detalle.

-Ven, acércate. –Susurró la voz de Claudia, llamándole desde el otro lado del dosel.-

No vaciló. Despacio, se introdujo tras las aterciopeladas cortinas, ella estaba tumbada en la cama, ofreciéndose, como si de verdad todo se tratara de un cuento de hadas y ella fuera la princesa que aguarda el retorno de su amado.

-Eres preciosa...

Ella sonrió, halagada por su cumplido. Extendió una de sus delicadas manos hacia él, que fue a buscarla, y le condujo hacia un lado de la mujer. Se miraron a los ojos, verde y verde, los suyos oscuros, los de ella claros, juntos, perfectos. Se besaron nuevamente, iluminados sus contornos por la luz de las innumerables velas, se acariciaron, ella buscó con su mano la entrepierna del joven, y bajó lentamente, dispuesta a devolver con sus manos, sus labios y su lengua, una parte de los placeres que él le había entregado en el salón.

-"Ya está." –Pensó una vocecilla en su cabeza.- "Ahora haréis el amor... La dejarás embarazada y..."

Ella acarició sus testículos, su perineo...

-"¿Vas a dejar que esa pobre criatura viva sin un padre?" –Continuó el monologista interior.- "¿Es que no has sufrido lo suficiente la soledad de vivir sin tus padres?"

Su lengua siguió a sus manos...

-"Romperás su corazón..." –El veneno fue extendiéndose por su cuerpo.- "Condenarás a un ser inocente a la infelicidad... Me das asco..."

Sus ojos se movían rápidamente, su respiración estaba agitada, pero no por la excitación, sino por el súbito ataque de pánico, el miedo que bajaba desde su mente, atenazaba su estomago y "mataba" su incipiente erección.

Fueron instantes muy complicados de describir, pero él, miedo y pánico fuera, tenía una cosa clara, había tenido un gatillazo en toda regla. ¡Un gatillazo! ¡Que podía hacer! ¡Que podía decir! ¡Nunca le había pasado!

Claudia lo había notado todo perfectamente, la inquietud rezumaba por cada poro de la piel del joven, por su rostro teñido de blanco, aún a la exigua luz de las velas, y, sobretodo, por sus ojos, cubiertos de un velo de terror.

Como si siguiera todo con normalidad, la mujer abandonó su infructuosa estimulación y volvió a subir, repitiendo el mismo recorrido, mordiéndole levemente el cuello, besándole con pasión. Pero él miraba hacia un lado, totalmente fuera de la partida.

-Lo... Lo siento... –Murmuró Raúl, sin dejar de mirar hacia otro lado, sin siquiera parpadear.- Nunca... Nunca me había pasado... Yo...

-Chsst... –Le ordenó callarse.- Sin desnudarte has sido capaz de llevarme al séptimo cielo... No tienes que avergonzarte...

-Pero... Pero... –Se sentía humillado hasta en el alma.-

-A veces nuestro cuerpo no puede evitar seguir las decisiones de nuestra mente, aunque no sean las decisiones que habíamos elegido seguir. –Ella besó su espalda.- Cuando tenemos frío, tiritamos... Cuando nos asustan, el cuerpo se tensa... Cuando tenemos miedo, el cuerpo se...

-¡No tengo miedo! –Agradeció no estar mirando a la mujer a los ojos, puesto que habría podido comprobar que efectivamente, era miedo todo lo que se dibujaba en su rostro.- Es solo que... Si sucede... Si ocurre...

-Será algo maravilloso.

-Sí, claro que sí, crear vida es algo maravilloso, pero... –Se mordió la lengua, pero no dejó de hablar.- Yo he crecido "solo"... Y el bebé... El bebé merece nacer en un mundo donde tenga un padre y una madre que se desvivan por él...

-Raúl...

-Que le lleven al colegio por las mañanas, le enseñen a montar en bicicleta, jueguen al fútbol con él y le lleven al circo para ver los payasos... –Se enjuagó una lágrima rebelde que había aparecido corriendo por su mejilla.- Aunque a mí me dan miedo los payasos, pero es igual.

Notaba la respiración de la mujer en la espalda, pero esta no habló.

-Alguien tendrá que hablarle de chicas. –Siguió.- Y enseñarle a defenderse por si algún imbécil se mete con él en el colegio... Ya sabes, cosas de chicos...

Escuchó sollozos a su espalda, se dio la vuelta, alarmado, y vio a la mujer, boca arriba, llorando. Grandes lagrimones recorrían su cara y desaparecían en las sábanas.

-¿Por qué lloras? –Preguntó él, destrozado por la imagen.-

-Porque todo lo que dices es tan bonito... –Se tapó la cara con las manos.- Solo decirlo, desearlo con tanta sinceridad, te convierte en un gran padre...

-¡Pero si no soy padre! –Y sus ojos correspondieron a la mujer, y grandes lágrimas empezaron a brotar de ellas, lágrimas causadas por heridas del pasado y pensamientos del futuro.-

-¡Pues deberías serlo!

-Pero si no sé ni cambiar un pañal... –Sollozaba.-

-No se nace sabiendo. –Ella se incorporó para mirarle.- ¿Y tú por qué lloras?

-Yo que sé... –Gimoteó, aspirando por la nariz.-

-Raúl, eres tan tooonto... –Su lloriqueo fue infantil, pudiendo haber utilizado alguna palabra más fuerte o malsonante, se dio la vuelta y hundió la cara en la almohada, amortiguando así el sonido de sus sollozos, que llegaban lejanos pero claros.-

Y él no pudo parar, y se encontró llorando todo lo que no había llorado en su vida, ya no había nada que ocultar. La almohada quedó húmeda de tanta lágrima antes de que, tan súbitamente como habían empezado, cesaran.

Su vientre empezó a contraerse, pero esta vez no por los sollozos, sino por una risa furibunda que emergía de todos los recodos de su cuerpo. Se sentía aligerado de un gran peso, como si le hubieran quitado un traje de plomo que llevaba desde hacía años... Sus labios empezaron a dejar emerger las carcajadas, incontenibles.

Claudia salió de su refugio, emergió su cabeza de la almohada y le observó, sin comprender.

-¿De que te ríes? –Preguntó, limpiándose más lágrimas.-

-Es que... –Hipó, no sabía si a causa de la risa, de las lágrimas o de ambas cosas.- Míranos... Estamos aquí... En la cama, desnudos... Llorando como si los bebés fuéramos nosotros... Es tan... Surrealista...

Ella estaba perpleja, parpadeó un par de veces, y su mueca se fue tornando también en una sonrisa, contagiada por las carcajadas que el chico soltaba cuando no tenía que hablar.

-"Hola, soy Raúl, he venido a llorar." –Se descoyuntó él de tantas risotadas, golpeando la cama con el puño, incapaz de contenerse.- Es tan... Extraño...

-La verdad... –Su risa sonaba más fresca y vital que la del chico.- Es que si que eres extraño...

-Pues mira que tu. –Se tuvo que limpiar un reguero de lágrimas, pero esta vez eran de tanto reír, se había tenido que incorporar porque al estar tumbado le dolían los costados.- Que se supone que yo soy un "niño", pero tú eres una adulta... Mírala, llorando con la almohada, y llamándome tonto...

Extendió la "o" final en una sonora carcajada, frotaba sus costillas, se estaba desternillando, nunca, jamás, ni siquiera una de las pocas veces que probó la marihuana y estuvo diez minutos riéndose de la luz amarilla de un semáforo que parpadeaba, se había reído de esa manera.

Ella también se reía sin parar, con más estilo, de una forma más femenina, pero con risotadas largas y airosas. Cualquier persona ajena que hubiera observado la escena les habría tomado por dos dementes fugados de cualquier sanatorio mental. Pronto tuvieron que mitigar la risa, puesto que sus mejillas y sus costillas clamaban de dolor, y sus pulmones de falta de aire. Se tumbaron de nuevo, lanzando esos "Aiss..." que se suspiran después de una buena tanda de risas de vez en cuando, aderezado por alguna carcajada individual.

-Ufff... –Él se enjuagó la cara definitivamente, utilizando de nuevo la maltratada almohada.- Como lo necesitaba... Ha sido...

-Reparador. –Terminó ella, soltando una gran bocanada de aire.- Menuda noche tan...

-Especial. –Se anticipó esta vez él.-

Se buscaron mutuamente las miradas, hacía rato que sus manos se habían entrelazado, encontrándose por casualidad entre las sábanas.

-Parece que no soy el único en sentirse mejor... –Comentó él, lanzando una fugaz mirada hacia su entrepierna, donde su miembro respondía poco a poco a un incipiente deseo sexual, olvidadas todas las inquietudes.-

-¿Te atreves? –Preguntó ella, robándole un beso.-

-Tranquila, no te juzgaré mal. –Ironizó él.- Comprendo que no tengas mucha experiencia tratando "artefactos" de ese tipo...

-¿Oh? –Ella levantó mucho las cejas y asintió.- ¿Eso crees? Estás muy crecidito tú, te voy a tener que dar una lección...

Gateó hasta situarse frente a su miembro, sin más preámbulos, lo engulló. El placer llegó esta vez al cuerpo del joven, la verdad es que se le habían despertado unas ganas increíbles de penetrarla, pero esas caricias bucales nunca eran mal recibidas. Se acomodó, notando la lengua de la mujer recorrer su miembro, deduciendo poco después que no era una gran experta en ese tipo de asuntos, pero eso le era indiferente, su erección creció hasta alcanzar pleno tamaño.

-Toda tuya... –Masculló él, con la lengua fuera, deseoso de más placer.-

-No, no. Tú encima. –Determinó ella de inmediato, volviendo a su posición inicial y tendiéndose, dispuesta a recibir el cálido abrazo de Raúl.- Que soy demasiado "inexperta".

El sarcasmo de la mujer le excitó aún más, quizás se había perdido gran parte del romanticismo tenido en el salón, pero esto... Esto no estaba tan mal. Con un par de gestos se situó encima de la mujer, dispuesta a cubrirla, como un animal deseoso...

La besó una vez más y agarró su miembro ardiente, situándolo en la entrada de la también excitada mujer. Solo cuando estaba a punto de penetrarla, una última duda le embargó.

-Oye, Claudia... –Carraspeó, azorado.- Tu no serás... Quiero decir... No serás...

-¡Por favor! –Ella le lanzó la almohada, entre risas exasperadas.- No, no soy virgen, ¡Quieres dejar de buscarte excusas y empezar de una vez!

Él le devolvió la almohada y le sacó la lengua, sin esperar más, entró.

-Que maravilla... –No pudo evitar bramar, sucumbiendo a su puro instinto.-

La mujer estaba caliente, bien lubricada y, además, sus paredes vaginales apretaban con fuerza. ¿Qué más se podía pedir? Comenzó lentamente, deseoso de prolongar este ansiado placer. Sus manos volaban de vez en cuando a los pechos de la mujer, jugando con sus pezones, acariciando con fuerza el contorno de sus senos.

El ritmo comenzaba a ser rápido, ella jadeaba, buscaba sus ojos, aunque la mayor parte del tiempo los cerraba, buscando la mayor parte de placer posible con el joven muchacho, concentrando todos los sentidos de su cuerpo en las acometidas de este.

-Mmmm... –Gimió ella, suspirando.-

-Oh... Ya... Estás... Rendida... –Farfulló, buscando el aire.- Que poco aguantas...

-Aaaah... –Siguió ella, ignorándole, concentrándose en su placer y en lo que venía.-

-Ya está... –Avisó finalmente, incapaz de aguantar más.- Si tiene que ser, se... raaa...

Se aferró con fuerza a la mujer, deseando clavarle su miembro lo más dentro posible, sintió el indescriptible placer de varios chorros de esperma salir y perderse en el interior de la chica, la relajación volvió poco a poco a su entrepierna.

-"Misión cumplida." –Envió esa señal mental a todo su cuerpo, que se relajó, orgulloso por haber cumplido su labor reproductora. Porque, curiosamente, esa eyaculación había sido única de todas las que había tenido hasta ese entonces, sabía perfectamente que no había ningún método anticonceptivo de por medio, es más, que el deseo de la receptora era precisamente quedarse embarazada. Y el placer era mayor por eso, por el morbo. Era como jugar a la ruleta rusa...-

-Mmmm... –Ronroneó ella, moviendo ligeramente las caderas, alzando el trasero, como si quisiera crear una cuesta en su interior.- Es una pena... Que no puedas... Más...

-Oooh, jojo... –Rió él.- Dame veinte minutos... Y tus manos... Y luego hablas...

-Creído... –Siguió, desafiante.-

-La juventud es maravillosa. –Suspiró, buscando resuello aún.-

Se tendió junto a la mujer, que permanecía ahí, en esa posición tan extraña. La cabeza de la mujer le quedaba a la altura del torso, llevó una de sus manos hacia la mujer, y la acarició con cariño.

Pasó un rato largo. Mientras tenía su mano en el hombro de la chica, notó algo extraño, curioso, se acercó hasta ella, acarició esa fina porción de su piel, la besó.

-Tienes una cicatriz en el hombro. –Comentó.-

-Eres la primera persona que lo nota... –Exclamó ella, apoyando ya el trasero y dirigiéndole una mirada radiante.- Sí, es lo único que queda de mi pasado como nadadora: Unas cuantas medallas, muchos bañadores, algo de dinero y una cicatriz invisible de la lesión en el hombro que me dejó fuera de competición...

-Me alegro de haberla encontrado. –Murmuró, besando la pequeñísima cicatriz.- Sino hubiera notado esta pequeña imperfección en tu cuerpo, habría tenido que creer de verdad que eres un ángel...

Una vez más, al más puro estilo "besos de chocolate", soltaba un comentario trampa, unas dulces palabras destinadas a reblandecer incluso el corazón más lejano. Pero esta vez lo tenía más fácil, y, probablemente, lo que decía era lo que de verdad pensaba.

-Oooooh... –Ovacionó ella, besándole.- ¡Qué bonito!

-Gracias, gracias... –Rió él.- Ha sido improvisado, que conste...

-Eso se lo dirás a todas, listo.

-No es mi estilo... –Carraspeó.- Las palabras adecuadas, para la chica adecuada, eso sí.

-Vaya, vaya... –Volvió a besarle, fue llevando su mano hacia la entrepierna del chico, que acarició suavemente.- Parece que "este" también está inspirado...

Raúl sonrío, se estaba divirtiendo bastante esa noche, incluidos todos los contrastes extraños que habían sucedido. Dejó que la chica acariciara durante un rato, concentrándose en un recuerdo bonito, al más puro estilo Peter Pan, buscando la inspiración, en este caso no para volar, sino para que su virilidad se alzara. Lo consiguió.

Colocó las piernas de la mujer sobre sus hombros, más penetración era igual a más placer en el sistema métrico sexual. Entró sin dificultad, degustando de nuevo esa apretada vagina que tanto le gustaba a su miembro.

-No me puedo creer que seas lesbiana... –Comentó, burlón.- Debes de ser una especie de castigo divino a todos los hombres, "miradla, está ahí, pero no es para vosotros."

-Entonces considérate afortunado. –Rió Claudia, acariciando sus pechos, buscando ese "puntito" de excitación que había perdido en el tiempo transcurrido entre polvo y polvo.- Y deja el pabellón de los hombres bien alto.

-Sin presiones... –Ironizó él, concentrándose ya en lo que debía.-

La fricción era tan maravillosa, estaba tan a gusto... Ella comenzó a jadear, dedicándole una mirada burlona cada vez que sus ojos se cruzaban, como retándole a subir de nivel, a que todo fuera aún más allá.

-Esta vez te arrancaré un orgasmo. –Prometió él, con voz entrecortada.- Será un empate...

-Mucho... Mmmm... Hablar... –Claudia se mostraba voluntariosa en sus comentarios, como entrando en un juego apasionado que tan solo aumentaba el morbo y el deseo.- Pero poco... Aaah... Fo... Foll...

Le mordió con suavidad uno de sus tobillos, sus manos acariciaban las piernas de la mujer, tan largas eran. Sus acometidas eran tan pasionales que se desplazaban ligeramente. Si él hacía fuerza con las rodillas, podía levantar el trasero de la mujer, sintiendo todo el peso de su cuerpo en su miembro, era una delicia...

-Ufff... –Suspiró Raúl en voz baja, por sus juegos de posturitas le acaba de dar un calambre en uno de los muslos, nada grave, pero sino terminaba rápido acabaría resintiéndose.- Espero que estés... Preparada...

-Mmmm... –La maestría con la que sus manos acariciaban sus senos, estiraban ligerísimamente sus erectos pezones, era para dedicarle un manual.-

Echó el resto, apretó un poco más, sintiendo el pinchazo de dolor en la pierna, pero sin darle importancia. La penetró varias veces de forma profunda y fuerte... Y no pudo más.

Pero eso no era lo que buscaba, alargó sus dedos lo máximo posible, buscando el clítoris de la mujer, no hizo falta mucha estimulación antes de que ella sintiera también el palpitante placer de su orgasmo.

-Oh, oh... Jajaja... –Se rió, abriendo mucho la boca.- Joder... Oh...

Él sabía que había multitud de orgasmos, incluso cada mujer podía tener varios tipos, pero nunca dejó de sorprenderse a lo largo de su vida de las muecas y los sonidos que emitían durante los mismos. Y si eran fingidos, deseaba que no, a él le daba lo mismo, mientras que no se enterara, el orgullo ante todo.

Se dejó caer, apoyándose en los brazos, notando como un par de gotitas de sudor se escurrían por su rostro hasta caer al colchón. Tenía que estirar las piernas, pues el "pinchazo" le taladraba, una y otra vez, más molesto que doloroso. Se extendió junto a ella, besándola antes, un pico, un "final apropiado" a la noche.

Al menos esos eran sus planes.

Estuvieron un rato así, calmados, relajados. El tintineo de las velas seguía, con su luz anaranjada. Ella había vuelto a levantar ligeramente el trasero en ese gesto tan extraño a los ojos de Raúl, así mismo, tanteó con su mano en uno de los lados de la cama, como buscando algo que se le hubiera caído.

"Beep, Beep, Beep"

Ese sonido, que tanto le recordaba al de uno de los cronómetros que usaban en natación, le sobresaltó.

-¿Qué es eso? –Preguntó el joven.-

-Nada, nada. –Aclaró ella.- Descansa, tranquilo... Has estado genial.

Le dio otro beso y cerró los ojos, como dispuesta a dormir. Él estuvo un rato meditando, a la luz anaranjada, mientras pensaba que por seguridad sería más correcto apagar las velas, se quedó tiernamente dormido.

"Beep, Beep, Beep"

De nuevo ese sonido estridente, abrió los ojos. Claudia se revolvió, suspiró y se colocó encima de él, con la cabeza entre sus piernas. El sueño no le permitió saber lo que hacía hasta sentir el húmedo contacto de su saliva en su miembro relajado.

-Mmmm... –Comentó él, con voz adormilada.- ¿Aún quieres más?

-Tu descansa. –Murmuró ella, abandonado su tarea unos instantes.- Esta vez el trabajo es mío.

-"No le repliques." –Se dijo Raúl mentalmente.- "Una mamada nocturna nunca viene mal, aunque sea después de tanta marcha..."

Y siguió y siguió, hasta que su pequeño gran amigo, al principio reacio y luego voluntarioso, se irguió. Ella no concedió tregua, volvió a colocarse, esta vez encima de su miembro, y se lo metió dentro, poco a poco.

-Mmmm... –Suspiró Raúl, sintiendo una vez más el interior de la mujer.-

Comenzó a trotar, al principio de forma calmada, luego más rápida. Sus muslos apretaban mucho, ella resoplaba de vez en cuando. A veces se paraba y describía movimientos circulares con la pelvis, un suave masaje interior que se hizo insoportable para el "pobre" chico. Se corrió sin más dilación.

-Buuff... –Jadeó él, agradecido.- Ese movimiento... Mmmm... Es genial...

-Descansa. –Le dio un nuevo beso, se tendió en su lado de la cama, y todo volvió a ser como antes.-

Él no duró mucho, de nuevo pensando en las velas, y en lo genial que estaba siendo esa velada, un gran final, sin duda.

"Beep, Beep, Beep"

-Joder… -Gruñó, de nuevo sobresaltado.- ¿Qué es esa cosa?

Mismo modus operandi, misma tarea. Su boca y sus manos levantaron lo que era imposible de levantar otra vez, él se mostró poco convencido, pero al final cedió, ¿Quién rechaza un poco de sexo? Lo máximo que participó fue estirar una mano para acariciar un pecho de la mujer. Volvió a terminar, si es que a eso podía llamársele terminar, porque más que un orgasmo simplemente notó una especie de electricidad en los genitales. Ella se inclinó sobre él y le dio otro beso, volvió a su lado.

Raúl se durmió de nuevo, pensando que quizás la chica tenía tantas ganas porque al ser lesbiana pocos penes abundarían en sus noches de placer, al menos de los que no eran de plástico. Se durmió con una sonrisilla de suficiencia en la cara.

"Beep, Beep, Beep"

-Buufff… -Bufó él, absolutamente inmóvil, sin saber qué estaba pasando.-

Y lo mismo, caricias, estimulación bucal, trote, corrida, si es que había algo con lo que correrse, besito y a dormir. Cada vez le llevaba más tiempo conseguir que su miembro se levantara, incluso notaba un pequeño escozor en la base del pene.

Se volvió a dormir.

"Beep, Beep, Beep"

-"Oh, joder…" –Lloriqueó él en su mente, entreabriendo los ojos muy ligeramente, totalmente adormilado.- "Otra vez no, otra vez no."

Pero todo volvió a suceder, una vez más.

Se durmió de nuevo, pensando en lo acertado que sería girarse y quedar bocabajo, eso le ayudaría a librarse del terrible súcubo que tenía al lado. Pero no lo hizo.

"Beep, Beep, Beep"

-"No te levantes, no te levantes." –Le suplicaba a su pene, en un tono mental desesperado.- "Por favor, no te levantes..."

Ni caso. El ciclo se repitió.

Si sonó más veces el "Beep, Beep, Beep" no lo supo, pues quedó totalmente dormido, inconsciente quizás, una vez despertó de su sueño, en el que iba recorriendo una carretera de arena con un tractor, llena de baches que le hacían subir y bajar en su aparato agrícola, que botaba y botaba, creyendo ver la cara de Claudia encima suya, pero no pudo racionalizar más. No podía más, ni su mente ni, mucho menos, su cuerpo.

Continuará.

PD: Este capítulo va especialmente dedicado al señor Fernando, uno de tantos que con su apoyo y sus ánimos hacen que esta historia pueda seguir adelante, pues sin él, sin vosotros, sería imposible continuar. ¡Gracias!