Eso (06.5)

Porque os lo mereceis... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo XXXI

Con Liz las cosas habían pasado a un plano diferente, la última barrera que había entre ellos se rompió irremediablemente. Elizabeth se comportaba así, de esa manera, desde que, siendo aún más joven, tuvo una mala experiencia sentimental, la utilizaron. No quiso entrar en detalles, pero Raúl supuso que para cosas desagradables. Por eso sentía un irrefrenable deseo de ser ella la que dirigiera los hilos, de llevar los pantalones, la iniciativa, de protegerse las espaldas. Su sonrisa impregnó la vida de Raúl mucho más rápido de lo que él habría imaginado, ahora sí eran "una pareja especial", ya no había secretos, ni apariencias.

Ella se sentía segura a su lado, él la encontraba fascinante y maravillosa tal y como le había parecido el primer día, unas semanas atrás, en la playa.

-Dime una locura que hayas echo últimamente... –Le preguntó un día, mientras paseaban, solos, cogidos de la mano, por el paseo marítimo que tan bien conocían.-

-Pues... –Raúl recordó cuando Nadia, la pelirroja, le hizo una pregunta similar, le pareció algo tan lejano que se asustó. Sonrió para sus adentros pensando en el desenlace, señaló hacia lo lejos, una de las altas torres de los socorristas.- Me desnudé subido en una de esas.

-¿Para qué? –Preguntó la inglesa, incrédula.-

-Pues no lo sé... –Dijo sinceramente.- Para demostrar que podía.

-¿Si te pidiera que subieras a esa torre y te desnudaras lo harías?

-No creo... –Se mordió el labio, no tenía ganas de desnudarse, bastante tenía con la playa nudista.- Pero si quieres verme desnudo, siempre podemos hacerlo más íntimo.

-Siempre pensando en lo mismo. –Se burló Liz.- Además, para verte desnudo ya tengo la playa, ¿Por qué crees que insistí para que fueras?

-Pervertida. –Cerró los ojos, dándole teatralidad a su enfado.-

-Sí, quizás... –Carcajeó.- No sé, aquí me siento más libre, como si me fuera más fácil hacer locuras...

-¿Cómo la de esta noche?

-Solo es una macrofiesta. –Pronunció la última palabra por sílabas, dado que la había aprendido hace poco.-

-Alcohol, drogas, mucha gente en poco espacio, música a todo volumen... –Negó con la cabeza.- Prefiero algo más relajado...

-Solo será esta noche, a las chicas les hizo gracia, y...

-En fin, os acompañaré, pero tu misma verás que no es tan bonito como lo pintaban.

-¿Quién lo pintaba? –Preguntó ella, sin entender la expresión.-

-No importa... –Rió él.-

El local tenía aforo para más de dos mil personas, especialmente acondicionado solo para el verano, cuando se podía llenar, no sabía qué se celebraba, pero si no estaba lleno, poco faltaba. La potencia de los focos y de los altavoces les inundó nada más entrar, Raúl se resignó, no le gustaba para nada el ambiente de esos lugares. Empezó a sonar la música, las copas se servían como si de caramelos se trataran, pronto los verdaderos "caramelos", las pastillas, hicieron su aparición, pese a que el equipo de seguridad contratado era enorme, con buscar medio minuto, encontrabas a gente trapicheando con éxtasis, cocaína u otras drogas...

-¡Ven a bailar! –Gritó Liz con todas sus fuerzas, aunque al final tuvo que hacerse entender por el lenguaje de los signos.-

Bailar era difícil, pese a que la pista era enorme, consiguieron un buen sitio, el grupo procedió a moverse, se rieron, ya tenían una copa encima, una cerveza en el caso de Raúl. Las inglesas se acoplaron al ritmo muy pronto, no les salía tan natural como a los demás, pero sí sabían lo que se hacían.

-¡Esto es genial! –Gritó Camila al tiempo que saltaba y menaba la cabeza.- ¡Me encanta! ¡Amo este país!

Conforme aumentaba el alcohol en sangre, el calor y la hora, las cosas se volvían más locas. Raúl se sentía un poco el padre de todos, por eso tuvo que hacer cosa tan simples como espantar a uno que otro moscón que revoloteaba alrededor de las chicas, importunándolas, así como evitar que los "caramelos" acabaran en sus vasos de tubo.

No bebió ni tres cervezas esa noche, estuvo agobiado, Liz no parecía tan disgustada, pero le seguía de cerca, sonriendo cada vez que le miraba con el ceño fruncido.

-Me gustas más cuando sonríes. –Leyó en sus labios.-

-A mí tú me gustas siempre. –Matizó él, dándole igual que le escuchara o no.- Si he venido a este infierno es por no dejarte sola.

La inglesa, que no le debió escuchar, simplemente sonrió y siguió bailando. Raúl se encontró con algunos de sus viejos conocidos, Nadia, entre el barullo de gente y luces, seguía destacando por su pelo color rojo. Creyó distinguir a Estela, a lo lejos, pero no estuvo seguro, había demasiada gente. En torno a las cuatro de la mañana las chicas dijeron basta, los chicos tampoco estaban para mucho más, en nombre de la fiesta habían bebido todo lo que había caído en sus manos, o mejor dicho, gargantas. La gran mayoría de la gente seguía ahí, llegar a una de las salidas fue una odisea, pero llegaron. Raúl, el más lúcido, dirigió el sobrecargado coche de alquiler, pese a que no tenía carné, ya había conducido varias veces, las risas se sucedían, reinaba el buen ambiente, fruto del alcohol, al menos aún no les habían entrado las nauseas.

Dejó a los chicos antes, le pillaba de camino hacia el hotel de las mujeres, por lo que, él solo, tomó rumbo al cuartel general de las inglesas. Fue difícil aparcar y llevar a las cuatro en la misma dirección, tendían a dar vueltas e irse por los lados, y de nuevo, se sintió como el padre del gran rebaño. Su ceño fruncido contrastaba con la sonrisilla que se le escapaba al ver a las chicas y sus locuras fruta del alcohol.

Los encargados del turno de noche le facilitaron las diferentes llaves, al parecer, eran semi-suite contiguas, conectadas por puertas interiores, emulando los hoteles de la patria de las chicas. Uno de los mozos le ayudó a sostener a las chica, más con el miedo de que vomitaran o rompieran algo caro que por el simple gesto filantrópico, acto que, por cierto, Raúl tuvo que aplacar con una propina. Liz era la chica que estaba menos tocada, pero aún así, tenía su chispa de simpatía.

Entraron en el primer cuarto, las dejó sentadas en la cama mientras conducía a Liz hacia el baño, fue drástico, llenó el lavabo de agua gélida y sumergió su cabeza en él.

Quizás por el contraste con la cálida madrugada que vivían, quizás porque había sido un poco bruto al "despertarla", la chica reaccionó en el acto, abrió mucho los ojos, y tosió.

-Gracias... –Frunció el ceño mientras cogía una toalla.- Supongo...

-No se tienen en pie. –Las señaló.-

-Sí... –Parpadeó un par de veces.- Esta es la habitación doble, la de Gwen y Camila, yo me encargo de ellas, tu llévate a Keira, es la tercera habitación hacia la derecha, la mía es la segunda.

-Pero... –Se rascó la barbilla.- ¿Y qué hago?

-Pues la desnudas, le das una ducha fría, le pones algo encima y la metes en la cama.

-No sé si...

-Ya la has visto desnuda en la playa, no será nada nuevo, venga, que tienen cara de ponerse a vomitar por todas partes... –Se hizo una coleta con un vertiginoso movimiento de muñeca.- Creo que en el tercer cajón de su cómoda tiene un pijama... Iré a ayudarte cuando termine con estas...

La verdad es que tenían un aspecto lamentable, se sostenían las unas apoyadas en las otras, sus cabezas oscilaban levemente. Raúl se pasó el brazo de Keira por los hombros y la cogió por la cintura. Atravesó las puertas interiores y llegó a la tercera habitación, tuvo la perversa necesidad de otear la segunda, la de Liz, pero la inglesa que portaba en brazos no le permitía mayores distracciones.

-Mi cabeza... –Dijo la chica en inglés.- Me da vueltas...

-No te quejes, al menos la conservas. –Le posó la mano en la frente para sostenerle la cabeza en alto.-

Encendió las luces y entró en el baño, la sentó en el inodoro. La miró, no tenía buen aspecto, parecía demasiado pálida. Le quitó las estilosas botas que llevaba, le apretó cariñosamente los pies para revitalizar la circulación.

-Las guiris siempre tan propensas al alcohol. –Comentó Raúl, más para si mismo.-

Palpar su cadera para bajar sus medias fue algo extraño, empezó a sentir la electricidad propia que da el morbo de desvestir a una mujer, aunque estuviera tan borracha que apenas conseguía mantenerse incorporada. La ayudó a levantarse, le sacó el vestido poco a poco, sus senos quedaron al aire, ya los había vistos en muchas ocasiones, incluso los había tenido encima, pero la situación le estaba excitando, definitivamente.

Quitarle la braguita tanga fue difícil, no quería propasarse, pero por el olor a mujer y la humedad de la prenda íntima, casi pudo sentir su coñito entre los dedos. Procedió a quitarle el reloj, un anillo y un par de collares. La chica levantó la cabeza hacia él, con la mirada perdida, dijo algo ininteligible en inglés, Raúl suspiró. La ayudó a incorporarse, prácticamente tuvo que levantarla a pulso, y meterla en la bañera no fue más sencillo. Al principio había pensado en ducharla estando de pie, pero la opción la desechó de inmediato, no se sostenía. La sentó lentamente, sujetándola en todo momento.

No hubo soltado su brazo cuando se contrajo, Raúl, conociendo lo que iba a suceder, la levantó a pulso de nuevo y la puso delante del inodoro, le sujetó el pelo, casi ni le había dado tiempo a retirarlo cuando la chica expulsó gran parte del alcohol de su organismo. Vomitar era algo a lo que no terminaba de acostumbrarse, menos aún cuando era él la persona que tenía que ayudar a las otras personas. Cuando la chica se hubo librado de todo, Raúl le enjuagó la boca con sutileza. De nuevo, la levantó a pulso y la introdujo en la bañera.

Cogió la ducha y... El primer chorro de agua hizo que la mujer se erizara, abrió un poco los ojos, murmuró algo. El agua estaba templada, mojó su pelo, comprobó que había dejado por quitar una pinza, la sustrajo con cuidado de no darle un tirón. Giró un poco más el grifo del agua caliente, la chica lo agradeció. Raúl, para ese entonces, estaba francamente excitado, su erección rozaba lo doloroso, la situación le parecía sinceramente cómica. La chica era un pelele en sus manos, una mera marioneta, podría hacer cualquier cosa con ella. Al agacharse sobre la bañera, su miembro rozaba contra el borde de la misma, inconscientemente él buscó esa fricción, disfrutándola, deseando tener más, mucho más.

Se resignó, su papel era el de cuidador, al menos esa noche. El agua caliente le sentó mejor a la chica, se relajó, había vuelto a entrecerrar los ojos, quizás de cansancio, aún bajo los efectos del alcohol, o quizás, disfrutando ese baño forzoso. Raúl rió entre dientes, había dirigido "por casualidad" el torrente de agua hacia la entrepierna de la chica, esta, casi por inercia, las abrió.

-"El alcohol las vuelve muy putas." –Pensó para sus adentros mientras mantenía el chorro de agua dirigido al mismo sitio.- "Se follaría a cualquier bicho viviente, sin importarle nada... Que mala combinación..."

Especulando que ya sería suficiente, cerró completamente el agua caliente, al instante, de la ducha tan solo brotó un chorro helado, ella dio un pequeño respingo, Raúl la mojó varias veces, procurando llegar a todo su cuerpo. Cuando pensó que era suficiente, cerró el grifo y cogió el albornoz que colgaba a mano derecha. Pensándolo mejor, salió a la habitación y colocó una toalla de mano en la cama, volvió, y vistió a la inglesa ebria con el albornoz. Resignado de nuevo, la cargó hasta la cama, sentándola en la toalla. Su paquete no hacía más que empujar, él estaba cansado, y ella, accesible, frágil, sola...

Viendo que el albornoz puesto no le servía de nada, se lo quitó y la secó con él. Tuvo especial cuidado con el pelo, no fuera que se resfriara por la humedad, bajó por su cuello, su espalda, sus brazos... Keira tenía los senos francamente voluminosos, por lo que, aún con la toalla, se sentían perfectamente. Los secó lenta y suavemente, casi con adoración, bajo su pantalón, su polla había iniciado una refriega, quería salir. Sintió sus pezones ligeramente endurecidos, el agua fría había cumplido su función, los "secó" con especial entusiasmo. Bajó a sus pies, subió por sus piernas, las abrió ligeramente, divisó su coño ante sus ojos, accesible, apetecible... Le dolían los testículos.

Le secó el interior de los muslos, llegó a su sexo, aún con la toalla, se sentían los pliegues, la delicada zona, el calor propio... Instintivamente, su dedo corazón se alargó, ella pareció notarlo, porque abrió ligeramente las piernas. La verdad es que no tenía claro si estaba despierta o dormida, los ojos los tenía prácticamente cerrados, y solo se movía con su ayuda. Sus caricias a través de la toalla se estaban convirtiendo en una pequeña masturbación, estaba tan caliente… Cuando creyó que no podría soportarlo más, dejó su sexo, no pudo evitar oler la zona de la toalla con la que había rozado su coño, olía a mujer, un escalofrío recorrió su espalda.

La miró unos instantes, ahí, totalmente accesible. ¿Cuánto tiempo necesitaría para follársela? Tan caliente como estaba, quizás un par de minutos, menos si conseguía que ella apretara los muslos… Se encontró acariciándose el notable bulto formado en su pantalón, al tiempo que su lengua humedecía sus labios, secos.

-"Estás loco." –Pensó.- "Eso no puede ser…"

Buscó en los cajones hasta encontrar unas braguitas y una camiseta, le puso la camiseta con dificultad, realmente había desvestido a unas cuentas mujeres, pero no recordaba haber vestido a ninguna, al menos no en esas circunstancias. Ponerle las braguitas fue aún más extraño, conforme subía por sus muslos, sabía que su coño ejercía una influencia peligrosa en él. El último tramo antes de colocarlas bien fue un suplicio, no podía evitar devorar su sexo con los ojos, lo rozó por accidente, volvió a retorcerse de dolor, su polla, abultada, le pedía un tributo.

Respiró hondo, retiró las toallas húmedas y abrió la cama, la introdujo con suavidad y la tapó bien, en un último momento, divertido, le dio un beso en la frente. Seguía ahí, al alcance de sus manos... Era probable que a la mañana siguiente no se acordara de nada de lo acontecido, y él, si era rápido, quizás podría...

-"No." –Se obligó a pensar, invirtiendo toda su fuerza de voluntad.- "Tú no eres de esos, tú no te aprovecharías de una chica borracha..."

Poco convencido, tuvo que ocuparse en llevar las toallas al baño y arreglar los desperfectos, cuando salía del aseo, Liz abría la puerta interior. La inglesa parecía lúcida, aunque seguía manteniendo una chispa de alcohol en la mirada.

-¿Qué tal? –Le preguntó.-

-Ha sido complicado, pero me he superado. –Afirmó él, dándose importancia.-

Liz abrió con sutilidad las sábanas y comprobó a la chica, que dormía plácidamente, le dio una palmadita en el hombro y la volvió a arropar. Cerró las cortinas de la habitación y le indicó con un gesto que salieran. Dejaron a Keira con sus sueños, que parecía disfrutar en paz, al menos así lo indicaba su relajada respiración.

-Gwen y Camila ya están acostadas. –Explicó Liz.-

-Bien... –Raúl suspiró.- ¿Tú estás bien?

-Sí, no he bebido mucho... –Liz parecía haber bebido más de lo normal, pero no hasta alcanzar el punto de emborracharse, tan solo un leve oscilar de vez en cuando y una mirada perdida.-

-Toma. –Sacó las llaves del coche de alquiler y las puso en una pequeña mesa de madera que había en la habitación.- Pediré un taxi en recepción, descansa, ya nos veremos mañana.

-¡No te vayas! –Lo dijo con un tono de voz alarmantemente alto, Raúl corrió a taparle la boca con su mano, no fuera que despertara a todo el hotel.- ¡No te vayas, Raoul, no te vayas!

-Chsst... ¡Calla! –Sentía el aliento de la inglesa colarse entre sus dedos.- Ves como si has bebido.

-Que no, te lo juro. –Se desasió del chico y se incorporó, intentó ponerse a la pata coja, pero perdió levemente el equilibrio.- Bueno, un poco...

-¿También quieres que te arrope? –Rió él.-

-No estaría mal. –Respondió la chica.- Yo también tengo derecho a que me cuiden y piensen en mí, ¿Sabes?, siempre me toca ser la responsable... Eso es aburrido, yo también quiero fiesta, quiero diversión, ¡Quiero vivir!

Como había comenzado a gritar de nuevo, Raúl tapó su boca, y esta vez no la dejó despegarse.

-Bien... –Ordenó.- Ahora te vas a desnudar y te vas a meter en la cama.

Liz asintió, uno de los mechones de su pelo cayó sobre su frente. Raúl sonrió mientras se lo colocaba en su sitio. La verdad es que a él también le tocaba siempre ser el cuidador, el padre, el responsable... ¿Lo odiaba? A veces sí, pero otras...

La ropa de la mujer estaba ligeramente mojada, supuso que del baño de Gwen y Camila, agradeció que estas dos últimas no estuvieran tan mal como Keira, porque, de haber sido así, habrían podido acabar resbalando, o teniendo cualquier otro tipo de accidente, Liz no estaba tan bien como para poder haberse echo cargo, parecía una niña de nueve años, caprichosa y escandalosa.

Se desnudó mientras tarareaba una canción, Raúl la observó, su parte cuerda le decía que la acostara y se marchara, su parte salvaje, materializada en su insatisfecha erección, le pedía sexo. Abrió su cama y se metió, se arropó hasta el cuello, sin ponerse pijama ni nada.

-Se está muy caliente. –Aseguró, asintiendo con la cabeza.-

-Me voy, duérmete.

-¿Sin mi beso de buenas noches? –Puso una mirada trágica.-

-Está bien...

Se inclinó hacia ella y le dio un beso, la chica tuvo una reacción sorprendente, llevó su mano al paquete de este y lo cogió con fuerza, Raúl, por efecto magnético, saltó hacia atrás.

-¡Como se te ha puesto! –Gritó ella de pronto, ganándose una mirada reprobatoria del joven.-

La penumbra de la habitación y la su pantalón lo habían disimulado ligeramente, pero era obvio que la chica se debía de haber dado cuenta.

-Ahora sí, buenas noches. –Murmuró, temiendo no poder controlarse más.-

-Raoul... Quédate conmigo.

-No puedo.

-¿Por qué?

-Porque estás borracha. –Dijo con un hilo de voz, traicionando su propio deseo.-

-No, no lo estoy, o sea, conservo la cabeza, solo es un poco raro como se mueve todo, pero lo digo de verdad, quédate conmigo esta noche.

-Liz, nos vemos maña...

-¿Me deseas? –Le interrumpió.-

-Ya lo has comprobado. –Masculló, refiriéndose a su erección.-

Ella abrió las sábanas y se ofreció.

-Te lo mereces, yo quiero hacerlo, de verdad, quiero, desde hace mucho, te deseo, Raoul.

Era tarde, estaba cansado, empalmado salvajemente, con una chica desnuda que se le ofrecía voluntariamente, por lo que no podría considerarse aprovecharse, además, esta chica era Liz, con la que sí había intimado las semanas anteriores, era algo que esperaba y que, en esta ocasión, se le ofrecía.

-Como se dice... –La chica asintió, buscando las palabras.- Hacer el amor, sí, eso...

-Liz, no me tientes, yo...

-Quédate ahí si quieres. –Se obstinó ella finalmente.- Pero yo voy a pasármelo bien.

Sus manos bajaron hasta su entrepierna, y, ante los ojos pecaminosos del chico, comenzó a masturbarse. Lentamente, acariciando los alrededores de su clítoris.

-Sería muy descortés por tu parte marcharte sin... –Suspiró.- Participar.

Para esos entonces, Raúl ya no pudo más, algo se rompió en su cabeza, el paternalismo había sido derrotado por la lujuría, se deshizo de su indumentaria, entró en ropa interior en la cama de Liz, esta le acogió con una lluvia de besos, abandonando momentáneamente su masturbación.

-Quizás mañana me mortifique. –Comentó él.- Pero ahora, no puedo evitarlo, me gustas mucho, desde que te vi, me pareces una mujer interesante, y... Lástima que hayas tenido que emborracharte para corresponderlo...

-Eres tonto... –Masculló con delicadeza.- No he bebido lo suficiente como para hacer algo contra mi voluntad, te deseo, Raoul, de verdad, hazme el amor.

Cuando la chica tiró el bóxer que él llevaba, su polla salió como si tuviera un muelle, sorprendiéndola. Ella hizo ademán de llevársela a la boca, pero se encontró con la mano de Raúl, apartándola.

-No. –Expresó únicamente, puesto que sabía que debido a su excitación no aguantaría más que unos instantes una vez su miembro entrada "en acción".-

La postró en la cama y se inclinó sobre su sexo, lo había deseado todos esos largos días de playa y ahora, nadie se lo iba a quitar. Lo lamió con gusto, con fijación, con esmero, quería dar buena impresión, quería hacerla disfrutar mucho. No utilizó sus manos para nada, solo su lengua, sintió un calambre, pero estaba desbocado, quería hacerla acabar, un orgasmo clitorial puro, la chica, que había comenzado a gemir levemente, se contrajo en un espasmo brusco...

Y explotó.

Raúl había sido rápido en taparle la boca, su grito, largo y chirriante, habría sido más que suficiente para que les echaran. Sus piernas se movían frenéticas, su pecho subía y bajaba.

-"Joder…" –Pensó.- "Es verdad que estaba deseándolo…"

Su polla estaba en un perfecto horizontal, roja, muy roja, llena de sangre, deseosa de lanzar su carga de soldaditos de la vida. La inglesa, por su parte, se recuperó de su orgasmo, espabilándose ella misma mediante pequeños pellizcos. Raúl no podría aguantar mucho más, realmente se sentía apunto de explotar.

-Espera... –Susurró la inglesa.-

Rebuscó en la mesilla de noche que había a su lado, encontró lo que necesitaba, un preservativo, verde.

-Pipermín. –Aclaró ella, guiñándole el ojo.-

-Que remedio... –La verdad es que el sexo con preservativo era inmensamente peor, pero le daba igual, con tal de poder penetrarla.-

-No te preocupes, solo quería que lo vieras, no que lo usaras. –Rió ella.- Es la prueba de que sí quería acostarme contigo, lo guardé por eso...

-Gracias...

Ella tomó la iniciativa, esta vez sí, consiguió engullir el palpitante trozo de carne de Raúl, que inclinó hacia atrás la cabeza, aliviado de sentir sus labios y su lengua sobre su polla. Tenía un toque diferente, más lento, más concreto, más placentero.

-Déjame sentir tu interior... –Rogó él, temeroso de correrse en su boca.-

-Mi carne hierve porque lo hagas... –Ella fue la que condujo su polla hasta su coño, la colocó en su entrada prohibida, sonrió.-

Fue maravilloso. Casi por ese momento, ya sintió que sus fuerzas flaqueaban y el flujo de esperma salía descontrolado. Se controló a tiempo, había tanto morbo en el ambiente, no era solo un coño, era el coño de Liz, lo había deseado desde hacía mucho tiempo, y más aún teniéndolo delante día tras día, era un lujo tenerlo todo para él...

Comenzó con fuerza, no podría aguantar mucho más, por lo que mejor hacerlo rápido. La chica se asió con ímpetu a las sábanas, e intentó cerrar la boca para no gemir tan fuerte, cosa difícil.

-Me... Gustas... Mucho... –Ella repitió las palabras que el chico había utilizado.-

-¡Ya no puedo más! –Fue lo único que pudo balbucear.-

Se corrió con violencia, sintiendo como las piernas le flaqueaban, salió de la inglesa, su semen se derramó por su tórax y las sábanas, la chica se apresuró a colocarse de nuevo en posición para poder mamársela, quería alargar su placer, y en efecto, fue una sensación bastante reconfortante, Liz se la chupaba muy rápido, su orgasmo, aunque acabado, no producía el habitual retraimiento, sino que, gracias a la estimulación de la inglesa, mantenía su polla en funcionamiento pleno.

-Puedo aguantar... –Susurró él, envalentonado. Comprobando como la falta de sexo de las últimas semanas se notaba en su resistencia.- Un poco más...

-Entonces rompe mi culo... –Lo dijo en inglés, pero él lo entendió. Había escuchado esa expresión muchas veces en las películas porno en las que hablaban en ese idioma.-

-Escupe bien, dame tu saliva, la necesitarás... –Esta vez no dudó, si ella lo quería por detrás, así sería.-

-Hum... Hum... –La chica parecía ansiosa, estaba desatada, no dejaba de lamérsela como si fuera un helado.- Házmelo...

Se tumbó bocabajo, poniendo el culito ligeramente en pompa. Él rápidamente cortejó el agujero prohibido de la mujer, rozó con su capullo el angosto pasaje, le susurró palabras de sosiego al oído, pero ella no las necesitaba, temblaba, sí, pero de excitación. La introdujo con mucha dulzura, estaba apretado, le gustaba. Comenzó el mete saca, la chica gemía. Buscó su mano, aún con los ojos cerrados, la encontró y las estrecharon.

Fue rápido e intenso, se corrió dentro de ella, sintió su leche, poco abundante esta vez, manchar su interior. Sus respiraciones se relajaron, Liz se dio la vuelta, quedaron cosidos por un abrazo, se besaron dulcemente. Estaban unidos, muy unidos. Quizás su primera vez juntos no había sido todo lo mágica que quisieran, pero había sido pasional, intensa, no había estado tan mal...

-Dime una cosa... –Susurró ella, medio dormida, llevando una de las manos del chico a sus pechos.-

-¿Qué?

-¿De verdad te parecen pequeñas?

Raúl no pudo más que sonreír.

Capítulo XXXII

El despertar fue más bien inusual. Sentía algo frío clavado en el pecho, casi como un cubito de hielo se deslizara por su piel. No tardó más que unos instantes, con los ojos entrecerrados ante el torrente de luz de las cortinas mal cerradas, en cerciorarse de que el frío venía de los extraños labios de Liz, que le besaba suavemente el pecho, con gesto cariñoso.

-Buenos días. –Susurró ella cuando se dio cuenta de que estaba despierto.-

-Buenos... –Bostezó perezosamente, tapándose la boca por educación.- Días...

-¿Has dormido bien?

Pero antes de contestar fue siendo consciente de donde estaba. Permanecía en la habitación del hotel, obviamente, su ropa estaba tirada no muy lejos, el Sol entraba con fuerza a través de las cortinas, debía ser mediodía, quizás más tarde... En un coqueto reloj, situado encima de una cómoda, pudo ver que era la una y media.

-Sí, genial. –La estrechó entre sus brazos, el cuerpo de la chica se amoldaba perfectamente a ellos.- ¿Llevas mucho despierta?

-Un rato... –Se retiró un mechón de pelo que le caía en la cara.- Vino la encargada de la limpieza, y como no teníamos el cartel... Tuve que pedirle que viniera más tarde.

-Pareces cansada. –Murmuró él, examinando con detenimiento sus ojos.-

-No me has dejado dormir mucho. –Le dedicó una mirada irónica.- Además, tampoco he podido estar tranquila...

-Vaya... –Él se incorporó levemente, estaba desnudo, pero no sentía ni un atisbo de pudor, las sesiones en la playa y el hecho de haber intimado con Liz así se lo permitían.- Pues eso no es bueno, dicen que si las flores no descansan se marchitan.

-Eso es un... –Intentó recordar la palabra que el chico le había enseñado días atrás.- ¿Piropo?

-Más o menos... –Lo apartó de escena con un ademán de la mano, pensando que era demasiado malo.- Oh...

Fue consciente de que tenía una bonita erección matutina, ella obviamente tenía que haberse dado cuenta, pero él, tan acostumbrado a esas sensaciones, no lo supo hasta estar de pie y desnudo en mitad de la habitación.

-Parece contento. –Murmuró Liz, sonriente.-

-Es que es educado y le gusta dar los buenos días también. –Susurró él, mientras volvía a la cama y buscaba los labios de la chica, que le acogieron sin vacilación.- Eres preciosa...

La verdad es que la escena lo era, sus cabellos color paja, habitualmente peinados hasta el último extremo, incluso en el playa era raro que su peinado se deshiciese, ahora caían, libres, sobre su espalda y su cara. Su piel se deslizaba con suavidad bajo sus manos, como terciopelo, y sus labios, como siempre, de hielo.

Hicieron el amor ahí mismo, esta vez más sosegados, más calmados... Degustando cada momento y no controlados por sus instintos como la noche anterior.

-Mmm... –Gemía ella, notando el voluntarioso falo del joven introducirse con suavidad en su interior.- Eres muy dulce...

-No hables... –Susurraba él.- Solo mírame, a los ojos...

Desde el principio hasta el final sus ojos estuvieron unidos, incluso cuando los entrecerraban a causa del placer, verde y azul se mezclaban, se deseaban. Y Raúl no pudo evitar sentir un esbozo de tristeza dentro del océano de la chica, algo la apenaba.

No hubo pasión, ni grandes gritos, solo un tenue orgasmo compartido, pero era lo que querían, sentirse mutuamente, decirse palabras de amor, pero sin hablar. Terminado el baile sexual, quedaron de nuevo uno al lado del otro, hacía calor, el mando del aire acondicionado estaba en el suelo, ninguno tenía la intención de despertarse y romper la magia.

-Liz... –Murmuró él de pronto.- ¿Ocurre algo?

-No, no... –Intentó callarle con un beso, pero él no se dejó.- No pasa nada, Raoul.

-Mientes. –Comentó él, mientras acariciaba uno de los hombros de la joven.- Lo sé.

-¿Por qué crees saberlo?

-Porque no puedes mirarme a los ojos como antes...

-¿Cómo antes? –Ella acomodó de nuevo su cabeza en su pecho, parecía que le gustaba el sitio.-

-Sí... Antes con solo mirarme era como si me atravesaras, ahora... Estás lejos.

-Raoul...

-Hice algo mal... Ayer, ¿Debí marcharme? ¿Te arrepientes? –La verdad es que estaba realmente preocupado por lo sucedido.- Entonces, lo de antes...

-No es eso... –Apretó más la cara contra su cuerpo.- Es que...

-Puedes confiar en mí. –Acarició su suave cabellera, revuelta, bajó hasta la nuca de la inglesa, su cuerpo se tensó en un escalofrío provocado por la delicadeza de las yemas de los dedos en tan delicada zona.-

-Raoul... –Rehuía el contacto visual.- Nos vamos mañana...

Sus caricias cesaron automáticamente, su mano, cariñosa, cayó sobre la cama, derrotada. ¿Qué sentía? Muchas cosas. Entre la decepción y la tristeza, una parte de él le susurraba al oído "Ya sabías que esto pasaría" y otra, más pequeña y oculta, clamaba de dolor, notando como poco a poco su corazón volvía a contraerse y encerrarse en esa jaula de hierro de donde nunca tenía que haber salido.

Ella finalmente pareció recobrar su seguridad anterior, porque se giró hasta encontrar sus ojos, apáticos.

-¿Te marchas? –Repitió él, intentando digerir las palabras.-

-Lo siento. –Buscó su mano para estrecharla, pero él la rehuyó, simuló que le picaba el otro brazo para que los dedos de la británica no se acomodaran entre los suyos.- De verdad, he intentado decírtelo muchas veces, pero...

-No, no, no te preocupes. –Fingió una media sonrisa, pero ella sabía que no era auténtica.- Bueno, esto iba a pasar, no hay que hacer un drama.

-Pero...

-Eres fantástica. –Se incorporó de la cama y buscó su ropa.- Guapa, inteligente, educada... Incluso tienes estilo...

Ella se había sentado en la cama, sus apetitosos senos al aire, su rostro, siempre bellísimo, enmarcado por un halo de tristeza.

-Tendré un buen recuerdo. –De nuevo otra sonrisa fingida, terminó de ponerse los zapatos.- Y aún nos queda una tarde, ¿No?

-Sí, pero...

-Pues bueno... Ya nos despediremos mejor... ¡Hasta luego!

Pero ella había sido rápida, y le cogió del antebrazo antes de que abriera la puerta.

-Lo siento, lo siento, siento hacerte daño, siento no habértelo dicho antes... –Sus ojos acuosos le daban la estampa de una ninfa, incluso su acento la hacía parecer aún más exótica.-

-Liz. –La calmó con la mirada.- Los veranos, como los sueños, siempre se terminan...

Ella, incapaz de gesticular algo más coherente, le besó, con todas sus fuerzas, apretando mucho sus labios, siempre fríos, los más extraños y hermosos que nunca hubiera tenido ocasión de probar. Sus lenguas se mezclaron, ella pronto empezó a desvestirlo de nuevo, quería atarlo más tiempo a su lado, tenerlo para ella...

-Raoul...

-Liz...

Él estaba apoyado en la puerta, casi completamente vestido, ella, desnuda como Dios la trajo al mundo, besando con ansiedad cada centímetro de la piel del chico que conseguía desvestir, una vez más. Raúl también sentía el mismo azoramiento, el ritmo palpitante en su corazón, y sus manos, deseosas, tomaron el cuerpo de la chica.

Amasar los pechos de la chica, atrapar entre los dedos sus pezones, que se mostraban duritos, deseosos de entrar en el juego. Pronto reclamó a la chica, con una mirada, que le besara, que le hiciera sentir sus labios por todo el cuerpo, no quería más, no necesitaba más. Él, complaciente, llevó sus manos al sexo de la mujer, que comenzó acariciando poco a poco, notando aún la humedad de su "acto" anterior, y pronto, deseoso como estaba, empezó a producir jugos nuevos, apreciando cada una de las caricias amorosas que le dedicaban.

Las manos de la mujer habían estado acariciando su paquete por encima del pantalón, llegaron a sacarlo por la cremallera del mismo, mostrándolo, aún sin estar erecto del todo, cansado del juego anterior...

-Aaah... –Empezó a gemir ella, que recorría su cuello dándole pequeños mordisquitos.- Aaaah...

Desde esa posición tenía un acceso privilegiado al interior de la chica, y pronto, dos dedos entraban en su interior y otros dos la acariciaban ahí donde podían. Al estar apoyado en la puerta, le daba pequeños golpes de vez en cuando, fruto de la excitación, cualquier persona que hubiera pasado por delante en ese momento habría escuchado todo, extrañada.

-Mmmm... Tus dedos... –Decía ella, ya en ingles.- Son maravillosos... ¡Aah!

Masajeaba su miembro, cada vez más dispuesto a la marcha, mientras él hacía lo propio con su coñito, que se mostraba contentísimo de las atenciones recibidas y mandaba espasmos de placer a su dueña, deseosa de extender el futuro orgasmo lo más posible.

Estaban en sus cosas, amándose de pie, cuando una de las puertas interiores se abrió.

-Liz, has visto mi secador, no sé donde... –Era Keira, vestida únicamente con una camiseta y un pantaloncito, que probablemente se acaba de poner, y que, hablando en ingles, aún soñolienta, vislumbraba la escena.-

Su primer gesto fue de sorpresa, después, avergonzada, hizo ademán de darse la vuelta, pero Liz, risueña, le contestó.

-Lo guardaste en la cómoda de tu cuarto. –Murmuró en su lengua nativa, con un tono de voz bajísimo, como si le costara articular palabras completas.- Bajo el neceser...

-Ah... Sí... –Pese a estar rojísima, no había evitado mirar varias veces el miembro que Liz sostenía en su mano, aunque ahora sin estimularlo, y los dedos del chico, que ahora permanecía quietos, aún internados en el interior de su amiga.- Yo... Esto... Sí...

Cerró la puerta con suavidad.

-Pobrecita... –Murmuró Raúl, mirando ahora a la puerta cerrada.- Parecía avergonzada...

-Si quieres la invito. –Respondió Liz, con una sonrisa.- Creo que parecía bastante dispue... ¡Aaaah!

Él le había pellizcado, a traición pero sin ser cruel, uno de sus labios mayores. La miraba con una sonrisilla de suficiencia en la cara.

-¿Qué te dije de organizarme citas? –Dijo en alusión a su bochornosa reunión con la francesita en la playa, la otra vez.-

-¡Cabrón! –De nuevo se sorprendió, los extranjeros lo primero que aprendían a pronunciar perfectamente eran los insultos. Pero su insulto era más bien cariñoso, así que tan solo le hizo gracia.-

Ella retomó con rapidez la paja que le estaba haciendo, puesto que ya no era una estimulación normal, sino que le masturbaba en toda regla. Él, por su parte, intentó retomar el ritmo de sus dedos, pero la interrupción de Keira había frenado lo que parecía el orgasmo inminente, y él llevaba todas las de perder. Si Liz no aflojaba el ritmo conque le masturbaba, no duraría más de un minuto.

-Liz... –Intentó entretenerla, deseoso de prolongar más la situación.- De que... La conoces...

-¿A Keira? –Ella se mordía los labios, más de una vez soltaba palabras sueltas en ingles, supuso que delirios de placer.- Compartíamos... Colegio... Y lue... Luego... Universidad...

-Eso... Suena... –Intentó sin éxito retirar la mano de la chica que le pajeaba, pero ella insistió en su misión, era su venganza por el pellizco.- Tierno...

-Y tu... Ayer... Le hiciste algo... ¿Si? –Entre los balbuceos y ruiditos de su masturbación, él pareció entender, se refería a cuando la tuvo que desnudar, duchar y meter en la cama.-

-No... No... Fui un buen chico... –Negó con la cabeza, aunque la verdad, había estado a punto de hacerlo, la tenía absolutamente a tiro.-

-Ni siquiera... Le metiste... Un dedo... En el coño... –Le estaba gustando escuchar a la dulce inglesa decir esas obscenidades.-

-Tu... Eres la única. –Notó lo inminente de su orgasmo y definitivamente utilizó su fuerza para retirar la mano de la chica de su miembro. Suspiró aliviado.- La única a la que deseo.

Ella intentó volver a retomar su paja, pero él no la dejó. Tenían que sujetarse el uno al otro, por lo que ninguno recibía placer, y ella era la que más necesitada parecía de terminar. Poniendo cara de angelito, llevó sus manos al rostro de Raúl.

-Sé que eres un niño bueno. –Le besó.- Yo también soy buena.

-Tu eres... –Él bajó lentamente los dedos, mojados del interior del coñito de la chica, por el vientre de esta, haciendo escala en su ombligo, buscando de nuevo el sitio donde debían estar.- El diablo en persona.

-Entonces no querrás saber... –Ella hizo como que se pensaba algo indecente, mientras le daba paso al chico para volver, una vez más, a su vagina.- Que... Ahh... El colegio que compartíamos, era solo para chicas.

-Para... Chicas... –Todos los estereotipos que tenía sobre ese tipo de centros llegaron volando a su mente, su pene dio un brinco de alegría.- Quieres decir...

-Oh... No... –Negó con la cabeza, con semblante lujurioso.- Eso... Solo pasa... En las películas...

-Lástima...

Pero en realidad, los ojos de la chica seguían conteniendo un toque azucarado de malicia y lujuria. ¿Solo en las películas? Sí, claro.

-Eso os gusta... Mmm... Pensar a los chicos... –Seguía recitando ella.-

-Yo no pienso eso. –En realidad era un poco surrealista, con una mano haciéndole una espectacular paja a la chica, de pie y apoyados en la puerta de la habitación, y seguían hablando de forma casi relajada.- No soy como los otros...

-Oooh... –No fue un gemido, fue más bien algo así como una ovación sarcástica, la chica le miró con fijación, había comenzado a mover las caderas para sentir más aún los dedos, empapados por ese entonces, que la taladraban.- ¿Eso crees?

-Sí... Yo no me muero por ver a dos chicas juntas. –En cierto sentido era verdad, pero la causa era que ya era una fantasía anteriormente cumplida.-

-Eres... Más fuerte... ¿Podrías aguantar? –Tuvo una serie de gemidos bastante fuertes, pero no era su orgasmo aún, se estaba haciendo la difícil también.-

-Sí. –Proclamó, bravucón.-

Pero debía de haber tenido en cuenta que Elizabeth era una chica a la que le gustaba jugar, y si podía ganar, mejor que mejor. Ante su sorpresa, esta apartó la mano que exploraba su excitadísima y jugosa entrepierna. Los primeros pasos le fueron difíciles, incluso pensó que se caería, dado que le temblaban las rodillas, pero con resolución, se marchó, abrió la puerta que daba al cuarto de Keira, entró.

No escuchó más que una jerga imposible de entender para él, hablaban en su lengua nativa, y muy rápido, sabiendo que él no captaría ni una palabra. Un minuto después, en el que él se quedó ahí, anonadado, esperando, aparecieron las dos chicas, Liz exhibía una sonrisa de oreja a oreja, Keira estaba ligeramente sonrojada.

-Ella dice que quiere jugar. –Susurró, desafiante, saboreando su victoria.- Veremos si eres tan fuerte como crees

Continuará.

PD. Un dulce regalito, espero, para todos los seguidores fieles de la serie a los que la secta entrega dejó a medias. En especial, y si me permite el atrevimiento, para la señorita Sonia (Moonlight), que ha sido capaz de arrancarme una sonrisa con sus ingeniosas comparaciones con Metallica. Como dirían los toreros, "Va por ustedes".