Eso (06)

Cuando aprieta el calor, sobra la ropa... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo XXVI

Mientras se volvía a duchar en su casa, para quitarse bien la arena y los restos de sal y bronceador, pensaba en lo que iba a suceder esa noche. Por unos momentos, se había olvidado de que se suponía que estaba "deprimido", incluso, se castigó al pensar que tenían razón los que decían que un clavo sacaba a otro clavo. Las inglesas, por muy interesantes que parecieran, se irían en unas semanas, y... ¿De verdad le rentaba perseguirlas como un adolescente salido?

-"Pues sí." –Admitió mentalmente.- "Es el plan más entretenido que tengo ahora mismo..."

Se vistió escogiendo la ropa a conciencia, no quería ir muy elegante, pero tampoco descuidado, cuando creyó que estaba todo en orden, cogió el papel donde había apuntado el número de teléfono de Liz antes de ducharse, y marcó. Le respondieron en inglés, no era la voz de Liz, parecía más una de sus amigas, Keira, quizás.

-Un momento. –Dijo esta, aún en inglés, cuando se presentó como Raúl, uno de los chicos que habían conocido en la playa.- Está en la ducha.

-Eh... No, no importa, la llamaré después, no la... –Pero Keira no le hizo caso, se escuchó como se habrían unas puertas, y luego, el sonido de una ducha, Raúl no pudo evitar tener un escalofrió al pensar que estaría desnuda, quizás, extendiendo un perfumado gel por su piel....-

-Raoul... –La voz de Liz le respondió desde el otro lado.- Un poco pronto...

-No, yo... –Respiró hondo, no quería parecer un tío ansioso y desesperado.- Solo quería saber si no os habíais echado para atrás...

La risa de la mujer inglesa le hizo dejar caer lo hombros, derrotado. Había echo el ridículo.

-Un inglés nunca retira su palabra. –Murmuró ella, el chico intuyó que sonreía.- Llámame en unos minutos, estoy quedándome helada...

-No, no... –Se tapó la cara con la mano que tenía libre, la vergüenza que estaba sintiendo era insoportable.- Tómate tu tiempo, ya nos vemos esta noche, no te...

-Adiós, Raoul... –Se escucharon las ya conocidísimas risitas de sus amigas, por lo que dedujo que la conversación había sido escuchada con el manos libres del teléfono, y que todas habían visto como se aturullaba.- Ahora te veo.

Se dejó caer, molesto por su estupidez. A lo del balón, ahora había que añadir una conversación de teléfono estúpida. Sin embargo, no pudo quitarse de la cabeza la fantasía de Liz en la ducha, ya en las de la playa, cuando llevaba el bikini, había tenido que contenerse para no quedar embobado, pensaba en sus pequeños pechos, sus pezones, provocando un efecto cascada, un goteo de perlas de agua que...

Llamaron a su puerta y le sacaron de ensoñaciones, cosa que agradeció, porque su "gran amigo" amenazaba con despertar.

-Vaya, que guapo. –Observó su hermana.-

-Sí, ya...

-Cristina y yo nos vamos, llevaremos a Claudia a dar una vuelta, está rara últimamente.

-Sí, es verdad. –Pensó en la escultural instructora de natación, los últimos días había estado menos habladora que nunca, continuamente parecía ensimismada, pensando en sus cosas y suspirando, siempre suspirando.- Pasáoslo bien.

-Tú también. –Le guiñó el ojo, Raúl la mandó al cuerno.-

Aunque faltaba un rato largo para su cita, se le pasó relativamente en nada de tiempo, había quedado con los chicos antes de pasar a por las inglesas, por lo que cogió sus cosas y salió. Pronto estaba con Adrián, Andrés y Felipe, todos bien vestidos y nerviosos, por primera vez, parecían de verdad interesados en esas chicas.

El Sol ya se había puesto hacía rato, no era muy tarde, el clima era perfecto, el calor quedaba mitigado por una ligerísima brisa proveniente del mar. A las chicas las divisaron desde lejos.

-¡Esperad! ¡Esperad! –Felipe rebuscó en sus bolsillos.- Tomad, el material bélico.

En sus manos tenía cinco o seis preservativos, de diferentes colores y, al parecer, sabores.

-Yo me quedo el de fresa. –Adrián cogió el rojo.-

-Plátano... –Andrés guardó el suyo.-

-Yo quiero el de chocolate. –Felipe rió para sus adentros.-

-Estáis enfermos... –Murmuró Raúl.-

-Para el amargado, el de menta, que seguro que a su Liz le va... –Felipe le metió el preservativo verde en un bolsillo que llevaba la camisa en la parte del hombro, era más decorativo que otra cosa, pero el preservativo encajó como por arte de magia.- Créeme, te gustará.

-Ya, eh, comportaros, que están ahí. –Raúl no le prestó mayor atención al preservativo, total, llevaba su moderna chaqueta encima de la camisa, y no tenía pensado quitársela.-

Los chicos saludaron en inglés, parecían haberse puesto de acuerdo en hacerlo, porque les quedó bastante creíble, Raúl, por su parte, no le puso excesivas ganas, más que nada, porque se quedó embobado contemplando a las chicas. No se podía negar que tenían estilo, todas ellas... Sus vestidos, de diferentes texturas, y sus peinados, todo estaba perfectamente ordenado, cada cosa en su sitio.

Liz llevaba un vestido suelto, anudado en la cintura, con un cordel dorado, parecía casi una estola, como esas que llevaban las chicas romanas de clase acomodada. Lo aderezaba con unas sandalias y con el cabello recogido en una suave trenza. Si lo que quería era impresionarle, lo había conseguido.

-Hola... –Raúl buscó unas palabras simpáticas para saludarla, sus compañeros estaban optando por "estas muy guapa", él, sin embargo, se hizo un lío, lo más interesante que le salió, fue una completa estupidez.- ¿Qué tal la ducha?

La risa de la inglesa fue tan entusiasta que llamó la atención de sus compañeras. Se reía de una forma bonita, aunque lo hiciera con todas sus ganas, no resultaba escandalosa, era casi aristocrática.

-Mojada. –Respondió ella, Raúl deseó que se le tragara la tierra, otra vez parecía un idiota.- Pero bien.

-Quería decir que... –Cogió aire.- Estás muy guapa.

-Gracias, pero no es nada... –Ladeó la cabeza levemente, tenía los ojos ligeramente cerrados, como si observara algo tierno o agradable, Raúl se relajó un poco.- Tu también estas guapo.

Estuvieron un rato paseando, sin rumbo fijo. Hablaban sobre sus cosas, aunque al principio iban en grupo, poco a poco se fueron disgregando en parejas. Raúl quedó con Liz, Andrés con Keira, Camila con Felipe, y Gwen con Adrián. Pese a todo, estaban todos muy juntos.

-¡Quiero bailar! –Exclamó de pronto Liz, cogiéndole del brazo.-

-Sí, aquí cerca hay un sitio bastante decente... –Aprovechó la ocasión para estrechar la mano de la chica, esta no se resistió, sino que sonrió. El grupo les siguió, puesto que iban en cabeza.-

El local era amplio, la música era buena y no tendrían que estar apretados como en las grandes discotecas. Consiguieron de milagro una mesa libre, en la que se acomodaron, aunque la idea no era que estuvieran sentados. Raúl estaba rígido, nervioso, bailar no era su fuerte, y no quería hacer aún más el ridículo...

-Raoul... –Liz le tendió la mano, llevando una vez más la iniciativa.- ¿Bailas conmigo?

Los otros ya estaban en la pista, el chico supo que no podría objetar, así que asintió, se levantó y la siguió. Como en todo, a Liz le gustaba llevar en control de la situación, el baile era animado, no para bailar pegados, aún así no se separaron mucho. Pasados los primeros momentos de angustia, Raúl se permitió sonreír e incluso hacer algún paso atrevido, Liz aplaudía sus ocurrencias, la chica tenía un estilo bastante depurado de baile, como todo en ella, era bonito, eficiente y sensual.

Cada pareja iba a lo suyo, aunque a veces se paraban para observar a las otras y reírse. Liz señaló a Gwen, que intentaba enseñar a Adrián un complicadísimo y enrevesado pase de baile.

-Necesito un descanso. –Suplicó Liz, arrojándose a su brazos.- Bebamos algo.

Fueron a la barra y pidieron unas copas, Liz hizo ademán de pagar su copa, pero Raúl se lo impidió.

-Aquí es habitual que el chico invite. –Añadió para evitar que los ojos azules de la chica le miraran con reprobación.- Es nuestra cultura.

Le resultó imposible dejar de observar como los estilizados labios de la mujer se humedecían por el contenido de su copa. Tenía estilo, sin duda, había recibido una buena educación en Inglaterra. Quizás no estaba acostumbrado a encontrar gente tan educada en su país. Hablaron durante un rato, conociéndose, preguntándose sobre sus gustos musicales, cinematográficos, sobre qué valoraban las personas. La chica respondió a todo, pero a Raúl siempre le quedó la sensación de que parecía divertida con su "coqueteo". Al final, por vigésima vez, ella tomó la iniciativa.

-Bien, ahora, vamos, otra vez. –La chica le cogió de las manos y le arrastró hasta la pista de baile.- Quiero bailar contigo, ahora te demostraré como baila una inglesa.

-Espera, voy a dejar la chaqueta en la mesa. –En efecto hacia mucho calor, y el baile no ayudaba a que se refrescara, por lo que optó por dejarla en el respaldo de una de las sillas.-

Se abrió un nuevo proceso, Liz y él estuvieron más unidos y risueños, más compenetrados y atrevidos, bailaron más pegados y marchosos, se permitieron más atrevimientos. Todo fue perfecto, a Raúl cada vez le gustaba más, ella tampoco parecía disgustada, hasta que...

-Vaya... –Habían puesto una canción lenta, de esas que se bailan juntos, bien pegados.- ¿Quieres?

-Me atrevo, me atrevo. –Rió Liz, mientras se juntaba a él.-

La chica olía a perfume caro, caro pero no denso, era muy fresco, le gustó sentir su cuerpo contra el suyo, bailaron relajados, incluso acompasaron sus respiraciones, no era entusiasta de creer en el "amor a primera vista", pero no podía negar que, como le habían dicho sus amigos, tenían mucha química.

La pieza fue avanzando, cuando no podían quedar más que unos segundos, algo pasó. Liz había acomodado su cabeza en el hombro del chico, estaban suavemente cogidos, pero se apartó, como si algo le hubiera echo daño. Se acarició la mejilla.

-¿Ocurre algo? –Preguntó Raúl, preocupado.-

-Yo... –Intentaba decir algo, pero no sabía la palabra en su idioma, finalmente, hizo un gesto, como de garras.-

-¿Arañado? ¿Te has arañado con algo?

-Sí, eso... Creo...

La chica revisó la camisa del chico, este observó, sin saber que había ocurrido. Liz toqueteó unos segundos un bolsillo exterior que llevaba de adorno, Raúl no fue lo suficientemente rápido. Cuando la chica extrajo finalmente le objeto que le había arañado levemente, Raúl sintió que se le encogía el estomago.

Liz, también bastante sorprendida, mostró el preservativo verde que Felipe le había metido en ese bolsillo. El chico se quedo absolutamente bloqueado, pálido...

-Bueno... –La chica se sonrojo un tanto, pero sin embargo, su sonrisa se extendió.- Al menos tomas precauciones...

Por mucho que ella lo pretendió, el resto de la noche no fue igual. Liz lo intentó, incluso se mostró más receptiva, pero para Raúl había sido un golpe demasiado fuerte, tardó en recuperarse, y cuando lo hizo, no pudo evitar mostrarse tímido y reservado.

-Vamos, Raoul, no pasa nada... –Ella le acarició la mejilla, estaban fuera del local, la inglesa había creído que con el fresco se le pasaría el fuerte trago, pero ni por esas.-

Resignado, le sostuvo la mirada a la inglesa, sin la luz del Sol sus ojos azules no brillaban tanto, pero aún así, eran hermosos.

-Es de sabor a menta. –Comentó, rascándose perezosamente el cuello.-

-Pipermín... –Rió ella.- Original...

-Sí, en fin... –La observó de arriba abajo con descaro, quería aparentar seguridad, a fin de cuentas, ya no era un niño.- ¿Y tu? Vestidita de chica romana... Eso si es original...

-¿No te gusta? –Se aproximó a él.-

-Es... original... –Rió él, haciéndose el difícil.-

Liz le miró a los ojos, sonrió, y le besó. Fue un beso corto, casi un simple roce de sus labios, pero le fascinó. Los finos labios de la chica eran fríos y suaves.

-Es tarde... –Comentó ella.- Hay que descansar bien si mañana queremos ir a la playa.

-¿Eso significa que habrá una segunda cita?

-Sí, Raoul, sí. –Se apoyó en su pecho y se dejó abrazar.- No sois tan mal plan como pensaba...

Permanecieron así un rato, abrazados, el fresco les hizo sentir bien. El resto de los chicos y las chicas salieron progresivamente, todos contentos y juntitos. Pasearon un rato más y las acompañaron a su hotel, un cuatro estrellas en primera línea de playa, lo que demostraba que de dinero no estaban necesitadas.

-¿Cómo os ha ido? –Preguntó Felipe, aún fascinado por los encantos de su inglesa.-

-Pues... –Suspiró Raúl.- Mañana habrá que jugar mejor al voleibol, no creo que se dejen ganar...

Pensó otra vez en los fríos labios de Liz, negó con la cabeza.

-Parece que el verano nos ha dado algo interesante a lo que dedicarnos...

-La caza del zorro... –Añadió Andrés, pensando en el famoso deporte británico.-

-La caza de las zorras... –Objetó Adrián, provocando las risas de los cuatro.-

Capítulo XXVII

El paso de los días estrechó los vínculos existentes con las chicas inglesas, cada mañana, acudían a la playa con ellas, habían visitado varias, incluso una cala oculta entre las rocas que Adrián conocía y que les había gustado por la intimidad que se respiraba. Las chicas habían progresado mucho en su uso del idioma, tenían razón al decir que solo se aprende de verdad un idioma conviviendo con gente que lo use de forma habitual, los chicos y el inglés, bueno, lo tenían en asuntos pendientes.

En las relaciones individuales, todos habían progresado hasta cierto punto, ya podían besar a las chicas sin ningún tipo de problema, pero no más allá. A Raúl todo eso le pareció extraño, aunque lo asoció a que tenían culturas diferentes, desde su iniciación al sexo, hacía pocos meses, todo había sido promiscuidad, ahora empezaba a entender lo que era el cortejo, el coqueteo... Le gustaba, sí, le gustaba mucho, se sentía bien por cada progreso que hacían. Liz y él habían compartido cosas, muchas cosas, estaban empezando en el terreno de las relaciones personales.

Raúl se entero de que en Manchester, Liz había terminado con una relación de dos años poco antes de sus vacaciones, pese a todo, no parecía disgustada, se sentía libre y dueña de sus actos. Él fue más reservado en cuanto a su atípica situación sentimental, aunque con ella se sentía cómodo, al saber que era un elemento extraño en su vida, que en cualquier momento podía irse y no la volvería a ver jamás, eso le ayudaba a la hora de hablar, con Liz no había que aparentar, solo había realidad... Por otra parte, pensar que se pudiera ir como si nada, le llenaba de congoja, en una semana habían estrechado mucho los lazos, se podía decir que se habían convertido en buenos amigos, quizás algo más.

-¿Dónde están? –Felipe dejó caer el balón al suelo y se sentó en la arena.- Es el cuarto día que no vienen...

-Se habrán aburrido de nosotros, estarán seduciendo a otros jóvenes incautos.

-Putas inglesas... –Adrián no se mordió la lengua, estaba muy ilusionado con Gwen, y ella parecía corresponderlo.-

Las últimas cuatro mañanas no habían encontrado ni rastro de las chicas, ni siquiera respondían al teléfono, por las tardes, cuando las localizaban, no hablaban de donde habían estado ni con quién, solo reían pícaramente y le restaban importancia, pese a todo, los chicos se sentían profundamente desamparados. La playa no era lo mismo sin ellas.

Cada uno se fue por su lado, no tenían ganas de bañarse, mucho menos de jugar al fútbol playa, y jugar al voleibol solos era un poco "raro". Como casi todos los días, por la tarde quedaron con las chicas, que acudieron risueñas y joviales.

-¿No vas a preguntarme? –Liz le observó con mirada penetrante.-

-No. –Contestó Raúl, tajantemente.-

-¿No tienes curiosidad por saber donde estábamos?

-No. –Mintió él, no quería dar imagen de chico desesperado, además, sabía que si ella quería contárselo, lo haría, lo preguntara o no.- Eres libre de hacer lo que quieras.

-Venga, pregúntame, hoy sí te responderé. –Rió ella, estrechándole cariñosamente del brazo.-

-No te voy a interrogar. –Se empecinó Raúl, aunque tuvo que morderse la lengua para no hacerlo.-

-Bien... Pues juguemos a Sherlock Holmes...

-¿A quién?

-Sherlock Holmes, el detective...

-¡Ah, sí! –La pronunciación inglesa del nombre difería un tanto de la que él conocía.- Elemental, mi querido Watson.

-Sí, ese. –Se mordió el labio inferior y le clavó una mirada penetrante.- ¿No has notado nada diferente en mí?

-Pues... –Raúl la examinó de arriba abajo.- Esas gafas de sol son nuevas.

-Sí. –La chica se ajustó las gafas, con un bonito cristal azul que resaltaba sus propios ojos.- ¿Qué más?

-Pues... –Intentaba verle diferencias, pero parecía la misma chica inglesa de la primera vez, tan sensual en sus movimientos, con rasgos tan aristocráticos.- No sé...

-¿Te rindes? –Acentuó su sonrisa.-

-Qué remedio...

-Una pista... –La chica miró a su alrededor, comprobó que nadie los miraba con especial atención, y bajó ligeramente uno de los lados de su bermudas, dejando a entrever su cintura y su muslo.- ¿Ya?

-Eh... –En realidad no notaba nada diferente, bueno, sí, que deseaba morderla y comérsela, pero nada del otro mundo.- No sé, yo no noto nada distinto...

-Ufff... –La chica negó con la cabeza.- Míralo por el otro lado.

La chica subió su pantalón y, ante un atónito Raúl, bajó el suyo. Fue un movimiento ligero, no quedaba nada al aire, tan solo su cintura y parte de la cadera.

-¿Lo ves ahora?

-Eh...

Sus conexiones neuronales tardaron en reaccionar. Sus cadera estaba ligeramente más blanca que el resto de su piel, era algo normal después de tomar el Sol durante tantas horas, era la zona que tapaba el bañador. Como una campanada, resonó en su cabeza. Abrió mucho la boca, sorprendido.

-¡Habéis estado haciendo nudismo! –Exclamó en voz alta, tan alta que una pareja de ancianos que paseaba cerca de ellos les dirigió una mirada reprobatoria, situación que ya le parecía conocida.-

-¡Chsstt! –La inglesa le tapó la boca para que no gritara.- No hace falta que lo grites.

-Perdón, pero... –Seguía impresionado, era cierto, en el muslo de la chica no había marca de bikini, tampoco en sus hombros, que llevaba al descubierto, por lo que, sin duda, había estado tomando el sol completamente desnuda.- Joder...

-Has tardado en comprenderlo. –Pasado el susto de su exclamación, Liz volvía a sonreír ampliamente.- Sí, las chicas y yo hemos estado visitando una playa nudista.

Extrajo un folleto de su pequeño bolso y se lo entregó a Raúl. El folleto mostraba una pequeña y bonita zona de playa, nudista, estaba a un kilómetro, más o menos. Él ya conocía esa playa, estar, lo que se dice estar, nunca había estado. Hace unos años, por idea de Adrián, habían ido a espiar a las chicas desnudas, pero el vigilante que solía hacer la ronda por ahí les había interceptado, por lo que tuvieron que correr como alma que lleva el demonio, dejando sus "juegos" a medias.

-La mayoría de los que van son turistas, hay alemanes, franceses, ingleses... –Explicó la chica.- Es un buen sitio, no hay tantas personas, y te sientes más cómoda.

-Pero... –Se estaba recuperando de la imagen.- No sé, ir a una playa nudista, debe ser un poco...

-¿Nunca has ido? –Le preguntó Liz, aunque era obvio que no había ido, Raúl tuvo un mal presentimiento ante la repentina "inocencia" de la chica, habitualmente muy avispada.-

-No...

-¿De verdad? –Fingió sorpresa, sus ojos se agudizaron bajo sus gafas, Raúl vio un destello de interés en ellos.- ¡Tienes que venir! ¡Es genial!

-Pero...

-Mañana vamos a volver. –Explicó la chica, cortándole.- Camila alquiló un coche nada más llegar, para poder movernos mejor, iremos apretados, pero estará bien.

-Es que, no sé si...

-Comprendo, si te da vergüenza... –La chica negó con la cabeza.- El cuerpo humano es algo bonito de por sí, natural como la vida misma, no tendríamos que escandalizarnos por ir desnudos, yo estudio medicina, en el futuro tendré que ver a la mayoría de las personas desnudas, y eso no me importa, porque, a fin de cuentas, cuerpo tenemos todos...

-Ya, ya... –Raúl bajó los hombros, derrotado.- Supongo que estará bien...

Un extraño nerviosismo le azotó desde ese momento, conforme pasaban las horas hacia la mañana aciaga, se sentía cada vez más y más preocupado, no por el hecho de desnudarse, sino por hacerlo delante de ellas, y, sobretodo, por sus posibles "reacciones biológicas incontrolables".

Se calmó, hablaron de otras cosas, ella le contó un poco como era ser universitaria, la carrera de medicina... Raúl escuchó y escuchó, de vez en cuando Liz pasaba al inglés sin darse cuenta, sin embargo, él no la interrumpía, veía sus labios moverse, y le parecían algo celestial, algo imposible. La había besado, castamente, en varias ocasiones, y siempre tenían ese tacto frío, especial, inhumano...

Ella dejó de hablar repentinamente, Raúl parpadeó varias veces y preguntó la causa, la inglesa negó con la cabeza, sonriente. Tardó unos segundos en comprender que su embobamiento y su descontrol había derivado en una tenue erección, completamente marcada en esos pantalones ligeramente ceñidos en la entrepierna.

Aprovechó que ella miraba hacia otro lado para colocarse el paquete, maldiciendo mentalmente a las reacciones fisiológicas incontroladas.

-¿Por qué ciencias políticas? –Preguntó ella de pronto, aludiendo a la carrera que el chico le había dicho que cursaría.-

-Pues... –Ordenó sus ideas.- No sé, creo que para cambiar el mundo solo hay dos formas, o ser un genio, o estar en la política...

-Sí... Supongo... –Se quitó las gafas y las guardó, intercambiaron una mirada.- Pero la política, sea donde sea, exige mucho tiempo...

-Lo sé.

-¿No tienes pensado formar una familia? ¿Tener novia?

-Pues... –La verdad es que nunca se lo había planteado, los días de mayor optimismo, solo se veía esforzándose para llegar alto en el mundo de la política, no llegando a casa donde le esperaban una mujer y un par de hijos.- No lo sé, tendría que pensarlo.

-Hazlo, Raoul, a veces no hace falta marcar la diferencia en el mundo, solo en tu casa.

Esa reflexión era algo más que un pensamiento espontáneo, el chico supuso que Elizabeth debía conocer ese mundo, quizás de primera mano. Agradeció secretamente la comprensión que la chica le daba siempre, tenía un par de años más que él, pese a todo, no era una descerebrada interesada únicamente en divertirse, era una persona reflexiva y emotiva. No encontró las palabras para decírselo, finalmente, pensando en que un gesto vale más que mil palabras, estrechó suavemente su mano, gesto que ella le devolvió.

Por unos instantes, se habían olvidado de que iban en grupo, aunque separados por una distancia considerable, el resto les seguía de cerca, casi se sobresaltaron cuando escucharon sus voces a su espalda. Al parecer, la idea de ir a la playa nudista no solo se la habían propuesto a él, los otros chicos recibieron sendas invitaciones, Adrián y Felipe estaban eufóricos. Andrés, como él, parecía tener reservas sobre el tema.

-Bien, Raoul, lo he pasado muy bien esta noche. –Antes de que pudiera darse cuenta, la chica le saludaba desde las escaleras de su hotel.- Nos vemos mañana.

-Sí, supongo que sí. –Por unos instantes, habría deseado besarla apasionadamente, estrechar su cuerpo contra el suyo, hacerle el amor ahí mismo... Pero sabía que no podía, y eso no le molestaba, simplemente le hacía resignarse a que era ella la que tenía el control de su relación, si es que podían llamarlo relación.-

-Que malo eres paras las despedidas. –Le amonestó ella.-

-Es porque no quiero despedirme nunca de ti. –Movido por un acto instintivo, Raúl se dio la vuelta y dejó a la chica con la palabra en la boca, su virilidad clamaba con fuerza para retomar, al menos de vez en cuando, la iniciativa.-

Mientras regresaba a su casa paseando, no puedo evitar que se le formara un nudo en la garganta. Una playa nudista y chicas guapas, era una mala combinación, una trampa mortal para sus hormonas.

Capítulo XXVIII

El sonido del despertador le sobresaltó. Había dormido poco, nada más apagar la luz se habían formado en su cabeza miles de fantasías acerca de la desnudez de las chicas y la suya, de sus reacciones, de los roces...

En la ducha se masturbó, fue rápido, pensó que así tendría menos posibilidad de sufrir una "reacción fisiológica" inesperada, se duchó con tranquilidad, recordando el discurso de Liz, el cuerpo humano era algo natural, la desnudez no era nada del otro mundo... Esa era la teoría, en la práctica...

Por encima del bañador se puso unos pantalones cortos y una camiseta, preparó su pequeña bolsa y salió al punto de reunión.

El coche de las inglesas era un Audi espacioso, algunos tendrían que ir sentados en las rodillas de otros, pero daba igual, no estaban muy apretados. Camila conducía, Liz iba de copiloto, los demás, se apretaban atrás. A Raúl le tocó llevar en sus rodillas a Keira, el camino fue un autentico suplicio. Pese a que estaba cerca, el camino estaba bacheado, sobretodo al final, el hecho de llevar una chica encima tampoco ayudaba, Raúl tuvo que pellizcarse el muslo en varias ocasiones, pese a todo, logró que la cosa no se descontrolara. Adrián lo tuvo mucho más difícil, el cohibimiento de Gwen y el color pálido del chico indicaban precisamente que "la cosa" se había descontrolado y no podía ocultarlo. Los minutos de angustia pasaron, llegaron a un aparcamiento de tierra. Adrián se encorvaba para ocultar su paquete.

-Podemos ir vestidos hasta una parte del camino, ahí está el cartel. –Informó Liz.-

Los chicos cogieron las cosas, bolsas, nevera portátil donde llevaban unas bebidas, y demás utensilios de playa, como toallas y el par de sombrillas. Ellas iban en cabeza hablando plácidamente en inglés, Raúl entendió que comentaban el excelente día que hacía.

El cartel, rojo con letras verdes y en varios idiomas, apareció pocos metros después, en un sendero de arena que llevaba a la playa, oculta tras un pequeño montecillo. Básicamente, decía que a partir de ese punto, estaba prohibido llevar ropa y cámaras. La tensión se mascaba en el ambiente, Felipe, pálido, buscó su mirada. Tanto él como Adrián, los más entusiastas por ir, ahora eran los que más dudas albergaban. Raúl sintió el ya conocido nudo en el estómago, sin embargo, estaba decidido. Dio unos pasos hacia delante y acomodó sus pertrechos en el suelo, se quitó las zapatillas, la camiseta, los pantalones... Las chicas también habían empezado a desvestirse, Raúl no las miró por miedo a descontrolarse, pero sus sombras le decían que la mayoría ya estaba quitándose la parte inferior del bikini, por lo que supuso que estarían desnudas. Cogió aire, y se bajó el bañador. Había esperado escuchar risitas o algo por el estilo, pero el tono de las chicas no cambió un ápice, seguían hablando del clima.

Guardó su ropa en su bolsa, y recogió los pertrechos, estaba rígido, iba el primero, tenía miedo de girar el cuello, avanzó por la pequeña elevación del terreno y... La playa nudista se materializó ante sus ojos. La verdad es que era preciosa, no estaba edificada ni urbanizada, era una playa virgen, salvaje. Lo único que explicaba que la especulación inmobiliaria no hubiera llegado ahí eran unas dunas extrañas o algo por el estilo que lo convertían en zona protegida. Había varias personas, desde parejas jóvenes, hasta grupos de chicas o chicos, llegando a abuelos con sus hijos o nietos o a ancianas que se tostaban al sol. Su tensión disminuyó, en sus sueños casi había pensado que alguien le señalaría y provocaría las risas de todos, sin embargo, cada uno iba a lo suyo, como una playa normal, pero sin ropa...

-Mira, ahí hay un sitio lo bastante grande... –Señaló el chico, aún sin girarse.-

-Sí, instalémonos allí. –Respondió Liz.-

Era un cacho de playa cercana al agua, un pequeño matorral crecía cerca, así como una duna se elevaba justo delante, por lo que tendrían la intimidad suficiente para comportarse con normalidad, al menos las chicas, porque los chicos permanecían extremadamente tensos. Atravesaron la playa, no hubo miradas, no hubo risas... Tan solo uno de los ancianos les saludó cuando pasaron por su lado, ellos respondieron a su saludo, buenos días en alemán, supuso. Raúl estaba más relajado, tan solo le quedaba darse la vuelta y asumir la situación con los demás, con absoluta naturalidad.

-Coloquemos las toallas juntas. –Indicó Liz.- Así aprovecharemos todos la sombra...

La primera mirada que cruzaron no fue nada diferente, no hubo malicia, ni picardía, fue absolutamente natural, intensa, como todas las que provenían de la chica, de sus grandes ojos azules, pero normal. Ahí Raúl perdió todo tipo de vergüenza, respiró cómodo, por primera vez en la mañana.

-Pondré las sombrillas...

Unos minutos después, tenían montado el campamento. Los otros chicos habían tardado más tiempo en normalizar la situación, pero lo habían hecho. La tensión desapareció poco a poco, incluso volvieron las risas y las conversaciones... La verdad era que Raúl miraba con extrema fijación los ojos de todos, tan solo había visto el cuerpo desnudo de una de las chicas, y solo porque se lo encontró delante cuando levantaba la cabeza después de poner la sombrilla, al resto no le había mirado nada de nada.

-Yo me voy a bañar. –Exclamó Adrián.- El agua tiene buena pinta...

-¿No te vas a poner crema?

La pregunta hizo que repentinamente volviera toda la tensión que había desaparecido instantes atrás. Aún con bañadores, en sus anteriores jornadas de playa, ya habían tenido que pasar la vergüenza de ponerse crema unos a otros. Ahora, desnudos, eso se convertiría en un obstáculo insalvable.

-Yo... –Comenzó Adrián, pensando a toda velocidad.- Yo...

Pero el primero en recibir el frío chorro de crema fue Raúl, a traición, lo sintió en su espalda, se encontró con la risa de Liz, y sus manos, sus suaves manos acariciando sus hombros... Tensión, tensión, la alarma se disparó en todos los chicos, Felipe fue el que les salvó, cogió uno de los balones y gritó:

-¡El último que llegue al agua es gay!

Fue la desbandada general, alguno de los nudistas les miraron con curiosidad correr como flechas al agua. Raúl no se quedó atrás, salió como una jabalina tras su amigo. En el agua, sintiéndose aliviado, pensó en la situación.

-"Mejor parecer un crío que..."

Analizado fríamente era una estupidez, una chica guapa y que le atraía tenía intención de ponerle crema por encima de su cuerpo desnudo, ¿Qué había de malo en eso? Las chicas tardaron un rato, pudieron verlas desde lejos, poniéndose crema unas a otras, aunque no prestaron mucha atención, la imagen de por sí ya era suficiente como para tener una alineación de planetas. Empezaron a jugar a pasarse la pelota, sin mucho entusiasmo, pero al menos les permitía distraerse en algo.

-No podemos seguir así. –Había asegurado Andrés.- Parecemos gilipollas...

-Somos gilipollas... –Suspiró Felipe.-

-Acordaos de la excursión a la montaña, en tercero. –Comentó Adrián.- Cuando entramos en pelota picada en las cabañas de las chicas... Ahí no nos daba tanta vergüenza...

-Sí, es verdad... –Raúl señaló con la mirada a una anciana que tomaba el sol en la arena.- Y si tenéis miedo de que se os levante, miradla un rato y os calmareis...

Hubo una risa generalizada, se sintieron mejor, casi ni fueron conscientes de que las chicas llegaban nadando. Se habían internado hasta que el agua les llegara por la cintura, se sentían más cómodos y no estaban lejos de la orilla.

-¡Hey! –Camila habló mientras se quitaba el pelo mojado de la cara.- Si no os ponéis crema os quemareis...

-Que va, los hombres no nos quemamos, además, ya estamos muy morenos, no habrá problema... –Andrés le lanzó la pelota a la chica, que entró en el juego.-

Poco a poco, como un hielo derritiéndose en una mesa, la tensión fue desapareciendo, esta vez sí para no volver. Raúl finalmente tuvo que observar los cuerpos de las jóvenes, más que nada, porque las tenía saltando y botando a su lado. Liz era un ser sobrenatural, sus pechos, pequeños, y sus pezones, duros por el agua... Tenía el pubis depilado parcialmente, su pelo color paja le caía mojado sobre los hombros, sus ojos brillaban con fuerza, sus labios... Tuvo que pensar en otra cosa, las otras chicas también eran guapas. Gwen tenía un tatuaje encima del trasero, un símbolo tribal. La que más pecho tenía era Keira, mientras que Camila, en conjunto, era una chica bastante equilibrada.

-¡Mía! –Gwen, a su espalda, saltó en el agua para darle a la pelota, al caer, sus pechos acariciaron la espalda de Raúl, que intentó poner una cara insondable, como si no hubiera pasado nada.-

-Atento Raúl. –Le amonestó Liz.- El que pierde paga.

-¿Paga? –Preguntó él.- ¿El qué?

-Por tu bien, no pierdas. –Rió ella.-

Siguieron jugando un rato, en realidad, no parecía haber reglas, tan solo que no se cayera la pelota, y eso, teniendo en cuenta que se la lanzaba bastante flojita, no significaba nada. Sin embargo, casualidades del destino, falló su turno, tenía a Keira delante, haberse lanzado a por la pelota supondría que hubiera tenido que frotar contra la joven otro tipo de esferas.

-¡Puente! ¡Puente!

-¿Puente?

-Sí, nos ponemos en línea y abrimos las piernas, tienes que pasar por debajo buceando y sin salir. –Liz le guiñó el ojo.-

Cogió aire, estiró los músculos, no era tan malo como pensaba, el agua era su elemento. Se zambulló y dispuso a atravesar el primer "puente", la malicia del juego precisamente era que al no llevar bañadores, se les veía todo, absolutamente todo. Las chicas, en la arena, a menos que abrieran descaradamente las piernas, no mostraban sus genitales, pero, en esa posición, se les veía absolutamente todo. Raúl dejó escapar el aire por el susto, sin embargo hizo un esfuerzo por seguir, apurado. Le había visto el coño por completo a una chica, no era Liz, supuso que seria Gwen, o Camila, ellas eran las que tenían las piernas más cortas. Aún más desagradable fue que el último "puente" era Felipe, sintió como su miembro le tocaba en la espalda al emerger, sin aire, una sensación horrible.

Tosió varias veces, pálido, le había entrado agua por la nariz y no se encontraba nada bien, tardó unos segundos en reaccionar, los otros reían o comentaban la cara que tenía.

El balón se lo había llevado la corriente al dejarlo escapar, no estaba muy lejos, Keira, la más cercana, se lanzó a nadar hacia él, sin embargo, Raúl, que necesitaba desentumecerse, se marcó una carrera impresionante, llegó antes al balón y lo cogió, ante la sorpresa de Keira, que le felicitó por su estilo de nado, al menos eso supuso él, puesto que le habló en un inglés muy rápido.

-Se me había olvidado que estabas en el equipo de natación de tu instituto. –Comentó Liz cuando pasó cerca de ella.- Estás hecho todo un delfín.

-Bah, seguro que yo le gano. –Rió Felipe.-

El desafío estaba lanzado, como ya estaban algo aburridos de la pelota y otra práctica supondría acercarse más a la orilla, decidieron que lo de las carreras no seria mala idea. Raúl no tuvo problemas en dejar atrás a Felipe y ganar, llevándose los aplausos de los demás. Las carreras resultaron más divertidas de lo que pensaban, pusieron unas reglas básicas, como que, por ejemplo, el que ganaba repetía carrera hasta perder, y el que retaba al ganador, elegía estilo de nado.

Así, Raúl se vio nadando a braza, mariposa, rana, incluso perro con el cómico Andrés. Camila casi le gana, también se movía muy bien en el agua y él se distrajo un poco cuando sus cuerpos se rozaron en medio de la carrera, pero finalmente, llegó a la invisible línea de meta por delante. La última que quedaba entre el agotado Raúl y la imbatibilidad era Liz, que sonreía, esta vez si con mucha malicia.

-Yo quiero nadar a espalda. –Comentó ella.-

-Bah, te aprovechas de que estoy reventado...

-Si quieres te dejo descansar.

-No, hagámoslo ya, quiero mi título. –Matizó él, cuya vanidad se había disparado al ganar frente a los otros.-

-Tú mismo...

Se situaron en juntos, en un mismo punto, se miraron. Estando a espalda sentía bastante el aire sus genitales, pero llegado ese punto no le importaba, ya se habían visto desnudos unos a otros, no parecía haber problema en eso.

La salida fue un torrente de agua, nadar a espalda era aparatoso, se necesitaba mucho más espacio. En un piscina era fácil, puesto que las calles estaban marcadas, pero en el mar, con las olas, era prácticamente imposible saber por donde ibas. El rumbo de Liz era extrañamente desviado, prácticamente se le echó encima, Raúl apenas la vio venir, tan solo sintió que en una de sus brazadas, su mano hacía contacto con la piel de la joven, sintió el pezón de la chica deslizarse entre sus dedos. Como si una corriente eléctrica hubiera brotado de él, se bloqueó por completo, Liz siguió con calma y ganó.

-¿Qué decías de un titulo? –Rió ella, respirando entrecortadamente?

-¡Has hecho trampas! –Gruñó él.-

-¿Yo? –Puso una cara inocente, un poco más lejos, le llegaba el eco de las risas de sus compañeros, que habían captado la picaresca de la mujer desde el principio.-

-Sí, te me has echado encima solo para que te tocara...

-Yo no te he pedido que lo hicieras. –Se defendió.- Ni que dejaras de competir al hacerlo.

-Claro, ha sido un accidente. –Raúl llenó su boca de agua de mar y la escupió.-

-Además, si tanto te impone tocar a una persona desnuda... –Miró hacia el cielo, sus esferas azules brillaron.- Debes de ser un desastre en el sexo...

-¡Ja! –Emitió, herido en su orgullo.- ¡Ni lo sueñes! ¡No me he parado por tocarte! ¡Es que he tragado agua cuando te has juntado!

-Sí, sí... –Rió ella, que ya se había puesto a su altura.- No te preocupes, Raoul, lo comprendo.

-Ya... –La miró con los ojos entrecerrados, le señaló al pecho y continuó.- Y para que lo sepas, las tienes muy pequeñas.

La chica, entre escandalizada y divertida, intentó hacerle una ahogadilla, pero él fue más rápido y huyó. Cansados, salieron a la arena entre risas y comentarios jocosos de la astuta estrategia de Liz. Habían traído algo de comida para poder pasar el día tranquilamente, Raúl se extendió boca abajo en su toalla.

La verdad era que sin bañador uno se sentía mucho más libre, en el agua, en la arena... Sentir el aire y el sol en todo tu cuerpo, era una sensación reconfortante. Algo le goteó en la espalda, Liz, empapada, le acaba de pasar por encima. Raúl le clavó una mirada dolida, sin embargo, no pudo evitar pensar que si se hubiera girado antes, se habría encontrado con el sexo de la mujer pasándole por encima. Suspiró.

-Ocho letras... –La chica, tumbada a su lado, hacía crucigramas.- "Llámese a la persona cuya orientación sexual comprende hombres y mujeres."

-Bisexual. –Respondió Raúl, casi por inercia.- ¿Por qué haces crucigramas?

-Te sorprendería la cantidad de palabras en tu idioma que he aprendido gracias a los crucigramas y las sopas de letras. –Respondió.- Aunque este es difícil.

-A ver... –Se acercó a ella, tuvo la sensación de que esa había sido su intención desde el principio.- Siete letras... "Cenit sexual, gran final."

-Orgasmo. –Respondió la inglesa con suficiencia.-

-Qué bien lo sabes. –Se burló Raúl.-

-Hoy estás muy lanzado. –Ironizó ella.-

-Estoy desnudo. –Comentó él, como si fuera lo más obvio del mundo.- El instinto de cazador...

-Instinto... –Le costó un rato explicarle a la chica lo que significaba, al final pareció entender.- Sí, supongo que tienes razón. El instinto es difícil de contener.

-No para ti. –Dijo él en voz baja, con la intención de que no lo escuchara.-

-¡Hey! –La chica le dedicó una mirada dolida.- Habla claro.

-Eres de hielo. –Raúl había cerrado los ojos, acomodándose otra vez en su toalla.- Nunca te dejas llevar por tu instinto, siempre planeas todo lo que haces, pareces de piedra... Incluso tus labios son fríos, aunque he de reconocer que eso me gusta.

-Vaya... –La chica abandonó el crucigrama a un lado.- Me gusta tu sinceridad, aunque te equivocas.

Raúl la sintió más cerca, como si se hubiera aproximado mientras hablaba.

-¿Crees que yo no me contengo? –Susurró.- También tengo que soportar mi instinto.

-Supongo. –Cortó Raúl, le gustaba sentirse el ganador de las conversaciones, aunque fueran tan atípicas como esa.- Pero a veces no es malo dejarse llevar.

Liz susurró algo en inglés, él no lo entendió, pero tampoco preguntó. Sin embargo, abrió los ojos ligeramente para percibir que, efectivamente, la chica se había acercado a él, tanto que incluso podían haber cabido en una única toalla. Sus cuerpos se rozaban ligeramente, ella le observaba con curiosidad.

-¿Qué? –Preguntó tras unos instantes, nervioso por la profunda mirada de la chica.-

-Nada. –Respondió ella, con el mismo gesto de curiosidad.- Solo pensaba...

-¿Algo confesable?

-Cosas de chicas. –Le guiñó un ojo.-

Pasó un rato, Raúl cerró los ojos de nuevo, pese a todo, percibió que la chica le seguía observando, o, al menos, mirando en su dirección. Se sentía tan relajado...

-Oye, sobre lo que he dicho antes... –Suspiró.- De que tu... Bueno, de que tu pecho era pequeño... Solo quería que supieses que a mi me parece precioso tal y como es...

Se sintió mejor al decirlo, a fin de cuentas, era verdad que le gustaban los senos de la inglesa, aparte, sabía que las chicas eran muy neuróticas en ese aspecto, no quería que pensara en cosas innecesarias. Aunque no se imaginaba a Liz pensando esas cosas, era más un tema recurrente para las chicas con poca autoestima, la inglesa parecía siempre muy segura de ella misma. Abrió los ojos para recibir un gesto de aprobación, para su sorpresa, estaba solo. Ni estaba Elizabeth, ni estaban los demás. Se había quedado completamente solo...

-Cabrones... –Murmuró mientras se incorporaba y les buscaba con la vista.-

La mayoría estaban en el agua, chapoteando como niños. Quizás se había relajado demasiado hasta el punto de quedarse dormido, o traspuesto, se estiró. Para su horror, comprobó que estaba absolutamente achicharrado... Tenía toda la espalda abrasada. Maldijo en voz baja el no haber utilizado protector solar, por evitar un ligero contacto con la mujer, ahora apenas se podía mover. Buscó en las bolsas de las chicas hasta encontrar un Afther Sun, se lo aplicó con dificultades.

-Te lo advertí. –Rió una voz a su espalda.-

Liz le arrebató el bote de crema y se comenzó a extenderla por su cuerpo, la sensación de alivio era tal que no se sintió incomodo.

-¿Dónde estabas?

-Daba una vuelta. –Explicó ella.-

-Me habéis dejado solo. –Comentó él, herido.-

-Sí, perdóname. –La chica le abrazó desde atrás, Raúl pudo sentir fugazmente como sus dos pezones se clavaban en su adolorida espalda.- No volverá a pasar, cuidaré de ti.

-¿Cuidarás de mi? –Se sorprendió Raúl.- ¿No debería ser al contrario?

-No, yo solo sigo mi instinto cazador. –Rió ella.- Tu eres el zorro.

El joven pensó en lo irónicas que eran las palabras. Cuando llegó a casa, un rato después, estaba tan quemado y adolorido, que apenas pudo ducharse y arrojarse en la cama, boca abajo, eso sí.

Capítulo XXIX

Se despertó tarde, era casi la una de la tarde, su espalda estaba mucho mejor, aunque se le estaban despellejando los hombros. Hacía mucho calor, por lo que se dio una ducha fría. Envuelto en su albornoz volvió a entrar en su cuarto, su móvil tenía un mensaje, de Liz, en el que esta le citaba por la tarde en un punto del Paseo Marítimo, sabiendo que su insolación del día anterior no le permitiría ir a la playa. Sonrió para sus adentros.

Se vistió y fue a buscar a su hermana, estaba en el salón, con Cristina.

-Buenos días, campeón. –Saludó esta.-

-Hola Cris, Laura... –Se sentó entre ambas, el sofá estaba agradablemente fresco a causa del aire acondicionado del salón.- ¿Qué tal?

-Pues aquí estamos... –Respondió su hermana, que cambiaba de canal, buscando algo interesante.- Pasando una aburrida mañana de verano en la que no hay nada que hacer...

-Parecéis aburridas, sí. –Rió el chico, ganándose un pellizco de Cristina como recompensa.- ¿Y Claudia que tal?

-Bueno... –Dudaron ambas.- Sigue igual...

-¿Sabéis ya qué le pasa? –Preguntó, curioso.-

-Algo así... –Las dos intercambiaron una mirada significativa.-

-¡Por cierto! –Saltó Cristina de pronto.- ¿A que no sabes quién va a ser tu nueva vecina?

-Eh...

-¡Yo! –Saltó encima del sofá, histérica.- La casa queda libre a fin de mes, ya he llegado a un acuerdo con el propietario, alquiler con derecho a compra...

-¡Oye! –Protestó Laura.- Yo llegué al acuerdo con el propietario.

-Claro que sí. –Cristina se inclinó sobre Raúl para poder besar a Laura.- Así estaremos cerca... Más cerca... Así podremos visitarnos a hurtadillas cada noche...

-Dios... –Raúl se arrastró por debajo de Cristina, rozando sus voluminosos pechos, y bajó del sofá.- Que empalagosas sois...

-¡Tranquilo, campeón! –Rió la amiga de su hermana.- También te visitaré a ti.

-No lo creo, yo me largo a la universidad, tendréis toda la casa para vosotras solas y vuestras prácticas depravadas.

Al contrario de lo que había supuesto, la atmósfera se enturbió, su hermana torció el gesto hacia uno serio, preocupado, y Cristina la observó, para posteriormente reprender a Raúl con la mirada por haberlo dicho. Pese a que decía que no, a Laura le afectaba la idea de que Raúl se marchara al finalizar el verano, siempre habían estado juntos, aún teniendo en cuenta sus especiales circunstancias familiares.

-Bah... –Volvió a sentarse y respiró hondo.- Si no va a ser nada...

-Ya te he dicho que a mi no tienes que pedirme permiso. –Respondió Laura automáticamente, sin mirarle.- Es tu decisión.

-Pero... –Pidió ayuda a Cristina con la mirada.- Estaré aquí en vacaciones, y en los puentes largos, hablaremos por teléfono, por Internet... Estaremos en contacto...

-Piénsalo por otro lado, querida. –Añadió Cris, con su tono cómico acostumbrado.- Nunca podrá olvidarte, no solo eres su hermana, además tienes su virginidad.

-Golpe bajo... –Acusó Raúl, haciéndose el muerto.-

-Que ya os he dicho que no pasa nada... –Pese a todo, Laura parecía más reconfortada al recordar que, en efecto, compartían un vínculo importante y prácticamente indisoluble.- Echaré de menos oír como se masturba, es verdad.

-Oye...

-También echaremos de menos que nos espíe por la puerta... –Siguió Cristina, abrazándose a Laura, fingiendo dramatismo.-

-Como nos utilizaba para sus perversas prácticas de adolescente salido...

-Éramos sus juguetes sexuales...

-Lo echaremos de menos... –Su teatralidad acabó por hartar a Raúl, que se incorporó, pese a todo, no se detuvieron.- También echaremos de menos las ocasiones en las que compartíamos ducha...

-Y los orgasmos... –Laura se acarició el pecho.- El morbo de lo prohibido...

-Los tríos furtivos... –Cristina se relamió.- Su leche cubriendo tu cuerpo... Ese sabor tan...

-Hacedme un favor y masturbaros pensando en otro. –Exclamó él desde la puerta.- Me vais a desgastar...

-¡Oh! ¡Que crueles palabras! –Rieron las dos.-

Sin embargo, ya se besaban y acariciaban, prólogo de una tanda de sexo, perfecta para los momentos en los que no había nada que hacer. Raúl preparó la comida, esos días de playa la había dejado de lado, pensó en quién cuidaría de su hermana cuando él no estuviese, no sabía limpiar, no sabía cocinar... Cristina apenas si sabía como hacerse un bocadillo, no era mejor que la otra.

Los extasiosos gemidos provenientes del salón le hicieron ponerse nervioso, ¿Echaría de menos también el sexo? ¿Las incestuosas prácticas que mantenía con su hermana? ¿La voluminosa Cristina y su picardía? Se reabrió en su cabeza el tema de su marcha, no le hacía mucha gracia.

-Raúl... –Le llamó Laura.- Ven, por favor, ven...

Sabía para qué lo llamaban, se le erizó el vello de la nuca, no lo tenía claro, no sabía si debía, no podía, no quería... Sin embargo, se encontró entre las dos experimentadas amantes, la pasión le desbordaba, tenía calor, sí, las echaría de menos, sus cuerpos, sus sexos, sus olores, el sabor de sus fluidos, sus lenguas batallando por conquistar su orgasmo.

-Hazme el amor... –Suplicó su hermana.- Soy una mujer, tu eres un hombre, poséeme.

Estaban los tres prácticamente desnudos, Cristina se había lanzado voraz hacia su miembro, le encantaba mamar de él, era buena haciéndolo. Raúl, sin embargo, acariciaba a su hermana con infinita ternura, mientras, ella se henchía más y más de deseo.

-Hazlo, Raúl. –Indicó Cristina, liberándole de sus labios.- Sabes que entre vosotros hay más de lo que dicta la sangre...

-Por favor... –Suplicaba Laura.- Por favor...

El coño travieso de su hermana engulló su polla. Cristina siempre disfrutaba viéndoles hacer el amor, el morbo podía con ella, apenas si evitaba gritar y saltar, era todo un espectáculo. Sin embargo, esa unión entre Raúl y Laura, era algo más que placer mutuo. Era la más profunda muestra de unión, uno era parte del otro. Se miraron a los ojos, antes de haberlo pensado, estaban acabando, entre jadeos y gritos.

Unos minutos después, la estampa era singular. Cristina estaba en un extremo del sofá, con las piernas subidas en el respaldo, boca arriba, con la cabeza colgando. Raúl, sentado placidamente, acariciaba el pubis de la chica con su mano. Laura, tumbada, apoyaba su cabeza en las rodillas del chico, sus piernas colgaban del reposa-brazos. Olía a sexo, pero también olía a emotividad, muchos sentimientos encontrados.

-Cuando te vayas, volverás cambiado. –Murmuró Laura de pronto, rompiendo el silencio.- No serás el mimo.

-No lo sé... –Contestó él, con sinceridad.-

-Pues yo creo que no... –Dijo tajantemente Cristina.- Formamos un trío muy singular... Pienso que es una relación atemporal... Apostaría mi clítoris por ello...

-Un trío singular... –Raúl repitió las palabras de la mujer.- Me gusta esa forma de definirlo...

-Sí... –Laura respiró profundamente.-

-¿Repetimos? –Intercambiaron miradas significativas, teñidas de una lujuria que sabía a despedida.-

-Repetimos. –Respondieron a coro.-

Capítulo XXX

Su anticipada "despedida" hogareña solo había servido para relajarle y hacerle sentir mejor y más cómodo, seguía existiendo tensión, sobretodo la referida a Claudia, cuando él llegaba a casa, las chicas dejaban de hablar. Raúl no era idiota, debía ser algo importante para que le aplicaran tanto secretismo, sin embargo, no preguntó, tenía la cabeza en otros sitios. Sitios deliciosos, a decir verdad.

Los días seguían pasando, su relación con Liz se estrechaba más y más, hasta puntos que, aunque le gustaban, no había tenido intención de atravesar. Su ácida sinceridad el primer día en la playa nudista habían hecho reflexionar a la joven, el contacto entre los dos se había hecho más evidente. Habían ido un par de veces más a la playa nudista, Raúl, después de su accidente con el sol, no tuvo miramientos a la hora de recibir una nutrida capa de protector solar de las suaves manos de la inglesa. Tuvo serias dificultades para no excitarse demasiado, pero la consiguió utilizando el método que él mismo había sugerido el primer día, mirando a una de las ancianas que solían estar tostándose por ahí, su temperatura genital bajaba hasta el frío ártico.

-Te toca. –Expresó la inglesa, tendiéndole el bote de protector solar.-

-Eh... –Raúl sintió que el peligro se avecinaba.- ¡Tengo calor! ¡Quiero bañarme ya!

-No seas egoísta, yo te he puesto crema a ti, no ha sido tan malo, ¿No?

-¡Keira! –La chica pasó cerca de donde se encontraban.- ¿Quieres ponerle crema a Liz?

Ella negó con la cabeza mientras soltaba un carcajada, cogió sus gafas de sol y se marchó. Raúl no tuvo más que objetar, se embadurnó las manos con crema y comenzó. La espalda fue relativamente fácil, al principio la extendió con demasiada fuerza, ella se quejó. Luego los brazos, y...

-¿Qué? –Preguntó esta.- ¿No sigues?

-No sé si es... Apropiado.

-El Sol es fuerte aquí, sino te proteges bien, te quemas, el pecho de una mujer es una zona delicada, una lesión solar puede ocasionar problemas diversos, desde manchas hasta la no lactancia. –Explicó ella, alternando su discurso en dos idiomas.- Venga, es cosa de instinto.

-Psé... –Raúl maldijo entre dientes, no porque le desagradara lo que iba ha hacer, sino porque sabía que era lo que ella quería. Estaban manteniendo un juego por ver quien era el más atrevido y lanzado, eran personas similares, les gustaba llevar los pantalones, esas competiciones no les llevarían a buen puerto.- Date la vuelta.

Se inclinó, el sexo de la chica quedó cerca, muy cerca de su boca, casi podía saborearlo, pero se centró en extender el bronceador por la fina piel de la mujer. Se sorprendió, a fin de cuentas, ella le había puesto crema en todo el cuerpo y no había sido tan violento, ¿Por qué él tenía que fatigarse?

-Abre un poco las piernas. –Pidió.-

Extender la crema por la cara interior de sus muslos fue difícil, pero intentó mantener el gesto pétreo, sin embargo, sus manos le intentaron traicionar, se le crispó la derecha, casi como rogando a su dueño que las utilizara para tomar a la mujer, que ella se lo merecía, se lo había buscado. Negó mentalmente y continuó, sus caderas, las recorrió varias veces, de arriba abajo, su ombligo, lo bordeó, su tórax, y... Se puso un poco más de crema y abordó su pecho.

El primer contacto fue un éxtasis, Raúl asoció al calor las perlas de sudor que se habían materializado en su frente, su miembro ya comenzaba a dar señales de vida, aunque no era nada insalvable. Fue muy delicado con sus senos, lenta, muy lentamente, extendió el filtro solar, teniendo especial cuidado con sus pezones. Se reconfortó infinitamente al comprobar que estaban duros, como pequeñas piedras. Él no era el único que había sido abandonado por el control.

-Lo ves, no ha sido tan duro. –Exclamó la chica, aunque el joven observó que tuvo que tragar saliva varias veces antes porque la garganta se le debía de haber quedado seca.-

-No, aún no. –La detuvo.-

Extendió un poco de crema en su nariz, en su frente, en sus mejillas, la aplicó hasta que desapareció, sus ojos se abrieron, estaban tan cerca... Se besaron, fue más pasional que otras veces, más salvaje, había mutuo deseo, mutua ansia de carne... Raúl pudo paladear por primera vez la lengua de la mujer inglesa, era tan fría como sus labios, era un cubito de hielo en su boca, era perfecta.

-¡Eh, parejita! –Gritaron a lo lejos.- ¡El agua está magnifica, dejar de meteros mano y venir a bañaros!

Raúl le dedicó una mala mirada a Felipe, el que había hablado, poco a poco, se separó de Liz.

-¿Vienes? –Le preguntó.-

-Tomaré el sol un rato. –Murmuró ella, que se inclinaba para acomodarse en su toalla.-

-Volveré a por ti en dos minutos. –Advirtió Raúl, al tiempo que salía corriendo.-

-Lo sé, Raoul, lo sé. –Rió Liz en voz baja mientras le veía alejarse, fijándose especialmente en su miembro, que se movía vertiginosamente debido a la carrera.-

Cuando el chico volvió, unos minutos después, de la inglesa no había ni rastro. Sus cosas seguían ahí, supuso que se habría ido a pasear, le gustaba andar sola a lo largo de la playa, por un momento pensó en ir a buscarla, pero si no le había pedido que fuera con ella, es que prefería estar sola. Volvió al mar, con los demás.

Después de un pequeño aperitivo, Liz apareció, llevaba sus gafas de sol puestas, y les miraba, divertida.

-¿Todo bien?

-¿Dónde estabas? –Preguntó él.-

-Dando una vuelta. –Sabía que recibiría la misma respuesta que siempre.-

-Bien... –Ligeramente molesto le dio la espalda y se tumbó en su toalla.-

Sintió los pasos en la arena de la chica al acercarse, esta llegó y se sentó acuclillada en su toalla, su sexo quedó abierto casi por completo, Raúl tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no devorarlo con la vista y lo que no era la vista. No le gustaba ser tan dueño de su excitación, pero supuso que sería cosa de las hormonas.

-No te molestes. –Susurró ella.- Si quieres te digo lo que hacía.

-No te he preguntado, y no me molesto. –Tartamudeó él, la boca se le llenaba de saliva.- Pero me gustaría que no te fueras sin más... Yo...

-¿Te preocupas? –Rió ella.-

Raúl cerró los ojos, estaba notando como su miembro se ponía erecto, no podía permitirlo, pensó en cosas desagradables, en hombres, en objetos...

-Instinto. –Murmuró entonces la chica.-

-¿Eh?

-Que es el instinto lo que te dice que me comas el coño. –Nombró sus genitales con tanta perfección que Raúl casi hubiera olvidado que era inglesa, incluidos sus ademanes educados.- A mi me dice que me deje ser tomada, que...

-El instinto se supera. –Quiso expresar él, que ya se había imaginado comiéndole su almeja hasta dejarla limpia.-

-¿Seguro? –Liz le cogió de la mano y le obligó a levantarse.- Ven conmigo.

Caminaron a un ritmo elevado durante unos minutos, el resto del grupo estaba muy entretenido con sus cosas como para preguntarles que qué hacían, por lo que no hubo mayores incidencias. No supo hacia donde se dirigían hasta que llegaron a una pequeña duna, no había mucha gente allí, la brisa marina solía arrastrar la arena, era una sensación molesta. Sin embargo, había una lona azul, un paraviento, un invento novedoso precisamente inventado para que las personas que tomaran el Sol no fueran molestadas por el viento.

Le dieron la vuelta a la duna, al otro lado del paraviento había una única persona, una chica, un muchacha, mejor dicho. No debía de tener más de trece o catorce años, pelo negro, ojos negros, un buen bronceado... Pese a todo, lo que más le atrajo de ella fue el vello de su pubis, crecía de forma salvaje, natural. Pese a todo, estaba cuidado para que diera esa sensación. Raúl no había conocido ninguna chica que lo llevara tan poco depilado, pero al instante supo una cosa, le encantaba el coño de la niña. Se reprendió mentalmente al momento.

-Gabrielle. –Saludó Liz a la chica.- Este es Raoul.

-Encantado. –Se dieron dos besos, la chica era francesa, sus pechos, pese a que aún no estaban completamente formados, como su cuerpo, eran bonitos, ni muy grandes, ni muy pequeños.- ¿Os conocíais?

-Desde el primer día que vine a esta playa. –Explicó la inglesa.- Por eso vengo ha hablar con ella de vez en cuando, es una chica agradable.

-¿Habla mi idioma? –Preguntó él.-

-Claro, su padre es de aquí, su madre de...

-Lyon. –Respondió ella con voz aflautada.- Sí, hablo muy bien tu idioma, aunque a veces mezclo palabras del francés, no puedo evitarlo.

Charlaron un rato sobre temas triviales, la chica era simpática, pero el imán que ofrecía su sexo a sus ojos era insufrible, no podía dejar de mirarlo, continuamente se sorprendía bajando la mirada solo para verlo. ¿Seria virgen? ¿Habría estado con algún chico? ¿Querría estar con él? Sus pulsaciones se disparaban. Le ayudaba a retener sus reacciones el pensar que no dejaba de ser una niña, pero algo tiraba de él fuertemente, y su miembro no atendió a tabúes de edad, poco a poco, empezó a crecer.

-¿Qué tal si nos damos un baño? –Rogó, inseguro, cuando aún creía que lo podía controlar, le dolía el bajo vientre, tal era su deseo de no tener una erección delante de la niña, lo retenía con todas sus fuerzas, si es que acaso era posible.- Mucho tiempo fuera del agua me seca.

Las chicas accedieron, Gabrielle se quitó las gafas y las dejó en su pequeño campamento, donde, además, tenía un par de libros y una nevera portátil, el perfecto equipo del turista.

El contacto con el agua no frenó su proceso fisiológico, esta vez no, pero si le dio refugio visual. La verdad es que la tenía como una estaca, completamente dura, en posición de "firmes".

Entre los típicos juegos de yo te ahogo, tu me echas agua, Liz notó perfectamente el miembro duro del chico, prácticamente se lo clavó en el estomago al intentar sorprenderlo por debajo. No pareció escandalizada, sino, más aún, contenta.

-Es lo que le decía a Gabi. –Dijo de pronto.- Que el instinto es imposible de controlar.

-¿A que viene eso ahora? –Preguntó, haciéndose el loco.-

-Pues a que estás excitado, salta a la vista, Raoul. –La chica arqueó una ceja, al tiempo, una de sus manos acariciaba ligeramente el miembro del chico.-

-Bueno, es que el agua estaba fría, y...

Las dos rieron su vaga excusa, negaron con la cabeza.

-No tienes que pedir perdón. –Gabrielle clavó su mirada azabache en sus ojos, es algo natural que le pasa a las personas.- Solo déjate llevar.

No pudo ni pensar en qué se debía referir cuando la chica se le echó prácticamente encima. El cuerpo de la chica se anudó en torno al suyo, sus piernas se cerraban alrededor de su vientre. El culo de la muchacha acariciaba su miembro, que por ese entonces, ya clamaba por poseer a alguna de las dos. De nuevo, fue lento, un beso de la chica le sorprendió, no se resistió, era surrealista, una puta francesa le estaba intentando ¿Violar? La apartó de sus labios con una mano, suavemente, sin hacerla daño. No pudo librarse de sus piernas atenazadas, por lo que miró a Liz con frialdad.

-¿Qué es todo esto?

-Instinto.

-Es una niña.

-Sí, lo es. –La inglesa ladeó ligeramente la cabeza.- Pero según las leyes europeas solo se considera pederastia si tiene menos de doce años, y pasada esa edad, el sexo de mutuo acuerdo solo es delito si os encuentra algún policía practicándolo, por lo demás, sois libres.

-Es una niña. –La voz le sonaba extrañamente ronca, estaba enfadado, no le gustaba ese juego.- Gabrielle, suelta tus piernas, tendré que...

-Ya ha tenido relaciones sexuales antes. –Liz se había acercado, el agua les llegaba por el ombligo a los dos mayores, a Gabrielle, por obvias razones, le debería llegar más arriba, pero como estaba subida a Raúl, tampoco tenía problemas. Observaba la escena, y todo parecía aún más preparado, y esto enfadaba aún más a Raúl.- Le pareces un chico atractivo, estás claramente excitado, no has dejado de mirarle el coño desde que llegamos, quieres hacerlo.

-Es... Una niña. –Exclamó, apretando los dientes.-

La verdad es que su polla ya no hacía distinciones, deseaba penetrarla, por delante, por detrás, le daba igual, pero quería tenerla para él, hacer suyo ese bosque tan espeso...

-Por favor. –Gabrielle le volvió a besar.- Sí, eres más mayor que yo, pero piensa que tuve mi primera relación sexual a los once años... No soy un puta, pero me gusta descubrir sensaciones ocultas, házmelo, si quieres no me moveré, seré una muñeca de carne, no hablaré, no te miraré, no respiraré si me lo pides...

Raúl estaba horrorizado, completamente, no entendía la situación, qué intentaba demostrarle Elizabeth con esa pobre niña. Acarició los hombros de la francesa, bajó una de sus manos hasta llegar a los muslos de esa, sus dedos buscaron ese bosque de fantasía, él lo alcanzó e hizo las delicias de la chica, parecía más excitada por la situación que por el mero tocamiento en sí.

Los ojos azules de Liz estaban clavados en lo suyos, ella, inmóvil, aguantando el débil oleaje para no moverse ni un centímetro... Las caricias dirigidas de Raúl fueron haciendo mella en la resistencia de la francesita, poco a poco, la fuerza de sus piernas se diluyó. Raúl tenía la polla a punto de explotar, y su coño tan cerca...

Se la quitó de encima sin mediar palabra, no fue violento, pero era obviamente más fuerte, por lo que sin el agobiante abrazo de sus piernas, no tuvo dificultad. Inmediatamente después, se lanzó a nadar hacia la orilla, sabía que ahí seria inalcanzable, efectivamente, ninguna de las dos lo consiguieron ni tocar. Anduvo unos instantes por la orilla, analizando la situación, no sabía qué había pasado, entre decepcionado y entumecido, llegó a la zona de la playa más ocupada. Su miembro había decrecido, aunque la verdad, no le hubiera preocupado para nada que le vieran empalmado, a fin de cuentas, había estado a punto de follarse indiscriminadamente a una niña de 13 o 14 años, se merecía que lo señalaran con reprobación o se rieran. En cuanto a Liz, no quería ni mirarla. Supuso que le seguiría por detrás, pero él no se giró ni una sola vez.

Llegó a la zona donde tenían sus toallas, se vistió ahí mismo, sin muchos miramientos a la hora de ajustarse la ropa. Recogió sus cosas y las introdujo en su bolsa.

-¡Eh, tío! –Adrián, chorreante, le alcanzó antes de poder dar un paso.- ¿Adonde vas?

-Olvide que tenía algo que hacer. –Se excusó.- Llamaré a un taxi por el móvil, no os preocupéis, luego nos vemos, si eso.

-Pero...

-Cuida de todos, y no hagáis gilipolleces. –Acto seguido de decir eso, pensó la continuación.- "Al menos no tantas como yo."

Anduvo rápidamente hacia el sendero de salida, apenas había llegado a divisar el cartel cuando escuchó que alguien le pedía detenerse. Era Elizabeth, aún desnuda, parecía haber tenido que correr bastante para alcanzarle.

-No... –Respiró.- No te vayas.

-No me siento cómodo aquí. –La miró, y matizó.- No me siento cómodo contigo.

-Yo no quería que pasara esto. –Se tuvo que inclinar para recuperar el aliento, realmente parecía que acabara de correr la maratón.- Solo quería...

-¡Has hecho una gran gilipollez! –Gritó Raúl, soltando de golpe su bolsa.- ¡En qué estabas pensando! ¡Es una niña, por muy puta que diga ser! ¡Por quién me tomas!

-Yo... –Liz pareció hacerse pequeña ante la energía que el chico emitía.-

-No quiero verte más. –Comentó él, más calmado.- No si tu idea de diversión es tan retorcida...

Recogió la bolsa y se dispuso a caminar, sin embargo, se topó con el abrazo por detrás de la inglesa. Sintió la húmeda mancha de sus lágrimas en el hombro, o quizás era su pelo que aún chorreaba, aún así no se movió.

-Perdóname. –Susurró, con voz queda, su acento inglés se multiplicó en ese estado.- Cuando hablamos del instinto, cuando me explicaste lo que eso significaba para una persona, supuse que...

-¿Qué me daría igual lo que me follara con tal de que tuviera un agujero? –Siguió él, dolido.- No soy de esos, compadezco a esa niña, la compadezco profundamente, así va el mundo...

-Por favor... –Suplicó ella.- Nunca haría nada que te molestara... Cuando vi que te excitabas pensé que no habría problema, por eso no lo detuve, te lo juro, por favor, Raoul, no te vayas, no me eches de tu lado de esta forma...

Él no sabía que decir, a fin de cuentas, Elizabeth siempre había sido la chica de hielo, sus emociones eran poco evidentes para los demás, estudiaba medicina porque le gustaba saberlo todo de todos, y, sin embargo, había cometido un error tan enorme, tan incomprensible. Raúl se apiadó de ella, a fin de cuentas, gran parte de su enfado se debía a que había estado a punto de mantener relaciones sexuales con esa chica, que solo las había evitado en última instancia, cuando un chispazo de cordura le había llenado, su polla no podía tener más peso que su cordura, no podía, no.

Soltó la bolsa.

-¿Prometes no organizar más veladas de sexo infantil? –Ironizó él, dándose ligeramente la vuelta.-

-Sí. –Rió ella, débilmente, mientras intentaba limpiarse las lágrimas.-

Raúl la besó dulcemente, la abrazó, la estrechó entre sus brazos, incluso la levantó en el aire. Era tan frágil en el fondo... Su boca de hielo no era nada, su rostro, una careta, sentía y padecía igual que él, se consumía de deseo igual que él, era un ser humano que intentaba controlar su instinto, igual que él.

-Se supone que eres mayor que yo y que debes de darme ejemplo. –Añadió sarcásticamente.- Hagamos como si nunca hubiéramos hablado del instinto, o del deseo, o de cualquier cosa parecida.

-Pero... –Liz recuperaba poco a poco su gesto habitual.- Entonces, cuando quiera...

Supuso que se refería a que cuando fuera referido a ellos, aún así, Raúl negó con la cabeza, riendo.

-Cuando sea por nosotros. –Comentó, guiñándole un ojo a la chica.- Los dos lo sabremos... Y lo disfrutaremos...

-Eso espero... –Ella fue la que guiñó el ojo esta vez.- No me gusta el papel de mujer insatisfecha...

-No me provoques, que aún me voy... –Hizo ademán de volver a coger su bolsa.-

Se besaron de nuevo, Raúl se sentía pegajoso con la ropa, quería desnudarse, sentir sus cuerpos en contacto, rozarse, tocarse, compartir el fuego... Pero se conformó con los besos de Liz, y sus caricias, y sus ofrecimientos. Preludio de un clímax que pronto vendría.

Continuará.