Eso (04)

Aún queda mucho camino por recorrer... ¿Y te lo vas a perder? Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Eso

Capítulo XVI

El verano se acercaba, aún tenía que hacer frente a los temibles exámenes finales, pero la convulsa vida de Raúl parecía estar atravesando un delgado tubo de plástico. En el instituto la cosa era horriblemente insípida, mantenía una estrecha relación con Ana y Estela, incluso con Felipe, Adrián y una siempre sorprendente Nadia, pero seguía encontrándose incompleto, y esto, al margen de cualquier consideración sobre su importancia, le mantenía en un constante estado de amargor.

Pero peor fue cuando su hermana llegó a casa pletórica, un lunes por la mañana, con una pequeña placa que llevaba su nombre grabado.

-¡Me lo han dado!, ¡Me lo han dado! –Gritaba.-

-¿El qué? ¿El qué? –Preguntaba Raúl, sorprendido.-

-¡El Donald Guter! –Ante la cara de estupefacción de su hermano, ella bufó.- Es como el Oscar de las inmobiliarias, y me lo han dado "por mi gran proyección y generosas ventas", ¡No me lo puedo creer!

Él sabia que su hermana siempre había cosechado un gran éxito en la inmobiliaria donde trabajaba, Laura tenia la inusitada virtud de poder vender cualquier cosa, su carisma y su gran sagacidad así lo atestiguaban. En su inmobiliaria, con sede central en Suiza, la trataban como una diosa, le daban horarios personalizados, más días de vacaciones que al director general, un trato bastante decente, casi tanto como su sueldo, el cual, sumándole las comisiones, alcanzaba una cifra extraordinaria, de lo que hacía buen uso su cuenta corriente, dado que era muy poco proclive a gastarlo.

-Pero no solo el premio... –Seguía ella con su entusiasmo.- Me han regalado un viaje a Suiza para tres personas, una semana, allí pondrán mi nombre en la Sede Central, y...

-¡Un viaje a Suiza! –Cortó Raúl antes de que se volviera a emocionar.- ¡Un viaje!

Laura sabia perfectamente que él siempre había querido viajar al Norte de Europa, especialmente a Suiza y Alemania, este era uno de sus sueños cumplidos.

-Dios, con lo que siempre he deseado ir... –Se contagió levemente de la euforia de su hermana, que, repentinamente, había quedado en silencio.-

-Sí... Claro...

-¿Ocurre algo? –Se temía la respuesta.-

-Es que... Había pensado que me acompañaran Cristina y Claudia... –Masculló Laura en un instante.- Cristina, porque bueno, no puedo ir a ningún sitio sin ella, y Claudia, sus padres viven cerca de la frontera con Suiza, además, nos servirá de traductora para ligarnos un par de bollos suizos...

No pudo más que ladear la cabeza y asentir, sufriendo internamente un profundo rencor, que, afortunadamente, desapareció pronto.

-¿Cuándo os vais? –Balbuceó con un hilo de voz.-

-Dentro de dos semanas... –Ella le miraba con un gesto de disculpa.- Pero oye, si quieres venir, te compro un billete, una habitación en el mismo hotel...

-No, no... –Masculló intentando encontrar el poco de dignidad que le quedaba.- No importa, de todas maneras estoy muy entretenido con los exámenes, y todo eso...

-¿De verdad? Mira que no es un problema...

-Que sí, vosotras iros, yo estaré bien...

Cuando cerró suavemente la puerta de su cuarto no pudo más que apretar los dientes e intentar concentrarse en sus apuntes de filosofía. Después de leer diez veces la misma línea, decidió que había razón para molestarse, que ya haría ese viaje más adelante, irían a esquiar, tomarían chocolate caliente... Abandonó vilmente a Platón y buscó fotografías de Suiza en Internet, las observó atentamente, casi con ternura... Sus bellos paisajes verdes, su inigualable entresijo de pueblos... Desde que su profesor de sociales le había dicho, hacia muchos años, que en Suiza se habla diferente idioma depende del pueblo al que vayas, había sido su deseo visitarla.

-"Otra vez será." –Pensó.-

Las dos semanas, afortunadamente, pasaron rápido. Su casa se había convertido en el cuartel general de tres mujeres jóvenes emocionadas con un viaje, las montañas de ropa y otros pertrechos pronto empezaron a agobiarle tanto que no salía de su habitación más que para comer e ir al baño.

Lo peor fueron las sonrisitas de circunstancia que tuvo que poner cuando Claudia y Cristina, encantadoras las dos, le preguntaron si de verdad no se sentía molesto por su suplantación.

-¿Seguro que no quieres ir? –Le preguntaba Cristina con ternura.-

-Suiza te gustaría tanto... –Explicaba Claudia, con ojos ausentes, pensando en las primaveras que pasaban en un pequeño valle suizo a pocos kilómetros de su casa en Alemania.- Las mujeres no están nada mal...

-No, no me importa. –Concluía él amargamente.-

-Te vamos a traer una maleta llena de regalos. –Clamaba histérica Cristina, tratándole como a un bebe, eso sí, dándole un beso que para bebes no era muy recomendable.- Esta te la debemos, no se nos olvidará.

Finalmente, las acompañó al aeropuerto, fue más duro de lo que había esperado, tenia la cartera llena y una de las tarjetas de crédito de su hermana, se iba a tomar también unas pequeñas vacaciones... Pero, en cierto sentido, nunca había estado solo más de tres días desde que sus padres se habían "jubilado", Laura se ausentaba fines de semana enteros, pero siempre tenía su correo electrónico, mensajes de texto o sus llamadas como compañía. Le habían prometido que le mandarían una postal y le escribirían todos los días, pero supuso que en cuanto encontraran a una parejita suiza dispuesta a jugar con ellas, olvidarían completamente su promesa.

Una de sus mayores sorpresas fue ver el cambio que había sufrido Claudia, de puertas para fuera seguía siendo la estricta y joven profesora nórdica, pero, si mirábamos para dentro, era tan apasionada y descabezada como Laura y Cristina, incluso peor...

-¡Cuídate! –Le dijo Claudia.-

-Hazte una a nuestra salud. –Rió Cristina.-

-Si organizas una fiesta que no fumen en mi sofá. –Terminó Laura.-

Después, la puerta de embarque y adiós. En una semana, tal y como había supuesto, no tendría noticias suyas. Pero su vida si tuvo noticias relevantes en esa semana. Empezó con un taxista huraño que le llevó a casa, con una tarde abominable en la que no supo que hacer, con un silencio que habría cambiado incluso por el más intenso concierto de orgasmos...

Cogió el teléfono y empezó a llamar a la gente para quedar, pero no tuvo mucha suerte. Felipe y Adrián estaban al borde del suicidio con los exámenes de selectividad, Ana más de lo mismo, Marta le dijo que no podía, que estaba con su novio José Miguel, cosa que, si era posible, le enfadó más.

"Josemi" era un joven algo mayor que ellos, más alto que Raúl, de complexión atlética, pequeña barba, ojos malvasía... Le había odiado desde el primer momento en que había besado a Marta en su presencia, para su felicidad, él iba a una universidad lejana, por lo que se le veía poco por la zona. Su angosta agenda no le dio muchas más posibilidades, llamó por primera vez a Nadia, a la que solo había visto en el instituto y un par de veces en algún local. Ella no tuvo ningún reparo en abandonar los estudios y tomarse un respiro.

-Con este calor a mi solo me apetece tomar un baño, o, en su defecto, un helado bien grande, de leche merengada, con caramelo, nueces y... –Soltó un jadeó más próximo al orgasmo que a otra cosa.-

-Está bien, vayamos a tomar un helado, la piscina ya la dejaremos para otra ocasión.

-Ahí nos vemos entonces, no olvides que tu invitas, es la primera cita.

-De todas maneras no te iba a dejar pagar. –Aseguró Raúl.-

-¿Por qué? –Se indignó falsamente.- ¿Por qué soy una chica? ¡Machista!

-Sí, un machista que te va a invitar a un helado enorme... –Respondió.- ¿Cómo te gustaba? Leche merengada, caramelo, nueces...

-Vale, vale... –Suspiró.- Tendré que renegar de mis principios, ese helado bien lo vale.

-Que barata te vendes... –Rió.- Hasta luego...

-No llegues tarde...

Veinte minutos después estaban sentados en la terraza de una céntrica heladería con vistas al mar, el local estaba lleno de turistas, especialmente ingleses y alemanes, que engullían con glotonería sus enormes copas de helado. Nadia se había cortado el pelo, lo llevaba corto, muy corto, curiosamente, ese estilo le iba más que la melena larga, le daba un aire fresco y renovado.

-¿Sería muy poco original si te dijera que ese corte de pelo te beneficia mucho?

-No, no serias poco original, serias un adulador. –Rió Nadia, mientras le daba dos besos.- Bien, pasados los formalismos, quiero mi helado.

Cumplió su deseo al instante, Nadia se comió con sus ojos la copa de helado, llenó su cucharilla de caramelo y lo paladeó lentamente, con los ojos entrecerrados, inmersa en un pequeño orgasmo del paladar.

-Esto es mejor que el sexo... –Aseguró tras probar el resto del helado.- Además tiene más vitaminas...

-Gracias por venir. –Murmuró Raúl mientras le daba vueltas a su helado de pistacho.-

-Cualquier excusa es buena para abandonar un rato los libros. –Aplaudió Nadia.-

Esa tarde ella portaba un pantaloncito corto y ceñido, que dejaban a la vista casi todas sus piernas, otra cosa no, pero en forma sí que estaba. Por lo demás, portaba una camiseta de vivos colores. En ese momento Raúl se acordó del tatuaje que había intuido hacia ya tanto tiempo, el día del cumpleaños de Marta. Más por inercia que por su propia voluntad, sus ojos no cesaban de desviarse hacia los muslos de Nadia, a través de la mesa de cristal, cuando ella cambiaba de postura, se cruzaba de piernas... Finalmente, lo hacía de forma tan descarada que ella se dio por enterada.

-¿Qué es lo que miras que tanto te gusta? –Preguntó inocentemente.-

-¿Eh?

-Venga, córtate un poco, no me pensaba que fueras tan...

-¡No es eso! –Se apresuró a decir, rogando porque no se hubiera sonrojado.- Es que... Quería ver si...

-¿Qué me querías ver? –Rió ella.- Respétame Raúl, no seas obsceno...

-Bueno, es que... –Tragó saliva.- Hace tiempo, en la fiesta de cumpleaños de Marta, no sé si te acordarás...

-Sí, una buena noche... –Rememoró Nadia, acompañándolo con una cucharada de helado.-

-Creí verte... En el muslo, obviamente, un tatuaje.

La joven entrecerró los ojos un instante, su rostro se tornó ligeramente serio.

-Tienes buena vista. –Fue su única respuesta.-

-No, no, eso no me vale. –Intentó quitarle importancia.- ¿Qué tienes tatuado?

-No es algo de lo que esté orgullosa.

-¿Entonces por qué te lo hiciste?

-Bueno, digamos que fue una noche loca, tenia quince años, salía con un imbécil que trabajaba de ayudante en una tienda de tatuajes... –Cogió abundante aire, como si le costará rememorarlo.- Era joven y estúpida, no quiero risas...

-No, no, en absoluto. –Aclaró él.- Continúa...

-Digamos que este sujeto con pinta de simio y la espalda atravesada por la imagen de una mujer desnuda, me convenció de que hacerme un tatuaje era la mejor forma de demostrarle mi amor. –Explicó, mirando fijamente el suelo.- Yo... Claro, le dije que sí, que me haría uno en el brazo, o en la espalda, como el suyo...

-Pero te pidió que lo hicieras en el muslo.

-¿Lo cuentas tu o yo? –Cortó Nadia acuchillándole con la mirada.- Sí, dijo que seria divertido, en realidad quería que me lo tatuara en el pubis, pero le dije que no, ahí no... Se enfadó un poco, pero le dije que menos ahí, en cualquier sitio... Finalmente se quedó en el muslo, en la cara interior, siempre intento que no se vea, no es algo de lo que me sienta especialmente orgullosa.

-Sí... –Comprendió Raúl.- Pero... ¿Qué tienes tatuado?

-¡Ja! –Ella le miró sarcásticamente.- Eso solo lo sabrás si me quitas los pantalones.

-¿Es una invitación?

-Más quisieras...

Ambos rieron, pasó algo de tiempo con absoluto silencio, en el que se dedicaron a observar al resto de las personas que iban y venían. Raúl, finalmente, volvió al tema.

-¿Qué tienes tatuado?

-Ya te lo he dicho...

-No, por favor, quiero verlo, soy de ideas fijas, si no aclaras mi duda terminaré soñando con tus muslos...

-Hombre, eso no estaría tan mal. –De nuevo se rieron ante el doble sentido de lo que había dicho Raúl.-

-Nadia, por favor... Pídeme lo que sea a cambio, lo que sea.

-Te daré un consejo, porque me pareces buen chico, nunca digas "lo que sea", al final puedes terminar en un lío.

-O con un tatuaje en el muslo. –Añadió él, ganándose una mirada reprobatoria.-

Acabado su helado anduvieron un rato por el paseo marítimo, la noche caía poco a poco, Nadia le contó cosas de su antiguo instituto, sus compañeros, su novio el tatuador... Era una chica con una gran intelecto, pese a que su comportamiento lo desmintiera, casi como si fuera su particular juego de apariencias.

-Bien, ya lo tengo. –Se detuvo en seco en mitad del paseo.- ¿Quieres ver mi tatuaje?

-Sí, por favor.

-Dijiste que harías lo que fuera.

-Bueno, sí, supongo que sí. –La miró con cautela.-

-Entonces... –Le observó de arriba abajo.- ¿Ves esa torre de socorristas?

Señaló a la gran torre blanca donde una hora antes habría estado socorrista de turno, velando por la seguridad de los bañistas o durmiendo a la suave luz del Sol.

-Quiero que subas...

-No es tan complicado, mientras no me vea ningún policía... –Miró a izquierda y derecha.-

-Subes, te desnudas, te vistes, y vuelves a bajar.

-¡Anda ya! –Vociferó él.- Hay cientos de personas en el paseo, las farolas lo iluminan todo, no lo haré.

-Entonces no te mostraré el tatuaje. –Advirtió ella.-

-Pero tu no te tienes que desnudar para enseñármelo. –Protestó él.- Como mucho, solo quitarte los pantalones.

-El problema es ese, precisamente, solo llevo dos prendas de vestir, ¿Adivinas cuales?

Raúl la observó obscenamente, realmente no se marcaba ningún elástico en su pantaloncito, era posible que estuviera desnuda bajo la ropa. Pese a que lo consideraba una locura, a raíz de su insípido tren de vida de los últimos días, se había planteado cometer una locura. Estuvo observando un instante la torre de salvamento, había una larga escalera para subir, faltaba la base, pero no seria un problema. La pequeña plataforma de arriba era lo más complicado, había poca luz, y solo si sabías donde mirar te darías cuenta de lo que pasaba, pero...

-Te advierto de que no te puedes retirar.

-Yo no falto a mis promesas. –Rió ella.-

-Bien... Bien... –Cogió abundante aire.- Estate atenta, porque va a ser...

Saltó el pequeño muro que separaba el paseo de la arena del mar, se movió disimuladamente alrededor de la torre hasta comprobar que no había nadie mirando. De un salto alcanzó el primer peldaño de la escalera, y así comenzó su ascensión, silenciosa, ágil... Antes de lo que había pensado llegó a la meta. Ahí, disimuladamente, observó al público, parecía que, aparte de Nadia, que le miraba con una sonrisa perfilada en su rostro, nadie reparaba en él.

-Bien, aquí estamos... –Susurró en voz muy baja, para tranquilizarse.- Cometiendo una estupidez... Pero, que diablos...

Se quitó la camiseta y, de nuevo, vigiló. Nadia aplaudía en silencio, no había rastro de que algún otro paseante se hubiera fijado en ella.

-Vamos allá...

Con un fuerte movimiento, se bajó tanto los pantalones como la ropa interior. Nadia se llevó las manos a la boca y comenzó a reírse, el eco de sus carcajadas le llegó, pero mayor fue su sorpresa cuando comprobó que en el paseo, una niña le señalaba, intentando llamar la atención de sus padres, que no parecían muy dados a dársela. Nunca antes se había vestido tan pronto, se subió los pantalones con tanta fuerza que incluso se hizo daño en los testículos, la camiseta se la puso al revés. Pero, si se había dado prisa en vestirse, en bajar lo hizo aún más, estando varias veces apunto de resbalar.

Capítulo XVII

-¡Vamos! –Le rogó a Nadia, que continuaba riéndose.- ¡Por favor!

Estuvieron corriendo durante un par de minutos, llevaba a Nadia cogida de la mano, y no se detuvieron hasta que Raúl estuvo seguro de que la niña no volvería a verlo jamás.

-Tú y tus ideas... –Gruñó.- Esa niña puede tener un trauma...

-Oye, que tampoco ha estado tan mal. –Respiraba agitadamente después de la carrera, pero no cesaba de reírse.- Por lo menos se llevará un bonito recuerdo.

-Joder, no sé como he podido hacerlo... –Sentía el corazón a mil por hora, no podía quitarse de la retina la imagen de la niña señalándole y tirando de la mano de su padre.-

-Bueno, ya tienes algo que contarle a tus nietos. –Se tuvo que apoyar para recuperar el aliento.- "Yo me desnudé en una torre de socorristas"

-Claro, será su cuento de buenas noches...

Aguardaron durante un par de minutos, donde lo único que hicieron fue mirarse, reírse y coger aire. Finalmente, Nadia se pasó la mano por su corta cabellera, y le miró con sarcasmo.

-Creo que debo enseñarte algo... –Musitó, al mismo tiempo que llevaba sus manos al botón de su pantalón.-

-¡Eh! ¡Que haces!

-Enseñarte el tatuaje, ¿No es lo que querías?

-Ya he tenido mucho exhibicionismo callejero por hoy.

-Bueno, entonces lo lamento, no habrá tatuaje... –Nadia levantó una ceja, con falsa pena.-

-¿Qué? ¡Eso no te lo crees ni tú!

De nuevo la tomó de la mano y la dirigió, silencioso, por un mar de pequeñas calles, cuando llegaron al portal de su casa, este sacó las llaves y abrió, Nadia tenia cara de encontrar sumamente divertida la situación. Una vez en el salón, asaltó la nevera en busca de un poco de algo refrescante.

-¿Quieres algo?

-Sorpréndeme...

Le sirvió un poco de té helado, una bebida que a su hermana le encantaba y de la cual siempre tenían grandes existencias.

-Bonita casa... –Dijo ella, observando el salón.-

-Oh, perdona... –Se incorporó de inmediato, con pomposidad fingida.- Donde estarán mis modales...

Ofreció gentilmente su brazo para llevarla en un tour por su casita, Nadia lo tomó encantada.

-Ya conoces la cocina...

-Está impecable, ¿Tenéis chica del a limpieza? –Preguntó ella.-

-Sí... –Se ruborizó.- Yo.

-¡Joder! –Exclamó de pronto.- Tengo que presentarte a mi madre, te llevarías con ella a la perfección...

-No lo dudo... –Gruñó, mientras la conducía hacia la habitación de su hermana.- Aquí el paraíso de mi hermana Laura, sí, el cuarto es grande porque unió dos de ellos.

-Pues le ha quedado genial. –Aplaudió ella.-

-Y bueno, el mío... –Abrió la puerta de su habitación casi con miedo.-

-No sé por qué pero me lo imaginaba así. –Se intuía el principio de una risa en sus labios. A la luz de su lámpara se dio cuenta de que con el pelo corto parecía aún más joven, además, las pecas le daban el toque exótico que le faltaba.- Libros, muñequitos, peluches... Solo falta el póster de James Bond.

-Es un estilo de decoración clásico. –Se defendió.- Si crees que lo puedes hacer mejor, acepto ideas.

-Te pasaré la lista. –Lo dijo de una forma que de verdad parecía que le fuera a dar tal lista.- En fin, todo muy ordenadito...

Regresaron al salón donde charlaron largo y tendido sobre sus respectivas vidas. Nadia era la menor de tres hermanos, sus padres estaban divorciados y sus hermanos le hacían poco caso, había sido difícil crecer en tan poco acogedor panorama.

-Te dije que yo siempre cumplía mis promesas. –Añadió de pronto.- Me sentiría mal si no te lo enseñara.

-Pero no tienes que desnudarte. –Se apresuró a decir.- Puedes ir al baño y taparte con una toalla o algo por el estilo...

-No me des más oportunidades por ser una mujer. –Farfulló haciéndose la ofendida.-

Se colocó frente a Raúl y se deshizo de sus zapatillas, tenía flores dibujadas en las uñas de los pies, cada una de forma y color diferente. Después se subió, lentamente, la camiseta. Sus pechos eran de un tamaño mediano, pero de forma impecable, sus pezones eran rojizos, de una tonalidad marrón muy curiosa, Raúl no pudo evitar sentir un cosquilleo en la entrepierna que amenazaba con acrecentarse... Más aún se preguntaba por qué se había quitado la camiseta si lo que él quería ver lo llevaba entre las piernas... Pensó que sería para compensar que él también se hubiera desnudado integralmente.

-Bueno... –Susurró ella.- No te rías...

-No lo haré. –Prometió él.-

Bajó sus pantalones, evidenciado que, efectivamente, no llevaba nada debajo. Como el tatuaje estaba en la cara interior del muslo, no se vio a primera vista, por lo que, seguramente de forma premeditada, levantó la pierna, la apoyó en la mesa, y las abrió de par en par. Su sexo quedó totalmente al descubierto ante él, que no pudo evitar abrir la boca con sorpresa. Era la primera vez que veía el pubis de una pelirroja, ni siquiera en su abundante repertorio de pornografía lo había visto, el vello anaranjado poblaba, perfectamente delineado, la zona superior de su vagina. Esta, con los labios mayores exageradamente rojizos, se mostraba bien lubricada, quizás por el hecho de haber corrido, o el de la fricción con el pantalón, quizás había algo más...

-¿Qué te parece?

Estuvo a punto de preguntarle que qué se refería, pero entonces recordó el tatuaje. Era una pequeña diana, con unas letras impresas en sus contornos, no las podía leer, eran demasiado estrechas.

-No las veo bien. –Explicó.-

-Bueno, pues acércate más. –Nadie le dirigió una mirada significativa.-

Cada centímetro que aproximó su cara a la entrepierna de Nadia, su erección se hizo más intensa, así como el olor a mujer. Su nariz estaba a un palmo de la vagina de la chica, esta le observaba desde las alturas, Raúl se había arrodillado para ver mejor. Rodeando la diana estaban las palabras "Busca el Conejito".

-¿Busca el Conejito?

-El "conejito", ¿Lo entiendes, no?

-Tiene su gracia. –Rió él levemente, conteniéndose y sin moverse un ápice.- ¿Cuántas personas lo han visto?

-No muchas. –Titubeó ella.- Es un poco típico de prostituta barata. "Busca el Conejito", joder...

Raúl, ya tenía una considerable erección que pronto se hizo notable en su ceñido pantalón. No escapó a la atenta mirada de Nadia.

-Veo que te ha gustado. –Señaló.-

-No soy de piedra, no te creas...

-Si tanto te gusta...

Antes de que pudiera retirarse ella le había pegado su coño en la cara. Se sorprendió, eso no pudo negarlo, pero no hizo ademán de apartarse. Que leches, si el destino le ponía una chica guapa a tiro...

-"Rechazarlo sería muy descortés." –Pensó con ironía.-

Prontamente devoró esa almeja que tan dura prueba le había costado ver. Supo que la posición era complicada, más aún teniendo en cuenta los espasmos del placer, así que, gentilmente, recostó a Nadia en el sofá, esta se lo agradeció acariciándole el pelo. Nadia no se estuvo quieta y le desnudó antes de que pudiera decir "espera". La cogió en brazos y, mientras la besaba, la condujo por el pasillo. Pero en vez de llevarla a su cuarto, la llevó al de su hermana, su cama era más grande, y, seguramente, sentiría un morbo especial allí.

El orgasmo de Nadia no se resistió mucho en llegar, su clítoris estaba muy inflamado, ni siquiera tuvo que penetrarla con un dedo para que explotara. Al parecer las carreras de antes habían bastado para dejarla a punto. Mientras se corría él besó sus tetas con ansia, ella lo agradeció haciéndose cargo de su cuerpo de inmediato, condujo su lengua a los rincones más íntimos de Raúl, hasta llegar a su entrepierna, donde comenzó una espectacular felación.

-Me encanta tu tatuaje... –Bramó el chico.- Me encanta...

-Calla... No quiero oír de ti más que tus gemidos... –Ordenó Nadia.-

Ella, que dirigía la orquesta, pronto se situó frente a él de rodillas, dirigiéndole una mirada significativa. Fue la primera vez que él experimentó la posición del "perrito", le gustó al instante, la penetración era más profunda, y a la chica también parecía gustarle, además, con sus manos podía amasarle las tetas, acariciarle el clítoris...

-Dáselo al conejito... –Sollozaba ella.- Dáselo todo...

Nadia fue la que le tumbó en la cama, engullendo con voracidad su polla, le masturbó con virtuosismo hasta que su leche bañó las sábanas, pero aún no habían terminado, se encontraban con fuerzas para más, mucho más. Nadia le mostró varias posturas nuevas, e, incluso, le pidió que le mordiera suavemente los labios mayores de su vagina, gesto tras el cual se corrió estrepitosamente... Raúl se corrió nuevamente poco tiempo después, incapaz de aguantar a su vertiginosa forma de cabalgarle. Lo mejor de todo es que tenía la sensación de que aparte de disfrutarlo todo, lo veía como si fuera una película, desde fuera.

Le gustaban sus tetas, le encantaban, las lamía con entusiasmo, las quería para sí, no sentía nada por Nadia, pero el sexo sin amor tiene, si cabe, más parte de puro instinto animal, solo importa satisfacerse físicamente, nada más...

-¿Has penetrado a alguna mujer por detrás? –Preguntó de pronto.-

-¿Por detrás?

-Que si has practicado sexo anal. –Soltó ella a bocajarro.-

-No.

-Bien, pues es tu día de suerte...

La chica no aceptó un "No" por respuesta, gracias a su particular forma de chuparle los testículos, así como sus delicadas manos, consiguió que su erección reapareciera, ventajas de la juventud... Ella hizo ademán de masturbarse, humedeció un dedo y se lo pasó por la vagina, para luego terminar en el ano.

-Tienes que abrir paso... –Decía entre gemidos.- Primero un dedo... Luego dos, tres...

-No sé si me acaba de convencer...

-¡Hazlo!

Raúl humedeció su dedo y lo introdujo en el culo de Nadia. Era estrecho, muy estrecho, pero, para su sorpresa, se dilataba con facilidad. Cuatro minutos después, y ante un súper excitada mujer, consiguió penetrarla con tres dedos, lleno de miedo por hacerla daño y siguiendo detenidamente sus indicaciones.

-Tienes... –Intentaba explicarle ella, con la boca seca.- Tienes que meterla... Poco a poco... Te harás daño si no lo haces...

Ella se había situado encima de él, para controlar la delicada operación. Colocó su glande en el orificio trasero de la mujer y notó como ella iba bajando, poco a poco, empezó a gemir, el agujero no parecía lo bastante ancho. Pero, ante el grito desesperado de Nadia pidiéndole que no se quita, no lo hizo. Poco a poco fue entrando, era estrecha, le gustaba, pero se le hacía raro. Iba despacio, calmando su propia ansia, reprimiendo el fuego que desde su interior le pedía más, pero todo se torció cuando Nadia gimió.

-No puedo aguantar más... –Gritó, arrastrando las palabras.-

Soltó todo su peso sobre la polla de Raúl, fue doloroso, sintió como un desgarro, no pudiendo evitar soltar un gemido de dolor, a la vez que sus manos se cerraban con furia en los costados de la chica.

-Estas... loca... –Se quejó.-

-Tan solo te doy... –Suspiraba.- Nuevas experiencias, es mi regalo, por lo de la torre...

Nadia empezó a subir y bajar suavemente. Raúl comenzó a bombear, buscando el compás de la chica, era difícil hacerlo, por lo menos durante los primeros minutos, además aún le seguía pareciendo demasiado estrecho. Poco después, el ano de la chica se dilató y todo fue más fácil y placentero, entendió por qué en la mayoría de las películas utilizaban lubricante, así resultaría más fácil. La presión era tal que no pudo resistir mucho más. Con su mano estaba acariciando vertiginosamente el clítoris de Nadia, esperando su orgasmo, que no tardó. Se corrieron juntos, al mismo tiempo, Raúl lo hizo aún dentro de ella, lo que le dio aún más placer si cabe.

-Sí... Así... Muy bien... Lo has hecho muy bien...

Nadia cayó en sus brazos, aún seguía teniendo la polla de Raúl dentro, pero esta no saldría sin dolor hasta que la erección se desvaneciera, así que esperaron y recuperaron el aliento, con calma, tomándose su tiempo.

Más tarde Raúl le ofreció una generosa cena, que ella no rechazó. Llamó a su casa diciendo que estaba con un amiga, y entonces tuvieron toda la libertad que necesitaban. Fue una noche de sexo, algunas veces apasionado, otras íntimo... Nadia era una persona que disfrutaba llevando la iniciativa, y, más aún, sorprendiéndole.

Finalmente, tras tres orgasmos y varias horas, cayeron rendidos, pero ella tenía un juego más guardado para el final. Cogió la mano de Raúl y la llevó hasta su sexo, y así, con sus dedos entrelazados, utilizando los del chico como un objeto, se masturbó. Fue una experiencia muy agradable para ambos, más aún cuando llegó al orgasmo.

Durmieron juntos, desnudos, cansados. Lo último que hicieron antes de caer en el sueño fue besarse suavemente.

-Buenas noches...

Capítulo XVIII

Con Nadia pasó una mañana muy animada, se despertaron dándose los "Buenos días" haciendo suavemente el amor. Preparó un desayuno especial, tortitas con nata, que ambos engulleron de forma ejemplar.

-De verdad, eres el mejor ligue de una noche que he tenido. –Reía ella.- El sexo sin compromisos tiene sus ventajas...

-Me siento utilizado... –Gruñó Raúl falsamente.-

-Está bien rebajar tensiones antes de "los mortales". –Musitaba ella engullendo un gran trozo de tortita.-

Los exámenes finales del curso ya los habían pasado, ahora les faltaban las pruebas de acceso a la universidad, que se anunciaban complicadas y sumamente reiterativas. La gente tenía reacciones diferentes ante esta increíble presión, algunos se encerraban en casa a estudiar, otros pasaban con alcohol, algunos con el sexo, y, los que más y los que menos, intentaban encontrar un equilibrio en sus vidas. A este grupo minoritario parecían pertenecer Nadia y Raúl.

-Bueno... Tengo algo que proponerte... –Él le mostró su bendita cámara Polaroid, ante lo que ella sonrió, divertida.-

Pasaron el resto de la mañana con el ya tradicional juego de las fotografías instantáneas, Raúl hizo una especialmente buena del tatuaje de Nadia, justo antes de devorar su sexo. Tras acumular un montoncito de imágenes, en las que la chica se mostró como sumamente fotogénica, dieron por terminada su particular fiesta. Nadia se despidió, emplazándole a estudiar y a llamarla para cualquier cosa.

-No te preocupes, si necesito echar un polvo te llamaré. –Carraspeó sarcásticamente ganándose una mirada reprobatoria de la chica.- Cuídate, y estudia...

-Adiós, señor fotógrafo. –Le guiñó el ojo antes de que se cerrara la puerta del ascensor.-

Los libros consumieron el resto de su día, pero al leer una línea sentía absurdamente que era algo que no tenía que repasar, que ya lo sabía, se obligaba a continuar por el mero hecho de demostrar que podía controlarse. Pasó un día y medio encima de los libros, hasta que, finalmente, sus llamadas de días anteriores surtieron efecto.

-¡Raúl! –Exclamó Marta con su voz soñadora.-

-Marta... –Se entusiasmó nada más saber quien era.- ¿Qué tal?

-Bien, muy bien... ¿Vas a ir a la fiesta de esta noche?

-¿Qué fiesta?

-En la Tauro. –Se refería a un gran local donde generalmente se solían organizar las mayores fiestas de la zona.- Es la última grande antes de que cerremos las persianas para estudiar.

-Oh... –Recordó vagamente que Adrián y Felipe se lo habían mencionado.- Claro, sí, supongo que iré...

-¡Genial! –Celebró ella.- Tienes loquitas a muchas, Casanova, nos vemos esta noche entonces.

-Eso espero, hoy el que te va a exigir un baile seré yo. –Rió mientras cruzaba los dedos.-

-Habrá que verlo... –Se despidió.- Un besito, nos vemos luego...

Los libros quedaron de nuevo brutalmente abandonados en los cajones de su escritorio, pasó la tarde llamando a Felipe y Adrián para preguntarles si irían, ambos harían un alto en su repaso para acudir, lo necesitaban, dado que estaban hasta las narices de ello.

La noche fue corta pero empezó con música a todo volumen, alcohol y tabaco, por no decir otras sustancias similares de curso ilegal. Raúl lo pasó bien, se encontró con muchos conocidos, incluso con Nadia y Ana, llegadas en el último momento y de las primeras en irse, habían salido de su cueva a ver un rato la luz del Sol o, mejor dicho, para quemar tensión en la pista.

-¡Eh!

Alguien le abrazó por detrás.

-¡Has venido! –La voz de Marta le llegó amortiguada por el sonido, pese a que le estaba gritando en el oído.-

-Te dije que lo haría. –Alzó su voz.-

-Ven, ven a bailar.

Marta vestía un conjunto ceñido, muy bonito, tenía el pelo recogido de forma inusual, los focos del local iluminaban su rostro, donde se veía un ligero tono sonrojado, seguramente fruto de alguna que otra copa de más.

Bailó con una Marta más desinhibida de lo normal, estuvieron pegados casi toda la noche, donde ella defendió a su pareja masculina de las garras de las otras chicas, frente a la sorpresa total de este. Las copas desaparecían en su mano a una velocidad alarmante, su mirada se teñía a causa del alcohol... A una hora más temprana de lo normal, la gente empezó a volver a casa, teniendo en mente la responsabilidad de los estudios. Marta, sin embargo, estaba desbocada.

-Bueno, creo que ya has bebido mucho ¿No?

-Que va, si no es nada... –Decía ella con una sonrisa.-

Pero pronto comenzaron a manifestarse otros efectos, como la perdida de noción del equilibrio. Raúl pasó su mano alrededor de su cintura para sostenerla.

-¿Nos tenemos que ir ya? –Preguntaba con voz triste.-

-Sí, es tarde, mañana hay que estudiar... –Respondió Raúl, buscando con la mirada uno de los taxis de la parada cercana.- Te llevaré a casa y...

-¡No! ¡A casa no! –Se alarmó ella.- Mi madre creerá que estoy borracha, y yo no lo estoy, ¿Verdad que no?

-No, claro... –Él le siguió la contraria.-

-Es una neurótica... Siempre sacándome defectos, criticándome...

-¿Entonces que hacemos? –Le preguntó Raúl.-

-Llévame contigo, demos un paseo... ¡La noche es joven!

Pero su estomago empezaba a rechazar tanto alcohol, por lo que el paseo fue suspendido. El taxista voló por las desiertas calles de la ciudad con temor a que su pasajera le dejara un "regalito", Raúl se hizo cargo de ella en todo momento.

En el ascensor pensó que no aguantaría, pero lo hizo, finalmente, le dio tiempo a llevarla al baño. Tan solo había tenido que aguantarle la cabeza a una persona que había padecido un exceso de alcohol, Felipe, cuando intentó superar el record mundial de vodka ingerido, con fatales consecuencias. Marta expulsó todo lo que tenía en el estomago, ante las atentas manos de Raúl que le recogían el pelo e intentaban dirigirla hacía el inodoro, manchando lo menos posible.

-Tranquila, mejor fuera que dentro, tómate tu tiempo. –Decía Raúl para tranquilizarla.-

Ya en la cocina le ofreció a la chica un par de cosas para aliviar los síntomas de embriaguez, el más clásico de todos era el más efectivo, una lata de Red Bull y un buen bocadillo.

-Tengo el estomago revuelto... –Se quejaba ella, observando el bocadillo.- No podría...

-¡Cómetelo! –Ordenó él.-

-Pero solo un poquito...

Pese a que se mostrara reticente, al final se comió el bocadillo entero, la mejoría se hizo evidente casi al instante, había recuperado algo de color y se mostraba más despierta.

-Gracias... –Concluyó al final.- Estaba muy bueno, me siento mejor...

-Este remedio nunca falla... –Se jactó él mientras recogía todo lo que había sacado para hacer ese picnic nocturno.-

-Has sido muy amable conmigo... Pero no puedo abusar, creo que es mejor que...

-No estás en condiciones, es mejor que pases la noche aquí.

-Pero... –Ella le miró, sorprendida.-

-El cuarto de mi hermana está libre, podrás dormir ahí. –Explicó Raúl antes de que pensara cosas raras.-

Pero, ante su estupefacción, ella empezó a llorar.

-Ma... Marta... ¿Sucede algo? ¿He dicho algo? –Se apresuró a calmarla.-

-Es que... He bebido mucho... Que imagen te habrás hecho de mí... –Sollozó.- Pero yo no soy así, nunca me había pasado...

-No tengo ninguna imagen de ti... Bueno, sí, tengo una, pero no es esa.

-¿Seguro? –Le taladró con sus ojos llorosos, Raúl se derrumbó.-

-La única imagen que tengo de ti es la de... La de esa chica encantadora y risueña que siempre sonríe... –Habló muy deprisa, antes de que las dudas le hicieran callar.- Esa que cada vez que entra en tu misma habitación te hace sentir seguro...

Ella empezó a llorar más abundantemente.

-Es muy bonito eso que dices. –Gimoteó, enjuagándose las lágrimas con una servilleta.- Pero no creo que sea verdad... Yo... No valgo nada...

-¡No puedes decir eso! –Se alteró él, que apretaba con fuerza sus puños.- Claro que lo eres, anda ya, muchas veces, cuando estaba triste, me bastaba tu único recuerdo para ser feliz... Porque, porque tú... Tú...

-¿Te gusto?

La afirmación de Marta le había dejado sin palabras, supuso que en cierto sentido era obvio, pero no tanto.

-Ya me había dado cuenta. –Sollozó ella.- Todos se habían dado cuenta... Y ese es mi problema...

El color poco a poco abandonaba su rostro, Raúl ni siquiera parpadeó.

-Hoy José Miguel me ha dejado... –Soltó a bocajarro.- Alguna de las chicas debió comentarlo... Él lo escucho, me preguntó que había entre nosotros...

Arrancó otra servilleta de su paquete, lloraba y lloraba sin parar.

-No supe que decirle... –Sollozó.- No lo entiendo, si no... No somos nada, ¿Verdad? Entonces por qué no pude hacerlo, no le pude decir "No hay nada entre nosotros", ¿Por qué? ¿Por qué?

Raúl se sintió culpable por todo lo que estaba pasando Marta, y se riñó mentalmente por haber sonreído al escuchar que su novio la había dejado.

-Marta... Tú eres muy importante para mí... –Susurró.- No haría nada que te hiciese daño...

-No sé que pasa... Llevábamos tanto tiempo sin hablar... Creí que todo eso había quedado olvidado...

-Es tarde, deberías dormir. –Raúl se levantó para ofrecerle su brazo, pese a que parecía recobrada, aún oscilaba de un lado a otro.-

-Raúl... –Insistió.- ¿Qué somos?

-No lo sé, Marta, ha decir verdad, no lo sé... –Respondió él.- Hace poco te habría pedido que... Bueno, cualquier cosa con tal de estar contigo, eso es lo que siento... Pero... A veces lo que sentimos no es lo que queremos, no lo sé...

-¿No hay ninguna forma de saberlo?

-Es mejor que duermas. –Repitió él, aunque sentía un profundo dolor en el alma.- Debes reponerte...

-Sí, está bien...

Ella aceptó su brazo. Raúl la llevó hacia el cuarto de su hermana, buscó algún pijama decente en el armario de esta y se lo puso al lado.

-Mañana, si quieres ducharte, podrás encontrar toallas limpias en el armario. –Le explicó.- Para lo que sea, despiértame...

-Eres un cielo... –Fue su única respuesta.-

Raúl estuvo largo rato despierto, dando vueltas en su cama, la sola idea de que Marta estaba en la habitación de al lado le obsesionaba, pero había sido un día largo y finalmente se durmió. No habría pasado mucho tiempo cuando se despertó, aún era de noche, la luz que le había despertado provenía del pasillo, a través de su puerta abierta. Mayor fue su sorpresa cuando sintió un peso en la cama, a sus pies.

Se había aovillado como un gatito, dormía placidamente, con una sonrisa cansada en sus labios. Llevaba el pijama de Laura que le había dado, el pelo, ya sin el laborioso recogido, caía libremente... Él no pudo más que sonreír ante aquella escena. Se levantó con mucha suavidad y con más delicadeza si cabe, movió a Marta hasta acomodarla en el interior de su cama, que, pese a no ser de matrimonio, era más grande que las normales, por lo que ambos quedaron acomodados sin dificultad. Una vez la tuvo colocada, apagó la luz del pasillo y volvió a su lado.

Tenerla tan cerca le hizo perder completamente el sueño, estaban cara a cara, si flexionaba un poco el cuello, podría besarla, despertarla, decirle cuanto deseaba poder ayudarla, estar a su lado, ganarse su confianza, y, por qué no, algo más. En el absoluto silencio de su cuarto recordó la conversación que había mantenido con Ana.

"-¿Nunca has tenido un sueño subidito de tono con ella? ¿Con nosotras?" –Esas habían sido sus palabras, pensó.-

Ese sueño había sido muy recurrente en su vida, lo había tenido tantas veces, se había masturbado en tantas ocasiones... Pero a raíz de su relación con Ana había perdido toda la confianza en sus sentimientos, no sabia diferenciar el "amor" del deseo, de la necesidad de tener a "esa" persona a tu lado. Tenía sentimientos encontrados, por un lado deseaba a Marta, acostarse con ella, amarla... Pero por otro, temía que si lo hacía sus miedos se cumpliesen y se diera cuenta de que en realidad no la quería de ese modo, al igual que le había pasado con Ana...

Marta se movió en sueños, sus labios se entreabrieron en un gesto tierno, Raúl lo observó con el rostro cruzado de deseo, quería besarla, pero no se atrevía. Cogió su mano debajo de la sábana y la acarició. Estaba dispuesto a quedarse despierto toda la noche compartiendo esa caricia, pero al final fue presa de un suave sueño, donde, por un momento, sintió que volvía a su infancia, a esas noches en las que compartía cama con Ana y Marta, sus historias, sus juegos...

Soñó que alguien le besaba, ella le besó de verdad.

Capítulo XIX

Pocas veces se había sentido tan falto de cariño como durante esos días, su mayor sueño adolescente se desmoronaba bajo sus pies, Ana, Marta, sus musas, lo único bueno que encontraba en los momentos de embriaguez, cuando le asaltaban las dudas sobre si era mala persona o estaba gafado. No se quitaba de la cabeza la posibilidad de que todo hubiera sido un error... Con Ana había aclarado las cosas, eran grandes amigos, a veces añoraba su cuerpo, pero su amistad lo compensaba. Marta había sido diferente, la tuvo a su disposición, en su cama, cuerpo con cuerpo, sintió su deseó arder en forma de inquebrantable erección, pero, aún así, no hizo nada...

No era sexo lo que quería, era amor, amor en el sentido más teatral de la palabra, en todos los campos y dimensiones... Amor de madre, amor de amiga, amor de hermana, amor de amante... Los conocía todos vagamente, casi como recuerdos... Su hermana había sido muy buena con él, pero, en muchos aspectos, había dejado bastante a su imaginación. A veces incluso deseaba que fuera de ese tipo de hermanos que controlan tu vida privada y te amonestan cuando algo sale de forma inapropiada... No, tan solo había podido contar con sus propias decisiones, y ellas le habían llevado a ese punto sin salida.

Estudiaba casi de carrerilla, eran repasos largos y aburridos, dominaba la materia, pero continuamente se le iba la cabeza, pensando en otras cosas. Raúl sacudió la cabeza, intentando despejarse, puso toda su fuerza de voluntad en los exámenes.

Los fatídicos días estuvo atento, contestó todo cuanto pudo, pero no fue más que un patético intento de examen, al final conseguiría la nota que necesitaba por los pelos, pero así evitó desastres mayores.

Cuando ya no esperaba que su vida pudiera ir peor, recibió la llamada de Estela.

-Raúl... –Dijo ella después de las rutinarias preguntas.- He conocido a alguien...

-¿A un chico? –Preguntó, sintiéndose repentinamente traicionado.-

-Sí... Le conocí hace unos días... –Relató ella.- Es guapo, es gracioso...

-¿Te ha pedido que te acuestes con él?

-No, parece que... Parece que le gusto, que no piensa solo en mi vagina.

-Estará fingiendo. –Reprendió él duramente.- Todos los que se acercan a ti lo hacen por lo mismo.

-Sabes... –Contestó ella, dolida en su fuero interno.- Eres un cerdo cuando te lo propones...

Acto seguido colgó, y Raúl, aún con el auricular en la mano, se sintió el mayor estúpido del mundo. Estela había abierto su corazón y él le había respondido con esas palabras, ese tono... Además, a él que le importaba lo que le pasara a Estela... Porque no le importaba, ¿Verdad?

Su hermana llegó poco tiempo después, al menos él lo sintió así, tenía unas ojeras de impresión e iba acompañada de Cristina.

-Estamos cansadas... –Bostezó.- Vamos a dormir...

Las chicas se pasaron toda la tarde de ese día y gran parte del siguiente durmiendo. Raúl entraba de vez en cuando al cuarto para comprobar que seguían vivas, pero ahí estaban, en la cama, semidesnudas, en estado comatoso.

Se despertaron con un hambre de mil demonios, él supuso que durante el viaje no habrían hecho otra cosa que bailar, estar con chicos y beber, que no había quedado tiempo para cosas tan básicas como dormir. Entraron en la cocina desnudas, sin tomarse la mínima molestia de vestirse.

-¿Dónde habéis dejado a Claudia? –Preguntó a las chicas mientras les preparaba un sándwich.-

-La dejamos en su casa mientras veníamos de camino... –Contestó Cristina, engullendo el primero de sus bocadillos.- Creo que deberíamos llamarla para comprobar si está bien.

-Primero vosotras, jovencitas. –Objetó Raúl poniendo un tono serio.- Debo nutriros, ducharos y vestiros correctamente.

-Vale, papá. –Rió Cristina.- No te olvides de limpiar bien ahí abajo...

-Menos coquetear y más cocinar... –Gruñó Laura, que esperaba su sándwich.-

Una vez hubo servido más bocadillos y una botella de refresco, Raúl se sentó al lado de las chicas y las observó comer. Hacía rato que tenia una erección, mirar a Cristina y a Laura era garantía de una erección instantánea. Tenía muy en cuenta que con ellas había perdido la virginidad, cosa que no olvidaría nunca... También tenía en cuenta de que necesitaba mucho apoyo, pero que nunca se atrevería a pedirlo por sí mismo...

-¿Os lo habéis pasado bien?

-Bueno... –Ambas intercambiaron miradas.- Digamos que Europa está bien surtida de personas...

-Seguro que no habéis parado de follar y beber... –Observó Raúl.-

-Que bien nos conoces...

-Por aquí todo... –Dudó.- Bien, supongo que bien...

-No se te ve muy contento... –Comentó Laura.- Y estas algo pálido... ¿Has comido bien?

-Bueno, he estado de exámenes, ya sabes, no he dormido mucho.

-¿Qué tal te han ido?

-Pues... –Algo en la cabeza de Raúl se desajustó, con un suave estallido de sinceridad.- Bien, dejémonos de gilipolleces, necesito echar un polvo.

Cristina se atragantó con el trozo de bocadillo que masticaba.

-Vaya, si que nos ha salido lanzado el niño... –Masculló tras despejar su garganta.-

-He aprendido mucho en este tiempo, la otra vez no cuenta. –Se defendió.- Pero si sois unas estrechas lo entenderé.

-Anda, Cristina, ve tú, que yo tengo que llamar a Claudia.

-En fin... Lo que hay que hacer por la familia...

Raúl arrastró a la mujer hacia el dormitorio, se deshizo de la ropa y dejó al aire su gran erección.

-Bien, como quieres hacerlo... –Preguntó Cristina.-

Pero Raúl no la dejó hablar más, la empujó a la cama y devoró al instante sus labios, besó sus pechos, mordió sus pezones, los masajeó, finalmente, sin juegos previos, situó su miembro en la entrada de Cristina y la penetró sin compasión. La chica jadeó un poco, pero rápidamente su sexo se hizo a la dimensión del miembro de Raúl.

Comenzó el baile.

Las penetraciones eran rápidas y profundas, prontamente los dos empezaron a jadear, Raúl se corrió antes que Cristina, dentro de ella por expreso deseo suyo, y después, con la ayuda de su lengua, hizo terminar a la mujer. Fue apasionado, violento y duro, rasgos que Cristina observó.

-Vaya... Debe ser guapa... –Comentó ella.-

-¿Quién?

-La mujer con la que te has acostado, porque desde luego, en mí no estabas pensando.

-Cállate. –Ordenó Raúl.-

Su erección aún no estaba recuperada, pero tenia ganas de más, recorrió con su lengua el sexo de la mujer, que no pareció tener intención de detenerle en ningún momento, y, tras repasarlo durante unos instantes con su lengua, introdujo un dedo en su ano. La chica se arqueó al instante.

-Vaya... –Jadeó.- Si que has practicado mientras estaba fuera...

-El sexo es la única droga que puedo permitirme...

-Trafica conmigo entonces... –Rió.-

Introdujo un dedo, dos dedos, tres dedos... Cristina se retorcía en la cama, entre dolor y jadeos, pero, finalmente, cuando la erección de Raúl estuvo lista, se ofreció gustosa a lubricarle el aparato.

-Esto te va a doler. –Objetó él.-

-Tranquilo... Soy todo una profesional...

Una vez consiguió introducir el glande, el resto lo metió con suma violencia, unas gotitas de sangre aparecieron en su pene al sacarlo, pero no se detuvo, volvió a penetrarla y ella lo agradeció con gritos y jadeos.

Esta vez fue ella la que se corrió antes, al parecer, era de las mujeres a las que le gustaba cuanto más duro mejor. Raúl se corrió en su cara, dándole el gusto de lamer todo su semen, pero, pese a que su erección no parecía querer responder, él quería seguir...

-Venga, tortolitos... –Murmuraba Laura desde la puerta.- Que ya lleváis un buen rato... Hay más cosas en el mundo...

-No, espera...

Raúl volvió a morder sus pezones, jugó con su lengua en el clítoris de la mujer, llevó el sabor de su sexo a la boca, Cristina cedió a todas sus peticiones, incluso le gustó mucho la de hacerse fotografías, pero, finalmente, volvió a lanzar la pregunta.

-¿Con quién follabas?

-No sé de que...

-No seas gilipollas. –Replicó duramente.- Sé que no estabas pensando en mí, ni mucho menos... Tranquilo, no eres el primero, además, joder, esa faceta pasional está muy bien...

-Yo...

Raúl no pudo más y arrancó a llorar, como un bebé roto y descompuesto, sintiéndose imbécil hasta más no poder, pero con la necesidad imperiosa de explotar por algún lado, exámenes, vida personal, alma... Todo clamaba por liberarse de aquella forma. La mujer no pudo más que abrazarlo y acercar su rostro a sus voluminosas tetas, como si fuera un niño que busca su alimento, él las chupó y acarició, intentando acallar sus lágrimas.

-Creo que he perdido el rumbo de mi vida. –Dijo finalmente.-

-¿Has perdido el rumbo? –Cristina meditó.- ¿Y la universidad? ¿Las chicas que te gustaban?

-La universidad ya no tiene sentido, no sé donde está mi futuro, y las chicas... Bueno, me acosté con una, y compartí cama con la otra sin poseerla, aunque ella me lo pidiera indirectamente...

-Vaya...

-Supongo que ya conocerás la historia, mi hermana no es precisamente la más discreta, pero... –Raúl miró a Cristina a los ojos.- He perdido la oportunidad que yo pensaba que sería la más importante de mi vida, creía que esas chicas estarían dispuestas a ser mi vida...

-Te vas a sorprender, pero yo pasé por la misma situación... –Observó ella.- Me di cuenta de que el chico que yo pensaba que era el hombre de mí vida nunca sería nada importante para mí...

-¿Y qué hiciste?

-Me di cuenta de que esa persona llevaba a mi lado mucho tiempo pero que no me había dado cuenta de que existía.

-¿Quién era?

-Tu hermana, ¿Quién va a ser? –Cristina rió.- Por eso cuando me di cuenta, no la dejé escapar, y eso que he tenido competencia...

-Muchos se han acostado con ella... –Comentó Raúl.-

-Sí, pero solo dos personas tienen su corazón, tú y yo, naturalmente, tranquilo, no te considero un competidor, aunque si follas así también con ella, me olvidará en unos días...

-Una persona importante que ya estaba cerca... –Raúl meditó unos instantes, al tiempo que las manos de Cristina le acariciaba en miembro y los testículos, reactivando poco a poco su erección.-

Fue como si todo hubiera estado ahí, claramente demarcado. Una persona que lo había dado todo por él... Una persona con la que tenía confianza ciega... Una persona a la que quería mucho y con la que había compartido experiencias únicas... Era como sentir un orgasmo en el cuerpo, como darse cuenta de algo que es obvio...

-Estela... –Murmuró.- Es ella...

-Ve tras ella entonces...

-Sí, lo haré... –Raúl hizo ademán de levantarse, pero Cristina le detuvo.-

-Hay algo que no has acabado aquí... –Dijo esta antes de besarle.-

Capítulo XX

-Tengo que verte. –Descargó su entusiasmo al teléfono.-

-No puedo, estoy muy ocupada, ya sabes... –Respondía la interlocutora.-

-Pero llevas evitándome una semana... –La reprendió él.- He ido a tu casa, he llamado al portero automático, nadie me ha respondido...

-No estaba en casa.

-¡Estela!

-No grites, te escucho perfectamente.

-¿Qué te pasa? –Bramó él, exasperado.- ¿Te hice algo malo? ¿Estas enfadada conmigo?

-A Gonzalo no le gusta que nos veamos... –Se excusó tímidamente.-

-¿Gonzalo? ¿Qué importa Gonzalo?

-Se supone que es mi novio, si que importa...

-¡Pero si lo conociste hace un par de semanas!

-¡Joder! ¡Qué más da! ¡Es mi novio!

-Tengo que verte, por favor.

-Mira no puedo, lo siento, voy a colgar... –Raúl intuyó que estaba llorando.-

-¡Espera, Estela! –La maquinaria mental del joven iba al máximo de su capacidad.- ¡Me lo debes!

-...

-Acuérdate del vestido... –Hablaba atropelladamente.- Me dijiste que tenias que estrenarlo en una cena, me lo dijiste...

-...

-Tienes que cenar conmigo, esta noche, no... No... Mañana, mañana a las diez, en La Traviata, ¿Te acuerdas? Detrás del antiguo Centro Comercial... –Se jactó de su memoria.- Y la pulsera, la pulsera también debes ponértela...

-Es una tobillera... –Sollozó ella.- Raúl, eres tan idiota...

Colgó.

Por algún misterio del destino, Raúl supo que eso había sido un "sí", que debía prepararse, que la próxima noche tendría su oportunidad, podría disculparse con Estela, podría verla, podría hacer que olvidase a ese tal Gonzalo, que no conocía pero que, misteriosamente, odiaba con enferma fijación.

Dejó el teléfono en su sitio y suspiró. Por un momento le flaquearon las piernas. ¿Desde cuando tenía esa autosuficiencia? ¿Desde cuando era tan lanzado? ¿Estaba tan necesitado de cariño que podía llegar a suplicar?

Casi se cae cuando su teléfono móvil, que llevaba en el bolsillo, empezó a vibrar y sonar.

-¿Felipe? –No le dio tiempo a que le saludara.- ¿Qué quieres?

-Joder, pero si te estamos esperando...

-Eh...

-Fin de exámenes... Bacanal... –Felipe suspiró.-

-No sé si estoy de ánimos.

-Sabía que dirías eso... –Colgó.-

Raúl se sintió culpable por haber tratado de esa manera a su amigo, pensó en llamarle para disculparse, pero el estruendoso timbre de la puerta vino a completar su dolor de cabeza.

Abrió con desánimo, dos potentes manos le agarraron cada hombro.

-No aceptaremos un "No" por respuesta. –Eran Felipe y Adrián, al parecer, lo tenían todo bien diseñado.- Nos vamos, puedes vestirte adecuadamente o ir así, tu decides.

-¡Dejadme en paz! –Suplicó.-

-Necesitas vivir un rato, últimamente estas insoportable, esta noche te espera una buena cogorza y un par de polvos, ¡Anímate hombre!

Tras unos minutos de forcejeo no tuvo más oportunidad que acceder, dio gracias de que Laura y Cristina se hubieran ido a comprar al hipermercado, dado que la nevera, tras su llegada, se había convertido en una zona de guerra, solo quedaban los restos descuartizados de lo que antes se había llamado comida.

Se duchó, se vistió y se dispuso a salir. Pensó en alguna excusa que le permitiera abandonar la fiesta tras la primera cerveza, con tanta gente no le resultaría difícil largarse, pero tampoco quería que sus amigos pensaran mal de él.

Aún no era de noche, pero sus amigos tenían el trayecto meticulosamente diseñado. Pararon en un restaurante de comida rápida, donde llenaron el estómago, cosa vital para que el alcohol no cayera mal.

Estuvieron hablando de sus respectivas vidas, del futuro, de todo lo que les depararía, de si se volverían a ver una vez ingresaran en sus respectivas universidades, cada uno tenía una especialidad diferente, y, por desgracia, eso les llevaría a muchos kilómetros de distancia.

-Sé que decir "amigos para siempre" sería muy peliculero. –Observó Adrián.- Pero no me gustaría perder todos estos momentos...

-Hagamos un pacto. –Felipe puso voz de colegiala y mascó un chicle imaginario.- Tendremos que vernos al menos una vez al año, aquí, en este mismo sitio.

-¿En una hamburguesería? –Los tres rieron, Raúl tuvo la sensación de que esa era la misma risa del pasado, cuando no había ninguna preocupación, cuando no existía el miedo a un adiós anticipado.-

-En peores sitios he comido... Además, esto refleja nuestro estilo... Somos los "Hamburguer Boys", supuestamente corrientes, pero los números uno...

-Brindemos por eso...

Tras una larga charla, dos hamburguesas, un helado y un par de cafés, aderezados con un paseo, sus cuerpos tenían las baterías cargadas al menos para siete días de fiesta, Raúl, que había estado desconectado del mundo real, no sabía en qué iba a consistir, había muchas sorpresas para esa noche, algunas buenas, otras... Diferentes...

La música martilleaba en sus oídos, los focos le cegaban a cada paso, la gente se acumulaba, delante, detrás, a un lado, a otro... Era una fiesta en toda regla, había gente más mayor de la que acostumbraba a acompañar, pero el ambiente era bueno.

Ahí estaban todos sus conocidos, Nadia, su pelirroja preferida, le saludó con un mordisco en la oreja al tiempo que le apretaba fuertemente contra su escotadísimo pecho.

Ana y Marta le saludaron, dos besos le parecieron poco, pero no estuvieron mal, después de esos días tan terribles que había pasado, conectar un poco más con el mundo le estaba viniendo bien. No vio a Estela por ningún lado, de todas maneras no quería precipitar las cosas, prefería verla la noche siguiente, en una situación más cómoda y romántica...

Raúl siempre bebía cerveza, a lo sumo algún tipo de chupito, esa noche, desde el principio, pusieron en su mano una inmensa variedad de licores, ginebra, vodka, whisky... Bailaban en su vaso a un ritmo vertiginoso, Adrián y Felipe, que le escoltaban por todo el local, se encargaban de que en todo momento estuviera servido, al parecer eso de "hacerle disfrutar" se había convertido en un "emborracharle para que se desinhiba".

El alcohol cumplió su misión pronto, muy pronto. Se descubrió con una chica de piel negra, coqueteando abiertamente, bailando una música que le desagradaba especialmente, el reggeaton, teniendo en cuenta los sensuales rozamientos que ello conlleva. Felipe y Adrián también habían encontrado buena compañía, la risas y el alcohol eran fugaces pero interminables.

-¡Venga, nos vamos! –Comentó Adrián, gritando vivamente para que le escuchara.-

-¿Nos vamos? –Raúl estaba bastante cómodo.-

-Sí, esta solo es la primera parada de la noche, pequeño saltamontes. –Rió a carcajada limpia al tiempo que apuraba su copa e iba difundiendo el mensaje, pronto un nutrido grupo de personas se dirigió a la salida, arrastrando a Raúl por el camino.-

Tuvo un escalofrío cuando vio un autobús, con sus dos conductores obligados, a la salida, esperándolos, con una gran lista en la mano, en pocos minutos el autobús se llenó y tomó un rumbo que para él era desconocido. Felipe estaba varios asientos más adelante, besándose apasionadamente con la chica que le había acompañado durante la primera parte de la noche. Adrián, por su parte, era su escolta personal, en el fondo, Ana y Marta charlaban animosamente, el rojo fuego del cabello de Nadia brillaba en la primera fila, parecía reírse de algo que acababa de decir el conductor de reserva.

No tardaron mucho en parar, el local lo desconocía, aunque el nombre lo había escuchado un par de veces.

-Segunda parada de la ruta celestial. –Se carcajeó el conductor, utilizando el micrófono.- Procuren vomitar antes de que tengamos que recogerles...

El local era mucho más grande que el anterior, con una música electrónica frenética y unas luces que parpadeaban hasta en el más ínfimo lugar. El alcohol apareció por arte de magia, la música, los corros de personas, el ambiente no tardó en llegar. Ana y Raúl bailaron alocadamente, con movimientos inconexos y mecánicos, al ritmo de la música. El calor del local y los bailes vertiginosos les daban un calor insoportable, lo que aceleraba el consumo de copas, el alcohol iba ganando espacio en el flujo sanguíneo de la gente.

-¿Estás solo? –Nadia emergió de las profundidades para robarle los pocos segundos de descanso que había conseguido obtener de una chica, que le había parecido rusa, que le tenía esclavizado a su lado.-

-Digamos que he dejado el bloque del este... –Rió él, chillando casi al oído de la joven.- En el Sur están las mejores chicas.

-Me alegro de escuchar eso. –Ella comenzó a bailar, aunque más parecía un contoneo sexy, su ropa dejaba todo a entrever, Raúl tuvo que controlarse y recordarse su trascendental cita de la noche siguiente, Nadia era una chica apetecible y él...-

-¡Bien, bien, bien! –La voz del DJ resonó en toda la sala.- Ahora uno de los platos fuertes de la noche... Jessica, Bruce... ¡Vamos, profesores, a escena!

Una chica despampanante y un hombre que parecía un esculturista aparecieron por una de las puertas.

-Chicos, chicas, por gentileza de la casa y como regalo especial, Jessica y Bruce, dos stripper profesionales... –Los aplausos y los vítores le interrumpieron.- No solo nos mostrarán sus talentos, también nos darán unas lecciones para aprender a desnudarse con su maestría... ¿Voluntarios?

La emoción llegó al ambiente, una chica de pelo castaño y grandes pechos fue la primera en subir al escenario donde, antes las gogós y ahora los striper, esperaban para animar al público. Dos chicos subieron entre empujones de sus amigos, riéndose y picándose para ver quién haría más el ridículo. Otra chica, de pelo negro y piernas kilométricas, entró en escena, su minifalda era tan exigua que todos pudieron ver sus nalgas pese a que las escalera del escenario eran diminutas.

-Bah... –Nadia le dio su vaso de tubo y se colocó la blusa.- Les voy a enseñar lo que es un baile sensual...

El grupo de amigos aplaudió a Nadia a rabiar, esta les respondió con una inclinación de cabeza y un guiño pícaro. Marta la envió unas sugestivas miradas a Raúl, incitándole a subir al escenario, afortunadamente, antes de que pudiera barajarlo, Adrián se lanzó a los lobos.

Tres chicos y tres chicas, aparte de los profesionales, amenizaron la noche. Pronto comenzó a apretarles la ropa, los dos chicos fueron los primeros en desnudarse, siguiendo las instrucciones del profesional, las chicas parecían jugar más al gato y al ratón.

Adrián hizo gala de un estilo propio, consiguió arrancar una oleada de aplausos del público femenino al despojarse de la ropa interior, cosa que los otros dos chicos no habían llegado ha hacer. La chica de grandes pechos había quedado solo con una diminuta braga tipo tanga, se tapaba sus copiosas tetas con un brazo, al final, dejó que todos vieran su voluminosa anatomía. El alcohol y la masa aclamándote podían resultar muy convincentes.

El ambiente, aparte de teñido de humor, se ponía muy caliente. La chica de piernas largas les deleitó con unas tímidas poses en la barra, había reconocimiento para todas y todos, era una fiesta, la gente lo estaba pasando bien... Cuando llegó el turno de Nadia, la gente volvió a corresponder la amistad con aplausos.

Era de lejos la más lanzada, pronto dejó al aire sus pezones rojizos, bien recibidos por el sector masculino, en la barra consiguió realizar alguna de las piruetas típicas, en una de ellas mostró con claridad su peculiar tatuaje de "Busca el conejito", la exclamación y el aplauso fueron más estruendosos que la música. Raúl se sintió reconfortado por ella, recordaba la timidez de la pelirroja cuando se lo enseñó a él en particular... Cuando el tanga de la chica voló al público, se dio por terminada su actuación y los profesionales entraron en escena.

En cuanto el espectáculo de los profesionales terminó, los chicos se hubieron deleitado con los enormes pechos llenos de silicona de la mujer y las chicas con el gran miembro del hombre, Adrián, de nuevo vestido, fue pregonando que tocaba volver al autobús de nuevo. El grupo fue menos numeroso que la vez anterior, muchos habían decidido quedarse una vez comenzó la música, pese a todo, eran más de veinte personas las que tomaron de nuevo el camino.

-Ha sido una buena noche. –Murmuró Raúl, feliz, aún con el tono de voz elevado, dado que sus oídos chirriaban debido a la música a todo volumen que habían soportado.- Lástima que se termine...

-¿Quién te ha dicho que esto se ha terminado? –Ana, que estaba detrás de él, asomó la cabeza por encima del respaldo de su asiento y le sonrió.- Aún no ha empezado la verdadera fiesta...

Continuará.