Eso (03)
Más de lo mismo... ¿Te atreves? Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?
Eso
Capítulo X
Como el viernes era el Día del Profesor, jornada en la que no se hacía otra cosa que mirar a la pizarra mientras los profesores bebían cava en sus despachos, el jueves apuntaba a ser una gran fecha en su calendario.
Acudió a clases con normalidad, donde tuvo un nuevo encuentro con Marta, que le especificó la hora y el lugar donde quedarían antes de entrar al local. No prestó mucha atención a nada, ni siquiera al profesor de matemáticas cuando le recriminó delante de toda la clase su examen en blanco, obteniendo como única respuesta una mirada curiosa.
Ya en casa estuvo toda la tarde en tensión, se relajó un poco cuando recibió una llamada de Estela, en la que le avisaba de que si cualquier cosa salía mal, tan solo tendría que marcar su número de móvil y la tendría ahí en dos minutos. Esa sensación de "tener la espalda cubierta" le reconfortó significativamente.
Se duchó, acondicionó cada milímetro de su piel, pelo y ropa, poniéndose lo mejor que tenia para ese tipo de situaciones, algo que nunca le habían visto porque no había tenido la ocasión de lucirlo. Llevaba sus mejores zapatos, dinero en la cartera, el teléfono móvil, y, por obligación familiar, dos preservativos guardados.
A la hora convenida y tras cenar un par de sándwich, cogió sus bolsas y llamó a un taxi, que le dejó en el sitio donde ya empezaba a reunirse parte del grupo que estaba invitado. Conocía a muchos, a otros no los había visto en su vida... Tuvo el grandísimo placer de coincidir con Ana. Esta le saludo vagamente, pero él, animado, le dio dos besos.
-Bueno, como cuando éramos niños ¿No? Dijo él, intentando parecer dicharachero.-
-Sí... Algo así... Ella le miró a los ojos, Raúl sintió el terrible deseo de acunarla. La vida no había tratado muy bien a Ana, su padre había muerto de un ataque al corazón hacia varios años, ambos habían estado muy unidos en esa difícil etapa.- Me gustan tus pantalones.
-La ocasión merece sacar las mejores galas... Puso tono de circunstancia.- Es lo que tenemos que hacer los que no somos guapos de nacimiento, por eso no tienes ese problema.
Ante su pobre, pobrísimo, intento de piropo, Ana no pudo más que soltar una pequeña carcajada, le miró divertida, Raúl no pudo más que pedir clemencia con una significativa mirada.
-Hacía mucho que no intercambiábamos más de tres palabras. Apuntó ella.- Es una lástima, no sé, supongo que no han surgido oportunidades.
-Nos quedan grandes recuerdos de la infancia. Apuntó él, que se había visto tentado a decirle a Ana que si no habían hablado era porque ellas no habían querido.- Aunque lo de hablar más lo podemos solucionar, no sé, ¿Tienes correo electrónico? ¿Móvil?
Ella sonrió, entre divertida por el nerviosismo del joven y preocupada por que sus únicas formas de hablar con una chica fueran tan "clásicos". Pese a todo, intercambiaron datos, Raúl ya conocía su teléfono desde hacía tiempo, pero ahora tenia permiso para llamarla, mandarle mensajes de texto... Era una gran puerta que se abría ante él. Mientras esperaban a Marta, que se retrasaba como si en vez de una fiesta, estuviera celebrando una boda, se habían formado algunos corrillos de personas, hablaban sobre los regalos, la hora a la que se marcharían...
-¿Qué le has comprado? Dijo Ana, señalando a las tres bolsas que llevaba colgadas del brazo.-
-Bueno, no ha sido una decisión fácil... Suspiró él.- Pero me decanté por algo de ropa.
-¿Sabes sus tallas?
-Necesité ayuda femenina.
-Entiendo. Parecía una excusa válida, al parecer, Estela no era la única que pensaba que la idiotez de los hombres iba adherida en sus cromosomas.- Bueno, supongo que le gustará, Marta no ha cambiado mucho de estilo en estos años.
No pudo evitar pensar en que se refería a que ella no había tenido que enfrentarse a la perdida de uno de sus padres y el consiguiente cambio de vida.
-¿Qué tal está tu madre? Preguntó inocentemente.-
-Bueno, ahí está, ahora le ha dado por hacer yoga... Ana suspiró, como si considerara eso ridículo.- Se acuerda mucho de ti, te sorprendería la de veces que me dice "¿Dónde está ese chico tan guapo con el que jugabas?"
-Vaya... No pudo evitar sonreír, la madre de Ana siempre había sido muy amable con él.- Hay cosas que no cambian...
-¿Qué tal tus padres? Preguntó ella, deseosa de no hablar más de su familia.-
-Bueno, desde que se "jubilaron de sus hijos", vivo con mi hermana, no sé si te acordarás de Laura...
-Claro que sí, la veo muy a menudo, hablé con ella ayer mismo.
-¿En serio? Tuvo serias dudas sobre como habían coincidido Laura y Ana.-
-Sí, bueno, ella siempre fue como una hermana mayor, a veces la llamo y eso...
Raúl se sintió profundamente traicionado, durante años había estado esperando, en las actividades de grupo, de clase, tener algún tipo de contacto con Ana, que siempre se le había hecho mucho más inalcanzable que Marta, y eso ya era decir, teniendo ahora la noticia de que entre ella y Laura había una relación tan nutrida y relajada. No pudieron hablar más, porque justo en ese momento llegó Marta con un par de sus amigas.
Ana llevaba un conjunto precioso de falda y blusa, remarcando su bien más genuino, su escote. Marta en cambio, llevaba un precioso vestido de gasa, perfecto para esa noche tan especial. Les dejaron entrar por la puerta VIP del local, realmente el reservado era para las grandes ocasiones, solo estaban los del cumpleaños, tenían barra libre, y no tenían que aguantar los apelotonamientos y los agobios de las salas normales.
-Felicidades Marta. Le dio dos besos en las mejillas y le entregó sus bolsas con los regalos.- Hoy estás preciosa.
-Gracias Raúl, tu tampoco estás nada mal. Ella dejó aparcadas las bolsas, había un momento especial en la noche en el que abriría todos los regalos juntos.- Me debes un baile, no se te olvide.
El ambiente era bastante bueno, a las bebidas se sumaban unos aperitivos excelentes, la música no estaba muy alta, por lo que se podía hablar sin tener que gritar demasiado. La sala quedó ocupada por unas 30 personas, dos tercios de ellas eran chicas. Pronto empezaron a bailar en la gran pista, que estaba al lado de las pequeñas mesas donde apoyaban sus bebidas, aparte de la barra. Raúl estaba algo distraído, tanto que no se dio cuenta de que varias chicas le hacían gestos de salir a bailar, indirectas genuinamente femeninas, que escaparon de su limitada capacidad de observación.
Por el hecho de que las mesas estaban justas para cada tres, tuvo una animada conversación con una chica pelirroja, nueva en el instituto ese año pero con la que no había hablado ni una sola vez, sobre como los jóvenes se dejan guiar por la simplicidad de la cultura.
-Mira, si en la televisión saliera el tío bueno de turno diciendo que todas nos tenemos que suicidar, habría miles que lo harían. Dijo ella, blandiendo su vaso frente a Raúl.-
-Bueno, generalizando, es verdad, pero hay casos, hay personas que piensan por si mismas. Él levantó su botellín de cerveza.-
-Con eso me das la razón, si la mayoría de los jóvenes son así, entonces podemos decir que "los jóvenes son así". Apuró un largo trago de su combinado de limón con Martini.- Vivimos en un mundo de mayorías.
-Ponme un ejemplo. Retó él.-
-¡Ja! Estamos rodeados de ellos. Señaló con uno de sus largos dedos hacia el otro lado de la sala.- Mira, todas las vampiresas sin dignidad, haciendo cola por un poco de atención.
En el otro lado de la sala estaban seis de los chicos que habían sido invitados, a su alrededor, como un enjambre, más de una docena de chicas, con cara de simples, mirándolos atentamente, como si fueran algo fascinante. Lo más curioso de todo es que las chicas, al unísono, reían, asentían, o decían alguna frase ocurrente, intentando llamar la atención. Realmente los jóvenes estaban un poco faltos de expresión...
-Bueno, pero, mira hacia allí. Raúl señaló con los ojos hacia la barra, donde Ana, al parecer la única que escuchaba la música, seguía el ritmo con la cabeza, cerrando los ojos con concentración, ignorando la muchedumbre que pasaba a su alrededor.- Ella está siendo independiente y original.
-Tan solo la excepción que confirma la regla. La pelirroja se rió, mostrando una hilera de dientes blancos.- Por cierto, me llamo Nadia.
-Encantado Nadia, ante usted el joven, luego poco original, Raúl, a sus pies, señorita.
Nadia rió las caballerosidades de galán de telenovela que Raúl había improvisado.
-No sé, eso también podría considerarse una excepción. Dictaminó ella.- Para ser normal tendrías que rascarte la entrepierna mientras gruñes, mirándome el escote.
-Eso se puede arreglar. Raúl, sin pudor, llevó su mano libre hacia su entrepierna, dirigió sus ojos el escote de Nadia, y abrió la boca, como esperando que se derramara un hilo de saliva.- ¿Ya soy normal?
-No, no es tan fácil. A duras penas hablaba por encima de sus risas.- Aunque es un avance.
Estuvieron hablando un largo rato más, Nadia era una persona extrovertida, aunque para llegar a ese punto había que romper una gran capa de hielo, Raúl supo que de no ser porque les habían puesto en la misma mesa y el tercer miembro había desaparecido a las primeras de cambio, nunca habrían hablado. Físicamente, Nadia era pelirroja, tenia alguna que otra peca diseminada por las mejillas, pero eso sin quitarle ni un ápice de belleza, era de estatura media, tenia los ojos de color pardo y el pecho suficiente para llenar una mano grande.
Su conversación la interrumpió Marta, que, con un micrófono en sus manos, les dio las gracias por haber acudido a la fiesta y les anunciaba que iba a abrir sus regalos. Se formó un corrillo frente a la mesa donde habían quedado amontonados los paquetes.
-¡Primero el mío!, ¡Primero el mío! Ana dio pequeños saltitos con un entusiasmo que a todas luces, era fingido, Raúl sonrió ligeramente mientras miraba a otro lado.-
-Vale, el de Ana... Veamos que... ¡Oh! ¡Eres...!
El regalo resultó ser un grandioso y bellísimo álbum de fotos, todas y cada una de ellas con dedicatoria, palabras amables, poesías... Era un regalo de los que se veían pocos en esos días, un regalo que rozaba lo perfecto.
-Me costó unas buenas semanas recopilar todas las fotografías, pero ahí están... Ana la quitó importancia a la emoción que había cubierto el rostro de Marta.- Todas nuestras juergas de la infancia... ¡Qué tiempos!
Después de que Marta le diera dos sonoros besos en la mejilla a Ana, esta siguió con los regalos, dado que la gente empezaba a impacientarse. Pronto empezó a amontonarse el papel de envolver, quedando la mesa repleta de los obsequios. Hubo una ingente cantidad de peluches, perfumes, música, zapatos, algún que otro sobre con dinero, un par de pantalones, un único libro Regalo de Nadia, y que contenía la traducción de los libros que mandarían los profesores de inglés los próximos cursos, un tesoro.- y muchas cosas más. A la mitad del camino aproximadamente llegó a los de Raúl.
-¡No me lo puedo creer! Se puso a dar saltitos sosteniendo entre sus manos uno de los conjuntos que le había comprado.- Lo vi en la tienda hace unos días, tenia pensado comprármelo este fin de semana... ¿Cómo lo has sabido?
-Eh... Yo... No pudo evitar sonrojarse, lo que levantó las risitas de los que estaban más cerca y se dieron cuenta.- Bueno, no sé, pensé que te gustaría...
-¡Que se lo ponga!, ¡Que se lo ponga! Comenzaron a corear un par de chicos, provocando las risas de los demás.- Venga, póntelo, que no miramos...
-Aún no he bebido suficiente. Dijo Marta entre risas mientras devolvía la ropa a la caja original.- Quizás más tarde...
Cuando levantó la bolsa para introducir las cajas, cayó una cajita, Raúl se sorprendió de que había olvidado el colgante.
-Ah, sí, ese es otro regalo. Aclaró él.- Te gustará, lo sé.
A simple vista no era más que un bonito colgante de una mariquita, pero Marta manifestó su encanto cuando sus ojos se llenaron de lágrimas. Raúl había recordado un episodio de su infancia, cuando Marta, muy de niña, había adoptado varias mariquitas, que había tratado como mismísimos reyes, obviamente, todas murieron, causándole la mayor tristeza que él recordaba haberla visto sufrir.
-Te has acordado... Farfulló ella, intentando que las lágrimas no cayeran.- Eres... Eres tonto...
Tonto sí, pero se llevó un abrazo similar al de Ana, seguido de dos besos, en los que, como regalo adicional, sintió el tibio contacto de una de sus lágrimas. Raúl voló hacia el mundo lejano de la felicidad, del que se vio devuelto a causa del rubor que le causaron unas palabras de Nadia.
-Disimula un poco, Don Original, que estas a punto de babear, y ni siquiera le has mirado el escote.
Raúl se serenó, fulminó con la mirada a Nadia, pero no pudo evitar reír sonoramente, y ella le acompañó en sus carcajadas. Cuando terminaron de abrir todos los regalos, siendo el último un paquete con forma sospechosamente ovalada y que empezó a vibrar en cuanto lo tocó, provocando unas escandalosas risas del grupo y un enrojecimiento en ella, hubo otro pequeño discursito, en el que se intercambiaron palabras emocionadas y de agradecimiento.
-Solo me queda una cosa que deciros... ¡A beber y bailar toda la noche! Exclamó ella, provocando una salva de aplausos.-
La música subió de volumen, las luces disminuyeron de intensidad, dejando paso a las luces propias de un local de esas características. El alcohol corría por todas las mesas, Raúl iba ya por su segundo botellín de cerveza, como de costumbre, era el que menos bebía. Bailó poco, tan solo con Nadia y con un par más de chicas a las que apenas conocía, le cohibía mucho eso del baile, pero pronto se le fue pasando a raíz de los comentarios de las chicas "Lo haces muy bien", no le importó creérselos o no, simplemente siguió bailando con una sonrisa.
-Voy a por otra cerveza, lo siento. Se excusó él, porque un par de chicas ya le hacían proposiciones de ir a bailar, pese a que estaba sediento y agotado.-
Entre las personas que estaban en la barra se topó con Ana, que acababa de ir, igual que él, para buscar una nueva bebida.
-¿Qué tal la noche? Preguntó él, mientras encargaba otra cerveza.-
-No está mal.
-¿Echamos un baile?
-¿Aún tienes ganas?
-Si es contigo... Sí, desde luego.
-Eso hay que verlo.
Abandonaron sus nuevas bebidas en la barra y llegaron a la pista, atravesando la línea de personas que iba contracorriente. Al principio se miraron, Ana soltó una carcajada, parecía contenta. Empezaron a bailar, no prestaban mucha atención a su movimiento, tan solo se miraban, reían, o, incluso, señalaban a otros para reírse de cómo lo hacían, pese a todo, estuvieron un buen rato en la pista, haciendo algo parecido a bailar, pero esos largos minutos les unieron mucho, o, por lo menos, llenaron de cemento la gran zanja que los separaba.
Pero la noche aún tuvo otros momentos interesantes. Como forma de descansar un poco y refrescarse, hicieron una pequeña parada en el baile para tomar algo de tarta, el dulce despejó sus alcoholizados paladares. Las personas fumadoras ya habían creado una pequeña cortina de humo ahí donde se quedaban, afortunadamente, el sistema de ventilación del local era muy bueno.
-Bien, bien, bien... Dijo Marta, de nuevo con su micrófono.- Ahora ha llegado el momento más esperado, el de las lentas...
Hubo sentimientos encontrados en la sala, algunos abuchearon la idea, otros la aplaudieron, pese a todo, la mayoría salió a la pista, apresurándose las chicas a buscar a uno de los escasos chicos. Raúl se hacía el loco, no podría aguantar un baile agarrado... Su debilidad de principios se vio puesta de manifiesto cuando Ana le agarró de la camisa y le obligó a entrar en la pista.
-Vamos, una mano por encima del trasero, y ojito. Dictaminó ella, amonestándole en broma.-
Literalmente temblaba, cosa que Ana notó, pese a todo, no estuvo mal. La cabeza de Ana reposaba sobre su hombro, estaban bailando, sí, bailando, de verdad... La canción, que él recordó como Everything, del grupo Lifehouse, era la perfecta para esa ocasión. Su mano permanecía rígida a una casta distancia del trasero de Ana, ella a veces se reía en voz baja, una risa sincera y bondadosa. Por un momento, recordó esos veranos cuando, de niños, bailaban en las fiestas de la ciudad, del colegio... Para esos entonces ella aún era una persona íntegra y feliz...
-Vaya... Ambos se miraron cuando la larga canción concluyó.- No ha estado mal, ¿Verdad?
-Perdón, perdón... Marta le pasó una mano por la cintura a Ana.- ¿Me lo prestas? Es que me debe un baile.
-Claro que sí, cumpleañera, cóbrate tu deuda, y cuidadito con él, que se le van las manos. Las palabras de Ana provocaron un ligero cohibimiento en Raúl, pero se sintió reconstituido cuando les dejó, acompañados de una sonrisa.-
No tuvieron tiempo para preámbulos, dado que la nueva canción comenzaba. La estrechó hacia sí, y, como en el caso de Ana, sentir sus senos en su pecho era más que un atractivo sexual, si se concentraba, si olvidaba la música y el baile, incluso podía notar como latía su corazón, ¿Seria consciente ella del suyo? Decidió no darle importancia a eso y paladeó el momento. Se tomó el lujo de acariciar la espalda de Marta con la mano que mantenía sobre su trasero. Aspirar su perfume, mucho más intenso que el ocre olor a tabaco. Habría deseado que ese momento no terminara, pero una de sus amigas desalmadas se la robó cuando aún quedaban unos segundos de canción.
Nadia la suplió, y se sorprendió de comprobar como la mano de esta había aterrizado en el epicentro justo de su nalga derecha. Sus mejillas estaban notoriamente sonrojadas, pero no fruto de la vergüenza, sino del alcohol.
-¿Vamos a lo que vamos, no? Rió ella, sin darle importancia.-
Con Nadia bailó lo que quedaba de esa canción y dos más, después, sediento, fue a la barra, donde se bebió otra cerveza de dos tragos. Su mente era un crisol de sentimientos, pensamientos y emociones... Por un momento incluso había tenido la idea de retenerlas entre sus brazos, decirles, en la pista, todo lo que sentía, pero... Que estupidez, eso solo sucedía en las películas.
Capítulo XI
La fiesta seguía su curso, no miró al reloj en ningún momento, pero supuso que serian las dos de la mañana o así. Algunos de los invitados ya se habían ido, quedaban alrededor de una docena de personas, 4 chicos y 8 chicas. Cuando ya hubieron bailado todos con todos varias veces, incluyendo un baile en el que los chicos, como protesta por ser explotados en la pista, se pusieron a bailar entre ellos, Marta volvió a coger el famoso micrófono.
-La noche está siendo maravillosa, realmente debo daros las gracias, estáis haciendo de esta noche la más...
-¡Don Chupito! Vociferó uno de los chicos.-
Los que quedaban prorrumpieron en exclamaciones de apoyo. El Don Chupito era un juego-bacanal, una fusión del famoso "Verdad, atrevimiento y beso" y el de la "Botella" en el que, aparte de una prenda, había que tomarse un chupito cara vez que te tocaba. Marta, con sus famosos saltitos, aprobó la idea. Pronto estuvieron todos sentados en circulo, los dos camareros les observaban detrás de la barra, habían preparado dos largas hileras de vasos de chupito, llenos de tequila, ron...
-Bueno, que empiece la cumpleañera. Dictaminó el grupo.-
Hizo girar la botella, que osciló tenebrosamente hasta detenerse frente a uno de los chicos.
-¡Beso! Dijo él de inmediato.-
-Tienes que... Empezó Marta, con una sonrisa pícara.- Darle un beso a la persona de tu derecha.
Obviamente, la persona de su derecha era un chico, ambos se miraron y se apartaron, asqueados. Su camisa voló de inmediato, así como su chupito de tequila, que tomó con limón y sal. La botella giró, y le tocó a Nadia.
-Beso. Musitó ella, desafiante.-
-Tienes que... Él sonrió socarronamente, copiando las palabras de Marta a su favor.- Darle un beso a la persona de tu derecha.
Obviamente era una chica, una de las que Raúl no conocía, de piel morena y ojos muy perfilados, ambas rieron antes de darse un beso, un pico.
-No, no, ¿Qué mierda es eso? Gruñó él.- Tiene que ser un beso en condiciones.
-Vale, vale, lo que diga el señor... Nadia y la otra chica asintieron, antes de fundirse en un beso de varios segundos.- ¿Contento?
-Yo no, pero sé de una parte de mi cuerpo que...
-¡Cerdo! Bramó ella, divertida, mientras se tomaba su chupito, que agudizó su sonrojada tez.- Venga, que la hago girar...
La botella señaló a otra de las chicas, que escogió atrevimiento, siendo Nadia de la crueldad de pedirle el sujetador. Pese a que la chica podía haberse quitado una prenda cualquiera, el alcohol y el considerar todo el grupo como de confianza hizo que accediera. La maniobra para despojarse del sujetador era muy extraña para Raúl, la había visto muchas veces, pero, sin embargo... Esa forma de sacarlo sin quitarse la ropa, era tan... Magnética...
-Bien, bien... La chica zarandeó un sujetador azul en sus manos, al tiempo que se bebía su chupito, entrecerrando los ojos ante el ardiente alcohol.-
La botella giró, y giró, y giró, hubo besos, muchos besos, pero también pruebas como sostener con los labios un hielo en el escote de una de las chicas hasta que se derritiera, el chico al que le tocó acabó todo menos enfadado, la chica tampoco dio muestras de desagrado. Para la posteridad de su calenturienta mente quedaría el casto beso entre Marta y Ana, algo que le hizo tener serias dudas sobre si su amiguito de ahí abajo soportaría la espera.
Las prendas se amontonaban conforme pasaban los rápidos turnos. El primer chico en quedar en ropa interior, dado que se negaba a besar a otro chico, prueba recurrente, y que ya iba por su quinto chupito, fue el que condenó a Raúl, hasta ese momento salvado de pruebas duras, habiendo perdido solo la camisa. La botella le señaló de forma amenazadora.
-Elijo... Dudó sobre la categoría.- Atrevimiento.
-Bien... El chico, medio borracho, examinó al grupo.- Tienes que quitarle el sujetador.
Como era costumbre en un grupo de jóvenes, y para alimentar la teoría de Nadia, las pruebas se repetían debido a la falta de originalidad, tanto que, de las ocho chicas, las únicas que conservaban el sujetador eran Marta y Ana, curiosa coincidencia. En el caso de Ana, además, había perdido la blusa al no poder aguantar treinta segundos sin reírse ante unas muecas del grupo.
-¿Qué? Su voz fue un hilillo.-
-Tienes que quitarle el sujetador. Repitió él, muy divertido.- Venga, que tenemos que completar el rosco.
Señaló a los seis sujetadores que ya tenia delante de él. El grupo parecía muy animado frente a esa prueba, las otras veces habían pedido que la propia chica se lo quitara, sin meter a segundas personas.
-¿A cual de ellas? Preguntaron algunos.-
-Ana... Dijo él borrachín.- O Marta, no sé... ¿Cuál queréis?
-¡Las dos! Vociferó Nadia de pronto, ganándose una mirada mortuoria por parte de Raúl.- ¡Las dos!, así no hay discriminación.
La idea fue aceptada, y Raúl, que ni loco se iba a quitar los pantalones, dado que, pese a no estar completamente despierto, su amiguito podría levantarse a saludar en cualquier momento. Con pesar, fue hacia Marta, llevaba un vestido de gasa, por lo que portaba uno de esos novedosos sujetadores sin tirantes. Su ropa interior era parte del vestido, y sin ella, la transparencia iba a ser más que evidente.
-Las chicas no le podéis ayudar. Dictaminó el juez.- Si lo hacéis, os quitará también las braguitas... Algo que no me molestaría ver.
Raúl se tomó su chupito antes de entrar en faena le temblaban las manos, y le temblaron más cuando escuchó el susurro de uno de los camareros, que habían estado observando tras la barra atentamente durante toda la noche.
-Lo siento... Le dijo a Marta, pero esta parecía muy divertida.-
Bajó los tirantes del precioso vestido de la anfitriona, acarició su piel en el proceso, desnudando sus hombros. Cuando el sujetador quedó plenamente frente a sus ojos, sobrevino lo peor.
-Se abre por delante... Advirtió Marta.-
Nadia y el resto del grupo lloraban de la risa ante el azorado Raúl, que estaba al borde del estado de coma. Marta también se reía de lo lindo, incluso Ana, que contenía su risa, esperando su turno.
-Me parece que vas a tener que quitarte los pantalones. Observaba una de las chicas, fijando su mirada en sus partes nobles.- Lo lamento...
-Venga. Dijo el chico que había encargado la prueba.- O lo haces o no, pero ya...
-Lo hago, lo hago... Prefería eso a mostrar signos de desarrollo fisiológico.-
Se inclinó frente a Marta, que le miró a los ojos, riéndose a carcajadas poco después. Respiró hondo para contener la respiración, dado que con el sube y baja del vientre, era imposible acertar al pequeño cierre. Sus dedos resbalaron por el contorno de los senos de Marta, el sujetador era suave, muy suave. El grupo observaba silenciosamente, Raúl contenía el aire. El cierre se resistía a los dedos ausentes de Raúl, finalmente, dispuesto a abandonar ese juego, apretó un poco más, lo que implicó tener que acariciar plenamente los senos de Marta, el cierre cedió.
-Ellas no pueden moverse, no te olvides, tienes que colocarla tú, hasta que no le hayas quitado el sujetador por completo... Si enseña algo... Bueno, cosa tuya...
-Sí, sí... Replicó él.-
Con suavidad fue desprendiendo el sujetador de los senos, al tiempo que le colocó los tirantes. Una vez tapada de nuevo, introdujo sus manos por el vestido, provocando un escalofrió y una risita tímida de Marta. Se izó en su mano el rebelde sujetador, que exhibió como un trofeo. Todos estallaron en aplausos.
-Venga, el otro, el otro...
-Pero... Es que no lleva otra cosa... Se quejó él.-
-La ley es la ley... Dictaminaron, entre ellos Marta, cuyos pechos se veían totalmente a través del vestido de gasa, incluidos sus rosados pezones, rígidos.-
-Ana... ¿Te importa?
-Tu hazlo. Ella le quitó importancia, aunque en sus ojos había preocupación.-
Raúl por el camino se tomó un nuevo chupito, dándole el suyo a Marta, que lo apuró de un trago. Agradeció que este cierre fuera por detrás, más fácil de quitar. Examinó la espalda de Ana, su piel, pálida, no tenia ni una imperfección, acarició disimuladamente el contorno del cierre, provocando que Ana se irguiera. El sujetador también tenia su problema, el pecho de la chica era mucho más grande que el de Marta, por lo que había más presión, corría el riesgo de que en cuanto desabrochara el cierre, gran parte de sus senos quedaran al descubierto.
-Venga, joder, que al final me voy a empalmar... Dijo uno de los chicos, provocando risitas ahogadas.-
La frente de Raúl estaba surcada por gotas de sudor. Volvió la frente a Ana y la miró a los ojos, ella parecía decirle con la mirada que no pasaba nada, que lo hiciera, así que se decidió. La única forma que se le ocurría, quizás no la mejor, era hacer un sándwich. Le daría una especie de abrazo a Ana, como cuando bailaban, y le quitaría el cierre, una vez libre del sujetador, colocaría las manos de esta de forma que cubriera sus senos.
La idea era buena, pero en la práctica...
Le pidió que se levantara, cosa que ella hizo, después, ruborizándose, la abrazó estrechamente. Sentir el encaje del sujetador en su torso le hizo sentir cosquillas en la entrepierna. Miró a los ojos de Ana otra vez, le pidió con una mirada que no se moviera. Sus manos acariciaron la espalda de Ana hasta encontrar el cierre, que cayó en pocos segundos. Efectivamente, la presión de sus voluminosos senos era mayor.
Hasta ese instante no fue consciente de la situación, para quitar el sujetador tendría que tocar todo su pecho, y, lo que era más violento, una vez fuera, sus senos quedarían apretados contra su torso desnudo, en pocas palabras, tendría las tetas de Ana apoyadas contra él. La idea empezó a bombear sangre a su entrepierna, él calor aumentó, y se puso mucho más nervioso. Decidido a terminar, empezó a sacar el sujetador. No tuvo muchos miramientos, y pese a que estaba temblando y Ana lanzó varios suspiros sospechosos, tuvo que tocarlo, casi todo, un tacto suave, así debían ser las nubes...
Los pensamientos empezaron a derivar, y ahí se vio, rodeado de una docena de personas que le miraban en silencio mortal, esperando cualquiera de sus movimientos que dejaran a entrever alguna cosa. Al retirar el trozo de tela, los pezones de Ana le acariciaron, y fue el último empujón que le faltaba. Abrazados tan estrechamente, era imposible que ella no lo hubiera notado, se le vino el mundo encima, hizo ademán de retirarse, quería correr, pero ella se lo impidió.
-Tienes que taparme. Le recriminó, pese a que se había sonrojado tanto como él, y eludía mirarle a los ojos.- No me vas a dejar así...
-¡No la tapes!, ¡No la tapes! Vociferó uno de los chicos.-
Pero él decidió que tenia razón, cogió una de las manos de Ana, y esta se la estrechó, tuvo la sensación de que casi con ansia, quizás quitándole importancia a lo de su erección, o a que estuvieran desnudos de cintura para arriba, acariciándose mutuamente. Condujo el brazo de Ana hasta su pecho, y los tapó. Al hacerlo había tocado uno de los pezones de Ana, creyendo notar que su vientre había oscilado, fruto de un extraño reflejo. Se apartó de ella, totalmente rojo, con la frente perlada de sudor, Ana tapaba sus pechos son su brazo, también estaba ligeramente sonrojada.
Así, sin ropa de cintura para arriba, era apetecible, bellísima... Raúl le pasó su chupito, caminando encorvado, para que no se notara su gran proceso fisiológico. Obviamente, todas las chicas lo notaron, por lo que las risas y los aplausos volvieron a estallar, incluso detrás de la barra.
Raúl permaneció totalmente rojo el resto de la noche. Pero el juego continuó, había mucho masoquismo en el espíritu juvenil. Después de reponer las existencias de chupitos, la botella giró, y volvió a girar. Casi aposta, las chicas iban perdiendo las pruebas. Entregando la más osada, Nadia, su falda, lo que mostró un curioso tatuaje en la cara interna del muslo, Raúl fue consciente que solo lo había visto él, a causa de que la chica estaba justo a su lado.
Los chicos habían perdido todo tipo de inhibición a causa del alcohol y el ambiente, pronto los tres estuvieron en ropa interior, Raúl, mientras tanto, defendía a capa y espada sus pantalones, algo que no le gustó al resto del grupo, que se tomaron ponerle las pruebas más difíciles posibles, con la intención de quitárselo.
-Bien, te vuelve a tocar, chico pantalones...
-Atrevimiento. Raúl se mordió el labio, había estado pensando todo el tiempo en decir verdad, que aún no se había utilizado en toda la noche, pero se le había pasado, otra vez.-
-Bien, bien, pues vamos a tomarnos unos chupitos, al más puro estilo tejano.
La chica que decidía la prueba se levantó hacia la barra, de donde cogió el salero y las rajitas de limón.
-Todas las chicas os colocareis la rajita de limón en la boca, la sal os la pondrá él con un lametón en el canalillo, y tiene que ser un lametón, no vale otra cosa. Luego, el chupito, lo compartís.
-Eh, ahí hay muchas pruebas. Se quejó él.- Lo de compartir el chupito se puede considerar beso.
-Si no te gusta la prueba... Ella miró a sus pantalones, donde aún se dibujaba un extraño bulto.- Ya sabes... Como soy benevolente, te dejaré que lo hagas en el orden que te salga de los mismismos.
Las ocho chicas se pusieron la rajita de limón entre los labios, Raúl cogió el salero, y uno de los chicos llevó una bandejita con los chupitos. Eran muchos chupitos... Con la primera chica fue un desastre. Lamió su canalillo, vertió la sal, mordió el limón, se bebió el chupito, lamió la sal, y "compartió" el chupito. La rajita de limón acabó en el suelo, la chica riéndose consiguió que le saliera el chupito por la nariz... Raúl se enfrentó al resto del grupo. Lo peor era que al tener que lamer su canalillo, las chicas quitaban sus manos durante un instante, en el que sus pechos quedaban totalmente desnudos, lo que no le ayudaba.
Nadia le jugó una mala pasada, ya que retuvo el limón entre sus labios, obligándole a luchar por él con la lengua, así mismo, ella dio buen uso de la suya. Lo que él tomaba como una tortura se estaba convirtiendo en un juego erótico de dimensiones colosales. Pero lo peor fue cuando llegó con Marta y Ana, no podía ni tocarlas porque las respetaba... Las respetaba y las quería, pero tenía que hacerlo, su erección se había acentuado con la "pelea" de Nadia... Y sus escrúpulos le impedían exhibirla ante todo ese público, pese a que los otros chicos tampoco estuvieran precisamente relajados, él era así.
Los voluminosos pechos de Ana fueron acariciados por su lengua al lamer el canalillo, ella lanzó un gemido silencioso. Mordiendo el limón y compartiendo el chupito no se propasaron más... Era el primer beso que le daba en mucho tiempo, y le entraron ganas de llorar, tantas que, al escapársele unas lágrimas, tuvo que decir que le había saltado el limón. La había besado, la había besado...
Cuando llegó a Marta la cosa se complicó más, ella conservaba su vestido, al ser la anfitriona la habían respetado más con las pruebas, pero eso impedía que el lametón fuera como el de las otras chicas, por lo que se quejaron.
-El vestido abajo, maja.
Dicho y hecho, cuando los jóvenes pechos de Marta quedaron ante sus ojos, se bloqueó, no supo que hacer, se le cayó el salero del miedo. El exceso de chupitos en tan poco tiempo le tenía ligeramente mareado... Su lengua pasó lentamente por entre esas dos peras del paraíso, acariciando una sustanciosa parte de ellos por el camino. Compartir el limón y el chupito fue... Creyó que el tiempo se detenía, que sería eterno desde entonces, el alcohol se despejó de su mente, y, de nuevo, se le escaparon unas lágrimas, fruto de un par de granos de sal, dijo él.
Las chicas limpiaron los restos de su prueba, Raúl se dejó caer en su lugar del circulo, medio en el limbo. Eran las tres y pico de la mañana, pronto tendrían que vestirse y dejar el local, que cerraba a las cuatro.
-Bueno... Marta también tenia las mejillas sonrojadas a causa del alcohol.- Dado que aquí parece no haber inhibiciones, podíamos hacer un concurso.
-¿Cuál? Dijeron algunos.-
-El beso más largo. Comentó ella con un sonrisa pícara.-
-¿Con lengua? Preguntó uno de los chicos.-
-Si la otra persona quiere... Contestó.-
Las parejas se sortearon, como eran más chicas que chicos, las chicas que estaban dispuestas a darse un beso largo, entre ellas Nadia, se pusieron juntas. Los chicos resultaron encantados con la idea, y pronto empezaron a presumir de viejas batallitas. Raúl quedó emparejado con Ana, pero no pudo ni mirarla a los ojos.
-¿No quieres hacerlo? Le preguntó esta, que aún se tapaba los pechos con el brazo, dejando mucho a entrever.-
-Lamento mucho lo de antes... Lo de mi... Señaló hacia su entrepierna, donde aún daba coletazos su erección.- Me avergüenzo mucho de...
-Mira...
Ella le abrazó, tal y como habían hecho todos los demás, esperando la señal de Marta. Pero hubo un ligero cambio, aparte del delirante tacto de sus tetas sobre su torso, pudo distinguir sus pezones, que le tocaban, totalmente erectos.
-No sé si debo avergonzarme... Rió ella.- Las cosas están como quieren estar...
-¡Ahora!
A la señal de Marta los labios de Ana se fundieron con los suyos, como Raúl era más alto, ella tenia que erguirse, adquiriendo una postura de princesa de cuento de hadas. Los brazos de Raúl la estrecharon, y los de ella, acariciaron su espalda. Su beso al principio era estático, pero luego cambió, por momentos era lento, después más apasionado, e, incluso, dejó intuir lo que era su cálida lengua. Si a ese espectacular beso le añadían el hecho de estar siendo acariciado por sus pezones, Raúl no tuvo reparos en que su erección se volviera tremenda otra vez, Ana, por su parte, no puso muchos problemas, no se movió ni un ápice, o, quizás sí, pero para estrecharse más.
No pudo evitarlo y otra vez se le escaparon un par de lágrimas. Tenia los ojos cerrados, no sabia lo que pasaba a su alrededor, ni siquiera sabia si seguía vivo, pero... ¿Realmente importaba?
Capítulo XII
Las cuatro y diez de la mañana trajo consigo la hora de los despidos y los hasta luego. Se repartieron los taxis de la parada cercana, Raúl, al vivir en la dirección contraria a la mayoría, tuvo que esperar a que viniera uno más y cogerlo él solo. La brisa de la madrugada le daba directamente en la cara, pero no sentía lo más mínimo ese frío húmedo, estaba en un paraíso mental, era feliz, muy feliz...
El gasto económico que había hecho temblar a su cartera ya no importaba, todo había sido poco, poco había sido todo... Quizás el no estar concienciado que la realización de esos juegos "juveniles con alto contenido erógeno" entrarían en el croquis de la fiesta, por lo que, si cabe, los había disfrutado doblemente. Los chupitos se arremolinaban en su circulación sanguínea, provocándole la dulce modorra que eso conllevaba. Reuniendo la poca cordura que mantenía llamó a la central de taxis, pero no estaba conectada, supuso que a esas horas los coches trabajarían por libre, llevándose a los turistas juerguistas de un lugar a otro.
Estuvo esperando 45 minutos y no hubo ni rastro de un nuevo taxi, maldijo en voz baja y se dispuso a irse andando, había un largo paseo, pero ni aunque lloviera, nevara o se cayera el cielo a sus pies, podría dejar de tener esa sonrisa radiante.
Ya en la puerta, al marcharse, se habían despedido todos de todos como si fueran amigos de toda la vida, besos, abrazos, palmaditas en la espalda, risas... Nadia era la persona que mejor le había caído de sus nuevos conocidos, su desparpajo la hacía encantadora, y, además, conservaba el tinte serio que él tanto apreciaba en algunos momentos.
Pese a todo, el alcohol empezaba a subírsele a la cabeza, siempre había tenido los subidones de alcohol con efecto retardado y, lo que antes era un puntito, empezaba a amenazar con perturbar su equilibrio.
Casi por efecto rebote, empezó a ver los mensajes del móvil, había uno de su hermana, diciéndole que no estaría en casa esa noche, lo había leído muchas otras veces, así que lo pasó, el otro que tenia era de Estela, en el que repetía "Para lo que necesites, llámame." Dicho y hecho.
Ella no tardó más de diez minutos, llegó con su coche, extrañada por tan atípica llamada. Llevaba puesto un pijama muy coqueto, cubierto por una de sus chaquetas.
-¿Todo bien? Dijo Estela, mirándole de arriba abajo, centrándose en su enigmática sonrisa.-
-Nunca mejor... Raúl se acomodó en el asiento del copiloto.-
La chica se sorprendió de recibir un beso en los labios, por el sabor, pudo intuir que el alcohol no brillaba por su ausencia. Ella puso el coche en punto muerto, y comenzó la narración de la gran noche de Raúl. Desde el emotivo abrazo por el regalo, a sus coqueteos en la búsqueda del sujetador perdido, el beso, los chupitos... Dijo cosas que eran intimidades, no las decía él, sino el alcohol, pero Estela no le interrumpió, su lado sensato no era tan fuerte como su curiosidad. Solo cuando Raúl se adentró mucho en lo que había sentido al besar a sus musas, le detuvo.
-Hombre... Suspiró ella, con gesto absorto.- Eso que habéis tenido Ana y tu podría considerarse sexo... En fin...
-Eso es lo de menos... Pero, tendrías que haberlas visto...
-Te llevo a casa... Dijo ella en voz baja.- Pero sigue contándome...
El camino se hizo corto, Raúl no dejó de hablar en ningún momento, estaba extasiado, quería volver al club, quería retomar todo donde lo había dejado, esta vez sin temblar, sin vacilar... Besaría de nuevo a Ana, acariciaría con gusto los pechos de Marta, porque esa noche había sido perfecta, simplemente perfecta...
-Hemos llegado, campeón. Sentenció Estela, apagando el motor y quitándose el cinturón.- Te ayudaré a subir, no es plan de despertar a tu hermana.
-Dudo que ella esté. Murmuró Raúl en voz muy alta, tanto que Estela le chistó para que se callara.- Siempre ha sido muy libre... Como el viento y los jaguares...
-¿Jaguares? Eres la primera persona borracha que habla de jaguares... Rió Estela, buscando las llaves en los bolsillos del joven.- Y mira que he conocido a muchos borrachos...
Subieron por el ascensor, donde el muchacho empezó a tener un súbito sueño.
-Joder, Estela, eres la mejor... Ronroneó él cuando esta abrió la puerta y encendió las luces.- Me vienes a recoger, cuando estaba ahí tirado, solo... Y me dejas en casa para que no me pase nada, eres una amiga...
-Claro, claro... Contestó ella mientras le miraba con sorna.- ¿Cómo se llamaba tu hermana?
-Laura. Dijo el chico en un suspiro.- Pero no está, mira, mira, tengo un mensaje...
Le dio su teléfono a Estela, que ni siquiera se molestó en comprobarlo.
-¿Quieres un café? Siguió él.- ¿O algo más fuerte?
-Tú lo que necesitas es una buena ducha y dormir. Dictaminó ella, empujándole.- ¿Cuál de ellas es tu habitación?
Nada más llegar a su cuarto, Raúl se lanzó a la cama, sin desvestirse siquiera.
-Eso no es bueno para la circulación... Masculló Estela mientras le quitaba los zapatos.- Creo que esta es la primera vez que soy la que desnuda a una persona ebria, generalmente me lo hacían a mí.
Fue un proceso complicado, dado que él no cooperaba precisamente, sino que retozaba, como un niño pequeño que llegara cansado de una excursión. El reloj marcaba las cinco de la mañana pasadas.
-Bueno, campeón, te dejo. Se despidió Estela, viendo como Raúl, en ropa interior, se peleaba con sus sábanas.-
-No... Vayas... Gruñó él.- Quédate, es pronto, prepararé el desayuno...
-Anda ya, duérmete. Rió ella.- Sí, es tarde, pero no vamos a dormir en la misma cama.
-¿Por qué?
-Pues... Estela se sonrojo, pese a que Raúl ya estaba con los ojos cerrados y en un estado próximo al limbo.- No sé...
-Vamos a... contar jaguares... Dijo él, que solo fue capaz de balbucear un par de palabras más antes de dormirse.- Quédate conmigo...
Estela se mordió el labio, realmente era muy tarde para volver a casa, pero dormir en la misma cama... Pensó en utilizar el cuarto de su hermana, pero le pareció una intromisión a su intimidad. Finalmente lo mandó todo al cuerno, dejó su chaqueta en la silla del escritorio y se tumbo al lado de Raúl, que instintivamente le dejó un total espacio entre sus brazos. La chica sonrió, en otros tiempos, no habría podido ni soñar en la idea de compartir la cama con un chico sin que hicieran el amor antes, con Raúl, lo había logrado dos veces...
-Duerme, campeón, y no tengas miedo, que yo cuido de ti... Susurró ella antes de robarle un beso y dejarse llevar por el sueño.-
Raúl se despertó con la boca seca, por la ventana de su habitación, abierta, entraba un torrente de luz que le cegó. Todo habría sido como un día cualquiera de no ser por la gran chaqueta que colgaba del respaldo de su silla. Gota a gota empezaron a llegarle los recuerdos de la fiesta, lo último que recordó fue el subir en el coche de Estela, lo demás era borroso y difuminado, lo recordaba, pero no podía verlo con claridad...
Al centrarse de nuevo en la fiesta, sonrió como un bobalicón.
-"Las he besado." Rió para sus adentros.- "Y no solo eso... Sino que..."
Solo en ese momento fue consciente de su gran erección matutina, una forma muy masculina que tiene el cuerpo de dar los buenos días. Apestaba a tabaco y a sudor, necesitaría darse una buena ducha...
Pero su instinto fue más fuerte que su capacidad de raciocinio, antes de darse cuenta, ya estaba masturbándose, rememorando como los pezones de Ana le habían acariciado, como Marta se los había mostrado sin tapujos, como había degustado su piel, sus labios, su lengua... Con el último recuerdo del roce accidental de su dedo con el pezón de Ana, se corrió. Emitió un pequeño gemido, mantuvo la fricción de su mano hasta que el último chorro hubo salido disparado. Había utilizado como barrera su camisa, sucia del día anterior, por lo que no ocasionó graves desperfectos.
Pero pese a la paja, su miembro quedó en semi-erección, deseoso de celebrar aún más. Cogió algo de ropa de su armario y fue derecho al cuarto de baño, tapándose sus vergüenzas. Sobresalto mayúsculo fue toparse en mitad de camino con Estela, tanto que incluso le provocó un breve gritito.
-¿Qué haces aquí? Le preguntó en el acto.-
-Me pediste que me quedara. Dijo ella, respirando rápidamente a causa del sobresalto.- ¿No lo recuerdas?
-¿Eh? Sí, claro... Mintió.- Me voy a duchar...
-¡Esta tu hermana! Exclamó ella de repente.-
-¿Laura? Abrió la boca con sorpresa, pero más se tapo sus vergüenzas, que parecían un imán para los ojos de Estela.- ¿Tan pronto?
-Son casi las dos, campeón. Rió ella.- ¿Qué tal has dormido?
-Yo... Eh... Sí... Estaba totalmente perplejo, agradeció llevar algo de ropa con la que taparse, pese a todo, estar desnudo le incomodó.-
-Tu hermana me ha invitado a comer, ¿No te molesta, verdad?
-No, está bien, me tengo que dar una ducha...
Escuchaba un zumbido incesante en el interior de su cabeza, sufría un exceso de alcohol, no estaba acostumbrado a beber, y sus efectos se manifestaban en cuanto llevaba dos minutos con sentido.
-Está tu hermana. Repitió Estela.-
-No importa, es mi baño... Raúl se escabulló y abrió la puerta del baño.- Si quería intimidad se tendría que haber quedado en el suyo, ahora salgo...
-Tú mismo...
Efectivamente, Laura salía de la ducha con el albornoz puesto, mal cerrado, tenia un curioso hematoma en uno de sus pechos, señal que no escapó de su visión.
-Buenos días, princesa. Dijo ella, riéndose de su cara de pánico.- ¿Vienes desnudo a saludarme?
-Este es mi baño, ¿Qué haces aquí? Gruñó él.-
-Tu bañera es más grande que la mía, necesitaba relajarme, además, estabas dormido...
Raúl se sentó en el inodoro, estaba desnudo, pero seguía tapándose con la ropa que tendría que ponerse una vez hubiera pasado por la ducha.
-¿Qué mierda es eso? Señaló de malos modos el trozo de seno que dejaba a entrever.-
-Bueno... Ella suspiró.- Digamos que alguien se pasó mostrando su felicidad...
-¿Te ha mordido?
-Se llama pasión, es lo que a veces tienen las personas normales, no como tú, que eres más soso que chupar una tiza.
Raúl maldijo en voz baja, miró al suelo un instante, respirando con dificultades por la tensión. Todo había sido perfecto esa mañana hasta que había abandonado su habitación.
-Bueno, ¿Qué te queda? Farfulló mientras se frotaba las sienes.-
-Ya está, ya está... Me secaré el pelo en mi cuarto.
-Mejor...
-Oye... Bajó su voz a un susurro.- A esa no la conocía, ¿Quién es? ¿Tu novia?
-¿Estela?
-Hombre, no sé chico, podías avisar, ha sido un palo encontrarla en tu cama esta mañana, yo que pasaba a preguntarte si todo estaba bien...
-Mi cama... La niebla se disipó ligeramente y pudo escuchar como, efectivamente, le pedía que se quedara a su lado.- Bueno, no es mi novia, y no ha pasado nada... ¿Verdad?
-Eso pregúntaselo a ella... Laura le dio un beso de buenos días y le dejó solo en el baño.-
No, eso de que las borracheras borran tus recuerdos era cosa de ficción, solo tenia que esperar y darse un buen baño frío. Tras la ducha se sintió doblemente mejor, por un lado, se había despejado, por otro, ya no se notaba pegajoso. Una vez acondicionado de nuevo su cuarto de baño buscó a las chicas, que estaban hablando en susurros de algo que consideraban muy gracioso.
-¿De qué habláis que es tan divertido? Preguntó él afablemente.-
-Cosas de chicas. Le riñó Laura.- Por cierto, deberías empezar con la comida, se hará tarde, tengo una venta a las cinco.
-Claro que sí, mi ama, ¿Desean algo más? Contestó irritado.-
Molesto por el trato que le había dado su hermana frente a una invitada entró en la cocina. Improvisó una comida rápida, se cortó al pelar un par de patatas, dado que pensaba en todo menos en lo que hacía. Dispuesta la comida, llamó a las mujeres, que llegaron igual de habladoras de cómo las había dejado, callando en el momento preciso en el que atravesaron la puerta de la cocina.
-Por tener una invitada podríamos comer en el salón, ¿No? Lanzó él.-
-No, no hace falta, no os toméis la molestia por mí. Rogó Estela.-
-Bueno, lo que ella quiera. Masculló Laura.-
-No, de verdad, vuestra cocina es preciosa, está todo perfecto, en su sitio, parece la de un anuncio...
-Agradéceselo a mi Mr. Proper particular... Su hermana le señaló.- Es magnifico con la fregona...
-Comed, se quedará frío. Comentó Raúl silenciosamente mientras sentía como su frágil virilidad se esfumaba.- Que aproveche.
La comida estuvo regada con un vino que el chico no cató pero que las mujeres degustaron con placer, se sentía a mil kilómetros de distancia de su mundo de las feromonas, es más, incubó un profundo rencor hacia ellas por dejarle esos largos minutos a la misma altura que una polilla.
-Dios, Raúl, cocinas muy bien... Le felicitó Estela.-
-No es nada del otro mundo. Refunfuñó modestamente.-
-Bueno, tortolitos... Laura se incorporó y empezó a recoger la mesa.- Lamentándolo mucho, he de ir a trabajar... Os dejo solo...
-Un placer conocerte, Laura. Las chicas se dieron varios besos cordiales en las mejillas.-
-El placer es mío, ya hablaremos más, tengo tu teléfono. Su hermana se despidió de nuevo, unos minutos después escucharon la puerta cerrarse.-
-Es un encanto, parece que os viene de familia.
-¿De qué hablabais? Le interrogó de inmediato.-
-¿Tanto te interesa?
-Sí.
-Bueno, pues de todo un poco... Estela sonrió con picardía. Ambos se levantaron y recogieron el resto de la cocina.-
-Mi hermana puede ser muy agradable cuando le conviene, es buena persona, pero...
-Le gusta controlar tu vida. Ella terminó su frase.- Lo sé, me he dado cuenta, pero no lo hace con mala intención, te protege.
-Creo que soy mayorcito como para que me tengan que "proteger". Las palabras se deshicieron en su boca, en realidad, no conocía a una persona que necesitara más que le llevaran de la mano.-
-Quería saber que había entre nosotros. Dijo ella por fin.-
-¿Qué le has respondido?
Por unos instantes Raúl se sintió otra vez desnudo frente a la incisiva mirada de Estela, una mirada astuta, inteligente, pero, sobre todo, humana, no la había visto más de un par de veces, pero le recordaba a esos ojos tallados en mármol de las esculturas del renacimiento que tanto habían visto en los libros.
-Nada de lo que tengas que preocuparte. Él supo que sería lo máximo que le sacaría en claro.-
-Bueno... Se propuso cambiar de tema.- ¿Qué tal has dormido?
-¡En tus brazos! Sonrió extensamente.- Muy bien... Como la otra vez que me acompañaste, no sé explicarlo, pero... ¡Es desesperante!
-No será para tanto.
-No, de verdad... Por un momento Estela hizo ademán de escupir unas palabras, pero al parecer, no encontró las adecuadas.- Es como si estuviera en una nube...
-¿Quieres algo de postre? De nuevo cambió de tema, lo que provocó un bufido desesperado de la chica.-
-Cicuta, a ser posible...
-¿Quieres un beso de chocolate?
-¿Un qué?
Con una sonrisita sarcástica Raúl buscó en uno de los armarios y sacó una caja alargada, llena de lo que parecían bombones.
-Sírvete, te gustaran.
-Pero solo uno...
Cuando introdujo el apetitoso bombón en su boca cerró los ojos, buscando el "beso", como si fuera algo así como una cereza o un trozo de almendra.
-No sé donde está el be...
Pero Raúl ya se lo había dado, la besó a traición, sí, pero ella no se quejó mucho. La estupidez del "beso de chocolate" era una de tantos gestos extraños que había pensado en sus momentos de soledad, cosas irrealizables, anticuadas, sí, pero sorprendentes.
-¿Qué te ha parecido? Le preguntó una vez sus labios se separaron.-
-No lo sé... Suspiró ella, que permanecía con los ojos cerrados.- Tendría que volverlos a probar...
-Lo siento, solo me quedaba ese. Ironizó Raúl.- Ven, vamos al salón, pondremos una película, o algo... ¿Qué se hace en este tipo de situaciones?
-¿No todo tiene que estar planificado sabes? Laura le cogió de la mano, fingiendo estar molesta.- Ese es tu principal problema, que antes de vivir el momento prefieres tener claro los tres siguientes, menos cuando dejas salir a tu verdadero yo, como esto del "beso de chocolate", ¡Es de película! Cualquiera chica caería rendida ante un detalle semejante...
-Lo dudo... Raúl tuvo que aguantar que la chica se sentara en su parte del sillón.-
-Bueno, ten en cuenta que hoy en día a la segunda copa ya te están diciendo de echar un polvo... Le explicó frenéticamente.- Nosotras cedemos, pero porque no nos queda otra...
-No sé si estoy preparado para esta conversación. Balbuceó de pronto.-
-¿Qué conversación? Estela mostró su gran sonrisa, divertida por las reacciones del muchacho.-
-Hablar de chicas, de gente, de sociedad... Fingió un escalofrío.- Son temas que no conozco...
-Porque te dan miedo, campeón. Se apoyó en su hombro.- Simplemente no has podido ser tu mismo nunca... Eres guapo, inteligente, tienes detalles que harían que a cualquiera se le cayeran las bragas...
Estela masculló una disculpa por su comentario tan fuera de lugar. Mantuvieron el silencio un par de minutos, donde miraron sin prestar atención a la televisión, que mostraba noticias, casi todas sobre muerte, pobreza y guerra, unos medios optimistas, sin duda.
-No quiero parecer entrometida, pero... Rompió el silencio.- ¿Por qué vives con tu hermana?
-Bueno, supongo que conocerás la versión de la calle... "Mis padres se jubilaron y decidieron irse a vivir un retiro merecido." Contestó él con poco entusiasmo.-
-¿Cuál es tu versión? Preguntó Estela con tacto.-
-Bueno... Realmente... Respiró profundamente.- Es que, verás, yo nunca me llevé bien con mi padre... Convertíamos cualquier cosa en una competición, nunca supe qué le pasaba, pero detestaba que pasara tiempo con mi madre, como sabrás, nunca he sido precisamente muy sociable, a excepción de mis amigas de la infancia, que me consiguió mi madre, por cierto.
-Ana y Marta. Completó la información con un asentimiento de cabeza.-
-Bueno... Mi madre siempre me protegía, daba la cara por mí, se sentía en la obligación de defenderme a ultranza, supongo que sentía compasión de un ser tan... Soltó un pequeño sollozo.- En fin, al final la situación se tornó explosiva... Habíamos llegado a un callejón sin salida donde lo único que nos quedaba era ir por caminos diferentes, pero yo era aún demasiado joven...
Sentía un pequeño grifo entre sus ojos, un grifo que había permanecido cerrado mucho tiempo pero que amenazaba con abrirse a máxima presión.
-Se fueron a vivir a otra ciudad, corren con la mayoría de los gastos, en cuestión de dinero nunca nos han dejado tirados... Mi hermana decidió hacerse cargo de mí, es buena chica, un poco cabeza loca, pero... Por lo menos ha estado siempre en los momentos importantes...
-Lo siento mucho, Raúl. Estela le dio un beso en la frente.- Yo también he tenido un historial familiar controvertido, pero...
Se produjo un silencio tenso, Raúl ni pestañeaba, temeroso de que la cascada de lágrimas apareciera, esos recuerdos eran tan duros... Lo peor era que su padre y él habían tenido momentos maravillosos... Días, quizás semanas, donde hacían viajes, iban de caza, le invitaba a tomar mosto...
-Bueno... Ya lo sabes... Rió con amargura.- Supongo que ya no te resultaré tan encantador...
-¿Bromeas? Estela le cogió la mano.- Cuanto más te conozco más sé que te necesito... Los amigos no solo están ahí para beber y reír... La confianza es un regalo que valoro mucho...
Vieron el resto de las noticias. Raúl tenia sueño, la situación era tan agradable... El sol entraba por los ventanales y les acariciaba con su cálido abrazo, el sofá era cómodo, el perfume afrutado de Estela cubría el ambiente... Supuso que al despertar habría vuelto a casa para cambiarse, pero había vuelto...
-Pide un deseo. Susurró él de pronto.-
-¿Un deseo?
-Sí, no lo digas, piénsalo.
-Ya está. Estela se acomodó en su regazo.-
-Duerme bien.
-En las nubes... Rió ella, antes de cerrar los ojos y concentrarse en escuchar la respiración de Raúl.- Contigo al lado, claro...
Capítulo XIII
Había sido una pequeña cabezada, ese tipo de sueño que puede tenerte todo un día en la cama aún sin necesitarlo, sueño reparador...
-Bella Durmiente... Susurró mientras le acariciaba el cuello.-
-Príncipe Encantador... Rió ella, ocultando un pequeño bostezo.- Buenos días, otra vez.
Aunque lo lamentaron profundamente, no pudieron mantener esa situación más tiempo, Estela tenia un compromiso con sus amigas, fue una despedida emotiva, el inicio de un fin de semana insípido donde tuvo que mostrar su negativa a salir, no tenía ánimos.
El lunes por la mañana se presentó en clase, recuperado de su depresión de fin de semana, pero las cosas no apuntaban a mejorar. Vio a Ana en el lugar acostumbrado, siempre estaba sentada en ese pequeño muro, escuchando música o hablando con sus amigas. Raúl intentó acercarse hacia ella, pero tan pronto como le vio, salió rápidamente en dirección contraria.
Lo hubiera tomado como algo sin importancia de no ser porque los días siguientes tuvo el mismo comportamiento, le evitaba, en cualquier tipo de situación, siempre había algo muy interesante que debía escuchar, siempre había una amiga que la llamaba desde lejos... Incluso ignoró un correo electrónico que le mandó... Raúl estaba poco menos que desesperado, no había tenido ni la menor idea de que pudiera mantener ese comportamiento después de su acercamiento del cumpleaños de Marta.
-"Algo he hecho mal..." Se mortificaba.- "Pensará que soy un cerdo, o algo peor..."
No se concentraba en clase, apenas si conseguía dormir, tal era su obsesión... En ese estado de psicosis teñida de tristeza por lo que pudiera pensar Ana, seguramente cosas horribles y obscenas, urdió un plan desesperado.
El lunes por la mañana tocó en la puerta del despacho de la profesora Schoeder, uno de los privilegios de los colegios privados era que los profesores, fuera cual fuese su asignatura, tenían asegurado su despacho. La entrenadora Claudia se extrañó mucho al verlo delante de su puerta.
-¿Ocurre algo? Preguntó extrañada, aún sin dejarle pasar.-
-Es que necesitaba hablar con usted. Sentía un doloroso picor en las costillas, estaba haciendo algo ruin, lo sabia.- En privado.
-Bueno... Pasa... Le dejó entrar, con el mismo gesto sorprendido. Se le hizo extraño verla vestida de calle, durante mucho tiempo tan solo la había visto en bañador o en pantalones cortos.- Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?
-Necesito un favor... Empezó a temblar, quería irse, necesitaba irse, pero su desesperación fue mayor que su dignidad.- Un favor importante.
-Bueno, no sé que puedo hacer por ti, pero...
-Quiero ver a Ana, sí, la de su clase, necesito estar con ella a solas, al menos unos minutos.
La mirada que le lanzó Claudia fue de absoluta incomprensión.
-No sé que señales equivocadas te he dado, pero no estoy dispuesta a entrar en esos juegos tan poco apropiados... Se incorporó y caminó hasta la puerta, que abrió al instante.- Si no tienes más que pedirme aparte de ser tu cómplice en escarceos amorosos con mis alumnas, creo que es mejor que te vayas.
-Me va a ayudar, quiero o no...
-Que no se te olvide, jovencito, que estás hablando con una profesora del centro, no comunicaré este comportamiento al director por ser la primera vez, pero si insistes...
-Se lo diré, al director, si no me ayuda...
-¿Decirle el qué?
-Que es usted lesbiana. Soltó en un susurro, sintiendo como el desagradable sabor de la bilis le subía por la garganta.-
Si hubieran puesto un folio al lado de la cara de la entrenadora Claudia no se habría distinguido de su cara, había empalidecido al extremo. Tosió ligeramente y recobró la compostura.
-Menuda idiotez, te lo advertiré por ultima vez, si no te vas, tendré que ir a por el director.
-De verdad, no quiero hacerlo, pero...
-¡Eso no significa nada! Estalló de pronto, cerrando la puerta con un portazo.- ¿Qué le importará al director que sea lesbiana?
Profirió una serie de palabras en alemán que, menos amables, debían ser de todo. Raúl estaba asqueado de si mismo, no se reconocía, pero a tal grado había llegado su desesperación.
-Quizás a él no... Pero... Cuando se entere el Consejo Escolar... No sé lo que pensarán ellos, pero dudo que les guste saber que una persona con su orientación sexual ve desnudas a sus hijas casi todos los días...
-Eres... Le salió un acento alemán que no le había escuchado nunca. Sus ojos se bañaron en lágrimas, pero sacó su flema nórdica, aspiró aire, y se sentó de nuevo en su butaca, mirando a Raúl con odio en la mirada.- Tu no sabes lo que es esto...
-Yo solo quiero que...
-Tengo que hacer 200 kilómetros para poder hacer el amor con una mujer sin temor a que sea conocida de alguna de mis alumnas o sus familiares... Su integridad nórdica parecía a punto de ceder.- Llevo dos meses sin tener ninguna relación sexual por ese motivo... No es porque sea lesbiana, esos tiempos ya han pasado, pero me gusta mi trabajo, y sé que es incompatible con mi sexualidad, pero, de verdad, nunca he hecho nada, ni he mirado nada... Es... Es lo último que haría...
Raúl se sentía totalmente desgraciado, deseó no haber tenido esa estúpida idea nunca, eso solo salía bien en las películas, había herido gravemente a Claudia, que tan simpática había sido con él... Cuando las lágrimas de Claudia salieron, en tropel, no pudo evitar levantarse y abrazarla. Ella no lo rechazó, sino que lloró su amargura en su hombro, tristeza contenida durante muchos meses...
-Yo no quería esto... Susurró Raúl, que también tenía que hacer grandes esfuerzos por no llorar, al fin y al cabo, no era un monstruo, no podía soportar esa carga de conciencia.- Si supieras como me siento... Me evita, me ignora... No responde a mis llamadas... No sé que he hecho mal, pero el dolor y la incertidumbre me comen por dentro, no me dejan dormir, solo pienso en poder hablar con ella... Tan desesperado estoy que he recurrido a una encerrona...
-Eres imbécil... Sollozó Claudia.- Si me lo hubieras explicado en un principio, no tendrías que haberme echo pasar por esto...
-Bueno... No te preocupes, yo no voy a decir nada, ni mucho menos... Raúl se separó, ver a esa belleza alemana con los ojos llorosos le hizo desear una muerte lenta y dolorosa.- No quería esto... De verdad...
Salió corriendo antes de que la entrenadora pudiera decir nada, se saltó una clase, estuvo encerrado en la cafetería, pensando en su comportamiento, desgraciadamente al principio, y afortunadamente al terminar, tenía clase en el pabellón de natación.
-Venga, hoy quiero intensidad... Bramaba su entrenador, mientras les sacaba mil defectos.- ¡Intensidad!
Raúl ni siquiera había mirado a Claudia, se sentía profundamente avergonzado, pensaba en pasarse después para disculparse, las palabras tenían mucho poder, sobre todo para hacer daño... Cual fue su sorpresa cuando, estando en su portería siguiendo el juego, observó como la entrenadora sacaba a Ana del agua y le daba unas instrucciones en voz baja, esta, sorprendida, se había ido camino del vestuario.
Fruto de su distracción le marcaron un sonado gol, lo que le provocó una seria reprimenda de su entrenador. Un par de minutos después Claudia se acercó hacia su entrenador, estuvieron hablando durante unos segundos.
-Raúl, sal del agua, ayuda a las señoritas a mover unas cajas. Lo dijo con sorna, mirando a Claudia como a un bicho raro, según su mentalidad deportiva, sino podías valerte por ti mismo, no valías para nada.-
La entrenadora estaba tan encantadora como siempre, pero sus ojos no eran como los recordaba de la primera vez, estaban algo apagados... Le indicó con la mano que siguiera el camino del vestuario femenino.
-Lo siento... Susurró apenado.-
Su única respuesta fue intuir una sonrisa a través de la rubia melena de Claudia.
En el vestuario estaba Ana, efectivamente, moviendo unas cajas llenas de material que no se sabía a cuenta de que habían acabado allí. Llevaba puesto el bañador reglamentario del colegio, su gran talla de busto hacia que le quedara a las mil maravillas... Nada más entrar, la chica dio un ligero respingo.
-¿Qué haces tu aquí? Preguntó al instante.- Es el vestuario femenino.
-Me ha mandado tu profesora a ayudar con las cajas... Dijo él con voz queda.-
-Ya... Ana se dio la vuelta y continuó con lo suyo.-
En realidad no sabía mucho que estaban haciendo, las movían de una esquina del vestuario a la otra, unas instrucciones estúpidas, pero necesitaba tiempo.
-Déjame echarte una mano... Ofreció cuando Ana cogió una caja especialmente pesada que no podía mantener en alto.-
-No, puedo yo sola. Sentenció ella.-
-Anda ya, deja de comportarte como una niña, no puedes, venga, entre los dos.
-¡No! ¡Yo puedo sola!
En el forcejeo por coger la caja entre uno o los dos, esta se les resbaló, haciéndoles muchísimo daño en la espinilla y los pies.
-Mira lo que has hecho... Maldijo Ana mientras se frotaba el dedo gordo de su pie.-
-Tendrías que haberme dejado ayudarte.
-Nadie te lo ha pedido.
-A veces necesitamos una ayuda que no podemos pedir. Dictaminó él.- Tu y yo tenemos que hablar.
-No tengo nada de que hablar contigo...
-¡Anda ya! Estaba hablando a voz en grito, se consoló con la idea de que los vestuarios estaban bien aislados del complejo, y que el escándalo ahí reinante les protegería de oídos indiscretos.- Me has estado evitando toda la semana...
-No sé de lo que me estas hablando. Ella miró hacia otro lado.-
-¿Es por lo de la fiesta? Su tono de voz bajó.- ¿Qué hice mal? Dímelo, ¿Qué hice mal?
-No sé por qué te quejas, llevamos años sin hablar seriamente... Te he ignorado esta semana, sí, pero no es nada diferente a la semana pasada...
-Sí es diferente, lo del jueves lo hace diferente.
-¿Lo del jueves? Pareció sorprendida.- ¿Qué pasó el jueves?
-No hagas como que esto no va contigo, no voy a tragar más tiempo, no, esta vez no...
Un hilo de rencor se dibujaba en sus palabras, todos esos días de pensar en sus grandes y amadas amigas que lo ignoraban completamente...
-En la fiesta, en el beso, en... lo demás... Eso fue especial...
-¡Pero si lo hicieron todos! Exclamó ella.- Se llama "juego", y no te causaría tanto impacto si no fueras tan inadaptado.
-¿Un juego? No se lo había planteado hasta el momento, pero podía ser que solo hubieran hecho esas cosas por el juego, que no tuvieran ningún eco por su parte, tan solo él se había tomado la molestia de sentir algo.- No, no es verdad...
-Por favor... Parecía exasperada.- Lo he hecho con docenas de chicos, siempre son las mismas pruebas, no deberías habértelo tomado tan en serio.
¿Seria posible que todo lo que había sentido fuera artificial y solo por su parte?
-Mira... No sé que cambió el jueves, solo sé que lo que sentí no nació ese día, todo lo que he acumulado estos años, todos mis sentimientos por ti...
-Pero de que hablas...
-Todos los momentos en los que te vi lejos, con otros, en mundos inalcanzables... Sé que todas las barreras desaparecieron, lo sentí, y tu también, lo sé...
-Raúl, creo que necesitas tratamiento...
-Tanto como tú... Estaba herido en su amor propio, le podían criticar en todos los campos, pero de crear sentimientos artificiales, no.- Desde lo de tu padre no has sido capaz de querer a nadie, sí, no soy estúpido, llámame depravado o lo que quieras, pero tus ojos te descubren.
-No quiero seguir aquí contigo, me das miedo... Ella hizo ademán de irse, caminó hacia la puerta, pero la potente mano de Raúl la detuvo.-
-Si tanto lo crees, demuéstramelo, no sentiste nada, entonces no tienes que temer...
-¡Suéltame! Gritó ella, pataleando, intentando liberarse.- ¡Estas loco! No puedes...
Pero nunca terminaría esa frase, pues Raúl, a un paso de la verdadera locura, le tapó la boca con un beso, un beso no, "El Beso". Ana se resistió los tres primeros segundos, pero después, se rindió. Él, por su parte, no cabía en sí de gozo, eran auténticos, todos estaban otra vez ahí, detrás de una cortina de miedos y vergüenzas... La besó con dulzura, con pasión, la abrazó, la acarició, le recordó sin palabras todo lo que habían sido, le dejó intuir, con su beso, lo que podrían ser...
Se separaron, Raúl buscó sus ojos, pero ella miraba al suelo, con pena grabada en la frente.
-¿Qué temes? Susurró él.- No podría hacerte daño...
-Los sentimientos acaban siendo formalidades de las relaciones sociales...
-Vale, y ahora que hable Ana. Dijo él, intentando quitarle gravedad a sus palabras.- ¿Quieres un nuevo beso?
-Raúl, es imposible, somos muy diferentes, tu eres... y yo...
La obligó a mirarle a los ojos, unas lágrimas escapaban de los ojos necesitados de cariño que tanto le quitaban el sueño
-Nunca lo sabrás si no lo intentamos...
-No lo merezco. Murmuró.- Todo este tiempo te he evitado, tú siempre estuviste a mi lado, fuiste mi apoyo... Te quería tanto... Era muy niña para saberlo, pero... Supongo que por eso te aparté de mi lado, no quería volver a saber que era eso, te enterré en un cajón de mi escritorio... Pero, cuando me tocaste... Cuando me besaste... El cajón se volvió a abrir, pero es algo que ya no quiero... No puedo aceptarlo...
-Nita... Respondió el, utilizando el apodo cariñoso que había usado toda la vida para referirse a ella.- Lo siento... Pero no puedo volverme atrás... Esta semana he querido desaparecer tantas veces, librarme de tu recuerdo para siempre, pero ha sido imposible... Sé que estas a una altura inalcanzable, tan solo está en tu mano bajar conmigo, hacerme feliz...
Se produjeron unos segundos de silencio.
-Si quieres irte vete. Señaló a la puerta.- Si te quedas, voy a darte el primer beso de muchos más...
Sin embargo, Ana no se fue, sino que se lanzó a sus brazos, le besó, le mordió, le abrazó con fuerza.
-Ayúdame, por favor. Lloró ella.- No dejes que haga más locuras, por favor...
Poco a poco le fue conduciendo hacia la camilla donde debían darse masajes cuando sufrían una lesión. Se sentó en ella, le miró a los ojos, sonrió, tímida. Bajó los tirantes de su bañador, lentamente.
-¿Seguro que es lo que quieres?
-No me dejes pensármelo mucho... Rió ella, nerviosa, pero decidida.-
Cuando ella le mostró de nuevo sus senos, no pudo más que observarlos con detenimiento, eran dos obras de arte, sin duda. La piel de Ana era pálida, por lo que les daba el aspecto de escultura griega. Pero no se detuvo, continuó bajando su bañador, hasta quitárselo por completo. Su sexo estaba depilado, pero menos que los que había visto hasta el momento, y así le gustaba más. Estaba de pie, no podía ver mucho, pero todo lo que vio, era perfecto.
-Supongo que te lo habrán dicho muchas veces, pero... Eres preciosa...
-Tampoco tu estás nada mal. Ironizó ella, mientras le acariciaba el trasero.-
La pasión se desató a raíz de una mirada, ella le mordió en el lóbulo de sus orejas, el paladeó el néctar de sus labios y lo llevó hacia sus pechos, sus grandes y preciosas tetas, que eran todas para él, las degustó con delicadeza, como si fueran una obra de arte frágil, su pezón sabia a malvasía, un delirio de placer recorrió su entrepierna, que ya daba muestras de su gran excitación.
-Raúl... Ella se detuvo.- Tengo que decirte... Esta es... Mi primera vez...
No pudo más que comérsela a besos.
-Tranquila... Tampoco yo soy un profesional...
-Será una experiencia conjunta... Ana se tranquilizó.-
Raúl la reclinó en la camilla, recorrió su cuerpo en una caricia, ganándose un suave gemido por su parte, beso sus pechos, su cuello, jugó con su ombligo... La respiración de ambos aumentaba en intensidad, y fue más potente cuando pasó a sus piernas, besó sus muslos, jugó con sus dedos... El placer se convirtió en delirio cuando llegó a las proximidades de su pubis, olía a mujer, ese olor tan intimo, elixir del placer...
-Tranquila... Susurró él.- Todo está bien...
Cuando acarició sus labios mayores con su boca, Ana tuvo un escalofrió monumental, terminado en gemido. Intentaba hacerlo lo más despacio posible, quería que ella estuviera caliente, muy caliente, que lubricara bien... Pero tras un minuto dedicado a las proximidades del clítoris, su orgasmo fue inminente.
-Raúl... ¡Raúl! ¡Qué me haces! Fue su extraño grito de guerra.-
Sus fluidos acabaron generosamente depositados en la garganta del joven, que los paladeó con sumo placer. El sabor era extraño, pero, a su vez, significaba tanto... Dejó que se recuperara y la besó de nuevo. Se la veía tan preciosa, tan perfecta...
-Es... Mi turno... Titubeó ella.-
Fue un momento tenso para los dos, pero esta vez fue Ana la que rebajó la tensión dándole un beso por encima del bañador. Poco a poco lo bajó, su erección era ya tremenda... Raúl se sintió avergonzado, pero la chica le miró a los ojos.
La mano de Ana acarició con mucho respeto su paquete... Había tenido un par de relaciones de sexo oral en su vida, pero ninguna con esa intensidad, ese deseo de dar placer...
Dio un suave beso en el glande de la polla de Raúl, que la correspondió con un suspiro. Empezó con timidez, con un pequeño lametón, pero luego, la introdujo en su boca, una vez, dos... Cada vez con más soltura, cada vez más profundamente. Sus manos acariciaban los testículos del chico, aparte de recorrer su falo cuan largo era.
Raúl empezó a gemir pronto, con menos intensidad, pero igualmente, disfrutando de una mamada espectacular. Lo que más placer le daba era ver como los ojos de Ana estaban clavados en los suyos en todo momento, con un semblante pícaro. Cuando vio que no aguantaría mucho más, aupó a Ana a la camilla, disfrutando de su trasero, que tanto le gustaba.
-¿Estas segura? Preguntó él de nuevo.-
-Contigo sí...
Colocó su miembro en la entrada de Ana, la acarició suavemente con el glande, había leído que eso relajaba, realmente estaba perdido. Introdujo su polla poco a poco, ella se contrajo, con los ojos cerrados, concentrada en captar hasta la mínima sensación. Pronto se topó con su himen, fue complicado al principio, era como una pared de tela que taponaba su progreso a través de la vagina de la chica. Apretó un poco mas, Ana emitió un ahogado quejido.
-Sigue, sigue... Dijo ella para tranquilizarlo.- No es nada...
Tras el tercer intentó, el himen cedió, y su polla entró por completo. En el instante de romperse el himen Ana se había estremecido, pero había durado poco, él no era muy experto en desvirgar jóvenes, pero, con el tiempo, se daría cuenta de que había otros mucho más duros que ese que había sido su primer gran amor.
-Ya está... La consoló él, mientras la besaba.- Has sido muy fuerte...
-No te distraigas. Rió ella, pero en su cara aún se distinguía una mueca de dolor.- A lo tuyo...
La vagina de Ana era infinitamente más estrecha que la de su hermana, o Cristina, supuso que, con el uso, las paredes vaginales se ensanchaban, también había oído que con los partos ocurría lo mismo, así que era lo lógico. Al sacar su falo del interior de la chica comprobó que había restos de sangre por doquier, nada de lo que alarmarse, se consoló. De nuevo entró, y esta vez apenas hubo dolor en la mujer. La cuarta vez que la penetró consiguió obtener ese pequeño gemido que estaba buscando, esa señal que le indicara que iba por el buen camino.
Besó a Ana, buscó sus ojos, pero estaban entrecerrados, acarició sus pezones, quería darle el mayor placer posible...
-Sí, así... Sí... Decía ella.- Ahora sí...
El ritmo se fue acelerando, no fue brusco en ningún momento, pero pronto los jadeos de Raúl y los gemidos de Ana fueron más audibles. La penetró con amor, como aquel que cumple, no solo un sueño, sino algo totalmente necesario para su maduración. Ana parecía también pensar lo mismo.
-Esto es lo que quería... Gimió mientras se mordía los labios.- Es mi regalo, es tu regalo, es nuestro...
-Nuestro... Sí... Nuestro... Respondía Raúl, con grandes dificultades para no correrse a causa del morbo.-
Pronto el nivel de los gemidos fue en aumento, la contracciones vaginales le indicaron lo inminente del orgasmo, y Ana se deshizo en mil gritos, un segundo de estruendo, y silencio total. Tenia la cabeza echada a un lado, respiraba con dificultad, y lloraba, sí, lloraba.
-Estas... ¿Estas bien? Raúl olvidó su orgasmo y "salió" de Ana para preocuparse por su estado.- ¿Ana?
-Ha sido... Raúl... Gracias...
Se inclinó hacia el hinchado miembro del joven y se lo introdujo en la boca, lo hizo de forma resuelta, rápida, casi salvaje. Raúl tuvo su orgasmo casi al instante, su corrida fue monumental, incluso sus jadeos, cosa que no acostumbraba a padecer. Ana, recibió su semen en la cara, y, sobre todo, en sus tetas, que quedaron bañadas de forma muy sensual. La abrazó, la besó, no le importó que estuviera manchada de su propia leche, la pellizcó en los glúteos, le mordió la nariz...
-Esto era lo que había soñado... Ana se limpiaba con una toalla los restos de la pasión.- Las otras me decían que había sido horrible y doloroso, pero... Yo creo que ha merecido la pena...
-Vaya, gracias... Rió el chico, ayudándola a limpiarse, y haciendo él lo propio.- Tomo nota, señorita.
Se besaron largo rato más, habían hecho el amor. Raúl no cabía en sí de gozo, tenia ganas de volver a poseerla, pero sabia que el tiempo era vital para ellos, al fin y al cabo, a dos puertas de distancia había un pabellón deportivo lleno de gente.
-¿Nos veremos después? Preguntó Ana, con dudas.-
-Nuestro después es ahora...
La significativa mirada que les lanzó la entrenadora Claudia les aseguró que, pese a que no habían oído nada gracias al aislamiento del pabellón, en su cara se notaba, para el ojo experto, que sus problemas se habían resuelto.
-Entrenadora Schoeder, todas las cajas están en su sitio. Exclamó Raúl en voz alta.- ¿Necesita algo más?
-No, gracias. Claudia le lanzó una mirada pícara, el chico sonrió, feliz.-
Estaba en deuda con la entrenadora, y él nunca incumplía sus deudas, lo juró en el mismo momento que se introdujo de nuevo en la refrescante piscina, si lo que Claudia Schoeder quería era tener sexo con mujeres sin que estas la delataran, él se las conseguiría.
Capítulo XIV
Con Ana el tiempo pasaba de una forma diferente... Un día compartían la mesa en la cafetería del instituto, y, antes de que se dieran cuenta, estaban caminando cogidos de la mano al anochecer.
Ella era como un libro que había permanecido mucho tiempo cerrado, esperando que alguien se sentara a leerlo. Siempre la había visto como una persona que guardaba las distancias con el resto, con una gran barrera en su alma que la separaba del mundo, pero esa barrera cayó, y su sonrisa fue tan radiante como la de un niño al descubrir los caramelos.
Intentaron llevar lo suyo lo más discretamente posible, ninguno de los dos era proclive al chismorreo, tenían gustos similares, incluso en lo referido a la música, donde ambos se declaraban indecisos. La vida de "novios" se les hizo extraña y ajena desde el primer día, fueron al cine y a cenar un par de veces, pero no consiguieron terminar de encontrarle el significado que esperaban.
-Nada fue igual después del fallecimiento de mi padre...
-Debió de ser muy duro.
-Él era el único que me... Me comprendía, de verdad, siempre estuvo ahí, me enseñó todo lo que tenia que saber... Decía ella una tarde, cuando estaban tomando un café.- Era como si todo el mundo ideal en el que había vivido se esfumará, tan de repente...
-Tu padre te quería mucho, él no habría aprobado que te cerraras al mundo.
-Sí, y eso me lo has descubierto tú... Suspiró ella.- No sé como, pero... Representabas ese pasado idílico... Es extraño, no sé explicártelo, eres la puerta, pero también la llave...
-Un chico completo, entonces. Rió mientras apuraba su café.-
-Oye, no te rías de mi sinceridad. Protestó ella.- Para mi tampoco han sido unos años fáciles, renegar de ti misma es algo intragable...
-Lo que importa es que ahora serás tú misma... Le cogió la mano y la besó.-
-Eso tiene sustanciosas ventajas para ti... Ella le devolvió el beso.-
Pero había algo que no terminaba de ser real... Con Ana hizo el amor seis veces aparte de su primer encuentro en el vestuario femenino, y en todas ellas sintió un enorme espacio que les separaba. La quería, eso lo sabía, pero, quizás, no era de esa forma... Lo peor de todo fue darse cuenta de que ella también pensaba lo mismo. El sexo era magnifico, ganaba intensidad en cada encuentro, pero terminaban con un súbito silencio, pensando cada uno en lo que estarían haciendo mal...
Una noche estuvieron viendo viejos álbumes de fotos, incluido uno similar al que había regalado a Marta por su cumpleaños, en él había una foto muy curiosa, eran tres bebes, dos morenos, un chico y una chica, y otra chica, rubia. Hasta ese punto tan excéntrico había llegado su unión, ahí se tenían, Ana, Raúl y Marta, juntos de niños, en una barbacoa que organizaron sus padres...
-No sé si seré una depravada... Rió Ana.- Pero verte así desnudito entre las dos, me está dando muy malas ideas...
-¿Sí? Él repasó la foto, realmente, no tenia precio, eran tan bebes, tan inocentes...- Define "idea mala"...
-Venga, no te hagas el loco... Le zarandeó cariñosamente.- ¿Nunca lo has pensado?
-¿El qué?
-Venga, creo que la primera fantasía sexual que recuerdo es imaginarme besándoos a ti y a Marta, tenia 13 años, y fue muy violento, no entendía nada... Suspiró.- Hace ya tanto tiempo...
-Vaya, y yo que te tenia por la menos lanzada del trío... Acarició su costado, tocando impunemente sus senos.- Tendré que rescribir mis diarios...
-Por favor, que sé como la miras. Ella levantó los brazos para dejarle mejor acceso a su busto.-
-¿A quien?
-¡Marta! ¡Quien va a ser! Retozó pícaramente.- Porque no soy celosa, que si no...
-No sé a lo que te refieres... Mintió.-
-Venga ya... ¿Nunca has tenido un sueño subidito de tono con ella? ¿Con nosotras?
-Eh... Las imágenes de aquel sueño tan recurrente que había tenido durante meses volvieron a su cabeza.- No lo recuerdo...
-¿Nunca te has masturbado pensando en nosotras? Increpó esta, con sospechas en la cara.- No me lo creo.
-Oye, te tienes un poco sobre valorada, ¿No crees? Dijo el sarcásticamente mientras dejaba que sus manos atravesaran la ropa de esta.-
-Porque yo lo valgo, ¿Verdad?
-Sí, para que engañarte... Nunca pensé que te lo diría, pero...
-Chsst... Cállate, tienes mi permiso para hacerlo siempre que quieras, es algo muy intimo entre dos personas...
-¿Masturbarse?
-No, saber que se masturban por ti, te hacen sentir deseable, ¿Sabes?
-Entonces tú debes sentirte muy deseable...
Cuando la mano de Ana había llegado a su entrepierna, concluyó con silbido entusiasta, antes de lanzarse a devorar con su boca su piel pálida que tanto le gustaba, que tan suave era, que tan placenteramente le hacía correrse...
Para su sorpresa, la chica era muy apasionada, en una ocasión, incluso, llegaron a hacer el amor en el probador de una tienda. Raúl recordaba su roce con Estela, pero Ana se mostró mucho más lanzada, prontamente se desnudaron, inmersos en un silencio difícil de mantener a causa de su excitación... El sexo de Ana había sido engullido casi al instante y sin previos por el voraz miembro de su amigo, y ahí, de pie, se habían amado hasta llegar al final...
-Me corro... Dijo ella, levantando la voz.- No puedo, me... me...
-Chsst... Raúl le puso la mano en la boca para evitar sus jadeos, sorprendentemente la única forma que encontró esta de no gritar, fue morderle, acto que acelero la corrida de su hombre.-
Al salir del probador habían tenido que comprar un pantaloncito, dado que en medio de su pasión, había resultado manchado con la corrida de Ana y Raúl. El vendedor puso de manifiesto su deseo de cambiarles la prenda, pero ellos, entre sospechosas carcajadas, habían insistido en llevarse esa precisamente. Pese a que era un pantalón femenino, la chica había insistido en regalárselo.
Pero, otra vez, no conseguían encontrar la forma de tapar ese vacío que les atormentaba y les hacía guardar silencio...
Finalmente, en casa de Raúl, cuando ambos estaban tendidos en la cama, después de haber hecho el amor, aprovechando la ausencia de Laura, surgió la conversación.
-¿En qué piensas? Dijo ella en un derroche de originalidad.-
-En nada... Respondió él.- ¿Y tu?
-Tampoco pienso en nada... Masculló.-
Tenía a la chica entre sus brazos, apoyaba su cabeza entre sus brazos, recibiendo una suave caricia en el cuero cabelludo, cosa que tanto agrada a las mujeres. Esa noche habían jugado a hacerse fotografías mientras hacían el amor, con una cámara Polaroid, perteneciente a la hermana de Raúl, se habían hecho fotos, que descansaban en el suelo, en la mesa, debajo de sus cuerpos desnudos... Él cogió la que tenia debajo de su mano.
Mostraba la imagen de Ana, desnuda, con la cabeza ligeramente flexionada hacia atrás, los ojos entrecerrados, en su cuello formándose unas cristalinas gotas de sudor... Era una instantánea preciosa, la juventud de Ana la hacía casi perfecta, y esa expresión, digna de la mejor de las actrices eróticas que hubiera tenido el placer de ver. Al principio se habían mostrado tímidos, pero después...
-Raúl, ¿Qué nos pasa? Susurró ella con un lamento, de repente.- ¿Qué nos está pasando?
-No lo sé.. Murmuró, apenado.- Todo es perfecto, pero...
-Pero no estamos hechos el uno para el otro... Ella se incorporó y le miró a los ojos.-
-Ana, yo... Yo... Te quiero...
-Sí, yo también, lo sabes, de verdad... Le besó lentamente.- Pero creo que no de esa forma...
-Esto no puede estar pasando... Pese a que él sabía que todo lo que decían era verdad, no quería hacerse a la idea de sus consecuencias.- No puedo perderte otra vez, no, ahora no...
-No, tonto... Se besaron de nuevo.- Llegados a este punto creo que nunca podría ser como antes, nunca podría intentar olvidarte, te quiero, te necesito a mi lado, pero no de esta forma... Creo que eres lo más parecido a mi mejor amigo...
-Supongo que esto es el fin. Pensó que lo mejor era no hacer una escena y acabar con toda la dignidad del mundo.-
-Sigues en lo mismo... Ella sonrió.- A partir de ahora siempre estaré ahí para lo que quieras, no solo eres mi nuevo mejor amigo, sino que... Bueno, has sido mi primer amante...
-Amante... Que solemne... Raúl no pudo hacer más que reírse a carcajadas, ella intentó estrangularle con la almohada.-
-Oye, que intento mantener una conversación seria... Protestó Ana.-
-Entonces en qué quedamos, o, mi adorada amante. Continuó él.-
-Bueno, estaré para lo que quieras, te necesitaré también a mi lado, serás mi gran guía espiritual, con derecho a roce...
-Eso es fundamental, sin duda... Raúl acarició las tetas de Ana.- Pero tú debes seguir con tu vida, yo sobreviviré, eso sí, quiero verte sonreír, y, sobre todo, quiero que respondas a mis llamadas...
-Estaremos en contacto... Ella se acomodó en sus brazos.- Y ahora, duerme, pasemos juntos esta última noche...
Él estaba absolutamente extenuado tras una larga e intensiva sesión de sexo, las dos semanas que había durado su unión con Ana habían sido perfectas, pero todo debía terminar, serian muy amigos desde ese entonces, incluso se acostarían juntos varias veces más, desde un mutuo respeto y, sí, su particular forma de amarse prevalecería. Fue difícil verse en los brazos de terceras personas, pero lo superaron, se querían demasiado para no hacerlo...
La mañana siguiente se despidieron haciendo el amor, incluso, hubo un atisbo de masturbación a la "cubana" al final del espectáculo, desde que Ana lo había visto en una pagina web, había deseado hacerlo, su abundante delantera le granjeó a Raúl una corrida brutal, dejó el pecho y la cara de la chica llenos de su leche... Por primera vez, esta lo probó, su cara era de astucia.
-Es un sabor extraño. Dijo mientras probaba un poco más.- Pero no me atrae la idea de saber que me estoy comiendo varios millones de tus espermatozoides, pobrecitos...
-Creo que a ellos les debe encantar poder estar cerca de ti. Rió el chico.- Es más, creo que si me das diez minutos, puedo volver a presentártelos...
-Sorpréndeme...
En cinco minutos y gracias a los estímulos que Ana le daba, su erección ya fue suficiente como para volver a penetrar a la joven, que se corrió con gran facilidad en dos ocasiones.
-Te voy a dejar un autógrafo, para la posteridad...
Ana de nuevo le sorprendió llegando hasta el ordenador y encendiéndolo, por el camino, había recogido las docenas de fotos que llenaban la habitación, las miró divertida, como si la idea de hacerse fotografías fuera espectacular. Tras esperar que su procesador se pusiera en marcha, le sorprendió cogiendo la cámara digital que descansaba encima del monitor, y, más aún, cuando le enfocó con ella.
-¡Que haces! Corrió a tapar sus vergüenzas.- ¡Apágala!
-Venga ya, no me vas a decir que te molestan las cámaras, porque no me lo creo.
Ana cogió la cámara entre sus manos y llegó hacia Raúl, quitándole de encima la sábana con la que se había cubierto.
-Si estas viendo este mensaje... Empezó Ana.- Es que te has acostado con mi querido Raúl, sí, lo hace como un campeón, bueno, yo no tengo mucha experiencia, pero si aún puede mejorar... ¡Jesús!
-Ana... Susurró él, mirando a la cámara como si fuera una amenaza.- ¿Qué haces?
-Dejar constancia de lo nuestro. Rió ella de nuevo.- No te preocupes... ¡Saluda!
-Sí, hola...
-Bueno, no te dejes impresionar por su timidez, Raúl es mi nuevo mejor amigo, como ya he dicho, es bastante bueno en la cama, el otro día lo hicimos en un probador, sí, y se corrió encima de un pantalón, si hubiéramos podido grabar la cara del vendedor...
-Oye, no se dio cuenta... Gruñó él.- Incluso nos la quiso cambiar...
-Porque es un hombre, si fuera una mujer, se habría dado cuenta al instante, tenemos un ojo clínico para estas cosas... Ana volvió a mirar a la cámara.- Pero, lo que quiero conseguir con este mensaje, es que recuerdes que este chico merece lo mejor, y que si no se lo has dado aún, has cometido un grave error...
-¿Qué haces? Gimoteó él, sin saber lo que intentaba.-
-Es un recuerdo-postal-aviso para las futuras mujeres que pasen por aquí. Concluyó ella como si fuera cualquier cosa.-
Enfocó hacia el cuerpo de Raúl.
-Le di mi virginidad y se la hubiera dado mil veces más... Siguió con su discurso.- Nadie me había tratado tan bien nunca, además, está bueno, no nos engañemos, Raúl, date la vuelta, enséñale a nuestra amiga ese culito de nadador que tienes.
Este aceptó a regañadientes.
-A, por cierto, yo soy Ana. Se enfocó a sí misma, de arriba abajo, haciendo especial énfasis en sus genitales, mientras se grababa, vio que debajo de una de sus tetas aún había algo del semen de Raúl, lo cogió con un dedo y se lo introdujo en la boca, todo bajo la atenta mirada de la cámara.- Sí, es lo que crees...
-Estas completamente loca... Raúl no pudo evitar estallar en carcajadas.- Necesitas urgentemente un médico...
-Venga, encima que me esfuerzo por darte buena publicidad...
-Vale, pero me toca grabar.
Raúl cogió la cámara y tendió a Ana en la cama.
-Ahora soy yo el que graba, y os vuelvo a presentar a Ana, sí, la misma que consigue ponérsela dura al viejo profesor de música.
-¡Oye! Rió ella, indignada.-
-Naturalmente, a mí también me la pone dura, y como no hacerlo, fijaos en su cuerpo, que pechos, que labios, los tres pares, me refiero...
-Eso merece que los enseñes bien. Ana separó sus labios mayores con ayuda de sus dedos.- ¿Qué tal un primer plano?
-Veis, es lo que os decía, preciosa... Raúl se miró a su propia entrepierna.- Increíble, ha conseguido levantármela por tercera vez consecutiva esta mañana...
-Pues venga, aprovechémoslo. Ana le volvió a quitar la cámara.-
-¿Ahora quieres hacer un video pornográfico? Le preguntó cauteloso.-
-No será nada que no puedas encontrar en Internet de otras miles de personas alrededor del mundo, solo que este no llegará a Internet, al menos eso espero... Ana parecía totalmente desbocada, nunca habría creído llegar a ver esa faceta suya.-
Hicieron el amor frente al atento objetivo de la cámara, Raúl al principio se mostró nervioso, pero después, el morbo de un juego nuevo, le hizo poner redobladas fuerzas. La grabación del orgasmo en directo y de cómo salían sus flujos vaginales fue espectacular, ella misma se sonrojó al comprobar como sus labios fluctuaban, fue una imagen sensacional. Así mismo, cuando vieron el video del orgasmo de Raúl, comprobaron que cerraba los ojos de una forma muy teatral que hizo que ambos estallaran en carcajadas. No habría podido imaginar la mejor forma de terminar esa relación.
Se ducharon juntos, la última vez que tuvo el placer de acariciar el sexo de Ana, de morder sus pezones, de amasar sus nalgas, al menos, durante mucho tiempo. Una vez vestidos, se abrazaron mutuamente durante largos minutos.
-Ya hablamos y eso... Comentó ella.- Esto es solo un cambio, no te hagas ilusiones, no te has librado de mí...
-Creo que eso debía decirlo yo. Rió Raúl, despidiéndose de ella con un casto beso.- Nos vemos en el instituto.
-Dalo por hecho... Ana le sonrió.- Guarda bien nuestra "fiesta de despedida", algún día te la pediré, no lo olvides...
-Adiós.
-Hasta luego...
Raúl cerró la puerta sin permitirse pensar que perdía a Ana, perdía una "novia", o algo parecido, sí, pero ganaba una amiga que estaría a su lado durante muchos años en el futuro, al fin y al cabo, él sabia que no podía transformar sus sentimientos hacia ella, ambos sentían una infinita gratitud y un deseo de rememorar el pasado, no era amor, bueno, quizás sí, pero de otro tipo...
Se consoló limpiando los desperfectos de su cuarto, cambió las sábanas y abrió las ventanas para que la habitación se ventilara. Amontonó las fotografías y vio el video que habían grabado, no pudo evitar tener una gran erección al verlo, pero, más que eso, no pudo evitar sentirse feliz por lo que había vivido. Una vez visto, lo grabó dos veces, en sendos DVD, y lo borró de su ordenador. Lo guardó en un lugar seguro de su armario junto con las fotografías y el pantalón manchado de los efluvios de su amor de la sesión que tuvieron en el famoso probador, era la primera vez en su vida que tenia un recuerdo bonito que almacenar. No sería la última.
Capítulo XV
Tras las dos semanas de noviazgo oculto con Ana, tardó otras dos en encauzar su vida, en el instituto le iba bien, muy bien, su renovada forma de ver la vida le había afectado a los estudios de forma asombrosa, incluso en matemáticas la cosa era menos patética.
Con Ana mantenía una relación fascinante, se amonestó por no haberlo conseguido antes, eso de tener una amiga era increíble, tener otro punto de vista sobre los asuntos, o, incluso, alguien a quien poder llamar a medianoche para preguntarle simplemente como le ha ido el día... Su corta relación sexual no había hecho más que unirles, Raúl comprendió unos días más tarde por qué la "Primera Vez" era tan importante para las mujeres, nunca, jamás, olvidaban esa primera relación... En cierto sentido, utilizó este recuerdo para agasajarse, no solo creía haberlo hecho bien, sino que había sido con una persona decente, y eso, en un mundo donde las niñas perdían la virginidad por la mera presión social, ya era mucho a tu favor...
Por otro lado, lo único que parecía sacarle de sus casillas era Laura. Su hermana no cesaba en ese comportamiento extraño, le trataba con poco tacto, tanto cuando estaban solos, como cuando había visita. Estela fue pronto la mujer que se convirtió en su confidente, había compartido con ella todo lo sucedido con Ana, a excepción, quizás, de lo del "video de despedida". En ella había encontrado a una persona dispuesta a darle buenos consejos, a escucharle atentamente, sabía que podía contarle cualquier cosa, que no se escandalizaría, que le entendería...
Una tarde, cuando por vigésima vez su hermana le trató despectivamente, explotó.
-¿Me vas a decir que mierda te pasa?
-No sé de que hablas.
-¿No?
Raúl la obligó a mirarle, ella fingió indiferencia.
-Llevas dos meses y pico insoportables... Explicó él.- Y no sé a raíz de qué, la verdad...
-Yo no tengo la culpa de que andes con fulanas, te trato como te mereces, has caído muy bajo.
Una nube de gas tóxico se empezó a acumular en su cerebro.
-Me va a hablar de fulanas la que mayor de todas ellas... Vociferó.- ¿Cuantos han pasado por tu cama? No, esa no es la pregunta, ¿De cuantos te acuerdas?
Un instante después Raúl se vio acariciándose la mejilla, su hermana le había pegado una bofetada de considerable intensidad. Era la primera vez que le pegaba, en cierto sentido tenía motivos, por otra parte, él solo había dicho la verdad.
-Lo siento, no he debido pegarte. Se disculpó ella inmediatamente.-
-No sé que te está pasando. Dijo él con voz queda.- Primero me entero de que has estado en contacto con Ana todo este tiempo, tu sabías cuanto me importaba... Y luego...
-¡Necesitaba una hermana mayor! Se defendió, interrumpiéndolo.- Quizás debí decírtelo, o ayudarte a mejorar tu relación, pero eso ahora no importa...
-Claro que importa, joder... Sabes lo que he pasado... Y ahora...
En un instante, todo se hizo más claro ante sus ojos.
-¡Estás celosa! Gritó, sorprendido de su revelación.-
-Claro, lo que me faltaba...
-No, no... Raúl sonrió sarcásticamente.- Desde... Desde, bueno, desde siempre, pero más a raíz de que... Perdiera la virginidad... No has traído ni siquiera a Cristina, y ella vive más aquí que en su casa... ¡Estás celosa!
-No sabes lo que dices, eres mi hermano, no puedo estar celosa de nada.
-También eras mi hermana cuando hicimos el amor, no me lo puedo creer. Bufó.- Laura, por favor, ¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes ese comportamiento hacia las chicas que me rodean?
-Tu no lo entiendes... Cedió ella.- Eres la única cosa estable que tengo en mi vida, lo único que puedo mirar y decir "Joder, está bien hecho"... No puedo explicártelo, pero cada vez que siento que alguna de esas... Esas chicas... Pueden distanciarte de mí...
Raúl sintió haberse propasado con su hermana, a fin de cuentas, ella tenía razón. Tras la "jubilación" de sus padres, ella se había hecho cargo de él, se había convertido no solo en su confidente, sino, en cierto sentido, en su mejor amigo, incluso en su amante, todo eso sin dejar de ser su hermano, en un mundo tan inestable como en el que ella se movía, esa poca seguridad era indispensable para seguir hacia delante.
-¿Crees que podría hacerlo? ¿Crees que podría abandonarte? Sintió deseos de darle una bofetada para quitarle esas ideas estúpidas de la cabeza.- Te hiciste cargo de mí cuando... Bueno, ya lo sabes... Has cuidado de mí todo este tiempo, me has convertido en lo que soy ahora... Incluso estuviste a mi lado cuando perdí la virginidad, no muchos hermanos han compartido ese momento tan bonito...
-Más que a tu lado, estuve encima. Rió amargamente, mientras se limpiaba sus primeras lágrimas.-
-Sabes que eso no se olvida...
Laura le abrazó, él le dio varias palmadas consolatorias en la espalda.
-Joder, perdóname, me he comportado como una niña... Se excusó.-
-Es lo que eres. Ironizó él.- Una niña grande con un trasero espectacular.
Aprovechó la ocasión para manoseárselo bien, ella no pareció molestarse, sino al contrario.
-Laura...
-¿Si?
-¿Por qué...? Bueno... Quería preguntártelo desde hace mucho, ahora suena ridículo, pero... Se mordió levemente el labio.- ¿Por qué siempre has sido tan... Cariñosa?
-¿Cariñosa?
-Sí, quiero decir... No es muy normal ese grado de... Buscó palabras suaves.- Falta de pudor, tolerancia sexual, eh...
-¿Qué por qué hemos follado? Soltó ella, con una sonrisilla, notando que su hermano evitaba a toda costa esos términos.-
-Sí, bueno...
-Mira Raúl... Yo... Le habló en un tono serio y decidido.- Lo pensé seriamente, lo he pensado muchas veces a decir verdad, incluso en el momento en sí estaba francamente abochornada...
-No lo aparentabas. Él subió una ceja, incrédulo.-
-Bueno... Es que ya que estábamos... Pero quitó la idea de cerca con un aspaviento.- Lo que quiero decir es que... Eres mi hermano, yo soy tu hermana, lo que hemos hecho y, al menos eso espero, vamos a seguir haciendo, no es natural, la mayoría de las personas opinarán que no están bien.
-Pero...
-Pero no puedes negarte lo que sientes de verdad. De nuevo el gesto serio. Cogió una de las manos del joven y la llevó hacía el contorno de su pecho izquierdo.- ¿Lo notas?
-Eh... Tardó tiempo en comprender que no se refería a su pecho bajo la ropa, sino al Tum Tum del corazón bajo las costillas.-
-Pues no puedo evitar pensar que siempre que te veo late más deprisa, y cuando estuviste... Conmigo... Dentro de mi. Ahora era ella la sonrojada.- Fue demasiado especial... No pienses nada raro, ni que estoy enamorada de ti o tengo una obsesión insana, es simplemente algo que...
-Ya, silencio, cállate. Como no le hacía caso, le tapó la boca con la mano, con suavidad.- No te he pedido una explicación, ni me arrepiento ni pienso que estuviera mal...
Ella agradeció la interrupción, puesto que, buscando la forma de decirle un "Te quiero" que no tuviera connotaciones de pareja o formalismos, había encaminado sus palabras a terrenos confusos.
-Entonces... ¿Sin remordimientos? Susurró ella, entre los dedos de Raúl.-
-Sin remordimientos.
Laura le dedicó un suave pellizco en la mejilla.
-Creo que hoy invitaré a Cristina a cenar. Concluyó al fin.- Espero que no se haya dado cuenta de esto...
-Bueno, tráetela, así os dais un homenaje, que se ve que te hace falta.
-¿Nos acompañaras? Preguntó ella con una mirada inocente.-
-Nunca se sabe...
-Bueno, oye, de verdad, perdóname por todo... No quiero que dejes de confiar en mí, hace mucho que no hablamos de tus cosas, no sé ni siquiera por qué cortaste con Ana...
-¿Sabias que estuve con ella? Preguntó sorprendido.-
-Soy tu hermana, yo lo sé casi todo... Murmuró con misterio.- Si puedo hacer cualquier cosa por ti, me lo dices.
-Vale...
No fue hasta que estuvo en la puerta de su habitación cuando una imagen cruzó su mente en un relámpago de melena rubia, grandes ojos verdes, largas piernas y unas tetas apetitosas.
-¡Laura! Llamó él.-
-¿Sí?
-¿Tienes alguna amiga lesbiana?
-¿Qué?
Le explicó la historia de la entrenadora Claudia, al menos, todo lo que había deducido cuando le dio los apósitos, también le comentó aquello de que no había podido tener relaciones a causa de su miedo a ser descubierta y expulsada del centro. Omitió descaradamente el episodio de chantaje que le había llevado a conocer la información.
-Bueno, es complicado, la verdad... Dijo ella pensativa.- Realmente ser lesbiana y dar clases a un grupo de escolares adolescentes casi desnudas, es un peligro.
-Pero no la pueden echar por ser lesbiana. Musitó Raúl indignado.-
-A ver, el mundo ha evolucionado, no la expulsarían por ser lesbiana, sino por la labor que desempeña. Cuando a su hermana le salía la vena informativa era impresionante.- De todo esto se está hablando en los países nórdicos, han dictaminado crear un tercer vestuario, chicos, chicas y los demás.
-No lo entiendo...
-Bueno, puedes mirarlo como una forma más de represión o como la aceptación natural de la homosexualidad. Continuó ella.- Lo que es intolerable es que una persona que encuentra sexualmente apetecible a un determinado sector, tenga acceso a un amplio mercado... Imagínate tú en esa situación.
-¡Eh! Yo no soy gay...
-Imagínatelo...
Por unos momentos, hizo una grandísimo esfuerzo por imaginarse a sí mismo en esa situación, rodeado de mujeres hermosas, desnudas, dándose masajes para aliviar alguna sobrecarga muscular, duchándose con jabón por todas partes... La sola idea ya le provocó un indicio de erección, comprendió a su hermana.
-Entonces entenderás por qué no puede tener... Bueno, relaciones con otras chicas, al menos no sin miedo a que la denuncien. Dictaminó.-
Últimamente el debate de los "permisos" de los homosexuales se estaba teniendo muy en cuenta, no solo porque los heterosexuales se quejaban de compartir vestuario, sino que ellos mismos lo hacían, dado que lo encontraban difícil de llevar con normalidad. Esta vez no era achacable a un problema de intolerancia, sino al derecho de las personas a su intimidad. De ahí que en los países del norte de Europa se hubiera adoptado el "tercer vestuario" en centros deportivos o similares.
-Sí, es un problema... Estuvo pensativa durante largos instantes.- Si tú confías en ella, yo te hago caso, además, te debo muchos favores por mi comportamiento, creo que te ayudaré, bueno, a ella...
-Te la vas a...
-Bueno, a lo mejor... Rió con picardía.- Por lo que me has dicho, es atractiva, además, que encuentro como un aliciente esto que me has contado, es como "Damisela en apuros que necesita ser rescatada." Su situación es difícil...
Raúl se arrepintió de habérselo contado, al menos durante los primeros días, después lo dejó pasar, al fin y al cabo, era por una buena causa. Su hermana le entregó un sobre cerrado con la orden de llevárselo a su bellísima entrenadora alemana. Intentó ver su contenido sin abrirlo, pero le resultó imposible, estuvo rezando porque no fuera algo demasiado fuerte, pero, a fin de cuentas, su hermana no se arriesgaría a otra pelea tan pronto, tendría que confiar en ella.
La cara de sorpresa de Claudia le recibió tras la puerta de su despacho.
-Me enteré de lo de Ana. Dijo ella cuando se hubieron sentado.-
-¿Si? Preguntó incrédulo.-
-El vestuario femenino es el centro neurálgico de información de este instituto, si quieres saber algo, es el lugar indicado. Explicó con una leve sonrisa.-
-Sí, ya lo sé... Carraspeó él.- Bueno, tenia una cosa para usted...
-¿Para mí?
Cuando sacó el sobre de su mochila la cara de la entrenadora Claudia remarcó su perfil sorprendido.
-Bueno, Raúl, yo... Bueno, ya sabes, a mi no me gustan los chicos, bueno, sí, algunos, pero de verdad, eres atractivo, pero...
-¿Eh? Él intuyó que la profesora germana habría interpretado que debía ser una carta de amor o algo por el estilo.- ¡No! ¡No es eso!
Se había sonrojado, le entregó el sobre rápidamente. Ella lo abrió con delicadeza mientras sonreía con expectación. Su semblante fue cambiando cuando pasaba de una línea a otra, incluso abrió ligeramente la boca con sorpresa, sus ojos verdes acabaron la última línea con absoluta estupefacción.
Releyó la carta varias veces, después, se tomó unos minutos para pasear por su despacho, con Raúl sentado en la silla frente a su escritorio, sin saber si quiera lo que decía la carta.
-Tu hermana... Dijo al fin.- No era la que fue portavoz de...
-Sí, la misma. Corroboró él.-
-La de... Claudia dibujó una silueta en el aire, Raúl sonrió al ver perfectamente dibujado el contorno de su hermana.-
-Exacto.
-Entiendo...
Estuvo un par de minutos mirando al vacío, sopesando los riesgos, los posibles problemas, tamborileaba sus dedos en el escritorio con el ritmo de una carga de caballería.
-Sí. Sentenció ella, al fin, ruborizándose ligeramente.-
-¿Sí? Preguntó Raúl, sin comprender.- ¿Sí a qué?
-Lo siento, en la carta dice que esa debe ser la única respuesta. Esta vez fue Claudia la que sonrió.- Tu hermana tiene estilo para escribir...
-Mi hermana... Soltó cuando estaba ya en la puerta, dispuesto a marcharse.- Tiene estilo para muchas cosas...
Cuando le transmitió el "Sí" de Claudia a su hermana, esta pareció satisfecha.
-Sabia decisión...
-¿Qué decía en la carta? Preguntó él, con curiosidad.-
-Nada del otro mundo... Fue su única respuesta.- Esta noche dejaré la puerta entreabierta, por si quieres mirar.
-Claro, hay que desarrollar la faceta voyeur. Ironizó él.- Sé delicada, ella es nórdica, sí, pero también tiene aspecto frágil.
-Gracias, señor consejero, pero creo que sé como tratar a las mujeres. Su hermana se despidió con su ya familiar pellizco en el trasero.-
Tal y como había prometido, ya de madrugada, escuchó las risas de dos mujeres, hablaban en susurros, reían, conversaban... Estuvieron en el salón un rato, preparándose una copa, pensó, después, comenzó el esperado concierto de orgasmos. No pudo evitar tener una erección y perder el sueño, pero, sorprendentemente, resistió al deseo de salir al pasillo y mirar desde la puerta que, efectivamente, estaba entreabierta. Cuando volvió a conciliar el sueño, estaba contento de haber ayudar a la profesora Claudia, el sexo se utilizaba muy indiscriminadamente en esos tiempos, pero eso era algo contra lo que él no podía combatir.
A la mañana siguiente vio recompensadas sus buenas acciones al tener ante sí la imagen de una alemana pura sangre desnuda, como Dios la trajo al mundo. Sus pechos eran tal y como los había imaginado, tenían el mismo color que el resto de su cuerpo, por lo que intuyó que debía tomar el Sol desnuda. Sus pezones eran de un rosa suave, al contrario que los de Ana, por ejemplo, que eran más oscuros. Su pubis era perfecto, se rasuraba, obligación de su profesión, pero eso no le impedía tener un triangulo encima de la vagina. Por lo demás, desnuda parecía aún más una Venus que nunca.
-Buenos días. Estaba pletórica, al parecer, no le dio ninguna importancia a que estuviera desnuda y Raúl en ropa interior, supuso ese comportamiento seria parte de su humor post-sexo.- ¿Qué tal la noche?
-Creo que eso debo preguntártelo yo. Comentó sarcásticamente.-
-Bueno... Bueno... Se mordió el labio y empezó a gesticular con las manos.- Hermosa, sí, esa es la palabra...
-Me alegro mucho por las dos. Se sinceró él, mirándola por primera vez a los ojos.- Al fin y al cabo, ¿Qué más puedo pedir? Laura es mi hermana, y usted...
-No me trates de usted. Rogó Claudia, realmente por edad podía ser su hermana, no era mucho mayor que Laura.- Al fin y al cabo, ahora vamos a ser más que amigos...
-Eso espero. Cedió.- Laura es mi hermana, y tu, Claudia, eres la mujer que me ayudó a conocer a Ana, algo que no te podré pagar nunca.
-Sí puedes... Rió ella.- Tu hermana me ha invitado a cenar esta noche, quiero que vengas, por favor, para celebrar lo nuestro...
-Ya se verá... Fue su única respuesta.-
Le cedió su cuarto de baño a la invitada, sabiendo que no seria la última vez que tendría que hacerlo, ya que su hermana parecía igual de encantada con su nueva amiga que ella. Pero lo que más le sorprendió, sí, realmente no escarmentaba con el mundo, era que Claudia le lanzó un comentario similar al de "Puedes mirar" que le había hecho su hermana, realmente su miembro daba palmas de alegría al pensarlo, pero... ¿Podría mirar semejante espectáculo y no querer participar?
Continuará.