Eso (02)

Continuamos con las aventuras de nuestro joven protagonista... Una historia que podría ser real, personajes que podrían ser cualquiera de nosotros. ¿Que pensaste que era imposible hacer y finalmente hiciste?

Capítulo VI

Cuando llegó a su casa estaba cansado, agotado... Su cuerpo necesitaba un par de horas de sueño inmediato, sueño y nada más. Pero nada más cerrarse la puerta, dos voces femeninas le abordaron en el pasillo.

-Vaya, vaya, vaya... –El timbre inconfundible de Cristina, la mejor amiga de Laura, su hermana.- ¿Tu primera noche durmiendo fuera? Si es que, a esa edad...

-Míralo, ya está hecho todo un hombre... –Laura fingió emocionarse.-

-No sé de qué habláis. –Cortó ceñudo.-

-Oh, venga, Raulito... –Él siempre odiaba como le llamaba Cristina.- ¿A quien te has tirado? ¿Qué tal ha sido?

-No ha pasado nada... –Le tenían arrinconado en el pasillo.- De verdad...

-¿Seguro? –Ambas mujeres se miraron.- ¿Entonces donde has dormido?

-En casa de... –Dudó, realmente, su historia no era para contarla, había dos salidas, que creyeran que era homosexual o idiota.- Un amigo, estoy cansado, me duele la cabeza... Dejadme descansar un rato...

-Venga, vale... –Las mujeres se apartaron, Cristina le dio dos besos en forma de saludo.- Pero no te creas que te has librado, Raulito.

Al retirarse, Cristina le dio un pellizco en el trasero, él bufó, pero se escabulló a su habitación, no fuera que las mujeres decidieran acosarle otra vez. Cayó redondo en su cama, inmaculadamente recogida. Se durmió, pero tan solo unos minutos, hacía calor, mucho calor. Cerró otra vez los ojos, dispuesto, por lo menos, a moverse lo menos posible.

Estuvo haciendo un repaso mental de los acontecimientos, realmente, ¿Había cambiado tanto en unas pocas horas? Le parecía lejano todo el episodio de Marta y la piscina. Pensar en Marta le hizo suspirar, pero estaba demasiado cansado para deprimirse. Se durmió otro rato, después, incapaz de dormir en una habitación sobrecalentada, se dispuso a ducharse y ponerse ropa limpia, por lo menos para entretenerse.

Se dio su segunda ducha del día, utilizando esta vez su champú y envolviéndose en su toalla preferida. Con la toalla enredada en la cintura, abandonó el baño. En el pasillo maldijo su suerte. Cristina estaba en ese momento ahí. No tenia reparos en que le viera así, realmente, al crecer a su lado y siendo el sexo algo que se "palpaba" en el aire de forma clara, desde que vivía con su hermana, había visto tantos hombres y mujeres desnudas que lo único que sentía era fastidio, bueno, para no engañarse, fastidio y excitación, pero a Cristina, como siempre se decía, la tenía "muy vista".

-Vaya, vaya, vaya... –Ella siempre repetía esa coletilla.-

-No estoy de humor. –Masculló.-

Pero ella fue más rápida, y Raúl más masoquista. La mano de la mujer se introdujo en la toalla, él miró al techo, este juego lo habían hecho muchas otras veces a lo largo de los últimos años, ella siempre buscaba la forma de alterarlo, de ponerlo nervioso, su orgullo no le permitió ni siquiera inmutarse. A su edad, una ráfaga de aire le hacia tener una erección, y la caricia experta de la amiga de su hermana, poco a poco animó su traicionero cuerpo.

-Vaya, vaya, vaya... –Repitió, buscando los ojos del joven.-

Nunca había apreciado tanto a su hermana Laura, que apareció de la cocina, hablando algo sobre que les apetecía.

-¿Qué haces? –Rió ella.-

-Nada. –Carcajeó Cristina.- Metiéndole mano a tu hermano.

-Joder, es que no paras... –Laura bufó.- Anda, déjale vestirse, que tiene que ayudarnos a cocinar.

-Bah... –Se hizo la triste.- En fin, nos vemos luego, Raúl.

Era la primera vez en años que le llamaba por su verdadero nombre, además, su mirada era extraña, más de lo que de costumbre. Raúl maldijo en voz baja, dado que su querido miembro no rebajó su hinchazón, y él se negó a masturbarse tras las caricias de esa mala mujer, mala, sí, pero atractiva.

Como de costumbre, le tocó a él hacer la comida. Comieron entre risas, las chicas hablaban sobre citas con alguien, cosas que Raúl no entendía, temas de trabajo, de chicos, de los antiguos tiempos.

-Oye, Laura... –Dijo Cristina de repente.- ¿Me puedo follar a tu hermano?

Lo repentino de la pregunta dejó a Raúl con un nudo en la garganta, el trozo de carne que intentaba tragar se le atravesó, y, entre toses y abundante agua, consiguió tragarlo. Ellas reían con malicia, realmente, algunas cosas no iban del todo bien en la mente de esas dos mujeres.

-Claro, mientras él quiera. –Aclaró Laura.- Aunque antes que tu voy yo, ¿Verdad que sí Raúl? ¿A que yo te lo pedí antes?

-Ya... –Respondió, incorporándose.- Sí, claro... Me voy a terminar unos trabajos.

Raúl pasó un par de horas con los trabajos del instituto, absorto en sus pensamientos y maldiciendo su poca habilidad numérica. Pese a todo, consiguió hacer algo decente. Las risas de su hermana y Cristina llegaban claramente a su habitación, haciéndolo distraerse cada dos por tres. Varias veces, mientras terminaba de pasar unos documentos al ordenador, estuvo tentado de ver algo del "contenido secreto" de su hermana, pero se contuvo, con esas dos sueltas en la casa, nunca se tomaban suficientes precauciones.

Como si olieran que estaba pensando en ellas, llamaron a su puerta.

-Raúl, ¿Estás muy ocupado? –El tono extrañamente cordial de su hermana le alertó al instante.- Te necesitamos.

-No puedo.

-Venga...

-No.

-Creo que estás mal de liquidez. –Dejó caer ella.-

-Eres una mala zor... –Se contuvo, realmente necesitaba dinero.- ¿Qué quieres?

Tres minutos después estaba en el colosal cuarto de su hermana, que eran, en realidad, dos cuartos unidos, puesto que se había tirado un tabique. Todo era colosal, la cama, los armarios empotrados, la decoración... Había un fuerte olor a mujer, pasando desde el perfume más dulce, a los cosméticos, así como un tinte de sexo inconfundible. Raúl no se sorprendió, sabia que la unión entre Cristina y Laura iba más allá de las simples carantoñas, por no decir que ambas se habían acostado tantas veces juntas que no se sabia donde empezaba la una y terminaba la otra.

Cristina tenia el pelo revuelto, tan solo llevaba un exiguo tanga negro, su pechos, grandes y hermosos, mostraban perlas de sudor. La gran cámara de su hermana reposaba en un trípode.

-Bueno, es que queremos que nos grabes, simplemente eso. –Aclaró Laura, pero su rostro estaba cruzado por la malicia de nuevo.-

-Estáis locas...

Dijo, abochornado por lo que le planteaban, pero con un cosquilleos en las piernas a causa de la intriga, no podía evitar reconocer que era un salido, el sexo le podía, y más, verlo en vivo, algo que nunca había hecho. Si a esto unías que eran dos mujeres guapas... Pese a que una era su hermana y odiaba a la otra, empezó a sufrir calambres en su entrepierna. Ya las había visto desnudas muchas veces, también sabía de sus juegos sucios, pero era la primera vez que le pedían una participación tan activa. ¿Por qué justo esa noche? ¿Por qué ellas? ¿Acaso algo había cambiado en el universo y de repente él, Raúl, era el epicentro del cosmos? Vació su mente, su hermana, con tono meloso, le sacó de ensoñaciones.

-¿Por 20€? –Laura le mostró un billete.-

-No, adiós.

-¿Por 50€? –Sacó otro.-

-No... –Raúl dudó.-

-Esta bien, te doy 70€, es que es urgente, pero joder, me estás atracando a mano armada, si lo sé no te lo pido...

Raúl aceptó los billetes, sintiéndose sucio, como una vulgar prostituta que vendía su dignidad a cambio de dinero. Cogió la cámara y respiró hondo. Las había visto desnudas otras veces, dado que ellas procuraban mostrarse como Dios las trajo al mundo siempre que tenían oportunidad, él no sabía si lo hacían porque les gustaba o simplemente para perturbarlo a él. Las mujeres se miraron, la lujuria se entremezcló con la malicia, sin duda, tenían otro plan.

-Tan solo tienes que grabarnos, intenta lucirte, estos videos me encantan...

-Sí, los puedes ver cuando seas vieja y estés arrugada, y pensarás: "Joder, cuantas veces me corrí en los brazos de Cristina". –Rió su amiga.-

Raúl cerró la puerta y apartó el trípode, estaba algo agitado, su entrepierna ya empezaba a palpitar, intentaría resistir, pero, que demonios, era imposible, además, eso era lo que ellas querían, por lo menos les quitaría definitivamente la idea de que era homosexual.

Empezaron un juego peligroso, Cristina desnudó muy lentamente a Laura, besando todo su cuerpo, lanzándole miradas provocadoras a Raúl de vez en cuando. Sus besos eran apasionados y maestros, esas mujeres sabían mucho del arte amatorio, más que muchas de las actrices eróticas que había visto en las películas.

Pronto los pechos de su hermana quedaron al descubierto, Cristina los mordisqueaba entre caricias, provocándole gran placer a Laura. Raúl sufría escalofríos y le temblaban las manos, tanto que peligraba la imagen de la cámara. Su entrepierna ya bullía en plena actividad, tenia la boca seca, y cada vez sentía más calor en la habitación, con dos pequeñas panteras en la cama.

Se centró en lo suyo, sabia lo que las mujeres querían de él, pero se propuso no caer. Su cuerpo le traicionaba, pero su mente se fue a otro sitio, estuvo revisando mentalmente sus deberes, que se entremezclaban con las imágenes de las dos mujeres, al final, incapaz de diferenciarlos, se consagró a su propio orgullo.

Su hermana llevaba otra de esas braguitas tanga tan sensuales, cuando Cristina se lo bajó, atrapándolo entre sus dientes, Raúl pensó que sufriría una corrida en seco. El coño de su hermana palpitaba de actividad, emitía reflejos húmedos a causa de la iluminación especial, el olor a sexo lo inundó todo de forma clara y dulzona. No podía hacer caso omiso a sus hormonas, le pedían salvajemente poseer a la mujer, a cualquiera de ellas, pero hacerlo, rápido, vigorosamente... Los testículos le empezaron a doler, él frunció el ceño.

-Acércate un poco más... –Le susurró Cristina.- Quiero que cojas un plano justo desde abajo.

Laura se abrió de pierna en la cama, sus ojos velados por la absoluta lujuria, Cristina llevó su boca al pubis de la mujer, que empezó a besar con suavidad. La chica estaba en posición de perrito, con las piernas ligeramente abiertas. Cuando Raúl se internó en la cama para intentar grabar desde ahí, pensó que no podría resistir sin lamer, morder, poseer ese coño deseoso que le ponían en la cara. Agradeció que Cristina aún llevara el tanga, puesto que verla también desnuda le habría trastocado.

-Así, acércate más. –Continuó con sus instrucciones, al final Raúl acabó casi entre sus piernas.- Ahí, sí, ahí.

Comenzó la acción autentica, Cristina le lanzó un mirada melosa, como insinuándole que se apuntara, Raúl se mantuvo en su posición, firme, con la cámara temblando en sus sudorosas manos, las muestras evidentes de una gran y dolorosa erección en el pantalón. La amiga de su hermana carcajeó con una risa juvenil y extraña, atractiva...

Le lanzó un beso y se inclinó sobre la necesitada vagina de su hermana, que debía arder a mil grados por lo menos. Sus expertos labios, así como su gran comodín, la lengua, esa lengua que tanto y a tantos había probado y conquistado.

Entre gemidos y movimientos rítmicos de su vientre, Laura expresó su gran agrado, Cristina, concentrada en su papel de dar placer. Su lengua volaba, y de vez en cuando, un pequeño mordisco hacia levantar verdaderos sollozos de placer en su hermana.

-Graba... –Decía Cristina los breves segundos que separaba su boca del Monte Venus de Laura.- Más cerca, más...

Las mejillas de Laura estaban atravesadas por dos líneas coloradas, su vientre subía y bajaba con violencia, sus caderas se erguían de vez en cuando, y sus manos, nerviosamente, se aferraban a cualquier cosa, las sábanas, la almohada, sus pechos, el cabello de Cristina...

-Siempre fenomenal, siempre inigualable... –Musitó entre gemidos su hermana.-

-Sí, soy la mejor. –Rió Cristina rápidamente.-

Raúl enfocó el clítoris hinchado de Laura, imagen que Cristina le indicaba que grabara, con esa sonrisa provocativa otra vez.

-Cris... ¡Cris! –Gritó Laura.- ¡Ah! ¡Ah!

Su orgasmo fue brutal, Cristina, maliciosamente, apretó sus muslos contra la cama, impidiendo a Laura retozar a voluntad. De la vagina de su hermana brotó una cantidad considerable de denso líquido, y sus gemidos alcanzaron grados de perversión inusitado, entremezclándose el "Me corro, me corro" con un "arráncamelo, arráncamelo..." refiriéndose al clítoris.

Cristina dejó totalmente abierta la vagina palpitante de Laura, negándose el placer de paladear sus fluidos.

-Graba más de cerca. –Raúl hizo oídos sordos al zoom de la cámara y se acercó más a la vagina de su hermana.- Que la cámara capte perfectamente como su coño pide una buena verga dentro.

Tuvo dificultades por no extender su mano libre hacia la entrepierna de su hermana y acariciarla. Cristina se le abrazó por detrás, clavándole sus erectos pechos en la espalda, le acaricio el hombro, diciéndole, en un lenguaje de caricias, que todo lo que veía podía ser suyo. Raúl tuvo que contener la respiración para no sufrir un ataque al corazón, nunca había comprendido bien eso de "un calentón", pero en ese momento... Habría robado y asesinado por un polvo, tan solo una infinitesimal parte de su mente continuaba mandándole señales de peligro.

-"No caigas en ese juego." –Repetía una voz en un recoveco de su cabeza.- "Ellas solo te provocan..."

Laura se movía ahora como a cámara lenta, recuperándose del tremendo impacto muscular que había supuesto su orgasmo, tenia los ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. Su frente estaba perlada de gotas de sudor, y tenia el pelo desparramado por la cara, de una forma salvajemente sugerente.

-Es hermosa, ¿Verdad? –Susurró Cristina en su oído.- ¿Quieres tocarla?

-Es mi hermana. –Carraspeó con una voz tremendamente seca.-

-Sí, ¿Y qué? Yo soy una mujer, y ella otra, no creo que quede ninguna ley natural que quebrantar en este cuarto. –Rió ella, mientras le besaba en el cuello.-

-No... –Musitó él.- No...

-Venga... –Cristina le besó con suavidad.- Tu amiguito está a punto de reventar...

La mano de la mujer bajó hacia su entrepierna y acarició su miembro por encima del pantalón. Le quemaban las mejillas, sus ojos se entrecerraban, el olor a sexo le enloquecía.

-Yo... –Se intentó agarrar al único pensamiento que tenia en mente, un pensamiento que le avergonzaba y le hacía sentir aún más nervioso que las caricias de Cristina.- Soy virgen...

-Hay, Raulito... –Cristina estrechó su abrazo.- Ya sabes que yo no lo soy...

-Sí, lo sé. –Tartamudeó mientras las caricias de la mujer se hacían más intensas.-

-Pero, ¿Quién mejor para tu primera vez que nosotras? –Sus roces estaban enloqueciéndole, sostenía la cámara agarrada con fuerza, demasiada quizás.- Hemos compartido mucho... Comparte esta experiencia irrepetible... Yo me estoy corriendo de ganas desde hace mucho tiempo, y tu hermana...

-Ella...

-Sí, siempre. –Rió Cristina.- Es algo que la pone cachonda desde hace años, es más...

Cristina señaló a una de las mesillas, donde descansaba el famoso consolador rojo.

-¿Sabes como se llama?

-Co... Como... –Su respiración estaba ya muy agitada.-

-Raúl, ¿Cómo se iba a llamar? ¡Le puso tu nombre!

Las carcajadas sonoras de Cristina hicieron salir a Laura del limbo en el que estaba, sus ojos verdes se clavaron en los de su hermano, rogándole, suplicándole... Los pezones de Cristina le acariciaban la espalda de nuevo, provocándole escalofríos que terminaban y empezaban en su entrepierna.

-Raúl... –Susurró esta, con esa mirada sugerente que le volvía loco.- Raúl...

Cristina interpretó su silencio como un sí. Y todas las voces y barreras mentales que tenía desplegadas, flaquearon. Era un juguete en manos de dos princesas, dos princesas dominantes, fuertes y con un gusto por el sexo fuera de toda lógica o sentido.

Pronto su camiseta voló en las manos de Cristina. Su hermana recobró la vitalidad justo a tiempo de unirse a la fiesta, la cámara dejó de tener la menor importancia, acabó en algún lugar entre las sábanas, grabando ciegamente.

Los besos cada vez subieron de tono, la lengua de Cristina exploró todos los recovecos de su boca con maestría. Era su primer beso de esas magnitudes, y su inexperiencia quedó de manifiesto desde el principio. La amiga de su hermana tan solo sonreía, se la veía notablemente emocionada, no tan solo por el morbo de estar "corrompiendo" al hermano de gran amiga Laura, sino porque se sentía a gusto con ello.

-Tu solo... –Susurraba Laura.- Déjate llevar...

-Te vamos a tratar muy bien. –Corroboró Cristina.-

-Pero, sobretodo, una única regla... –Ambas rieron.- Nunca te enamores.

La minúscula parte de su mente que le decía "Alto, no lo hagas, esto está mal", quedó instantáneamente callada por la voz de su lujuria, en momentos posteriores, cuando lo recordara, seria consciente de por qué había en el mundo tantos crímenes pasionales... La pasión, la lujuria... Te hacían volver a tu estado más primitivo, sin ninguna duda.

Como le habían dicho, se dejó llevar, y pronto, las dos musas del sexo se adueñaron de su cuerpo. Quedó completamente desnudo más pronto de lo que le hubiera gustado, su erección era tan notable que se sonrojó, sintiendo las miradas de aquellas dos mujeres en su miembro.

-Vaya, vaya, vaya... –Exclamó Cristina, reteniendo una sonrisa.- Nos lo vamos a pasar bien...

-Espera, Raúl. –Laura dudó, una sombra de duda cubrió sus verdes ojos.- Esto... Esto debe quedar absolutamente entre nosotros...

-No creo que haga falta aclarárselo... –Cristina ya besaba al joven muchacho, acaparando su cuello, con intimidante suavidad, intentando hacer las cosas poco a poco.-

-Este es nuestro secreto... –La voz de Laura se tornó en un susurró hipnótico.- Si respetas las reglas, podrás jugar.

-Cuantas veces quieras, y en cómodas posturas. –Matizó Cristina, adoptando el tono de una vendedora de teletienda.- Siempre que quedé satisfecho con el producto...

Ante el asentimiento sordo del muchacho, las dos prosiguieron con su labor, Laura le miró a los ojos, en ellos, bajo capas y capas de perversión, se ocultaba el deseo, un deseo reprimido durante muchos años.

-Habrá que tener cuidado, está al punto... –Susurró Cristina, mientras besaba su torso.-

-Seria mejor terminar y volver a empezar desde el principio...

-Me cedes los honores, sí, ¡Gracias!

Cristina dejó el torso de Raúl, le miró con malicia a los ojos, sin dejarse intimidar por el ardiente deseo y el miedo velado del joven, beso su ombligo, se entretuvo con su pubis a medio rasurar, cosa de la natación, y por fin, llevó sus manos al erecto mástil del joven...

Era la primera vez que tenia unas manos, que no fueran las suyas, en su miembro, al menos si descartaban todas las anteriores veces que le habían metido mano impunemente. Laura se colocó a la espalda de Raúl, observando el singular "trabajito" que iba a realizar Cristina. Las manos de esta ya resbalaban a lo largo y ancho del tronco del joven, que se retorcía de placer, estaba apunto de estallar...

-Tranquilo, Raúl. –Cristina lanzó su terrible mirada, sus carnosos labios estaban a tan solo medio centímetro de su glande.- Estás en buenas manos.

Dicho esto, introdujo el miembro de Raúl en su boca. Fue la sensación más indescriptible que había sentido jamás... La lengua de Cristina hacia virguerías, le acariciaba el borde del glande. Sintió un deseo irrenunciable de correrse, pero hizo un gran esfuerzo mental para no terminar tan pronto, no quería dar mala impresión.

-Que rica está tu polla... –Susurró Cristina en uno de los breves instantes que no tenía la boca llena con el miembro de Raúl.- Que rica... Que rica...

-Cristina es una de las personas que mejores mamadas hace de la ciudad... –Corroboró Laura, que le estaba acariciando suavemente el resto de su cuerpo, mientras conducía las manos del muchacho hasta sus pechos para que se los acariciara.- Como prostituta no tendría precio...

Dicho esto, y para intentar lucirse, Cristina, que ya llevaba unos momentos lamiendo a gran ritmo el miembro de Raúl, se lo introdujo todo, de una sola vez... Notar la campanilla de la mujer le hizo no poder contenerse.

-Déjalo salir, déjalo... –Le susurró Laura, mordiéndole el lóbulo de la oreja.-

-Ah... Ah... Aaaah... ¡No! ¡No puedo más! –Raúl aguantó tanto como pudo, pero no había nada que hacer.- Me... Me co...

Cristina recibió el primer chorro en la garganta, rápidamente se apartó, dejando que las siguientes dos descargas les dieran de lleno en la cara y en el pecho. Fue la mejor corrida de toda su vida, no tenia ninguna duda. La sensación de humedad y la paja que te hacia con los labios... Nunca antes lo había probado, pero sabia que lo haría muchas veces más.

Laura le abandonó en su placer infinito y se abalanzó sobre Cristina, le arrancó de los labios hasta la última gota de semen, parecían dos fieras, luchando con sus lenguas por el líquido que daba la vida. Su hermana hizo mella en los grandes pechos de Laura, gimiendo lujuriosamente mientras los paladeaba, cosa que no hizo más que excitar sobremanera a la otra mujer, que continuó su labor de limpiarla totalmente...

Acabado el regalo blanco de los pechos de Cristina, se abalanzó sobre la decaída polla de su hermano, y la limpió con ansia, no dejando ni una sola gota de leche.

-Es deliciosa...

-Hacia tiempo que no probaba una así...

-Sabe tan...

-¡A Virgen! –Rieron ambas a la vez, una risa maliciosa, lujuriosa, pervertida...-

Raúl permanecía tumbado, tan largo era, el ritmo cardiaco aún acelerado, los ojos muy abiertos, su mente en una nebulosa muy lejana.

-Pobrecito... –Rieron de nuevo.- ¿Habremos sido muy duras?

-Tu tranquilo Raúl... –Comentó Laura, situándose de rodillas encima de su mustio aparato.- Ahora debes devolverle el favor a Cristina, ella se ha portado bien contigo.

-Sí, sí... –Quizás de forma muy vulgar, se abrió de piernas, enseñando hasta el último rincón de sus genitales.- Hazme una buena paja...

Su mente se reactivó al instante, no existían cosas como respirar o pensar con claridad, pero sí la de hacer correrse a Cristina, enseñarle que era un niño, sí, pero que en eso tenia algo de practica. Decidió utilizar su método de hacerla sufrir, fue poco a poco, lentamente, muy lentamente...

Beso sus muslos, los acaricio, restregó hasta la punta de su nariz, y, finalmente, ansioso, se abalanzó sobre su presa. Los dedos de Laura resbalaban de dos en dos al interior de su vagina, ella también se estaba aclimatando...

Dejo que su lengua corriera, se esforzó, incluso, hasta sentir calambres en dicha parte de su cuerpo, lamió los labios mayores, provocando gemidos de placer de la mujer, apartó sus labios menores, aconteciendo que esta, gritando y con la frente perlada de sudor, empezara a arquear el vientre.

-Sí, joder... ¡Sí! ¡Dios! ¡Tu hermano me está haciendo una paja! ¡Dios! –Decía entre gemidos, ante la atenta mirada de Laura, cuyos dedos ahora entraban de tres en tres.-

Cuando pensó que estaba a punto, introdujo uno de sus dedos por la vagina de la mujer, realizando un pequeño masaje, dirigió su lengua al clítoris en concreto, y explotó. Fue un orgasmo largo, larguísimo, después supo que eran dos encadenados. Cristina soltó la mayor cantidad de jugos que hubiera podido imaginar, tuvo que realizar grandes esfuerzos para tragarlos todos, pero estaba decidido a no abandonar ni una gota al abrigo de las sábanas o su voraz hermana. Cristina retozaba, reía, lloraba de placer... El morbo y una buena paja, así como ser su primera de la noche, le habían dado una buena experiencia nada más empezar.

-¡Joder! ¡Qué lengua! –Gimió, aún retorciéndose.- Es... ¡Joder!

Laura parecía llevada al limbo, sus tres dedos entraban y salían tan rápido que apenas se los podía ver.

-Tú... –La voz de Cristina era desconocida, cargada de violencia.- Fóllatela, fóllatela... ¡Quiero ver como te follas a tu hermana!

Su voz era un grito poderoso, Raúl, que estaba otra vez totalmente empalmado a causa del morbo de la corrida de Cristina, no estuvo dispuesto a que se lo repitieran dos veces. Tomando ligeramente la iniciativa, apartó la mano de Laura de su vagina, dirigió su polla hacia la diana y...

Indescriptible. Fue una explosión, su hermana explotó, más por el morbo que por el placer, pero explotó. Raúl sintió por primera vez el orgasmo de una mujer desde dentro, las contracciones vaginales sobre su polla, los gemidos de esta, el dolor de sentir sus uñas clavadas en la espalda... Cristina, sin perder el tiempo, daba buena cuenta del consolador rojo que llevaba el nombre del chico, que entraba y salía de ella como si fuera parte de su anatomía.

-Despacio... –Susurraba Laura.- Métela despacio, y sácala. Ve subiendo el ritmo.

Fue consciente de que para su hermana darle estas indicaciones en mitad de un delirio era sumamente difícil, así que hizo lo mejor posible en esa situación, no concentrarse. Al principio las penetraciones no tuvieron ningún ritmo, pero, tras un largo minuto, consiguió acompasarlas.

Sentir la presión de una vagina joven en su polla era lo mejor, más que la mamada... Cada vez que Laura respiraba, todo se estremecía, y su polla recibía un nuevo estimulo, quería correrse, no quería aguantar más sin correrse dentro de una mujer, su hermana, su amiga, no le importaba nada en absoluto.

-¡Aguanta! –Gritaba Laura, por encima de lo gemidos de Cristina, que observaba a tan solo un palmo de la polla de Raúl, mientras hacia volar el consolador en su mano.- ¡Aguanta!

-No puedo... –Susurró él, tenia los ojos cerrados, se le escapaba, como a los niños pequeños, el placer era demasiado, se estaba follando a su hermana, se la estaba follando como si fuera una puta...- ¡No puedo!

Sintió como la descarga subía por su polla, ante la presión de los potentes músculos vaginales de su hermana, salió disparada, fue la mayor corrida de su vida... Laura, solidarizándose, aún en su placer de estar casi en el orgasmo, continuó con el vaivén de las caderas, haciendo, si cabía, aún más intenso el placer que sentía Raúl.

-¡Vamos cabrón! –Gritaba esta, fuera de sí.- Me voy a correr con tu polla dentro... ¡Den... troooo!

Como si estuviera ensayado, Cristina y Laura se corrieron al unísono, el consolador rojo resbaló de las lubricadas entrañas de Cristina, Laura cabalgó a su hermano entre delirios, aprovechando los últimos segundos de su erección.

Sentir de nuevo los músculos vaginales de su hermana en el orgasmo le volvió a exprimir. Él, absorto de placer, se dejo caer en el colchón, casi inconsciente. Cristina, en un atisbo de fuerza, se sentó encima de su pecho. Era fabuloso sentir el chorreante coño de la mujer restregarse por sus pectorales, aún más, incluso, el pequeño tacto áspero de su bello púbico.

Laura aún seguía con su polla dentro, aunque esta había perdido la fuerza, estaba besándose apasionadamente con Cristina, magreándose los pechos, eran dos fieras, parecían querer borrarse la una a la otra con la lengua como única arma. Ante esa imagen, su miembro intentó saltarse las leyes de la biología y activarse antes de tiempo, sintió como crecía, y ejerció ligera presión con su caderas.

-Ese es mi Raúl... –Gimió Laura, reconfortada.- Ese es mi Raúl...

-¡No! ¡Tienes que compartirlo! –Cristina poco más y la derribó de encima del joven.- Tú quédate ahora con el "otro" Raúl...

Pero eso no pareció satisfacer a Laura. Cristina se introdujo la polla de un solo golpe, y empezó a cabalgar, buscando un orgasmo rápido.

-Tú... Cómeme el coño, ¡Vamos!

La orden de Laura no dejaba lugar a dudas... Se sentó sin miramientos encima de la boca del muchacho. Era insostenible, pronto empezó a marearse, no supo si era a causa del placer, de la tensión, o de que el coño de Laura apenas le dejaba respirar. Cerca del clímax, Raúl se sorprendió pensando que, quizás, en momentos de pasión se podía realmente perder la cabeza. Tuvo un último orgasmo terrible, esta vez, y para disfrute de todos, fue simultáneo en los tres cuerpos, que quedaron desparramados como una pila de naipes, derrotados.

Capítulo VII

Su reloj biológico le despertó en torno a las siete de la mañana, después de años de levantarse a esa hora para ir al instituto, le costaba mucho sobrepasarla a menos que hubiera alcohol en su corriente sanguínea.

Las dos mujeres se habían unido formando un ovillo, una tenue sábana cubría sus cuerpos. Raúl se despertó, la cabeza le daba vueltas, y le dolía la espalda. Abandonó la estancia preocupándose por abrir ligeramente la ventana, la fragancia de la pasión era densa aún habiendo pasado horas.

Se dio una ducha larga, donde comprobó, para su horror, que tres grandes arañazos, con la forma perfecta de un surco creado por uñas de mujer, surcaban su espalda. Era lunes, y tenían waterpolo... No lo había pensado, pero era la primera vez que volvería a ver a Marta tras su pequeña indisposición. También Estela esperaría verlo... ¿Tanto había cambiado en dos días? Había evitado una desgracia con Marta, incluido una visión fugaz de su contorno desnudo, había dormido en casa de Estela, y... Se había tirado a su hermana y a su mejor amiga...

Sí, definitivamente, dos días habían dado para mucho.

Observó las paredes de su habitación mientras se vestía, tantas fotografías, adornos... No conseguía creer que todo eso le hubiera interesado de verdad alguna vez, era tan extraño, tan diferente... Eran los recuerdos de un niño, no del Raúl actual.

Cogió su cartera sin reparar en que no había preparado los libros, pero no le importó en absoluto, tenia miedo, sí, pero también inquietudes agobiantes. Contuvo un suspiro cuando vio a Felipe y a Daniel en el autobús, ambos portaban un libro de matemáticas en las manos, se le calló el alma a los pies al recordar el examen, suspendería sin ninguna duda.

-Hombre, pero si está aquí Raúl. –Felipe abandonó su libro con suma facilidad.- Un moscardón me ha contado que el sábado te fuiste con Estela de la mano...

-¿Te la has tirado? –La pregunta indiscriminada de Daniel le hizo daño.- ¿Es verdad lo que dicen? ¿Le va la marcha?

-Por el bien de nuestra amistad, si es que existe... –Respondió Raúl.- No volveréis a hablar mal de Estela, es mi amiga.

-Eso suena a polvo. –Rieron ambos, ignorando su tono serio.-

-¡No hubo nada de eso! –Se defendió.- Pero os lo aviso...

-Vale, joder... –Felipe volvió a su libro de matemáticas, que abrió por una pagina al azar.- No sé, es que como tienes esa cara...

-Tienes dibujado en la cara "Acabo de follar". –Puntualizó Adrián.- Y ya era hora chico, este y yo pensábamos que eras marica...

Raúl se acomodó en su asiento y cerró los ojos, no tenia sentido intentar repasar, ese examen era uno de los más difíciles del curso, pero le quedaba la recuperación para salvar el cuello. Pensó en lo que decían, ¿Realmente se le notaba en la cara?

El autobús aparcó frente a los jardines del instituto, y todos en tropel lo abandonaron, rumbo a la cafetería, sitio donde agotarían las existencias de café. Quedaban quince minutos para tener que entrar a clase. Raúl alegó indisposición para no acudir a la masificada cafetería, donde se tendría que pelear para conseguir un azucarillo.

Aprovechó esos momentos para refrescarse, observó que los arañazos que cubrían su espalda eran visibles, demasiado quizás, seria el hazmerreír de la clase de natación. Fruto del destino, o de que ella le estaba buscando, se cruzó con Estela en las escaleras que daban al pabellón de Historia, su primera clase. Tras los saludos pertinentes, notó que Estela había vuelto a modificar su uniforme escolar, acto que consistía en hacerle un doble o triple dobladillo a la falda de cuadros, con razón de no incumplir las normas de uniforme, pero mostrar cuanta más carne posible.

Estela pasó del triple dobladillo, mostrando casi todo, siendo una de las que engrosaban ese nutrido club de fulanas, ha un único y recatado dobladillo, ¿Seria parte de su nueva vida? La pregunta hizo eco en la mente de Raúl hasta que ella lanzó un órdago.

-Te noto diferente... –Exclamó.- Es como si... No sé...

-¿Diferente? –Su tono de voz le delató.-

-Tienes la misma cara que yo puse cuando me compraron mi primer coche. –Exclamó, entrecerrando los ojos de concentración.- También es la misma cara que tuve el día de mi primer...

El ruidoso timbre del inicio de las clases le salvó, Estela no terminó su frase, y él se despidió con un "Nos vemos luego" antes de salir corriendo por el pasillo, lo que le hizo ganarse una mirada reprobatoria de un incauto profesor que pasaba por ahí.

La clase de Historia fue balsámica, les dieron un discurso sobre los métodos de regulación de bienestar social de Stalin, siendo el momento culminante de la clase el momento en el que anunció su forma de evitar el hambre de dos millones de personas de una céntrica comarca del país, eliminó a un millón, y el resto se repartió la comida que a estos les tocaba, fascinante...

El resto de la mañana tan solo tuvo un sobresalto, Marta se acercó con su paso risueño de siempre, habiendo recuperado parte del color de su cara, y, tras darle dos besos en cada mejilla y agradecerle otra vez lo sucedido en la piscina, le dijo que ese día le encontraba diferente, y que ya hablarían más tarde.

Sentir los besos de Marta le hizo enternecerse, no tuvo una erección, pero estuvo al borde las lágrimas, afortunadamente, ella fue absorbida por su grupo de amigas, que la observaba desde la distancia con profunda dedicación, entre ellas estaba Ana, con una sonrisa muy especial.

Raúl estaba confuso, Marta y Ana habían sido sus grandes amigas en la infancia, con la adolescencia se habían distanciado. Él era consciente de que no se podía amar a dos chicas, pero no sabia como explicarlo, a su lado, le faltaba el aire, deseaba abrazarlas, besarlas... Pocas veces pensaba en el "sucio y salvaje" sexo con ellas, le excitaba mucho más sentir una caricia en los hombros, o un beso en el cuello... Todo se lo permitía a su mente en lo que se refería a Marta y Ana.

Tras el almuerzo, donde Felipe y Adrián consolaron su fracaso en el examen a base de comer bocadillos. Llegaron a su temida clase de waterpolo, ya en el vestuario se hizo el remolón a la hora de cambiarse, perdiendo tiempo en tonterías como peinarse y quitarse los zapatos. Cuando estuvo solo, se puso el bañador en un suspiro y se quitó la camiseta, los arañazos seguían ahí, como muestra inequívoca de sus fechorías nocturnas.

Había trazado un plan mental, ir de espaldas a la gente y lanzarse rápidamente a la piscina, donde sus compañeros estarían terminando de calentar. En el agua todo quedaría disimulado, al menos un poco. Al principio creyó que funcionaria, se lanzó de cabeza y se apoyó en uno de los bordes donde comenzó a calentar a un ritmo vertiginoso, sus compañeros no se cercioraron de sus marcas de guerra.

Llevaban quince minutos con pases suaves cuando su instructor les dio una mala noticia.

-Hoy practicaremos los cambios. –Sentenció con firmeza.- En medio de un partido, los cambios han de ser rápidos para no cabrear al árbitro, ya lo sabéis, cuando el que sale toca el bordillo, el que entra se lanza.

Para añadir más expectación, las chicas acababan de entrar en la piscina, después de tener una lección teórica en su vestuario. Se sintió mareado, estuvo a punto de decirle al entrenador que se iba, pero no podía, tan solo debía hacerlo, no darle mayor importancia...

Cuando la fila de relevos fue medrando, hasta que llegó su turno, él se hinchó se coraje y lo realizó con soltura, cuando tocó el bordillo, el que esperaba fuera se lanzó, subió por la piscina, y entonces, sonó el pitido acusador.

-Raúl, ¿Qué es eso de tu espalda? –La voz potente de su entrenador reverberó por todo el complejo.- ¿Te has raspado con la piscina?

Dos docenas de caras se volvieron hacia el, también algunas chicas, más por casualidad que por intención. Cuando los ojos de estos observaron su espalda, dado que no pudo darse la vuelta a tiempo, comenzaron los murmullos, y, tres segundos después, las carcajadas. Felipe y Adrián, ambos en la piscina, hacían grandes esfuerzos por salir a flote entre un mar de carcajadas, ambos lloraban de la risa al grito de:

-¡Se la ha follado, se la ha follado...!

Las carcajadas y la singular forma de expresión de sus amigos, alertó al resto de las chicas. Se sonrojó al máximo cuando sintió la risueña risa de Marta, así como su mirada. Fue consiente de que la joven observaba sus cicatrices, dignas de cualquier película erótica de bajo presupuesto, de sus heridas pasaron a su cara, y sus miradas se cruzaron un segundo, no pudiendo evitar sentirse desgraciado al extremo. Pero parecía que la chica parecía contenta, sonreía, casi con sinceridad, intentando que sus carcajadas no se elevaran demasiado sobre la de su grupo de amigas. Ana, por el contrario, parecía seria, aunque sus ojos brillaban.

Su instructor parecía contrariado y sumamente irritado, esperando una buena bronca, agachó la cabeza, pero su paseo a la humillación no había cesado. La entrenadora de las mujeres, la bella Claudia, llegó hacia ellos.

-Yo me ocupo de Casanova, vigila a mis niñas.

El paseo le llevó por delante de la piscina de las chicas, donde las risitas fueron patentes, y las miradas tan penetrantes que le hicieron sentir de goma. Por si fuera poco, la entrenadora le llevó al vestuario femenino. Era una experiencia nueva para él, y se sorprendió al comprobar que era más grande que el suyo, que olía mejor, y que estaba mejor equipado. La ropa de las chicas colgaba dentro de impolutas taquillas, había retazos de su ropa interior por aquí y por allá, siempre perfectamente ordenada y doblada. El vestuario de los chicos era poco menos que una leonera, se sintió extrañamente afectado por ese ejemplo de eficiencia femenina.

-No te preocupes por las risas. –Musitó la entrenadora Claudia.- Ya lo olvidarán.

Él no abrió la boca, estaba sonrojado, mareado, nunca tendría que haber acudido a clase...

-¿Eres Raúl, verdad? –Continuó ella mientras buscaba en un botiquín empotrado en la pared.- Las chicas suelen hablar mucho de ti...

Finalmente sacó una cajita blanca, que balanceó para comprobar que no estaba vacía.

-Tienes una forma muy curiosa de llamar la atención.

Su única respuesta fue un gruñido ahogado.

-Estos apósitos harán que los arañazos cicatricen más rápidamente, son impermeables, así que podrás seguir con el entrenamiento. –Ella colocó con suavidad dichos apósitos, que desprendían un suave olor a menta.- Aunque hoy te recomendaría que lo dieras por terminado, se te ve muy pálido, ¿Estas bien?

-Sí, gracias. –Su voz sonó extrañamente endeble.-

-Aiss... Chico, tienes que estar concentrado en lo tuyo, ya sabes como son los jóvenes, hoy hablaran mucho de ti, y mañana no se acordarán, así es la vida en un instituto.

Raúl agachó la cabeza de nuevo.

-En fin, bueno, ya me devolverás el favor de los apósitos otro día. –Nunca había conocido mucho a Claudia, solo de las expresiones morbosas de sus compañeros de género, pero estaba resultando una mujer encantadora.-

-¿Funcionarán? –Carraspeó, dándose cuenta de que estaba dando la impresión de ser un niño insulso.- Los apósitos, quiero decir.

-Sí, claro, son muy buenos. –Rió para sus adentros.- Son los que yo uso en estos casos.

No entendió la picaresca hasta que, un par de segundos después, el rostro de la profesora cambió, se ensombreció, aclaró su garganta. Raúl lo había entendido todo, dudó mucho que un hombre tuviera la capacidad de arañarla de esa forma, y sacó de ese rostro ensombrecido que su orientación sexual estaba un poco fuera del cauce de lo natural.

-Gracias... –Exclamó Raúl, intentando romper el tenso silencio.- Es una lástima que no sea usted nuestra entrenadora, veo que las chicas tenían mucha razón al hablar de su simpatía.

En realidad nunca había escuchado a las chicas decir tal cosa, pero le pareció apropiado, además, le preocupaba seguir viendo ese fantasma tan terrible en el rostro de la entrenadora Claudia, que se había mostrado comprensible con sus "heridas".

-Vaya, eres un buen mentiroso, casi me lo creo. –Esa sombra de duda se disipó.- Si mis chicas dijeran eso, significaría que no le hago entrenar lo suficiente.

Ambos rieron abiertamente, y Raúl se sorprendió de cómo había desaparecido su preocupación en un par de minutos.

-Venga, vamos fuera, le dejaré bien claro a todos que nada de comentarios.

-No se preocupe, entrenadora, todo está bien.

Ella volvió a mostrar su sonrisa clara, le dio dos palmaditas en la espalda y señaló la puerta del vestuario. Raúl la miró de nuevo, era bellísima, tuvo serias dudas de por qué nunca se había fijado. De ella sabia, por su apellido, Schoeder, que era alemana, también conocía por la pagina web del instituto que había estado en el equipo nacional de su país en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, siendo apenas una niña. Como había acabado en ese instituto español, al despedirse de ella frente a las piscina tuvo la triste sensación de que su llegada a esa entidad privada de la docencia estaba relacionada a su tendencia sexual. Aún más, tuvo la duda de qué pensarían los padres si supieran que la profesora que veía todos los días a sus hijas desnudas era lesbiana...

Capítulo VIII

Los chistes en el vestuario fueron tantos y tan buenos que Raúl acabó incluso haciendo los suyos propios, contagiado de ese espíritu del humor. La historia de sus marcas de guerra se extendió por todo el instituto en cuestión de minutos. En todos los pasillos había alguien que le miraba y estallaba en carcajadas, o un murmullo que se iniciaba a su paso. Los chicos solían darle palmadas en la espalda, mientras reían, las chicas, por otra parte, tan solo lanzaban pequeñas risas y susurraban.

Raúl lo ignoró completamente, se puso el MP3 que había tomado prestado de un ocioso Felipe, y mientras sonaba una música extranjera y escandalosa, todo fue mejor. Como el día parecía no querer terminar sin sobresaltos, tuvo uno nuevo.

Estaba en el pasillo, escuchando por tercera vez consecutiva la misma canción de un grupo sueco que tocaba heavy duro, sintió un toquecito en el hombro, se volvió de malos modos, cansado de todos los chicos que habían hecho eso mismo.

Cual fue su sorpresa al comprobar que era Marta la que le había dado, al parecer, tan solo quería llamar su atención. Raúl se sintió extrañamente arrepentido del ademán despreciativo que había hecho.

-Marta, sí, perdona... –Se quitó los auriculares.- No sabía que eras tu.

-No pasa nada. –Comentó ella con su mejor sonrisa.- Te estaba llamando...

Señaló hacia el principio del pasillo, donde su grupo de amigas, incluida Ana, observaba con expectación, disimularon cuando Marta se giró hacia ellas.

-Perdona, es que llevaba los auriculares, no te he debido escuchar. –Maldijo secretamente al grupo sueco que había evitado escuchar su nombre en la boca de tan apreciada mujer.-

-Bueno... –Ella dudó unos instantes, no miraba abiertamente a los ojos de Raúl.- Es que, supongo que no lo sabrás, pero este jueves...

-Tu cumpleaños. –Fue consciente de que se había precipitado cuando la chica arqueó una ceja.- Me acuerdo de cuando éramos pequeños.

-Buena memoria... –Ella recuperó su sonrisa.- Pues, sí... Es mi cumpleaños... Voy a organizar una pequeña fiesta, nada del otro mundo, mi padre, que se ha puesto muy pesado con esto de que cada vez soy más mayor... Alquiló uno de los reservados del club Azur, supongo que lo conocerás...

-Sí... –Raúl estaba tan inmóvil que parecía de mármol.-

-Me preguntaba si te gustaría ir... –Lo dijo muy rápido, sin poder evitar que un leve rubor apareciera en sus mejillas.- No tienes que hacerlo sino quieres, pero lo pasaremos bien y todo eso...

Raúl estuvo a punto de saltar a la pata coja, pese a todo, se contuvo.

-¡Claro! –Expuso su mejor sonrisa.- Allí estaré.

-Genial... –Lo hizo involuntariamente, pero soltó un pequeño suspiro, como si se hubiera quitado una gran tensión de encima.- Bueno, ya hablaremos, y te digo la hora, donde quedamos, y todo eso...

-Sí, bien...

-Bueno... Nos vemos luego...

Ella se giró y dio un par de pasos, esta vez fue Raúl quien la detuvo con un toquecito en el hombro.

-Marta... –Su mirada fue muy penetrante.- Gracias por invitarme.

-No es nada... –Tragó saliva.- Además, ¿Cómo podría no querer a mi lado a la persona que me salvó la vida en la piscina?

-¡Marta, venga!

El grito de una de sus amigas rompió tan romántico momento, Raúl le deseó todos los dolores posibles en su próxima "cita del mes". Marta sonrió y se marchó, el grupo de chicas la acribilló a preguntas, todas salvo Ana, que sostenía su postura frágil.

El viaje de vuelta a casa lo tuvo en silencio, ignorando por completo a Felipe y Adrián que lo acosaban con preguntas totalmente indiscretas. En otras condiciones, Raúl les habría dicho alguna tontería para que se callaran, pero no estaba por la labor. Recordaba con intensidad todo lo sucedido la pasada noche, no se arrepentía en absoluto, incluso esperaba repetirlo asiduamente.

Su llegada a casa no fue tan triunfal como esperaba, no había nadie. Una notita pegada a la nevera decía: "He tenido que ir a trabajar, me encargaré de hacer la compra, llegaré tarde." No hubiera sido extraño de no ser porque la nota continuaba con una letra distinta, la de Cristina supuso: "Qué rápido te has largado, campeón, no todos dejarían a dos chicas desnudas en la cama, tendrás que volver a demostrarme que no eres una locaza." Para aderezarlo y darle un toque teatral, habían dejado una marca de labios en el papel, pintalabios rojo, para ser más exacto.

Fue al baño y comprobó que los apósitos, efectivamente, estaban realizando su tarea de ayudar a cicatrizar las heridas. Se los colocó nuevamente y se dio la ducha de rigor, corta, insulsa... Tenia muchas cosas en la cabeza, la entrenadora Claudia y su problema, la invitación de Marta, lo que dirían sus compañeros al día siguiente...

Se vistió y estuvo unos minutos ultimando unos ejercicios que tenia retrasados, imprimió un nuevo trabajo, y se extendió en el sofá, dispuesto a ver alguno de los programas de moda. Se quedó seco en el primer anuncio, la movidita noche, el entrenamiento de waterpolo, la tensión sufrida... Estuvo durmiendo tres largas horas, donde agradeció que ningún teléfono sonará, se despertó con la boca pastosa y un tremendo dolor en las cervicales a causa de la postura, estiró el cuello y bostezó.

Había tenido un sueño magnifico, uno de esos que generalmente aderezaba con una buena paja, pero no tenia ganas, esperó a que la erección bajara por sí misma. El sueño había borrado todo lo referente a sus compañeros y a Claudia, ahora tan solo veía a Marta, cohibida en su presencia, pidiéndole que acudiera a su fiesta de cumpleaños.

Pero las dudas reaparecieron, ¿Qué le iba a regalar? ¿Qué se iba a poner para ir a la fiesta? ¿Tendría que bailar con ella? Empezó a caminar por el salón. Redujo sus tres preguntas a la del regalo, las otras podía aparcarlas hasta el día mismo de la fiesta. No tenia ni idea de lo que se le regalaba a una chica de su edad, tan solo se le ocurrían cosas clásicas, peluches, demasiado infantiles, perfumes, demasiado clásicos...

Soltó un jadeo irritado mientras se lanzaba a su cama. Necesitaría ayuda femenina, eso seguro. Pensó en su hermana, pero no pudo hacerse a la idea, aguantar sus risitas sarcásticas, sus miradas divertidas... No, no tenia tanta confianza, además, podía jugarle una mala pasada... Siendo un chico con poca compañía femenina que le respetara a su alrededor, tan solo le quedó una persona, una amiga que sin duda le ayudaría, Estela. Aplaudió su ocurrencia, Estela sabía de muchas cosas, seguramente adivinaría cual era el regalo perfecto.

Corrió a su cuarto y rebuscó en una de sus estanterías, dentro de "El Príncipe" de Maquiavelo, en la página 75, su gran tesoro y reserva monetaria. Recogió esos sustanciosos billetes que tanto le había costado no gastar en tonterías, era su tesoro, una cantidad suficiente para pagar un buen viaje de fin de curso, con fiestas y desfases incluidos. Laura siempre le había dado mucha importancia a esa sección de las relaciones sociales, supuso que le daría una cantidad considerable de dinero, tanta que seguramente no tendría que utilizar su "reserva estratégica", pero siempre era mejor prevenir cualquier imprevisto.

Tuvo que hacerse cargo de alguna que otra tarea doméstica, puso una lavadora con las sábanas de la cama de su hermana, que ella había dejado en el suelo, descuidadamente. También le puso un juego limpio, ordenó su habitación...

Se distrajo con un videojuego mientras caía el Sol, era muy interesante eso de ir reventando cabezas con una heroína cuya gran característica era una talla 110 de pecho. Tuvo que apagarlo finalmente, dado que lo único que hacia era utilizar la cámara para verle a la mujer el canalillo.

Cuando las farolas ya se habían encendido en la calle escuchó la puerta de la casa abrirse, su hermana apareció con su maletín y cargada de bolsas, se apresuró a ayudarla, cosa que ella agradeció con un soplido cansado.

-Ser una ama de casa no es fácil. –Rió sus propias palabras, si alguien tenía menos de ama de casa era ella. Siendo justos, Raúl era el que se encargaba de todos los aspectos domésticos.- ¿Qué tal el día?

-Salió el Sol por la mañana y se puso por la noche. –Dijo con voz ausente mientas colocaba la compra en la nevera.- Normal.

-Hombre... –Laura parecía querer preguntarle algo.- Hoy te has ido muy pronto... Podrías haber no ido al instituto, te habría hecho un justificante o algo.

-Tenia un examen... –Sonrió al ver que su hermana había comprado fresas y nata, no pudo evitar que la boca se le hiciera agua.- ¿Y Cristina?

-Quería quedarse, pero tenia muchas cosas pendientes... –Se dejó caer en una de las sillas de la cocina, en algún momento del camino se había deshecho de los zapatos.- Te manda saludos.

Dedujo que su hermana tendría hambre y decidió hacer unas ensaladas con dados de queso, uno de los platos que mejor sentaba por la noche.

-¿Qué tal ayer?

La pregunta ya había sido anunciada con anterioridad, pero le provocó un sobresalto.

-Bien...

-¿Bien? –Su hermana rió.- ¡Fue genial!

Raúl siempre había tenido grandes dificultades para hablar de sus cosas, en realidad, supuso que le costaría menos desnudarse en público que expresar sus sentimientos. De todas maneras pesó que su hermana estaba intranquila por ese motivo, decidió relajarse un poco.

-Bueno, a decir verdad... –Dejó a un lado la lechuga, no se atrevía a mirar a su hermana la cara.- No lo había imaginado ni en mis más perversos sueños.

-No creo que tenga nada de perverso... El sexo, siempre que sea consentido y con precauciones, no tiene nada de peligroso.

-Pero no tomamos ninguna precaución... –Esa espina helada atravesó su cuerpo en un instante, no lo había pensado, pero...-

-Cristina y yo sí, tomamos la píldora, y no te preocupes, no tenemos ninguna enfermedad, dudo que encuentres dos vaginas más sanas.

-Menos mal...

-Pero cuando lo hagas con cualquier otra chica, usa preservativo, no seas idiota. Con nosotras puedes ir a pelo si te gusta más.

Raúl no pudo evitar sonreír abiertamente, su hermana acababa de dejar la puerta abierta a volver a hacer el amor con ella, sabía que esa practica, el incesto, era peligrosa y muy antinatural, pero ella, aparte del placer, tenia la intención de darle experiencia, algo muy importante en ese mundo de primeras impresiones.

-Eso será si yo quiero. –Dijo sarcásticamente.- No fue el mejor polvo de mi vida, a decir verdad...

-Fue el único polvo de tu vida. –Matizó su hermana, entre risas.- Pero no estuvo mal, realmente esperaba menos...

-¿Qué quieres decir? –Abandonó las ensaladas, seguía de espaldas a su hermana.-

-Pues, bueno, fuiste un poco torpe... –Su tono era estricto.- Te corriste algo rápido, a decir verdad...

Toda la burbuja de felicidad que había formado en su cabeza estalló.

-Fue tu primera vez, es verdad... Pero... Joder... De no ser por Cristina, habría sido una noche patética...

-Es curioso que diga eso la que tuvo dos orgasmos conmigo dentro. –Se sentía ofendido, supuso que era normal su torpeza, había sido la primera vez, pero tampoco lo había visto como esa debacle.-

-Fingí. –Cortó ella.-

-Y una mierda. –Estuvo a punto de lanzar el tomate que tenia en sus manos.- No soy idiota, sé lo que son las contracciones vaginales, sé lo que note.

Se dio la vuelta para ver su hermana, ella exhibía una sonrisa radiante y sus ojos brillaban con carisma. Raúl comprendió que había sido todo una broma, un bulo, lanzado con la única idea de ver su expresión irritada.

-Eres una...

Abandonó la cocina y se encerró en su cuarto, era una reacción infantil, pero le habían herido en su orgullo viril con la única intención de divertirse. Respiró hondo y se dejó caer en la cama, estaba enfadado, mucho, quizás era una respuesta desproporcionada, pero después de la creciente tensión del día...

Su hermana llamó a la puerta poco después.

-Raúl... –Dijo con voz arrepentida.- Que era una broma, sabes que ayer lo pasamos bien... Más que bien...

No hubo respuesta por parte de Raúl.

-Venga, por favor, no te enfades... –Ella suspiró.- Si no sales me quedaré sin cenar, sabes que no se me dan bien las ensaladas...

No pudo evitar pensar en que lo que decía era cierto, su hermana era la peor cocinera que había visto en toda su vida.

-Haré lo que sea por compensarte... –Puso mucho énfasis en "lo que sea".-

Raúl abrió la puerta de su cuarto con poca delicadeza, estuvo a punto de darle en la nariz a su hermana. Sin mirarla volvió a la cocina y retomó con presteza su ensalada.

-Mi salvador... –Rió ella, que seguía encontrando cómica la situación.-

Se aproximó por detrás y le acarició la espalda, sus manos pronto bajaron a su trasero, pero Raúl la ignoró, le iba a dejar las ganas. Mientras su hermana se deshacía en caricias, él terminaba de aliñar la ensalada. Plantó un tenedor en la de su hermana y se la entregó de malos modos. Sacó una botella de agua mineral de la nevera y se sentó en la mesa para comer.

-Bueno, gracias, que aproveche...

Durante la cena ella le lanzaba miradas significativas, resopló varias veces, pero no hubo respuesta, al parecer, Raúl encontraba más interesante un dado de queso.

-El jueves es el cumpleaños de Marta, ¿Verdad? –Dijo de repente.-

-¿Cómo lo sabes? –No se acordó de que no le hablaba.-

-Está apuntado en tu calendario. –Aclaró Laura.- Además, siempre he sido buena con las fechas... ¿Este año te ha invitado?

Los últimos tres años, en los que no había sido invitado, el día del cumpleaños de Marta había sido un gran día de depresión y silencio, se solía internar en su cuarto, poner música triste y, en las tinieblas, pensar en la muerte y cosas similares.

-Le decía porque podíamos ir al cine, o algo así... –Continuó ella.-

-Me ha invitado. –Concluyó él.-

-Eso está muy bien. –Su hermana no pudo evitar desplegar una sonrisa de circunstancia.- ¿Has pensado en el regalo?

-Tengo que comprarlo.

-Si quieres puedo darte algunos consejos...

-Ya he quedado con una amiga para comprarlo. –Mintió él.-

-¿Tienes amigas? Vaya... –Su hermana suspiró.- Mi niño se está haciendo todo un hombre...

-No soy tu niño. –Gruño Raúl.-

-Eso no era lo que pensabas ayer cuando hacíamos el amor. –Su tono se convirtió en un susurro.- Eres mi niño, y no dejaras de serlo por muy borde o cabezón que intentes ser.

-Supongo que no hay más remedio... –Pasados sus minutos de enfado, volvió a ser el joven dicharachero.- Necesitaré dinero...

-Tranquilo... –Ella dejó su tenedor y buscó en su maletín, de donde sacó un sobre.- Hoy he cobrado una venta...

Su hermana le pasó varios billetes, le dejó impresionado por la cantidad, era más de lo que se había esperado.

-Que generosa estás hoy, me veo tentado a pedirte un coche.

-No soy generosa, solo pago tus servicios de ayer. –Rió ella.- Te prometí 70€, a eso le he sumado lo que creo que es necesario para hacerle unos regalos a tu amada Marta.

-En fin... –Él guardó con presteza el dinero, no fuera que Laura se lo pensara mejor.-

-Ya sabes, si quieres más dinero, tendrás que hacerme un trabajito. –Le sacó la lengua, uno de los gestos que su hermana solía desenterrar de vez en cuando, era su pequeño guiño a la infancia. A sus 24 años, conservaba la vitalidad de una niña de 10.-

-Yo pensaba dejártelos gratis. –Concluyó él, lanzándose al vacío.-

-Cuando quieras...

Raúl captó de sobra que su hermana le estaba ofreciendo un polvo en ese mismo momento, pero no tenía ánimos, quería estar bien descansado para el día siguiente. Se despidió de Laura, que le dio un beso en los labios, cosa que era costumbre desde hacía muchos años, salvo que ese fue más intenso. Ya en su habitación se cambió los apósitos, recordó a la entrenadora Claudia mientras lo hacía, pensó en ella, en su cara triste... Era una desgracia para todo el género masculino que una mujer tan bella como aquella fuera lesbiana...

Capítulo IX

El martes fue un día en el que no pasó nada significativo, siguiendo al pie de la letra las palabras de la entrenadora Claudia, los comentarios sobre sus "marcas de guerra" se habían reducido a lo mínimo, tan solo algún rezagado seguía haciendo mención a tan cómico episodio.

El miércoles empezó a preocuparse, el día siguiente por la noche seria la fiesta, y no tenia nada, no haba encontrado el momento de llamar a Estela, pero fue ella la que lo hizo, el sexto sentido femenino, al parecer.

-¿Raúl? –Dijo ella, su voz sonaba muy fresca a través del teléfono.-

-¿Estela?

-¡Sí! Vaya, siempre me dicen que mi voz cambia mucho por teléfono.

-Un poco...

-Bueno, ¿A qué esperas?

-¿A que espero?

-¡Tenemos que ir a elegir el regalo de Marta!

-Oh... –Raúl suspiró, el aire fue audible desde el otro teléfono.- Bueno, sí, es verdad, tendría que haberte llamado, ¿Cómo lo sabes?

-Escuché al grupito hablando sobre los que iban, escuché tu nombre, y deduje que estarías a punto de ahorcarte por no saber que llevar.

-Es extrañamente cercano a lo que estaba pasando...

-Somos amigos ¿No? Tengo la obligación de ayudarte, aunque para mí va a ser un placer.

-Estela, eres la mejor.

-Lo sé, lo sé, no hace falta que me lo repitas. –Ella rió.- En fin, quedamos a las seis en el centro comercial, ¿Vale?

-Ahí estaré... ¿Nos vemos en la fuente?

-No llegues tarde.

-Eso tendría que decirlo yo... –Ambos rieron esta vez.-

-Venga, que me voy a pensar que me estas tirando los tejos.

-¿No podría hacerlo? –Preguntó Raúl.-

-Sí, pero para eso no necesitas un teléfono.

-Eso espero. –Otra vez risas.- Nos vemos en el centro comercial...

-Hasta luego...

-Adiós.

Raúl resopló, le dio las gracias secretamente a Estela por haberle echado ese gran cable, no se atrevía a llamarla, aunque había estado a punto varias veces. Lo que él temía era cuando le preguntara sobre los arañazos, la había estado evitando por ese mismo motivo, pero no tenía sentido esperar más.

A las seis y diez llegó al centro comercial, Estela, vestida con un conjunto de pantalón y camiseta, muy parecido a uno de los que su hermana usaba para trabajar, le miró a través de sus gafas de Sol.

-Llegas tarde. –Gruñó.- Creí que me darías plantón.

-Es que he venido en autobús. –Se excusó él.- Tu tienes coche, no entiendes ese problema.

-La próxima vez paso a recogerte y ya está. –Se quitó las gafas y mostró sus seductores ojos avellana.- Venga, que es tarde.

-¿Tarde? –Se sorprendió Raúl.-

-Tenemos que encontrar un regalo lo suficientemente especial, pero sin destacar, puesto que es el primero, y no puedes jugar todas tus cartas en la primera partida. –Dijo ella, como si lo hubiera pensado mucho.- Supongo que tu estrechez masculina no te habrá dejado ver más allá de la colonia y los juguetes, eso servirá en el futuro, ahora no...

El chico no salía de su asombro.

-En otro caso te aconsejaría algo de lencería, pero creo que es muy precipitado. –Le lanzó una mirada significativa.- Al menos eso creo.

Por fin el tema de las cicatrices se dejaba a entrever.

-Bueno, considero que solo nos quedan dos opciones, los dos epicentros de la vida de una mujer en formación, el armario y el joyero.

-¿Ropa o joyas?

-Sí, mejor ambas cosas, no sé, ¿Qué me dices?

-Pero... Es que no sé que tallas usa...

-Joder, que cortitos sois los tíos... –Bufó.- Yo sí sé sus tallas, no te preocupes, no son muy diferentes de las mías, a decir verdad. Tranquilo, sabré lo que le vendrá bien.

Realmente nunca había comprendido mejor lo de que las mujeres son peligrosas en un Centro Comercial, visitaron quince tiendas, donde lo vieron todo, absolutamente todo, incluso la ropa infantil. Estela tenia un ojo clínico para la ropa, era todo una experta, al margen de la idea que había revoloteado en la cabeza de Raúl de que solo se inclinaría hacia la ropa más atrevida, pero tenia un gusto impecable...

Con ella revolotear entre percheros no era tan malo. Pronto tuvieron varias prendas en la lista de posibles, todas exquisitas, preciosas, ni muy atrevidas ni muy clásicas, simplemente con estilo, tal y como le gustaban a Marta. Raúl iba pagando todo lo que Estela consideraba apropiado, pronto tuvieron una considerable cantidad de bolsas, que, por supuesto, cargaba solo Raúl.

-Bueno, venga, vamos a dejar esto en mi coche y luego volvemos.

-Mejor... –Dijo este, agobiado por tal cantidad de bolsas, que, pese a que no pesaran mucho, abultaban exageradamente.-

Cuando las bolsas descansaron en el maletero del coche de Estela se pararon a tomar un helado, hablaron un poco de la jornada, de que aún tenían que ver una tienda más y después irían a la joyería... Estela parecía tan contenta, tan feliz... Raúl supuso que seria muy difícil para ella eso de tener amistades, no solo por su personalidad, también por su reputación... Él nunca se había dejado guiar por lo que decían los demás, Estela solo era una niña grande que necesitaba mucho cariño...

Por fin llegaron a la última tienda de ropa, Estela examinó alguna prendas, pero quedó absolutamente embriagada con un vestido, de una sola pieza, corto pero sin ser llegar a lo escandaloso, era de colores cálidos y agradables.

-Espera un momento, debo probármelo. –Se internó en uno de los probadores con el vestido y un par más de prendas, bajo la atenta mirada de una dependienta de cara estricta.-

No objetó nada, a fin de cuentas, Estela se había probado todo cuanto había querido, dejando a Raúl abandonado en los solitarios bancos de las tiendas de ropa femenina, donde siempre había algún que otro chico incauto.

-Raúl, puedes venir un momento. –Sonó la voz de Estela desde el probador.- Tienes que ayudarme a anudar una cosa.

La mirada de la dependienta le atravesó de inmediato con malos modos, cansada de que jóvenes parejas dieran rienda suelta a la pasión dentro de sus impolutos probadores. Pese a todo, Raúl entró ante la puerta entreabierta del probador de Estela.

Nunca antes, ni siquiera esa mañana cuando dormía apaciblemente en sueños, desnuda, con el semblante de un ángel, la había visto más radiante. El vestido se acoplaba perfectamente a la anatomía de Estela, de forma casi mágica, ni siquiera hecho a medida seria mejor.

-Estas... Estas... –Intentó decir él.- Preciosa...

-Gracias. –Parecía muy contenta.- Realmente es un vestido precioso.

-Te queda como un guante.

-¿Crees que le gustará a tu Marta?

-¿Marta? –Raúl se había olvidado por completo de que lo que se suponía que hacían durante toda esa tarde era buscar un regalo para ella.- Oh... Bueno... No sé...

-No sé, es mucho para la primera vez... –Musitó ella, triste.- Es una pena, porque este vestido es sencillamente perfecto, pero... De todas maneras ya hemos comprado muchas cosas...

-Es un vestido precioso... –Lo que realmente habría querido decir es que ella era realmente preciosa, pero sufrió un repentino ataque de vergüenza.-

-En fin... –Ella dio una vuelta para que la viera entera, se estaban mirando a través del espejo.-

-Vale, no se diga más. –Dictaminó Raúl.- Te lo regalo.

-¿Qué? –Ella abrió la boca, sorprendida.- ¿Por qué?

-¿Necesito un motivo?

Sus ojos se humedecieron repentinamente, en un visto y no visto, se abalanzó sobre sus brazos. Ella le apretó con fuerza, y le dio un repentino beso, corto, pero cargado de calor.

-Eres... Eres...

-No soy tan estúpido, este vestido está hecho para ti... –Se ganó un nuevo beso.- Tómalo como la compensación por tus consejos de moda.

-Esos son gratis. –Rió, mientras limpiaba sus lágrimas.- Pero, ¿Sabes lo que significa que un chico regale un vestido a una chica?

-No, ¿Qué significa?

-Que me tienes que invitar a cenar, es la tradición, la chica se pone el vestido que le han regalado en una cena a la luz de las velas.

-Vaya, que romántico. –Ambos rieron.- Entonces habrá que hacerlo, pero, salgamos ya, que creo que la dependienta estará pensando en actos obscenos.

-Bueno, eso no seria nada malo. –Se dio la vuelta de nuevo y empezó a recogerse el pelo para quitarse el vestido.- ¿Me ayudas?

Desanudó el cordoncillo que mantenía el vestido en su sitio, sin preguntarse como habría conseguido la joven anudarlo. El vestido cayó poco a poco, Raúl supo que para lucirlo, Estela se había despojado del sujetador, pero no pudo evitar vislumbrar con fijación esos senos tan hermosos.

-Sí, mira, mira, que seguro que te gusta. –Dijo ella, no siendo la primera vez que lo escuchaba Raúl.-

-Anda, venga, iré pagando. –Se tomó la libertad de darle una palmadita en el trasero.-

Cuando volvió hacia la dependienta con el traje entre sus manos, su cara de enfado desapareció, el olor de una venta era más fuerte que su odio a los jóvenes promiscuos.

-¿Le sienta bien el vestido a su novia? –Dijo ella, con tono de voz meloso.-

-Sí, me lo llevo. –Por algún motivo, no tenia ningunas ganas de corregirla.-

Con la bolsa del vestido en una mano y Estela de la otra, llegaron a una de las joyerías. No tardaron mucho en dar con un colgante que hacia juego con una de las prendas que le habían comprando a Marta. Estela, sin embargo, siguió buscando en los estantes. Llegó al mostrador donde la dependienta, observada desde lejos por el encargado, les cobró el colgante y una pequeña pulsera que Estela había decidido comprarse.

-¿Una pulsera? –Preguntó Raúl.-

-No, es que todos los chicos son iguales... –Puso los ojos en blanco, arrancando una risa suave de la vendedora- Se pone en el tobillo, es para el vestido que me has comprado...

-Siempre se aprende algo nuevo. –Dijo él mientras anotaba mentalmente que se podían comprar pulseras para el tobillo.-

Eran ya las nueve, habían pasado tres horas de compras, las tiendas empezaban a cerrar, ellos, como una pareja más, caminaban, hablaban, se miraban, reían... Cualquiera que les hubiera mirado habría jurado que eran novios desde hacia muchos meses, que se querían y vivían el uno para el otro.

-Hoy me lo he pasado muy bien. –Exclamó ella, balanceando la mano que permanecía atada a la del chico.- Debemos repetirlo más a menudo.

-Siempre que quieras.

Estaban ya en el garaje, Estela utilizó su llave magnética para abrir las puertas, ambos subieron al coche. En vez de arrancar, miró a Raúl.

-Lo de las marcas de tu espalda... –Dijo de pronto.- No sé, si quieres podemos hablar de ello...

-Supongo que tendrás preguntas...

-Bueno, solo sé que ha sido tu primera vez...

-Sí, lo ha sido.

-¿Fue bonito? –Suspiró.- Yo perdí mi virginidad con un cerdo que solo quería de mí colgarse la medallita de desvirgar a una niña...

-Ha sido una experiencia agradable. –Aclaró él, agradeciendo el interés de Estela.-

-Entonces todo bien, campeón. –Expuso una gran sonrisa.- Pero no olvides que me tienes para lo que quieras.

Raúl la besó, no supo por qué, pero consideró que era lo más apropiado, de nuevo se sorprendió del sabor de sus labios, Estela pasó por encima de la palanca de cambios y se sentó encima del chico, casi tumbándose encima de él. Continuaron besándose durante un buen rato.

-Eres la mejor persona que conozco. –Dijo ella, mientras le miraba con sus ojos avellanados.-

-No debes conocer a muchas... –Rió él.-

-Unas cuantas, no te creas...

Estela llevó la mano del joven hacia sus senos.

-Quiero hacer el amor contigo... –Susurró de repente.- Pero quiero que sea por algo especial, yo... Bueno... Te quie...

-¡Estela! –Raúl se sobresaltó de repente, como si un viento frío le golpeara duramente en la cara.- No lo digas, aún no... No lo merezco, por favor...

Ella solo se amilanó con un beso, un nuevo beso, y un abrazo, ambos compartían asiento del coche, se besaban, se acariciaban. Sentía un precioso pezón de Estela bajo sus dedos, lo acariciaba, pero no con motivos sexuales, sino por el simple placer de notar como la joven se estremecía bajo sus brazos.

-No he sido la primera en acostarse contigo. –Concluyó ella.- Pero prométeme que seré la primera mujer con la que te acuestes en un coche.

-De acuerdo. –Rió él.- Es un trato.

-En fin, vamos campeón, te llevaré a casa. –No sin llevarse un último gran beso, la chica se despegó de él.-

Colocó sus ropas y volvió a su asiento. Al poner en marcha el contacto, sus ojos brillaban intensamente, transmitiendo esa vitalidad tan bonita que tanto le gustaba a él. Muchas veces más tendría Raúl el placer de perderse en ellos...

Continuará.