Esmeralda-Relato corto

Una bella mujer con tres hombres a su servicio para su plena diversión.

Esmeralda era una mujer bella, independiente, ojos verdes y cabello rubio. Las piernas eran cortas pero muy atractivas, pechos medianos que se balancean y una figura bastante envidiable. Tenía tanto dinero que podía permitirse cualquier lujo. Era una mujer tan popular que siempre salía en revistas y encima, era muy deseada tanto por hombres como mujeres.

En su mansión tenía a su servicio a hombres que cumplían con todos sus quehaceres y tareas sin rechistar. Al entrar, firmaban un contrato que de incumplirlo les llevaría a una cosa peor que la ruina económica. Uno de los nuevos era Jason, un chico joven de pelo corto y cuerpo delgado que deseaba ganar dinero. No entendió como le habían escogido entre tantos candidatos pero no le puso pegas alguna, era dinero a fin de cuentas. En cuanto a su pene, era algo pequeño, huevos que apenas se veían y una mata recortada por él. Lo que paso durante las primeras semanas y descubrir el motivo por el alto salario...le cambió la vida. Ahora era uno más, un fiel sirviente, ahora era un esclavo más de ella.

—Mi señora—tocó a la puerta de madera.

—Adelante—respondieron del otro lado.

Entró completamente desnudo, con su pene flácido y encogido mientras su única vestimenta era una pajarita en el cuello más grande que su virilidad. Esmeralda estaba desnuda de cintura para abajo, con su delicioso coño a la vista del muchacho cuyos ojos se fijaron en aquellos labios. Ella se tumbó en la cama con las piernas abiertas mientras le miraba.

—¿Acaso te vas a quedar ahí?—preguntó.

Jason salió de su mundo y se acercó rápidamente mientras se colocaba de rodillas. Enseguida sacó su lengua a paseo lamiendo la vagina de la mujer que comenzó a dar unos pequeños gemidos. Había sido entrenado para ello, para usar su lengua en aquel coño húmedo y su polla empezó a ponerse dura mientras la mujer daba gemidos que resonaban por el cuarto.

Unos minutos más tarde, la chica estaba lista y le ordenó parar. Él se levantó, con la polla apuntando a su vagina. Esmeralda levantó el pie y le dio un fuerte golpe en los huevos haciendo que se arrodillase de dolor mientras se agarraba su entrepierna.

—¡Chicos es la hora!—hizo sonar la campana—¡y tú no te pongas duro sin permiso!.

—Si...mi...reina—el dolor era cada vez peor.

Entraron por la puerta dos hombres grandes, desnudos y con un rabo tan grande que asustaba a cualquier mujer, salvo a Esmeralda. Sus grandes huevos como melones se balanceaban de un lado a otro con los movimientos. En la base del escroto una cuerda que evitaba eyacular. Eran tantos días que sus huevos eran azules, los pobres tenían prohibido correrse.

El más grande de ellos, Jack, se puso sobre Esmeralda e introdujo su polla haciendo gritar a la mujer de placer. Él, comenzó a envestir a su señora dando largas embestidas mientras ella agarraba la espalda. El hombre gemía de placer cada vez que metía y sacaba su pedazo de polla. Jason y el otro miraban la escena.

—Oh si...dame...dame más...—ella aceleró el ritmo de sus caderas mientras envolvía a este.

—Mi señora...estoy...estoy...cerca...—dijo con una cara de gozo.

—¡No!—le empujó sacándolo de la cama y repitió la misma jugada.

Su pie se estrelló con los huevos del pobre hombre que solo le quedó arrodillarse y agradecer a su señora por hacer eso. Esmeralda suspiró de rabia.

—¡Roy a ver tú!—el otro que quedaba se acercó y empezó a follar con ella.

Lo hicieron de todas las posturas posibles, Esmeralda gemía como una perra en celo mientras se agarraba a las sábanas y con una sonrisa. El pobre Roy no sabía cuanto tiempo más iba a poder durar pero estaba claro que no mucho. La mujer lo sabía y aumentó el ritmo, Roy pensó que no iba a cazarle y que finalmente iba a correrse.

—Deja que te la chupe—dijo ella apartándose un poco y agarrando su miembro con ambas manos.

Comenzó a lamer desde la base a la punta de su polla lentamente y en cierto modo, torturando al hombre con los huevos tan llenos que parecían que iban a explotar. Esmeralda se la tragó mientras acariciaba sus bolas y haciendo gemir a Roy. Era el momento, eso es lo que pensó este mientras esbozaba una sonrisa, iba a tirar de la cuerda por atrás para llenarla de leche cuando Esmeralda tomó la punta de la cuerda y tiró hacia abajo haciendo que el hombre soltase un alarido de dolor.

Segundos después, Roy cayó al suelo mientras ella sacaba su polla de la boca. Entre lágrimas se agarraba los huevos mientras miraba a su señora con una sonrisa maliciosa en su rostro. Introduciendo sus dedos en su coño, se masturbó hasta llegar al climax que no le faltaba mucho y salpicó la cara y cuerpo de este como fase de humillación.

—Me voy a duchar, limpiad todo bien—ordenó mientras se iba al cuarto de baño.

Después de obedecer y una vez recuperado algo del dolor, limpiaron entre los tres el desastre del suelo y luego acudieron a la enfermería. Kayla era una mujer algo mayor, pero experta, era una MILF en toda regla, conservaba su cuerpazo, pelo rojo y largo y una bonita sonrisa.

Los tres se tumbaron sobre las camillas mientras eran atendidos por ella, les colocó una bolsa de hielo en los huevos que los hizo estremecerse. Kayla reía al verlos así, sobretodo a Jason quien con el hielo, su pene parecía el de un niño. Durante la revisión de ambos testículos, soportaron un fuerte dolor pero el chequeo demostró que no tenían nada grave. La doctora les ordenó tener que eyacular pero ellos decían que si Esmeralda no lo ordenaba no podían por lo que llamó a la mujer y tras una conversación, les dio su permiso, como ''recompensa'' por su fidelidad.

Con una gran sonrisa comenzaron a masturbarse allí mismo ante las risas de ambas mujeres que hacian toda clase de comentarios. Kayla se desnudó de cintura para arriba dejando sus preciosos pechos al descubierto y haciendo en el aire el movimiento de paja al igual que Esmeralda.

—Venga chicos...¿no queríais correros?—preguntó sensualmente la doctora.

—Si...vamos...soltad la lechita...a ver como descargáis—Esmeralda abría la boca y sacaba su lengua como si fuera a recibirla.

—Oh mi señora, me temo que no son hombres...no pueden ni correrse...tanta polla para nada—Kayla se mostraba decepcionada.

—Pues si...una lástima...

Ambas se besaron y metieron mano mientras se burlaban de sus pollas. Los gemidos fueron en aumento al igual que la pasión de ambas que demostraban su amor. Los chicos agarraban sus firmes pollas sacudiéndolas como monos y sintiendo que por fin iban a correrse. Jason también aunque le bastaba dos dedos para ello por su mini pene.

—¡Venga que si no os corréis en diez segundos Kayla os cortará los huevos y me buscaré otros esclavos!—dijo, aunque lejos de atemorizar, aumentó la excitación.

—Comienzo...diez...nueve...ocho...—ellos siguieron con la presión—siete...seis...cinco...venga que ya llegamos...cuatro...tres...dos...uno...¡cero!—los tres expulsaron tanta leche que todo el suelo de la enfermería se llenó con sus líquidos blancos, sobretodo de ambos hombretones que sintieron un gran alivio y como sus pelotas se vacíaban por completo.

Ellas aplaudieron entre risas y luego se besaron.

—Tres...dos...uno...—dijeron la una a la otra.

Los tres chicos dieron ahora un grito de dolor. Los huevos azules que tantos golpes habían recibido tras correrse pasó a un fuerte dolor. Era una consecuencia en estos casos. Ahora, en la camilla, se agarraban sus huevos mientras pedían más hielo y ayuda a la doctora quien se partía de risa junto a su señora.

—Unos días y estarán como nuevos—dijo Kayla sonriente—y luego repetiremos el proceso.

—Anda, ve y salva sus pelotas—ordenó Esmeralda mientras salía de la enfermería con una sonrisa de oreja a oreja.

Sin duda, había sido excitante.