Ese tiempo no vivido
Tony y Daniel - Segunda Parte.
Ese tiempo no vivido
(Tony y Daniel Segunda parte)
A los que me habéis escrito un poco asustados e incluso enfadados: No, no he matado a nadie de mis personajes ;) (aunque algún día morirán, supongo). Seguid leyendo Gracias sinceras a todos.
1 El despertar
Al abrir los ojos, lo primero que vi fue un bote de suero que colgaba del techo. Me dolía todo el cuerpo: «¡Enfermera, enfermera!».
Vino una señorita muy amable y me puso bien la almohada:
¿Ya has despertado, Tony? me dijo - ¡Qué susto nos has dado a todos! Ahora llamaré al doctor. Tu familia te espera afuera, si te dan permiso y no te mareas, irán pasando a verte.
Miré a mi alrededor. No, no era aquella habitación la que había visto durante tantos años; era otra más grande y más lujosa.
Entró un señor bastante joven y sonriente. Traía la inseparable bata blanca que yo ya no podía soportar y, en su pecho, había una ficha que ponía «Dr. Mill».
¡A ver, Tony! me dijo - ¿Cómo te encuentras?
Bien, bien, doctor le dije -, pero me duele todo.
Me tomó la tensión y el pulso sin hablar nada y guardó luego los aparatos en su bolsillo.
Esto está muy bien ¿eh? me dijo poniendo su mano en mi hombro -. Si de aquí a medio día quitamos esas molestias, ¿te irías a casa?
Sí, sí le dije -, quiero irme a casa.
¡Mira, Tony! me explicó -, a veces no es bueno llevar las fuerzas al límite. Eres un hombre joven y fuerte, pero también tienes límite. Imagino que habrás perdido la consciencia total. No sé ¿Has soñado?
No me parecía un sueño, doctor le dije -, era terriblemente real.
Lo entiendo continuó -. Por lo que me han dicho, y esto nadie tiene por qué saberlo, el sábado por la tarde estuvisteis con unos amigos de juerga. Queríais aprovechar todo el tiempo. Toda aquella tarde y toda la noche, pero hubo que traerte aquí en un estado lamentable. No pudisteis acabar vuestro trabajo, pero ahí tienes también a tu manager muy preocupado por ti y le he oído decir que cobraréis todo. No quiero que te preocupes; ya no hay peligro, pero no me hagas esas barbaridades, que el corazón aguanta hasta cierto punto. Necesitas una semana de descanso como mínimo. Supongo que se anularán dos galas ¿Es una por semana, no?
Sí le aclaré -; casi siempre tocamos de jueves a domingo.
Voy a decir que dejen entrar a tu familia poco a poco, pero si te mareas, haremos un descanso ¿vale?
¡Por favor, doctor! le dije casi en llantos - ¿Están ahí afuera Daniel y Alex? ¡Mi hermano Alex!
Están todos me dijo -; más de los que deberían estar. La enfermera los dejará pasar y controlará que no te pongas muy nervioso.
Gracias, gracias, doctor le dije antes de salir - ¿Sería posible comentar con alguien las ideas que me han venido en el sueño?
¿Quieres que venga el psicólogo? me preguntó muy amable -. Cuando veas a los tuyos le diré que venga. ¡Vamos, ánimo!
2 El reencuentro
Se abrió la puerta y me llegó un perfume conocido:
¡Daniel, Daniel! grité -.
Entró Daniel asustado a verme y me abrazó llorando.
¡Estás bien, estás bien, Tony! me decía -. No ha sido más que un susto.
Me besaba y revolvía mis cabellos y me tomaba las manos. No hacían falta las palabras para expresar nuestro amor.
No quiero abusar del tiempo volvió a besarme -; tienes que ver a más gente. Luego entraremos todos si estás mejor.
Sí, sí, vuelve le dije y te sientas aquí a mi lado hasta que nos vayamos a casa.
Ahora vuelvo, querido le dije -; tienes otra visita que te va a gustar.
Salió de allí y me lanzó un beso. Oí entonces una voz que gritaba: «¡Papá, papá!».
Entró Alex y no pude evitar incorporarme y levantar mis brazos:
¡Ven aquí, tesoro! le dije -, papá ya está bien.
Se subió a la cama y me tomó la cara entre sus manos.
Te hemos esperado mucho tiempo me dijo -, pero Daniel ha cuidado de mis cosas y Manu ha ido a vernos y a dormir con nosotros. (¡Ah, mira que bien!, pensé). Ya te vas a venir a casa y quiero que hagamos nuestro juego secreto.
Bueno, Alex le dije -, me ha dicho el médico que debo descansar por lo menos una semana, pero en cuanto pase, jugaremos a lo que tú quieras.
Se echó a mi lado en la cama y estuvo mucho tiempo sin hablar acariciando mis mejillas. Volví a oler esa mezcla de especias que desprendía su cuerpo y supe que estaba despierto.
Ten cuidado con estos tubos de plástico le dije -, no te enganches en ellos.
¿Y esos tubos para que son? preguntó -. ¡Están metidos en tu brazo!
Es como si me dieran de comer por ahí le dije -; este líquido blanco es alimento.
¿Y por qué no comemos todos por ahí? dijo extrañado -; no me gusta tener que masticar.
Me arrancó mi primera sonrisa. Lo besé con todo mi amor y le dije que dejase pasar a alguien más
Oye, Alex le dije susurrando - ¿Quién más hay ahí afuera?
¡Ufff, papá! agitó la mano -, mucha gente. Están Fernando y Ramón, está Manu Ufff ¡Muchos! La única mujer es la madre de Ramón.
Somos una familia de hombres le dije sonriendo y tú eres mi hombrecito.
Pasaron luego Fernando y luego Ramón y Manu, que me dijo una frase que me dejó perplejo: «¡Mi guapísimo y amado Tony! Una de esas personas que uno no encuentra tan fácilmente en su vida».
Volvió la enfermera, repasó el tubo del bote de suero me dijo algunas cosas agradables y me inyectó algo para el dolor.
Dejaré ahora entrar a tu familia, Tony me dijo -, pero si te mareas o algo, pulsa este timbre sin decir nada ¿Vale?
Se abrió la puerta y entraron primero Daniel y Alex de la mano; venían detrás Fernando y Ramón con Andrés; y Manu se quedó un poco apartado con la madre de Ramón; me pareció que contenía las lágrimas.
Papá se vendrá hoy a casa le dijo Alex a Daniel muy feliz -. Ya está bien.
3 El descanso
Te necesito, Tony dijo Daniel a mi lado en la cama -, te deseo más que nunca. No sé cómo voy a aguantar tantos días.
Ni yo le confesé -, pero siempre pasa el tiempo. Tengo miedo a que se me repita una cosa tan extraña. Abrázame. Tenerte en mis brazos no creo que sea malo, pero debemos dejar otras cosas para más adelante. ¿Y el niño?
Es un encanto de criatura me miró sonriente -. Cuando ha oído que debes descansar, él mismo se ha ido a la nueva litera que he puesto allí. Fernando está abajo con Andrés.
Contuve la risa. Me imaginé que Andrés, al ver esos ojos tan verdes y ese cuerpo tan bonito, no iba a poder aguantar ciertas tentaciones.
Abrazado a mi compañero amado y acariciándolo, noté que aún me funcionaban ciertas partes del cuerpo y bajé mi brazo para comprobar que también le funcionaban a Daniel.
¡Deja eso! susurró Daniel -, que debemos descansar.
Daniel, precioso le dije -, quiero que me cuentes todo tal como ha pasado y contarte lo que se supone he soñado. He vivido una experiencia muy triste, brutal y horrorosa.
No importa me respondió -, estás bien, pero si quieres saberlo todo, yo te lo diré y si quieres que yo sepa lo que ha pasado por tu cabeza, yo te oiré.
Por favor, amor le rogué -, déjame acariciarte despacio. No haré esfuerzos. Te lo prometo.
No hubo respuesta, sino que miró al techo, bajó la sábana y tiró de sus calzoncillos.
Comencé una caricia suave. Estaba tocando otra vez lo que más deseaba tener en mis manos. La caricia suave no era ejercicio alguno, pero Daniel se volvió hacia mí a besarme. Debería estar sintiendo mucho placer.
Córrete, amor mío, córrete sobre mí. ¡Vamos! Empápame de ti. Lléname de tu leche y de tu olor. Necesito saber que otra vez estoy contigo.
Se lo voy a decir al médico me besó largamente -. Nos estamos saltando sus normas.
Bajó su brazo y tiró de mis calzoncillos y comenzó a acariciármela sin prisas.
Fue una paja un poco larga y ralentizada, pero acabamos los dos llenos de semen por todos lados; las sábanas también.
No te muevas, amor me dijo -, voy a por pañuelos para secarnos.
No, no le dije -, no te muevas tú. Deja eso donde está hasta mañana.
Y así, empapados en semen, abrazados y mirándonos sonrientes, nos quedamos dormidos.