Ese oscuro objeto de deseo

Todos tenemos uno.

ESE OSCURO OBJETO DE DESEO

Todos, de un modo ú otro, tenemos un oscuro objeto de deseo, un hombre ó una mujer que suscitará las fantasías más salvajes y pervertidas, que despertará los instintos más animales en nuestro interior. La mayoría de las veces nunca podrá tenerse a esa persona, con lo que solo quedará contentarse con la fantasía y el deseo de "lo que pudo ser y no fue". Yo también tengo una persona así: su nombre, Mónica.

Conocí a Mónica hace seis años, por medio de José Fernando, uno de mis mejores amigos. En aquel entonces ella contaba 15 años, y ya era una de las chicas más guapas y atractivas que he conocido. De 1’70 de alto, más ó menos; pelo castaño claro, largo; frente despejada; ojos castaños, brillantes; labios rosados, ligeramente finos; una expresión de inocencia cuando no sonreía, y de alegría desbordante cuando lo hacía; cintura estrecha, casi de avispa; buenas caderas, sin exagerar; un culo firme y respingón; un buen pecho que casi iba a explotarle de la ropa ajustada que llevaba; piernas torneadas; pies y manos finos y pequeños, sin destacar, y una piel una pizca más blanca de lo normal. Espero que con esto os hayáis hecho una idea de cómo es físicamente. Ya había conocido chicas realmente esculturales y muy excitantes, pero Mónica se llevó la palma. Lo mejor era verla bailar, ya que José Fernando y ella ensayaban un baile para luego ir a las verbenas y ganarse un dinerito exhibiéndose. José Fernando llevaba la voz cantante y Mónica, detrás de él, era la jefa del coro. Eran cinco chicas de 11 ó 12 años(sin contar a Mónica), y evidentemente, por ser mayor, Mónica mandaba. Por cierto, que el baile que hacían era una copia del "Salomé" de Chayanne.

Con el paso del tiempo entablé amistad con Mónica y era una chica no sólo preciosa si no también muy simpática y agradable. Una de esas chicas de las que sabes que podría tener a cualquier hombre con solo chasquear los dedos, pero también de las que más exigen, que solo aceptan a unos pocos escogidos(y sabía como sé que yo no cumplo sus requisitos para poder tenerla). Cuanto más la miraba más la deseaba. Sus facciones virginales eran irresistibles, su cuerpo en crecimiento excitaba mis sentidos como ninguna otra lo hacía. No tardó en convertirse en la reina de mis fantasías, tanto si estaba delante de ella como si no, de día ó de noche, a cualquier hora, gozaba de fantasear con Mónica cabalgando entre mis piernas. En ellas la arrinconaba contra la pared, le levantaba la falda para hurgarla, me comía su coñito rico durante un buen tiempo hasta quedar saciado y luego me dedicaba a penetrarla por horas y horas, sintiendo mi polla estrujada entre sus labios vaginales. Luego me disfrutaba su culo a base de cachetes bien dados y una buena penetración anal hasta casi meter los huevos. Podía pasarme horas enteras fantaseando con ella.

Con el paso del tiempo vi como se fue haciendo mujer. Uno de los signos más destacados era que, aparte de que le creció un poco más el pecho, sus caderas se hicieron más prominentes y los muslos de su entrepierna, antes unidos y cerrados como un muro, que impedía incluso que pasara la luz, comenzaron a abrirse poco a poco. Un día que la vi me di cuenta de cómo podía cruzar la vista a través de la entrepierna al otro lado y supe perfectamente que de virgen solo le quedaba el recuerdo. Al poco tiempo me enteré de que se había echado un novio y solo hizo faltar sumar dos y dos para saber que pasaba, pero no pude si no sorprenderme cuando vi el novio que se había echado: un tío unos 3 ó 4 años mayor que ella que la trataba como a la escoria, y alguna vez la vi salir llorando ó incluso como la pegaba. En otra ocasión que estaba hablando con ella apoyados en un pequeño muro, él fue por detrás y delante mía se abalanzó sobre ella y le cogió un pecho. Fue patente para mí que era un imbécil. A pesar de eso aguantó como dos años con él. Al margen del amor que pudiera haber entre ellos, todos sabíamos que si seguían juntos era porqué él debía follarla a base de bien.

Desde entonces su entrepierna, sus muslos cada vez más separados fueron presa de mis sentidos y de mis deseos. En una ocasión me crucé con ella e iba de pantalón y camiseta negra, ¡e iba empitonada!. Sus pezones se remarcaban con fuerza por encima de su camiseta y casi sentí que los tenía en la boca. En innumerables ocasiones me dije que si yo fuera su padre, cometería incesto todas las noches. Y su culo…madre del amor hermoso que culo, que bien se marcaba. Estuve punto de decirle "que no me entere yo que ese culo pasa hambre", pero sé que la hubiera escandalizado. No soy de esos que van diciendo esa clase de cosas para buscar una con quien pasar un buen rato, y ella lo sabía. Me contuve, pero su modelito negro es algo difícil de olvidar. Aquello era como una carretera de montañas: todo curvas, curvas y más curvas. Y como no esa entrepierna separada que casi me pedía a gritos que me la disfrutase toda.

En otra ocasión, en el pequeño muro donde estábamos la otra vez, y que era el límite de un patio de vecinos donde los amigos nos reuníamos, la vi pasar con un pantalón marrón de rayas y un top amarillo, apretado a más no poder. Las tetas iban a salírsele, pensé que realmente aquello reventaría, y ojalá lo hubiera hecho. Y que culo le marcaba el pantalón. Cuando cruzó el muro del patio a la acera de fuera, lo hizo sacando una pierna y luego la otra, de espaldas a mí, y pude ver ese mini tanga que debía estar violándola en ese instante. Creo que pocas veces he estado tan convencido de que el pantalón iba a reventarme de lo empalmado que estaba. No lo hizo, pero de haberlo hecho hubiera ido a por ella y me la hubiera cepillado allí mismo, ya fuera violación o no. Con ella me vale todo para poder gozármela.

En la época que estaba con el impresentable de novio, un amigo mío la vio salir del portal de él, e irónico le preguntó "¿Qué, hace calor?". Ella preguntó, "¿por qué lo dices?", y él, entre risas, respondió: "No, por nada, es solo que como tienes la cara roja…". Ella se asustó un poco y en voz baja le dijo "¿Se me nota mucho?". Al contármelo me deleité pensando en esa carita roja de placer, en su boca abierta gimiendo mientras se la follaban y en como su cuerpo recibía los empujes de una verga que la penetraba. Luego pensé en como sería en las discotecas y prácticamente podía verla de hombre en hombre rozándose contra ellos para calentarlos y luego ir uno a uno dejándose montar. No cabía duda de que era una golfilla buscando placer por placer, y así me la imaginaba. Aún así los dos seguimos buenos amigos y ella no sabe nada de lo mucho que me excita y me incita a comer un delito.

Cuando pensaba en ella he seguido imaginándomela atrapada entre el muro y yo, con sus piernas abiertas, con sus pezones erectos, bamboleándose, recibiendo mi verga una y otra vez y pidiendo más. Me la he imaginado con esos labios de fresa mamando como una profesional y tragándose toda mi leche. También fantaseé con la idea de entrar en su casa a hurtadillas, ir a su habitación y hacerle el amor toda la noche, ó violarla si se resiste. Me imaginé rompiéndole el tanga y devorando esa vulva mojada hasta dejarla reseca de tanto chupar y disfrutando del sonido que hacen los muelles de su colchón al compás de mis penetradas que le daría en su rico culo hasta dejárselo como la bandera de Japón. Así es, lectores, con ésta yo haría de todo, incluso sería capaz de buscar un animal que la follara, caballo ó perro, da igual con tal de verla abierta de piernas, además seguro que le gustaría la experiencia. Dicho sea de paso, ella tenía un perro pequeño, negro, y no son pocas las veces que me imaginé a ese cánido haciendo disfrutar a su ama con lengua rasposa en su cuca y luego esa enrojecida tranca animal perforando sus entrañas hasta que ella acaba corriéndose como la perra que es. Y estoy seguro de que luego dejaría que su amado perro probara su delicado ano que se lo destrozara y quedasen abotonados. Solo ella consigue desatar mi lado perverso hasta ese punto, y puede que más aún. Nunca he sabido si con ella mi fantasía tenía límites. Por supuesto también la imaginé montándoselo en un show lésbico con alguna de sus amigas, comiéndose una a la otra hasta gritar de placer. En mis fantasías Mónica da para todo.

Y hace como dos meses, ocurrió el milagro: un fin de semana me la encontré y ella estaba algo alegre(debido a que estaba un poco ebria). En su estado, sus amigas se desentendieron de ella ya que no querían llevarla a su casa para no perderse la diversión y me tocó a mí la faena, ante lo cual maldije mi suerte. Pero ella comenzó a ponerse cariñosa, y aunque resistí todo lo que pude ya que no quería aprovecharme de aquella situación, al final ella me ganó la partida. Antes de darme cuenta me encontraba desnudo, sentado a los pies de una gran cama, en una habitación grande. En la pared de la cabecera de la cama había grandes ventanales con cortinas de color sepia, y hacía mucho calor. Mónica salió del baño, y vino desnuda hacia mí, contoneando sus caderas, con su boca ligeramente entreabierta, con sus pechos apuntándome directamente. Casi podía sentirlos en mi boca.

-Mónica, estás buenísima. Quiero follarte hasta el agotamiento.

-¿Te gusta mi cuerpo?, ¿me deseas?.

-Sí, te deseo. Deseo comerme ese coñito tuyo y esas tetas que tienes.

Al llegar a mi se sentó en mi regazo, me rodeó con sus brazos y metió mi cabeza entre sus pechos. Le lamí el canalillo y pasé mi lengua por sus firmes y sensacionales pechos hasta llegar a sus rosados pezones y mamar de ellos con pasión arrolladora. Los gemidos que salían de su boca me enloquecieron. Sus manos en mi nuca me apretaron contra ellas, y las mías recorrieron su cuerpo y lo exploraron con paciencia. Bajé de su espalda a su culo y lo agarré con fuerza. Le di cachetes para sentir como sus nalgas se tambaleaban y escuchar lo bien que sonaban.

-Uuuummmmmmm…me gusta como me das cachetes…me pones a mil

-Ya estoy muy muy cachondo. Quiero probar esa cuca tan rica que tienes

-Ya se nota-dijo palpando mi polla-. Pues venga, vamos allá...

Mónica me echó en la cama boca arriba y entonces se sentó sobre mi cara, con las piernas abiertas. Haciendo un pequeño esfuerzo, llegué hasta sus labios vaginales y los fui abriendo lentamente a base de lametones, consiguiendo penetrarla con mi lengua. Sus jadeos ya resonaban por todo el dormitorio y goloso me bebí el sabor de su excitación. Noté como su cuerpo temblaba ante mis caricias. Mis dedos jugaron con sus pezones y me gustó ver lo duros que están, ver su vientre liso y sus labios remojándose de gusto. La acaricié por todo su cuerpo y sentí su tersura, su piel contra la mía y el olor que emanaba su cuerpo. Todos mis sentidos estaban al máximo.

-Aaaaaah aaaaaaahh AAAAAAAAAAHHHH-gritó salvajemente in crescendo -…cómeme el coñito…cómemelo más…..aaaaaaaaah aaaaaaaaah

-Menudo chochito tienes….esto es alimento de dioses…quiero comerlo todo

-Sigue sigueeeeeeeee…oooooooohhhh…uuuuuuuummm-se relamió-…que maravilla…uffff…tengo hambre…tengo hambre de polla

En un impulso brutal Mónica se salió de mi cara y se agarró a mi tranca como una mona de la selva a la liana. Sin decirme nada empezó a mamármela como una loba. Me incorporé para verla chupando y sonreí pícaramente viéndola con mi polla en su boca, me satisfacía ver como su cabeza bajaba y subía una y otra vez para chupármelo todo. Que riada de sensaciones me producía, era impresionante. Cada mamada era una enorme corriente eléctrica que me iba desde mi polla hasta mi cabeza pasando por mi espalda. Y como mamaba: Mónica era la diosa de las felaciones, que arte tenía para mamar la muy perra. Sus labios de rubí chupaban con mimo y cariño todo mi miembro erecto, su lengua se enroscaba como una serpiente de una rama y su boca cálida se llenaba de polla. Me masajeó los huevos como una experta, me acarició y metió un dedo en mi boca para que se lo lamiera. Por mis gemidos supo que me faltaba poco para correrme y dejó de mamar.

-¿Quieres follarme?.

-Sí. Quiero metértela hasta el fondo. Quiero penetrarte.

Se sentó sobre mi regazo de nuevo, se incorporó un poco, y volvió a sentarse con mi polla bien acogida en sus entrañas. Emitió un largo suspiro que mis labios apagaron, y acomodados, comenzamos a movernos. Ella rodeó mi cintura con sus piernas, y con mis manos en su culo la sostuve para hacerla subir y bajar. Me la comencé a follar y no tardé en echarla en la cama para ponerme encima y enterrarla entre la cama y yo. Cuando la tuve en buena posición, con mis brazos por su espalda y mis manos en sus hombros, empecé literalmente a partirla en dos a cada bombeo, a penetrarla cuanto más duro mejor, a disfrutar de su cuerpo. No tardamos en comenzar a sudar del frenesí que estábamos alcanzando. La boca de Mónica gemía en cada movimiento que hacíamos. El calor era ardiente, literalmente abrasador. Pensé que íbamos a fundirnos.

-Iván…¡¡Iváaaaaaaaaan!!...fóllame Iván…fóllame viva…si paras te mato

Emití un gruñido, que vino a decir que antes morir que dejarla. Busqué su boca con desesperación y la besé apasionadamente. Estaba fuera de mí mismo. Estaba echando el mejor polvo de mi vida. Entre besos y acometidas, sentí el inminente advenimiento de nuestro ansiado orgasmo. Mónica me clavó las uñas en las espalda y gemí entre dientes de dolor. Me rodeó con su cuerpo, me atrapó entre sus brazos y sus piernas y me incitaba a seguir penetrándola. Mi mente estaba ida hacía rato y solo podía seguir martilleando como una bestia salvaje.

-Ya viene…me viene Iváaaaaaaaaaan…síiiiiiiiiii…córrete…córrete amor mío…fóllameeeeeeeee…aaaaaaah aaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahhhh

-Me corro Mónica…me corro…AAAAH AAAAAH AAAAHHH…YAAAA ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!...

-YO TAMBIÉN…ME CORRO….YAAAAAAAARRRRGGGGGGGHH

Con las últimas penetradas ambos gozamos como esquizofrénicos y nos cogimos de la mano mientras las olas gigantes fruto de nuestro orgasmo nos arrasaban. Al caer agotados en la cama nos estuvimos besando y abrazando. Verme rodeado por su cuerpo, literalmente cubierto entre caricias, me hizo la persona más dichosa sobre la faz de la tierra. No dejábamos de mirarnos con ojillos tiernos y acariciarnos como si fuésemos enamorados. Besé sus mejillas, sus labios, su nariz, acaricié sus hombros y me apreté contra ella todo lo que pude. Descansamos un buen rato y más tarde me dejó probar su culo, poniéndose a cuatro patas. En aquella postura la agarré fuerte de las tetas y la enculé durante largo tiempo, disfrutando de cada contoneo dentro de ella, de cada palmada que sonaba al chocar sus nalgas en mis caderas, hasta acabar gozando una vez más, solo que esta vez no eyaculé en su culito si no en su boca, para que probase mi leche. Me parecía una actriz porno en ese momento, tragándose semen como si estuviese totalmente sedienta. Luego me dormí en sus brazos, con una amplia sonrisa de felicidad en el rostro. Mi gran sueño se había hecho realidad.

A la mañana siguiente, desperté antes que ella y la vi abrazada a mí, con expresión tranquila. Aunque me dolió, tenía que irme de allí, así que, tras estar unos últimos momentos disfrutando su abrazo, me salí de ella lentamente, me vestí con rapidez y me fui sin hacer grandes ruidos. Confiando en que su estado de embriaguez le impidiese recordar lo ocurrido, me marché, llevándome un recuerdo: su tanga. Si ella recordaba, solo conseguiría romper una amistad y perderla, y eso no lo deseaba. Por lo menos pude tenerla durante una noche, y con eso tendrá que bastar. Afortunadamente Mónica jamás me preguntó por lo ocurrido ese sábado por la noche al día siguiente ni después, y eso que hemos hablado muchas veces. Todo sigue igual a excepción del recuerdo de esa noche, donde pude consumar mis largamente añoradas fantasías con la chica más excitante que jamás conocí, con ese oscuro objeto de deseo, que consigue provocarme como ninguna otra lo hace….