Ese día en Managua
Lo que le sucedió a una amiga...
Ese día en Managua
Hola cachondísimos amigos, para los que no me conocen me presentaré de nuevo. Mi nombre es Norma Lidia, tengo 18 años y vivo en el Estado de México. Soy una chica de muy buen ver, delgada pero mis piernas son un poco gorditas, nalgoncita, y mis pechos no son muy grandes pero tampoco son muy pequeños. Soy blanca, de ojos un poco chicos color miel, mi boca es un poco grande y de labios gruesos, mido 1.68m y peso 61k.
La siguiente historia no es directamente mía, pero si de una buena amiga quién sabe lo mucho que me encantan las aventuras en lugares públicos. Me la platicó por MSN y juntas le dimos forma y he aquí el resultado; por cierto, ¿tú ya me escribiste?, pues aún no he recibido nada tuyo. Tal vez entre las dos, podamos crear algo cachondo y excitante, vamos, escríbeme hoy mismo, te estaré esperando.
El día se iba a presentar bastante frío, lo auguraba la ventisca hasta cierto punto fuerte que se estaba presentando, por lo que decidí llevarme el capote largo (impermeable) por si llovía; la travesía desde mi pueblo al colegio se hacía en 1:20h aproximadamente y por lo agradable del clima me imaginé un viaje placentero, por lo menos hacia el colegio, cosa que así ocurrió.
Las clases fueron lo de siempre, algo bueno y nuevo que aprender, con el inconveniente que teníamos que hacer esfuerzos para escuchar porque ya había empezado a llover y la lluvia era torrencial. Estaba preocupada porque el aguacero se estaba prolongando por una hora más de mi horario de salida. Olvidaba decirles que estudio en Managua y viajo desde el sur hasta mi colegio diariamente. Estudio en el horario de la tarde por lo que estaba preocupada porque se me iba a hacer de noche incluso antes tomar el autobús hacia mi pueblo.
Había olvidado decirles que soy una chica de tez blanca, (dorada por el intenso sol que hay en este país), de aproximadamente 1.60m de estatura, pechos duros generosamente proporcionados y todavía no me los habían mamado, mucho menos acariciado y menos aún chupado; un trasero bastante grande y redondito, de nalgas duras y aterciopeladas. Este día traía la falda un poco más corta de costumbre pues a veces me sentía complacida cuando los hombres buscaban desesperadamente cómo mirar por debajo y me gustaba hacerlos sufrir y de vez en cuando los dejaba ver mi tanga con disimulo
Llegué a la terminal un poco tarde por lo que todos los asientos del autobús, estaban ocupados así que me fui hasta la parte de atrás detrás de la última fila de asientos y me apoyé con mi hombro izquierdo en la ventanilla a la vez que sostenía todos mis libros mientras con mi mano derecha y me agarraba del alto respaldar del asiento por cierto, me llegaba hasta el pecho. Arrancó el autobús sin ninguna novedad y enfiló hacia la carretera donde a los pocos minutos nos encontramos al otro camión que había salido con anterioridad a nosotros y se encontraba averiado.
Muchos pasajeros abordaron el vehículo en el que viajaba pues era el último de ese día; la ligera comodidad con la que estaba viajando aún de pie se terminó, pues el automotor se llenó completamente hasta estar bastante apretujados. Para mi desgracia (o para mi suerte), a mi derecha quedó un hombre como de unos 35 años, alto y de cuerpo bien formado; no pude ver la persona que quedó atrás de mí porque las luces del vehículo se apagaron, dizque para ahorro de combustible.
El que estaba atrás, apenas me rozaba de vez en cuando, aprovechando los movimientos del vehículo; movimiento que el sujeto que estaba a mi derecha aprovechó para agarrase de la ventanilla con la mano izquierda pasándola detrás de mí a la altura de mis omóplatos. En otro movimiento de bus y se pegó completamente a mí; con su cadera izquierda rozaba mi flanco derecho, y en otro movimiento, él ligeramente ladeó su pierna izquierda hacia atrás Aquí es donde empiezan los problemas, pues al hacer esta maniobra que yo pensé en un principio era casualidad, sospeché que era intencional; la parte frontal de su pierna quedó apretando la cuarta parte del cachete izquierdo de mi nalga y sentía que hacía una presión tenue contra mi nalguita.
Al darme cuenta de esto me provocó una extraña sensación en todo mi cuerpo, concentrándose principalmente en mi entrepierna y se manifestaba en un hormigueo indescriptiblemente delicioso; era algo que nunca lo había sentido. Otro movimiento y una protuberancia a la altura del bolsillo izquierdo de su pantalón, hace contacto con el costado derecho de mi nalga; y aunque piensen que soy tonta, no sabía lo que era. Tuve intenciones de tomar distancia pero la curiosidad y la agradable sensación que me causaba ese objeto lo impidió, y más bien me pegué más al respaldar del asiento para hacerle espacio al sujeto, cosa que captó de inmediato
De pronto sentí todo ese inmenso bulto apretándome toda mi nalga derecha, sentí un calor intenso en mi cosita y una ligera humedad la estaba invadiendo, mientras los labios de ahí, se estaban hinchando deliciosamente. El sujeto se deslizó más hacia la izquierda, quedando esa cosa grande que tenía entre las piernas en medio de mis dos cachetes y malévolamente presionó fuertemente su aparato contra el canal que formaban mis nalgas, hasta que sentí en mi propio culito, la presión del inmenso bulto, como queriendo entrar ahí sin importarle la ropa. Un estremecimiento se apoderó de mí, y de mi vagina que en ese momento emanó tibios líquidos.
Las piernas me temblaban, pero quería seguir. El tipo bajó la mano que tenía sobre la ventanilla hasta la altura de mi cintura, acción que no protesté, más bien le dejé hacer y rápidamente empezó a bajar su mano ejerciendo una fuerte presión sobre mi cadera. Apretó mi nalga, me jaló hacia su pene y al sentir el jalón, levanté mi culito para sentir aún mejor la cabeza de su chile en mi chiquito. Siguió bajando su mano hasta el borde de mi falda, bajó un poco más hasta agarrarme con toda la palma de su mano mi muslo izquierdo y empezó a subirla, pero esta vez por sobre la piel desnuda de mi muslo.
Aquello era una delicia indescriptible mi cosita ya estaba toda empapada a tal punto que mi tanga ya no podía retener la humedad y mis líquidos corrían ligeramente por mis muslos. Sentí como su mano al tener contacto con la humedad que bañaba mis muslos, resbalaba con más suavidad y delicadeza hacia arriba, hacia el tesoro que nadie había tocado y que ese desconocido estaba a punto desentrañar Aquella mano se me antojaba cálida, grande y deliciosa; abrí un poco más las piernas para facilitar el camino hacia mi, ya inflamado y caliente sexo; cuando de pronto:
¡Ohhh!...
Un dedo había llegado a mis labios vaginales e hizo presión en medio de ellos. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, la piel se me puso de gallina, y sentí que un delicioso mareo se apodera de mí; se me aflojaron las rodillas, una sacudida involuntaria de mis caderas restregándome aún más fuerte sobre la mano del desconocido me hizo saber que había experimentado el primer orgasmo de mi vida; pero afortunadamente, aquello no terminaba ahí, pues el individuo siguió restregando su mano sobre todo mi sexo.
Después, sin dejar de tocarme los labios vaginales con el costado exterior de su dedo índice y con la palma de su mano acariciándome el muslo; me atrajo más hacía él, para aspirar mi aroma juvenil que emanaba de mi cuerpo, de mi cabello, de mi ser Le facilité las cosas aún más, y con el dedo índice que tenía en la mitad de mi raja, jaló hacia mi muslo como quien quiere hacer trompetillas buscó la orilla de mi tanga e iba metiéndome habilidosamente su dedo entre mi tanga y la carne viva y ardiente de mi chocho, que estaba totalmente empapado de la corrida que acababa de darme apenas unos segundos antes.
Esto facilitó al travieso dedo llegar hasta mi palpitante papaya, ya sin la intervención de la tela de mi tanga, moviéndose hacia mi otro muslo pero sin soltar mi rajita; sentí cómo cuatro dedos se apoderaban de mi cueva haciendo a un lado mi tanga De pronto sentí cómo el dedo gordo de esa mano se acomodaba en el canal de mis nalgas, apretando fuertemente mi ano como queriendo entrar. El placer era inconmensurable, aquella mano moviéndose por encima de mi chocho acariciando mis vellos púbicos me tenía al cien; de pronto dos dedos de esa mano se separaban entre sí con la marcada intención de abrir mis labios vaginales. ¡Qué rica sensación; ay, ayay!...
Nunca me había atrevido yo misma a separar mis labios y ese extraño lo estaba haciendo, ¡y qué delicia!... Si hubiera sabido eso antes, sólo haciendo eso, me la hubiera pasado practicándolo en mis ratos libres y no tan libres y, ¡ay!... ¡Oh!... ¡Qué delicia!... Un dedo avanzó hacia la parte interior de mi cuerpo y se movía algo agitado de un lado a otro, de dentro hacia fuera pero sin salir de mí. Me retuerzo de placer, y de pronto el dedo se detiene al encontrar una barrera dentro de mí, empuja un poco y un ligero dolor me hace reaccionar. ¡Soy virgen, soy una muchacha decente; qué estoy haciendo!...
Con un movimiento inesperado, me aparté de esa mano intrusa, aunque por lo lleno que iba el vehículo, no pude poner mucha distancia entre el individuo y yo. Me acomodé como pude mi tanga, tapándome mi mal educado bizcochito que pedía más, en especial, una deliciosa verga, pero que no se la podía dar Por un momento creí que el individuo me dejaría tranquila, pues pasaron unos cuantos segundos antes de que me tomara por la piel desnuda de mi muslo, subiera su mano hasta la altura de mi tanga, llegando con sus dedos a tocar apenas los vellos de mi monte, y por encima de la tela de la tanga presionó y me jaló hacia atrás encajándome su deliciosa estaca entre mis nalgotas con algo de violencia y restregármela fuertemente ¡El muy descarado la tenía súper parada, aún dentro del pantalón, pero podía sentir los pinchazos en mis nalgas con ella!...
Mi vagina palpitó pero yo a como pude me moví hacia un lado sacándome su estaca de entre mis nalgas, pero pasando su dureza por todo mi cachete izquierdo con mucha presión. Él se movió tratando de colocar nuevamente su tranca en la posición anterior y yo huí moviéndome hacia el otro extremo; además que no podía pedir ayuda porque en parte yo misma había causado esto, además mi chochito estaba de necio queriendo ser tocado sin importarle el lugar ni los prejuicios. Deseaba que se la sacara del pantalón y me diera con ella.
Bajé mi mano para con ella tratar de empujarlo hacia atrás, apartándolo de mí pero el muchacho, tomó mi mano, la hizo a un lado y colocó otra vez su aparato contra mí ya desesperado culito, y otra vez me retiró y metí mi mano de por medio tratando de apartarlo. Otra vez el tipejo tomó mi mano pero esta vez de mi muñeca y la guió hasta el bulto que se formaba a la altura de sus ingles; yo me resistía pero la fuerza era demasiada y logró que mi mano se posara sobre su estaca y al sentir el contacto de aquel bulto tan duro como un riel, me hizo estremecer. Mi sexo dio un sobresalto como si lo hubieran tocado a él con una descarga eléctrica, y empecé a perder fuerza para resistir y tratar de alejarme del contacto con aquel enorme bulto.
Él, al notar que ya casi no ponía resistencia empezó a abrirme la mano de forma que la palma tocara por encima de su bragueta y luego poniendo toda su mano sobre la mía que estaba posada sobre su tranca hizo que la cerrara; sentí todo el grosor de aquel instrumento largo grueso y caliente, me quedé quieta sin retirar mi mano, entonces él me la movió haciendo que recorriera aquel aparato por toda su largura, de arriba hacia abajo, luego de abajo hacia arriba y capté que quería que siguiera con ese movimiento y así lo hice. De veras que me sentía muy puta, a pesar de lo recatada que siempre había sido
Después sentí cómo abría la cremallera de su pantalón tomó mi mano nuevamente la acomodaba dentro de su pantalón no llevaba calzoncillos por lo que sentí la mata de pelos que adornaban el nacimiento de aquella hermosa tranca, estaba vencida Hurgué yo misma por dentro de aquel nuevo lugar al cual nunca había tenido acceso y lo estaba disfrutando como una loca, pues empecé a agitarla con violencia. De repente se retiró dejándome sin aliento, busqué con mi mano aquel instrumento nuevamente y me lo negaba; busqué contactarlo con mis nalgas y nada, no era posible que fuera a dejarme así, si ya había aceptado acariciar aquel garrote delicioso, pero nada
Me acordé de las famosas frases de una tía: «La pruebas y chingaste a tu madre porque jamás podrás vivir sin ella», y eso era exactamente lo que me estaba pasando, con esa verga Gracias a que seguía lloviendo y toda la gente quería estar apretujada por el frío, nuestras acciones pasaban desapercibidas; el runrún del autobús devorando el camino, adormilaba a la mayoría de los viajeros.
Este hombre jugaba conmigo, al gato y al ratón; se retiraba y yo buscaba, estaba a punto de gritarle que permitiera seguirle meneando su aparato cuando nuevamente me tomó del muslo, se repegó detrás de mí muy fuerte y qué alivio fue sentir aquélla enormidad separando mis nalgas para estrujarme mi ansioso culo. Subió su mano hasta el borde superior de mi tanga, agarró el elástico con un dedo y empezó a bajarla hasta mitad de mi nalga, luego lo hizo con el otro extremo para emparejarla luego en el punto de inicio hasta donde empiezan mis muslos y así sucesivamente hasta dejármelas a medio muslo, como a seis dedos de mis rodillas. Con ambas manos me acariciaba en círculos largos mis nalgas; ¡ay qué delicia!... Se retiró un poquito, sólo por unos segundos, enseguida sentí como algo romo caliente y palpitante se abría paso entre el canal de mi culo, era su garrote
¡Qué sensación tan placentera!... Miré a mi alrededor a ver si alguien nos observaba, pero nadie se había percatado de nada por la oscuridad del vehículo y por lo apretado que íbamos. Pero por si las moscas, tomé mi capote y con mi mano derecha lo presioné contra el respaldar del asiento y lo posé sobre mi hombro derecho tratando de tapar como con una cortina lo que estaba sucediendo; él inmediatamente captó la idea y agarró el capote de mi hombro y lo colocó sobre el suyo quedó en forma de cortina tapándonos a los dos. Acto seguido y con la protección del capote subí mi falda hasta la cintura, de veras que estaba hecha una auténtica puta.
Me tomó por la cintura con ambas manos y encaminó su verga por entre mis nalgas haciéndola hasta rechinar entre ellas, llegando de inmediato a mi orificio anal. La humedad que salía de aquel aparato la podía sentir pero era poca para dejarlo resbalar con facilidad entre mis pompas, pero qué genialidad de hombre. Se agachó un poco para con la cabeza de su cosa, recogiendo mi humedad vaginal y restregándome la cabezota de su aparato entre todo el canal que forman mis nalgas; ahora sí se deslizó con soltura de arriba abajo y viceversa una y otra vez.
Sentí como ahora, la verga se concentraba en mi hoyito y empujaba fuerte queriendo entrar, pero éste se resbalaba hacia abajo por lo que me empiné lo más que pude para facilitarle las cosas. ¡Qué decepción, siempre se resbalaba y mi culito estaba que palpitaba por tener esa enorme vergota atravesándolo!... Una súper idea iluminó mi cerebro y la llevé acabo inmediatamente. Con mis libros hice dos bultos en el suelo como de cinco pulgadas de alto cada uno, los dejé lo bastante separados el uno del otro para tener las piernas bien abiertas; y obviamente que durante esta maniobra, me agaché sin flexionar las rodillas, exhibiendo mi redondo y abultado culo al desconocido ese que de inmediato restregó su tieso garrote a mis carnosas nalgas y me las apretó como se le dio la gana.
Me sentía trastornada por la calentura, ya no aguantaba y me urgía tenía su baboso arpón cobijado por mi ano. Así que me subí en mis libros, y mis nalgas quedaron a la altura del chilote bien pelado que tanto deseaba tener dentro de mí. Apoyé mis pechos en el respaldar del asiento, levanté mis nalguitas y con la mano izquierda separaba mi nalga izquierda para dar mejor acceso a mi agujero trasero, mientras él con su mano derecha separaba mi otra nalga y un dedo de su mano izquierda lo humedeció con saliva lo colocó en mi ano.
Empezó a empujar, yo apreté el culo por instinto pero siguió empujando. Un ligero dolor se hizo presente pero no importaba, valía la pena todo el placer que estaba sintiendo. De repente sentí la puntita del dedo dentro de mi culo, y aunque me dolía pero no estaba dispuesta a que me lo sacara; así que me relajé un poco, me puse "flojita" y el dolor desapareció. Movió el dedo contra las paredes de mi esfínter con la clara intención de ensancharlo, lo cual logró rápidamente gracias a mi colaboración, después otro dedo hizo su aparición; este igual que el primero me dolió un poco pero entró con mas facilidad.
Yo me movía instintivamente pues no podía controlarlo, era mi cuerpo el que estaba respondiendo Él retiró los dedos agarró su enhiesta verga venosa y caliente, yo levanté un poco más mis nalguitas separándolas aún más para dar mejor acceso, puso la cabezota ahí en mi ya dilatado culito y empujó suave y amablemente, pero:
¡Ay, ay; me duele mucho!...
Él sigue empujando, siento cómo todas las arrugas de mi culito se alisan al entrar apenas la punta de aquella cabezota, y plos, pasa el glande entrando toda la cabeza quedando mi esfínter, mordiendo por el cuello aquella cabeza intrusa dolorosa pero sabrosa. Empuja un poco más pero no resisto el dolor y con una maniobra evasiva de squash, logro sacármela, pero una vez fuera me dio una arremetida salvaje que me la metió hasta la mitad. Yo sentía que la tenía hasta la garganta, di un ligero gemido, haciendo voltear a una gorda señora que se encontraba a nuestras espaldas, pero con la afortunada "cortina", no vio nada y retorció los labios, en clara muestra de fastidio.
Me mordí los labios para no gritar más, él no se movió y el dolor y la impresión fueron pasando. Al dolor provocado por semejante arremetida siguió el acomodamiento de los músculos de mi ano, sentía que las piernas me temblaban tenía nublada la vista pero ahora era de placer y empecé a empujar mi trasero hacia atrás para ensartarme aún más aquella tranca que amenazaba con partirme en dos, pero que a la vez me estaba dando un placer que nunca en mi vida me había imaginado. Empujaba suavemente hacia atrás pues no me era fácil meterme toda aquella verga, el dolor era inmenso pero más inmenso era el placer que eso me estaba dando por mi agujerito, que en ese momento lo sentía como el brocal de un pozo de lo ensanchado que estaba.
Me entraron como dos pulgadas más y qué delicia, mi rajita recibió las caricias de un dedo que delicadamente se posó sobre mis inflamados labios y me hizo temblar de pies a cabeza. El desconocido se enteró inmediatamente pues con toda la palma de su mano sobre mi cosita me jaló hacia atrás hasta hacerme quedar completamente clavada en aquella deliciosa estaca. Me quedé sin aliento al sentir mis nalgas, bien pegada a sus vellitos. Un chorro de líquidos brotó de mi súper caliente raja, yo quería moverme pero era casi imposible; mi falta de experiencia me hacia dudar de cómo hacerlo.
Él se quedó quieto por un momento, sólo empujando hacia dentro de mi culo como para que no quedara duda que la tenía toda adentro. Empujaba tanto que parecía me iba a levantar del piso del vehículo con aquella estaca que tenía bien incrustada en mi sabroso culo. Hizo un pequeño movimiento para acomodarse bien, lo que fue aprovechado por mí, para regalarle tres fuertes apretones de mi culo sobre su verga; y de inmediato me respondió con un movimiento de sacármela y después dejármela ir todita, como si quisiera meterme las bolas
¡Ay, ayayay!... ¡Qué rico!...
No me explico por qué me querían ocultar todas estas sensaciones de locura exquisita. Los líquidos de mi rajita me llegaban ya hasta las rodillas, la mano del individuo chapoteaban en mi chorreante pucha, hasta que de repente sentí que aquella cosa que me estaba partiendo deliciosamente, que me estaba quemando las entrañas, se hizo un poco más grande y, empezó a convulsionarse violentamente dentro de mí. Me la clavó hasta el tronco hasta hacerme sentir como si los vellos de su sexo se iban a implantar en mis nalgas y un chorro de líquido ardiente me bañó los intestinos. Al instante un chorro interminable de líquido hirviendo salía de mi palpitante concha que estaba siendo estrujada fuertemente por aquel sujeto.
Yo sacudía mi culo de un lado para otro para prolongar más aquel fuerte y violento éxtasis, que estaba apoderado de mi cuerpo. De repente los estertores eran tan violentos que amenazaban con desmayarme de gozo y placer, me quedé quieta, inmóvil; el tipo empezó a retirar aquella cosota que por cierto ya había perdido dureza No puedo negar que me gustó la sensación de su tranca saliendo de mi culo, aunque la quería tener dentro para toda la vida Como pude me subí mi tanga que estaba totalmente mojada, bajé mi falda y no sabía qué hacer después de lo que acababa de pasar.
A los pocos segundos de haber tenido mi primer orgasmo el bus se detuvo y bajó mucha gente, lo que me permitió sentarme pues hacía un poco más para llegar a mi parada. Una serie de pensamientos llenaban mi cabeza, me acababa de ocurrir algo fantástico y se puede decir que muy delicioso, hasta paranoico. Me di cuenta que algo había cambiado en mí pues ahora mis pensamientos como que los gobernaba mi chochito.
Y me estaba pidiendo ser penetrado ser partido, y bueno si le obedezco en cuanto lo haga se los haré saber.
Teresa del Villar