ESdA. Tabula Rasa
En esta quinta, y última entrega, Frodo arroja su anillo en las fauces del pasado.
Por respeto a mi ex, no voy a contar mis intimidades con ‘la otra’. A pesar de que ya no éramos las mismas personas que tanto habían compartido, debo admitir que le dolió mucho el que la dejara. Segundo, mis intimidades con ‘la otra’, no tuvieron lugar hasta después de haber roto definitivamente con mi ex. Para que yo pueda contarlas debo, primero, contar con su autorización y, de momento, no lo quiero, veo o creo conveniente. (N. del A.)
“Tabula Rasa”*
Corría el mes de noviembre del año… Bah, no importa.
Me encontraba en un bar tomándome un café con leche. Recuerdo que pensaba que tenía que haber traído un libro para, por lo menos, pasar el tiempo.
En casa me sentía agobiado. A pesar de que nuestra relación, en cuanto a sexo, era buena, por lo demás, la convivencia se había vuelto un tanto monótona.
Unas de las razones por las que había aceptado el nuevo trabajo, era porque descansaba los mismos días que mi nena. Pero aquello, en lugar de acercarnos más, hizo totalmente lo contrario.
A parte del sexo, nuestra comunicación había deteriorado. Supe, en el fondo que, el sexo solo no podía
salvar la situación en la que nos encontrábamos.
Mi nena, viendo mi frustración, intentaba complacerme, pidiéndome que le rompiera el culo cuando, por ejemplo, estaba en el sofá viendo una peli que no tenía que ver nada con el porno. Yo, cómo no, satisfacía sus calenturas esporádicas. Pero yo sabía que ella no actuaba de corazón. Lo hacía porque notaba, y sabía, que algo no andaba bien.
Al tener los mismos días libres, intentaba animarme para salir y tomar unas copas. Yo prefería quedarme en casa leyendo,viendo la tele.
Se la veía preocupada… y con razón.
Volvamos al bar, donde me encontraba tomándome un café…
Era una fría mañana de noviembre. Me dispuse de levantarme para ir y pedir otro café.
“Un café, por favor”, le pedí al camarero.
“Que sean dos”, oí una voz tras de mí.
Esa persona era con la que, desde hacía casi un mes, ‘estaba saliendo’.
La conocí cuando apenas llevaba tres semanas trabajando. Desde el momento en que la ví, flipé, empecé, poco tiempo después, a fantasear cómo sería tener su cuerpo desnudo en mis brazos. Mirarla a la cara mientras la poseía. Es más, cuando estaba con mi nena, no hacía más que pensar en esta nueva chica que había conocido y que, aún pensando que nunca podría tirarle los tejos contando con éxito, me volvía loco.
Nos conocimos a través de su amiga que trabajaba en el mismo lugar que yo. Un día, al venir a recogerla nos vimos y nos quedamos mirando el uno al otro. Pocos días más tarde, su amiga me comentó que había estado haciendo preguntas sobre mí.
Por suerte, o por desgracia, según desde donde se mire, mi compañera de trabajo ignoraba que yo ya estaba saliendo/viviendo con otra, por lo que su amiga empezó a hacer sus pesquisas.
En casa tenía una nena con un culo buenísimo para romper, y romper se lo rompía. Unas tetas de “mamma mia”, una boquita succionadora, … pero ya no me satisfacían de la manera que lo hacían antaño.
Como ya he dicho, me encanta el sexo, pero eso era en lo único en que me baso para tener una relación.
Todo bien entre sábanas, pero una vez levantados, no sabíamos a dónde iba nuestro barco… O por cuánto más tiempo iba a mantenerse a flote. La cuestión no era si se hundiría, sino cuándo.
Así pues, una vez supe que la caída era inminente, me dispuse a dar los últimos cartuchazos a nuestra relación y le respondí a esta nueva chica que no a su pregunta de si tenía novia.
Tras tomarnos un café y hacer unas compras en el supermercado, me llevó a su apartamento donde me invitó a otro café. Tras unos toqueteos, besos y demás, me dijo lo mucho que había pensado en mí desde que me vió. Yo la dije lo mismo. Dejé su apartemento unas dos horas más tarde con un calentón de huevos de campeonato.
Cuando llegué a casa, mi ex me esperaba como madre que pilla a su hijo/a llegando a las tantas de la madrugada en gran estado de embriaguez.
Me bombardeó con mil y una preguntas.
Que de dónde venía. Que si había otra. O sea, un contínuo tamborileo. Al final se lo dije.
Se desplomó en la cama, llorando. Pidiéndome que lo intentáramos de nuevo. Que podíamos superar el bache que estábamos atravesando.
Podía haber cogido las de Villadiego, pero me quedé a consolarla. Una cosa siguió a la otra y acabamos quitándonos la ropa el uno al otro.
Ella empezó a comerme la polla. Para ser sincero, hacía un tiempillo que no la mamaba con aquél frenesí e ímpetu. Su lengua recorría mi polla hasta llegar a mis huevos donde, tras darles un suave mordisco, volvía a lamerme la polla, terminando chupándome el glande.
¡Qué bien la comía!
Se echó sobre mí, pero en lugar de darle por el coño, le peté el culo.
“Me duele, cari, -decía gimiendo. Espera que voy a por el lubricante”.
“No, no”, -le dije, escupiendo algo de saliva en mis dedos para ponérselo en el agujero. “Vamos a probar así.”
Tardó un poco en entrar, pero cuando lo hizo, parecía que me hacían la mejor paja de mi vida. Tener aquel culo subiendo y bajando con tu polla dentro era algo… Como que rozaba lo sexualmente poético. ¡Qué rico el culito de mi nena!
Cambiamos y la puse a una esquina de la cama, ella sujetándose las piernas, para mostrarme su culo bien follado. La arremetía una y otra vez. Me doblaba hacia delante para comerle los pezones. Cuando me ponía de nuevo recto, jugaba con su coñito, que me miraba como queriendo su ración pollera, pero sólo me apetecía darle por el culo.
Conociendo mis intenciones, me pidió que la diera un consolador para que se follase su hambrienta vagina.
Tras unas embestidas anales, se la metía en la boca. Tras unos lametones y chupadas, de nuevo en el culo.
Le dí toda la ración que pude darle por el ano. Justo antes de correrme la saqué toda menos el glande, que quedó enterrado en aquel culito sabroso, dejando así, toda mi leche, para que mi nena la espulsara toda fuera, tras lo cual, se la volví a empujar en la boca, limpiándome lo poco que mi nabo aún escupía. Eso me puso canchondísimo, pues nunca había probado el semen y, mucho menos, tragárselo.
Ella continuaba con el consolador follándose la raja. Tras unos instantes, ambos yacíamos en la cama jadeando. Si decir nada el uno al otro, mostrando así, que eso era de lo que nuestra relación se trataba. Sexo, buen sexo, … pero nada más.
Pocos días más tarde me mudé a otro piso.
Estuvimos un tiempo en el que casi no nos hablábamos.
Mi relación con ‘la otra’, tras unos primeros meses de puta madre, se volvió una prisión sin rejas. Al final tuve que cortar cuerdas y dejarla ir a ella también.
No volvería a estar con otra tía hasta casi dos años más tarde.
… Pero eso es otra historia.
-Primero, quiero agradecer a mi ex, sin cuyo permiso, opinion y edición, estas historia jamás se hubieran escrito y, mucho menos publicado. Por lo menos como yo hubiera querido. También quiero daros las gracias a vosotros, lectores que, entrega tras entrega, habéis seguido nuestras historias anales (no los anales de la historia) y os habéis tomado el tiempo para, esperamos, disfrutar un poco de nuestras ‘aventuras’. Si lo habéis hecho, nos damos por satisfechos. Para aquellos que no han/habéis disfrutado, sólo os puedo citar una cosa:
“No conozco el secreto del éxito, pero sí el del fracaso: intentar complacer a todo el mundo.” (Bill Cosby)
*Tabula Rasa (lat.) Borrón y cuenta nueva.