ESdA. El Comienzo de Algo Prometedor.

Las aventuras y desventuras de un Frodo (el aquí presente) que, al contrario que aquél creado por Tolkien, que quería deshacerse del famoso anillo, éste quería conseguirlo.

*El Señor del Anillo es el conjunto de todos los relatos que iré contando sobre mis experiencias, sobre todo en cuanto al sexo anal se refiere, con mi ex. Pero cada relato tendrá/puede que tenga un subtítulo. Vamos, como un libro, en el que cada capítulo tiene su nombre. (N. del A.)

“El Comienzo de Algo Prometedor”

Fueron alrededor de 6 meses después de aquella mañana cuando mi ex y yo decidimos irnos a vivir juntos a un apartamento. Ambos teníamos empleo estable, y la relación iba de viento en popa. Habíamos, incluso, hablado de matrimonio. ¡Tan bien nos iba!

En cuanto a sexo, pues lo mismo. Vaginal, oral, paja turca (para aquellos que no sepan lo que es, básicamente, una paja entre las tetas), probando posiciones “nuevas”, etc, etc, etc. Sexo anal? Nada. Mis “tácticas” de un ataque frontal no parecían surtir efecto. Al contrario, era lo suficiente como para quitarle la calentura si se lo planteaba durante el acto.

Ambos trabajábamos en lugares y trabajos distintos, por lo que era muy raro que ambos tuviéramos el mismo día libre. Yo libraba fines de semana. Ella, entre semana. La única ocasión que teníamos para pasar tiempo juntos era de noche. Y no siempre, pues si había clientela, tenía que quedarse hasta tarde, para entonces yo ya  me había ido a dormir.

Un noche, en la que la dejaron ir un poco temprano, decidimos ir a un videoclub para alquilar unas pelis. Una fue de acción, la otra, porno. Me extrañó un poco el que no me dijera nada negativo cuando se lo sugerí.

Una vez llegados a casa, empezamos a ver, primero la de acción. Aún nos quedaba un par de horas para irnos a la cama, con lo que aproveché para poner la porno.

Al principio, la peli pasaba con más pena que gloria. No parece, me dije, que haya hecho buena elección.

Hasta que llegó una escena donde el “protagonista” empezó a realizar  sexo anal a una exhuberante rubia.

¡Joder¡ Fue lo que mi ex exclamó. “¡Cómo tiene que dolerle!”

Yo le dije que, con práctica, se podia conseguir. Añadí que esa no era la primera vez que la actriz realizaba un anal. Además, le dije, las actrices (o no actrices) saben relajarse y llevarlo bien, cuando saben que van a ser penetradas por el culo. E incluso, continué, hay muchas que, no sólo les gusta, sino que es el acto sexual del que más disfrutan.

Ella no me miraba cuando le hablaba. Se encontraba en un estado de hipnotismo.

Aquella escena, casi sin saberlo, había sembrado en mi ex la semilla de la curiosidad.

Tanto fue que, no pudimos ver más de la película, pues ella rebobinaba la escena –donde practicaban el sexo anal

una y otra vez. En aquél momento supe que ella jamás había visto una polla penetrar un culo. Ni en pelis, ni revistas.

Paró el video, y a continuación, se acercó a mí, se puso de rodillas y me cogió la polla, que ya para esos instantes la tenía dura, y empieza a hacerme una mamada. Pero una mamada como de alguien que chupa un helado en un caluroso día de verano. La peli la tuvo que poner a cien.

Tras la mamada, y como estábamos en el sofá, la puse boca arriba, con la piernas al aire, y me dispuse a comerle el coño. ¡Qué gusto! ¡Qué sabor! No sé porqué, pero yo, personalmanete, prefiero dar (comer el coño) que recibir.

A cada lenguatazo que daba, mi ex doblaba la espalda en una ‘ataque’ de placer. Acompañé mis lamidas con la penetración de su coñito con mis dedos. Ella se puso a temblar de gusto. Le dije que sí quería que la penetrara con mi polla, y ella me dijo que continuara lamiéndola. No pude decirle que no. A mí me gustaba tanto como a ella. Sobre todo cuando cogía mi cabeza y la empujaba hacia su coño, casi como queriendo meterla dentro de sí. Mi lengua jugaba con aquella almeja  y no veáis el placer que me producía cuando veía su reacción. Parecía que estaba recibiendo descargas eléctricas. Su respiración se hizo más entrecortada, hasta que su cuerpo hizo gesto de rendimiento. Se había corrido. Cómo me encantaba/encanta ver a una nena satisfecha.

Me gusta el sexo. Me encanta el sexo y, por lo tanto disfruto de él, pero ver que  mi pareja también siente lo mismo, eso es éxtasis. Es, para mí, cuando dos son sólo uno.

Nos fuimos a la habitación. Ella me tumbó de espaldas y se puso encima mío, cabalgándome. Sentía las húmedas

paredes de su coño ‘abrazando’ mi polla. En esa posición sus tetas se encontraban a milímetros de mi cara, por lo que las cogí y me puse a chuparlas. Mi ex cerró los ojos, mostrando placer.

“¡Cómo me encanta que me chupes las tetas mientra me follas! Me dijo.

“Y a mí me encanta que te encante”. Le respondí.

Tras unos cuantos bombeos, la puse a cuatro patas y, en lugar de penetrarla directamente, empecé a comerle el culo que, de la previa comida de coño, estaba húmedo de saliva y jugos vaginales.

Ella no dijo nada. Fue, como quien dice, “with the flow”.

Tras unas lamidas, le metí la punta de mi lengua en el anillo. Poco a poco, un dedo. Ella seguía sin decir nada.

Fue cuando el esfínter se empezó a dilatar cuando le pude meter un poco más de lengua.

“No pensé que metiéndome la lengua por mi estrecho agujero pudiera darme placer.” Dijo

“Todo es bueno, o malo, según el estado mental en el que te encuentres. Y en estos momentos, creo que es el adecuado.”  Le dije. “Recuerda que todo, (o casi todo) se consigue con práctica.”

Cambiamos y nos pusimos en 69. Ella tragaba mi polla, y yo lamía su coño, al igual que metía y sacaba un dedo de su dilatado trasero. Estaba a punto a pedirle que me dejara penetrarle el culo, pero no tuve el valor suficiente. Lo había hecho en otras ocasiones y la cosa había acabado un tanto mal. Quería aprender de los errores y no dije nada.

Sin embargo, unos minutos más tarde me pregunta:

“Cómo de grande tengo el culo?

Yo le respondí que bastante. Que jamás había visto su esfínter tan dilatado.  A lo que ella responde:

“Crees que me dolería mucho si me metieras la polla?”

Estaba en “shock”, cuando le oí decir aquella palabras.

“Todo es probar. Si te duele, paramos”.

La coloqué justo para que su culo quedara a mi merced.

Sabía que si quería tener esperanzas de alguna otra vez meterle la verga por el culo, esta vez tenía que ir con sumo cuidado. Tras unas embestidas con mis dedos, me dispuse a empujar mi polla, casi con precision de cirujano, a través de aquél anillo que tanto deseaba poseer.

Fue cuando le había metido el capullo cuando me dijo que parara. Que ya era suficiente.

“La próxima vez, y si te portas bien, te dejo que me metas un poco más.” Me dijo, mientras se sentaba sobre el borde de la cama.

“Venga”, terminó por decir, “quiero que te corras sobre mis tetas.”

Le gustaba apretarme los huevos suavemente, mientras me masturbaba, esperando con ansia mi cálida carga sobre sus senos.

Esa noche fue un hito en mi vida sexual. Sin duda.

Aquella escena de la película, como ya he dicho, sembró la curiosidad. Ahora dependía de mí saber cultivarla para más tarde recoger sus frutos.

CONTINUARÁ…