ESdA. Como Anillo al Nabo
En este capítulo, Frodo cuenta con nuevas "armas" para poder conquistar el tan ansiado "anillo".
*Antes de continuar, quisiera aclarar lo siguiente. Antes de siquiera escribir los relatos, quise contar con el consentimiento, aprobación de mi ex. Es más, me pidió que, antes de publicarlos, le enviara una copia (ya no vivimos en la misma ciudad) para darle el visto bueno y, cómo no, editar aquello que ella viera necesario, pero dejando lo sexualmente explícito sin, o casi sin tocar, para mantener el morbo. Después de todo, ésta no es una página para menores o para aquellas personas que se sienten ofendidas por semejantes cuentos de alcoba.
Eso sí, me pidió que me abstuviera de escribir nombres, ya fuera de personas o lugares concretos, cosa con la que estuve totalmente de acuerdo. (N. del A.)
“Como Anillo al Nabo”
Ya habían pasado unas semanas desde aquella ‘un tanto exitosa’ noche. Nuestras sesiones incluían, desde ese entonces, masturbación anal y, desde que nos pasamos por un sex-shop, ahora también usábamos un ‘butt plug’.
La primera vez al verlo, ella no sabía exactamente qué era y cómo se usaba. Al explicárselo, me comentó que deberíamos intentarlo.
“Te lo puedes dejar metido en el culo mientras te follo.” Le aclaré.
Su rostro mostraba incertidumbre. Como que no estaba segura de que fuese una buena idea. Nos obstante, lo añadimos a nuestro carro de la compra.
Estuvimos, una vez en el sex-shop, a punto de pillarnos una pelis, pero decidimos que era mejor alquilarlas. Así pues, salimos de aquél sex-shop con un butt plug, un pote de lubricante y unas bragas con la raja por medio que, según ella, eran las bragas más graciosas que jamás hubiera visto. Al parecer, no entendía el porqué de la raja, cuando te las puedes quitar sin más. El morbo, nena, el morbo. El sexo vende, y cuanto más morbo tenga, mejor. Todo está en el morbo que le pongas.
Por desgracia, no pudimos ‘jugar’ ese día. En cuanto llegamos a casa, ella tuvo que prepararse para el curro. Yo, cachondísimo, pensando en el morbo que, últimamente, mostraba mi nena. Ahora, más que nunca, tenía que ir con pies de plomo,si quería el tan ansiado ‘anillo’.
El verdadero Frodo quería arrojarlo al fuego, y yo ardía por conseguirlo.
Un día, tras terminar mi turno de trabajo, me acerqué al videoclub y alquilé un par de pelis. Lo típico, una de acción (o era de terror?), y la otra de porno (de ésta estoy seguro). Era sobre tías que eran, por vez primera, penetranadas analmente.
Pensé que eso le daría una idea sobre lo que sentían las ‘candidatas’ al ser folladas en el trasero y sin, supuestamente, previa experiencia en el campo.
Me moría por echarle un vistazo, pero pensé que sería mejor esperar a verla con mi ex. Simplemente para aguantar el morbo unas horas más.
Cuando mi ex llegó del trabajo, encontró el apartamento sin más luz que la de unas velas sobre la mesa y una copa de vino. El que me guste el sexo puro y duro, no quita que sea un romántico. A mi manera, pero romántico de todas formas.
Me dió un fuerte abrazo, durante el cual me dijo cuánto me amaba. El sexo es bueno, pero con amor, mejor.
Tras una corta charla de cómo le había ido la jornada, nos pusimos a coquetear y a preguntarme, casi en susurros, si sabía lo que llevaba bajo la falda.
“Seré muy buena si lo adivinas”, me dijo con una pícara sonrisa en los labios.
Le miraba aquellos labios y me acerqué a besarla. Ella retrocedió, insinuando con ello que se haría de rogar hasta que no contestara a su pregunta.
Acordándome de nuestro “día de compras”, le respondí que llevaba puesto aquellas bragas que tanta gracia le habían hecho.
“No”, -respondió. “Frío, frío”.
“La tanga que compraste no hace mucho.” Le dije, casi en pregunta.
“Frío, frío.” Me volvió a responder.
Tras un ir y venir entre preguntas y sin una posible respuesta, ya que se negaba a darme pistas, se subió la falda (que le llegaba poco más abajo que las rodillas) y me mostró lo que tenía puesto. O sea, lo que NO llevaba puesto.
Fue una sensación de explotar dentro de mis pantalones, nada más pensar que había ido al trabajo sIn bragas.
“Jo, nena, -le dije, sabes exactamente cómo ponerme a cien.”
“Te dije, -me dijo, que sería muy buena si lo adivinabas. Pero, -continuó, como no lo adivinaste, voy a ser mala. Voy a ser una chica muy, muy mala.”
Se lanzó a mis brazos y nos unimos en un morreo, mientras le subía la falda y sentía su culo carnoso y desnudo.
“Quiero que veas algo”, le comenté.
“Veo que no has perdido el tiempo, cari”, dijo ella, cuando le mostré la peli porno.
“No he hecho más que pensar en tí en todo el día”, le dije.
La primera escena fue suficiente para ponernos a ciento cincuenta, ya que estábamos a cien antes, incluso, de empezarla a ver.
Acariciándome la parte trasera de mi cabeza, me dijo:
“Cómeme el coño, nene”.
No hizo falta que insistiera. Le alcé la falda, que aún llevaba puesta, y hundí mi rostro en su entrepierna.
Quería explotar de éxtasis, con sólo oler aquel olor a sexo. Aquél olor a coño húmedo y ansioso de que jugara con él.
Mi ex, mientras tanto, miraba cómo el actor de turno desfloraba el culo de una joven de apenas 20 años y que, hacía poco, o eso dijo, se había iniciado en el porno, pero que nunca lo había hecho por detrás.
Mientras mi lengua se movía a diestro y siniestro por la almeja de mi ex, mis dedos empezaron a explorar, primero el coño, e instantes luego, el culo.
Mi ex no dejaba de empujarme la cabeza hacia su sexo. Saqué el dedo con el que masturbaba su coño y le dí a probar, chupándolo como si de un chupete se tratara. Volviéndolo a introducir en su empapada raja.
“Cari, -me dijo con la respiración de alguien que ha corrido una distancia, ve al dormitorio y traéte el plug y el lubricante. Estoy que no aguanto más. Sé bueno, y te prometo que seré todo lo mala que quieras que sea.” (Lo cual es ser buena… En aquel momento pensé, lo supiera o no, acababa de decir un acertijo Zen)
Cuando volví de la habitación con lo que me había pedido, ella seguía tumbada de espaldas, con las piernas al aire y viendo la peli.
“Nene, méteme el plug en el culo, pero no dejes de comerme el coño. Lo haces de maravilla”. Me dijo, lamiéndose los labios.
La seguí dando un sabroso cunnilingus, mientras embadurnaba su culo con el lubricante, preparándolo para la penetración.
Dió un cierto respingo cuando la zona más gruesa del plug (el medio) cruzaba el esfínter, pero pasó a un estado de relax una vez el plug estaba completamente dentro.
“Déjamelo dentro, cariño, y fóllame el coño, -me pidió. Luego quiero que la saques para que te la coma”.
Y así fue. Introducía mi polla en su coño, para luego introducírsela en su boca, mastubándome (ella) mientras que, con la lengua, lamía el glande.
Así transcurrieron unos minutos.
“Ahora, -dijo, poniéndose a cuatro patas, juega con el plug. A ver lo grande que me puedes poner el culo. Quiero tenerlo como esas zorritas en la peli.”
Sus deseos eran órdenes y, ni por un instante pensé en la desobediencia.
“Mi trabajo” consistía en meter y sacar el plug del culo de mi ex añadiendo, de vez en cuando, un poco de lubricante. No quería que la maquinaria parara por falta de aceite.
Con la mano izquierda mantenía sus nalgas separadas, mientras que, con la derecha, empujaba aquel juguetito que tanto placer le estaba dando, no sólo a ella, sino a mí también. Lo estábamos pasando pipa, como quien dice.
“Cómo lo tengo?”, me preguntó.
“Grande y rosado”, fue mi contesta.
“Cari”, me dijo en voz casi inaudible.
“Sí, mi vida”.
“Quiero que me montes y me des por el culito. Si no me duele mucho, me la puedes meter toda. Esas tías me han puesto tan cachonda, que quiero sentir lo que ellas sienten cuando son ensartadas por el chiquito.”
Todo transcurrió como a cámara lenta.
Primero la punta del glande, para luego dar paso al glande completamente dentro de aquél túnel de placer. Ahora era el tronco de mi nabo el que penetraba aquel culo, como el dedo de los novios a través del anillo de bodas
“Como anillo al nabo”, pensé en aquellos instantes.
“Te duele? , pregunté.
“Un poquito, me dijo, pero me gusta a la vez. Dale, poco a poco. No pares. Me voy a correr, con sólo pensar que tengo tu polla metida en mi estrecho agujero.”
Fue en aquel momento, en el que me dispuse a bombear el trasero de mi ex. Dentro, fuera. Dentro, fuera.
Me doblé hacia delante para así, cogerle las tetas. Ella, sin poder contener el desenfreno, empezó a frotarse el coño. A veces, llevaba las manos de sus tetas a su boca, para que me chupara los dedos.
Ahora mi nena estaba ocupada por todos los frentes. Con sus dedos frotaba su coñito, una de mis manos jugaba con sus tetas, mientras que los dedos de la otra estaban en su boca y, lo mejor, mi polla entraba y salía de su culo, ya, a esas alturas, como si estuviera en su boca.
¡Qué bien me hizo sentir aquella noche mi nena!
Por fin había probado, completamente, el sexo anal y parecía gustarle.
“Te dije que te gustaría”, de dije.
“Es que, al principio, duele un poco, pero una vez dentro, -me dijo, no sabes el gusto que da. Es una sensación un tanto extraña, pero que me da un gustazo. Es que hasta siento tu polla palpitar, sobre todo cuando la dejas dentro por un momento”.
Continuamos, yo entrando y saliendo de su culo, para luego hacer lo mismo con su coño.
Así pasó hasta que dí mi carga de lefa a mi nena sobre su “ahora desvirgado” culo.
Pude ver como parte de mi descarga entraba en su agujero que, cada vez, se hacía de nuevo, más y más estrecho.
Le dije que empujara, con lo cual pude ver aquellas gotitas salir.
¡Qué vista más bonita!
Una vez secado su trasero, se dió la vuelta, se sentó y dió un leve beso a la punta de mi glande.
Abrimos el sofa y nos tumbamos desnudos. Queríamos poner la otra peli, pero nos pusimos charlar, hasta que se dejó dormir.
Se había deslizado hacia los brazos de Morfeo, rendida después de una jornada laboral y una buena dosis de sexo. Cansada y con el culito oficialmente roto.
CONTINUARÁ…