Escuela para profesionales del sexo 1
Esta no es una escuela cualquiera, como tampoco lo son sus alumnos. Aquí se aprende a follar, a hacerlo bien, y se disfruta... vaya que si se disfruta...
- ¿Qué tienes a segunda?
- Ehmm… Anal con Sandra, ¿tú?
- Joder, qué suerte. A mí me toca ETS con el pesado de Ricardo… Dos horacas de "cuidado a quién te tiras, a ver si vas a coger bichitos"
- Jajajaja bueno, piensa que si de verdad "coges bichitos", te quedas sin follar hasta que te los quites de encima. Mejor prevenir, ¿no?
- Ya, ya, si razón tienes… pero me encantaría un poquito de acción antes de comer, ya me entiendes…
- Siempre puedes pasarte después por una de las salas de desfogue, podemos quedar en la 32 - propuse, con sonrisa pícara y un ligero roce en sus caderas, para terminar de convencerla (como si hiciera falta).
- Mmmm... tentador… ¿Nos vemos ahí a la 1 y media?
- Hecho - y con un guiñito más que prometedor, nos fuimos cada una a nuestras respectivas clases.
Clara y yo estábamos en primer año de la escuela para profesionales del sexo. Ahí se impartían cursos de todo tipo, y en nuestro caso, estábamos haciendo la carrera superior, que nos permitiría trabajar luego en cualquier aspecto de la industria del sexo: actriz porno, acompañante, prostituta de alto standing… Era una escuela extremadamente exigente, y no se aceptaba a cualquiera. El primer requisito era, por supuesto, una mente abierta y un cierto grado de ninfomanía (sin que llegase a límites insanos). Luego ya estaban requisitos físicos, también muy importantes, y otra clase de capacidades más mundanas, puntualidad, obediencia, trabajo en grupo (para las orgías, ya sabéis) y demás.
La escuela era mixta, y generalmente todos los alumnos éramos bisexuales, y si no lo éramos más nos valía aprender a serlo, porque muchas de las clases requerían relaciones con ambos sexos.
Para poneros un poco en situación, la escuela se dividía en tres edificios: la casa, donde teníamos nuestras habitaciones individuales, las cocinas y los comedores, vaya, donde hacíamos vida; la escuela, donde se impartían todas las clases; y el multiusos, en el que estaban las salas de desfogue, todas las salas de ensayo, los almacenes de juguetes y utensilios… un poco de todo. En el primero teníamos terminante prohibido follar. Las habitaciones eran para descansar, ya teníamos el multiusos para darle al tema si estábamos cachondos después de las clases.
A mi particularmente, me encantaban las salas de desfogue, me pasaba ahí casi todas mis horas libres. Todas eran temáticas, y todas eran distintas. Mi favorita era la 32, la de dominación y sexo grupal. Os contaré más sobre ella cuando me encuentre allí con Clara…
Como iba diciendo, me dirigí a mi clase de Anal, una de mis preferidas. Allí, la despampanante Sandra nos enseñaba las artes de esta placentera práctica. Ya estábamos muy avanzados con el curso, así que habíamos entrado en la parte de prácticas, por lo que en cada clase, Sandra escogía una serie de voluntarios que debían aplicar lo aprendido en una escena real. Ese día teníamos que representar una escena de una porno, el clásico "tipo experimentado desvirga el culito de la joven calenturienta", uno de mis preferidos. Levanté la mano lo más alto que pude cuando pidió voluntarias, pero nada, no hubo suerte, así que me tuve que contentar con mirar…
Les tocó primero a Jaime y a Inés, un pedazo de moreno ojos verdes, con un cuerpazo y una sonrisa de quitarte el hipo, y uno de mis amantes habituales, y una pelirroja de tetas no muy grandes, con un precioso culito redondeado a la que todavía no había catado, pero sin duda tenía que hacerlo.
- A ver chicos, ya tenéis el guion, empezad. Y recordad que de las prácticas depende un 60% de la nota final… - les advirtió Sandra.
Así, la afortunada parejita se puso al frente de la clase, y empezó la función. Lo primero, el contexto. Inés se acercó con cara de perrita cachonda a Jaime que, recostado en un gran sofá color granate esperaba con cara de vicio, disfrutando del contoneo de caderas de la putita.
- Me han dicho que tiene usted mucha experiencia en… bueno, en… - balbuceaba Inés con fingida timidez.
- ¿En qué, bonita? Si no lo dices no lo haré…
- En abrir culitos.
- Jajaja una manera elegante de decirlo, sí señor. Así que quieres que te "abra el culito".
- Sí…
- Sí, ¿qué?
- Sí, señor.
- Así me gusta, zorrita. A ver, ponte aquí delante que te vea bien. Date una vueltecita. Mmmmm ya veo… tienes un culo de lo más apetecible. ¿Cómo es que no te lo han desvirgado todavía?
- No me atrevía a hacerlo con cualquiera de los tíos a los que me he follado señor, seguro que me hacen daño. Sin embargo usted… con tanta experiencia, estoy segura de que me va a hacer disfrutar mucho.
- Jajajaja cuánta razón, bonita, cuanta razón. Muy bien, no tengo tiempo para tonterías, nuestra sesión es corta, así que ven aquí, arrodíllate en el sofá. Las rodillas más al borde, así. Y apoya los codos en el respaldo, muy bien… ponme ese culito en pompa.
- ¿Así está bien, señor? - dijo Inés juguetona, asomando una sonrisa poco inocente por encima del hombro.
- Perfecto, está perfecto. Vaya faldita que me llevas, veo que te gusta la fantasía de colegiala… aunque un poco desvergonzada, en esta postura a penas te tapa el culo, el trapito ese que te has puesto. He de reconocer que me pones muy pero que muy cachondo con las medias hasta las rodillas, la faldita de cuadros y las braguitas blancas… una auténtica delicia.
- Gracias, señor.
- Veamos qué tenemos aquí - dijo Jaime acercando una mano a la entrepierna de Inés - Joder, pero si estás empapada, zorrita. Has venido con ganas de marcha eh, jajaja.
- Sí, señor, estoy deseando que me folle el culo - dijo Inés casi en un susurro.
- ¿Cómo has dicho? No te he oído bien.
- Que quiero que me folle el culo, señor.
- Mucho mejor… si no me dices lo que quieres no te lo puedo conceder, ¿no? Tranquila, que el calentón este que llevas te lo voy a bajar yo…
Y empezó la marcha. Mis bragas estaban ya más que empapadas, y aunque me esforzaba en tomar notas para comentar después la actuación de mis compañeros, la verdad es que estaba salivando y retorciéndome en mi asiento…
Primero, Jaime bajó despacio, muy despacio, las braguitas impolutas, aunque chorreantes, de Inés, acariciando sus esbeltos muslos y provocando un escalofrío en la muchacha que se pudo sentir desde el fondo de la clase. Desde primera fila, pudimos ver su brillante y depilado coño, húmedo y expectante. Jaime la hizo sufrir un poquito, acariciando el interior de sus muslos, arriba, y abajo, sin llegar si quiera a rozar su sexo. La respiración de Inés era cada vez más acelerada, hasta que cuando por fin Jaime introdujo sus dedos en su coño, con fiereza, soltó un grito que por poco nos deja sordos.
- Chsss, tranquila bonita, no te me vengas arriba todavía, que nos queda mucho camino.
Empezó a taladrar, lentamente y acelerando por momentos, el encharcado coñito de Inés, que no podía parar de gemir, mientras con el pulgar hacía círculos sobre su hinchado clítoris. Cuando la tuvo al borde del éxtasis, con la otra mano empezó a recoger los generosos fluidos que manaban de su vagina, y los esparció con mimo por su depilado agujerito trasero, rosado y fuertemente cerrado. Al principio, se limitó a acariciar la entrada, y cuando Inés ya parecía que iba a enloquecer, empezó a meter un dedo, tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
- ¿Te gusta? Ya te habías hecho esto tú solita antes, ¿a que sí, guarrilla?
- Mmmmm… me encanta… méteme otro por favor.
- Bien, me gusta que me pidan las cosas por favor - y con más brusquedad que el anterior, le clavó un segundo dedo en el culo y empezó a hacer círculos, despacio, abriendo poco a poco su esfínter, relajándolo. - Muy bien, preciosa, ya te estás abriendo, ¿lo notas? Dentro de poco te podré meter la polla que tanto ansías.
Siguió taladrándola con los dedos uno minuto más, hasta que sacando la otra mano que todavía seguía enterrada en su coño, le dio un sonoro, aunque suave, cachete en la nalga izquierda.
- Aaaah, joder
- ¿Te ha gustado? ¿A que hace cosquillas? Así me relajarás un poco el culito.
- Sí… vuelve a hacerlo, por favor.
Y siguió, dos, tres, cuatro azotes más, sin parar de mover sus ahora tres dedos dentro del culo de Inés.
- Yo creo que esto ya está preparado, ¿no? ¿comprobamos? - y cogiendo el bote de lubricante y uno de los consoladores anales que tenía preparados en una mesita al lado del sofá, empezó a esparcir una generosa cantidad de gel trasparente por el culito de la joven, mientras con la otra mano introducía poco a poco las finas bolitas, cada cual más grande.
- Aaaah, ah, joder, sí, mmmmmm, más, por favor, más… diossss…
- Veo que lo estás disfrutando… ¿y si las saco ahora poco a poco? Así, una… a una…
- Mmmmmm… dios, qué gusto… - Inés a penas podía articular palabra, tan sólo podía deshacerse en gemidos mientras Jaime sacaba una a una las 4 bolas dilatadoras que le había ido metiendo en el culo.
- Llegó el momento de la verdad, putita. Te la voy a meter hasta dentro. ¿La quieres? Pídemelo.
- Por favor, señor, clávemela, se lo suplico. No puedo más, necesito su polla en mi culo.
- Aquí la tienes, cariño. - apoyó la punta de su pene, no demasiado largo pero sí bastante gordo, todo sonrosado e hinchado, en su dilatado ano que no paraba de palpitar, como pidiendo que se lo follaran. Y poco a poco, lo empezó a introducir en el culo de Inés que se puso a gritar como una loca. - Sssssh, tranquila, tranquila, no me hagas ponerte una mordaza bonita, ¿eh? Me gusta que chilléis cuando disfrutáis de mi polla, pero tampoco te pases, ¿de acuerdo? - replicó Jaime mientras le daba unos pequeños azotes, como reprimenda.
Yo ya estaba que me moría. Estaba segura de que estaba dejando un lamparón inmenso en mi falta, porque no podía dejar de chorrear. Cuando Jaime empezó a bombear con más fuerza, metiéndola y sacándola lentamente, pero hasta el fondo, sentí que me iba a correr sin siquiera tocarme. Joder, cómo me gustaba esta clase, ver cómo le follaban el culo a mis compañeras - y a veces a mis compañeros, teníamos que aprender de todo - me volvía loca, y al acabar siempre tenía que buscarme a alguien que me diese un buen repaso en cualquier rincón de la escuela. En apenas cinco minutos, el ritmo de las embestidas de Jaime y los gemidos ahogados de Inés había llegado a una velocidad imparable, y todos vimos cómo, tras un grito incontenible, Inés se deshacía en un orgasmo brutal, cayendo en el respaldo del sofá. Unos segundos después, Jaime la seguía, llenándole el culito recién estrenado de leche, que empezó a chorrear por los muslos de la derrotada joven cuando él sacó su polla, ya en declive.
- Genial chicos, genial - aplaudió Sandra. - Nos habéis puesto a todos cachondísimos, ¿o no, clase?
El asentimiento fue general. No había ni uno allí que no estuviese deseando echar un buen polvo según acabase la clase. Sonó el timbre característico y todos nos pusimos en pie para irnos, pero yo no me podía quedar así, así que agarré al chaval que tenía al lado, uno de mis mejores amigos y le dije:
- Pablo, no sé tú, pero yo estoy más cachonda que una perra en primavera, necesito que me eches un buen polvo. He quedado en 10 minutos con Clara en la 32, ¿te apuntas?
- Por supuesto nena, mi pene es todo tuyo. ¿Quieres que llame a alguien más?
- Sí, tráete a varios más, que tú solito no vas a poder con el calentón que llevo encima.
- Jajaja, de acuerdo. En 10 minutos me presento allí con un batallón de penes.
- Jajajaja te espero ansiosa - le dije guiñándole un ojo, picarona