Escuela de perras (3)

Han pasado cuatro días desde mi último apunte en esta especie de diario a modo de relato.

Han pasado cuatro días desde mi último apunte en esta especie de diario a modo de relato.

Y debo decir para hacer honor a la verdad, que la perra se ha adaptado perfectamente a su programa de entrenamiento y doma, y apenas ha hecho falta castigarla o corregir sus defectos.

Como ya expliqué, creo, diseñé el programa (con la inestimable colaboración de mis asociados) tratando en todo momento de que las sumisas a domesticar se fueran acostumbrando paulatinamente a su nueva forma de vida, evitando en lo posible los tratamientos de choque o experiencias traumáticas.

Así que en estos cuatro días, como digo no ha habido demasiadas novedades.

Cuando el celador de turno pasó a despertar a la perra para sus obligaciones cotidianas, a las 8 de la mañana como era habitual, constaté con orgullo que Nerea había dado cuenta de todo el alimento depositado en sus cuencos y que dormía placidamente como un cachorrillo, enrollada como una oruga, y roncando de placer con una expresión en su rostro como si jamás hubiera roto un plato.

Mi socio desató sus manos y tirando de la correa suavemente la llevó al jardín trasero, como siempre a cuatro patas.

Desde que Nerea había llegado a la casa no habíamos tenido ocasión de ocuparnos de su higiene más elemental y ya empezaba a desprender cierto tufillo a sudor y suciedad que empezaba a ofendernos el olfato.

Así que aprovechando el calido día, la dejamos en medio del jardín en su posición habitual canina, y con ayuda de una manguera la regamos por todo el cuerpo durante unos minutos, para acto seguido enjabonarla con una esponja bien empapada en jabón líquido.

Ciertamente esta Nerea es una zorra vocacional, parece que hubiera nacido para ello.

Tendrían que ver los lectores/as las expresiones de placer que se le ponían en su rostro cada vez que la esponja pasaba por su entrepierna o acariciaba sin demasiados miramientos sus enormes globos mamarios.

No se corrió porque ya tuvimos la precaución de no prestarles demasiada atención a dichas partes, aparte de advertirle que lo tenía prohibido hasta nueva orden.

Mi intención era mantenerla en un estado de constante excitación para condicionar su mente a un estado más receptivo a mis órdenes o las de mis colegas.

Se la veía tan feliz y relajada después de su ducha matutina, secándose al sol, que decidí dejarla unos minutos mas antes de que se reincorporara a sus obligaciones cotidianas, ya saben, el mantenimiento higiénico de la casa en su mayor parte.

Solo a la hora de la comida decidí que había llegado la hora de proseguir con su progresivo programa de obediencia. En esa ocasión solo estábamos dos de mis socios y yo, y nada mas servir de modo satisfactorio la mesa, le trabé las manos por detrás del cuello bien sujetas a la nuca, y le indiqué que se arrodillara justo debajo de la mesa.

¿Adivinan cual fue su cometido mientras nosotros saboreábamos las viandas cocinadas por ella y conversábamos placidamente?

Efectivamente, no era difícil de intuir: Nerea se dedicó a saborear otro tipo de "viandas", y en honor a la verdad, debo decir que lo hizo maravillosamente y no hubo que reprocharle nada ni repetírselo dos veces.

Si su actitud seguía evolucionando tan favorablemente, no tendría que estar en mi institución más que los tres meses convenidos con su marido/dueño, y quizás se acortara su estancia.

A una señal, una vez hubimos terminado de comer para que nos sirviera el café en el saloncito anexo, ella salió solicita de debajo de la mesa, todavía relamiéndose los restos de semen que le caían por la comisura de los labios, allá donde su boca no había podido tragar el chorro de leche a la velocidad requerida.

Pero he de decir en su favor que ni una sola gota cayó en el piso. La única superficie que quedó mojada fue su lampiño coño, pues al pasar mi mano por su raja con el fin de comprobar su estado de excitación, la saqué completamente empapada y tuve que reprimir un gesto de desagrado.

La muy puerca estaba a punto de reventar, sin tocarse, y solamente por el mero hecho de mamarles simultáneamente las poyas a tres desconocidos.

Estuve tentado de castigarla, afortunadamente recapacité y me dije que sería injusto castigarla por un estado que desde el principio yo estaba fomentando, siempre y cuando lo mantuviera a raya mientras yo se lo ordenara.

Nerea debía aprender que su objetivo prioritario en la vida de ahora en adelante era dar placer a su Señor, incluso a costa del suyo propio.

¿Que ella gozaba como una loca con tal tarea? Perfecto, siempre y cuando no olvidara cual era su posición?.

Después de pensarlo otra vez, cambié de opinión. Quizás había llegado el momento de recordársela y darle una nueva lección constructiva.

Así que la guié a la sala de castigos y una vez allí la dejé colgada del techo por medio de unas sogas que sujetaban sus brazos dejándolos lo más abiertos que daba su cuerpo.

Sus pies apenas rozaban el suelo, lo que la mantenía en una mas que incomoda posición.

No obstante, antes de empezar la lección quise hacer una última comprobación.

Volví a pasar la palma de mi mano sobre su vulva, y de nuevo la saqué completamente mojada.

La perra estaba a punto de reventar.

Esta vez hice que me la secara con la lengua, y una vez mas Nerea lamió y chupó sus jugos con fruición, sin un asomo de desagrado en su rostro.

La abofeteé con dureza con el dorso de la misma mano, mientras ella se me quedó mirando con los ojos muy abiertos, mas que por el dolor, que seguro fue mínimo, sin duda pillada totalmente por sorpresa e incapaz de deducir el motivo de mi acción.

-Eres una puerca de lo mas guarra – le espeté a bocajarro, pero sin levantar el tono de voz, tal y como era mi costumbre. Después de todo no estaba enojado ni era nada personal, tan solo parte de su educación y condicionamiento.

-Apenas te toca cualquier desconocido, e incluso solo con imaginarlo ya destilas jugos como una babosa incontinente.

-¿Acaso te has creído que estas en un balneario de placer? ¿Qué tu marido te ha internado aquí para premiarte por ponerle los cuernos?

Mientras la increpaba iba acompañando mis afirmaciones con secos azotes por su culo, espalda y grandes tetas que se bamboleaban como enormes tartas de nata.

No se los apliqué demasiado fuertes, lo justo para dejar en su cuerpo unos tenues surcos rojizos y procurarle un irritante escozor.

Ella acompañaba con agudos grititos cada nuevo azote, pero a mi no me engañaba.

Su rostro delataba que mas que sufrimiento, la muy perra la estaba gozando como una cerda.

Al poco los grititos se tornaron gemidos, cada vez más guturales. Así que detuve el supuesto castigo, no era mi intención que Nerea se me corriera en plena sesión, apenas iniciada.

Cambié el corto látigo de fina piel, recién estrenado en su cuerpo, por una vara de bambú, larga y fina.

Y cuando el primer azote cruzó su nalga, esta vez de forma mucho mas contundente y provocándole por primera vez un dolor considerable, continué educando a mi transitoria perra.

-Me parece que aun no sabes cuales son tus obligaciones ¿no es así, puta desgraciada?

-Aaaayy!!, perdón señor, ¿que es lo que he hecho mal, si solam

Un nuevo azote cayó justo encima del anterior, provocándole más dolor todavía y dejándola con la palabra en la boca.

-Cállate Zorra, nadie te ha dado permiso para hablar, ¿o ya has olvidado mis normas?, las perras no hablan, solo ladran o gimen.

-No lo empeores aun más.

-Tu estas aquí para provocar placer a tu Amo o a quien él quiera ofrecerte.

-No eres más que un objeto sexual. Y tu posible placer solo depende de la decisión de tu Amo. Procura no olvidarlo nunca.

-¿Qué te habías creído, que puedes excitarte o correrte cuando te venga en gana?.

-Veo que aun no has aprendido nada, pero te aseguro que lo harás. Por las buenas o por las duras.

Y mientras continuaba reprendiéndola y educándola, uno tras otro fui descargando golpes de vara, esta vez, todos localizados en el mismo lugar, su trasero, que a estas alturas se asemejaba más a una tarta de fresas maduras que a un saludable culo listo para ser acariciado u otras practicas más placenteras.

Nerea por su parte, ya no gemía de placer, trataba de contener y ahogar sus gritos todo lo que podía y su rostro estaba empapado por los regueros de lágrimas que fluían incontenibles.

Me miraba en silencio, con los ojos abiertos como platos, como tratando de que le permitiera decir algo, pero no le di ese gusto.

-No es necesario que digas nada, perra, ya imagino que estarás arrepentida de tu mala conducta y que no volverá a repetirse.

-Por tu bien…. Espero que así sea, porque, aunque no me gusta azotar a nadie, aunque sea a una cerda miserable como tu, no tendré reparos en volverlo a hacer tantas veces como sea necesario para que aprendas a comportarte como una buena esclava, sumisa, dulce, y complaciente.

En realidad la sesión de castigo no había durado más de 10 minutos, aunque fue bastante intensa.

La descolgué con delicadeza y la sostuve durante unos instantes entre mis brazos dándole tiempo a que recobrara el equilibrio y las fuerzas.

En verdad jamás había estado más atractiva a mis ojos, derrotada, rota, con los ojos llorosos, el pelo despeinado, y el culo como un tomate.

Y tuve que hacer un verdadero esfuerzo de autocontrol para no follármela ahí mismo.

Pero yo mismo debía ceñirme al programa.

Lo que si hice, fue ordenarla que siguiera con sus obligaciones domesticas, pero antes hice que se inclinara y sin lubricarla ni nada, en realidad no hacia falta, le introduje sin apenas esfuerzo cuatro bolas chinas de tamaño considerable en el recto, dejando el cordón por fuera, como una fina cola de zorra, y rubriqué el acto dándole una seca palmada en su castigado trasero, que hizo que Nerea diera un nuevo gritito de dolor.

El resto de la tarde me limité a disfrutar observando como mi perra se movía de aquí para ella con su plumero quitando el polvo y moviéndose como un pato mareado, a causa del dolor de su trasero y del roce que sin duda le provocaban las bolas dándole una sensación de plenitud, placer, y molestia a un mismo tiempo.

Y de vez en cuando le decía con voz amenazante.

Y no olvides que al final de la jornada volveré a pasar la mano por tu coño, y… ¡ Ay de ti como vuelva a encontrarlo empapado!

Quisiera agradecer la calida cogida que ha tenido este relato, especialmente por parte del elenco femenino, que es como dije a quien principalmente iba enfocada esta historia, sin desmerecer a los varones, naturalmente.

Seguiré encantado de leer y recibir cuantos comentarios y sugerencias deseen comunicarme, ya sea por medio de la página de relatos o via email.

Gracias,

el autor.